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Soy un Sucubo 5

en Hetero: General

Esta saga está inspirada en mitos y religiones, no es una reproducción exacta y la opinión de

los personajes no es la del autor.

Unos días después de haberme mudado, estaba aburrida mirando la tele sin hacerla mucho caso. Me sentía cansada y pesada sin motivo aparente y al final me di cuenta cuando salió un tío buenoro en un anuncio y me puse a cien “¡Soy gilipollas, llevo ya bastante sin alimentarme”! Asique decidí encender el ordenador y buscar un sitio donde ligar con chicos guapetes. Encontré unos foros dónde discutían cual era el mejor local y entre los menos destacados, uno me llamo la atención, un local liberal llamado Tabú, pensé que sería una buena idea ya que habría bastantes chicos entre los que elegir. Y me dispuse a prepararme.

Sobre las 23:45, caminaba por las calles llamando la atención de todos con los que me cruzaba. Llevaba un vestido de una pieza acabado en falda y con un escote pronunciado, además calzaba zapatos de tacón y los labios pintados con un rojo intenso. Cada vez que el viento soplaba sentía un frescor estimulante ya que iba sin ropa interior y a veces se podía ver lo que escondía mi falda.

Al llegar me abrieron la puerta y una mujer regordeta y con grandes pechos me abrió sonriente.

-Buenas noches – me saludo.

-Buenas – la respondí amistosa.

Pasamos adentro y enseguida los ojos de los presentes se volvieron hacia mí. La mayoría eran hombres solitarios, pero también había varias parejas charlando animadamente. La dueña me enseñó las instalaciones y me explico las normas, mientras seguía atrayendo la atención de los clientes que estaban ya disfrutando. Al finalizar me volvió a llevar a la primera estancia, dónde estaba la barra del bar, me cobró la entrada y su esposo me sirvió la primera consumición gratuita.

Mire a los solteros que estaban en la sala, un señor mayor con pinta de viejo verde, un chaval de mi edad y un hombre musculado. El tercero no estaba mal y decidí apuntármelo en mi lista mental, las parejas eran todas maduras. Ahora entendía porque nadie la apoyo el local en el foro, el único cercano a mi edad era el chaval y tenía gafas y un problemilla de acné, ningún buenorro a la vista. Pero decidí aprovechar y disfrutar de una noche de desenfreno, mientras pensaba se me acerco una pareja y me invitaron al reservado de parejas. Después de algo de charla y risas, el hombre empezó a meterme mano y nos fuimos a las camas. Empecé chupándosela, pero no tardó en querer metérmela, asiqué se puso un condón y me follo en misionero sin quitarme nada de ropa. Su mujer nos miraba y se masturbaba, fue algo decepcionante porque él se corrió antes que yo y se le bajó entera. Sin un atisbo de vergüenza se despidieron y se fueron del local. “Para eso quedaos en casa” pensé molesta. Decidí ir al pasillo francés a desahogarme haciendo un par de mamadas, no tardaron en aparecer manos a tocar mi cuerpo y después de manosearme asomó la primera polla por un agujero. La devore con ganas y la tragaba profundo, mientras apareció otra y esa la pajee con mi mano. Por todos lados se escuchaban los gemidos de mujeres y hombres, yo me sentía muy a gusto con aquel ambiente pues había nacido para esto. Empecé a oír los furiosos resoplidos del hombre al que se la estaba devorando y no tardó en vaciar su semen en mi garganta. Inmediatamente pase a meterme entera la que estaba masturbando y este tampoco tardó mucho en darme mi deliciosa bebida. Me relamí los labios y salí del pasillo, me estaban esperando una pareja y el soltero que me había apuntado.

Hablamos un poco y enseguida me desnudaron entre los dos chicos, la mujer me empezó a besar y nos fuimos tumbando. Los hombres nos dejaron espacio y ella descendió para comerme el coño, sabía lo que se hacía por qué lamía y presionaba en los puntos exactos, asique cerré los ojos para disfrutar más. De repente sentí que se presionaba contra mi rítmicamente y al separar los párpados descubrí que tenía al marido al lado de mi cara y el soltero se estaba follando ya a la casada. Giré sobre mi eje, ofrecí mi coño y comencé a besar los labios que me estaban dando placer. Los cuatro disfrutábamos de los demás, corriéndonos libremente, los hombres aguantaron como unos toros y no pararon de embestirnos hasta que nos corrimos tres veces cada una. Me despedí de ellos esta vez contenta y sedienta me fui a la barra a por otra consumición, por el camino pude escuchar como del reservado de parejas salían unos gritos de placer tremendos “Yo quiero lo mismo que ella” pensé juguetona. Mientras bebía en la barra apareció el chaval y pidió un simple refresco, debía de haber tenido una buena sesión de sexo porque, aunque el local estaba a una buena temperatura, tenía la frente y los brazos ligeramente sudados.

-Es curioso ver a alguien tan joven pidiendo algo sin alcohol siendo gratis – le comenté amistosa.

Me miró sorprendido – yo soy… raro, no bebo, no fumo y no me drogo, soy sano.

-Pero follar si, ¿Eh? – respondí pícara.

Él sonrió tímido – bueno es una necesidad natural y hago lo que puedo por mantenerla satisfecha.

-Eso es verdad – concorde – no veo a mucha gente de nuestra edad, ¿Es por algo de hoy o es así siempre?

-No sabría decirte, ya que es la primera vez que vengo, pero creo que es lo normal – dijo y bebió un trago – muchos jóvenes no tienen dinero para pagarlo y es algo a lo que muchos no se atreven.

-Entonces tú tienes que tener un buen par si estás aquí – bromee.

-Es algo más de mentalidad, de ser más abierto – argumento.

Parecía un chico simpático y educado, tenía cara de bueno, pero algo dentro de mí me decía que escondía algo. De repente se coló una mujer madura entre nosotros y le plantó un beso en la mejilla.

-Ya pensaba que te habías ido con otra… - le confesó, me imaginé que sería su ligue de esa noche y decidí dejarles solos.

Me fui a la zona de cine porno y allí encontré a una pareja que al verme me hicieron gestos. No tardé mucho en estar arrodillada desnuda chupando la polla del hombre en coordinación con su mujer y minutos después en la cama follando como locos. Me propusieron vendarme los ojos y acepte, las caricias y penetraciones se hicieron más intensas. Ella me lamía todo el cuerpo mientras él me la metía sin parrar, no paramos hasta que llegamos al orgasmo y se despidieron. Yo me volví a poner la venda y esperé con el culo en pompa, estaba casi satisfecha y quería una última dónde esa vez me “alimentaria”.

Sentí que alguien me penetraba sin preguntar, pero llevaba condón. Así que le ordené mentalmente que se lo quitará, funcionó sin ningún problema, solo que se corrió enseguida y no tenía mucho que absorber. Me aparté la venda y vi que era el viejo que vi al entrar, decepcionada esperé a que se fuera y me volví a colocar. Tardó en aparecer alguien, pero al fin sentí un miembro grande, grueso y duro como una roca. Rápidamente le ordené quitarse la protección, pero no funciono, extrañada lo repetí y siguió ignorándome. El empezó suavemente con lentas y largas penetraciones, para confirmar que no me hacía daño. Eso le bastó para sacarme unos gemidos fuertes, ya que me sentía muy llena.

-Quítate el condón – Rogué – quiero sentir está maravilla directamente y quiero que me viertas tu leche dentro.

-¿Estás segura? – me respondió una voz grave, asentí entusiasmada. La saco entera y unos instantes después me la clavó sin piedad.

-¡Dios! – gemí.

-Perdona, ¿Te he hecho daño? – pregunto preocupado.

-Que pregunta más tonta – conteste, solo sentía más y más placer – muévete y haz que me corra.

Me agarró de la cintura y comenzó a darme fuertes embestidas. Lentamente fue subiendo el ritmo hasta una velocidad alta pero cómoda. Gozando como nunca, gemí con fuerza al ritmo del sexo, el movimiento sus manos y agarró mis tetas desde atrás. Las masajeaba y acariciaba con firmeza y cuidado. Sentía su pecho en mi espalda y su aliento en mi nuca me ponía la piel de gallina. Sin poder evitarlo, me empecé a correr y el modero las penetraciones, pero las hacía más fuertes y profundas, haciendo que mis fluidos salieran a chorro. Sensible por el orgasmo, dejó caer la parte delantera de mi cuerpo y trato de recuperar el aliento. Pero mi amante decidió que ya había descansado suficiente y volvió a la carga.

-¡No! ¡Espera! – Rogué entre gemidos, pero no fueron escuchadas.

El seguía follandome como un toro y no tenía pinta de acabar. Las paredes de mi vagina le presionaban con fuerza, pero él no parecía inmutarse y a mí me producía más placer aún. Mi respiración estaba desbocada y me aferraba con fuerza al colchón, pero nada me ayudó a evitar que me corriera una segunda vez con el mismo proceso.

-Tampoco aguantas tanto como pareces – me susurró divertido y volvió a moverse enseguida.

-Para… por… favor – supliqué sin fuerzas, esta vez no supe si al menos me había oído.

-¿No decías que querías mi leche? Pues ya queda poco – me informo.

Sin fuerzas por el exceso de placer, no puedo hacer más que gemir como una loca mientras trato de mantenerme cuerda. “¿Qué pasa con el?” “¿No se corre nunca?” “¿No le excita mi cuerpo?” “Menuda Súcubo soy si estoy perdiendo por mucho contra él?” pensaba desesperada. Su enorme polla y su energía inagotable estaban machacando mis entrañas y me sentía más débil cada vez. La única fuerza que me quedaba era mi voz y estaba demasiado ocupada gimiendo por todo el placer que me inundaba.

-Ya casi estoy, aguanta un poco más – me pidió.

Su miembro empezaba a palpitar, yo trate de apretarle más y provocar el deseado orgasmo. Aumento un poco más el ritmo y finalizó con una fuerte embestida que me arrastro en el colchón. Mientras su semen se vertía en mi yo abrí la conexión con su “energía” y empecé a tomarla, había suficiente para que estuviera sin sexo varias semanas. Cuando ya me volví a sentir con fuerzas corté el vínculo y él se retiró de mi interior. Me temblaban aún las piernas asique me di la vuelta y retire la venda de mis ojos.

-Ha sido… extraño – opino el joven de mi edad.

-¿Tu? Pero si… - estaba impactada, ¿cómo alguien tan joven y poco atractivo podía dar tanto placer?

Mis palabras le debieron ofender, porque puso mala cara y empezó a vestirse, guardándose la polla aún dura – perdona que no sea Brad Pitt, solo soy el típico feo simpático.

Mal humorado se fue, yo aún trataba de asimilar la situación. Cuando me relajé un poco, me vestí y salí dirección mi piso. La noche estaba siendo fresca y eso me ayudó a revitalizarme.

Los días siguientes no me podía quitar el asunto de la cabeza. Me busque un trabajo para volver a tener una fuente de ingresos y mantenerme ocupada. Varias empresas me llamaron interesadas, pero me decante por una de proyectos medioambientales, ya que fue mi línea de estudios. Los primeros días fueron algo complicados, pero después de un tiempo me fui acostumbrando. Mis compañeros eran amables, y no solo los hombres, y me llevaba bien con ellos. Con el tiempo empecé a quedar con ellos a tomar una copa después del curro los viernes y fui haciendo nuevos amigos. Marta también se unió al grupo y al parecer encontró un nuevo novio. Yo también tuve varias proposiciones, pero las rechace, no quería estropear mis nuevas amistades.

El tiempo empezó a pasar volando para mí, hablaba con Valentina y mis padres de vez en cuando y también les visitaba. Cuando se empezó a acabar la “energía” que extraje del misterioso chico, volví a mis andadas en solitario a buscar nuevas presas. Así pasé varios años felices y sin preocupaciones, las cosas fueron mejorando en la empresa conforme demostré no ser solo una cara bonita, me pusieron al cargo de proyectos y los dirigí eficientemente. Mis amistades se fueron casando poco a poco y fueron teniendo hijos.

Por otro lado, mis poderes se fueron fortaleciendo, ya podía leer las mentes y los deseos de las personas, visualizar su mujer perfecta, crear ilusiones y mi perfume era cada vez más potente. Por curiosidad de vez en cuando sacaba mi forma de Súcubo y me examinaba en busca de cambios, los cuernos se hacían más ásperos, las garras más largas y afiladas, las alas crecían en musculatura y la cola era más gruesa. Confieso que una vez me autofolle con esto último, pero eso puede que os lo cuente más adelante.

Cuando tenía 26 años jubilaron al responsable de los instaladores y entro en su lugar un hombre joven, musculado, con gafas y barba recortada, llamado Miguel. Todo el mundo le respetaba por sus conocimientos y su apariencia, aparte de que era súper majo con todos, excepto conmigo. No es que me ignorara o insultara, pero era muy seco y hablaba lo justo. Yo no hice nada para provocar esa situación, fue algo que el hacía desde que nos presentaron. Pero trabajamos en varios proyectos juntos, no me hablaba, pero sí que me escuchaba todo lo que le decía, y le fui conociendo a través de mis compañeros.  

Me contaron que era huérfano, sus padres murieron en un incendio y las heridas que recibió le provocaron amnesia, se crio en un orfanato, curso hasta un grado superior y se graduó con matrícula de honor, además era voluntario en varios proyectos solidarios y le encantaba la natación.

Un día estábamos en un parque eólico revisando unos molinos averiados. El día tranquilo se empezó a tornar más oscuro y antes de que nos diéramos cuenta teníamos una tormenta encima con fuertes rachas de viento. Los operarios estaban bajando cuando el limitador de una turbina se rompió y el aspa empezó a girar sin control, cogiendo velocidad y provocando un ruido ensordecedor. Mi equipo se alejó a una distancia de seguridad y yo fui a recoger a los instaladores más rezagados, que iba hacia sus coches.

-¡Subid rápido! – les grite para hacerme oír.

-¡¿Qué coño haces?! – me preguntó Miguel enfadado – ¡Lárgate antes de que se rompa algo!

-¡Vengo a ayudaros maldito gilipollas! – respondí cabreada.

Me mantuvo una furiosa mirada, pero finalmente se montó en el coche y pise a fondo para sacarnos de la zona. Los operarios más adelantados, arrancaron los coches y en cuanto estaban llenos arrancaban. Se escucho un enorme crujido y el aspa sin control salió volando para caer en el último coche de los instaladores, partiéndole como si fuera mantequilla y luego fragmentándose en mil pedazos.

Todos estaban blancos, ya que ese habría sido su coche – de nada – dije molesta y todos me dieron las gracias, menos Miguel.

Más tarde volvimos al hotel donde nos alojábamos y nos dispusimos a relajarnos del susto. Muchos se fueron a beber, pero yo no estaba de humor, me di un baño relajante y a la hora de la cena me fui al buffet libre.

Estaba intercambiando mensajes con mis jefes, cuando una voz conocida me dijo - ¿Te importa si me siento?

Mire a Miguel con el entrecejo fruncido – si piensas que tampoco debería estar aquí, dímelo y me voy.

Hizo un gesto exasperado – oye mira lo siento, sé que empezamos con mal pie, pero de no ser por ti, varios de mis hombres no estarían ahora emborrachándose, asique venía a darte las gracias.

-Empezamos con mal pie, porque tú quisiste ya que no te he hecho ni dicho nada que te pudiera molestar – argumente.

Me miró extrañado – veo que no me recuerdas.

Le devolví el mismo tipo de mirada - ¿Recordarte? No nos habíamos visto hasta que entraste en la empresa.

Pensó unos instantes - Tampoco aguantas tanto como pareces.

En seguida vino a mi mente los recuerdos de aquella noche en el club liberal, esa burla a mi honor de Súcubo se quedó grabada a fuego - ¿Eres el chico de Tabú? – pregunté incrédula.

-Si, ¿Ahora tengo permiso para ser bueno follando? – me contestó.

Sin duda era el, pero su aspecto era radicalmente distinto – Yo… siento lo de aquella vez, no quería decir eso, era solo que… me sorprendiste.

-Bueno, no importa ya, con lo de hoy estamos empatados – responde sonriendo.

-Oye oye, yo herí tu orgullo, pero te he salvado la vida, como vamos a estar empatados - razone con una sonrisa – me debes media al menos.

Se encogió de hombros – como quieras – cogió una servilleta y escribió algo – avísame cuando quieras medio favor.

Me paso la servilleta con su número y empezamos a comernos la comida ya fría. Esa fue la primera vez que me contó su historia el mismo.

En los meses siguientes fuimos haciéndonos más amigos ya que nuestros puestos mantenían mucho el contacto. Cuanto más tiempo pasaba, más mi cuerpo deseaba volver a ser penetrado por su polla. Para que no pensara mal de mí, busque alguna oportunidad de tentarle y surgió en la cena de Navidad.

Entre copas y risas fingí que me emborrachaba y al finalizar le pedí que me llevará a casa. En el coche me desabrigaba simulando calor y comencé a liberar mi perfume muy suavemente. Al llegar a mi piso me tiré sobre la cama dejando al descubierto mis ligueros y mis tetas al borde de escaparse del sujetador.

-Aaaa que gustito – dije mientras me contorsionaba luciéndome más.

-bueno, pues ya te apañas tú solita – me informo.

Me alarme y libere más perfume – espera, quítame los zapatos al menos.

Miguel suspiro y se arrodilló delante de mis piernas. Cogió un pie y con una gran delicadeza y con suaves caricias, retiro el calzado. Su contacto me producía un hormigueo y me excitaba más. Repitió la misma operación en el otro pie, pero siguió acariciando mi piel desnuda. Un gemido salió de mis labios y el reaccionó retirándose.

-Me me tengo que ir ya – se apresuró a decir.

Rápidamente le agarré un brazo - ¡No! – y vi que esbozaba una sonrisa.

-Vaya, que rápido reaccionas para estar borracha – comento y entonces caí en que me había tendido una trampa.

-¿Desde cuándo lo sabes? – pregunté avergonzada.

-Desde el principio, he visto demasiados casos de jóvenes borrachos y tú no te parecías en nada – me explico. Yo me sonroje al ver que mi plan no había funcionado en ningún momento

– Si lo que quieres es acostarte conmigo ¿porque no me lo has pedido?

-Yo… no quería que pensarás que soy una guarra y lo contaras a los demás, he luchado mucho para que me respetarán – confesé. No sé cómo lo hacía Miguel, pero me sentía indefensa ante él.

Se sentó a mi lado y me acarició el pelo suavemente – ¿y nunca te ha preocupado que cuente cómo nos conocimos? Eso es mucho más obsceno que ligar con tu compañero de trabajo para pasar un buen rato – no supe responderle – lo que pasa en la cama, se queda en la cama – me susurró al oído, provocándome un escalofrío, me hizo girar la cabeza y me besó suavemente en los labios.

Le respondí al beso y le eché los brazos al cuello. Lentamente nos tumbamos, estando yo debajo, y nuestras manos acariciaban el cuerpo del otro. Nos desnudamos mutuamente hasta quedarnos en ropa interior y seguimos con las caricias. Sus manos eran algo ásperas, pero eso solo aumentaba la estimulación de los roces. Mis tetas se aplastaban contra sus pectorales y su polla se frotaba en mi entrepierna. Levanté mi cadera para que excitara mi clítoris y rápidamente mis bragas se mojaron, pasando a su bóxer. Sus labios abandonaron los míos y pasaron a mi cuello, dónde sin piedad me hizo un chupetón. Después beso la parte descubierta de mis pechos mientras abría el cierre del sujetador, lo retiro y fue directo a por uno de mis pezones. Solté un gemido al sentir su lengua danzar alrededor con gran habilidad y al rato paso al otro. Cuando los dejo bien duros, siguió descendiendo, cogió mis piernas, las separo, las elevó echándolas hacia mi cabeza para elevar mi trasero y dejar expuesto mi coño y ano. Con ansia lamió mis labios vaginales y mi clítoris, yo me tuve que agarrar a la almohada para aguantar la oleada de placer que me provoco. De pronto me introdujo dos dedos en la vagina y su lengua bajo hasta mi ano, no espero mi aprobación para empezar a lamerlo. Era la primera vez que me lamía ahí, lo único que me habían hecho había sido follarlo y él se había ofrecido sin petición a estimular una zona tan atrevida. Eso me produjo unos escalofríos de placer que me forzaron a gemir con ganas.

-Si sigues así, me voy a correr – afirme.

-Pues hazlo – respondió simplemente y aumento el ritmo.

Yo solo pude seguir expresando mi placer hasta que llegué al orgasmo y literalmente le regué la cara con mis fluidos. Al verle quitarse el líquido de la zona de los ojos, me dio un ataque de risa y me reí a carcajada abierta. Me miró, también se empezó a reír, se echó sobre mí y me besó entre risas. Cuando ya nos calmamos, nos besamos un poco más y Miguel se colocó para penetrarme. Con mucha suavidad sentí como se abría paso por mis entrañas y me provocaba la sensación de estar llena.

-¡Joder! No la recordaba tan grande – exclamé cuando la metió entera.

-Solo ha crecido un centímetro – afirmó con sorna.

Puse cara de ofendida – calla y muévete.

Con una sonrisa el empezó a moverse lentamente, hizo un par de repeticiones para comprobar que mi vagina se había adaptado y empezó a coger velocidad. Mis gemidos no tardaron en aflorar y eso le dio confianza para ir más rápido, se movía más rápido que la última vez y también embestía más fuerte. Me agarré a él echando mis manos a su espalda y presionando nuestros cuerpos. Como hace unos años, no tardé en sentir el primer orgasmo que me llevo a tener que detenerle con mis piernas para que no se moviera.

-Vamos a cambiar de postura – rodamos y ahora estaba yo encima.

Con mi orgullo de Súcubo nuevamente herido, apreté mis paredes vaginales y me dispuse a marcar un ritmo con el que siempre estaba cómoda, pero su miembro me golpeaba justo en un punto sensible. Asique decidí hacerlo tan rápido que no se pudiera aguantar y fui aumentando la velocidad. En su cara pude ver que empezaba a hacer mella y fui más rápido, pero yo estaba haciendo lo imposible por resistir. Miguel me agarró las tetas y las masajeo con la fuerza justa para no hacer daño, pero si estimular lo máximo posible.

-Elena, tienes unas tetas perfectas – me dijo excitado.

-Y tu una polla increíble… ¡me corro joder! – respondí y me pare en seco para correrme.

Busqué crear el vínculo, pero no hubo respuesta, abrí los ojos y él estaba jadeando, pero no parecía haberse corrido. Una duda empezó a recorrer mi mente “¿Y si es que no le excito?” Había visualizado a la mujer perfecta de muchos hombres y casi todos al verme era yo o con algún pequeño cambio.

De repente me levanto en volandas y volvió a moverse, me agarré a su cuello a tiempo para no caerme. Su polla llegaba profundo, provocando más placer, y yo estaba ya muy sensible de tanto correrme. Mi cabeza empezó a quedarse en blanco y solo pensaba en su incansable miembro. Cogió al vuelo uno de mis pezones, con la boca, y succiono con fuerza.

-¿Te gusta mi cuerpo? – pregunté intrigada, ya que no conseguía entrar en su cabeza.

Me miró a los ojos – pues claro, tienes unas tetas perfectas, una piel suave y deliciosa, un culo firme y un coño impresionante – mi corazón se aceleró por sus palabras y le besé apasionada.

Miguel me elevaba con fuerza para luego caer sobre su miembro y follarme duro. Nuestros cuerpos estaban sudorosos, yo me agarraba a su cuello con fuerza y trataba de facilitarle la tarea lo máximo posible. Sentí que otro orgasmo se estaba preparando en mi interior, cuando noté las palpitaciones de su polla dentro de mí.

-Si… si… córrete dentro… córrete conmigo – le rogué ansiosa.

Me resiste cuanto pude, apretando tanto mis manos en su espalda que le clavé las uñas sin darme cuenta, pero al final conseguí sentir su semen salir en mi interior y esta vez el vínculo se estableció sin problemas. Tomé todo lo que pude mientras duró el vínculo y él se dejó caer sobre la cama rendido conmigo encima.

Los dos jadeábamos agotados - ¿Peso mucho?

-No, tranquila – respondió.

-Mejor, me gusta estar así – dije, puse mi oído en su pecho y con sus latidos desbocados me

dormí profundamente.

Me desperté a la mañana siguiente, al sentir placer en mi entrepierna. Miguel me estaba lamiendo el coño como el bien sabía.

-Esto sí que es empezar bien el día – dije y empecé a gemir. Debía llevar ya un rato comiéndomelo, ya que me corrí a los pocos minutos.

-Ponte algo y vamos a desayunar – me ordeno.

-Es mi casa, iré desnuda si quiero – respondí pícara.

-Entonces no te quejes, si te empotró contra la mesa – advirtió burlón.

Sonreí divertida, pero decidí ponerme algo, ya que aún sentía las piernas flojas de anoche. Pero quería ser coqueta, asique le robe la camisa y me la puse sin nada debajo. El la busco extrañado hasta que me vio, me cubría hasta la mitad de los muslos, pero dejé abiertos unos cuantos botones para dejar un buen escote.

-Dijiste que me pusiera algo, pero no dijiste que fuera mío – dije seductora mientras me colocaba el pelo.

Desayunamos entre risas comentando las anécdotas de la cena y luego nos despedimos, pero me quedé con su camisa con la promesa de devolvérsela la próxima vez.

Continuara…