miprimita.com

Mis masturbaciones más duras 1

en Autosatisfacción

Hola a todos y todas. Éste es mi primer relato y espero que os guste. Lo que voy a contar aquí, y en los relatos sucesivos, es 100% real, aunque pueda parecer excesivamente duro, también fue muy placentero. Los relatos están un poco "acelerados", pues pasar de una práctica masturbatoria a otra me llevó más tiempo del que pueda parecer en estos relatos, pero pasé por todos y cada una de éstas maneras de masturbarme.

No recuerdo muy bien a qué edad empecé a masturbarme, supongo que a los 13 años o así. Al principio era un placer nuevo, que casi se me escapaba de control. Luego fui aprendiendo a darme más y más placer, pues sabía dónde acariciarme. Con 18 o 19 años era un experto. O eso creía, pues lo que hice a partir de entonces está en otro plano del placer.

Un día, mientras me duchaba, el agua golpeó con fuerza mi prepucio, lo que me dolió. Pero me gustó. Inmediatamente volví a colocar mi pene erecto bajo el chorro de agua. ¡Qué fantástica sensación! Al día siguiente repetí la experiencia, pero aguanté mucho más tiempo con mi miembro siendo golpeado por el agua. Cada día más y más tiempo hasta que un día, aún con mi polla dura como una piedra, sin tener intención de ello, oriné. Fue una sensación extraña y deliciosa, que fluyera un líquido por mi pene erecto y que no fuera semen.

Esto de jugar con el agua sobre mi prepucio estaba bien, pero decidí buscar nuevas experiencias. Como el mayor placer lo sentía al recibir el agua en los conductos del pene, lo siguiente que hice fue hurgar en dichos conductos. Intenté introducirme algo duro, como un bolígrafo, pero no entraba. Decidí probar con algo mucho más pequeño. En la bañera había una esponja exfoliante compuesta como de fibas duras, de unos 6 o 7 cm de longitud. Además, era la única esponja de mi hermana, lo que me ponía aún más cachondo, imaginando que esas mismas fibras habían acariciado el ano, los pechos, los pezones y el coño de mi hermana. Arranqué varias de esas fibras y me las metí por la polla. No puedo describir el placer que sentí, pero a la vez la frustación de no haberme metido algo más duro, largo o grueso.

Tras varios días masturbándome así, decidí buscar algo que me entrara en el pene. Lo que encontré fue un cable de la luz, de esos que van recubiertos de plástico. Pero por mucho que lo intentaba arreglar, el extremo de metal del cobre interior hacía imosible la introducción. ¿O no? Porque doblándolo por la mitad, dejaba los extremos dañinos fuera de mi pene, aunque tendría que meterme el doble de cable. Pensaréis que, si no me pude meter un boli, tampoco podría haberme metido un cable doblado. Pues sí, y bien hondo que me lo metí. Mi polla no es muy larga, unos 14 cm midiendo desde el vientre cuando estoy empalmado. De hecho, es más ancha que larga, pues si medimos alrededor de la parte más gorda, salen más de 16 cm de circunferencia (un diámetro de más de 5 cm). Y el cable se hundió hasta más de 10 cm. ¿Cómo lo sé? Porque al día siguiente, además de llevar el cable, llevé una regla. Mi equipo para masturbarme iba creciendo.

Al principio solo metía y sacaba el cable dos o tres veces, y con ese placer, tras sacarlo, me masturbaba normalmente. Pero así casi no sentía ese cuerpo extraño dentro de mí, así que empecé a menearme la polla con el cable dentro, a apretarla, a localizar con mis dedos hasta dónde se había introducido. Y para localizar el cable dentro de mi pene, lo mejor era, estando tumbado en la bañera, acercar mi miembro al estómago, pues el cable penetra mejor por la parte de abajo del pene, y así quedaba hacia arriba. En esta postura el cable entraba muchísimo más profundo y mucho más suavemente. Así que lo metí lo más que pude. 15 cm. "No puede ser, mi polla no mide tanto", pensé. Así que repetí, intentando metermelo aún más adentro. No sé adonde alcancé, tal vez a los testículos, porque no sólo batí el record, 19 cm, si no que en el doblez que formaba el cable se había pegado una gotita de semen. Era la primera vez que veía mi semen antes de correrme, estando muy excitado. Así que metí el cable en la boca y saboreé mi delicioso jugo. Si no me hubiera gustado tanto, creo que muchas de las cosas que hice en el futuro no las habría hecho, pero ya había probado ese delicioso néctar y estaba perdido. Pero eso será en el futuro. Aún queda mucho que contar.

Debo contar aquí que tras meterme el cable, o todo lo que vino después, cuando meaba, la polla me dolía dos o tres días, según lo duro que me hubiera dado, especialmente la punta. Pero ese dolor no era nada comparado con el placer que sentía.

Yo seguía con la idea de introducirme un bolígrafo, tal vez porque no pude la primera vez o porque tenía grandes planes con ese objeto, pues una vez sacada la mina de tinta, era una tubería hueca. ¡Imagínense lo que podría hacer con una tubería metida hasta el fondo de mi polla!. Así que decidí que antes de intentarlo otra vez debería acostumbrar a mi pene a algo más gordo. No pude encontrar nada, así que doblé otra vez el cable. Ahora era cuatro veces más gordo que el original, pero dividido en dos mitades, con sus dos puntas dobladas. Ésta práctica no duró mucho, pues aunque podía girar el cable en redondo para ensanchar los conductos de mi pene, al intentar introducirlo muy profundamente, casi siempre uno de los dobleces no entraba bien, y siempre tenía que desdoblarlo para metérmelo hasta adentro y sacar otro poco de semen para degustarlo.

Así logré que me cupiera un bolígrafo, pero eso lo contaré otro día.

Espero que os haya gustado y, por qué no decirlo, que os haya dado alguna idea.