miprimita.com

Laura y Sara. La vida de dos hermanas gemelas 4

en Grandes Relatos

Saludos. Espero que os guste esta entrega. Sé que no es una historia perfecta, pues seguramente tiene fallos de guión, fallos de estilo y fallos ortográficos, que intento corregir, pero como no soy escritor profesional y lo único que quiero es que la gente pase un buen rato, creo que el relato es suficientemente bueno.

En esta ocasión papá descansará un poco, pero no dejará descansar a sus hijas.

Laura y Sara. La vida de dos hermanas gemelas. Capítulo 4.

Estaban pasando demasiadas cosas en la primera semana en que nos quedamos a solas con papá. Algunas eran buenas, como el hecho de haber descubierto que mi hermana y yo nos atraíamos sexualmente y que nos gustaba sentir el roce de nuestros cuerpos. Sin embargo, los abusos y vejaciones a los que nos sometía papá ensombrecían ese placer lésbico apenas explorado.

El día después de que nos rompiera el culo a Sara y a mí, especialmente a mí, pues a ella no se lo desgarró, era jueves. Sabíamos que hasta el viernes por la tarde mamá no volvería, así que estábamos deseando que llegara ese día para que follara con ella y no con nosotras.

- Sara, ¿crees que papá volverá a violarnos esta noche? - pregunté yo.

- Pues no lo sé. Papá lleva toda la tarde sin mirarnos, ocupado en escribir unos papelitos que luego mete en una bolsa. Seguro que es algo importante y esta noche nos deja en paz.

- No lo sé. Ya sabes que siempre viene de repente, sin avisar. Tengo ganas de que llegue mamá y contarle lo que nos hace.

- No sé. Igual es una mala idea... ¿y si se cabrea por eso? - dijo Sara.

- Pues si esta noche viene a hacernos algo, le diré que si me toca se lo diré a mamá.

- Ufff. Yo no sé si me atrevería. Esperemos que siga con sus papeles y nos deje en paz.

Por la noche, papá se acercó a nosotras. Pensamos que se iba a meter en alguna de nuestras camas, pero en vez de eso nos dijo:

- Niñas, como mañana vuelve vuestra madre y quiero darle duro y regalarle una buena cantidad de mi leche, hoy vamos a cambiar de juego y no os meteré mi polla ¿vale?

Sara y yo nos miramos ilusionadas pero a la vez intrigadas.

- ¿Y a qué vamos a jugar? - preguntó Sara.

- Venid a mi cama y os lo explico.

Eso ya no nos gustó, pues en la cama lo único que papá hacía con nosotras era sexo, pero si no nos iba a penetrar, tampoco podía ser tan grave, pensé yo.

- Mirad. - empezó a explicar papá - Como sé que os gusta tocaros mutuamente, porque sois unas viciosillas, he pensado que os gustará este juego. He metido en esta bolsa unos papeles en los que he escrito actos que os haréis la una a la otra. Hay un poco de todo, cosas suaves y cosas que, desde luego, no son nada suaves. Además, he traído unos cuantos juguetes y complementos.

- ¿Cosas sexuales? - preguntó Sara. - ¿Contigo?

- No cariño. Entre vosotras. Una estará atada a la cama y la otra sacará cuatro papeles y hará lo que ponga en ellos. En el juego yo no tocaré a la que esté en la cama, pero si hace falta ayudaré a la otra a hacer lo que dice el papel.

- ¡No voy a jugar! - grité yo. - Si quiero follar con mi hermana lo haré como yo quiera, no como tú nos obligues.

- ¡Cállate niña! ¿No ves que esto lo hago por vosotras?

- ¡Y un cuerno! Lo haces porque eres un salido. Se lo voy a decir a mamá.

- No digas eso ni en broma. Dime que no se lo vas a decir o te castigo.

- Claro que se lo diré.

- No tienes ni idea de lo que acabas de hacer. ¡Castigada!

Y se puso a buscar en la bolsa y no paró hasta que sacó cuatro papeles de ella y los reservó.

- Ya he elegido los papeles que hubiera sacado Sara. ¡Qué casualidad! Te han tocado los más duros.

- No hagas trampas. Que los saque Sara

- Recuerda que estás castigada. Y no me cabrees más, pequeña putilla. Venga, quitaos la ropa la una a la otra.

Sara me quitó el pijama y la ropa interior mientras papá se desnudaba. Cuando empezé a quitarle la ropa a mi hermana, papá ya tenía la polla bastante dura y, cuando acabé, estaba completamente empalmado. Sólo esperaba que cumpliera su palabra y no me metiera tal temible verga, aunque no sabía si el castigo iba a ser peor.

- Venga, atemos a Sara y saca los cuatro papeles, que yo elegiré el orden en que quiero que se lo hagas.

Mi hermana estaba a punto de tumbarse en la cama para dejarse atar, pero papá dijo:

- ¡Espera! Antes hay que ponerte la mordaza. No quiero oir lo que opinas de lo que te va a hacer Laura ni mucho menos tus quejas, así que abre bien la boca que te meto la bola de la mordaza y te la ato fuerte para que no se mueva.

Atamos las muñecas de Sara con una cuerda, y éstas a su vez al cabecero de la cama. Atamos cada tobillo a una esquina de los pies de la cama para abrirla de piernas y papá puso una almohada bajo la pelvis de Sara para que su chochito estuviera más accesible. Otra almohada bajo su cabeza hacía que nos viera perfectamente, pues así evitaba que mirara al techo.

- Venga Laura, saca los cuatro papeles, pero no los mires. Yo te los enseñaré y harás lo que ponga en ellos, pero no quiero que tu hermana lo oiga de antemano.

Saqué los dichosos papeles y se los dí a papá.

- ¡Qué bien os lo vais a pasar! - dijo. - Aunque has cogido algunos de los más suaves, otros están bastante bien... Venga, papel número 1.

Lo leí y fui a la nevera a por un cubito de hielo, pues lo necesitaba para el juego. Comencé a frotar los pechos de Sara con él, lamí y mordí sus pezones, por donde continué pasando el hielo. A medida que se iban poniendo duros y asomaban más afuera de sus aureolas, yo iba pellizcándolos más y más, y frotándolos más fuertemente con el hielo. Cuando sus pezones alcanzaron una dureza y tamaño considerables, dejé el hielo y comenzé a restregar mi coñito por ellos, siempre mirando a mi hermana, notando los fríos pechos en mis labios vaginales. Yo notaba que sus pezones se ponían aún más duros, pues a Sara le estaba gustando. Y reconozco que a mí también, a pesar de haber sido una idea de papá. Cuando más estaba gozando, llegó él por detrás, me agarró de los senos y me separó de Sara.

- ¡Qué buenas hermanas sois! Pero... ¿y si fuerais mala la una con la otra? Papelito número 2.

Cuando lo leí me negué a hacer lo que ponía.

- ¿Quieres que te castigue más? Hazlo o te castigo el doble. Mira, si es muy fácil...

Y me escupió en la cara. Porque eso era lo que tenia que hacer. Cubrir la cara de Sara a base de escupir. Me gustaba su saliva y a ella la mía, pero solo cuando nos besábamos. Esto era muy diferente, pero no tenía elección. Llené mi boca de saliva y se la lancé lo más fuerte que pude sobre una mejilla. Luego sobre la otra. Y sobre la frente y sobre toda la cara. Me empezaba a dar asco, pero seguí hasta que cubrí su cara casi por completo.

- Te faltan los ojos, cariño. Escupe sobre los ojos de tu hermana. Y tú, Sara, mantenlos abiertos mientras Laura lo hace.

Yo iba a protestar, pero no me atreví. Sara tampoco podía hacer nada, así que abrió los ojos como platos y esperó a que escupiera. No sé cómo lo hizo, pero recibió mis dos escupitajos sin cerrar los ojos.

- ¡Qué maravilla de hijas tengo! Venga, papel número tres. En este voy a tener que participar para que no hagáis trampas...

Iba a decirle que Sara no lo iba a pasar bien haciendo eso, pero en vez de hablar, me puse sobre mi hermana, dándole la espalda, situé mi coño sobre su nariz e hice que se introdujera dentro de mí. Me agache para empezar a comerla el chocho mientras movía mis caderas para que su nariz se metiera más dentro. Yo imaginaba que, entre la mordaza y mi sexo, no podría respirar, así que levanté un poco mi cuerpo para dejar que algo de aire entrara en sus pulmones, pero papá me agarró por las nalgas y me empujó fuertemente contra la cabeza de Sara. Notaba la saliva que acababa de echarle pegándose a mi coño y cómo Sara intentaba respirar dentro de mí, pero lo único que lograba era aspirar mis fluidos vaginales, por lo que se retorcía todo lo que podía, que no era mucho gracias a las cuerdas. A pesar de lo que estaba sufriendo Sara, yo estaba disfrutando del sabor de su sexo y de los jugos que de él se desprendían. Parecía que papá sabía cuándo estaba disfrutando, pues en ese momento nos separó. Mi hermana inhaló una gran bocanada de aire, pues estaba a punto de ahogarse.

- ¡Déjame seguir, papá! - se me escapó.

- ¿Disfrutabas, guarrilla? Venga, dime la verdad. Te está gustando lo que le haces a tu hermana ¿no?

- Sí, papá. - Dije con la voz queda, pues no quería que Sara supiera que había disfrutado a pesar de que ella había sufrido.

- Ves Sara. Tu hermana disfruta haciéndote sufir. Se nota que es hija mía. A ver si en tu turno también lo demuestras. Vamos a por el último papel. Mira, dice que tienes que tirar un dado. A ver qué sacas.

Lancé el dado que me dio papá y saqué un seis. Abrió un pequeño maletín que contenia varios consoladores numerados del uno al seis. Cogí el último consolador, un enorme y grueso cilindro de goma dura, acabado en punta redondeada pero lleno de protuberancias. Comencé a frotar el clítoris de Sara, que para entonces estaba bien a la vista. No me podía creer que ella se hubiera excitado tanto con el último juego, pero así era. Introduje la punta del falo de goma y traté de meterlo algo más, pero era tan ancho que no cabía. Además, los bultos que tenía hacía que no deslizara suavemente. Lo saqué y abrí un poco el coño de Sara con los dedos, pero seguía sin entrar bien.

- Empuja más cariño, ya verás como entra. - me dijo papá.

Yo apreté todo lo que pude, pero no tenía suficiente fuerza. Papá me agarró de la muñeca y con su potencia, en tres o cuatro movimientos me ayudó a penetrar a mi hermana. Continué metiendo y sacando el consolador, cada vez un poco más adentro, cada vez un poco más rápido. Cada vez que se lo metía, el roce de la goma con los jugos de su sexo producía un sonido que era puro placer en mis oídos. Sara no podía hablar, pero sí gemir, y mucho. Ahora yo era papá, yo era la que estaba follándomela, yo era la que tenía el control y me encantaba. Aceleré el ritmo y la profundidad con cada penetración hasta que se lo metí casi entero. No podía parar, era maravilloso ver cómo el coño de mi hermana se abría para recibir ese enorme falo. Y a Sara también la debía estar pareciendo maravilloso, pues no tardó ni dos minutos en correrse lanzando un buen chorro de fluído que acabó en mi brazo y que no tardé en llevármelo a la boca.

-¡Genial! ¡Menuda corrida, Sara! Qué bien nos lo estamos pasando... Vamos, cambiemos posiciones. Tu turno Laura. Ya verás lo que te toca, que no se me ha olvidado que sigues castigada, y espero que a tí no se te olvide lo que no debes hacer si no quieres que te castigue otra vez. De todas maneras, estoy seguro de que te gustará lo que tu hermana te va a hacer.

Mientras desatábamos a Sara y me ataban a mí en la misma posición que a ella, papá le dijo a mi hermana.

- Bueno Sara, ya has visto que Laura ha disfrutado mucho haciéndotelo pasar mal. Y tú no me puedes negar que no has disfrutado. Así que no te cortes con lo que te va a tocar hacer ¿de acuerdo?

- Sí papá, haré lo que me digas.

- Así me gusta, que seas una putilla obediente. Primer papel.

Yo no sabría lo que me esperaba hasta que me lo hiciera, pero cuando ví a Sara coger una vela y unas cerillas, lo último que me habría imaginado era que iba a hacer lo que hizo. Prendió la vela y esperó a que parte de la cera se derritiera. Cuando ya estaba líquida, la volcó gota a gota sobre mis pechos. Primero sobre el izquierdo y luego sobre el derecho. Sentí cómo me ardía la piel y grité, pero mi alarido se quedó amortiguado por la mordaza que llevaba puesta. Continuó vertiendo la cera caliente, pero esta vez sobre mis pezones. El dolor fue aún mayor, pues es una zona mucho más sensible. Miré a Sara con ojos suplicantes, pero ella estaba centrada en cubrir mis tetas completamente de cera caliente. Cuando acabó, quiso quitarme la capa de cera que ocultaba mis pequeños pechos, pero papá se lo impidió.

- Espera a que se seque bien, se lo quitas de un tirón y le vuelves a regar de cera.

Y así lo hizo. Cuando arrancó la costra, vi que tenía los pechos bastante enrojecidos, tanto por la quemadura de la cera como por el tirón que me acababa de dar. Recibir en estas condiciones más cera derretida me dolió aún más que cuando papá me pilló los pezones con pinzas. Y a Sara no parecía importarle lo más mímino mi dolor. Estaba claro que a ambas nos encantaba jugar con el cuerpo de la otra. Cuando se secó la capa de cera, la volvió a arrancar de un tirón. Mis tetas estaban completamente rojas pero a Sara esto más que asustarla parece que la sedujo, pues me las acarició y me mordió suavemente los pezones.

- ¡Muy bien Sara! Ya sabía yo que os gustábais, pero no me imaginaba que tanto. - dijo papá.

Mi hermana me dio un último beso en los pechos y miró a papá, esperando al siguiente juego.

- Te va a saber muy rico lo del segundo papel, Sara.

Ella lo leyó, se fue hacia la nevera y volvió con un bote bastante grande de plástico fino lleno de zumo de tomate. El bote, en lugar de tapadera, tenía una boquilla muy larga y estrecha por la que ya se iba saliendo el zumo. Sara me introdujo la boquilla por el coño, sin avisar y hasta el fondo. Como era tan estrecha, casi ni la noté, pero cuando Sara empezó a apretar el bote y el zumo empezó a salir, noté que me lo había metido muy adentro. Notaba cada chorro golpeando mis paredes vaginales, que se iban enfriando por la temperatura gélida del jugo. Cada vez me sentía más llena pero no podía expulsar el líquido que me rellenaba, pues no era natural que estuviera ahí y no sabía qué había que hacer para sacarlo de mi interior. Además, no sabía que pasaría si probaba a hacer fuerza a la vez que Sara seguía introduciéndome más y más líquido. Cuando la presión en el interior de mi vagina era bastante alta, pues ya contenía mucho zumo, éste comenzó a salirse de mi coñito por sí solo.

- Cómetelo Sara. - ordenó papá. - Como si estuvieras tragándote la regla de tu hermana.

Sara sacó el bote, me rodeó con sus labios y comenzó a succionar. El zumo de tomate salía de mi interior lentamente, lo que me producía una sensación extraña, pero muy placentera pues la presión que notaba iba disminuyendo poco a poco. Cuando no pudo sacar más de esa manera, mi hermana gemela comenzó a apretarme el vientre, desde un poco más abajo del ombligo hacia el orificio de mi cuerpo del que ella estaba bebiendo. De esta manera el zumo salió a borbotones, con lo que Sara acabó con la cara cubierta de una mezcla de jugo de tomate y mis propios jugos vaginales. Cuando ya no pudo sacar más bebida, dijo:

- Ya está papi, no queda nada.

- Muy bien hija, muy bien. Límpiate la cara, que ya sabes lo que hay que hacer después de comer... Papel número tres.

Además del papel, papá le dijo algo a Sara al oído, supongo que para darle más indicaciones.

- Sí, papá. Después de comer hay que usar el cepillo de dientes. - dijo Sara con una sonrisa bastante sospechosa.

Y cogió dos cepillos manuales de dientes que le acercó papá. Empezó frotándome los pechos con ellos y noté que las cerdas de los cepillos eran muy duras, pues estaban nuevos. La piel de mis senos estaba muy sensible por el maltrato que habían sufrido hacía poco tiempo, y ese frotar intenso al que me sometió Sara solo hizo que sintiera más dolor. Afortunadamente, no tardó mucho en restregar los cepillos contra mis labios vaginales y mi clítoris, lo que me causó a la vez irritación y excitación. Y menos mal que me estaba excitando bastante, porque si no llego a soltar algún fluído no sé cómo hubiera acabado mi pobre sexo. Y aunque sabía que lo peor estaba aún por llegar cuando me introdujera ambos aparatos por mi chochito, no me imaginaba lo que Sara me iba a hacer. Los metió despacio, pero una vez llegó al fondo, comenzó no solo a sacarlos y meterlos, que es lo que me había esperado, si no que comenzó a girarlos sobre ellos mismos, con lo que las cerdas de los cepillos no dejaron un centímetro de mi vagina sin raspar. Nunca antes había sentido algo parecido, el escozor alcanzaba todos los rincones de mis entrañas y, aunque no sé cómo describirlo, creo que me dolió más que cuando papá me violó por primera vez y me desvirgó.

- Ya está bien Sara. No quiero que empiece a sangrar antes del último juego. - dijo papá.

- Vale papi. - contestó ella mientras sacaba los dos cepillos de mi cuerpo.

- Este juego es el que tenía en mente cuando te castigué, Laura. Estoy seguro de que Sara lo va a disfrutar.

Le enseñó el papel y, como antes, le dio unas explicaciones extra. Sara se acercó a mi coño y comenzó a introducirme dos de sus deditos, pero en vez de masturbarme metiéndolos y sacándolos, se concentró en meter otro dedo más y luego otro. Cuando ya había metido todos los dedos menos el pulgar, empezó con los dedos de la otra mano. Por el momento yo estaba disfrutando bastante, no entendía por qué papá había pensado que ese era el peor castigo. Pero como siempre, me equivocaba. Cuando tenía ocho dedos de mi hermana dentro de mi vagina, ella comenzó a meter los pulgares y a introducir sus manos por completo dentro de mí. Primero consiguió meterme una mano entera, pero a costa de sacar los dedos de la otra. Mis labios se cerraron alrededor de su muñeca y yo notaba sus dedos y sus nudillos tocándome toda la zona irritada por los cepillos de dientes. Ni siquiera esperó un segundo para volver a intentar meterme la otra mano. Sacó un poco la derecha, que es la que me había metido, para dilatar el agujero de mi vagina e introdujo su mano izquierda casi hasta la muñeca, pero de ahí no conseguía pasar. Cuando papá estaba a punto de ayudarla, como hizo conmigo cuando le metí el consolador, Sara hizo un último esfuerzo y me metió sus dos manos en la vagina. Empezó a moverse dentro de mí, a intentar sacar una mano mientras con la otra intentaba llegar al fondo. Movía los dedos para tocarme en varios sitios a la vez y con su boca me iba chupando y mordiéndome el clítoris, que para entonces estaba bien gordo y húmedo, pues a pesar del dolor de los dos últimos juegos, no podía evitar estar excitadísima.

- Sigue, Sara, sigue. ¡Hasta que la puta de tu hermana se corra en tu cara! - gritó papá completamente excitado.

Y vaya si siguió. Entre sus manos en mi interior y su boca trabajándome el exterior de mi sexo, no tardé mucho en alcanzar el orgasmo. Cuando me corrí, mis fluidos fueron directamente a la boca de mi hermana, que se los tragó con bastante placer y cuando sacó sus manos de mi vagina se las relamió como si estuvieran cubiertas del más dulce caramelo. Mientras Sara hacía eso, papá me desató y me quitó la mordaza. Nos miró a ambas y nos dijo:

- Que delicia de niñas tengo. Fijáos lo cachondo que me habéis puesto. - dijo acercando su enorme polla a nuestras caras - Tanto que voy a poder follar duro con vuestra madre este fin de semana sin que se entere de que me he desgastado desvirgándoos.

Sara y yo nos miramos aliviadas de saber que mamá era la que iba a recibir la verga de papá y no nosotras.

- Pero mientras esté mamá aquí, no quiero que vosotras tengáis nada que ver con sexo. Ni conmigo, ni entre vosotras, ni masturbaros ni nada. Y mucho menos decirle a mamá lo que hemos hecho. Mientras esté ella en casa tendréis que ser las inocentes niñas virginales de siempre, las que se asustan de ver y oir follar a sus padres. ¿Entendido?

- Sí. - contestó Sara.

- Y tú Laura, ¿entendido? Mira que si no haces lo que digo, te castigo.

- Entendido, papá. Nada de sexo, pero no me castigues más, por favor.

- Eso es, mis niñas. A ser unas buenas hijas este fin de semana.

Un rato después Sara y yo estábamos en nuestras camas, hablamos de lo que nos acababa de pasar.

- ¿No crees que se ha pasado un poco papá esta noche? - pregunté a Sara.

- No sé, puede ser. Pero las dos nos hemos corrido, así que no creo que haya estado tan mal.

- Pero yo me he corrido porque me lo estabas haciendo tú. Si llega a ser papá el que me lo hace no sé que hubiera pasado.

- Pues que te hubieras corrido igual - se burló Sara - porque eres una putilla muy guarra.

- No te rías. Me gustaría haber hecho algo de lo de esta noche contigo, pero sin que papá estuviera. Y encima este fin de semana no nos podemos ni besar...

- Ya, que rabia me da eso. Por lo menos papá no nos va a tocar en un par de días.

- Eso es verdad. Oye Sara, yo estoy destrozada. ¿Por qué no nos vamos a dormir?

- Sí, yo también estoy destrozada. Hasta mañana.

Y así termino nuestra primera semana teniendo sexo con papá.

Fin del capítulo 4. Continuará.