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Mis masturbaciones más duras 3

en Autosatisfacción

Hola a todos y todas otra vez. Aquí va la tercera entrega de mis masturbaciones más extremas. Recomiendo, si no lo han hecho ya, leer las dos primeras entregas (Mis masturbaciones más duras 1 y 2), aunque ésta es una parte no tan seguida como las anteriores. Creo que éstas prácticas más fáciles de copiar, y les recomiendo mucho que intenten algo de lo que van a leer a continuación, sobre todo lo del principio, que es más suave, aunque no lo lleven tan al extremo. Pero AVISO: pueden resultar dañados, por lo que declino cualquier responsabilidad. Yo fui buscando mis límites poco a poco, pero sin pasarme nunca. Aunque parezca mentira, es 100% real. Comencemos.

Llevaba tiempo sin hacerme alguna cosilla extrema. Creo que esto se me ocurrió viendo videos BDSM en que ataban los pechos de una chica con una cuerda hasta que se ponían morados, pero no puedo decir si fue por eso o la idea ya rondaba mi cabeza de antes. El caso es que comencé a atarme la polla con gomas elásticas, dobladas dos o tres veces sobre sí mismas para aumentar la presión. No estaba mal, pero tampoco me daba un placer exagerado. Pensé que era porque ya había dado mucho a mi pene, así que empecé con los testículos. Cogí una goma doblada varias veces y metí mis huevos por el círculo que formaba. Me puse la goma justo debajo de la polla, rodeando la piel del escroto, dejando los huevos colgando. Muy interesante la sensación, sobre todo al minuto o así. Decidí darle otra vuelta a la goma para aumentar la presión, pero se me enredaba en el vello. Nunca me había depilado, pero no me lo pensé dos veces y, tras sacarme la goma, me quité todo el vello del pene, los testículos y alrededor.

Una vez listo, volví a estrangularme los huevos con la goma, dando todas las vueltas que admitía, pues una vez colocada, pude dar un par de vueltas más. Como la sangre no circulaba del todo bien, se me hincharon los huevos y se tornaron un poco violetas, pero como pasados unos minutos no se hinchaban más ni cambiaban más de color, seguí con la goma puesta. Me excitaba mucho mirarme en el espejo, con la polla empinadísima y los huevos enormes. Mientras me masturbaba, los huevos hinchados se movían de una manera que me daba más placer que el menearme la polla. Además, con la mano libre me apretaba y golpeaba los huevos para incrementar el placer. Cuando me iba a correr, me quitaba la goma, pues no sabía que pasaría si eyaculaba con ella puesta.

Poco a poco fui ampliando mi equipo con más gomas, cuerdas (bueno, eran cordones de deportivas, pero para atarme los testículos eran perfectas) y otro objeto que revelaré luego. No todos los días hacía todas las cosas que voy a relatar a continuación, ni las hice desde el primer día. Creo que lo mejor será contarlas de manera individual y un poco resumida.

Con los huevos estrangulados, cogía otra goma doblada y la ponía alrededor de los testículos mismos. Es difícil que se quede en su sitio, y si golpea puede doler, pero cuando se quedaba y me aplastaba los huevos me ponía muy cachondo. Llegué a tener varias gomas, ademas de la que estrangula los huevos por arriba, por la piel, impidiendo además que se escondieran para adentro, puestas sobre ellos. Una alrededor de ambos, una en vertical para cada testículo y otras dos pillándolos en diagonal. Así mis huevos quedaban como si los hubiera cogido una red, con las zonas libres de goma asomando. Esa visión de mis genitales en el espejo era maravillosa, pues estaba disfrutando como hacía mucho tiempo. Jugar con mis huevos me daba muchísimo placer. Incluso disfrutaba quitándome las gomas antes de correrme, pues estaban tan prietas que casi no salían, y para sacarlas con mis dedos debía apretarme aún más los testículos.

Otra forma era con los huevos libres, sin nada, me pillaba cada uno de manera individual con una goma doblada. Es más difícil que lo anterior y da un gusto diferente, pues me permitía ponerme las gomas de otra manera. Bueno, de otras, en plural.

Como darme duro a los testículos me estaba dando tanto placer, decidí que más partes de mi cuerpo deberían formar parte de él. Así que decidí que, mientras estaba empalmado y con los huevos bien hinchados y rodeados por gomas, como tenía una escobilla del water de esas de plástico con soporte, sin sacar del envoltorio de plástico, aunque soy hetero, la iba a estrenar metiéndome el mango por el culo. Así que puse la escobilla en el suelo, me acuclille y me metí el mango por el ano. Como no era muy gordo entró bastante bien, pues me lo metí directamente, sin lubricante ni nada, pero al estar demasiado bajo no me lo metí todo lo que podía. Y si con lo que me lo había metido se me puso la polla aún más dura, tenía que metérmelo más. Así que cogí un pequeño taburete, coloqué el aparato encima y me metí el mango por el ano. ¡Qué placer! Sobre todo cuando hacía tope en mis entrañas. Con una mano sujetaba la escobilla mientras yo subía y bajaba, haciendo que el mango saliera y entrara en mí hasta que no cabía más adentro y con la otra me iba masturbando, hasta que me cansaba y me dejaba caer hasta abajo y me agarraba los testículos. Y así, con el mango hasta el fondo de mi ano, con una mano tocándome y apretándome los huevos hinchados por las gomas y con la otra meneándome la polla conseguía un placer que no puedo describir. Aunque siempre me quitaba las gomas para eyacular, muchas veces me corrí con el mango metido hasta el fondo de mi ano. Y créanme cuando les digo que más al fondo no podía ir. Unos 14 centímetros, curiosamente lo que mide mi polla, así que pensé que podría meterme 14 centímetros de algo más gordo, simulando que me estaba metiendo mi propio pene. Probé con el mango de una escoba, pero solo me lo pude meter unos 7 cm, así que lo abandoné, pues me daba más placer cuando lo que me metía hacía tope dentro de mí.

Me queda hablar de los cordones. Sustitutos ideales de las gomas, su uso principal era, uniendo un par de ellos para lograr la longitud adecuada, atar los huevos y dejarlos en posiciones nada naturales. Por ejemplo, con los huevos cogidos individualmente, separarlos aún más atandome una cuerda a cada testículo y a su respectiva pierna. O la mejor, con los huevos estrangulados, rodearlos con una cuerda larga, tirar de ellos hacia atrás, hacia el ano, lo más posible; pasar los cordones por la raja del culo para rodear la cintura y atarlos por delante. Así quedaban casi al lado del ano para, a continuación, sentarme sobre mis huevos, a veces hasta media hora. Podía correrme casi sin tocarme la polla, solo jugando con mis testículos. Espectacular.

Otro uso fundamental de los cordones, teniendo los huevos estrangulados con una goma, era atarme un cordón encima de dicha goma y, en el otro extremo, atar un peso, para que tirara hacia abajo de mis testículos. Hay que pillar la posición de los nudos, del cuerpo, del peso que se ata y sobre todo que el peso no caiga desde lo alto y rebote, pues eso es lo que hace daño. Si se hace bien, el peso tirará hacia abajo, pero sin tirones. Yo empecé con una botella de agua de medio litro, llena. Poco a poco fui subiendo el peso hasta que puse mi record al atarme un cubo por el asa e ir echando el contenido de una botella de litro y medio al cubo. Es complicado, porque el agua al caer da los malditos tirones y hay que poner el cuerpo en la postura que no duelan los huevos, pero conseguí vaciar 8 botellas y parte de la novena. En total, unos 13 kilos colgando de mis huevos. Aunque reconozco que eso solo lo hice una vez. Lo normal era no pasar de cuatro o cinco kilos, lo que tampoco está nada mal. Por supuesto, mientras el peso tiraba hacia abajo de mis huevos, yo me masturbaba. Lo malo era cuando algún peso se escapaba o el cordón resbalaba, no solo porque a veces dolía, si no porque perdías el ritmo de la masturbación y costaba empezar de nuevo. Así y todo, la corrida estaba asegurada.

Por supuesto, una vez hecho algo de todo esto, me quitaba el aparataje, me masturbaba y me corría con mucho placer.

Espero que les haya gustado leer este relato, pues a mí me está gustando compartir este tipo de prácticas que he realizado. La siguiente entrega será, en principio, la última. En ella el ingrediente principal será la paciencia. Mucha paciencia. Y el semen. Mucho semen.