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Laura y Sara. La vida de dos hermanas gemelas 1

en Grandes Relatos

Saludos. Este es mi primer relato de ficción, por lo que pido comprensión si no es perfecto. Es un gran proyecto que está en mi cabeza y solo he conseguido escribir el primer capítulo. Tenía pensado escribirlo entero antes de publicarlo, pero creo que es mejor compartirlo poco a poco. No sé lo que tardaré en publicar más capítulos, pues escribir éste me ha llevado bastante, pero tengan por seguro que lo haré. Habrá muchos tipos de sexo, según el capítulo, por eso creo que encaja en la sección de Grandes Relatos, aunque los capítulos sean cortos.

Este capítulo es una introducción para presentar a nuestras jóvenes protagonistas, conocerlas un poco y entender el por qué de sus futuros actos.

Laura y Sara. La vida de dos hermanas gemelas. Capítulo 1.

Mi nombre es Laura. Tengo poco más de 18 años y estoy esperando con mi hermana gemela, Sara, a que empiece la orgía lésbica en nuestro honor por haber logrado entrar en el grupo "Las hijas de Centauro". Es uno de los momentos más felices de nuestra vida, ya que celebramos entrar en un grupo que nos ha enseñado el placer del sexo, pues nuestra historia, que os voy a contar a continuación, ha estado plagada de sufrimiento, violaciones, incesto y toda clase de abusos. "Las hijas de Centauro" lo forman un numeroso grupo de mujeres. Las hay lesbianas, bisexuales y heterosexuales, y lo mejor es que no hay ningún hombre. Sin embargo, la que quiere comerse una polla o tragarse una buena corrida no lo tiene dificil, pues aquí hay multitud de animales, sobre todo caballos (de aquí el nombre del grupo). Pero me estoy desviando. Empezaré a contar nuestra historia, que va desde el primer día que oímos follar a nuestros padres hasta este momento, esperando la orgía. Nos han pasado muchas cosas, así que la historia llevará un tiempo contarla.

Nacimos en una familia bastante pobre, en una pequeña casa de campo alejada de cualquier sitio civilizado. Como no teníamos mucho dinero, no nos pudieron mandar a estudiar a ninguna escuela, así que nos educaron en casa. Nuestra madre no se quedó embarazada a propósito y para evitar nuevos "errores", nuestro padre se hizo la vasectomía. Así podían follar constantemente, que es lo que más les gustaba. Al principio teníamos nuestro propio cuarto, pero cuando estábamos a punto de cumplir 15 años, parte de la casa se hundió por una fuerte riada y tuvimos que irnos a dormir a la habitación de nuestros padres. Instalaron un pequeño biombo de madera fina, que ni siquiera llegaba hasta el techo, para separar su cama de las nuestras, pero esa falta de intimidad no les impedía fornicar constantemente. Y no os penséis que lo hacían con cuidado o en silencio, pues estábamos a un par de metros de su cama. Todos los días oíamos gemidos, gritos, azotes, frases como "date la vuelta que te voy a encular", "córrete en mi boca que me quiero tragar tu leche" o "te la voy a meter hasta el fondo aunque te duela, guarra". Y también recuerdo muy bien el olor acre que inundaba la habitación. Aunque ya no éramos pequeñas, al no haber salido mucho de casa éramos muy inocentes y no sabíamos nada de sexo, no entendíamos el porqué de esos ruidos y olores. Y un día nos armamos de valor y preguntamos a nuestro padre.

- Papá. ¿por qué todas las noches os gritáis y os pegáis mamá y tú? ¿Y por qué huele tan mal siempre la habitación? Es que así no podemos dormir y estamos todo el día cansadas.

- No nos gritamos, angelitos míos. Tenemos sexo. Y si gritamos es porque nos gusta follar. En cuanto a lo del olor, bueno, la que tiene la culpa es vuestra madre, que se excita mucho con el olor que queda en las sábanas después del sexo, manchada con semen y todos los demás fluidos. Es que es una guarra de campeonato. Pero no os preocupéis. Cuando vayamos a follar, os avisamos para que os tapéis los oídos y así podéis dormir, ¿vale?

En aquel entonces no nos enteramos de nada de lo que nos dijo papá, pero desde entonces cada noche que iban a follar, se acercaba a nuestras camas y nos decía cosas como:

-Niñas, esta noche pienso penetrar duro y rápido a vuestra madre, así que taparos bien los oídos si queréis dormir, porque seguro que gemirá bien alto.

Además, cuando nos decía eso, solía ir vestido solo con ropa interior, y se notaba perfectamente lo excitado que estaba. Mi hermana y yo a veces hablábamos de estos temas, así que decidimos averiguar lo que pudimos acerca del sexo consultando los libros que había en casa, pues no teníamos internet ya que no lo podían pagar. Descubrimos muchas cosas, como por ejemplo lo que era un pene o qué era el semen. Descubrimos por qué nuestro papá solo tenía sexo con mamá y no con nosotras, pues también teníamos vagina y al principio creíamos que con solo tenerla, cualquier hombre podía tener sexo con una mujer y yo temía que papá pudiera tener sexo con nosotras, pero supimos que las relaciones entre padre e hija era incesto y, según los libros que leíamos, estaba prohibido. También descubrimos cosas como la masturbación, las relaciones entre personas del mismo sexo y otras muchas cosas, pero a mí no me gustaba lo que leíamos. Me daba asco y vergüenza todo eso del sexo, de los cuerpos desnudos y todo lo demás.

Pero la verdad era que todo eso no eran más que millones de letras sobre miles de páginas. Lo único real que teníamos era a nuestros padres follándose al lado nuestro cada noche. Y lo aborrecía cada día más. Sus sonidos, sus gemidos, sus olores cuando follaban, el no poder dormir. Cada vez que nuestro padre corría el biombo para decirnos que iban a tener sexo y aparecía con su pene erecto bajo la ropa interior, casi me daban ganas de vomitar y metía mi cabeza debajo de la almohada.

Mi hermana, Sara, aunque físicamente igual que yo, era todo lo contrario a mí. Se pasaba las noches espiando a nuestros padres a través de las rendijas del biombo. Al principio solo los miraba y cuando acababan se iba a la cama, pero no tardó en quitarse el pijama y las braguitas para verlos. Yo la preguntaba por qué hacía eso, y me contestaba:

-Si mamá está desnuda, no veo por que no voy a estarlo yo también.

Estando sin ropa, empezó a acariciarse el cuerpo. Se acariciaba el cuello, los pechos y el vientre. Se apretaba los pezones y la parte interior de los muslos. Incluso se daba pequeños azotes en el culo. No tardó en empezar a masturbarse y, cuando se corría, gritaba bajito, pues no quería que la pillasen y la castigasen por no estar dormida tapándose los oídos como nos había mandado papá. Como a mí no me gustaba lo que hacía Sara, me tapaba más si podía, pero ella, que siempre ha sido la más traviesa de las dos, cuando se iba a correr, se metía en mi cama, me gemía al lado del oído cuando llegaba al clímax y me daba un beso en la oreja o en el cuello. Un día le dije:

- ¡Quita! ¿Por qué haces eso?

- Porque es divertido y da mucho gustito. Es como tener sexo, pero en vez de como lo hacen papá y mamá, lo hago yo sola. Venga, pruébalo.

- No quiero. Quiero dormir. Tengo asco al sexo y todo lo que me suena a ello me pone mala. Además, no entiendo porque miras todas las noches a través del biombo.

- Pues porque así, mirando, cuando me acaricio me da más gustito que si me toco y no estoy mirando.

- ¿Te excita ver follar a papá y mamá? Eso es casi incesto - dije yo.

- No lo es. Y sí, me excita verlos follar. Bueno, no. Lo que me gusta es ver a mamá. Papá me da un poco igual.

- ¿Eres lesbiana?

- No. No lo sé. Igual sí. ¿Y qué si lo soy? ¿Tienes miedo de ser tú también lesbiana?

- ¡Ay, déjame! ¡No quiero hablar de sexo! Me estoy mareando.

- Si quieres saber si eres lesbiana cómeme el coño como se lo come papá a mamá y si te gusta es que eres lesbiana. A mí me gustaría comerte el coño. - dijo riéndose.

- ¡Qué asco! Yo no he hecho nada de lo que tú haces y no lo voy a hacer nunca. ¡Vete a dormir! - la respondí.

Así estuvimos unos cuatro o cinco meses. Pero aún había que arreglar la casa, lo que costaba mucho dinero, por lo que nuestra madre se fue a trabajar a una gran ciudad y sólo venía los fines de semana. La llamaron de un empleo que no podía rechazar, pues estaba muy bien pagado, pero debía ir a la ciudad al día siguiente.

Y así fue como Sara y yo, dos hermanas gemelas de 15 años, vírgenes, físicamente idénticas pero con una personalidad completamente diferente, nos quedamos a solas en casa con nuestro padre, adicto al sexo, durmiendo justo al lado de su cama.

Fin del capítulo 1. Continuará.