miprimita.com

Un desconocido en el metro

en Confesiones

Para los que me leáis por primera vez os recomiendo una lectura previa a mis anteriores relatos, donde podréis saber un poco más de mí y donde podréis encontrar algunas de mis experiencias, fantasías y algunos juegos de complicidad que espero sean de vuestro agrado.

En este relato de hoy voy a compartir algo muy morboso que me sucedió un fin de semana cuando decidí tomar el metro para encontrarme con una amiga y me encontré con toda la gente que en ese momento regresaba de un partido de fútbol.

Cuando se abrieron las puertas del vagón parecía que entraba una marabunta de personas que a empujones se fueron colocando como podían, y me empujaron hasta el fondo sin que hubiera espacio para un alfiler.

Me sentía apretujada por todas partes y yo intentaba proteger mi bolso con una mano para que nadie me lo abriera y con mi otra mano intentaba mantener la distancia como podía para evitar ser aplastada.

Finalmente pude hacerme un hueco entre tanta gente y por un momento respiré tranquila. Seguía protegiendo mi bolso, porque ya me lo habían abierto en alguna ocasión y una aprende a no ir de incauta por la vida.

A la siguiente parada subió más gente al vagón y de nuevo se repitieron los empujones de la gente que subía y que también querían ganarse un espacio.

Ya en alguna ocasión había vivido situaciones como estas y siempre aparece el listo que se aprovecha de la ocasión para manosearme, así que estaba preparada para cualquier cosa.

No tardó mucho en aparecer el listo de turno que se había pegado a mi espalda rozándose descaradamente con mis nalgas. Yo llevaba una faldita corta de vuelo y sentí claramente que no fue un roce involuntario. Así que no me lo pensé dos veces y llevé mi mano hacia atrás apartándolo como pude. El se apartó de inmediato, pero deje mi mano pegada a mis nalgas para protegerme en el caso de quisiera volver a intentarlo.

En la siguiente parada intentó entrar más gente de la que salía, pero muchos se quedaron sin poder subir pues ya no quedaba espacio para ellos, de nuevo sufrí empujones y la incomodidad de tener que sentir los cuerpos pegados. Con mi mano seguía manteniendo protegida mis nalgas, pero en esta ocasión lo que sentí en la palma de mi mano fue directamente el roce caliente de una polla del hombre que tenía a mis espaldas y que con el traqueteo del vagón movía sobre mi mano como si se estuviera pajeando.

Había tanta gente apretujada que era imposible que nadie se diera cuenta de lo que sucedía y ese hombre se aprovechaba de la situación intentando que le dejara paso para colarse por debajo de mi corta falda.

Por supuesto no estaba dispuesta a ello, y manutuve firme mi mano pegada en las nalgas, como una clara señal de que no obtendría el paso.

El hombre no se amedrentó y a cada roce con mi mano, sentía como su polla crecía aún más hasta ponerse dura como una piedra… lo que creo que supuso mi perdición porque la que no es de piedra era yo.

Sentí como mis mejillas se acaloraban por momentos y el contacto de mi mano con esa polla estaba despertando mi excitación. Me aseguré de que nadie podía observar lo que sucedía y finalmente me decidí por cogerla con la mano y sentir lo gruesa y caliente que estaba.

Por supuesto el hombre lo debió entender como una señal y de alguna forma lograba moverse para masturbarse con mi mano. Debía estar muy excitado porque sentía el rastro de su liquido preseminal en la palma de mi mano.

Con sus manos me sobaba las nalgas por encima de la faldita intentado lograr que le permitiera colar su polla por debajo y yo sentía como mis defensas iban cediendo a la excitación y deseo del momento.

Sentí como una de sus manos se aventuró a colarse por debajo de mi falda sobándome los muslos y rozando mi pequeño tanga que a estas alturas ya sentía empapado. Apretó su cuerpo al mío mientras me susurraba al oído lo zorra que era.

Aunque seguía sosteniendo su polla con mi mano, no pude evitar sentir como seguía empujando para abrirse paso hasta que logro su objetivo y la sentí pegada a mis nalgas por debajo de mi falda.

La sentía como goteaba de la excitación restregándose sobre mis nalgas. Yo también me sentía muy excitada y me tenía a su antojo en ese juego morboso hasta que sentí sus gemidos de placer en mi oído en una clara señal de que estaba a punto de correrse y sin tiempo para más sentir el calor de su leche explotar en mis nalgas, dejándolas totalmente pringadas por debajo la falda.

Creo nadie se dio cuenta de lo sucedido, pues rápidamente el se retiró y desapareció entre toda la gente que había en el vagón. Yo me recompuse como pude hasta que logré llegar a casa donde pude comprobar que mi falda había quedado totalmente manchada por la corrida y pude calmar mi excitación frente a un espejo.

Y con esa imagen tan sensual os dejo hasta un próximo relato…o con mis anteriores relatos

Espero que os gusten mis relatos y que me hagáis llegar vuestros comentarios a lynda.bcn@hotmail.com