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—no, ya no puedo—

en No Consentido

 

    — ¡No, ya no puedo!

Fue lo último que le dije antes de tumbarme a dormir a su lado en la cama. Una vez más mi mujer tuvo que conformarse con quedarse empinada en cuatro después haberme masturbado frenéticamente por mí mismo buscando una erección más o menos firme que me permitiera cogerme a mi esposa.

Era frustrante el no poder meter mi verga en esa vagina que tenía enfrente, Micaela a sus 39 años y a pesar del sobrepeso ganado tenía un hermoso trasero, mismo que parece tomar mejor forma cuando la pongo en la posición del amigo del hombre.

    — No puede ser Mica, apenas soy mayor que tú por 3 años.

    — Así pasa Ismael, se dice que después de los 40 uno de cada dos hombres tiene problemas de erección, tal vez deberías ir al Doctor.

    — Pero cómo va a ser eso, sé que no soy un chaval, pero aún amanezco con la verga parada.

    — ¿Es que ya no te gusto?

    — No digas eso, al contrario te sigo viendo muy buena.

    — Ven, vamos te la chupo un poco.

Mi mujer se acostó boca arriba y aúpe por su cuerpo para quedar hincado sobre su rostro hermoso, todos mis amigos menos uno me envidian porque dicen que el rostro de Micaela es igual al de Lourdes Munguía la actriz mexicana y mira que viéndola con la cabeza de mi pene rosando sus labios sí que era verdad, tiene un rostro hermoso.

Al contacto con la boca húmeda mi falo empezó a reaccionar y empezó a endurecerse pero no lo suficiente como para bajar y metérsela, además de eso tenía que ver cómo esa boca se engullía mi verga para terminarla de poner dura. Pero algo no iba bien, Mica no abría la boca, no sé describirlo es como si sólo la chupara de lado pero sin meterla en su boca, yo quería ver el trozo de carne entrar y salir, pero mi miembro sólo era guiado por el canal de sus labios.

¿Dónde habían quedado las mamadas fenomenales que me hacía antes de casarnos… Dónde?

Micaela ya había pasado por un divorcio donde tuvo dos hijas, pero tras la separación su Ex Marido no quiso participar de la educación de sus niñas y quedaron solas al cuidado de la madre, mi mujer desde hace 2 años.

Nos conocimos hace 3 años, en la fiesta de cumpleaños de su hija mayor Deyarie.

    — Hola, ¿Qué haces aquí tan sólo?

    — Es que no conozco a nadie…

    — Ah, o sea que eres un colado.

    — No, para nada. Bueno me invito Héctor, el pa…

    — ¡¿Héctor?! Mi Exmarido, Soy Micaela la madre de Deyarie.

    — Sí, te vi en la misa, soy Ismael.

    — No te conocí como amigo de Héctor y mira que no llevamos tanto tiempo separados como para no recordarte.

    — Bueno ejem, la verdad es que muy amigos no somos, no te ofendas Micaela pero creo que tu Ex me invito más que nada para conocer mejor a mi Hermana.

Señale hacia la pista de baile improvisada donde efectivamente Héctor y mi Hermana parecían que se estaban entendiendo muy bien.

    — ¡Ay! Ese hombre no cambia, bueno te dejo; voy a ver mi otra hija que parece que no se está divirtiendo.

    — ¿Quién es?

    — La flaquita que está sentada sola allá en el rincón del patio, pobre parece que no puede hacer amigas.

Divali. Divali era la hermana de Deyarie y aunque parecían gemelas no lo eran. Deya en ese entonces estaba cumpliendo sus 15 primaveras mientras Diva cumpliría tres menos al mes siguiente. Al contrario de Micaela quien era una mujer de una figura envidiable pareciera que a sus hijas sólo lograría heredarles una cara linda y aunque en ese momento era propio de la edad, al día de hoy ambas se siguen pareciendo tanto que sí al menos la mayor desarrollara un poco el cuerpo se distinguiría de su hermana la menor, pero ninguna daba brotes ni pinta de tener la figura que poseía o posee su madre.

    — Pues que bueno que pudieron venir.

Me dijo Héctor al acercarse a mi mesa con mi Hermana del brazo.

    — Sí verdad.

    — Mira Isma, sólo porque me caes bien quiero compartir con ustedes dos una botella especial que tengo en la parte alta de la cava. Es sólo que Micaela te lleve al sótano y al final del pasillo en la esquina más alta está, es una Hennessy la vas a ver a la primera.

Más a regaña dientes que de ganas me acerque a Mica para comentarle sobre la petición de su Ex y tiempo después me contaría que al verme acercar a ella, a la distancia pudo ver cómo Héctor subía su mano por la entrepierna de mi Hermana.

    — Eh, hola Micaela… Te sonara extraño pero dice Héctor que aún conserva una botella fina en la cava de tu casa, que si por fa…

    — Sí, se cual es. Vamos te llevo.

En seguida se disculpó con su Padre para acompañarme por la dichosa botella y pude ver el momento que había interrumpido. El viejo estaba regalándoles a sus nietas un par de “dijes” en forma de letra D, sólo que uno rojo rubí para la mayor y uno verde esmeralda para la menor.

Micaela me llevo al sótano, entramos y sí, la botella estaba hasta el final y hasta arriba, por lo que tuve que tomar la escalera para alcanzarla pero me encontré con un detalle —el muy maldito pensé—, justo a unos centímetros de donde estaba tomando la botella había una pequeña y desgastada ventana que daba vista a la parte trasera de la casa. Y bien pudo que haya sido accidental o planeado pero justo enfrente de mi Héctor se besaba con mi Hermana mientras le magreaba las nalgas, podía ver perfecto cómo sus manos subían y bajaban por la curva de su trasero levantando la falda de mi Hermana casi hasta los muslos.

Vi la brusquedad con la que la tomó de la cabeza y la hincó delante de él, pero ella no sufría para nada, gustosa bajó el zipper del pantalón y liberó un miembro enorme, duro y erecto.

Siempre he sabido que tengo un miembro de tamaño menor en comparación con el promedio, pero ese pene que mi Hermana tenía enfrente de sus ojos era algo descomunal, juro que podía ver el esfuerzo que tuvo que hacer para abrir la boca y meterse esa verga que incluso a la distancia parecía brillar.

    — Se la está mamando, la muy puta se lo está mamando, pero si se acaban de conocer.

Dije en voz alta, —¿Quién, a Héctor?— replicó Micaela, alcance a escuchar cómo rezaba un “hijo de puta” mientras sus ojos encendidos volteaban a verme.

    — El muy cabrón, pero esto no se va a quedar así… Yo también puedo hacer lo mismo.

Les aseguro por mi vida que jamás pensé que esto me pudiera pasar. Micaela una mujer hermosa quien estaba a la altura de mi bragueta sin dejar de mirarme a los ojos empezó a bajar mi cremallera a la misma velocidad con la que mi verga empezó a endurecerse y me la sacó del pantalón.

Era demasiado para mí, Mica abría la boca y con sus labios hacía la presión justa en el contorno del trozo de carne, con su lengua hacía una especie de remolino para tomar la cabeza y la movía de un lado a otro para volverla a meter y sacar de su boca en una mamada digna de competencia. Pero lo mejor de la mamada estaba por venir… el glande en un momento se topó con la entrada de la garganta pero en lugar de frenar ahí, Mica hizo un movimiento de succión y mi verga pasó por ese canal a la vez que con su lengua me acariciaba los huevos. En el sótano sólo se podía escuchar el chapoteo de su boca al chocar contra mi vientre, ya ni miraba la mamada de mi Hermana al tal Héctor, estaba concentrado en la que me estaban dando a mí. El placer fue sublime, sentí la corriente del orgasmo correr desde el inicio de mi espalda como si salieran de varios puntos para unirse en la mitad de mi vientre, recorrer el camino de mi miembro hacia su boca y el cosquilleo electrizante de los huevos al expulsar el semen.

Podía sentir como cada gota de líquido blanco recorría mi verga siguiendo el puente de carne hasta su garganta, sentía cómo se los tragaba y cuando creí que después de haberme corrido el placer terminaría no fue así, Mica tuvo la osadía de abrir su boca y sacar la lengua para mostrarme lo buena niña que había sido al tomar toda la leche sin desperdiciar ni una sola gota, me enamoré en ese instante de ella.

    — ¿Tomaste la botella?

    — Sí.

    — Ok, regresemos a la fiesta.

    — ¿Puedo verte otra vez?

    — Eh, no.

Tres años han pasado de esa mamada fenomenal y ahora tenía ahí a la misma mujer, bueno casi la misma porque ahora no sólo era mi amante, era mi esposa, ella seguía teniendo la misma cara hermosa y con la misma boca intentaba ¿mamarme? La verga, pero eso no era una mamada, parecía que nada más me la estaba ensalivando y podría asegurar que hasta un gesto de asco hizo cuando le sostenía la mejilla para intentar profanar su boca.

    — ¡No, ya no puedo!

Volví a decir, lo dejamos para después va. —Voy a fumar un cigarro, dije.

Salí a mi sala, prendí el ordenador y me puse a escribir, llevo meses escribiendo, los mismos desde que Mica dejo de ser esa mujer ardiente que se metía entre las sabanas buscando pija para jugar y aunque la muy maldita diga que si está dispuesta y que tiene ganas de coger conmigo es su cuerpo inerte el que ya no me provoca ninguna erección, pero ella tiene la culpa, mi pene amanece duro todas la mañanas por lo tanto no es un problema físico. Incluso cuando la nalgona de la oficina me coquetea porque sabe que puedo cambiar por regalos ese culo que se carga, es justo en ese momento de verla andar cuando mi palo no sólo se pone duro sino que hasta babea. Es mi mujer, la culpa es de mi mujer la que al no seguirme las ganas me las ha quitado todas. Maldita perra —pensé.

    — ¿No puedes dormir?

    — Eh, ah eres tú. No te preocupes hija

Una voz me sorprendió de pronto pero no alcance a distinguir quien era por lo que no respondí con su nombre, algo en mi parecido al abuelo quien les regaló esos “dijes” para para no confundirlas, yo  ante la duda prefería decirles hijas y así evitar confusiones. La idea del viejo fue buena, porque ya más de cerca pude ver esa letra D roja como un Rubí.

    — Ya es algo tarde Deyarie, ¿Qué haces levantada?

    — Es que me dio sed y vine por un vaso de agua.

    — Ok, pero mañana hay clases y hay trabajo así que ale, a la cama.

    — Hasta mañana.

    — Hasta mañana hija.

Ay mi pobre Deya, con 18 años aún no se desarrollaba por completo se veía igual de delgada que Diva. Con ese short y playera de dormir se veía como una delgada espiga y para el colmo descalza, y luego porque se enferman. Me fui a acostar intentando conciliar pronto el sueño, Mica a mi lado ya roncaba plácidamente así que me dispuse a cerrar los ojos para intentar dormir pero me resultó difícil hacerlo, cómo era posible que una imagen de tan sólo un par de segundos me durara horas en la cabeza. Por favor, sólo era una jovencita en short corto que aunque de baja estatura las piernas se le veían largas y con la playera de dormir se le marcaban apenas unos pezones diminutos, me preguntaba si una joven como ella ya cogería, a los 18 ya eres mayor de edad en algunos países pero no significa que una mujer dé las nalgas al tener su credencial para votar. Pensando en la joven mujer, mi sexo empezó a responder en forma de erección por lo que no lo dude ningún instante y le levante una pierna a mi esposa, me ensalivé un poco la cabeza y se la metí de golpe. Empecé a cogerla despacio pero al ver que ni se quejó cuando la metí, arremetí más fuerte, quería cogerla fuerte con rencor, pero sólo veía como su cuerpo se sacudía y los pechos le temblaban al ritmo de las embestidas, pero nada; ni un quejido por lo que mi palo que había iniciado duro como nunca; se fue ablandando como siempre hasta que su misma flacidez le impidió entrar en esa hendidura carnal. —No, ya no puedo. Pensé.

Mí domingo termino convertido en un lunes joven, durante la semana el ir y venir del trabajo me mantenían entretenido además, el abuelo había recaído de sus males y Mica se fue a pasar una semana en casa de sus padres así que me tocaba llevar a mis hijas a la escuela por la mañana, a la hora de la comida salir en friega para pasar por ellas y llevarlas de regreso del colegio a casa y nuevamente ir a la oficina donde el vaivén de la nalgona me frustraba porque sólo me paraba la verga y mi mujer no estaba para presumirle cómo se me ponía de dura y poder cogérmela por la noche, aunque seguramente volvería el coraje que le había venido tomando por su frialdad de los últimos meses y la verga flácida me volvería a deprimir.

Así pase cinco días, pero el sábado prometía… Durante las noches que dormí solo, empecé a llamarle a Mica y recordarle con palabras sucias lo duro que me la ponía, que era mi putita y moría por metérsela hasta al fondo. Esto me ponía a mil y le tomaba fotos a mi verga donde buscaba el mejor ángulo para que se viera más grande, mandársela a mi mujer y ella me prometía una velada de ensueño.

    — El sábado mi amor, el sábado esta puta te sacara todo el veneno blanco que llevas atorado.

    — Ay mi amor, hace tiempo que no la tenías así de grande y dura.

    — Te la voy a mamar hasta vaciarte los huevos.

Con promesas como esas mi libido estaba al mil por ciento, para el sábado arregle nuestra recámara me puse guapo, perfumado y listo a esperar a mi mujer. Eso hasta que entro la llamada.

    — Hola, Amor. Voy a quedarme una noche más porque mi Papá quiere dejar unas cosas en orden ahora que se siente mejor y pues no puedo perder la herencia verdad. Jijiji.

    — Está bien amor, nos vemos mañana. —¿Jijiji?, pensé.

En verdad dijo “jijiji”… Qué se pensaba la muy puta, pero bueno no había más qué hacer… Aunque tengo el número de la nalgona… No, mañana, mejor mañana me desahogo con esta perra y le doy verga hasta cansarme.

Qué hacer, qué hacer —pasaba por mi mente. Así que me puse cómodo y me baje a escribir nuevamente a la sala, no sé cuántas horas habrán pasado pero era un buen ejercicio mental, cada tecla me servía para sacar el coraje que le estaba tomando a Mica. Mica la zorra, Mica la puta, Mica la que seguro desea volver a tener entre sus piernas el animal que tiene por verga Héctor, Mica que dice que tiene que hacer cosas en casa de su padre ahora que se siente bien. Qué piensa que no sé que Héctor vive a dos cuadras de su papá, mi Hermana me lo dijo —Otra zorra. Seguramente a esta hora la cualquiera de mi mujer estaría cabalgando esa víbora humana, rebotándole las nalgas en la ingle cómo debería estarlo haciendo conmigo, conmigo el idiota de su marido. Seguramente le ha babeado toda la verga al intentar comérsela completa y lamerse los labios al sentir que no le que cabe. No como al pendejo de Ismael que ni se le para, y aunque se le pare no se le compara ni en el tamaño ni en el grosor, no como al puto de Ismael que al venirse parece que está escupiendo. Nada que ver con el semen de Héctor espeso y abundante como Yogurt donde hasta ganas de comérselo da, sí ese semen de Héctor que embarazo a tu mujer en tan sólo unos días y no una vez, dos veces. Tú Ismael, llevas tres años con esta zorra y no le has podido hacer un hijo, eres un puto maricón de mierda, eres un asco, eres un, eres un hijo de p… ¡Eres un hijo de puta con una tremenda erección!

    — ¿No puedes dormir?

    — ¡Eh!, ah hola hija.

Busque en el cuello de esa voz el famoso “dije” que me indicaba cual de mis hijas me hablaba pero no lo vi.  —¿Quién eres?, pensé.

    — Baje a lavarme los dientes y vi la luz de tu ordenador, ¿Qué haces Isma?

    — Escribiendo un poco hija, es que me llamo tu mamá y me dijo que no volverá hasta mañana.

    — ¿Y tu hermana?

    — Ah, ya se durmió está roncando. ¿Mi abuelo se siente mejor?

    — Sí preciosa, por cierto ¿Dónde está el “dije” que él te dio?

    — Ah ese, me lo quite al lavarme para que no se me atore en el grifo y se me vaya a perder cayendo en la coladera.

    — Vente vamos por él y te vas a dormir.

Subíamos las escaleras que dan al baño que está entre mi recámara y el de las hijas de Micaela, ella iba por delante de mí y yo sólo esperaba que no me hubiera visto con el miembro erecto hace unos minutos. Además ella no tenía la culpa de que su madre no me atendiera y fuera una puta cualquiera, una perra que se las da a su Ex, El maldito infeliz que no conforme con hacerle dos hijas a mi mujer, se había cogido a mi Hermana y quien seguramente le estaba abriendo el culo a mí Mica en ese mismo momento, ese, el padre de la figura femenina que llevaba enfrente, tan delgada, de corta estatura pero de piernas largas.

Llegamos al lavabo exterior del cuarto, la tenue luz de la lámpara del tocador alumbraba lo justo para ver el lindo rostro de mujer reflejado y sí, como me había dicho, junto a la llave estaba el “dije”, aunque con la poca luz ésta lo hacía ver de un color café.

    — ¡¿Qué Haces?! ¡Suéltame!

    — ¿Qué hago? La pregunta es lo que tú vas hacer. Tu madre tiene mucho que no me atiende y ahora, tú lo vas hacer ¿Me entiendes?

La pobre solo movía la cabeza, no pudo hablar más ya que de un solo movimiento la había sujetado desde su espalda tapándole la boca con mi mano. Podía ver a través del reflejo del espejo como sus ojos se abrían como platos al sentir mi verga dura chocar en su cintura. Sus ojos se humedecían de lágrimas seguramente de la excitación por sentir mi aliento en su nuca mientras le respiraba y le hablaba al oído.

    — Así son todas ustedes, unas putas.

    — Siente cómo me tienes, eso que sientes en tu espalda lo vas a sentir entre tus piernas.

    — Vas a ser mía, ven cosita te voy a coger.

No fue nada difícil levantarla y meterla a mi cuarto, así como la llevaba levantada llegue a la orilla de la cama…

    — La ves…

    — Ves esa cama, en esa cama tu madre se mete esta verga.

    — Pero como ahora prefiere revolcarse con tu Padre voy a tener que metértela a ti.

    — ¿Lo entiendes? ¿¡Ya sabes lo que es coger, no!?

    — Ah no, pero antes de cogerte me la vas a mamar, ¿Ya has mamado una verga putita?

Ella no podía responderme, cómo podría si la tenía callada con mi mano, sólo movía la cabeza temblorosa de derecha a izquierda, eso era un sí para mí. —Mira le dije, pon atención.

Empecé a meterle el dedo medio en su boca mientras le daba instrucciones para que imaginara que era un pene y cómo tenía que mamarlo.

    — Eso, así perra.

    — ¡Ahora te vas a hincar y te voy a meter un dedo más grande!

De repente, el dolor fue sorpresivo pero soportable la muy maldita me había mordido, pero sólo logro que quitara mi mano de su boca por menos de un segundo, yo creo intento gritarme que era mía y que hiciera con ella lo que quisiera pero no la deje, más tiempo tarde en retirar mi mano de su cara que lo que tardo en volver sobre su rostro en forma de puño haciéndola caer al costado del pie de nuestra cama.

Ahí estaba mi nueva mujer, llorando a mis pies suplicando porque me la cogiera de una buena vez, pero no; la haría rogarme…

    — Mi amor, yo te quiero.

    — ¿Sí sabes lo que quiero que me hagas verdad?

    — Así que si no quieres que te vuelva acariciar, se una cosita buena y empieza…

    — ¡Mámamela!

Se incorporó lentamente sosteniéndose de mí, se sentó en la orilla de la cama. Me sentía poderoso ahí de pie con mi mujer sentada a punto de comerse mi falo. Sus manos trémulas tomaron la orilla de mi bóxer y tiraron de él hacia abajo. Oh sí, que orgulloso me sentía con mi verga dura, erecta y brillosa apuntando justo a la boca de esta hembra.

Ella volteó su mirada a mis ojos como suplicando que se la diera ya, su llanto callado me decía que ya no aguantaba las ganas y lo tuve que hacer. Abrió su boca como con miedo pero lo suficiente para dejarme entrar. Mi rabo embrutecido se empezó a perder centímetro a centímetro en ese hueco húmedo y caliente. Era fabulosa, —sabía que ya habías mamado antes— tenía que estimular ese cariño con palabras de aliento.

    — ¡No seas pendeja! Así no, dije mámamela. Y no te atrevas a morder eh… Puta.

Con todo el amor que me estaba inspirando, la tome sutilmente del cabello y empecé a guiar su cabeza de adelante hacia atrás. Mi verga le llegaba hasta la mitad, de seguro la tenía enorme. —Eh qué tal ahora “Héctor”, mi verga es tan grande que a tu hija sólo le entra una parte. —Me dije en mi mente.

La hija de Héctor estaba tan caliente que no contenía las lágrimas, seguro que mi palo la llenaba completa porque babeaba y moqueaba de la nariz. Estaba tan caliente que pude sentir de inmediato cuando peló los dientes buscando darme una mejor mamada.

    — ¿Qué te pasa perra? Te dije que no intentaras morderme.

La levante del cabello y al tenerla de pie un nuevo cariño de mi puño cerrado la hizo doblarse de placer e irse a gatas sobre la cama con el culo apuntando directo a mí.

    — Escúchame corazón, esta noche te voy hacer el amor, vas a ser mi mujer y lo vas a disfrutar lo entiendes. No hay nada que puedas hacer para evitarlo. ¿Entiendes?

    — Vamos recuéstate.

Ella siguió el camino de la cama hasta que la cabecera la detuvo y ahí se quedó, acostada, rendida boca abajo.

No lo podía creer, mi verga seguía durísima y sí, la sentía enorme.

Subí por detrás de mí nueva mujer, le besaba las piernas, le amase las nalgas y me abrace de ella por detrás. Metí una mano por debajo de su vientre atravesé la frontera de su short y metí mi mano por debajo de su panty. ¡Rayos! Qué sensación al tacto, los bellos de su pubis se sentían como piel de durazno, eran suaves nada que ver con los de su madre que al ser depilados una y otra vez le volvían a crecer pero más ásperos, estos no, estos eran muy finos al tocarse.

Le decía que la amaba, que a partir de esa noche la iba a proteger y a cuidar para siempre. Ella seguía llorando de felicidad por mis palabras y seguro se estaba excitando porque mientras más la masturbaba más apretaba sus piernas para maximizar las sensaciones.

    — ¡Te voy hacer mía! Te la voy a meter hasta el fondo.

Las delicadezas quedaron de lado, su pequeño short, playera y panty no fueron rivales para los jalones que les di. Mi cosita linda estaba desnuda y lista para ser mi nueva amante.

Boca abajo como la tenía tuve que meter mi pie entre sus tobillos para separar esas piernas, menuda como era no fue rival para mi fuerza y peso. Soy un hombre que mide 1.78m y peso 70Kg, cómo no podría separarle la piernas a esta pequeña mujer de 1.50 y delgada como ella sola.

Sólo porque estaba seguro de que ella lo estaba disfrutando porque si alguien me viera encima de ella notaría de inmediato nuestra diferencia de tamaño, parecía un lobo a punto de cogerse una coneja temblorosa y muerta de miedo.

Al fin estaba entre sus piernas, mi mujer empapaba la almohada con sus ojos mientras yo ya apuntaba mi fierro de carne hirviente justo en la entrada de su vagina. Sus labios mayores ya abrazaban la cabeza de mi hierro enhiesto, tome apoyo en su cintura y empuje…

    — ¡No! ¡Snif!, por favor no, para ya.

    — No quiero, de verdad Isma, me lastimas.

Era lo que necesitaba oír, esa aprobación no hizo más que encenderme más. Mi verga había entrado hasta la mitad, al igual que con su boca algo impedía que se la metiera más. No lo podía creer, mi verga era tan enorme que no cabía en ese agujero.

No importa, ella quería coger, me la estaba cogiendo y me la iba a seguir cogiendo. Me solté de su cintura y le di un par de nalgadas en ese trasero comelón y me deje caer con todo mi peso sobre su espalda. Con una mano le atrape la boca para que no me siguiera excitando con palabras sucias, no quería que mi pene creciera más de lo que ya estaba, si de por sí no le entraba todo algo tenía seguro, no la quería lastimar. La otra mano la volví a colocar sobre el monte de venus y pude sentir como mi verga estaba metida en ese hueco haciendo lo posible por dejarme entrar más. Inicie con un mete y saca lento al principio, y conforme mi calor aumentaba le aumentaba la velocidad de las embestidas. Con mi mano en su vagina podía sentir como la estaba perforando, era maravilloso, así que al mismo tiempo le empecé a frotar su clítoris para que se viniera conmigo.

    — ¡Ah! Así mi putita, así hija mía.

    — Te estoy cogiendo amor, te estoy cogiendo.

    — ¿Por qué lloras eh? ¿Te lastima? ¿Estoy muy grande?

    — ¡Ah! ¡Qué rico aprietas! Oh, sí, así…

No pude aguantar mucho, que habrá sido unos 5 minutos de estarla poseyendo cuando mi cadera empezó a temblar, mi venida era inminente y aunque no le había podido meter todo el miembro su vagina apretaba tan deliciosamente que se sentía como si quisiera exprimirme, parecía que quería comer semen y semen es lo que le di. No hay comparación con ninguna venida que haya tenido hasta ahora, esta fue abundante, espesa y lo mejor de todo, lenta… muy lenta.

Sentía el bombeo de mi semen al interior de mi hija, bueno la hija de Héctor, pero una cosa era segura la estaba transformando en mi mujer, sentía como se contraía y en cada espasmo me sacaba otro poco de leche. Seguramente fueron segundos los que me estuve viniendo dentro de ella pero estoy seguro que a los dos se nos hicieron eternos. Teníamos nuestros cuerpos unidos por nuestros sexos y el mío le pasaba líquido vivo para que el suyo se alimentará goloso y amorosamente.

Lentamente me separe de su cuerpo, creo le dio frío al separarse de mi calor ya que se encogió en una orilla de la cama. No podía creer tanto amor, ella seguía llorando de felicidad.

    — ¿Puedo irme a mi cuarto?

    — No, esta noche la vas a pasar aquí. Sólo un poco antes de que salga el sol te pasas a tu cama y recuerda que este amor que nos tenemos nadie lo va a entender así que no se lo puedes contar a nadie. Tiene que ser nuestro secreto. Ahora ven déjame abrazarte. Te amo hija mía.

Me abrace a ella en la clásica posición de cuchara, quería darle calor porque mi hija temblaba mucho. Puse mis manos sobre sus pezones y empecé a magrearlos mientras le besaba el cuello. Mi pene recobró energía, —caray, estaba irreconocible esa noche—. Mi falo al estar cobijado entre sus nalgas comenzó a tomar tamaño y dureza, mi nueva amante en lugar de irse a dormir a su cuarto prefirió quedarse entre mis brazos así que volvimos hacer el amor.

    — Ven voltéate, quiero besarte.

    — No.

    — Mi amor, papi te ama y te desea.

    — ¡Tú no eres mi padre! ¡Me violaste!

    — ¿De qué hablas? Tú también querías.

    — Eres un enfermo.

Se volteó para encararme, había salido ruda la condenada.

    — Te voy a denunciar, en cuanto llegue mi madre será tu fin.

La tome por el cabello y acerque mi boca a la suya.

    — ¿Mi fin? Tú madre es una puta cualquiera a la que no le importas, a ver ¿dónde está?

    — Donde está ahora que su hija le está dando las nalgas a su padrastro, ¡¿Dónde?!

    — Ven, hagamos el amor sé que me amas sino no te hubieras metido en mi cama.

La acerque a mí y la bese, sentía su respiración en mi cara y más excitada. Mientras más se retorcía en mis brazos mi verga más se endurecía. Al fin abrió la boca y el beso se tornó violento, una mordida suya me indicó que estaba lista para una segunda sesión. La tome por el cuello, la apreté y la recosté boca arriba de la cama, cuando le empezó a faltar la respiración su fuerza empezó a disminuir lo que me permitió colocarme nuevamente entre sus piernas en la posición del misionero.

Con su resistencia doblegada solté su cuello para que pudiera respirar, momento que aproveche para erguirme un poco, así mi verga encontró sola el camino  y empezó a meterse nuevamente en ella, mi hija. Ella jalaba aire al mismo tiempo en que yo la embestía, a mi verga como minutos antes le había pasado, no terminaba por entrar completa así que me estaba conformando con llegar a la mitad.

Mi hija ya no se resistía, resignada recuperaba su aliento mientras se entregaba a mí, al verla con la boca entre abierta y jadeando aproveche para besarla nuevamente. Fue un beso mágico ella respiraba por la boca a través de la mía, mi lengua ya entraba y salía, la mordisqueaba, era un beso de amor, sé que no era mi hija de sangre pero yo la mantenía, quién más podría quererla como yo si ni el verdadero padre lo hacía.

Mi miembro estaba incansable, ahora sí vi la hora antes de metérsela. Para el momento en el que apunte a su entrada eran la 1:45 a. m. pasaban de las 2:15 a. m. y yo seguía besando y cogiendo a mi mujer. Pero quería más, mi verga necesitaba entrar más, le dije que la amaba, subí la intensidad de mis besos y baje ambas manos hasta a sus nalgas para jalarla hacia arriba, hacía mi verga que la estaba taladrando. Que rico tenía sus nalgas, tanto rato cogiendo y no les había puesto atención, me cabían perfecto una en cada mano, pude apoyarme de buena manera para hacerla subir mientras me dejaba caer con todo mi peso y le empujaba mi cadera hacia adentro.

Fue brutal, no era mi verga la que era más grande, era el interior de su vagina la que me había estado impidiendo el paso hasta ahora. Este movimiento había sido el indicado…

    — ¡Ahhhhhhh!

Su grito fue desgarrador, sino fuera porque la estaba besando en ese momento el sonido de su voz hubiera escapado de ese cuarto, pero no fue así, su grito fue ahogado en mi garganta.

Ese último empujón había logrado abrirla, mi verga se había introducido por completo. Al fin se la había metido toda, ahora sí sentía mis bellos rosar los suyos. Mis huevos ya chocaban en cada metida y ahora sí sentía humedad en sus labios íntimos. Si hace unos minutos la había cogido, ahora en este polvo la había hecho completamente mi mujer.

No podía parar, estaba ido metiéndosela y sacándosela… El placer era indescriptible, mucho mejor que hace una hora. Estaba a punto de vaciarme de nuevo, podía sentir mi verga engrosándose por la inminente eyaculación, su vagina no podía abrirse más así que me apretaba cada vez más fuerte. La jalaba de sus nalgas, se la metía hasta el fondo, con su boca pequeña dentro de la mía… No pude más.

    — ¡Arrrrrrrh! Así, así, putita, cosita…., mmm Te amo.

Que pendejo estaba, la venida anterior no fue nada comparada con esta. Mi pene estaba metido hasta lo más profundo de su ser y mis huevos eran comprimidos por nuestros cuerpos. Esa presión me estaba provocando tanto placer que con cada chorro de semen que le metía, la micción me daba un cosquilleo cada vez más intenso desde la columna hasta la base de los testículos, casi indescriptible no sé cuánto tiempo mantuve esta posición, segundos minutos, pero el saber que parte de mi vida estaba siendo depositada en su vientre le añadía un toque adicional al placer.

    — ¡Uf! ¡No, ya no puedo!

Era verdad, no hubiera podido cogérmela otra vez ni aunque quisiera.

El día me sorprendió aún acostado y desnudo. Pude escuchar la puerta de la casa abrirse, cuando escuche los pasos de Micaela subiendo las escaleras y entrando a nuestro cuarto.

    — Hola mi amor, ¿Cómo te fue sin mí estos días?

    — Jmmmm, qué…

    — Mis hijas ¿Qué tal se portaron? ¿No fueron mucha molestia?

    — No amor, para nada. Al contrario, sabes que para mí cuidarlas es un placer, ellas son como hijas propias.

    — Ay, eres un tesoro corazón.

    — Me merezco un premio, no.

    — Claro papacito a ver, dónde está esa cosa que me prometiste toda la semana….

Su mano juguetona busco mi miembro por debajo de la cama, se sorprendió un poco por estar desnudo pero siguió explorando.

    — A ver, dónde está mi verga, ay aquí esta, venga que me la voy a comer.

Sorprendentemente mi palo le había respondido parándose en todo su esplendor, Mica metió su cabeza por debajo de las sábanas y empezó a mamarla como hacía tiempo no recordaba, casi igual como en aquella ocasión del sótano.

    — ¡Ay amor! Hace cuánto no se te paraba así, ¡Cógeme Isma!

Mi esposa hizo las cobijas a un lado y subió los brazos para que le quitara la blusa. Al quitarle la prenda su mirada se quedo fija en un punto de la cama. Justo en medio estaba una mancha roja, grande y húmeda.

    — ¡¿Qué es esto Ismael!? ¡Qué significa esto!

    — ¿Qué hiciste infeliz?

    — ¡Divali! ¡Deyarie! ¿Dónde están?

Micaela se levantó como alma que lleva el Diablo y seguía gritándoles a sus hijas, pero tenía razón qué había hecho… —¿A quién se lo había hecho?

El “dije” se quedó en el lavabo, pensé en levantarme por él en lo que ella seguía gritando y tocando enardecidamente la puerta del cuarto de sus hijas cuando volvió.

    — ¿Dónde está?

    — ¿Qué le hiciste a mi hija? ¡Desgraciado!

Micaela estaba en el umbral de la puerta y me agitaba el “dije” de un lado a otro, ahora con la luz del día podía verlo bien y apreciaba su color perfectamente, ya no había duda de a quién me había cogido anoche.

Siempre supe de quién se trataba, por supuesto que distinguí el color del “dije” en el lavabo, pero la excusa de la luz me hizo más fácil el realizar ese deseo reprimido y no dude ni un segundo en poseerla al ver mi oportunidad. Lo que venga después ya no me importa… De verdad, no me importa.