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El Funeral

en Amor filial

Es curioso cómo llegan los recuerdos a tu cabeza. Estoy sentado en la sala viendo las pocas fotos familiares que tengo y en una está ella… Cindy, mi prima. Cindy es la mujer que recibió mi primera eyaculación, pero no mi primer orgasmo. No, mi primer orgasmo fue con el asta bandera de mi escuela muchos pero muchos calendarios atrás.

En ese año estaba en primer lugar de las listas musicales la canción With or without You de U2, y yo estaba a punto de concluir un ciclo escolar que se juntaba con la salida de un nivel educativo para iniciar otro, justo en la edad donde las hormonas nos traen a cien por hora, ávidos de conocimiento con preguntas que se van respondiendo solas una tras otra.

Ese día mi madre iría por mí y como subir a la punta del asta me permitía ver hacía a la entrada de la escuela subí como tantas veces para ver si podía ver su llegada e ir a su encuentro aunque en esta ocasión fue diferente, la presión de mi muslos sobre mi pene al ir trepando me fueron provocando un cosquilleo agradable que iba en aumento conforme el movimiento de mis piernas avanzaba, hasta el punto en que sentí unas contracciones de placer, sí de placer. No entendía cómo me estaba pasando esto pero no quería que terminara y bastante rápido me di cuenta que haciendo micción el placer era cada vez más intenso hasta el punto que no quería dejar de hacer presión, hasta que la escuche.

—¡Ismael! ¡Ismael! ¡Bájate de ahí!, Pues que no oyes chamaco del demonio.

En la madre —mi madre—, como pude baje más rápido que a prisa al encuentro con mi progenitora y salimos de la escuela. Era el último día de clases.

Tenía varias semanas de vacaciones y las iba a pasar solo, con mi madre trabajando y no teniendo quien cuidarme era una combinación que no podía desaprovechar. El descubrimiento del último día de clases me cambió, sabía de las poluciones nocturnas por compañeros más grandes pero esto era diferente, yo no mojaba los pantalones sólo era un placer que iba en aumento conforme hacía más presión. Había descubierto oro y tenía que repetirlo, al no tener un asta en la casa la única forma que encontré de emular la sensación fue apretar mi pene entre mis muslos pasándolo hacía tras, sí era raro porque parecía que no tenía falo, pero el placer que me daba el apretarlo con los muslos era indescriptible y cada que hacía presión lo sentía desde los testículos hasta el inicio de la espalda, maravilloso.

Los días iban y venían convirtiéndose en semanas, ya sólo faltaban un par para entrar a un nuevo ciclo escolar cuando una tarde mi madre llegó temprano a casa para decirme que la abuela había fallecido y que ella, mi tía y demás familiares irían al velorio dejándome a mí en casa de mi prima. Mi abuela llevaba ya un par de años enferma y mi madre junto a mi tía eran hijas únicas por lo que los demás familiares no eran de confianza como para dejarnos en casa de alguno de ellos, además que la casa de mi tía no estaba tan lejana de los velatorios y se turnarían para irnos a dar nuestras “vueltas”.

Una vez que mi madre y yo llegamos a casa de Cindy, su hermana tomó su bolsa para agarrar a mi madre y salir apresuradas del lugar.

—Hola Isma.

—Eh, hola.

—Qué mal lo de abuela.

—Sí, pero bueno ya estaba enferma y como dice mi madre… Ya no va a sufrir.

—¿Cómo estás?

—Bien ¿Y tú?

—También, sí la quiero mucho pero no me siento tan triste, al menos no como mi mamá.

—Sabes, el año que viene cambio de escuela.

—Sí, no inventes. A mí me falta uno más para alcanzarte.

—Jajaja, boba… Nunca me vas alcanzar.

Poco a poco empezamos a cortar la tensión por la noticia y aunque no recuerdo muy bien habrán sido alrededor de las diez de la noche que la primera vigilancia llegó, era mi madre quien nos dio de cenar y nos dispuso acostar. Mi prima en su cuarto y yo en la cama de mi tía. —¡Sí!, pensé— era la más grande.

La noche transcurría y no podía dormir. No lo voy a negar me sentía asustado y nervioso, así que sin más prendí la luz del cuarto. No habían pasado ni cinco minutos cuando tocaron a la puerta.

—Isma, Isma… ¿Estás despierto?

—No.

—Ya Isma, tengo miedo. ¿Puedo pasar?

No había respondido cuando ya se había metido al cuarto, pero bueno en ese momento yo era el mayor así que la invite a acostarse a mi lado y la abrace.

—Isma…

—¡¿Qué?!

—¿Te acuerdas de la navidad?

—Sí…

—¡Jugamos!

—¿Dónde? El armario da miedo.

—Aquí, en la cama.

Cómo no iba acordarme de la navidad, en ese mismo cuarto mi tía tenía un ropero grande donde la navidad pasada se nos ocurrió jugar al papá y a la mamá que no era otra cosa que repetir los besos que habíamos visto en la televisión y quiero presumir que al menos en eso de los besos ya había tenido algunas experiencias que son parte de otra historia…

No quiero ponerme romántico ni nada por el estilo pero besar es un placer, no importa el tipo de beso ni en qué etapa de tu vida beses a alguien, al menos en mi caso cada beso que he dado ha sido muy agradable.

Tome su rostro y empezamos a besarnos, no eran besos invasores prácticamente sólo teníamos los labios pegados y movíamos las cabezas de un lado a otro y el conteo de los besos se podría calcular por el tronido del pico al iniciar y terminar cada beso.

Lo que sí no puedo negar es que besar tantos minutos es motivador y más con esa inspiración que tenía frente a mis ojos. Un rostro lindo de cabellera rubia, de ojos claros y porque no decirlo con un cuerpo que debajo de esas cobijas abrazados emanaba calor.

—Cindy… Cindy…

—mmmmm.

—Tengo calor.

—Yo también.

—¿Nos quitamos la ropa?

—Está bien, pero sólo lo de arriba.

Diciendo y haciendo. Entre beso y beso me quite la playera y le ayude a quitarse la blusa para dormir quedando de la cintura para arriba desnudos. El calor iba en aumento y los besos no cesaban. Tengo que admitir que estaba en un punto que no sabía qué hacer, estaba en la frontera que marcaban los programas de la tele, por lo general una pareja se besaba, se quitaban la camisa y corte… En la siguiente escena estaban los dos en una cama abrazados, sabía que desnudos porque tenían la costumbre de dejar un camino de ropa desde la entrada hasta la cama. No sabía cómo pero sabía que lo que seguía era encuerarnos.

—Cindy… Sigo teniendo calor.

—Yo igual.

—No sé tú pero yo me voy a quitar los pantalones.

Mañosamente no sólo me quite los pantalones, sino que los baje con todo y calzones.

—Sabes, el papá y la mamá cuando duermen él duerme encima de ella. Dijo.

Dude en hacerlo, una cosa era besarnos abrazados de lado y otra cosa era acostarme encima de ella, además mi pene tenía rato que lo sentía duro y parado y me daba pena que lo sintiera. Pero vamos que el sexo es fuego y la curiosidad estopa, llega el Diablo y sopla.

Ella acostada como regla boca arriba recibió todo mi peso encima; su boca era como un imán, ya que no podía dejar de besarla. Debo admitir que la posición no era muy cómoda ya que el pantalón de su pijama era molesto para mi pene erecto que se clavaba justo en la “y” griega que forma la entre pierna con el nacimiento de los muslos. ¡Muslos!

Eso debía ser y hacer…

Le pedí a Cindy que se quitara el pijama ya que me lastimaba, mentiría si dijera que acepto a la primera pero fue cosa de estar rogando unos minutos con la condición de no quitarle el panty a lo cual acepté, ya sé que pensarán que soy tonto pero en ese momento no tenía ni idea de que era el coito, la cogida o los embistes. Yo lo que quería era presionar mi pene con sus muslos.

El plan había salido bien, mi erección quedó justa y atrapada entre sus muslos, ella con las piernas cerradas ejercía la suficiente presión y yo empezaba a sentir ese hormigueo agradable. A eso le sumaba lo rico de sentir que me besaba y abrazaba, en verdad éramos como un papá y una mamá.

Para sentir más presión en mi cuerpo hacia una especie de movimientos de un lado a otro como en medios giros por lo que hacíamos un vaivén sobre la cama, yo estaba en la gloria y no pude anticipar que apenas era el inicio de algo mejor…

—¡mmmmmm!

—¡mmmmmm!

¡Gemidos! Cindy empezaba hacer pequeños gemidos.

—Espera Isma, espera…. Deja me quito el panty.

Todo eso pasó entre rápido y lento, no sé cómo escribirlo. Sólo me hice a un lado por un momento y ella misma se quitó las panty de color rosa y me dijo ven, abrázame. Sólo que al volverme a subir en ella descubrí que el cuerpo humano y el instinto te guían de manera natural. Ella ya no cerro las piernas al tener una mía entre la suyas y yo al subirme quede justo entre ellas. Mi verga se posó justo en la línea que formaba la mitad de su vagina imberbe y juro que sentí un calor húmedo en la piel del tronco.

Insisto, la naturaleza es sabia. La punta de mi pene como si pensara por sí mismo fuerte y decidido encontró un punto de entrada y con mi peso encima empujo…

—¡¡Ahh!!

—¿Qué pasó?

—Nada Isma, vuelve hacer lo que hiciste.

Nada que ver con la presión de sus muslos, ahora sentía la presión en el glande en ese hueco que acababa de encontrar y parecía que a ella también le gustaba. Así que una vez encontrado el cómo, lo demás fue seguir el camino.

Empecé a subir y bajar las caderas, sentía cómo poco a poco mi verga entraba cada vez más…

—¡Ouch! ¡Gmmm! ¡Ah! Sí Isma, sí. Se siente bien.

—¡Auch! Ay, no. Isma, espera un poco ya no se siente tan bien.

Yo escuchaba sus gemidos pero fue como la vez de mi primer orgasmo, mi concentración estaba en lo que estaba sintiendo y lo que ella exclamaba me enardecía cada vez más.

Mi verga había encontrado que podía meterse en ella y no me iba a detener, no podía detenerme. Ahora sí empecé a subir y bajar con fuerza…

—¡Duele, Isma!

—Pero se siente muy rico Cindy.

—¡Snif! Duele Isma, ya por favor.

Encontré que si pasaba mis manos por debajo de su cadera tenía un mejor equilibrio y ángulo y seguí. Minutos antes pensé que no podía entrar más en ese hueco pero me equivoque en esta postura sentí el momento justo en que mi vientre choco contra el suyo.

—¡¡Ay!! Menso, duele. ¡¡NO TE MUEVAS!!

Trate de quitarme pero me detuvo, decía que le dolía más. Así que me quede así unido a ella unos instantes hasta que me dijo que el dolor seguía pero que era soportable e incluso no se sentía tan mal. Volví a la carga, empecé con el movimiento de entrar y salir y volvimos a los besos.

Era confuso, podía oírla llorar quedito pero a la vez daba pequeños gemidos que me gustaban.

—¡mmmmm! ¡Ahgg!

De ese momento en adelante todo fue placer para mí. La forma en que ella me estaba apretando era divina, inicié con el cosquilleo y estaba a punto… Sí, que rico se estaba sintiendo. El placer me empezó a recorrer cada punta nerviosa de mi piel yéndose a juntar cada sensación en los huevos acumulándose y tomando camino a lo largo del falo y lo sentí…

¡Aahhhh! —gemí.

¡¡Cindy!! ¡¡Cindy!! —Sólo podía decir su nombre.

¡¡Oh Cindy, estoy sintiendo algo…!! —Estaba terminando.

Pero no sólo fueron las contracciones, fue mejor. En cada micción sentía como expulsaba líquido, ¡Me estaba viniendo! Por Dios, qué sensación. No sólo estaba teniendo un orgasmo, estaba eyaculando y cada que apretaba los huevos sentía cómo salía más. No cabe duda, había descubierto lo que era coger y era la gloria con nombre… Cindy.

Mi tía giro la llave en el picaporte de la puerta de la entrada. Pasaba la media noche y le tocaba a ir a ver cómo estaba su hija y yo. Entro sigilosa por el temor de despertarnos pero le extraño ver el aro de luz alrededor del arco de la puerta de su recamara.

Siguió avanzando e imagino que su rostro se fue desfigurando al suponer lo que pasaba en su recamara, en su cama. Ella alcanzaba oír un leve pero constante golpeteo de la cabecera.

Adivino que sus ojos se abrieron más al escuchar mis gemidos revolverse con los de Cindy, ella al estar parada detrás de la puerta de su cuarto escuchando los sonidos de una pareja cogiendo supongo que dudo en entrar hasta escuchar detrás de la barrera de madera.

—¡¡Cindy!! ¡¡Cindy!! ¡¡Oh Cindy, estoy sintiendo algo…!!

Justo en ese momento mi tía abrió la puerta y me encontró apretando las nalgas sobre su hija. Me encontró en medio de las piernas de su princesa y eyaculando en su interior.

—¡¡PERO QUÉ ESTÁS HACIENDO CABRÓN, HIJO DE PUTA!!