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La vida de paula VIII

en Dominación

Hice ademán de irme.

 

"No, tu no puedes ir. Yo cerrar puerta. Tu infiel. Necesitas castigo para tu perdón." 

 

Este país está lleno de tarados, pensé.

 

"Vete a la mierda y déjame salí o la vamos a liar", le dije amenazante.

 

"Mahoma no quiere hembras infieles. Has de convertirte al islam" "me dijo el puto moro.

 

" Mira me convierto a lo que te salga de los huevos, pero abre la puta puerta ", Le grité visiblemente cabreada.

 

Se levantó y me soltó un guantazo.

 

"Tu necesita mucha educación", me dijo el Moro mientras me cogía de la mano y me tumbaba sobre sus rodillas boca abajo.

 

Intenté soltarme, pero era más fuerte que yo.

 

Así es que allí estaba yo, en tanga y sujetador sobre las rodillas de un moro que quería educarme....

Cogió un “julad mudafir” o eso le creí entender, que según vi al volverme era una especie de correa o de látigo corto que se sujetó en la muñeca.  Parecía como de cuero trenzado.

Pronuncio una especie de conjuro

“almar'at 'adnaa”, (la mujer es inferior) mientras daba un latigazo sobre mis nalgas.

 Hijo de puta, aquello dolía lo suyo. Por lo pequeño del látigo y la fuerza con la que azotaba debía de ser una flexibilidad máxima.

Otro palabra indescriptible

 

“almar'at laysat swa thlatht thuqub” (la mujer solo es tres agujeros)

 

Y otro fuerte latigazo en mis nalgas. Escocían como si te echaran alcohol sobre una herida abierta.

“albazar hu faqat lilmar'at 'an yukhti” (a la mujer el clítoris solo le sirve para pecar)

Otro latigazo más.

 

Perdí la cuenta de los latigazos, serían 20 creo yo, pero me escocía el culo enormemente, siempre acompañados de una frase ininteligible. Cuando terminó su orgía de latigazos, me dijo,

“Tú de pie” “Quita ropa”

Cortésmente me estaba invitando a desnudarme. No tenía muchas opciones así es que quité el tanga y el sujetador.

“Bien perra infiel, ahora nosotros orar. Tu repetir lo que yo decir”, me dijo mientras nos arrodillábamos en el camastro con la cabeza mirando hacia la meca y el culo hacia la puerta.

 

“ ya 'iilhi , khudh athami beyda eaniy

kama aibtaeadat ean alshrq min algharb.

allahum taharna min khatayana

kayf ytmu ghasl baqe fusatan 'abidin.

ya 'iilhi , ajeal hadhih alkalbat algharbiat alkafirat taetarif

eizmat hayilat min eala'.

ya 'iilhi , afeal dhlk eindama tustakhdam thuqubak alan mae

qasab almajid aldhy qadamtumuh li , 'iikhsab hadhih alkalbat , 'an 'anjab

walilkhadim yaqul lika.

'ant hqaan jadiratan bialthana' , 'ant , almjyd!

 

(Oh Dios mío, aleja mis pecados de mí

como tú alejaste el Oriente del Occidente.

Oh Dios mío, purifícanos de nuestros pecados

como se lavan las manchas de un vestido blanco.

Oh Dios mío, haz que esta perra infiel occidental reconozca la

Inmensa grandeza de Ala.

Oh Dios mío, haz que cuando ahora use sus agujeros con el

Glorioso bastón que me diste, fecunde a esta perra, para que engendre

Y para un digo servidor tuyo.

¡Verdaderamente eres digno de alabanzas, tú, el Glorioso! )

Ni puñetera idea de lo que decía. Yo repetía lo que podía con mayor o menor gracia, y repetía sus movimientos agachándose y levantándose.

“Tú, perra infiel, ahí quieta” me dijo, levantándose él y dirigiéndose a un cajoncito, Sacó una pastilla como de incienso, cortó un trozo, lo echo en una especie de almirez, prendiéndole fuego. Aquello produjo un humo de color violeta.

Me coloco el almirez bajo la nariz.

“Tu respira. Te relajara”, me dijo

Y ahí estaba yo, en el camastro aquel, sentada sobre mis talones con los pechos apoyados en el camastro, y respirando aquel…. Lo que fuera.

No olía mal, pero tampoco me atrevo a decir que relajara.

Le oí hablar en árabe por el móvil. Lógicamente ni idea de lo que dijo. A esas alturas ya sabía que ese puto moro iba a terminar fallándome.

Aquel humo me estaba produciendo un sopor, bastante importante. Joder, pensé, a ver si aquel cabrón me estaba drogando con aquello. Si me drogaba, y perdía el conocimiento, dios sabe lo que podrían hacerme y donde podría acabar.

Traté de incorporarme y apartarme de aquello. Imposible, mis piernas no me respondían. En esos momentos parecía que lo único que funcionaba en mi cuerpo era mi cerebro. Al rato, empecé a oir el chapoteo habitual de cuando estas follando. Pero no sentía nada

Absolutamente nada.

Pronto oí más voces en la trastienda. No estábamos solos. Hablaban en árabe por lo que lo único qu entendía eran las risas.

Poco a poco la pastilla que había en el almirez, se fue apagando. Cuando lo hizo del todo, y el aire se fue limpiando, note como mis músculos volvían a tener fuerza.

Así noté como tenía una polla metida en mi coño, y que me bombeaba con fuerza. En cuanto puede giré la cabeza. Había tres moros más, todos con las chilabas levantadas, y tocándose las pollas. La verdad es que estaban bastante bien armados.

Le pregunté:

“Qué coño es eso que me has puesto a oler?,

“ Tu, perra infiel, tranquila. Son unas plantas tranquilizantes como habrás comprobado. Me dijo el primer moro que es el que me estaba follando. “Amigos ayudan a mí a redimirte, perra infiel”

Me la sacó el moro, y me tumbaron boca arriba. Los otros tres se pusieron sobre mi cara y me dieron a mamar pollas.

Eran grandes, gordas y sucias y malolientes. Pero una tras otra, fueron entrando en mi boca. Por los aspavientos que hacían parece que les gustaba bastante cómo se las comía.

Todos fueron pasando por mis tres agujeros. Me decían tonterías como que me iban a preñar para que engendrara un nuevo árabe, para hacer más fuerte y poderoso el Islam, pero ninguno se corria.

En ningún sitio.

También tuve ocasión de comprobar lo que me decía el pollon la noche de marras, sobre la limpieza del culo. Tres la sacaron algo manchadas de él, y efectivamente tuve que limpiárselas con la boca.  Directamente repugnante. Me dieron varias arcadas, aunque contuve el vomito.

Cuando todos hubieron probado mis agujeros, los cuatro se pusieron en posición de rezo. Y estuvieron allí rezando sus oraciones e implorando que se yo.

Cuando terminaron, el de la tienda me dijo:

Hemos orado e implorado a Mahoma, para que nos de fuerza para inseminarte un digno representante de él. Definitivamente estaban muy pirados. Querían echar un polvo y se montaban todo ese sarao

Uno se tumbó en el suelo, me sentó encima. Me la clavó de golpe en el coño. Me llevó sobre él y empezó a morrearme. Lo hacía con mucho énfasis y ganas, metiéndome la lengua lo más adentro que podía, y soltando bastantes babas. Se movía lentamente. Note como otro me agarraba de las caderas. La enculada está servida, pensé.

Pero, me equivocaba, note como mi vagina empezaba a agrandarse ante la presencia de una segunda polla metida en ella.  Joder, esto es nuevo pensé. ¿Que querrían, follarme de dos en dos e inseminarme como decían ellos a pares?’

Volvía a equivocarme. Sentí más movimiento pro detrás, y noté como una polla se abría paso en mi ano, y casi a la vez, la cuarta se acopló en mi boca.

Empezaron a moverse con cierto ritmo y coordinación. Tenía cuatro pollas dentro de mí, la verdad es que me resultaba muy morboso, sentirme usada asi. Al menos aquello no era obra de mi marido. Debían de tener estudiado la forma de montar los cuatro a la vez a una mujer, ya que se colocaron fácilmente y no creo que tres tíos detrás se coloquen tan fácil. Seguro que no era la primera ni la última turista que montaban.

Así estuvieron un buen rato todos bombeando dentro de mí. Los del coño se corrieron prácticamente a la vez. Sacaron la polla los dos, momento en que aprovecho el del culo para metérmela en el coño y correrse también. Cuando terminó este, el de la boca ocupo su lugar, y rápido también se corrió en mi coño.

Cuando terminaron, hice intención de levantarme, pero me obligaron a permanecer en esa posición. El de la tienda, saco de otro cajón, una especie de consolador y me lo metió en el coño. Me lo estuvo moviendo dentro un buen rato. Cuando se cansó, le dijo a uno algo en árabe. Este trajo un dilatador, que seguro lo habían usado más veces, y no habían limpiado nunca, y me lo metió. Lo abrió a tope.

Acercaron un flexo todos miraban dentro. No sabía que es lo que esperarían ver, si salir de allí a la reencarnación de Mahoma, o que leches esperaban.

Sentí como hurgaban dentro de mi coño con algo. Al final lo entendí. Estaban intentando meterme todo el semen hacia el útero, por la cérvix.

En esa pose ya habría entrado una buena cantidad, y el resto lo empujaban con un palo parecido a un palillo chino hacia el agujero de entrada al útero.

Cuando se cansaron de tontear con el semen, el de la tienda, me dijo.

“Cuida bien a musulman, puedes llevar el vestido”

Que generoso. Como gratificación por según ellos quedarme inseminada del morito, me regalaban un vestido.

Me puse el tanga el suje y el vestido. Cogí el que me habían dado y salí de la puta tienda aquella.

Por un momento pensé ya verás cuando se lo cuente a mi marido.

Luego cambie de idea. Me miraría el culo en la habitación y si no había quedado marcado, no le diría nada. Lo mismo no le sentaba bien, y ahora precisamente estábamos pasando unos buenos días. Total, ya me había follado antes, y por su gusto.

Volví a la habitación y comprobé, que las marcas del culo eran totalmente defendibles. Asi es que el tema se quedaría así.

CONTINUARA