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La vida de paula

en Dominación

Pasado un buen rato uno de los hombres me hizo una señal de que me acercara a él.

A cuatro patas, recorrí el escaso metro que me separaba de él. Según me iba acercando a él, separo las piernas para que colocara entre ellas, se soltó el cinturón del albornoz, y se lo abrió.

Me encontré a escasos 10 cms. de una polla no demasiado grande pero tremendamente erecta sin duda fruto de la viagra.

“A ver qué tal mama polla la perra”, me dijo cogiéndome la cabeza y llevándola hasta su polla.

No tenía alternativa, así es que abrí la boca, y me la metí.

Lógicamente nadie tenía que decirme como mamar una polla, o eso creía yo.

Mientras se la mamaba vi de reojo, como los otros dos también se despojaban de sus albornoces y se acercaban hacia mi cara con sus pollas erectas. Había una especialmente grande y gorda, la del hombre que me había estado manejando con la correa.

Se puso uno a cada lado del que estaba sentado. Sus pollas quedaban ahora las tres a la altura de mi boca.

El que la tenía menos grande y gorda tomo mi cabeza y la llevó hasta su polla, que empecé también a mamar, luego al otro, y así un sinfín de veces, me cambiaban la cabeza de posición para que mamara una polla distinta.

Cuando parece que se cansaron de ese ir y venir, me cogió el de la polla gorda,

“Ahora perra, te voy a follar la boca”, me dijo

Me cogió la cabeza con fuerza, y me metió la polla en la boca. Empezó con un mete y saca rápido. En uno de esos movimientos, al meterla, empujó mi cabeza con fuerza hacia el haciendo que mi nariz pegase prácticamente con su tripa.

Tenía toda aquella polla dentro de mi boca, mi garganta…. No podía respirar. Tenía unas nauseas tremendas, tantas que al final no pude evitar vomitar.

El hombre me aparto violentamente, me dio un bofetón que me tiró al suelo

“Hija de puta, no sirves ni para mamar una polla en condiciones”, me dijo mientras se limpiaba el vómito con el albornoz.

“Levántate, zorra”, me dijo cogiéndome de los pelos y tirando hacia arriba de mí, “Seguiremos así hasta que seas capa de tragártela entera sin vomitar.

Volvió a meterme su enorme polla en la boca del todo, y yo volví a dar unas arcadas tremendas, aunque esta vez solo fueron babas lo que salieron por mi boca, cosa que tampoco le gusto, a juzgar por el tremendo bofetón que me volvió a dar que acabo nuevamente con mi cuerpo en el suelo.

“OK, cerda, se repite la historia. Seguiremos así hasta que aprendas”, me dijo malhumorado

Me ardía la cara, y me dolía la garganta de la presión de la polla y de la fuerza de los vómitos y arcadas.

Por un instante, recordé algo que leí cuando era más joven de “cómo hacer una garganta profunda y no morir en el intento”, eran cuatro consejos que nunca había puesto en práctica. Inclinar la cabeza hacia atrás para que la entrada del pene fuera limpia en la garganta, no tocarlo con la lengua, respirar por la nariz y mantener la respiración si la nariz quedaba aplastada con la tripa.

Seguí como pude aquellos consejos, y aunque al hombre no le hacía mucha gracia que echara la cabeza hacia atrás, comprendió que así me podía follar mejor la boca.

“Así, perra así, uhmmm que boca tienes puta, como tragas, te ha costado, pero al final has aprendido. Uhmmmm, sigue así tu marido estará contento. Tienes que aprender que eres tres agujeros y que solo sirves para dar placer a los machos., uhmmmm”

Noté un chorro caliente y espeso que llenaba mi garganta. No me hizo falta recordar las palabras de mi marido de que se tragaba todo, ya que aquello me lo tragaba si o si.

Era la primera vez que me tragaba el semen de un tío. No podía decir nada de su sabor, ya que por la forma de tragarlo no había pasado por las papilas gustativas.

El que terminaba de correrse, se dejó caer en uno de los sillones, aunque su polla seguía erecta él estaba cansado.

Otro de los hombres cogió la correa y tiró de mi hacia la cama.

“Aunque no se lo merece una perra como tú, túmbate zorra boca arriba, vamos a ir probando tus otros agujeros”, dijo en plan sarcástico.

Eso me preocupó bastante

Mi culo era virgen, y no sabía cómo reaccionaría sobre todo con la polla del que terminaba de correrse. Mi marido lo había intentado varias veces siendo novios, y nunca le había dejado.

El tío que me había ordenado tumbarme, tenía la cabeza entre mis piernas y me estaba comiendo el coño.

No puedo negar que, pese a lo inesperado de la situación, todo aquello había logrado hacer que me mojara.

“Mírala que zorra, está chorreando”, dijo entre risas mientras sacaba una de las manos llena de flujos vaginal mío enseñándoselo a los otros.

He de decir que no sé porque, pero tengo una gran facilidad para evacuar flujos vaginales. Eso es bueno para unas coas, pero resulta embarazoso para otras situaciones.

Mientras el otro tipo, se estaba encargando de mis tetas. Las apretaba y mordisqueaba mis pezones como si no hubiera un mañana.

“Joder que tetas tienes, puta, que duras y tersas. Claro normal en una zorra de tu edad”, decía sin dejar de comérmelas

Era lógico lo que decía, con mis 28 años mis pechos estaban totalmente en su sitio, y aunque nunca he sido especialmente tetona, si me sentía orgullosa de mis pechos.

Todos aquellos toqueteos incluso comentarios, no hacían sino provocar más salida de flujo de mi vagina. El que me lo comía se afanaba en con su lengua engullir todo lo que podía.

“Buahhh, zorra, vaya follada te vamos a pegar, pero sin prisas, tenemos toda la noche”

Su boca, su lengua sus dedos recorrían cada centímetro de mi coño, llegando incluso al ano.

La verdad es que estaba empezando a estar muy cachonda.

El hombre se puso encima de mí, veía la penetración inminente, empecé a sentir su polla por mis muslos, mi clítoris, mis labios, incluso mi vagina.

Esperaba la penetración cuando el de la polla gorda llego pegando voces

“Eh, eh, eh, de eso nada. Las perras no follan en la cama como las damas o las señoritingas, follan en el puto suelo que es para lo que valen.”

Mientras decía eso me cogió del pelo, y me arrastro fuera de la cama.

A cuatro patas tiró de mi hacia el lavabo.

“Vamos perra, seguro que aquí te sientes más cómoda”, me dijo mientras metía mi cabeza en la taza del inodoro. Bajo la tapa y dijo:

“Vamos ese wáter necesita una buena limpieza. Utiliza tu lengua para ello”

Joder, pensé yo. Me había bajado la lívido de golpe. Este tío está loco. Yo no pensaba lamer aquella taza por muy limpia que parecía estar.

“Vaya, ¿a la señora le da asco lamer la taza?, déjame ver si te convenzo.

“Uhmmm, mira tengo aquí la escobilla del WC. Seguro que te gusta sentirla más a fondo”, dijo mientras empezó a pasármela por los pezones.

El roce de las cerdas duras de plástico en ellos, era super molesto, pero al a vez, consiguió que se me pusieran duros como piedras.

Al momento el roce se tornó en golpes secos en mis tetas. Aquello si resultaba más doloroso.

“Vamos cerda, lame”, me decía el tío mientras golpeaba mis pechos.

Joderr, entendí que no me quedaban muchas más opciones que obedecerle, así es que saqué la lengua y empecé a hacer que lamia la taza. Los golpes en mis pechos pararon para comprobar si realmente estaba lamiendo.

Note como unas manos separaban mis rodillas. Mi coño estaba ahora mucho más expuesto.

“Vaya, vaya a la perrita le gusta jugar…. Bien pues vamos a jugar” me dijo el hombre pasando con cierta presión la escobilla por mi coño.

Aquello si que resultaba doloroso, sobre todo cuando las cerdas tocaban mi clítoris. Bajé mi cabeza más y apoyé mi lengua sobre la taza del inodoro.

“Bien, bien, veo que vas comprendiendo, pero te sigue faltando motivación, y voy a dártela”, dijo el tipo mientras me golpeaba con fuerza las nalgas con la escobilla.

Aquella sensación era como si te pincharan a la vez en diferentes sitios de las nalgas con objetos punzantes. No era nada agradable, y yo ya me afanaba en pasar mi lengua visiblemente por toda la zona de la taza a la que llegaba.

Cuando se cansó de darme en el culo, empezó a golpearme el coño

“Vamos zorra, lame con más brío”, decía mientras centraba los golpes en el clítoris en el ano y en la entrada de la vagina.

Yo no podía evitar el moverme y lanzar algún quejido a cada golpe lo cual parecía envalentonar más a los tres viejetes.

“Vaya veo que estas muy mojada, eso es que quieres follar, seguro que la escobilla lo hará perfectamente,” dijo el tío con voz burlona.

Eso no lo harán pensé yo, pero las manos de los otros dos tíos, sujetándome por las caderas, y separándome los labios vaginales, para dejar toda la vagina al descubierto, me hizo cambiar de opinión.

Al momento sentí, las primeras cerdas de la escobilla, impactando con mi vagina. No podía moverme, la tapa del WC sujetaba mi cabeza a la taza, a la vez que la presión de las manos de los dos hombres empujaban mi cuerpo contra la taza del inodoro.

Las cerdas, fueron penetrando una detrás de otra en mi vagina. Al toparse con la pared de la vagina resbalaban por ella produciéndome un considerable dolor hasta que penetraban en mi vagina. Así una tras otra fueron colándose en mi interior. Yo empecé a chillar.

“Calla perra y lame” Me corrigió el hombre de la escobilla, dando a esta un fuerte empujón.

No pude evitar pegar un buen grito.

Yo no veía la escobilla, pero notaba mi vagina ya muy abierta y con un montón de puntos de dolor. Cada vez que la escobilla penetraba un poco más, era jaleado por los tres hombres, produciéndome que los puntos de dolor fueran trasladándose de un sitio a otro cada vez más dentro de mi vagina.

El tío siguió empujando hasta que empecé a no notar pinchazos en la entrada de la vagina, lo que me hizo suponer que la escobilla ya había entrado en su totalidad en mi coño.

Así era, note como me rascaba por dentro en todo el contorno de las paredes de la vagina, incluso como la punta de la escobilla, topaba con la cérvix.

Lo peor vino cuando empezó a mover la escobilla dentro de mí. Afortunadamente mi facilidad para lubricar había hecho más fácil y menos dolorosa la penetración con aquello. Pero a cada cm que entraba, cerdas de la escobilla arañaban las paredes de la vagina, produciendo un gran dolor. Yo apenas podía gritar, mi cara estaba literalmente aplastada contra la taza del inodoro.

“Así, perra, bien folladita”, decía mientras movía la escobilla dentro de mi coño, en un interminable raspado dentro. Llegó incluso a sacarla y meterla de golpe. Cuando se cansó de torturar mi coño, dijo:

“Uhmmm, tragas bien por el coño también, pero no serias una buena perra, si no tuvieras un rabo. Seguro que la escobilla en tu culo, hará de un rabo perfecto para ti.

Me revolví. Era imposible que aquella escobilla entrara en mi culo, y si lo hacían a la fuerza seguro que me producirían muchos daños en el ano y recto.

CONTINUARA