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Su nombre es Alex 7

en Lésbicos

Doy las llaves al valet parking, desde que salimos del vehículo.

- ¿Me haces el honor? - dice mi madre extendiendo la mano.

- El honor es todo mío - hago reverencia y tomo su mano - por cierto, hoy estás muy hermosa - digo mientras caminamos por el puente de madera con luces- ¿alguna ocasión especial?

- ¿Entonces las otras estoy feas? - se hace la ofendida.

- No, claro que no, mamá- corrijo - es sólo que hoy deslumbras. También el detalle de que estoy presente.

- Y no sólo tú, hay alguien más a quien quiero que conozcas.

- Buenas noches - saluda el portero.

- Buenas noches - pronunciamos a unísono.

- ¿Quién es esa persona? - quise saber mientras admiraba el lugar.

- Ya la conocerás. Lindo lugar, ¿no?  - pregunta mi madre al ver mi fascinación.

- Buenas noches, señoras. ¿Cómo están? - nos saluda un joven de unos 23 años.

- Muy bien, gracias - responde mi madre. Yo solo asentí.

- ¿Desean una mesa apartada, en el la parte de afuera o aquí en el salón?

- Ya tenemos reservación, así que sólo sería ubicarnos - respondo amablemente.

- Oh, bien. Siendo así, ¿cuál eligieron usted y su señora?

- ¿Mi señora? - pregunto con extrañez.

- Mi amor, puedes ser libre en este lugar. Mi esposo no viene a estos lugares - mi madre besa una de mis mejillas.

》 Joven, tenemos la mesa xxxx.

- Claro, vengan conmigo.

- ¿Qué fue eso? - pregunto confusa.

- Ay, mi amor, ¿dónde está tu sentido del humor?

En el recorrido me fijé mejor en el lugar. Todas las mesas estaban cubiertas de manteles rojos y blancos, y en su centro se posaba una botella de vino, servilletas de tela y dos envases parecidos a saleros.

Las mesas y sillas eran de madera, y las segundas contaban con diseños incrustados.

Las paredes estaban cubiertas con cortinas de un rojo más intenso que los manteles y diseños dorados. En el techo, colgaban algunas lámparas, habiendo una más grande en el centro de todo el restaurante.

El piso también era de madera, pulida. Debe costar una fortuna tomarse un vaso con agua en este lugar. Dejamos de avanzar y puse atención a lo que pasaba.

En la mesa del fondo, que teníamos al frente, un hombre alto y corpulento salía de su silla para abrazar y besar a mi madre. Era Marcos. Tan impecable y elegante como siempre.

- Hola, Estefany. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez.

- Hola, Marcos. Mucho tiempo en verdad - estiro la mano para saludarle. La estrechamos.

- Amor, ¿cuándo es que Estefany me va a sorprender con un abrazo? - pregunta a mi madre. - ¿Siempre es así de formar?

- Se podría decir que sí. Es quisquillosa con el espacio personal.

- Eso está bien sólo para los extraños. Ya somos casi familia. Pero vamos, sentémoslo.

- ¿Dónde está Leila? ¿No ha llegado?

- Sí. Anda resolviendo un pequeño inconveniente por teléfono, no debe tardar.

- Y dime, Estefany, ¿cómo van las clases?

- Van bien - respondo con desgana.

- ¿El amor? ¿Alguna chica en ese corazón?

- Sí, tengo un amor - forzo una sonrisa.

- Es la misma chica de siempre. Esa mujer es una dulzura, un tesoro. - agrega mi madre, en vista de mi poca información.

- ¿Quién es Leila? - pregunto.

- Leila es mi hija, no tarda en llegar. Anda por ahí cerca. Mejor que ella se presente.

Entonces vino la hija del grandulón..., digo a mis adentros. Debe ser igual de enorme. Ha de ser una cena muy especial que hasta ella está presente.

Mamá y Marcos siguieron conversando animadamente, yo me limité a mirarlos de reojo, interesada al aspecto que debía tener la hija de este.

El novio de mamá debía medir 7 pies y algo, su pelo canoso mostraba la experiencia que vuelve loca a las chicas de mi edad. De mandíbula fuerte y cuadrada tan bien afeitada que aparentaba pertenecer a la de un lampiño, sin embargo, sus gruesos dedos peludos aclaraban el mal entendido. Su voz era grave, la cual encajaba perfecta con sus rasgos faciales. Hombre de labios gruesos y anchas fosas nasales, de temperamento pasivo, pero mirada ruda.

Su hija ha de ser la señorita Tronchatoros, si se parece a él.

- Oh, pero si ya están aquí nuestras damas - busco la proveniencia de la voz profunda que articulaba - espero no haberlas hecho esperar mucho tiempo - continúa posando un brazo en los hombros de mamá.

》 Hola - se acerca sonriente - mi madre se levanta de la silla - se dan un  beso de lado- usted debe ser la tan mencionada Maritza - dice aún sonriente - me han dicho maravillas sobre usted.

- Sí, así es. Encantada de conocerte, hija. - responde mi madre igual de sonriente.

¿Qué clase de espécimen es este? - pregunto a mis adentros.

Leila es una mujer alta cerca de los 30 años si es que no los tiene, cabellos cortos color negro azabache, nariz perfilada y labios prominentes ocultando unos dientes blancos y alineados. Mulata de piel intacta, cuerpo de diosa y elegante caminar.

- Y tú - pronuncia acercándose con su vestido rojo vino como sus labios - has de ser Estefany - no dije nada.

》 Mucho gusto - dice poniéndose a mi altura y besando mi mejilla, dándome inmejorable visión a su escote sin sostén - Leila.

- El gusto es mío, Leila - respondo haciendo contacto con sus ojos con heterocromia parcial.

- Ven, hija, siéntate por aquí - dice Marcos, desplazando y sosteniendo una silla para Leila.

- Siempre tan caballero - responde la diosa, sonriendo y tomando haciendo.

- Ahora si podemos ordenar la cena - continua Marcos sentándose también.

La cena no resultó tan desagradable como las anteriores, el carisma que Leila desprendía terminó contagiándonos a todos, incluyéndome a mí.

Como antes sospeché tenía 30 años. Mujer sin hijos ni esposo y sin intensiones de tenernos. Se encargaba de administrar el negocio de su padre en España, sin embargo, planea quedarse a vivir un buen tiempo aquí y manejarlo desde acá.

Marcos y su hija parecían tener una relación bastante buena, su complicidad es incluso mayor a la que muestra con mamá, y eso ya es decir mucho.

- Ya que hemos terminado de cenar, incluso bromeado mucho, quiero decirles - a Leila y a mí- que esta cena tiene un fin más específico que compartir los cuatro, no es que diga que eso no sea importante - se corrige.

- Sí, papá, ve al punto. Todas te entendimos - dice su hija con amabilidad.

- Prosiguiendo... Estefany, tú mamá y yo nos conocemos hace tiempo ya, y nuestra relación es casi perfecta, y digo casi no porque haya algún fallo, sino porque podría mejorar - besa la mano de mamá al concluir la oración.

》 Por eso, para llegar a la perfección, hemos decidido dar otro paso, pero antes queríamos la aprobación de ambas, ya que a final de cuentas seremos familia.

》La cuestión es: hemos decidido casarnos y queremos saber qué piensan nuestras únicas hijas sobre este compromiso.

- ¡Me parece maravilloso! - responde Leila sin hacerlos esperar - ¡Cielos, es una noticia estupenda! Muchísimas felicidades - dice parándose y abrazándolos emocionada.

Se me nubló todo en ese instante. Mamá se casaría otra vez. Y con Marcos.

- ¿Estefany, me escuchas? - mamá llama mi atención

- ¿Qué? Ah, sí, escucho. - contesto aún inmersa en incredulidad.

- Esperamos tu opinión, hija - continúa Marcos - ¿Apruebas esta unión? ¿Me dejas unir mi vida a la de esta mujer que amo tanto?

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Saludos desde la Rep. Dominicana!