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Su nombre es Alex 5

en Lésbicos

Ya han pasado tres semanas desde que Alice y yo tuvimos esa conversación tan intensa, ella sigue negativa a la idea de arreglarnos y he intentado casi todo. Sin embargo, no veo mejoría.

Se niega a todo, y presiento que ya ni está molesta. Creo que sólo quiere ver cuánto puedo insistir. Como si en este momento de mi vida necesitara más complicaciones.

El reloj marca las 3:50 am y no he pegado el ojo a pesar de sentirme tan cansada.

Una gota caliente muere en la almohada, producto de mi tristeza sin razón específica. Levanto la espalda de la cama y estrujo mis ojos, como si la pared me pudiera dar la respuesta que no obtuve del techo.

 Los pensamientos tienen un poder enorme, te pueden poner tan vulnerable. Tan débil. Tan yo en este instante.

Fastidiada de estar sentada en la cama, pensando y mirando prácticamente nada, levanto el trasero y camino con pereza hasta la mesa de estudio dentro de la habitación. Ya sentada, empiezo a hojear un libro de Histología tratando de llenar mi mente para ahuyentar los pensamientos que comienzan a afectarme emocionalmente. Pero en realidad, ¿de qué sirve llenar mente cuando se siente el alma tan vacía?

- ¿Cómo mierda me hará sentir mejor reconocer los epitelios? - me digo con voz audible al cabo de lo que creo que fue una hora-.

Cierro el libro con brusquedad y paso el resto de las horas paseando y tocando todo lo que pueda entretenerme. Hasta terminar nuevamente en la cama, mirando el techo sin respuestas.

Tumb! Tumb! Tumb!

- ¡Está abierta! - grito para que pase.

- Buen día, cariño - saluda mi madre sonriente. La punta de su corto cabello negro rozaba sus hombros mientras cruzaba la habitación.

Me besa en la frente.

- Buen día, mamá - le devuelvo la sonrisa.

-  Tus ojeras van en progreso. ¿No haz dormido hoy tampoco? - dice sentándose en el borde de la cama.

-. Dormí, es que desperté temprano - mentí.

-  Creo que se te olvida que soy por profesión

- ¿Querías algo? - pregunto, cambiando de tema.

- Sí. - ella hace lo mismo - Hoy Marcos nos ha invitado a cenar, así que quiero que estés lista a las 6:00 p.m. en punto. Vamos a un nuevo restaurante, el que hicieron sobre el mar, no recuerdo bien el nombre, se lo pediré a Marcos después. Desde que salga de la clínica paso por ti, así que te quiero lista.

- Vale - digo con desgana. - A las seis en punto.

- Que ánimos...

- Es que no tenía ganas de salir, no es la salida en sí - miento otra vez.

- Bueno...  - me mira con dudas - está bien. -  se pone en píes - nos vemos en la noche.

- Hasta después, mamá.

Marcos. Marcos. Marcos. Que pereza con ese hombre que o me cae para nada. No es que sea mala persona, nunca he sabido nada malo de él y aparentemente es un tipo decente, y se ve que quiere mucho a mi madre. Sin embargo, tiene un no-sé-qué que no deja que me caiga bien del todo, no es que lo odie, sólo que su compañía me pone inquieta.

Ya ellos debían de tener algunos dos años de ser pareja, mamá lo conoció en un congreso médico en la cual ella tenía participación, recuerdo lo hermosa que estaba ese día. Marcos se le acercó para felicitarle al final, hablaron unos minutos y quedó encantada con él. Tanto que de regreso a casa él fue el tema central.

Después de varias citas entre ellos, tuve la invitación a una y me dieron la noticia que ya venía sospechando: eran pareja. Sentí felicidad al ver a mi madre ilusionada en el amor otra vez, así que no dije nada de mi inquietud y les felicité sonriente. Total, ella no se opone en mis relaciones, yo no lo haría en las de ellas.

Me desperezo y levanto de la cama, con mi estómago suplicando comida.

Después de asearme bajo las escaleras camino a la cocina.

- A ver que nos sale hoy - digo en voz alta mientras abro las puertas de la despensa, siendo consciente de mis talentos culinarios y la avería del tostador.

Tomo la funda de pan y pongo uno a tostar en la estufa.

- Recuerda, como dice mamá "no subas tanto en fuego" - me digo mentalmente, teniendo en cuenta las veces que lo dejé quemar.

Mientras se tuesta, saco los embutidos y los corto con lentitud; se los pongo al pan que noto aun blando.

- Quizás el fuego esté muy bajo - me digo a mi misma subiendo las llamas y hurgando nuevamente en la nevera.

Cena con Marcos... Genial.

Mi teléfono vibra. Nueva notificación.

"El lugar se llama: Restaurante el marinero. La dirección es xxxxxx" - envía mi madre.

"Ok" - le devuelvo.

Rápidamente bajo hasta el perfil de Alice, llevándome la decepción de no encontrar ningún mensaje, aun estando ella en línea.

"Buenos días" - le escribo. Continúo revisando, esperanzada de que responda.

Llega otra notificación, esperanzada de que sea ella, salgo del chat donde me encuentro.

"Buenos días, Estefany" - decía el mensaje.

Río y contesto.

"Buenos días, Alex"

" Cómo le amanece, Srta.?

" Bien, sin mucha queja. ¿A ti?"

"Bien, igual. Muy hambrienta jeje"

" Ya somos dos"

" Vamos a desayunar donde Doña Teresa. Tengo antojo de sus sándwiches"

" Iría, pero ya me hago desayuno"

"Segura no le huyes a Elena?"

"No! Aunque debería..." - no puede evitar sonreír.

" Cielos! Vuelve loco a cualquiera"

"Y me lo digas, pero seguro es la edad"

" Así justificas tu etapa de adolescencia?, porque yo a esa edad no era así"

"No, yo tampoco, pero hay que ayudarla un poco"

"Es que ella es mucho con demasiado, pero me río mucho con ella. La próxima vez le grabo un audio. Para recomponerme en mis momentos de tristeza, ya sabes.

"Sí, me di cuenta la otra vez."

"Cómo no hacerlo con todo lo que dijo? ¿Qué te preparas?"

 En ese preciso momento capté un fuerte olor a pan quemado.

- ¡Mierda! - vocifero.

Dejando el teléfono en algún lugar corro a ver el desastre. Tomo el intento de sándwich y veo la superficie totalmente negra. Con un cuchillo lo raspo, teniendo ilusión de hacerlo comestible. De nada sirvió.

 Tiro todo a la basura.

" Preparaba. Lo he echado a perder. Nos vemos donde Doña Teresa"

" De acuerdo ;)"

Salgo disparada al establecimiento.

Mientras conduzco mi estómago ruge igual o más que la vieja y destartalada camioneta verde a mi izquierda, ocupada por un señor con la misma facha que esta. Me guiña un ojo y sonríe en plan de galán, dándome paso a mirar su amarillenta e incompleta dentadura. Cuando el semáforo cambia a verde tira un beso y forza su chatarra a acelerar más de lo que puede haciendo que saliera una gran cantidad de humo negro, creándome la duda de si a esta altura de la época aún existen vehículos que funcionen a carbón.

Cruzo ocho semáforos más y en 35 min. ya estoy en el café.

 Estaciono y al entrar me saluda el delicioso olor de café recién hecho.

Con la mirada, busco la presencia de Alex, y sin mucho esfuerzo unos risos me dan su ubicación. Está sentada en la misma mesa de la otra vez. Me acerco vacilante.

- Casi empiezo sin ti - dice Alex con los ojos clavados en un libro diferente al de la última vez.

- ¿Hambrienta?

- Hambre no es el término que define lo que estoy sintiendo ahora. - contesta cerrando el libro y mirándome al fin-.  Sí que tardaste - dice mientras mete el libro de portada oscura en un bolso marrón -

- No todos vivimos a dos esquinas de aquí - digo en defensa.

- Buen punto - responde pensativa. - ¿Qué vas a pedir? - señala la silla que da a su frente.

- Hola, Estefany. Hola, Alex. ¿Cómo están hoy? - saluda Daniel, el hijo mayor de Doña Teresa.

- Hola, Dani. Todo bien, ¿y tú? - responde Alex sonriente. Yo me limité a sonreír y asentir mientras leía el menú casi memorizado.

- Viento en popa. No sabía que se conocían.

- No lo hacemos – dice Alex – tratamos de.

- Oh, me parece bien que estés conociendo a la gente buena de acá – contesta Daniel con simpatía.

- Gracias por lo de buena. Es toda una suertuda y ni lo sabe – le agradezco.

- Eso lo veré en el transcurso – aclara Alex dirigiéndose más a mí.

- Tranquila, Estefany es de las mejores. Y díganme, chicas ¿Qué van a querer hoy?

- Mmm... quiero un sándwich de queso y pollo y un jugo de naranja. También un cappuccino mediano, pero eso tráelo después de que me coma lo anterior - respondo.

- Bien - contesta mientras lo anota en una libreta pequeña - ¿Alex?

- Dos sándwiches igual que los de ella y otro de jamón. Tráeme un licuado de fresa y un flan de leche.

- Comes como ex presidiaria. - dice Daniel sonriendo y anotándolo en la libreta.

- Debo alimentar mis cinco estómagos. También trae un cappuccino.

Daniel se va.

- ¿Qué? - interroga Alex mi expresión incrédula.

- ¿En serio vas a comerte todo eso?

- Obvio. Por algo lo ordené -sonríe-.

- Cielos... ¿Cómo te mantienes así?

- Oh, gracias - sonríe otra vez - Fui bendecida por Zeus.

- Yo diría que por Afrodita... -cerré la boca al instante-.

Alex levantó una de sus espesas cejas y disminuyó su amplia sonrisa a solo la elevación de una comisura labial.

Con la misma expresión abrió sus labios dispuesta a soltar cualquiera de sus comentarios directos, pero justo en ese momento apareció alguien.

- Hola, Estefany - saludó una voz chillona.

- Hola, Elena. ¿cómo estás? - sentí ganas de abrazarla.

Si en el pasado algún adivino me hubiera predicho que agradecería la presencia de aquella chica habladora los hubiera demandado por estafa.

- Muy bien, ¿y tú?

- Igual. ¿cómo te va en la escuela? ¿la vida? ¿algún amor?

- ¿Por qué ese interés repentino en mi vida? - encoje el entrecejo.

Alex suprime una risita. Sentí ardor en mi rostro.

- Sí, Estefany. ¿y ese repentino interés? - me mira fijo.

- Si no lo ha notado, deje que se lo explique - le habla Elena a Alex - esto es una conversación de dos personas. A y B, no A, B, C y demás letras. Así que, por favor, ahorra tus... - la mira de arriba a abajo con desprecio - aportes.

Alex y yo nos miramos.

- Oh, mil disculpas -  se levanta de la silla.

- ¿Dónde vas? ¿te irás por lo que dijo? Es cosa de niños, no hagas mucho caso.

-  Tengo casi diesiséis, ya soy una mujer.

- Claro, claro - respondió Alex.

- ¿Tienes problemas cognitivos? - arremete.

- Ya, vale. Lo siento - levanta los brazos en rendición. - Voy a dejarles espacio - me guiña un ojo - luego vuelvo.

Elena toma el lugar de Alex de inmediato.

- Y dime... ¿por qué el interés? - pone voz melosa y atrapa una de mis manos.

- Nada en particular, sólo... quería saber y ya. - finjo un bostezo para zafar la mano llevándomela a la boca.

- Entiendo - sonríe no muy convencida. - los estudios bien, en la vida bien y en los amores hay muchos babosos detrás de mí. Esos niños hablan tantas estupideces en menos de un minuto, ¿puedes creer que haya personas así?

- No, la verdad no me hago la idea... -miro a otro lado para disimular. Veo a Alex hablando con doña Teresa.

Minutos más tarde me pregunté ¿dónde esta niña se apaga? Cielos santos, parece un evangélico en campaña. Blah, bla, bla, bla y más bla. Alex nada de venir para darme la mano.  Error meterle tema, ella que sin preguntar habla demás, era de esperar.  Sus labios no duraban un segundo separados y no creo que mi cara esté disimulando mucho.

- Hey, ¿me estás oyendo?

- Sí, claro. – sonrío forzadamente.

- Ajá, ¿y por qué no hablas nada?

- Es que estoy analizando tu caso.

- ¿Y tu conclusión es? - pregunta con impaciencia.

- Que tienes toda la razón - respondo sin idea de lo que había dicho.

- Exacto, al fin alguien me comprende.

Me aliviaba el hecho de que haya funcionado, conociendo a Elena, volvería a contar todo desde el principio, incluso con más detalles para que la comprensión fuera mejor.

- Elena - la llama su madre desde lejos. No tiene buena cara.

- Sí, mamá, ya voy a seguir trabajando -  articula fastidiada, mientras deja el asiento. - Seguimos hablando después, hermosa - sonríe y se va, no sin antes fulminar a Alex con la mirada.

- ¿Qué hacías? - pregunto a Alex.

- Nada relevante. Preguntaba cosas del lugar.

- ¿No hiciste nada para que se fuera Elena?

- Sí, también un poco de eso. ¿querías que se quedara? Puedo hacerla volver, sólo debo...

- No, no, baja ese brazo - la veo reír - estuve a punto de mandarla a callar.

- Pero querías saber tantas cosas de ella. La escuela, los amores... - dice sarcástica.

- Sí, pero habla demasiado. Si tan solo la hubieras escuchado.

- ¿Recuerdas cuando dije que con esa niña se podía hacer comedia?

-Sí.

- ¿Y cuándo mencioné grabarla?

- Sí, pero eso no tiene nada que... ¿la grabaste? - pregunto incrédula.

- No, cómo crees. Yo estaba con Teresa

- Ah - conteste - ¿entonces qué con eso?

"- Y dime... ¿por qué el interés?"

"- Nada en particular, sólo... quería saber y ya."

"- Entiendo. Los estudios bien, en la vida bien y en los amores hay muchos babosos detrás de mí. Esos niños hablan tantas estupideces en menos de un minuto, ¿puedes creer que haya personas así?"

"- No, la verdad no me hago la idea..." - reímos en esta parte.

- No vi tu teléfono en la mesa - Alex calla la grabación.

- Eso es porque estabas muy ocupada mirando el techo aclamando paciencia.

- Eres cruel, pero excelente observadora.

- No mucho - me guiña el ojo.

Pasados alrededor de 15 minutos para ver nuestro desayuno. Si la orden de Alex me parecía exagerado la idea se triplicó al ver toda esa comida de su lado.

- Imagino que todo tu dinero lo gastas en comida. - opino mordiendo el sándwich-

- La mayoría de él. Es que comer es tan placentero, aparte no con cualquier cosa se me calma el hambre esta.

- Millones de mujeres han de envidiarte. - sonrío.

- Lo sé, lo sé... Cuéntame un poco de ti.

- Mi vida es aburrida y monótona. Fin.

- Sí, pero ¿a qué te dedicas?

- Estudio medicina, soy monitora de anatomía donde gano un poco de dinero. Emm... vivo con mi madre que es médica, soy hija única... La verdad no hay mucho que contar.

- ¿Y en el amor?

- Para hablar de eso primero debes saber que soy lesbiana.

- ¿En serio? Mira que no se nota para nada - comenta sarcástica.

- Ja... Ja... Como decía ... Actualmente estoy pasando por una situación incómoda con mi... Pareja.

- Debe ser muy grave que te hace dudar si aún lo son.

- Digamos que sí.

- ¿Dónde estudias?

-  En la Juan Gonzales Peguero. ¿Tú qué estás estudiando ahora? - interrogo.

- No, todavía no me organizo bien en este nuevo hogar.

- ¿Pero antes lo hacía? -quise saber.

- Por supuesto.

- ¿Qué carrera?

- En realidad no me refería a una carrera universitaria.

- ¿Entonces qué?

- Cursos y talleres.

- Interesante... ¿De qué tipo? - le doy un sorbo al jugo.

- Del tipo que necesite. Son muy variados. - dice y al instante muerde el segundo sándwich.

- Eso no es un tipo. - digo vagamente.

- Sobre economía, salud, política, leyes, artes, psicología, etc.

-  O sea que sólo te dedicas a aprender cosas al azar.

- No, al azar no. Las cosas que me exigen el diario vivir.

- ¿Cuál con interés profesional? -

- Todos - respondió antes de dar el último mordisco al sándwich de jamón. - bueno, hay uno que no, es pura pasión.

- Entiendo, quiere decir que recorriste muchos centros de estudios.

- Yes, Mrs.

- ¿Dónde estudiaste algunos de ellos? – quise saber

- España, su mayoría.

- Interesante. Me gustaría poder hacer alguna que otra maestría.

- ¿Es dónde vivías antes de acá? Me dijiste que llevas poco tiempo por aquí.

- Se supone que yo iba a ser la de las preguntas - responde sonriente.

- Estoy segura que tu vida es muchísimos más divertida e interesante que la mía. Otro día te cuento.

-   De acuerdo - acepta resignada. - Antes de acá residía en España. Duré seis años allá.

- Ostia, tía- bromeé con el acento. - giró los ojos con agrado - ¿tienes familia allá?

- No, ninguna.

- ¿Y qué te llevó hasta allá?

-  Vivía con mi hermana y una ex pareja. Pero me vine con mi hermana hasta acá.

- Ah, entiendo. ¿y tus padres, dónde viven?

- No, ellos murieron en un accidente.

- Oh, lo siento. ¿Ya estoy preguntando mucho, ¿no?  - me disculpé.

- No, tranquila. Murieron hace doce años, el tema me afecta poco.

- ¿Qué edad tenías en ese entonces? - quise saber.

- Trece años.

- ¿Ahora tienes, veinticinco?

- Falta poco para los veinteseis. ¿Cuántos tienes tú?

- Veinticuatro, cumplidos no hace tanto.

- Soy mayor que tú, pequeña.

- Sí, eres todo un fósil prehistórico.

- Debes guardarme respeto y obediencia.

- Sí, señora anciana.

- Ay, esta juventud de hoy día, ya no respeta sus mayores. - se lamenta con decepción fingida- En mis tiempos, cuando era niña, cosas como estas no se veían.

- Los tiempos cambian, ya sabes. Somos una generación rebelde.

Ambas reímos.

- ¿Qué te trajo a vivir acá? - entonces pregunté.

 La pequeña curvatura de sus labios pasó a formar una línea recta y sus ojos me rehuyeron. ¿fue ésta una mala pregunta?

- Cambiar los aires - respondió después de un corto silencio.

- ¿ Y cómo te ha caído este cálido país? - no quise indagar.

- Hasta ahora, muy bien. Tiene buenos ciudadanos - capté la indirecta y me alegré.

- A excepción de Elena, ¿no? - señalo con los ojos a la adolescente que no le quita la mirada.

- Si supieras que es una de las personas que más me alegra el día. Es divertido ver como alguien intenta fastidiarte y termina fastidiándose a sí mismo.

- Y que lo digas..., sólo nota como te mira - volteó hacia Elena - su cara delatan odio y crueldad hacia tu persona - pongo tono dramático.

- Ah, ¿lees rostros? ¿El mío que dice? - pregunta, divertida.

- Dice que... No te importa.

- ¡Oye! Pero si se te da muy bien - expresa - ¿Tienes toda tu vida residiendo por acá? - entonces preguntó.

- Desde que tengo uso de razón. Mis padres la compraron al casarse.

- ¿No te aburre? Digo, eso de ver las mismas personas todo el tiempo, el mismo camino, misma casa...

- Sí, a veces. Pero es una casa cómoda.

- No lo dudo.

Ya para este punto de la conversación habíamos terminado toda la comida y degustábamos los últimos sorbos del café casi frío.

Alex se bebió todo lo que quedaba de un solo trago, paso su mano por los risos miel de su mata de pelo, la vi escarbar en su cartera. Era hora de irnos.

- Descuida, yo lo pago - le dije.

- No, yo invité, yo pago. Descuida.

- ¿Y eso qué?

- ¿Quién invita no es quién paga?  ¿tú me invitaste?

- No necesariamente - saco la billetera.

- ¿Sabías que eso también es machismo? - abre su monedero.

- Sólo quiero hacer el agrado - subo los ojos al cielo.

- Pues hazme el agrado de dejarme pagar.

- Claro, claro. - Empiezo a caminar a la caja, me agarra del brazo.

- Oye, hazme caso. - me toma delantera.

- Claro, claro. - Troto hasta estar delante de ella.

- Déjame pasar - se queja al ver que estoy obstruyéndole el camino. -

- Sí, desde que pague. -extiendo los brazos horizontalmente.

 - Ok...- intenta cruzar por mi lado derecho, se lo impido, pero de inmediato logra zafarse.

Corrimos entre risas por el establecimiento y los clientes no hacían más que mirarnos con caras interrogantes. Al terminar la distancia entre nuestra mesa y la caja ambas llegamos al mismo tiempo

- Cóbrese - dijimos al unísono mientras le extendíamos un billete de la misma cantidad a doña Teresa.

Ella nos miró, como analizando a quien tomarle el dinero. Hasta que al fin dijo:

- Tranquilas, por el trato de mi hija, la comida va por la casa.

- ¡Usted también! - dijimos las dos.

- Sí, y no quiero quejas - dijo divertida.

- Oiga, así no vale. - me quejé.

- Estoy de acuerdo con la machista. -agrega

- ¿Cómo que machista? - la miro de reojo.

- Ya, ya, las dos a discutir fuera de la fila. No dejan pasar a los demás.

- Oye, chica - me habla un muchacho alto y moreno - si quieres puedes pagar la mía - dijo sonriente.

- No le hagas caso - se mete la chica blanca que iba de su mano - anda paga.

- Tú deberías tomar un ejemplo de su novia - agrega el muchacho -. Dime, chica, ¿dónde se consiguen esas que pagan la cuenta? - me pregunta en broma.

Su novia le pega en el brazo.

- Adiós, adiós. - nos despide doña Teresa - saludos a tu madre, Estefany. Hace mucho no le veo.

- La clínica la tiene muy atareada, últimamente ni yo la veo. Le daré su saludo, pase buen día.

Nos despedimos de ella y la pareja de novios interracial.

- ¿Ahora a dónde vas? - pregunta Alex, mientras caminamos.

- A mi casa, a mirar el techo -respondo sin importancia.

- Cielos. Que agenda tan saturada.

- Sí, pero hoy es poca cosa. Hay días que es una locura. Ayer, por ejemplo, tuve que mirar películas casi todo el día.

- Mierda. Imagino el estrés que tuviste después de eso. - llevó sus manos al tórax dramáticamente.

- Fue horrible, pero alguien tiene que hacerlo.

- No, en serio, ¿no tienes nada para hoy?

- Tengo una cena pendiente, pero eso es más tarde.

- ¿Con tu novia? - interroga sin ganas.

- No, con mi mamá y su novio.

- ¿Dónde es eso?

- En el restaurante nuevo ese, que queda en el mar

- Ay, sí. Oí sobre él y sus precios galácticos.

- Es cosa del novio de mi mamá. Ahora tendré que dejar estos hermosos Vans y cambiarlos por zapatos decentes.

- Que tragedia.

- Debo ir lo más elegante posible y mis amigos no cuadran en el objetivo - digo con desgana señalando mis pies.

- ¿Es una cena o una noche de gala? - Sonríe- lo digo por "lo más elegante posible"-.

- Lo que pasa es que él es un tipo que viste muy bien, hay que ponerse acorde.

- Ah, ya. Hablas de esa cena con unas ganas... - saca a pasear al sarcasmo.

- Es un poco largo. ¿Vas a tu casa?

- Sí, dejé sola a mi hermana.

- Si quieres te acerco, hoy vine en carro.

- Por supuesto, así me cuentas más del padrastro malvado.

- Deja de invocarlo como mi padrastro, ahorita le pide matrimonio a mamá por ti.

Entramos al carro, parando mi vista en sus piernas impecables de perfecta combinación musculo- adiposa. Desvíe la mirada una vez se puso el cinturón de seguridad.

- A ver, cuenta.

Le resumí todo sin mucho detalle

- Él la trata muy bien, es muy caballeroso, trabajador, ya sabes un tipo bien.

- Pero...

- Pero, algo que no termina de convencerme. Me pone los pelos de punta y siento una tensión inmensa cuando lo tengo cerca.

- ¿Le has dicho esto a tu madre? - dijo con curiosidad.

- No. Una vez intenté, pero su forma de referirse a él es casi idólatra, por lo que preferí dejarlo así. Total, no es que haya visto algún comportamiento raro de su parte. Quizás es porque no es mi padre.

- ¿Qué pasó con tu padre? ¿Por qué ellos no están juntos? - quiso saber.

- Él murió hace unos años, en una balacera o algo así, mi madre nunca me ha dicho exactamente como fue. Yo era muy niña, no recuerdo bien el suceso.

- ¿Por qué su misterio?

- Ni idea, pero prefiero dejarlo así, se pone muy mal con el tema. Total, no va a resucitar si me dice.

- Es preferible. ¿Qué te pondrás esta noche?

- No sé, pero algo encontraré.

- Te puedo dar asesoría virtual.

- Te estaré enviando fotos.

- Va.

- ¿En esa esquina es que te quedas?

- Sí, justo esa.

Parqueo el carro a una orilla de la calle.

- La pasé muy bien contigo, Estefany. Gracias por esta buena mañana.

- Yo también - Sonreí.

Nos miramos unos segundos, ella se acercó peligrosamente a mi boca, después apoyó sus labios en mi mejilla, posó un beso tierno y sonoro.  Sonrió y se desmontó del vehículo.

Quedé echa un manojo de nervios con taquicardia.

Acelero y me pierdo antes que lo note.

Llego a casa, estaciono afuera.

Caminando a la entrada, reconozco enseguida a la pelirroja que se apoya en la pared de la entrada. Por segunda vez, mi corazón aumentó su ritmo.