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Su nombre es Alex

en Lésbicos

Bajamos las escaleras tomadas de mano. Ya no había que resistirse, volvíamos a ser oficialmente pareja.

Llegamos a su carro que había amanecido frente a la casa desde ayer que vino a arreglar las cosas.

- ¿Conduces? - me pregunta con su sonrisa peculiar.

- Si quieres - le devuelvo la sonrisa.

Conduzco con precaución en la calle que nos llevará hasta el café. Es una calle muy transitada y a pesar de eso los conductores suelen ir por ella como fuera una clase de carrera de la Formula 1, más aún que todavía las vacaciones no culminaban, para mi desgracia. No veía la hora de volver a tomar las clases, este tiempo sin actividades me iba a enloquecer, mi cerebro no me daba respiro alguno. Pero ya sé cómo lo ocuparé. El Doc. Henríquez ya me había asignado dos de sus secciones y a la Doc. Suarez le pedí dos de las ella. Eso, junto a mis clases, apenas tendría tiempo para dormir.

Miro a Alice, quien escribía algo en su teléfono, y pienso en mucho que se va a molestar. Ella odiaba cada vez que yo rechazaba una de sus salidas por terminar uno que otro deber.  Sin embargo, la situación por la que paso no me permite pensar mucho en Alice.  Sólo debo intentar remediarlo con unos detalles imposible de negarse. Aparte no va a acabar todo de la noche a la mañana solo por eso. Nuestras familias están muy unidas, a tal punto que parece ser la misma. Mi madre adora a esta chica y la de ella igual a mí. Y sus dos hermanas también, principalmente la más chica, Carol. Parezco yo más su hermana que la misma Alice.

Aunque debo reconocer que no hago bien en mi comportamiento, ella tiene todo lo que siempre desee en una pareja: es inteligente, hábil, entregada, sabe lo que quiere en la vida y va por ello, muy madura, es educada, muy culta, comprensible, hasta diría que demasiado, su belleza es descomunal, divertida, social, detallista, excelente amante, ... ¿Qué más puedo pedir? - nada- me contesto. Y la estoy descuidando.

La vuelvo a mirar, esta vez ella también lo hacía. Pasa su brazo por el mío y deja caer su cabeza en mi hombro.

- ¿Estefany, ¿qué es lo que tanto piensas?  - pregunta- Desde que me desperté tienes esa cara, ¿qué te atormenta tanto? - agrega con tono preocupado- sabes que puedes confiar en mí.

- Mm... No es algo tan grave - digo.

- Para ser algo no tan grave le estás dando mucha importancia.

No le respondo.

- Anda, quizás pueda ayudar en algo - ella insiste, calmadamente. - y no quiero que me mientas como cuando estábamos en tu casa.

Eso me sorprendió un poco.

- Bueno... Lo que pasa es que, analizaba como decirte algo. Algo que sé no te va a gustar. - la miro por un segundo - Tengo cuatro secciones este semestre y... - No terminé la frase. Sentí como se apartaba de mí y sé acomodaba en su asiento- vamos nena, no te pongas así.

- ¿Y cómo pretendes que me ponga? - agrega enojada- Estefany, me prometiste que no ibas a tomar ninguna sección este semestre y ahora me vienes a decir que vas a tomar cuatro. ¿En serio, cuatro? - nuestra conexión de hace un momento se fue al carajo. Su mirada estaba crispada por su mal humor.

Llegamos al estacionamiento del café. Apagué el motor del vehículo. Me giro hasta quedar de espaldas el cristal que antes estaba a mi izquierda.

- Oye, Alice, sé que lo prometí, pero - no me dejó acabar la oración.

- Pero nada, Estefany. Estoy cansada de que en los semestres siempre te desaparezcas. - su cara enrojece - siempre tienes algo que hacer, primero las clases extracurricular y no es que estás me las encuentre mal, pero qué me dices de las de pintura, música. Cielos Santos, hasta inglés tomaste, aún dominando el idioma. Dime algo ¿qué es de lo que escapas? ¿qué es lo que hace que debas tener tu mente siempre ocupada?

Y había dado en el clavo, Alice no es para nada tonta.

- Nena, no es eso. - vuelvo a mentir y ella hace un gesto de fastidio - es que me gusta aprender cosas, ya sabes como soy.

- Por saber cómo eres es que sé que a tu explicación le falta una parte, pero ok. ¿No me quieres decir? No me digas. Así es que me gusta, con secretos - sarcasmo.

- Alice, no digas eso... Mejor vamos a desayunar, ¿sí? - intentando acabar la discusión-.

- Vamos es mucha gente, si quieres ve tú. Yo me voy a mi casa. - abre la puerta del carro, lo rodea y llega hasta la del conductor.

Yo permanezco sentada, inmóvil, analizando lo que acaba de pasar. Ella toca el cristal, esperando que con esto yo salga. Inhalo y exhalo un bocado de aire, abro la puerta.

- Tienes razón. Disculpa que haya roto la promesa, voy a hablar con ellos para que me quiten las secciones. Sé que he estado ausente estos últimos tiempos y no es justo para ti. Ya casi no salimos y apenas voy a tu casa. Estoy siendo muy descuidada contigo, lo admito. No lo mereces, así que estoy de acuerdo en que debo rechazarlas. Hoy mismo los llamo y le doy la noticia.

Ella tiene razón, no puedo seguir tratándola como lo estoy haciendo. Es una chica maravillosa y decenas de personas quisieran estar con ella, no sólo por su hermoso físico, sino por su gran personalidad, y yo aquí de estúpida descuidándola. Observo como se queda callada, de brazos cruzados mirándome. Su expresión pasa de ira a tristeza, extrema tristeza para ser específicos. Descruza los brazos y los lleva a su cadera, tocando su corta falda color rosa pastel, muerde su labio inferior con impotencia mientras lanza su cabeza hacia atrás.

- Estefany - agrega mirando al cielo- ¿ya no sientes nada por mí? - al terminar la frase baja su rostro despacio y sus ojos se clavan en los míos.

Sus palabras me cayeron por sorpresa ¿de esa forma la hacía sentir? Tanto era mi extraño comportamiento que ella había llegado a esa conclusión. ¿Mi situación emocional tanto la afectaba? Sentirme mierda era poco para definir mi situación.

- Mi reina, ¿cómo puedes preguntarme eso? Claro que siento cosas por ti. Alice somos pareja, es obvio que signifiques mucho para mí. - intento acercarme, pero ella retrocede y sé da vuelta.

» Alice, por favor - agrego -.

Camino hasta ella y la abrazo de espaldas. Mis brazos rodean sus últimas costillas y se posan en su abdomen, mi mentón se descansa en su clavícula. Ella se queda rígida y no dice nada.

» Sé que no me he portado como debería, pero no es algo que estés causando tú. Alice yo - dudo unos segundos- yo tengo serios problemas emocionales, hace años los tengo, pero ahora estoy peor y más aún, paso por una crisis.

Ella permanece en silencio, siento que algo moja mi mejilla e inmediatamente descubro qué es. Quiero que alguien venga y me golpee: estaba llorando. Me pongo frente a ella. Su cara estaba colorada y apretaba sus palpados. Si había algo que me destruía en la vida más que mi estado emocional era ver a una chica llorando y peor si significaba tanto para mí y era por mi culpa.

- Alice, di algo, por favor - la angustia me acababa-.

- ¿Y qué puedo yo decir? - abre los ojos y responde al fin-. Estefany ¿cómo creer que sientes algo por mi cuando tus acciones dicen todo lo contrario? No soy tonta, eso se nota a leguas. Me encantaría creer todo lo que dices, pero no soy estúpida. ¿A quién quiero engañar? Tu amor por mi le llegó la fecha de caducidad hace mucho - con la misma velocidad que salían sus palabras lo hacían sus lágrimas y de igual manera me taladraban el corazón ¿yo estaba provocando todo eso?

- Mi amor...

- No me llames así a menos que estés segura de ello.

- ¡Alice, deja de decir tonterías! - me exalté.

Respire hondo e hice silencio. No convenía una discusión ahora.

- ¿Ah sí? - dijo- Increíble - soltó una risita irónica - Estefany, ¿hace cuánto no hacemos el amor?

- Hace como dos horas - ¿dónde quería llegar con esto?, pensé.

Suelta otra risa irónica, esta dura más y tiene un nivel más elevado. No entiendo su actitud, hace poco estuvimos junta y lo pregunta. No entiendo absolutamente nada.

- ¿Qué es tan gracioso? - pregunto frustrada.

- Ay cielo... - se acerca a mí, ahora sin risas. Siento como su frente se une a la mía y sus ojos me miran con la intensidad de quien quiere entrar en mi mente y ver las respuestas que tanto busca. Con la intención de hallar en ellos las respuestas que mis labios no se animan a decir- eso no es hacer el amor- al fin dice; sin quitarme los ojos - fue sexo. Sólo eso: sexo, del bueno, pero sexo. - hizo otra pausa, cerró sus ojos e inclinó un poco la cabeza- No te imaginas lo mucho que extraño a la Estefany de antes, la que me alegraba todas las mañanas con un hermoso mensaje de buenos días. Esa que me hacía el amor sin tener que tocar mis partes íntimas. Esa que sé le hacían patas de gallo cada vez que me veía llegar, que me tomaba de la mano porque quería, no por costumbre - su silencio volvió a reinar.

Sus palabras me herían y lo peor de todo es que no podía hacer nada. Quería decirle algo. Algo que le hiciera ver que estaba errónea, pero ¿cómo? Cómo podía decirle algo si todo era verdad, verdades que me habían tomado por sorpresa, pues si no fuera por ella jamás las hubiera sabido. ¿Será que eso era lo que buscaba en mis ojos? Quizás había más y no se atrevió a ponerle atención. ¡Rayos! Piensa. ¿No ves que ella espera que hables? Quiere que le digas que no, que las cosas no son así. Que la amas. Pero... ¿por qué me cuesta decírselo? ¿por qué si no iba a ser la primera vez.  Di algo una maldita vez.

- Alice - dije su nombre aún sin saber que iba después.

Vamos piensa. Me anime

- Como te dije antes, tengo graves problemas emocionales - mi fuero anterior se alegró al ver que me fluían las palabras- nunca dije nada porque no me gusta agobiar a otros con mis problemas y también... -dudé un poco- me avergonzaba sentirme tan mal sin saber por qué concretamente - al fin fui capaz de decirlo.

- Ya - dijo, parecía estar en el aire -.

- ¿Ya? - dije confusa- ¿eso es todo lo que vas a decir?

- Entonces, ese comportamiento tuyo es por eso - hablando para sí misma -.

Hace mayor nuestra distancia y apoya su espalda al carro. Está intentando darle sentido a lo que le digo, lo puedo ver en las arrugas que ahora aparecen en su blanca frente.

Era buena señal, así que debía aprovechar que me prestaba atención, o al menos la suficiente para haberla llevado a su pequeño trance.

- Sí, Alice, es por eso. - arremetí - Debes haber notado que mi cambio no fue sólo contigo. ¿Hace cuánto fue la última vez que dije que iba a salir con mis amigos? ¿Hace cuánto siquiera no me veo con ellos? O más fácil aún ¿me conoces algún amigo de verdad? Alguien con quien hable después de salir de la universidad...

- Katherine - me acuerda.

-Katherine entra al círculo familiar- me defiendo-.

Ahora llevó su mano al rostro, apoyando su dedo pulgar e índice al inicio de sus huesos nasales.

Me acerco a ella y le tomo la mano libre.

- No puedo decirte que voy a cambiar de un día para otro. Ni siquiera puedo asegurarte algún cambio, pero te juro que lo voy a intentar - besé la mano que sostenía- sólo no quiero que te precipites y tomes alguna decisión que pueda afectar para mal nuestra relación. Sí - me adelanté - sé que no soy la indicada para decir eso, pero…

- Estefany ¿qué es eso de jurar? - pregunta -.

- Lo prometo, si eso te hace confiar más.

- Tengo mucho que pensar - aleja su mano de las mías - y tú también.

- Alice, por favor - le suplico-.

- Entiéndeme, ¿sí? Está bien, entiendo que estés mal emocionalmente, según tú - hizo un ademán para que guardara silencio, pues casi la interrumpía para corregir su "según tú" - quiero pensármelo bien. Yo te amo, pero también me amo lo suficiente como para no hundirme viendo como intentas demostrar algo que ya no sientes por mí.

Despegó su espalda del carro y se giró hasta quedar frente a él. Vi cómo habría la puerta.

- Hablamos después, Estefany.

- OK, comprendo tu posición - dije rendida, intentando ganar unos minutos. Sentí como una lágrima escapaba de mi ojo derecho -. Pero quiero que sepas - la otra no le dio mucha ventaja apareciendo un segundo después- que yo también te amo - las palabras me fluyeron con naturalidad, a diferencia de hace unos minutos, y las sentí reales.

Ella se quedó quieta décimos segundos. Me miro, vi sus ojos cristalizarse nueva vez y agregó: - No digas palabras tan fuertes sin estar segura de sentirlas. No sabes cómo puede eso afectar a quienes se las digas si estás llegasen a ser falsas. - sé metió al auto y cerró la puerta.

Me quedé ahí, parada mirando el cristal tintado que me impedía hacer contacto con su mirada, mientras ella encendía y emprendía su salida. No despegue mis ojos del coche hasta que desapareció por completo.

No puedo creer que esto haya pasado. De todas mis peleas con Alice, la peor había sido esta y ni siquiera podía incluirla a esa lista. Esto estaba muy lejos de ser una pelea. Era tipo ultimátum. Nunca ninguna de nuestras conversaciones me había dejado tan mal y pensativa. Y tampoco no creo haberla visto a ella nunca así.

Hace unas horas estábamos tan bien, o eso quise creer. Habíamos arreglamos el inconveniente de sus celos sinsentido. ¡Hasta hicimos el amor! No, cierto. Eso no era hacer el amor, "Sólo fue sexo" - recordé sus palabras-. En fin, tanto bienestar de repente se fue al fango. ¡Ahora hasta había dudas de mis sentimientos! O sea, ella dudaba de ellos, yo estaba segura de lo que sentía por Alice: amor. ¿O no? Ni yo misma me conocía, ella había hecho lagunas en mi mente. Pero si en realidad la amaba, como digo hacerlo, no debería tener dudas de dicho sentimiento.

Sí, quizás si la amaba, y mi problema emocional sólo me hacían pensar en mi malestar bloqueando lo que sentía por ella o... tal vez era el sentir que ella salía de mi vida. ¿y si ella tenía razón y la había dejado de querer sin darme cuenta? Tal vez me había acostumbrado a ella o era la comodidad de siempre tenerla para mí cuando quisiera.

Que rápido cambiaron mis sentimientos en situaciones tan distintas: cuando me pedía amor y cuando se me escapaba el suyo ¿Ese te amo lo dijo mi alma o mi egoísmo?

Mi estómago rugió. Miré el café y decidí ir a él.

Limpié mis las lágrimas antes de llegar a la puerta de entrada. Entro y mientras caminaba en busca de una mesa libre, sin tener ánimos de hablar con nadie ni que me notaran el desorden mental que tenía, alisé mi corto cabello con los dedos. Todas las mesas estaban ocupadas, era de esperar por la hora. Después de 30 segundos encontré otra opción que no parecía tan mala. A 3 metros de mi había una chica morena de pelo enmarañado ajustada en la esquina de una mesa, muy centrada en un libro. Le interesaba la lectura, deduje. No le despegaba los ojos a la hoja ni para atrapar la taza del café que jugaba entre sus dedos cuando tanteaba para cogerla.

Llegué a la mesa. Ella alzó sus ojos, por instinto, supongo. Intercambiamos mirada. Le dediqué un intento de sonrisa, para responder a los resplandecientes dientes y las patas de gallo que habían aparecido en el rostro de la bella morena.

-         ¿Hola, como estas?  – pregunté

-         ¿Muy bien y tú?  – responde cortésmente.

-         Ahí vamos. Me preguntaba si me puedo sentar acá ya que las demás mesas están full.

-         Sí, claro. No hay problema.

Bajó la vista y siguió en lo suyo

- Hola Estefany - me saluda una voz conocida –

- ¿Qué tal estás, Elena? - respondo con más educación que interés-

- La vida me trata bien - responde sonriente - ¿y tú?

- Yo muy bien - miento lo mejor que me fue posible; lo último que quería era tener esta niña bombardeándome con sus preguntas. Aún peor, oír sus consejos sacados de las telenovelas más ridículas que existían.

- Mm... Me pareció que estabas discutiendo con tu novia hace un rato - acertando para mi mala suerte.

- Algo pequeño - mentí- ¿Elena qué tal si me traes lo de siempre?, muero de hambre - dije para sacármela de arriba, no tan falso por que sí tenía hambre-

- Vale - dijo con decepción.

Inmediatamente se giró mis ojos se pusieron en blanco como en automático. Lo último que quería es a esa niña de menos de 18 molestando.

La morena rió bajito sin despegar la mirada de su libro, no presté atención a la portada, no le presté atención a ella. No tenía cabeza para nada que no fuera Alice. Tan vendida estaba que, si Elena no hubiera hablado, no habría notado su llegada.

- Aquí está - dijo; mientras ponía la bandeja sobre la mesa - dos sándwich de queso blanco, jugo de naranja y una taza de café con crema sin azúcar - su orgullo salió a relucir en una amplia sonrisa, por haber acertado en todo.

- Muy buena memoria - le animé- gracias - tomé la mitad de un sándwich y lo mordí con rapidez, haciéndole saber lo hambrienta que estaba, para que no reanudara sus preguntitas molestosas.

Tuvo efecto y se fue enseguida.

Me enfoqué en desayunar. Comiendo los sándwiches y bebiendo el jugo primero, y así calmar mi estómago. Después tomé la taza de café degustándolo despacio, tratando de saciar mis incógnitas igual que lo hice con mi estómago.

Mi cabeza era un nido de preguntas que se alimentaban de respuesta y al no tener ninguna se alborotaban en reclamo. Exigiendo que se les alimente. Haciendo que me descontrole aún más. Sus protestas me volvían loca.

Será no ponerles atención. Ignorarlas. Hacerlas a un lado hasta que pudiera saciarlas a todas, pues, si sustentaba sólo a una mientras llegaban más respuestas para las otras, creo que por celos más que otra cosa, se desquiciaban las demás y arremetían contra mí. Su egoísmo me asqueaba. Así que sí, eso haré, las voy a ignorar o al menos intentar hacerlo.

Le di otro sorbo al café. Estaba delicioso.

Miré a la morena de reojo y ahora puse atención al nombre del libro: Los Diez Negritos. Lo había leído, me pareció interesante y su narración era perfecta. Intenté recordar el nombre del autor o autora, no me cruzó por la mente. Cuando me disponía a leerlo, alguien llamó mi atención. La miré luchando contra la sinceridad de mis músculos faciales.

- Ya que has desayunado volvamos a nuestra conversación.

¿Dijo nuestra, conversación?

La morena rió bajito. Elena la miro, yo también.

- Entonces estuvo fea la discusión. - reanudó - ¿qué pasó?

- Era una pelea por celos, ya sabes, es algo normal en las parejas - intentando desviarla con mi tono de indiferencia.

- Bueno, ella debía de tener bastante sospecha, mira que de aquí la vi llorar - insiste.

La morena vuelve a soltar otra risita. Elena la miró frunciendo el ceño, para volverme a mirar como quien espera una respuesta. No dije nada.

- Sabes - dijo al ver que yo no respondía - ayer estaba viendo una de mis novelas y tu caso es muy parecido a ella - empezó a decir.

¡Por favor! Cuando pensaba que el día no podía ir peor...

- El prota había terminado con la mala, porque él se dio cuenta que no la amaba. Porque se estaba enamorando de otra, la prota obvio. Y le dijo

- ¡Elena! - la interrumpo; me salió muy brusco. - Elena - dije suavizando, no quería hacerla sentir mal, tanto o menos de que se callara de una vez - el consejo estaría de más, porque ese no es el caso.

- ¿Y por qué las lágrimas? - insistió.

- Es que ella es bastante sencible - tratando seguir la conversación con buen tono - Las mujeres del ambiente Lésbico somos muy intensa, la verdad.

- Tú no pareces intensa - me dijo

- Eso porque no me has visto en mis días - agarré esa brecha para desviar el tema- Soy muy intensa y celosa como yo sola- mentí- sabes que una vez...

- Vale, OK. Ya te entendí, no hay necesidad de poner anécdotas - me frenó de golpe-

Mordí mi lengua frenando mis blasfemias.

¿Cómo es que a ella le salía tan fácil ser grosera y a mí se me complicaba? Acaba de hacer lo que yo quería con ella: ¡mandarla a cerrar el pico!

- Esos celos así enfermizos no son bueno - prosiguió-

Perfecto, había dejado a mi novia como una celosa desquiciada. Si todavía me consideraba Alice como tal.

- Y me recuerdan a algo -  «aquí viene » pienso - la semana pasada estaba viendo mi novela de las tres y la mala se puso así de histérica.

La morena rió con más fuerza que la última vez, tanto que sus ojos se cerraron. Tanto Elena como yo la miramos.

Ella levantó la vista del libro, aun riendo, y nos dijo entre carcajada:

- Cielos, mil disculpas, por favor - volvió a reír, ahora más calmada - es que este libro es muy gracioso. En serio, mil perdones.

- OK, sólo trata de reír en tu interior. Da la impresión de que te ríes de nosotras. Aunque realmente yo no le veo el chiste, o sea - lo último lo pronuncia como lo hacían las chicas de una novela. "Somos tú y yo" se llamaba, creo que es venezolana.

Elena me vuelve a mirar. Mis ojos llegan hasta la chica del otro lado de mi mesa quien reprimía otra risotada

Eso hizo curvar las comisuras de mis labios disimuladamente.

- Elena, sé que tus intenciones son las mejores - empecé - pero el caso no es tan grave. Son celos sencillos.

- OK, entiendo eso, pero deja que te diga lo que pasó en la telenovela, te puede ayudar en un futuro - no tenía freno en esa lengua-

- ¡Elena! Ven a atender tus asuntos - la llamó su madre.

Oficialmente amo a doña Teresa

- Ahí viene esta... - refiriéndose a su mamá- te lo diré rápido.

- Me gustaría, pero será en otra ocasión. - saqué mi teléfono, fingiendo ver algo: la hora - Ya quedé con unos amigos - dije levantándome de la silla - un placer hablar contigo-

- Espérate ahí - puso la mano en mi hombro y me obligó a sentar - no seas grosera.

¿Es en serio? Ahora resulta que yo soy la grosera. Perfecto.

- Sólo te quiero aconsejar, para que sepas qué hacer cuando ocurra - seguía insistiendo, la chica de menos de 18 años.

- Hey, niña - dice la otra chica de la mesa - sé tiene que ir. Ya déjala en paz, mucho te ha aguantado la pobre.

Los ojos de Elena mostraron furia.

Esto no se veía bien.

- Óyeme bien - empezó la menor de edad - yo no...

- ¡Elena! - gritan - te estoy llamando. Ven ahora mismo.

La fulminó con la mirada y se fue.

Mire a la bella morena quien tenía una jocosidad reflejada en el rostro. Le puse los ojos en blanco, expresándole el fastidio que me causó la chiquilla, luego le sonreí y ella dijo: - por nada. Sus ojos se posaron en el libro, nueva vez.

Aproveché que le adolescente estaba ocupada. Dejé el dinero en la mesa, bajo un pequeño salero de cristal y salí disparada.

¡Que molestia de chica! No sé qué es mejor si un golpe en el dedo pequeño del pie o ella. Desde luego el golpe - escojo con facilidad - al menos este no iba a parlotear tanto.

Meto la mano en uno de los bolsillos del jeans negro con el que estaba vestida hoy, buscando dinero para salir de allí. Al abrirla tenía sólo 75 pesos, dinero que no daba para el taxi. Perfecto, en mi afán de huir de aquel lugar me había quedado sin efectivo.

Hago un nuevo intento buscando en el otro, no hay nada tampoco. No hay nada. ¡Maldición, mi celular!

- Perfecto, la evacuación fue todo un éxito, pero dejé dentro un soldado - mascullo.

Me giro fastidiada tensando la mandíbula. Mis pasos me van acercando al café del que acabo de huir. Vi a mi protectora coordinar sus pasos a mi dirección y alzar mi soldado olvidado.

- ¿Vuelves por esto? - detuvo sus pasos frente a mí y sonrió - ya me debes dos y todavía no nos conocemos - agregó jocosa.

- Empezaré a preocuparme - curvé mis labios hacía arriba - muchísimas gracias. No iba a ser fácil volver allí - extendí la mano para atraparlo, ella la aparto fracasando mi objetivo.

- No tan rápido - sus blancos dientes seguían visibles - por lo que pude deducir vienes con frecuencia a éste café, ¿no?

- Sí. Me gusta el servicio - enarcó una ceja haciendo referencia a lo antes ocurrido - obviando los consejos de Elena – aclaré.

Ella suavizó el rostro. Era una morena hermosa. Sus abundantes y largos riso miel hacía perfecto juego con sus ojos marrones claros cubiertos por unas largas y espesas pestañas. Sus labios eran llenos y el inferior le ganaba ligeramente al superior en proporción, estos ocultaban una dentadura perfecta. Su nariz era pequeña y graciosa. Sus huesos faciales le daban bella forma a su cara. Tenía un cuello largo, sin llegar a exagerar. Su cuerpo, que lo cubría una blusa de franela holgada y delgada gris, un short rojo vino y converse bajos con ambos colores, tenía curvas perfectas, sin pasar por alto sus graciables piernas.

- Ahora sí – secundándome por completo - ¿Cómo te llamas?

- Estefany - le respondo - ¿Y tú? –

- Soy Alexandra - me extiende la mano - pero mejor dime Alex - estrecho su mano.

Ambas sonreímos.

Hasta aquí se los dejo. Espero les haya gustado. Acepto críticas constructivas, crecer nunca es malo. Pronto subiré el siguiente. Besos!