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Parte IV : Pinzas

en Dominación

El verano estaba llegando a su fin y transcurrió sin que me metiese en problemas. La vieja señora Marga no tuvo que castigarme en ninguna ocasión mas, la obedecí por completo, hice las tareas y fui usado a su antojo con su pene de goma. Tal como hacía cada día y siguiendo sus instrucciones fui a su casa por si necesitaba algo de mí. Había creado una dependencia en ella absoluta, necesitaba verla todos los días y sentir su  carácter sobre mí. Entre a su jardín y observé cómo estaba de rodillas  con sus guantes de jardinería podando con sumo cuidado una de sus plantas. Sin apartar la vista sobre la rama y sus tijeras de podar se dirigió a mí con su voz.

 

- Me ha dicho tu madre que pronto tienes los exámenes de la universidad,¿  verdad? - Me preguntó

 

- Si señora, pero no hay ningún problema, este año apruebo seguro - La conteste de forma muy segura.

Llevaba muchos años haciendo la carrera, nunca aprobaba y suspendía año tras año. Debería haber terminado la carrera hace tiempo pero no estudiaba, lo dejaba para el final y luego nunca empezaba.

- Bien, tráeme ahora mismo el libro - Me ordenó.

Fui obediente a por el libro a mi casa y se lo tendí en su mano. La señora Marga es una persona muy culta, para nada la tenía como una ignorante. Sabía de muchas cosas, leía mucho y terminó sus estudios cuando era joven. Agarró el libro, revisó unas páginas y al final me hizo una pregunta específica sobre una página del libro. Por supuesto no me la sabía, no tenía ni idea, eso no lo había estudiado, era muy rebuscado. Me hizo una segunda pregunta y volvió a ocurrir lo mismo, tampoco la sabía.

- Señora, son preguntas muy rebuscadas, no son necesarias - Afirmé de forma segura.

- Shhhh a callar, yo diré lo que es necesario y lo que no. Escúchame atentamente. Dentro de tres días regresaras de nuevo con el libro, te haré 10 preguntas, las que yo quiera y más vale que las sepas por tu bien, solo te dejaré fallar una. Si no las aciertas pensaré como castigarte y te aseguro que no te gustara. -  Me amenazo con uno de sus castigos.

Durante los tres días siguientes  apenas abrí el libro, me lo sabía, excepto cosas rebuscadas. No era necesario estudiar más, me lo pase con mis amigotes y apenas estudie. Pasaron rápidamente los días y regresé de nuevo a casa de mi vecina Marga.  Me invitó a pasar a su salón y observé como en el centro del salón había colocada una silla. Me ordenó que me sentara. Me senté en la silla y ella se colocó frente a mí como si fuera una maestra estricta. Comenzó a ojear las páginas del libro y eligió 10 preguntas. Me hizo las preguntas todas muy rebuscadas y difíciles. Acerté una de casualidad y el resto falle todas. Cerró el libro después de mi fracaso y comencé a comprobar cómo empezó a enojarse conmigo.

- Te dije que estudiaras y sé muy bien que no has abierto el libro, me has desobedecido. Además intentas engañarme, dices que estás preparado para los exámenes y no lo estas. Te voy a enseñar a obedecerme - Me recriminó con un tono serio como acostumbraba cuando estaba enfadada.

Bajó hasta el sótano, el lugar donde me castigaba y tenía todos sus instrumentos. Regresó con unas esposas metálicas y un manojo de cuerdas resistentes. Colocó mis manos al respaldo de la silla de madera y me esposó las manos duramente. Siempre se aseguraba de apretar duramente las esposas para que no pudiese quitármelas de ninguna forma por más que lo intentara. Agarró las cuerdas y comenzó a atarme los pies a las patas de la silla. Posteriormente cogió otra cuerda y me rodeo la cintura atándome a la silla. Quedé atado de manos, pies y el cuerpo de forma muy dura a la silla de madera. Era imposible liberarme por mi mismo, se había asegurado que no pudiese hacerlo.

Metió la mano en el bolsillo de la bata de tela azul que llevaba, la bata  alcanzaba hasta sus rodillas y dejaba sus brazos al descubierto desde los hombros, era una bata que usaba habitualmente en verano. La vieja señora Marga tenía unos brazos muy corpulentos  y carnosos, tenía mucha fuerza, ya lo había demostrado varias veces azotándome fuertemente  y por supuesto a la hora de atarme. Sacó de su bolsillo sus famosos guantes de goma de color amarillo. Cuando iba a castigarme siempre se los enfundaba en sus manos, sabía perfectamente que algún castigo estaba por venir cada vez que se los colocaba. Sus guantes de goma cada vez estaban más sucios y desprendía un desagradable olor humillante. Encajó sus manos y brazos a su guantes con mucha dificultad, tenía unos brazos y manos corpulentas y los guantes no eran de su talla, la gustaba llevarlos muy apretados para que tuviese movilidad en las manos. Parecía que iban a reventar sus guantes de goma enfundados en sus manos pero eso nunca sucedía.

Metió su mano enguantada en el otro bolsillo de la bata y saco un objeto metálico, al principio no sabía de que se trataba pero me fijé de forma más atenta y comprobé que eran unas pinzas de metal sujetas entre ellas por una fina cadena también metálica. Se dirigió con las pinzas en sus manos hacia mí y me las mostró acercándolas a mi cara.

- Ahora aprenderás a obedecerme. Vas a llevar estas pinzas en los pezones todo el tiempo que crea conveniente. Te aseguro que se te quitaran las ganas de volver a desobedecerme.  Una vez te castigue como te mereces te volveré a dar de nuevo otros tres días para estudiar y regresaras de nuevo. Volveré a hacerte diez preguntas y si vuelves a fallar aumentaré la intensidad del castigo. Así hasta que aciertes las preguntas.-  Me explico mis consecuencias de desobedecerla  y mi castigo.

 

Acercó su mano enguantada agarrando una pinza hacia mis pezones y justo antes de colocarla sobre ellos se detuvo.

 

- Ahhh, se me olvidaba - Exclamo. Metió sus manos por debajo de su bata y deslizó sus grandes bragas por sus rodillas y tobillos hasta sacarlas por sus sandalias de tiras. Sabía perfectamente que iba a amordazarme con ellas, tal como hacía cuando me castigaba y no quería escuchar mis quejas. Era realmente humillante, sabían fatal, desprendía un fuerte olor y su sabor era muy fuerte.

 

- No es necesario me amordace señora, no haré ruido ni gritaré - Exclame tratando de persuadirla.

 

- Oh.... Ya lo creo que es necesario, esto te va a doler mucho, te aseguro que vas a desear no haberme desobedecido, el dolor será muy intentó te lo aseguro - Me dijo de forma despiadada aumentando mi temor.

Cerró mi nariz con su mano izquierda atenazándola fuerte, así de esta forma se aseguraba que abriese bien la boca y entraran por completo sus bragas grandes. Forzó una y otra vez con la punta de su guante las bragas para que entraran por completo. Inflaron mi boca, ahora no podía articular palabra, grito o sonido audible Estaba completamente silenciado. Agarró cinta de embalar y la pegó sobre mi boca dando varias vueltas con el rollo. ¨Se aseguró que no pudiese escupir la mordaza. Ahora estaba completamente inmovilizado y amordazado sin poder emitir la más mínima queja.

Colocó una pinza sobre mi pezón y posteriormente la otra a su correspondiente pezón. Sentí un fuerte dolor pero nada comparado con lo que estaba por llegar.

- Las pinzas tienen 4 niveles de presión. Cada nivel duele más y mas, hoy solo utilizaré hasta el tercero, la próxima vez si vuelves a fallar en las preguntas tendré que usar el cuarto -  Me dijo de forma muy severa mirándome directamente a los ojos.

Acercó su mano enguantada y apretó una ruleta situada en ambas pinzas de metal. Se escuchó un leve clic y aumentó la presión de las pinzas en mis pezones. Volvió a girar la ruleta y subió otro nivel, aumento mucho mas el dolor. Tras apretar el tercer nivel sentí un intenso dolor. Intenté patalear  debido al dolor pero no podía moverme un solo centímetro y mucho menos gritar. El dolor fue haciéndose bastante intenso. Me dolían mucho los pezones, las pinzas causaban un dolor muy fuerte.

Justo en ese momento sucedió algo que pensaba que sería mi salvación. Escuché a mi madre llamando a Marga desde el exterior. Pensé que eso me salvaría y me liberaría para no ser descubiertos. La señora Marga salió al exterior del jardín hasta la puerta para atender la llamada de mi madre. Mi vecina no se quito los guantes de goma salió al exterior con ellos enfundados en sus grandes brazos.

- Me has pillado limpiando la basura - Dijo a mi madre explicando porque llevaba sus guantes.

- Venía invitarte a una copa de vino en mi casa, ¿te apetece? - Preguntó mi madre a la vecina Marga.

 

- Por supuesto, voy encantada, dame unos minutos y ahora mismo voy - La contesto.

Pensé que iba a liberarme de mis ataduras y de mi mordaza Se acercó a mí y con una sonrisa cruel me dijo:

 

- Ya has oído, voy a tu casa a tomar una copa de vino o quizás sean dos. Te aseguro que no voy a darme nada de prisa, lo tomaremos con calma y tú mientras te retorcerás de dolor con tu castigo hasta mi regreso. Es mas no pensaba utilizar el cuarto nivel de las pinzas, pero va a ser necesario para que aprendas a obedecerme. Si te digo que hagas algo lo haces y punto y mucho menos engañarme. - Me recriminó mi comportamiento.

Acercó de nuevo sus guantes de goma a mis pezones y apretó la ruleta de ambas pinzas hasta el nivel más duro. Sentí un dolor terrible. Comencé a intentar retorcerme pero no podía. El dolor era muy intenso, era casi insoportable. La vieja señora comenzó a reírse al contemplar mi dolor y me soltó dos terrible bofetadas en mi rostro humillándome. Tiró de mi pelo con brusquedad y acercó su rostro al mío mientras resbalaba una lágrima por mi rostro.

-  Va a ser una tarde muy larga para ti, te lo aseguro. Desearas no haberme desobedecido. El dolor irá en aumento según pasen las horas. Hasta mi regreso no te las quitaré y te aseguro que no voy a venir pronto, voy a disfrutar con la compañía de tu madre y una copa de vino. Mientras tu lloras de dolor aquí rogando mi regreso -  La señora comenzó a reírse, se quitó sus guantes y se los guardó en el bolsillo de su bata.

Abandonó su casa y me dejó allí completamente inmovilizado a la silla y amordazado con sus bragas en la boca sin opción de poder escupirlas. El dolor era insoportable, las pinzas estaban muy apretadas, mordían duramente mis pezones. Deseaba con todas mis fuerzas poder quitarme las pinzas pero la señora Marga se aseguro que no pudiese moverme lo más mínimo y mucho menos quitármelas. El dolor cada vez era más intenso, era un dolor inaguantable que iba a más y nada podía hacer que no fuese aguantar mi dolor.

Desde el salón de mi vecina escuchaba las risas provenientes de mi casa. La señora Marga se lo estaba pasando muy bien. Reía a carcajadas mientras mi madre la contaba algo divertido. El tiempo comenzó a pasar muy lentamente, el dolor aumentaba cada vez más, me dolían mucho mis pezones y las pinzas apretaban duramente. Una lágrima resbalaba por mi mejilla debido al intenso dolor. Pasó una hora, dos y mi vecina continuaba sin regresar. El dolor en mis pezones se había vuelto insoportable, un completo sufrimiento y el tiempo transcurría lentamente sin poder hacer nada. Intenté de nuevo quitarme las pinzas de alguna manera pero no era posible, no lograba mover un solo musculo de mi cuerpo atado a la silla.

Transcurrieron varias horas hasta el regreso de mi vecina. Entró en el salón y con una sonrisa en su rostro se puso frente a mí de pie delante de la silla donde estaba atado. Sacó del bolsillo sus guantes de goma y se los enfundó en sus manos tirando del extremo de la goma para que encajaran perfectamente a su mano. Acercó su mano hasta la fina cadena que unían ambas pinzas a mis pezones y tiró de la cadena hacia atrás provocándome un dolor indescriptible. Tiró una y otra vez provocándome un dolor mucho más intenso que antes. Las lágrimas resbalaban por mis mejillas mientras mi vieja vecina tiraba de la cadena ya y otra vez sin piedad.

Me abofeteó duramente en mi rostro, estrellando su guante de goma en mi cara de derecha a izquierda repetidas veces.

 

- Dentro de 3 días volveré a hacerte diez preguntas, por tu bien que las aciertes porque si no te dejare un día entero con las pinzas puestas y todo lo apretadas que sea posible -  Me dijo con un tono muy estricto mientras continuaba abofeteándome y tirando de las pinzas provocando un dolor insoportable.

A los 3 días siguientes regresé y solo fallé una pregunta. Me libré de un castigo aún mucho mayor. El día del examen saqué un sobresaliente, me sabía todo gracias a mi vecina y sus métodos.

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