miprimita.com

Relato de terror: la vecina sádica

en Sadomaso

RELATO DE TERROR: LA VECINA SÁDICA

 

Sabía perfectamente que algo extraño ocultaba mi vecina de la casa de enfrente. Mi vecina es una mujer madura y viuda,  podríamos decir perfectamente que es una abuela, a mi me duplicaría en edad o incluso podría triplicarme. Aunque no penséis por un solo momento que es la típica abuela que hace ganchillo y con poca movilidad, todo lo contrario, una mujer muy activa y misteriosa. Su comportamiento es muy extraño, no se habla prácticamente con nadie del vecindario y las pocas veces que lo ha hecho ha sido de forma descortés, muestra un profundo odio hacía el resto del mundo y es una mujer nada sociable. Mi intuición me decía que ocultaba algo y mis sospechas se confirmaron cuando empecé a ver un trasiego poco frecuente en su casa. Durante algunas noches entraban hombres trajeados sin llamar la atención y al cabo de un rato escuchaba gritos y quejidos de esos hombres, como si los estuviesen torturando. Aquello era realmente extraño y me picaba la curiosidad por completo de saber que ocurría en el interior de la casa de mi vecina.

No pude contener mas las ganas y decidí que esta misma noche me colaría en su casa para averiguar que ocurría. Sería muy fácil, tan solo tendría que entrar de noche mientras mi vecina durmiese, echar un vistazo y descubrir el misterio que escondía la señora Marga. Me vestí de negro para no llamar la atención en la oscuridad, agarré una linterna y un destornillador para forzar la ventana trasera. Tal como planeé me resultó muy fácil abrir la ventana, un pequeño golpe de destornillador hizo que se abriese la ventana corredera y pude saltar al interior de la vivienda. Una vez dentro quedé completamente decepcionado, era una casa normal y corriente con sus muebles de madera, una enorme mesa con sillas y cuadros antiguos adornaban las paredes. No sé qué pensaba encontrar dentro, quizás un caldero de bruja, una escoba.... Había sido un estúpido aquello era una casa normal y corriente y no ocultaba nada, me había dejado llevar por mi fantasía.

Me disponía a abandonar la casa de nuevo por la ventana cuando pisé una alfombra y sonó hueco, me agaché, aparté la alfombra y descubrí una trampilla de madera. Mi corazón me dio un vuelco, estaba cerrada con un candado metálico. No tuve más remedio que utilizar mi destreza y romper el candado, creo que hice más ruido del que esperaba pero no había ni rastro de la señora Marga, estaría durmiendo profundamente. Abrí la trampilla y descendí por unas viejas escaleras de madera que conducían a una planta inferior bajo la casa. Encontré una bombilla, tiré de la cuerda y se encendió. La habitación se ilumino y no pude dar crédito a lo que estaban contemplando  mis ojos. Era un viejo sótano lleno de instrumentos de castigo, las paredes estaban decoradas con látigos, fustas, correas, cadenas y muchas cosas que desconocía su nombre. Acaba de descubrir el misterio de mi vecina, la gustaba castigar o torturar hombres y quizás también mujeres, era una bruja sádica.

Me apresuré a salir de aquel sótano, no sin antes tomar fotos con mi teléfono móvil, sería la prueba de lo que allí había descubierto. En el momento que iba a subir por las escaleras se apago la luz de repente, quede completamente a oscuras, quizás la instalación de la luz de aquella habitación era muy vieja y fallaba. Palpé con mi mano en busca de la pared y traté de salir de allí. Cuando me dispuse a subir un escalón choque contra algo, más bien alguien, no tuve tiempo de reaccionar cuando sentí un pinchazo en mi cuello, una inyección . En apenas unos segundos comencé a perder las fuerzas y un instante después caí desplomado en el suelo inconsciente.

Abrí los ojos adormecido, me costaba recordar que había ocurrido pero poco a poco comencé a acordarme. Me había colado en casa de la señora Marga y había descubierto una habitación de castigo y justo al salir alguien me había drogado o sedado  hasta perder el conocimiento. Una vez me acordé de todo lo sucedido me dispuse a salir huyendo de aquella casa, fui a incorporarme apoyando las manos en el suelo para levantarme pero me di cuenta que no podía. Tenía las manos atadas a la espalda y más concretamente no era con cuerdas, notaba una presión metálica en mis muñecas, creo que eran unas esposas de metal que me provocaban un daño terrible de lo apretadas que estaban mordiendo mi piel. Al tratar de liberarme escuché un tintineo metálico, las esposas estaba sujetas a una cadena metálica y quizás sujeta la cadena a la pared impidiendo pudiese escapar. Mis pies también estaban sujetos por cuerdas, una gruesa cuerda rodeaba mis pies a la altura de los tobillos, notaba una fuerte presión que impedía pudiese separarlos. Estaba atado y encadenado  de pies y manos en aquel oscuro sótano.

Estaba completamente asustado así que decidí utilizar mi voz para gritar y pedir ayuda, ya que no podía moverme, estaba atado de una forma muy dura, me apretaban mis ataduras en  todo el cuerpo.  

- Socoorro -  Grité.

El problema de gritar era que mi captor o captora también me escuchó pedir ayuda. Se abrió la trampilla y escuche descender alguien por ella. Se encendió la luz y apareció ante mí la señora Marga. Una mujer mayor, más de sesenta años seguro, grande y voluptuososa con el pelo corto y  rostro serio con cara de pocos amigos. Era una abuela que infundía temor al contemplarla.

-  ¿Que estás haciendo? Suéltame  - La recrimine inmediatamente

- Shhhhhhh, silencio - Me ordeno de forma muy seria  levantando la voz.

- Los jóvenes creéis que podéis colaros donde queráis y hacer lo que os vena en gana sin consecuencias - Empezó a hablar con un tono estricto de reproche.

- Suéltame inmediatamente, ahora mismo - Grité, tratando de intimidarla.

- Si vuelves a abrir la boca te la cierro - Me reprochó duramente.

La señora Marga iba ataviada con un vestido negro cómodo de tela negra,  corto  hasta las rodillas descubriendo sus grandes piernas  y sus brazos al aire ya que no llevaba mangas. Llevaba los pies enfundados en unas sandalias llenas de tiras con algo de tacón. Observé como la señora sacaba del bolsillo de su vestido  unos guantes de goma domésticos, si ,de los de fregar los platos, de color amarillos de aspecto muy sucios y grasientos. Agarró el extremo de un guante y comenzó a enfundárselo en su mano, escuché el sonido que producía la goma al entrar con dificultad en su mano. Sus manos y brazos eran grandes y anchos por lo que el guante la quedaba muy estrecho, parecía que en cualquier momento iba a reventar el guante de lo ajustado que la quedaban. Comenzó a enfundarse el otro guante en su otra mano. Aquella situación  me produjo pánico y volví de nuevo a gritar.

- Socorró  - Grité con la esperanza que alguien me escuchara.

 

- No volverás a  abrir más la boca, te lo advertí y no hiciste caso  -  La señora se acercó hasta mí, introdujo su mano por debajo de su vestido y  bajo sus bragas por las rodillas y piernas hasta sacarlas por sus pies enfundadas en sus sandalias. Agarró sus enormes bragas de una talla xl  y las estrujo con su mano enguantada Acercó su mano izquierda hasta mi nariz y la atenazó impidiendo pudiese respirar por ella. A los pocos segundos no tuve más remedio que abrir la boca para respirar y para mi sorpresa observé impasible como acercaba sus bragas blancas  a mi boca, estaban completamente sucias y amarillas y toques marrones. Forzó sus bragas al interior de mi boca, eran demasiado grandes, no entraban en mi boca pero la señora Marga con sus dedos las forzó más y más mientras seguía atenazando mi nariz con su otra  mano. Comencé a sentir sensación de asfixia, no podía respirar, continuaba presionando mi nariz y forzando sus bragas sucias al interior de mi boca, me faltaba el aire, comencé a sentir una sensación de agonía pero a la señora Marga no la importó, ella continuó a lo suyo sin ninguna prisa, no la importaba no pudiese respirar. Finalmente introdujo por completo sus bragas en mi boca y me liberó la nariz, respiré exhausto por la nariz una y otra vez rápidamente. Una vez me recuperé lo primero que sentí fue un desagradable sabor en mi boca a orina y otros tipos de restos. Era completamente humillante. La señora Marga agarró un rollo de cinta de embalar y comenzó a rodear mi boca y cabeza con la cinta, dio una vuelta, otra vuelta y muchas más vueltas hasta asegurarse  que quedaba bien tensa la cinta sobre mi boca y no pudiese escupir mi mordaza.

- Ya no tendré que escuchar mas tus quejas, si algo no tolero son los quejicas y llorones  - Me dijo de forma estricta.

Intenté liberarme de mis cadenas, cuerdas y esposas pero era imposible, estaban muy apretadas y no cedían un milímetro. Intenté gritar pero eso ahora ya era imposible, tan solo degustaba mas y mas el desagradable sabor de sus bragas llenas de suciedad sin poder emitir el más leve sonido. Estaba  completamente asustado pero no podía hacer nada para liberarme y escapar, estaba bajo su completo control.

 

- Te voy a enseñar a no colarte en casas ajenas y como tenías tanta curiosidad de saber que escondía te lo voy a enseñar  La señora se dirigió hacia una pared del sótano y agarró una correa gruesa de piel de color marrón de al menos un centímetro de grosor y un metro de largo.  Enrolló  su mano en el extremo de  la gruesa correa sobre su mano enguantada para que no se la escapara de las manos y se acercó a mí.   Me mostro la correa frente a mis ojos  y sonrió:

 

- Voy a romperte el culo a correazos. Normalmente gritan de dolor todo el que tiene el placer de probarla, pero en tu caso no podrás ni gritar, solo llorar y rezar que me detenga pero ya te aviso que disfruto mucho azotando a estúpidos como tú . Vas a sentir un dolor insoportable te lo prometo - Me dijo riéndose.

Se situó  tras de mí , levanto su mano derecha y  descargó la correa  con fuerza contra la piel de mi culo.

ZAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS . Sentí un terrible dolor, el aguijonazo de una avispa.  Si no hubiese estado amordazado mi grito se hubiera escuchado en todo el vecindario, pero no se escucho el más leve sonido.

ZAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS, ZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSS , ZAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSS

Comenzó a azotar más y mas fuerte, su fuerte brazo descendía agarrando la gruesa correa hasta chocar contra mi culo y provocar un fuerte dolor. Cada azote dolía más y más, la piel se calentaba más y el dolor iba en aumento.

ZAAAAAAAAAAAAAAASSSSSSSS  ZAAAAAAAAAAAASSSSSSS

Llego un momento en que el dolor era insoportable, no aguantaba más, era insufrible. Me ardía el culo como el mismísimo infierno pero a la señora Marga no la importaba, todo lo contrario, procuraba azotar mas y mas fuerte. Levanto su mano enguantada, dio un paso atrás y me arreó un correazo tremendamente fuerte que dejó mi culo completamente dolorido. Las lágrimas se escapaban por mis mejillas mientras la señora continuaba descargando su correa una y otra vez sin piedad.

Desconozco el tiempo que estuvo azotándome, para mí fue toda una eternidad pero al menos estuve una hora recibiendo correazo tras correazo sin poder hacer nada para evitarlo y sin poder quejarme, solo llorar.

La señora Marga se inclino hacia el suelo donde me encontraba atado y completamente dolorido. Me sujeto por el pelo y tiro de él fuertemente para levantarme la cara hacia ella, su tirón de pelo me dolió horrores, no mostraba la mas mínima sutileza hacia mí, tiró de mi pelo  bruscamente de forma cruel. Acercó su cara hasta la mía y me hablo despacio y de forma perversa:

 

-  No debiste meter la nariz donde no te llaman, ahora lo vas a pagar muy caro, te voy a castigar como te mereces - .  Agarró mi pelo tirando fuertemente de el para que mantuviese la cara bien erguida y comenzó a estrellar su otra mano enfundaba en sus guantes de goma en mi cara, comenzó abofetearme una y otra vez fuertemente sin compasión provocándome un escozor en mi rostro. La goma de su mano se estrellaba en mi cara una y otra vez. PLAAAFFFF, PLAAAAFFFFF . Me abofeteó de izquierda a derecha con suma dureza. Me propinó unas terribles bofetadas.

- Eres un idiota, solo te mereces guantazos, no volverás a colarte en mi casa nunca más te lo aseguro -  Continuó abofeteando mi rostro sin parar una y mil veces.

Hasta que no se cansó su brazo no ceso en su empeño de abofetearme. Se dirigió hasta un pequeño armario que había en un rincón de la habitación y agarró unas pinzas metalizas que estaban unidas por una fina cadena también metálica . Agarró mi pezón y colocó una pinza sobre él, apretó una ruleta que llevaban las pinzas  y sentí un dolor intenso en mi pezón, grite del dolor pero mi mordaza lo evitó. Seguidamente hizo lo mismo con mi otro pezón, volví a sentir un dolor terrible al ajustar las pinzas a mis pezones, las apretó duramente. El dolor era terrible, ella comenzó a reírse y agarró la cadena que unía las pinzas y con un solo dedo tiró de la cadena, el dolor aumento considerablemente, el dolor que producían aquellas pinzas era inaguantable pero la señora siguió tirando de la cadena una y otra vez mientras yo me retorcía de dolor. Comenzó a reírse y jugar cruelmente conmigo, tiraba duramente de la cadena y se reía observando mi dolor, yo movía la cabeza de un lado a otro pidiendo clemencia indicando que  no lo hiciera más pero ella tiraba una y otra vez provocándome más dolor. A la vez que tiraba de la cadena  provocándome un daño terrible en mis pezones,  me abofeteaba con la otra mano.

- Solo eres una puta llorona, no paras de llorar y llorar - Me decía duramente burlándose y humillándome mientras continuaba llorando de dolor.

Estuvo torturándome un buen rato hasta que decidió parar, no me quito las pinzas, deseaba suplicarla que me las quitara pero no podía articular palabra, no tuve más remedio que aguantar el dolor.

- Ahora he de salir a hacer unos recados, cuando vuelva continuaré castigándote. Descansa porque cuando regrese continuaremos y voy a ser mucho más dura contigo imbécil, haberlo pensado antes de colarte en mi casa - . Me reprocho

La señora tiró del extremo de sus guantes de un tirón para quitárselos y se los guardó de nuevo en su bolsillo. Se Marcho del sótano y cerró la trampilla dejándome allí encerrado. Recapacite sobre mi situación ahora en la soledad de aquel oscuro sótano. Me encontraba completamente atado, no podía liberarme de las cadenas, esposas y cuerdas, estaban muy apretadas y cada vez hacían más daño sobre mi cuerpo. Mi boca estaba sellada con sus sucias bragas, sentía un detestable sabor de boca a orines. Mi culo era un volcán, me ardía, sentía un dolor terrible provocado por sus correazos, mi cara corría la misma suerte, había recibido innumerables bofetadas de sus guantes y para terminar mis pezones me dolían mucho, continuaban atenazados por las pinzas metálicas, eran inaguantables.

Pasaron las horas y mi raptora no volvía, cada vez me dolía más y mas todo el cuerpo, no soportaba mas aquellas pinzas mordiendo mis pezones, era una completa tortura. El tiempo transcurría muy lentamente y continuaba en aquella incómoda situación.  Transcurrieron varias horas hasta que volvió a  abrirse la trampilla y regresó la señora Marga. Bajaba las escalera sujetando cuidadosamente algo entre sus manos. Era una pequeña olla de cocina un vaso.

- Es hora de comer, no pensarías que no iba a darte de comer, no soy tan cruel - Aquel comentario casi me hace reír.

Apoyo la cazuela honda en el suelo y comenzó a enfundarse de nuevo sus guantes de goma. No se los quitaba nunca. Destapó la cazuela y dentro había  comida con un aspecto muy desagradable completamente triturada.

- Son mis sobras trituradas , es lo único que comerás y deberás estar agradecido - .

 

- Bien, te lo voy a decir una sola vez, voy a quitare tu mordaza para que puedas comer, si escuchó una sola palabra agarró de nuevo la correa, pero esta vez una de pinchos, ¿crees que es mentira?, si quieres comprobarlo solo tienes que hablar y veremos si es mentira, te aseguro que la correa de pinchos te destrozará el trasero. Tú decides -  La señora me quitó la mordaza y por supuesto que no dije ni una sola palabra, seguro que era verdad su amenaza.

Mi raptora se acercó a mí, su mano izquierda enguantada presionó mi nariz y no tuve más remedio que abrir la boca, su otra mano agarró entre sus dedos comida triturada proveniente de la olla y la introdujo dentro de mi boca. De forma muy estricta encontré sus dedos de goma introduciéndose en mi boca hasta casi mi garganta. Introdujo la comida bien dentro para que no pudiese escupirla o se saliese de mi boca, no me dio posibilidad alguna.

- Ahora traga - Me ordeno.

No tuve más remedio que tragar, tenía la comida bien dentro. Su comida sabía fatal, una mezcla de alimentos triturados. Volvió a repetir el proceso, cerró mi nariz y regreso de nuevo su otra mano hasta mi boca con más comida, introdujo sus dedos hasta la garganta para que tragara de nuevo.

- Así me gusta, buen chico, comételo todo porque si no me enfadaré y la próxima vez quizás sea algo peor que mis sobras -  Entendí a que se refería, así que trague de nuevo, no quería hacerla enfadar.  La señora Marga agarró el vaso y se levanto el vestido, no llevaba bragas, ya que me había tenido amordazadas con ellas. Orino sobre el vaso hasta llenarlo.

- Ahora bebe, te ayudará a tragar - No tuve más remedio que beber su orina, estaba caliente.  Ella continúo dándome de comer hasta que terminé por completo la olla. Introdujo sus dedos hasta la garganta de forma muy estricta y me obligaba a tragar su detestable comida.

 

- Te has portado muy bien idiota, ¿No volverás a gritar más verdad? -  Me dijo en un tono más conciliador.

- No, no señora, no lo haré más - . Se la había pasado el enfado, quizás era el momento de suavemente suplicarla.

 

- Señora, me hacen mucho daño las pinzas, ¿podría quitármelas? -  Traté de convencerla, era lo que más daño me hacía.

- ¿Te duelen las pinzas? -  volvió a preguntarme, pero utilizó un tono sarcástico que no me gustó nada. Agarró de nuevo sus bragas que estaban en el suelo y las introdujo en mi boca para amordazarme, oh no, otra vez no, sabían realmente mal, eran repugnantes. Volvió a sallarlas con cinta americana. Se acercó a mis pezones, pensé que la había convencido y me las iba a quitar o bien aflojar pero ocurrió todo lo contrario. Giró la ruleta de las pinzas y las apretó aun mas, el dolor se convirtió en insoportable. Si antes eran dolorosas ahora eran mucho más, sentí un dolor inaguantable.

 

- Mas te van a doler ahora, nunca vuelvas a decirme lo que debo hacer,  las llevaras hasta que a mí me dé la gana. - Me dijo en tono estricto.  El dolor era inaguantable, me retorcía de dolor. La señora se subió sobre mí sentándose en mi cara  mientas me retorcía de dolor. Se sentó a horcajadas sobre mí y cerró sus piernas atenazando mi cabeza impidiendo pudiese moverme. Empecé a olfatear el aroma de su culo en mi nariz, me costaba respirar, estaba amordazado y mi nariz en el interior de su trasero. Agarró mis testículos y  comenzó a atarlos con una cuerda fina , apretándolos duramente y haciendo un nudo firme .Dejó que sobrara cuerda  y la agarró entre su mano. Tiró del extremo de la cuerda provocándome aun más dolor, me retorcía los testículos tirando de la cuerda . Comenzó a reírse a carcajadas, yo era como un caballo salvaje, no paraba de retorcerme de dolor en el suelo pero ella era voluptuosa con gran fuerza y oprimia con fuerza su culo en mi  cara y sus piernas aprisionando mi cabeza. En una mano enguantada agarró la fina cuerda que ataba mis testículos y su otra mano agarró la cadena metálica de las pinzas. Tiró de ambas manos a la vez y sentí un dolor terrible, mis pezones me dolían de una forma insufrible cuando tiraba de la cadena y acto seguido tiraba de la cuerda estirando mis testículos. Nunca antes había sufrido semejante dolor, a pesar de intentar retocerme no podía, su peso me aprisionaba e impedia cualquier movimiento. Buscaba el aire intentado apartar mi nariz del interior de su culo pero no podía mientras ella seguía tirando de la cadena y la cuerda provocándome un dolor infernal.

La señora disfruto mucho humillándome y provocándome todo el dolor que quiso. Su castigo duró una eternidad, nunca terminaba, estuve al menos una hora entera bajo su culo sufriendo de dolor.  Tenía un dolor insoportable de testículos, no podría andar en varios días.  Se levanto sobre mi cara  y se dirigió hacia un rincón, agarró un cubo y lo trajo hasta donde me encontraba. Había una especie de  ramas con hojas verdosas. Al principio no sabía lo que era pero más adelante lo averigüé. Agarró también una especie de braga de plástico de color rosa. Me coloco las braguitas de plástico. Comenzó a coger del cubo las hojas verdosas y  colocarlas dentro de las braguitas de plástico que llevaba puestas. Fue el momento en que descubrí que se trataba de ortigas, una planta que produce unos picores muy intensos en contacto con la piel. Relleno por completo las braguitas de ortigas, tanto por la zona de los testículos como del culo y muslos . Según lo estaba haciendo empecé a notar el picor en mi piel. Las braguitas rosas de plástico llevaban un cordón y lo apretó a mi cintura con un fuerte nudo para que no pudiese quitármelas.

Se quedo observándome unos minutos  y pronto empecé a sentir unos picores terribles, me ardía el culo, los muslos, los testículos. El picor iba en aumento y además tenía el culo completamente dolorido todavía de sus correazos y comenzó a dolerme mucho más con el contacto de las ortigas. El dolor y picor iba en aumento hasta que llego un momento que era insoportable. Lloraba y lloraba, no lo aguantaba. La señora Marga comenzó a reírse y tiró con fuerza de la cadena metálica de mis pezones, estaba castigándome duramente.

La señora se dispuso a abandonar de nuevo la habitación, iba a dejarme en aquella situación insufrible. Deseaba suplicarla, arrastrarme ante ella pero no podía hacer nada.

- Tu castigo durará hasta que me plazca, una hora, quizás dos, quizás más, creo que vas a estar así muchas horas hasta que aprendas la lección. Voy a dejarte así mucho tiempo -  Me dijo con un tono muy serio.

No podía dejarme de aquella manera, tanto el dolor de las pinzas como el picor de las ortigas era insoportable, lloraba y lloraba.

- ¿Alguien sabe que estas aquí?, ¿verdad que no ?, ya que te colaste sin permiso, pues ahora no vas a salir, nadie sabe que estas aquí, te voy a castigar como te mereces, esto no es nada con lo que te espera. Vas a pasar una buena temporada aquí encerrado y yo disfrutaré mucho castigándote. - . La señora volvió a quitarse los guantes y se los guardó en su bolsillo. Abandono el sótano y cerro la trampilla. Me dejo allí sufriendo como nunca antes, deseaba suplicar que me liberase, sentía un dolor terrible y era conocedor que tendría que aguantarlo varias horas hasta que la señora volviese.

 

Relato  completamente ficticio fruto de mis fantasías.

Continuara...

 Para cualquier comentario sumisso22@yahoo.es