miprimita.com

El Tercer Vértice (Capítulo 5)

en Grandes Series

Capítulo 5

 

Savannah y Mia cada vez se estaban besando con mayor intensidad, mientras que la mano que yo tenía entre las piernas me desabrochaba a ciegas la bragueta. Extrañamente excitado y avergonzado a la vez por la situación, dejé que me sacara la polla bajo la manta. No estaba a la vista, así que por mi parte fingí que miraba la pantalla mientras esa mano me masturbaba lentamente y con fuerza. Entretanto, ellas dos siguieron con besos cada vez más profundos.

Cuando Savannah deslizó la otra mano hacia abajo por el cuerpo de Mia para acariciarle los pechos, ella la empujó por el hombro para apartarla.

—Espera, Savannah, para —susurró mirándome a mí con apuro.

—¿Y qué? A él también le estoy tocando, mira —levantó repentinamente la manta, enseñándole mi polla al aire sin ningún escrúpulo.

Jadeé por el sobresalto, sintiéndome mortificado y tapándome con la mano sin apartar la vista de la televisión. ¡Mia acababa de verme las partes nobles! Sin embargo, aquello pareció servir para tranquilizarla en cierto modo. Y me dejó perplejo que, aunque a regañadientes, se dejara acariciar por encima de la camiseta rosa que llevaba.

Yo intentaba no mostrar ninguna reacción para no asustarla, pero me resultaba cada vez más difícil por la forma en que Savannah me deslizaba diestramente la mano hacia abajo, hasta los testículos, y arriba, de vuelta a la punta. Y más aún cuando le introdujo a Mia la lengua febrilmente en la boca y le metió la otra mano por debajo de la camiseta.

Me quedé rígido cuando vi que le desabrochaba el sujetador y que se inclinaba para lamerle los pezones. Tenía unos grandes pezones rosados y preciosos en medio de esos pechos manchados de pecas.

Mia no volvió a protestar. Parecía estar haciendo lo mismo que yo; dejarse hacer y esperar no tener ningún contacto visual conmigo, como si no nos encontráramos en la misma habitación. Pero ver a Savannah por el rabillo del ojo chupando aquellos pezones duros por las caricias y los besos me hizo jadear, arquearme hacia delante y apretar la mandíbula para no correrme.

—¿Qué sucede, Cam? ¿No puedes más? —me preguntó ella con candidez.

Yo gemí y lancé mi cabeza atrás, completamente ido. Estaba a punto, tan cerca…

—Si crees que podrás seguir follando, puedes correrte tranquilo —me aseguró.

Ya no podía más, sentía la polla tensa y a punto de reventar, y ladeé la cabeza hacia ellas para encontrarlas pendientes de mí, de mi expresión de placer y dolor. Aquello solamente sirvió para conseguir que el orgasmo me alcanzara con el triple de fuerza, arrasándome de los pies a la cabeza con una insoportable intensidad.

—¡Ah, jodeeer! —rugí al ver que Savannah apartaba la manta y me sacudía la polla con energía, arrancando de la punta largos chorros que caían sobre mi estómago con sonidos más que audibles—. ¡Ah! ¡Aaaah!

—Mírale, Mia. ¿A que no has visto a nadie nunca correrse así de fuerte?

Yo estaba temblando, sudando e intentando sujetarme la camisa para que no se me manchara, pero era demasiado tarde. Tenía corrida por todas partes, incluso en la mejilla. Joder, ¿cómo había llegado tan lejos?

—Es una de las cosas que más me gustan de él —la oí decir con orgullo—. Nunca me canso de ver su cara cuando se corre.

Volví a mirarlas cuando regresé a la Tierra, jadeando exhausto. Ya me daba todo igual. Savannah me había hecho una paja delante de Mia y ambas me habían observado con excitación mientras me corría. ¿Qué podría ir peor?

Oh, sí, es verdad, que la rubia se pusiera en pie y comenzara a quitarse la ropa.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté limpiándome la mejilla con mi camisa arruinada.

Ella me miró por debajo del borde de su camiseta de manga corta.

—Desnudándome, ¿no es evidente?

—¿Para qué? —insistí, esperando que entrara en razón y buscando a Mia con los ojos para que me apoyara y detuviéramos juntos esta locura.

Pero no me miró, solo miraba la tele con aire ausente.

—¿Tú qué crees, tonto? Te dije que te corrieras solo si podías seguir follando. Y lo has hecho, así que…

Intenté incorporarme, pero me empujó por el pecho contra el respaldo del sofá, observando cómo me volvía a poner duro en cuestión de momentos en contra de mi voluntad y de mi sentido común. Era algo incontrolable.

—¿Lo ves? También estás caliente. ¿Y tú, Mia? ¿No te apetece que sigamos?

Vi con incredulidad cómo la pelirroja asentía con la cabeza. Esto no podía estar pasando, ¿cierto?

—Cam es muy bueno en el sexo oral. ¿Recuerdas que te lo dije? —Me comenzó a acariciar de nuevo la polla mientras me miraba y le hablaba a ella entre ronroneos.

¿En serio le había contado esas cosas? Qué vergüenza.

—Sí, me acuerdo.

Cuando miré a Mia, ella se estaba bajando los pantalones y la ropa interior. No me gustó su cara de resignación; por más que esta situación me excitara, no quería que hiciera nada en contra de su voluntad.

—No tienes que hacerlo —le  recordé en un jadeo mientras intentaba resistirme a las corrientes deliciosas que la mano de Savannah me estaba provocando.

—Lo sé, pero quiero hacerlo. A ella le apetece y yo… también estoy caliente.

—Pero creí que no te gustaban… que te iban las mujeres, vamos.

Savannah soltó una ruidosa risotada.

—Y así es, tonto. Pero tú eres muy bueno dando placer con la boca y ella solo tiene que cerrar los ojos y dejarse llevar.

Continuará...