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Entrampada

en Amor filial

Entrampada

Autor: Incestuosa

elkaschwartzman@hotmail.com

 

"...Para mi amiguita Marian, a quien le dedico

esta historia de una manera muy especial..."

 

Cap. I

 

-Anda, Micha, ven a comer.

-No quiero...

-Pero si no has comido nada...

-¡Ya te dije que no quiero!

-Si no comes, se lo diré a tus padres cuando regresen...

-Diles...ellos nunca me dicen nada, ni me regañan...

Esas escenas se repetían continuamente. La pequeña Micha, a quien dejaban bajo mi cuidado cuando sus padres salían de casa se volvía insoportable. Pinche chiquilla tan jodona.

Me había embarcado sin querer en una aventura de niñera para ayudarme en mis estudios, pues a mis 16 cursaba la preparatoria y el dinero en casa no abundaba. Mi madre me había amenazado con sacarme de la escuela por falta de recursos, pero yo me opuse. Entonces fue ella quien me instó a trabajar, y después de estar revisando los anuncios en los periódicos me encontré con aquél que más se ajustaba a mi perfil.

"Se solicita niñera soltera,

Joven y estudiante de preferencia.

Quedarse a dormir. Interesadas

llamar al teléfono 987-5269-487"

Llamé, me dieron una cita y también el trabajo. Al principio pensé que sería cosa fácil, pero después de tres noches de haberme quedado a cuidar a Micha ya no estaba tan convencida. "Sólo tienes que estar cerca de ella y cuidar que no haga nada indebido...le gusta ver tele, películas y jugar, pero es tranquila...y cuando le de sueño, la vistes y la acuestas en su cama, y después ya te puedes ir a descasar", -me había dicho su madre-. Pero lo que ella no sabía era que su hijita se transformaba en un monstruoso torbellino cuando ellos se hallaban ausentes. ¡Era una nena insoportable! Pero necesitaba el trabajo. De modo que, o me quedaba allí o renunciaba a seguir estudiando. Y eso no estaba en mis planes. Me puse a pensar en la forma de ganarme su confianza. ¿Pero cómo hacer cambiar a una nena de 9 años? Yo no tenía experiencia en esas cosas. No era ni maestra, ni educadora, ni sicóloga, ni nada por el estilo. Era sólo una jovencita con muchas ganas de estudiar y con una gran necesidad de trabajar. No tenía experiencia en el trato con infantes. Además, la tal Micha era una mal educada. La consentían demasiado. Mientras la observaba pegada al televisor me puse a pensar en la forma en que podría hacer cambiar su conducta hacia mi. Pero nada se me ocurría. Yo estaba perdida en el limbo. No sabía en realidad cómo actuar con ella.

Quise dejarla en la sala viendo los dibujos animados y aprovechar para ir al baño a orinar. Me estaba haciendo desde hacía rato y no podía alejarme de ella por recomendación de su madre. Viendo que se hallaba entretenida, dejé el plato sobre la mesa del comedor y le dije:

-Micha...no te muevas de aquí, que ahora regreso...

-¿Adónde vas?

-Tengo que ir al baño.

Ni siquiera me contestó. Me alejé con rapidez hacia el toilet de la planta baja. Entré y cerré la puerta. Ufff....qué alivio. El estar lejos de Micha y la descarga urinaria me confortaron. Lo cierto es que tenía mi vejiga llena. Cuando acabé regresé a la sala. ¿Pero dónde estaba Micha? El aparato seguía encendido, pero a ella no la veía por ningún lado. Subiendo las escaleras me dirigí a su habitación. La puerta estaba abierta. Intento entrar y siento un aluvión que se me viene encima. Micha saltó sobre mí y rodamos sobre el piso alfombrado. ¡Estaba encaramada en una cómoda que quedaba pegada a la pared! Ni siquiera la vi. La niña comenzó a hacerme cosquillas por todo el cuerpo. Ya la tenía encima y sus manos no paraban. Aquel sorprendente e inesperado acto me indignó de momento, pero pronto me ganó la risa a causa de sus tocamientos. Sus manos iban por todo mi cuerpo internándose entre mis ropas. Y las cosquillas eran fatales para mí. No pude evitarlo. Comencé a reírme con ella a carcajadas. Ya veía que este jueguito le agradaba a la pequeña abusiva. De pronto pensé que tal vez sería apropiado cooperar para ganarme su confianza. En los tres días anteriores nunca se había comportado así. Su conducta era levantina, mostrándose arisca y seca conmigo. Pero así son los pequeños. Son cambiantes; se transforman.

Entre risotadas y movimientos incontrolables, nuestros cuerpos daban vueltas sobre el suelo. Le hice lo mismo y puse mis manos sobre su barriguita para regresarle las cosquillas con mis dedos. Ella entró en un trance de tremendas carcajadas pero no por eso se quedaba quieta sino que correspondía de igual forma y con mayor ahínco. Así que seguimos rodando por toda la alfombra gritando y riendo con fuerza mientras cada una intentaba ganarle a la otra el espacio corporal para tocar las partes más sensibles. Nos mantuvimos jugueteando de ese modo por un largo tiempo olvidándonos del televisor y de la comida servida. Micha era tan lista y escurridiza que en un momento dado se me montó encima y comenzó a meterme las manos debajo de la blusa, buscando el contacto con mi piel y deseando sin duda intensificar el sentido de sus cosquillas. Por más que trataba de agarrarle las manos para detenerla, éstas se me zafaban con rapidez para ir a meterse bajo la tela hasta llegar a mi vientre, donde me hundía con velocidad los dedos por el costado intentando alcanzar el centro de mis costillas. Mis ataques de risa era tan intensos que Micha se aprovechaba de ello. La desbordante emoción que todo eso me provocaba hizo que de momento me abandonara a sus manoseos para gozarme como nunca de su formidable manera de tocar mis puntos sensibles. ¡Qué torbellino de niña! Con desesperación yo le gritaba entre alegres risotadas:

-Nooo...Nooo...Micha...ya nooo....no sigas....detente...detente....jajajjaja.....jajajajaja....

-jijijiji.....no lo haré....jijijiji.....jijijijiji....

Nuestros cuerpos seguían rodando como dos bolas de boliche por el mullido piso sin detenerse. Golpeábamos con la cama y con algunos muebles una y otra vez, pero nada la paraba.

-jajajaja...jajajaja....ya Micha....yaaaaa...jajaja....ya nooooo...ya nooo......jajaja...jajajaja...

-jijijiji...no pararé hasta que te orines de la risa....jijijijiji....jijijijiji....

Sus deditos seguían recorriendo la piel de mis costados moviéndose en un interminable manoseo que iba desde la base de mis tetas hasta el nacimiento de la ondulación de mis caderas. Sus risillas eran tan intensas que me contagiaban cada vez más causándome un mayor grado de hilaridad, por lo que mis risotadas eran ya una tormentosa cacofonía que hacía que las lágrimas se me escurrieran por las mejillas mientras dábamos vueltas y vueltas una y otra vez sobre el piso sin que ella cediera un ápice. Era aquella la primera vez que alguien me provocaba tan geniales alaridos a causa de las cosquillas, sintiendo escurrir los torrentes lagrimales sobre mi rostro encendido. Pero aunque le imploraba que terminara sus manipuleos, Micha no estaba dispuesta a hacerlo. Cuando quedaba encima de mí se aprovechaba de la situación y volvía a meter sus manitas bajo mi ropa. Ya las costillas me ardían de tanto contacto, pero la nena no deseaba concluir el jueguito. Por más que yo intentaba adueñarme de la situación no podía con ella, pues siendo tan pequeña se me iba de las manos.

Llegó un momento en que mi risa fue tan incontrolable que no pude más y me quedé tendida y quieta viendo hacia el techo. Micha aprovechó la involuntaria pausa y se me montó de nuevo metiendo sus dedos bajo la blusa llegando a tocarme los senos. Aquel tibio contacto me alarmó, pero como tenía puesto el sujetador pensé que no habría problemas. Pero Micha no se quedó quieta y metió con rapidez sus manos bajo el soporte del sostén y empezó a apretarme repentinamente los globitos de mis tetas. Yo cerré los ojos en una reacción instantánea, como disfrutando de la caricia mientras Micha seguía y seguía apretando. Sentía cómo el resorte del portatetas aprisionaba sus pequeñas extremidades superiores, las que seguían moviéndose con decisión sobre la suave piel de mis chichitas. Hice un movimiento para tratar de deshacerme de ella y al fin las sacó de allí para ir a meterse ahora debajo de la blusa. El cuadro que escenificábamos en aquel momento era por demás inusual, pues nuestras ropas estaban completamente arrugadas a causa de las violentas reacciones de nuestros cuerpos al rodar por la alfombra, sintiendo mi falda levantada por encima de mis rodillas. Cuando me puso las dos manos sobre las costillas me di la vuelta y quedé de espaldas. Como Micha no perdía oportunidad se subió otra vez sobre mi cuerpo y me empezó a tallar las manos por toda mi piel, insertándolas debajo de mi ropa. Yo seguía riendo a carcajadas a causa de la intensidad de las cosquillas de la nena. Ya veía que era una niña terriblemente inquieta. Entre jadeos y risotadas Micha hundió de repente sus manos debajo de mi falda, yendo a explorar esta vez las regiones ocultas de mis nalgas. Antes de que pudiese reaccionar ya se había internado bajo mi apretada pantaleta, depositando las palmas de sus manitas sobre aquellas dos frondosas bolas secretas. Por más que quise deshacerme de ella no pude, y Micha, dándose cuenta de que me abandonaba al fin a sus novedosas caricias, empezó a apretarme los dos glóbulos carnosos de mi trasero intentando hacerme cosquillas en aquella región escondida. Pero lo que consiguió en realidad fue enardecerme de calentura. Jamás me imaginé que la caricia de una pequeña como ella pudiese provocarme semejantes estremecimientos.

Volviendo en mí me puse en pie con rapidez, diciéndole:

-Jajajajajaja.....jajajajaja....ya Micha...ya basta por hoy....mira nadamás cómo estamos de desarregladas...jajajaja...jajajajaja...si tus padres volvieran y nos vieran así nos regañarían...jajajaja...

-Jijijiji....jijijijii....jijijiji....no te dejaré....jijijiji....

Ella intentó volver a la carga cuando escuchamos de pronto el ruido del motor del coche aparcándose en el garage. Las dos reaccionamos como si hubiésemos estado haciendo algo indebido; pero adueñándome de la situación me apresuré a decirle:

-¡Tus padres, Micha!...¡Han regresado tus padres!...¡Anda ven que te cambio de ropa!...¡Mira nadamás cómo estás!....

Como si fuese una persona mayor y como por arte de magia, la niña comprendió el sentido de mis palabras y me respondió presurosa:

-Si...si...Mariana...anda, cámbiame pronto.

Rápidamente busqué su batita de dormir en el ropero y se la puse, pasándole apresuradamente un peine por sus desarreglados cabellos mientras le aconsejaba:

-Anda, bájate pronto, que yo también tengo que cambiarme...baja de una vez y si te preguntan por mí les dices que vine al baño de arriba...¿Entendiste?

-Si. –me respondió-

Vi que se salió del cuarto y se fue corriendo por las escaleras mientras yo me metía en el cuartito que me habían asignado. Lo más velozmente que pude me quité la ropa y me puse el primer vestido que encontré disponible. Me arreglé el largo cabello castaño y me fui a meter velozmente en el cuarto de baño para fingir que estaba haciendo alguna necesidad fisiológica. Momentos después escuché la voz de la señora Claudia que me tocaba la puerta del toilet.

-Mariana...Mariana...estás allí?...

-Si...si....ahora salgo, señora.

La sangre se me subió a la cabeza. No sé por qué causa acudían a mi mente una suerte de sentimientos culposos. Armándome de valor abrí la puerta y salí. Doña Claudia estaba con Micha en la habitación de la nena. Cuando me vio me dijo tranquilamente:

-¿Y cómo se portó Micha esta noche, Mariana?

-Oh, muy bien...en verdad que no dio problemas para nada....

-Qué bueno...pensé que volverías a quejarte de ella.. –me dijo con una sonrisa-

-No...no...esta vez se portó muy bien, señora.

-¿Lo ves Micha?....a Mariana le gusta que te portes así como hoy... –le dijo a la niña-

-Si mami....ya me portaré bien con ella –respondió Micha-

-Muy bien, amor...y ahora deja que Mariana se quede contigo hasta que te duermas, mientras tu papi y yo bajamos a cenar algo, si?

-Si, mamita...

Doña Claudia le dio un beso a Micha y se alejó hacia la planta baja dejándome sola con ella. Cuando consideró que nadie la oía, Micha me dijo entre susurros:

-Mariana...¿Te gustó que te hiciera cosquillas?...

-Ay sí...nunca me habían hecho tantas cosquillas como tú...vas a ver.... –le respondí con complicidad en el mismo tono-

-Jijijiji...a mi también me gustó jugar a las cosquillitas contigo... –me comentó con voz bajita-

-Oh si...es genial...pero al principio me espantaste, Micha...

-Jijijiji...pues eso era lo que yo quería...jijijijii...

-Vas a ver, malvada... –le contesté, guiñándole un ojo-

-No te enojaste conmigo, verdad? –me dijo de pronto-

-No...no...claro que no...al contrario...

-Entonces....te agradó Mariana?

-Si....si me gustó...-le aseguré, intentando ganarme su confianza-

-Ay Mariana...¿La próxima vez que mis papitos te llamen para que vengas a cuidarme lo volveremos a hacer?....anda, di que sí....

-Si Micha...claro que volveremos a hacerlo...

-Prométemelo...

Comprendiendo que era esa la oportunidad para congraciarme totalmente con ella le hice la promesa:

-Si, Micha...te prometo que jugaremos de nuevo...

Sentí su espontáneo y dulce beso sobre una de mis mejillas, sonrojándome toda ante la inesperada caricia. Me la quedé mirando con dulzura reflejándome en sus infantiles ojitos claros. Micha captó mi mirada con una intensidad poco común, provocando que mi piel se erizara como si estuviese siendo sometida a algún tipo de sondeo sobrenatural. Por largos minutos nos estuvimos mirando de esa forma, intercambiando con la vista una serie de sentimientos escondidos y ocultos que no pude traducir en ese momento, hasta que rompiendo la magia le espeté:

-Ya, Micha....anda métete en la cama porque es hora de que te duermas...recuerda lo que dijo tu mami...

-Si, Mariana....buenas noches....

-Buenas noches, Micha... –dije, devolviéndole el beso-

La niña sonrió y se arrellanó bajo el grueso edredón cerrando los ojos. Yo permanecí aún por un rato sentada en su camita hasta que escuché cómo su respiración se fue haciendo más profunda. Entendiendo que al fin se había quedado dormida me salí del dormitorio y cerré la puerta. Me dispuse a bajar al comedor para despedirme de sus padres, pero cuando llegué al último escalón unos suspiros me detuvieron en seco.

-No, amor....aquí no... –escuché la voz de doña Claudia-

-¿Por qué no?... –preguntó su marido-

-Porque puede bajar Mariana...

-Anda...déjate, que tengo ganas...

-No...no....mejor vamos arriba...

-No...yo quiero aquí....sólo deja que te lo ponga tantito... –insistió don Esteban-

-No...no...ella se puede dar cuenta...además, no sé si la niña ya se durmió...

-Tú sabes que Mariana no vendrá hasta que Micha se duerma...será sólo un momento...

Comprendí que algo raro estaba pasando entre ellos. No queriendo ser motivo de interrupción o molestia volví a subir los peldaños y me fui a meter en mi cuarto. Una vez dentro cogí la blusa y la falda que me acababa de quitar observando que estaban completamente arrugadas a causa del intenso jugueteo que había tenido con Micha. Pensé en lo que hubiera sucedido si los padres de la nena nos hubiesen hallado rodando abrazadas sobre la alfombra. Esa reflexión me alteró de momento. Pero en realidad lo que me había alterado también fue escuchar el parloteo allá abajo en el comedor. Me preguntaba qué le estaría haciendo el señor a su esposa. Con esos pensamientos en mente comencé a desvestirme para meterme en la cama. Mientras me acostaba pensé en el acuerdo que había hecho con su madre cuando me empleé con ellos. Yo debía cuidar de Micha cuando ellos tuviesen alguna salida nocturna; entonces me telefonearían a mi casa y debía quedarme a dormir para volver a mi hogar hasta el día siguiente. Los días en que el matrimonio no tenía salidas programadas yo no acudía a trabajar, por lo que sólo iría dos o tres veces por semana a lo mucho, lo que me permitiría disponer de tiempo para hacer mis tareas escolares. Yo le había dicho a mi madre que tal vez no aguantaría mucho en ese trabajo, pues la pequeña era insoportable. Pero ahora pensaba en el cambio tan radical de Micha. Eso me puso contenta. Al parecer las cosas cambiarían. Y así fue en realidad.

Estaba quedándome dormida cuando los gemidos comenzaron a hacerse más fuertes. Aquel ruido me despertó sobresaltada. ¿Acaso alguien se sentiría mal? Me incorporé sentándome en la cama mientras aguzaba el oído para escuchar mejor. Ciertamente eran como quejidos; como si alguien estuviese lamentándose una y otra vez. ¿Acaso estaría enfermita Micha? No pude quedarme en la cama ante semejantes lamentos y me salí del cuarto con la idea de irme a fijar a la habitación de la niña. Abrí la puerta y observé hacia adentro. Micha se hallaba completamente dormida. Ahora alcanzaba a apreciar con más fuerza aquellos extraños ruidos, que al parecer provenían de la habitación de enfrente. Pero ese era el dormitorio de los padres de Micha. Con la duda metida en la cabeza me acerqué a la puerta y pegué mi oreja a la hoja de madera. Sí, no había duda. Los lamentos eran muy fuertes y salían del interior de la recámara. De momento no sabía cómo actuar. ¿Y si la señora se sentía mal? ¿O sería Don Esteban? Quise tocar para preguntar pero me detuve cuando escuché claramente la voz de la señora que gritaba:

-Métemela....métemela hasta adentro....culéame...cógeme cabrón de mierda...ohhhhh....

Aquella sarta de obscenidades me pusieron en alerta. Ahora descubría que no eran precisamente gritos de enfermedad los que me habían sacado de mi sueño, sino lamentos de placer a causa de lo que el matrimonio hacía en la soledad de su dormitorio. Oí enseguida una especie como de chasquidos parecidos a un aplauso; como si alguien estuviese recibiendo golpes en las nalgas o en alguna otra parte del cuerpo. Comprendiendo la inconveniencia de quedarme allí me dispuse a retirarme enseguida a mi cuarto, pero un irrefrenable deseo de seguir escuchando todo eso pudo más que mi razón. De manera que volví a acercarme a la puerta para oír lo que hablaban con mucho mayor claridad.

-Puta....putaaa...muévete más...mueve el culo más rápidoooo.... –decía don Esteban- mientras los chasquidos o nalgadas aumentaban de intensidad.

-Si...si...soy tu putita de mierda....pero anda....ya métemela...cógeme que me vengo....yaaaaa...nalguéame...nalguéameeeee....

-Siente la verga, puta de la calle....siente mi verga entrar en tu culo...

-Ayyyyyyy.....ayyyyyy.....agggggghhhhh....

Las palmadas de las manos de don Esteban se oían ahora con toda claridad. Sentí que algo recorría el interior de mi cuerpo al tiempo que un leve cosquilleo se manifestaba entre mis piernas inundando mi conchita de un líquido extraño. Temiendo ser descubierta me alejé con cuidado de aquel sitio para irme a refugiar temblando en mi dormitorio, donde di rienda suelta a mis pensamientos imaginando las calientes escenas que sucedían en el interior de la habitación principal. No pude evitar que un deseo intenso se apoderara de mi voluntad, lo que me llevó a meter mi mano bajo mi batita de dormir comenzando a acariciarme el pequeño botoncillo carnoso que sobresalía entre mis estremecidos labios vulvares. Con la mano hundida entre mis muslos me tendí boca abajo y apreté lo más que pude mis piernas moviéndome de un lado a otro, hasta que un intenso placer se desbocó dentro de mi, haciéndome vibrar con las delicias de mi primer orgasmo. Nunca me había masturbado, aunque sí había escuchado a mis amiguitas de la escuela hablar mucho de eso. Fue entonces cuando comprendí a lo que ellas se referían cuando aludían a "venirse tocándose una misma". Después de aquel delicioso descubrimiento me quedé dormida.

 

 

Cap. II

Pasaron tres días sin que se recibiera en casa ninguna llamada. De modo que cuando regresaba de la escuela le preguntaba ansiosamente a mi madre:

-¿No llamaron los señores hoy?...

-No Mariana...no han llamado...

-Humm....¿Qué pasará?...

-¿Por qué? ... recuerda que sólo llamarán si te necesitan....

-Si...si.....tienes razón, mami...

-¿Qué te pasa, Mariana? ....

-¿Por qué, mamá?

- Te noto como ausente....como desesperada...

-No...no mamá...no es nada...

-¿Estás segura, hijita?

-Si...tranquilízate, mami...estoy bien....

-Está bien... –dijo ella- Pero no debes ser impaciente....ya te llamarán...

Fue en ese preciso instante cuando sonó el teléfono. Me puse de pie como impulsada por un resorte pero mi madre me detuvo diciéndome:

-Espera, hija....yo contestaré...

Volví a sentarme sin dejar de ver atentamente a mamá, quien en seguida me dijo:

-Mariana...es la señora Claudia...

Me puse de pie con desesperación y fui corriendo hasta el teléfono.

-¿Aló?

-Aló Mariana...¿Cómo has estado? –dijo la señora-

-Bien...muy bien señora Claudia...y ustedes?

-De maravilla...oh, linda, te llamo porque esta noche te necesitaremos...saldremos a una reunión y queremos que te vengas a quedar con Micha...

-Si...si...claro...¿A la misma hora de siempre?

-Si.

-Muy bien...allí estaré.

-Te esperamos...salúdame a tu madre...bye...

-Bye, señora.

Mi mamá me preguntó:

-¿Te irás esta noche?

-Si, mamá...ellos saldrán a una reunión...ah, por cierto, te mandó saludos la señora...

-Qué amable, gracias.....¿Ya ves que te lo dije?...todo era cosa de esperar...no quiero que te impacientes cuando ellos no te llamen...

-Si mamá...descuida...no volverá a suceder...

-Pues anda...arregla tus cosas para que ya te vayas.

Me puse a hacer mi maletita donde metí una muda de ropa y algunas de mis prendas interiores. Llegado el momento me despedí de mamá, tomé un taxi y arribé a la preciosa residencia de Micha. Toqué el timbre y me abrió la puerta la señora:

-Hola Mariana...qué bueno que viniste...Micha me ha estado preguntando mucho por ti...

-¿Si?...qué bueno...

-Si....¿Parece que le has caído bien a la niña, eh?...

-Pues...no lo sé... –dije, dudando un poco-

-Si...te lo digo porque ella misma me lo comentó....

-¿De verdad, señora?...

-Si, Mariana....y debo decirte que eso me complace mucho...

-Oh sí...a mi también... –le respondí sonriendo-

-Bueno...anda ve a verla mientras nosotros terminamos de arreglamos.

Subí hasta el dormitorio de Micha, quien se hallaba jugando solita con un rompecabezas de cartón. Cuando me vio se le iluminaron los ojos y se me fue encima, abrazándose con fuerza de mis piernas. Yo le dije:

-Hola Micha...¿Como estás hoy?

-Bien...bien....pero te extrañaba...

-Oh, no me digas....¿Y eso por qué? –indagué-

Antes de responderme fue y se asomó furtivamente a la puerta para ver si no había nadie. Aquel detalle de la niña me gradó y enseguida le comenté:

-Tus padres están en su habitación arreglándose para salir...y no pueden oírnos, Micha...

-Qué bueno...así te podré decir lo que quiero... –me respondió pícaramente-

-¿Y qué es lo que me quieres decir?...-le pregunté con interés-

-Pues que ya quería que vinieras...

-Oh Micha...yo también te extrañé de verdad... –le dije, sincerándome con ella-

-¿En serio, Mariana?...

-Si...en serio... –le contesté-

-¿Extrañabas mis cosquillitas? –me dijo repentinamente-

La cara se me puso colorada sintiendo que me ardía por fuera y por dentro. Aún así le dije:

-Si...mucho...

-Ay, yo también a tí.... –me dijo con la franqueza propia de los niños- ¿Volveremos a jugar esta noche? –me soltó de pronto-

-Si...si, Micha...pero por ahora no comentes nada...mejor esperemos a que tus padres se marchen...si?

-Si...si... –me dijo con un tono de complicidad-

Aquello se estaba convirtiendo sin saberlo en un juego quemante que por lo visto no tan sólo me afectaba a mí, sino también a la pequeña Micha, quien ahora se mostraba totalmente transformada, revelándose como una pequeña obediente y dulce ante mi presencia. El tono de sus palabras era suave y cariñoso; más cariñoso de lo que yo jamás hubiese esperado viniendo de ella. Escuché de pronto que doña Claudia ingresaba en la recamarita para decirme:

-Bien...ya estamos listos...y quiero que te portes muy bien con Mariana, Micha....lo harás?

-Si, mami...

-Perfecto. Bueno Mariana, te la dejamos. Cuídala bien. Creo que estaremos de regreso a eso de la una o dos de la madrugada...así que traten de dormirse temprano para que no se desvelen.

-Si, señora. –le contesté-

Tanto Micha como yo bajamos a despedirlos hasta que vimos que el auto se alejó calle arriba. Cerré la puerta y nos fuimos a la sala. Prendí el televisor y le dije a la pequeña:

-Micha...¿Quieres ver las caricaturas?

-No –me contestó a secas- Lo que quiero es jugar contigo a las cosquillas...

-Pero, Micha...¿Por qué no ves un ratito tele mientras te preparo algo para que cenes?

-Ya cené –me dijo con firmeza-

-Ay linda...no me mientes?

-De verdad, Mariana....ya no quiero comer...lo que quiero es jugar contigo...

-Está bien...está bien... –le respondí para no incomodarla- ¿En dónde quieres que juguemos...aquí... o allá arriba?

-Allá arriba...

-Está bien....anda, vamos arriba..

-Espera... –me dijo-

-¿Qué pasa, Micha?

-Quiero que cerremos la puerta con llave....

-Ay, por qué? –le respondí sorprendida-

-Porque no quiero que nos pase lo mismo del otro día si ellos regresan...

Aquellas palabras me hicieron enmudecer. No cabía duda que la brillantez de la mente de Micha era evidente, y sin duda alguna se mostraba también como una pequeña demasiado precoz. Yo sólo asentí con la cabeza y me dirigí hacia la puerta cerrándola con pestillo. Acto seguido nos subimos hasta su dormitorio. Una vez dentro Micha cerró también la puerta de su recámara. Estaba claro que la nena deseaba seguridad. Habiéndonos quedado encerradas, Micha comenzó enseguida a manosearme las costillas para generar las típicas cosquillas que tanto le gustaba hacerme. Al sentir sus manos recorrer mis costados una vez más me invadió aquel extraño y agradable escozor entre mis muslos que había experimentado días antes, de modo que dejé que Micha me tocara sin desear oponer ningún tipo de resistencia. La niña me picaba con los dedos y yo reaccionaba ante cada acometida estremeciéndome de placer. Fue por eso que no pude evitar lanzar las primeras carcajadas como consecuencia de sus manipulaciones, yendo a parar pronto al alfombrado piso revolviéndome como loca. Cuando estuve tumbada Micha se me echó encima para acrecentar sus movimientos manuales al tiempo que la risa me ganaba sin poder evitarlo. A pesar de que me hallaba prisionera bajo sus piernas y completamente a su merced, debo confesar que aquello me encantaba, pues pronto sentí sus manos invadir la oculta zona de mi vientre, pues la lista niña ya las había introducido sin mi consentimiento bajo mi ropa. El tibio contacto me estremeció y presa de una intensa hilaridad que se manifestaba con alegres risas y carcajadas me abandoné a sus tocamientos, que cada vez se intensificaban más. De pronto me di cuenta que tenía mi falda completamente levantada quedando mis piernas al descubierto. Yo intentaba moverme para deshacerme de Micha, quien continuaba con sus esmeradas manipulaciones sobre mi piel, la que sentía erizarse a causa de la genialidad de su tacto. Todo eso era tan extraño para mi, pero a la vez tan delicioso. Haciendo un esfuerzo me di la vuelta como pude, siendo ahora Micha quien rodó por la alfombra, dejándome ver sus calzoncitos blancos al ancharse toda en la caída para quedar con las piernitas abiertas. Al verla tendida y con sus muslos expuestos me le quedé mirando al interior de sus intimidades sintiendo una oleada de ardor en mi cara. Aquella desconocida emoción me desconcertó, pues jamás había experimentado una cosa igual. Me monté sobre ella para no dejarla escapar, pues esta vez quería ser yo quien le devolviera las cosquillas de la misma manera como ella lo había hecho.

Metí mis manos debajo de su vestidito hasta llegar a sus costados, iniciando una serie de toqueteos con las yemas de mis dedos alrededor de sus costillas. Micha se estremecía de placer mientras las risotadas salían con fuerza de su garganta, indicándome con ello el gozo que experimentaba. Traté de mantenerme firme montada sobre ella con la intención de prodigarle aquellos delicados manoseos que ya comenzaban también a gustarme a mi. Por varios minutos la estuve acariciando de su barriguita en tanto que la nena no cabía en sí de gozo, viendo que ya las lágrimas le escurrían abundantemente por su carita. De repente y a causa de los espasmos de risa, Micha se impulsó hacia arriba y me volvió a tirar al piso. En la caída mis piernas se abrieron más de lo debido y dejé al descubierto mi braga y el interior secreto de mis muslos. Me di cuenta que Micha se me quedó mirando sin decirme nada, pero sin apartar sus ojitos de aquel oculto espectáculo que ahora admiraba con un extraño brillo en sus pupilas. El inesperado panorama me cautivó, de modo que me mantuve en la misma posición sin cerrar mis piernas para nada al tiempo que contemplaba a Micha regodearse con aquella visión aparentemente desconocida para ella. Tan extasiada se hallaba admirando las reconditeces de mi entrepierna que aproveché ese momento para echármele encima y volver a subirme sobre ella. Micha cayó nuevamente al suelo con las piernas en V, facilitándome la maniobra de hundir mis manos bajo su vestido buscando sus costillitas. Pero ella levantó de pronto su grupa, no sé si en forma deliberada o a causa de la emoción que sentía, encontrándome en el camino de manera involuntaria con el centro de su cuquita, sobre la cual mi mano se deslizó de manera involuntaria. La caricia causó un efecto estimulante en Micha, quien de inmediato se quedó quieta mientras me miraba con los ojos abiertos, como implorándome que no las apartara de allí. No deseando hacer algo indebido que me causara arrepentimiento, volví a subir mis manos hacia su vientre y retomé los movimientos de mis dedos, mientras Micha volvía a ser presa de la hilaridad. Así estuve manoseándola para provocarle las más intensas cosquillas, al tiempo que yo también me gozaba riéndome al unísono con aquella pequeña traviesa tan especial. Micha se debatía entre lágrimas y risas aprisionada debajo de mí, retorciéndose como una serpiente mientras escapaban de su boca una serie de grititos de placer. Mas de repente volvió a impulsarse con todas sus fuerzas hacia arriba y de nueva cuenta fui a dar con mis huesos en la alfombra, en tanto la nena se me echaba rápidamente encima deseando ser ella esta vez quien metiera sus manos bajo mi falda. El revoltijo de nuestros enredados cuerpos era tan rápido que no tenía tiempo de nada, pues Micha se me encaramó encima y metió sus manos con velocidad debajo de mi ropa. A causa de los movimientos que hacía con mi cuerpo para impedir sus manoseos, esta vez el encuentro de sus manos con mi tesoro central fue inevitable, ya que sentí tocar sus extremidades por encima de mi calzón, rozando mi rajita estremecida. De momento quise hacerme a un lado para rodar fuera de su alcance, pero Micha, quien haciendo gala de su inteligencia había previsto el movimiento, ya se me había subido encima dándome ahora la espalda, de modo que quedó viendo hacia el interior de mis piernas. Tratando de meterme las manos para hacerme cosquillas, Micha no hallaba la forma de lograrlo, por lo que sus dedos continuaban rozando mis bragas una y otra vez, en tanto yo me revolvía en un inútil intento por zafarme de aquel candado en que se había convertido su cuerpo sobre mi propia humanidad. La repetición contínua de sus manoseos sobre mi abutado triángulo me ocasionó una suerte de sensaciones nuevas que no deseaba abandonar por nada, así que dejándome hacer me acomodé lo mejor que pude en un inconfesable intento por que ella no quitara sus manos de mi zona prohibida. Al parecer la sagaz Micha comprendió claramente mis más ocultos sentimientos, ya que no hizo un sólo intento por alejar sus manitas de allí, sino que se dio a sobarme mi región púbica con un interés tal que mi mente empezó a fraguar la forma en que podría disfrutar al máximo de aquella oportunidad que se me presentaba de ser tocada por primera vez por la preciosa nena de 9 años.

Increíblemente y como si nos hubiésemos puesto de acuerdo, las dos nos quedamos quietecitas olvidándonos momentáneamente de las cosquillas, focalizando ahora nuestro mutuo juego en el delicioso tenor de tocar nuestras partes pudendas. Por lo visto a Micha le había cautivado descubrir aquella zona felposa que se adivinaba con claridad debajo de mis bragas, ya que se concentró de un modo especial en la frotación del colchoncito de mi vulva, donde ahora me tallaba sus dos manitas; una primero y otra después, sin pronunciar palabra pero con la vista enfebrecida. La escena era increíble, pues de pronto las risas y carcajadas habían desaparecido para dar paso a una nueva e involuntaria actitud que por lo visto a ambas nos agradaba en demasía. El delicado tacto de Micha sobre mi escondido bultito hacía que me estremeciera de gozo sin saber por qué, causándome tal calentura que no quería que dejara de hacerme todo aquello. Me quedaba claro igualmente que Micha experimentaba lo mismo, lo que pronto pude confirmar yo misma al ver que me levantaba con sus dedos el bordecito de mi blanca pantaleta de licra para ponerse a observar con curiosidad la negra pelambre que se escondía pudorosa bajo la apretada prenda. Haciendo a un ladito la tela de mi calzón comenzó a tocar con sus deditos los suaves mechones oscuros, los que me jalaba suavemente entre sus pequeños deditos como intentando conocer cuán larga era mi vellosa pelambre. Aquel tocamiento tan delicioso me hizo gemir de placer y de deseo, por lo que abrí mis piernas por completo para dejar a su disposición el lascivo panorama de mi bollito abierto. Sin duda el movimiento dio el resultado que anhelaba, pues Micha se dedicó con interés desmedido a la exploración de mis reconditeces centrales pasando sus deditos con lentitud por los sonrosados labios de mi vulva, que ahora se abría estremecida ante el tierno contacto de su suave tacto. Sin haber pronunciado una sola palabra, fue Micha quien libremente me metió uno de sus deditos en la hendidura, lo que me hizo lanzar un gritito de gozo que por supuesto no le pasó desapercibido. Cerrando los ojos ante semejantes manipulaciones me abandoné por completo a sus deliciosos toqueteos, que ahora sentía y disfrutaba con las piernas abiertas y los ojos cerrados. Micha supo aprovecharse muy bien de las circunstancias, ya que me jalaba delicadamente la piel interior de mi cuquita sin dejar de dedearme con suavidad, lo que me transportó con rapidez inusual a la experimentación de un orgasmo tan intenso que me hizo gritar de lujuria.

Al escuchar mis gemidos la niña sacó sus manos de mis intimidades pensando quizás que me había hecho daño; pero yo, embramada al máximo y sintiendo la inminente explosión en toda su furia, tomé su manita y la volví a posar sobre mi rajita en un acto de supremo placer; donde mis inhibiciones ya no tenían cabida. La niña comprendió mis más ocultos deseos, pues sin habérselo yo pedido con palabras pronto volvió a la carga al tiempo que yo me desbordaba en una venida tan grandiosa y lasciva que los estertores de mi cuerpo no se hicieron esperar, gozando a mi manera de aquel increíble momento. Al cesar los espasmos del delicioso clímax me le quedé mirando a Micha, quien me veía también con ojos complacientes que rebosaban felicidad. No sabía por qué razón habíamos llegado hasta ese punto, ni puedo tampoco explicar cómo fue que a Micha le dio por hacerme todo aquello. Lo único que puedo decir es que simplemente sucedió sin que ninguna de las dos lo pidiera de antemano, aunque era obvio que ambas lo habíamos deseado profundamente disfrutándolo sin barreras. Confieso que de momento me sentí avergonzada y culpable por lo ocurrido, pero fue Micha quien con su preclara sagacidad me sacó de mis cavilaciones diciéndome:

-Oh, Mariana....qué bonito es hacer esto...te gusta?...

Yo no le respondí, sino que al oírla no pude evitar sentir de nuevo el peso de la culpa sobre mis hombros temiendo que tal vez la niña se lo dijera a su madre. Pero ella, como adivinándome el pensamiento me dijo:

-Ahora podremos jugar cada vez que podamos...¿No crees?

-Pero Micha....no creo que sea conveniente.... –le contesté con cierta inquietud-

-¿Y por qué no?... –me espetó con su acostumbrado aplomo-

-Porque no –le dije- No quiero que tu madre se entere....si lo sabe tendré problemas...

-No los tendrás... porque ella nunca lo sabrá.

-¿Cómo dices?....

-Ay, pues que yo nunca se lo diré, tonta... –me dijo con tono de seguridad-

-No, claro...no quiero que hagas eso, Micha...porque si lo haces me irá muy mal...

-No pienses así, Mariana, que yo no diré nada...

-Oh, Micha...gracias...gracias... –le dije abrazándola con ternura- ¿De verdad no dirás nada?...

-No lo haré...pero con una condición –me dijo con su lindo rostro encendido-

-Ah, vaya...¿Y cual es esa condición? ... –le pregunté sorprendida-

-Quiero que tú también me toques... –me dijo con decisión-

-Ah no...eso no...

-¿Y por qué no?...

-Porque me da miedo...estás muy pequeña para eso –le dije no muy convencida, intentando evitar hacer lo que ya anhelaba secretamente desde hacía rato-

-Ay Mariana...si supieras...

-¿Si supiera qué, Micha?

-Pues que yo hago eso con mamá....y ella no me regaña...al contrario...

La ingenua y sutil revelación de la niña me hizo dudar, preguntándole enseguida:

-¿Y por qué no me explicas primero qué es lo que haces con tu mami?... –indagué-

-Si...lo que quiero decir es que nosotras también jugamos a las cosquillas así como tú y yo lo hicimos....

-Oh...no me digas...¿Y qué más hacen?

-Pues hacemos eso que yo te hice...

-¿Ah si?...no te creo...

-De verdad....te lo juro...

-Mmmm....¿Y sólo tú se lo haces, o ella también a ti? –le pregunté con evidente interés-

-No...ella también me lo hace a mi...por eso quiero que tú me lo hagas...

-¿Es verdad todo lo que me estas diciendo, Micha?....¿O lo estás inventando?...

-Claro...claro que es cierto...¿Por qué te habría de mentir?

-Pues no sé...quizás para convencerme de que yo te lo haga...

-Pues no...todo es verdad....anda, Mariana...no tengas miedo, que yo no le diré nada...además, me gustas mucho... –me dijo con ternura como implorando mis favores-

-¿En serio?...pues dime por qué te gusto...

-Ay, pues porque eres muy bonita...

-Oh...¿Es sólo por eso?

-No...también porque me gusta jugar contigo...

-Si...ya veo...

Habiendo comprobado que la niña no me mentía, tomé la decisión de corresponder a su franqueza, por lo que le sugerí:

-Está bien, Micha...pero te lo haré igual como tu mami te lo hace...así que tú dime cómo, anda...

-Huy...pues ella primero me talla su dedito...

-¿Si?...¿Y después?

-Después me chupa mi cosita...

-Humm....y quieres que yo te lo haga igual?

-Si...si...eso quiero...

-Muy bien...pero será mejor que comencemos...no quiero que nos vayan a sorprender...

-Si...pues ya...

-Anda...acomódate como a ella le gusta...

-Pues es así –me respondió, tendiéndose sobre la alfombra con las piernitas abiertas.

Haciendo a un lado mis prejuicios me puse a observar con avidez insospechada la tierna parte escondida que ocultaba su breve braguita rosada, estampada con lindos dibujitos de Disney. Me incliné sobre ella haciéndole a un lado la telita, pero Micha me dijo:

-No...no...así no...quítame primero el calzón...

-¿Ella te lo quita cuando te lo hace?

-Si...siempre me lo quita...

-Bien. –asentí, resoplando ya de la brama-

Cerré sus piernas y jalé con lentitud la prenda deslizándola hacia abajo y la tiré a un lado. Volví a abrir sus extremidades para contemplar con lascivia aquel regio tesorito aterciopelado y lampiño que se me ofrecía anhelante. Sin esperar más y siendo objeto de una extraña y urgente lujuria, comencé a manosear aquella rajita imberbe por largo rato, dedeando suavemente la diminuta hendidura del deseo, viendo que Micha cerraba sus ojitos a causa del indecible placer que estaba sintiendo. Cuando comprendí que era tiempo de mamarle el chochito, hundí mi cara entre sus muslos y me di a lamer con ansiedad inconfesable aquel pequeño bollito abultado, cuya rendija me pareció demasiado apretada. Con mis dedos abrí la puertecilla de carne y metí la punta de mi lengua lo más adentro que pude. La nena se retorcía de gozo mientras tensaba sus piernitas, las cuales cogí con mis manos para abrirlas al máximo quedando su breve cuquita expuesta ante mi cara anhelosa. Las lamidas se sucedían una tras otra con suavidad y ternura mientras Micha comenzaba a lanzar gemiditos muy quedos que aludían al delirante momento que ahora disfrutaba. Después de un largo rato de estarle chupando su cosita, Micha me anunció la proximidad de lo que parecía ser su clímax, diciéndome con voz entrecortada:

-Oh, Mariana....sigue...siguee...que me voy a orinar...ay...me orinooo...

Intensifiqué los movimientos de mi lengua sobre su hendidura sintiendo que Micha levantaba su culito para repegarse con más fuerza a mi rostro humedecido y sudoroso. Fue en ese justo instante cuando escuché que una llave ingresaba en la cerradura de la puerta del dormitorio de la niña. Rápidamente solté la cuquita lechosa de Micha en un vano intento por cubrirla y cubrirme yo, sin conseguirlo. Cuando las dos volteamos vimos en la entrada de la recámara las figuras de sus padres, que nos miraban con asombro tendidas sobre la alfombra. Micha cerró sus piernitas por reflejo, pero era evidente que ellos nos habían encontrado en plena faena. Yo quería que la tierra se abriera para que me tragara en ese mismo instante. Cualquiera que me hubiese visto se habría dado cuenta que el color había abandonado mi rostro para transformarse en lividez Ambas nos incorporamos de inmediato, pero era yo la que más temblaba de miedo ante la imponente presencia de doña Claudia y don Esteban, que para mi sorpresa parecían no dar muestras de enojo. Fue entonces la señora quien comentó:

-Vaya, vaya....pero si a Mariana le gustan las niñitas, Esteban...¿Te das cuenta?...

-Si, Claudia....eso veo...

Yo permanecía muda y con los ojos abiertos como platos ante la sorprendente llegada de los señores. Fue de nuevo ella quien dijo:

-Muy bien, Mariana...esto lo tendremos que arreglar hora mismo...

Yo sólo alcancé a mover la cabeza afirmativamente, pues las palabras se negaban a salir de mis labios. Ella me ordenó:

-Anda....ve con mi marido a la sala mientras acuesto a Micha....

Me levanté del piso y me arreglé la ropa lo mejor que pude con la cara ardiéndome de vergüenza. Don Esteban salió del cuarto mientras yo le seguía escaleras abajo. Una vez que llegamos a la sala me indicó que me sentara. Lo hice y no cruzamos palabras hasta que regresó doña Claudia. Fue ella quien comenzó a manejar la situación diciéndome:

-Y bien Mariana....¿Quieres explicarme qué fue lo que sucedió?

-Pues no sé...no sé.... –balbuceé sin control, mientras las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos-

-¿Cómo que no sabes?...te encuentro chupándole la cuquita a Micha y ahora me dices que no sabes?

-No...no....es que yo...

-Si no me das una explicación satisfactoria, ahora mismo te llevaremos a tu casa y se lo diremos todo a tu madre...

-No...no...por favor, Doña Claudia....no haga eso....yo no quise...

-Pues será mejor que empieces a explicarme lo que pasó...

-Si...si....lo haré...

Don Esteban intervino al comprender el gran temor que me embargaba:

-Dale tiempo, Claudia....ella nos lo explicará....déjala que se controle tantito...

Sus palabras tuvieron la virtud de tranquilizarme un poco, y entre balbuceos incoherentes traté de darles una explicación de lo sucedido.

-Es que...nosotras.... estábamos jugando a las cosquillas...y pues...

-A las cosquillas, eh? –respondió mordaz la señora- Te gusta hacerle cosquillas con la lengua a Micha entre sus piernitas, no?

-No...no...no es eso, señora...yo...

-¿Entonces?

-Pues es que después de jugar a las cosquillas.... ella me tocó allá abajo...

-¿Ah si?...¿Y qué más?

-Pues eso me encendió...y Micha me tocó mi cosita...y después me pidió que se lo hiciera igual...

-Ah vaya...¿Ella te lo pidió? –dijo la señora-

-Si...si....ella me lo pidió...

Don Esteban intervino:

-Puede ser, Claudia....puede ser...

-Y qué más?....anda, desembucha todo, canija putita de mierda... –me espetó doña Claudia-

-Pues nada....que yo tuve que hacerle eso que ustedes vieron...

-Si...ya veo... –respondió ella- ¿Tú que opinas Esteban?

-Que si...que es posible que haya sido como ella dice...

-Mmmm...está bien, Mariana...escúchame... te haré una propuesta... –Me dijo doña Claudia-

-Si...si...dígame usted...

-Lo que quiero decirte es que sólo hay una forma de que no se lo digamos a tu madre….

-Oh, si...si...dígame qué es y haré lo que usted quiera, señora....

-Humm...pues no sé si creerte o no...

-De verdad, señora...lo juro... –contesté conmocionada-

-¿Harás todo lo que te pidamos?

-Si...si...de verdad lo haré...

-¿Sea lo que sea? –quiso confirmar-

-Si....lo juro...

-Muy bien...entonces oye lo que te voy a decir...no le diremos a tu madre nada de lo que pasó si accedes a participar en lo que te voy a pedir...

-Si...lo haré...le juro que lo haré...

-Está bien...se trata de esto...a Esteban y a mí nos gusta tener sexo con otras personas en grupo...lo que quiero que hagas es que vayas con nosotros a nuestro cuarto y participes de un encuentro que sé que te gustará....

-Oh....¿Un encuentro?....pero es que...

-¿No dijiste y juraste que harías lo que te pidiéramos?

-Si...es cierto...pero es que... es que...

-¿Qué pasa, Mariana?

-Es que....aún soy virgen...

-Oh...no me digas... –dijo el señor con la cara encendida por la lascivia-

-Si...jamás he estado con un hombre... –dije temerosa-

-Pero sí con una niña, no es así? –terció la señora-

-Si...eso sí...pero es la primera vez que lo hago...lo juro...

-Bien...bien...pues esto está mejor de lo que pensamos...¿Cómo ves, Esteban?

-Fantástico...increíble...yo pensé que ya se la habían cogido... –comentó él-

-No...no...ni siquiera he tenido novio... –respondí yo-

-No importa, Mariana....eso no importa....si eres virgen, será mi marido quien te desvirgará para siempre...ahora tú dime qué es lo que quieres....que vayamos ahora mismo a tu casa o participas con nosotros?...

-No... a mi casa no...me quedaré con ustedes...

-¡Buena decisión! –dijo el señor frotándose las manos-

-Excelente –terció dona Claudia- Ahora sube, que nos encerraremos arriba.

Los seguí hasta su recámara y penetramos en ella. Fue don Esteban quien se encargó de cerrar la puerta por dentro. Sin pedirme permiso, la señora comenzó a quitarme la ropa con avidez, al tiempo que su esposo se mantenía a la expectativa. Cuando me hubo desnudado por completo ambos se dieron a devorar mi cuerpo con miradas llenas de lascivia. Yo me sentía tan mal que sólo deseaba que todo aquello terminara de una vez.

-Mira nadamás, Esteban, qué jovencita tan preciosa... –comentó la señora con los ojos brillosos-

Don Esteban le dijo a su mujer:

-Anda linda....comienza ya la fiesta que estoy bien caliente...

Sin responderle nada, doña Claudia me tomó de la mano y me condujo hasta la cama acostándome sobre ella. Allí me abrió las piernas hacia los costados y metió su cara en medio de mis muslos separando previamente mis labios vulvares con sus dedos. Sacando su lengua la hundió en mi rajita y empezó a moverla con suavidad y destreza. Al principio yo me sentía tan indispuesta que no deseaba cooperar para nada en aquella obligada trilogía sexual, sino quería mantenerme pasiva hasta que todo terminara. Sin embargo y debido a la maestría con que doña Claudia me mamaba el coñito y al sentir que me ponía uno de sus dedos en la entradita de mi ano pronto me enardecí de brama, e inicié una serie de suaves movimientos de mi culo hasta lograr una sincronía con los hundimientos linguales de ella. Poco a poco los rítmicos movimientos aumentaron hasta convertirse en una frenética danza del placer, notando que su dedo principal desapareció dentro de mi esfínter trasero. Dándose cuenta de que pronto explotaría, doña Claudia detuvo sus acometidas diciéndole a su marido.

-Anda, amor...es hora de que te deleites con este quintito...ella ya está a punto....

Volteé a ver a don Esteban, quien ya estaba en cueros y con la verga entre sus manos como puñeteándose el pájaro. Al descubrir la tremenda herramienta que blandía hacia todos lados sentí un miedo atroz de tan sólo pensar que aquel pedazo de carne negra y gruesa se me metiera en las entrañas. Pero la señora, advirtiendo de seguro mis temores me dijo:

-No tengas miedo, Mariana, que yo te ayudaré...

Asentí con la cabeza al tiempo que ella me acomodaba boca arriba en el centro de la cama, y don Esteban se subía sobre el colchón con aquel tolete completamente endurecido. La señora me dijo con voz melosa:

-Mi marido te la meterá por delante...pero yo te abriré las piernas para que te entre sin que te duela...

-Ssi... –respondí temerosa sin dejar de mirarle la enorme verga al señor-

Ella me tomó de ambas piernas y las abrió como si fuesen de trapo, en tanto su marido se me acomodaba entre ellas con el pito en ristre. Cuando estuvo a modo me puso la endurecida cabeza en la entradita de mi hendidura, dejándose caer poco a poco sobre mí virginal chochito. La gruesa y larga daga fue ingresando poco a poco entre mis apretados labios vaginales hasta que se perdió más de la mitad dentro de mi cuevita. El dolor no se hizo esperar y le grité:

-Nooo...don Esteban....sáquemela que me dueleee…me duele muchooo…por favor….

-Ya...ya...linda....relájate…espera un momento que no te dolerá más –me dijo su mujer sin soltar mis piernas para nada y con los ojos brillantes por el deseo-

Sin esperar más el señor me hundió el pedazo que faltaba hasta que sentí sus peludos huevos rozar mi culo, comenzando a moverse con frenesí sobre mi cuerpo. Me di a sollozar con fuerza hasta que mis gritos se fueron convirtiendo poco a poco en gemidos de gozo y de placer. Con aquel tremendo vergón traspasándome el bollito me había transformado ahora en una leona feroz que sólo ansiaba ser empalada hasta lo más profundo de mi ser. Comprendiendo las ansias de mis anhelos, el señor empezó a sacarla y a meterla con fuerza al tiempo que mi cavidad frontal se abría golosa ante sus furiosas embestidas. No tuve que esperar mucho tiempo para sentir la primera explosión orgásmica que me hizo bramar de delirio, pues doña Claudia, sin quedarse quieta, me había metido dos dedos en el culo aumentando las delicias de mi enorme gozo.

Don Esteban continuó bombeando su pene dentro de mi conchita desvirgada para siempre, hasta que al fin se derramó dentro de mí en un interminable torrente que inundó de leche el intrincado laberinto de mi coñito. Habiendo acabado de venirse, el señor me sacó con rapidez su tolete y le dijo a su mujer:

-Anda, amor...límpiala bien que aún no he acabado con ella.

Sacándome el dedo de mi trasero y tomando después un rollo de papel sanitario del baño, la señora se dio a limpiar con cuidado mi entrepierna viendo que la sangre manaba del interior de mis muslos.

-Oh, Mariana....pero si efectivamente eras virgen...jamás lo hubiera creído...

-Si.. –dijo su marido- Claro que era quintito...pero ahora ya no lo es...

-Si, ya veo. –respondió su esposa- Qué rico culito te has tirado, eh cabrón?

-Si...qué suerte...es muy difícil encontrar una virgencita en estos tiempos...

Sin decir más doña Claudia salió del cuarto y pronto regresó tomada de la mano de la pequeña Micha. Ver aquella escena me sorprendió, pues nunca imaginé que los señores estuviesen dispuestos a involucrar a su propia hija en sus perversos desmanes sexuales. Pero lejos estaba yo de imaginar todo lo que habría de vivir esa misma noche de lujuria.

-Bien...bien...veamos ahora cómo se lo haces a la nena –me dijo la señora-

La madre desvistió a Micha recostándola en seguida sobre la cama. La chiquilla, al parecer, no denotaba angustia ni sorpresa, pudiendo comprobar lo que ya sospechaba: Que no era aquella la primera vez que participaba en las secretas orgías sexuales con sus propios padres. Doña Claudia me ordenó:

-Anda Mariana...mámale su cosita a la niña...hazlo como se lo hiciste hace ratito...como a ella le gusta...

Sabedora de que no tenía otra opción más que obedecer, me incliné sobre el coñito imberbe de Micha hundiendo mi lengua entre los dos abultados labios de su conchita. La niña acusó el efecto del primer contacto lingual con un gemido delicioso, lo que me motivó a continuar con mi maniobra chupatoria. Seguí pasando mi protuberancia lingual sobre aquel invaluable y virginal tesoro, depositando en paralelo la yema de uno de mis dedos en el ansioso culito de la nena, que abrió más sus piernitas para recibir con gozo mi falange, la que fui introduciendo con suavidad hasta que al fin se perdió en el intrincado pasaje de su oloroso laberinto trasero. Micha lanzaba grititos de brama ante la doble y penetrante caricia, comenzando a moverse y a frotarse con fuerza sobre mi cara. Al empujar su grupa sobre mí, el dedo se hundía más y más en el interior de su conducto anal hasta que no pudo soportarlo y se orinó dentro de mi boca llenándomela completamente de sus ricos efluvios vaginales. Sus lujuriosos padres no dejaban de observar nuestro singular acoplamiento con una sonrisa de lascivia, aprobando mi accionar sobre el pequeño cuerpecito de Micha. Habiendo considerado que era el momento propicio para intervenir en la fiesta, dona Claudia le dijo a su marido:

-Anda, amor...ahora ponle tú la verga a la niña entre sus piernas mientras yo le mamo su cuquita a Mariana.

A esas alturas ya no tenía ninguna duda de quién era la que llevaba la voz cantante en aquel perverso jueguito familiar. Don Esteban obedeció y se encaramó sobre la cama poniendo a modo a la niña, quien abierta de piernas no dejaba de admirar el falo endurecido de su padre. Imaginé que tal vez sería testigo de la desfloración infantil al ver que el señor le acomodaba el pájaro vibrante entre sus muslos. Allí se dio a frotar su enorme herramental sobre la preciosa conchita sin pelos de Micha, quien con una sonrisa de satisfacción recibía las caricias de aquel caliente pito del delirio de donde seguían saliendo espesas gotitas de leche. El leve derramamiento seminal ayudaba a que la verga de su padre fuera ingresando con lentitud en la apretada cavidad frontal. Fascinada por aquella visión incomparable yo ya me estaba tocando la entrepierna motivada por el tremendo ardor de verlos maniobrar de esa manera. Observé la carita de Micha tratando de distinguir en su rostro algún gesto que fuese indicativo que todo aquello le causaba dolor, pero para mi sorpresa, lo que vi me dejó perpleja, pues la nena en vez de lamentarse sonreía con los ojos entrecerrados disfrutando con amplitud de la frotación del falo de su propio padre entre sus piernitas. Las tibias manos de doña Claudia sobre mi cuerpo vinieron a interrumpir mis pensamientos, y haciéndome una señal me indicó que me recostara también sobre la cama. Hice lo que me pedía y ella se metió rápidamente entre mis piernas para comenzar a chuparme la cuquita, sin dejar de admirar con extrema lujuria lo que su marido le hacía a la niña. Uno de sus dedos buscó rápidamente mi esfínter y se metió en el conducto posterior de mi culo, haciendo movimientos circulares que me trasladaron al paraíso. Era evidente que observar todo el cuadro que los cuatro protagonizábamos la calentaba hasta el delirio, pues pronto arreció sus intensos lameteos sobre mi rendija e intensificó igualmente su dedeo en mi colita provocando que yo también me embramara al máximo. De esa manera y estando los cuatro sobre la cama; cada cual dedicado y ocupado en lo suyo, podíamos admirarnos mutuamente mediante el inusual intercambio del increíble escenario sexual que protagonizábamos en grupo, mientras disfrutábamos al mismo tiempo de las delicias de nuestras propias caricias y contactos.

Quise voltear a ver a Micha para saber cómo lidiaba con aquel vergón sin igual que intentaba penetrarla, comprobando que la nena continuaba gozando con intensa y coqueta picardía de los gratificantes tallamientos del pene de su padre. La niña sonreía pidiéndole más acción al señor, quien no dejaba de pasarle el falo erguido sobre la levantada duna de su conchita enardecida. Micha se arqueaba hacia arriba con la clara intención de ser penetrada por el enorme y duro pito, pero su padre sólo alcanzaba a meterle un pedacito de la cabeza en su rajita, pues era tan breve y apretada su pequeña y virginal oquedad que aquella tranca jamás hubiese podido caberle adentro. Aún así ambos se gozaban con tal generosidad que era indudable que la pequeña pronto explotaría en un delirante clímax, a juzgar por los deliciosos gemidos que salían de su garganta. El padre, por su parte, era igualmente objeto de una intensa brama que acusaba moviéndose con mayor velocidad por fuera de aquel tesoro inexplorado. Ante tan alto grado de calentura, Micha se vino de pronto en un orgasmo tan lujurioso y salvaje que gritaba y gritaba como una loca. Al escuchar sus estertores yo no pude aguantarme más tiempo y volví a derramar mis mieles interiores dentro de la experta boca de doña Claudia, que al darse cuenta de la llegada del momento supremo me metió todo lo que le quedaba de lengua dentro de mi rajita, al tiempo que recibía el caudal de tibia leche dentro de su abierta boca, sin dejar de remover su dedo en el interior de mi caliente culo, que palpitaba con furor y deleite incomparables. Cuando el padre se dio cuenta de que me había venido y no deseando seguramente embadurnar de lechita a su hija, acercó su parado falo a mi boca y me lo metió comenzando a moverse con salvaje frenesí. Yo me di a lamer y a succionar la erguida tranca con mis labios y mi lengua hasta que sentí el primer chorro de semen golpear con fuerza mi laringe, siendo seguido por otros disparos de caliente leche que inundaron por completo mi cavidad bucal. No pudiendo contener la abundante cantidad de líquido espeso dentro de mi boca, me saqué por reflejo aquel palo ardiente, el cual vi derramar el pegajoso elíxir sobre la sábana, al tiempo que la señora lo tallaba apretándolo con fruición.

Por lo visto la pequeña Micha no estaba dispuesta a conformarse solamente con la frotación del pito sobre su cuquita, ya que al ver que la savia continuaba brotando sin parar de la estremecida punta del boqueante pájaro de su papi, se acercó golosa a la cabeza enrojecida abriendo sus pequeños labios con anhelante complacencia para recibir el resto lechoso que seguía saliendo del nódulo palpitante del pene de don Esteban. Éste se estremeció ante el suculento contacto de la pequeña boquita de la nena y agarrándola de los cabellos la empujó sobre sí sujetándola con fuerza para que ésta no se perdiera un solo trago de aquel manjar blancuzco que evidentemente tanto le agradaba. Micha se deleitó con el salado sabor del semen tragando una y otra vez los efluvios transparentes de su propio padre, hasta que éste detuvo al fin sus movimientos dándole a entender que ya no le quedaba más jugo dentro de su brioso aparato testicular. Ver a la pequeña degustando aquel palo tan enorme dentro de su breve boquita, ahora llena de líquidos lechosos, provocó en mi sangre los más anhelantes deseos que despertaban aquel monstruo de la lascivia que dormía dentro de mi ser, por lo cual yo misma le pedí a la niña que me mamara la conchita en un acto supremo por volver a sentir, con el consentimiento de sus padres, sus labios humedecidos y pegajosos en mi hendidura. La nena ni siquiera se dignó en pedirles permiso, sino que con arrojo se fue sobre mi, cual amazona dispuesta a encaramarse en su montura. Yo me acomodé con presteza sobre la cama y abrí las piernas para deleitarme con la viscosidad de su pequeña lengua, la que entró con delirio en mi hendidura. Era indudable que Micha llevaba ya tiempo practicando aquellas artes intra familiares en forma secreta, pues me mamó la cuquita de una manera tan genial que no tardé en iniciar una serie de gemidos de placer que anunciaban la proximidad de una nueva venida. No pudiendo soportar más tiempo el anhelo de mis estertores, mi cuerpo se sacudió con lujuria derramándose mi coñito en tibios elíxires que fueron a dar a la cavidad bucal de Micha. En el justo momento en que yo explotaba, vi que don Esteban estaba amarrando a su mujer del respaldar de la cama, utilizando para ello sus propias medias de seda.

Aquel extraño proceder, nunca visto antes por mi, era el preámbulo de una nueva y caliente sesión sexual que a la familia le gustaba practicar cotidianamente. La niña y yo nos pusimos a observar la maniobra de don Esteban, advirtiendo muy pronto que doña Claudia quedaba sujeta tanto de las manos como de los pies a aquellas suaves amarras que imposibilitaban cualquier movimiento de su parte. Ella quedó con las piernas totalmente abiertas en el centro de la cama, en tanto sus brazos permanecían levantados como si fuese a ser objeto de un sacrificio humano. El padre le dijo a Micha.

-Anda linda...saca las cositas del cajón...

La niña se dirigió hasta la cómoda y sacó una especie de pinchos plásticos, muy parecidos por cierto a los que se utilizan para tender la ropa. Ver el instrumental sobre las manitas de Micha volvió a cautivarme en extremo, volviendo a sentir las palpitaciones de mi cuquita pidiéndome más acción. Conociendo a la perfección los sutiles secretos de aquel juego perverso, la niña se subió rápidamente a la cama y se dio a la colocación de aquellos ganchillos sobre la piel vulvar de su madre. Micha buscaba los plieguecillos que sobresalían del centro del rasurado chochito de doña Claudia, quien al sentir la apretada plasticidad de los ganchos en sus partes pudendas empezó a gemir con delirio, en un acto tan lascivo que provocó que yo iniciara el tocamiento de mi sedosa conchita. La linda y cachonda pequeña debió ponerle al menos cinco o seis de aquellos singulares objetos sobre la piel íntima de su madre, quien seguía lanzando grititos de brama con los ojos cerrados y las mandíbulas apretadas. Al término del ritual, Micha se colocó sobre la cara de doña Claudia poniendo su culito estremecido justamente sobre la boca de ella, quien se dio a mamar el tesorito virgen de su propia hija al tiempo que la nena comenzaba a mover sus caderitas en un cadencioso ritmo que me parecía increíble. Don Esteban, por su lado, ya se había puesto frente al abierto coño de la señora con el pene entre las manos, el que ya había vuelto a alcanzar el descomunal tamaño que antes había visto. De momento no supe qué hacer, pero muy dentro de mí yo deseaba ser también partícipe de esa nueva forma de expresión sexual. Fue el señor quien dándose cuenta de mi estado de excitación en seguida me dijo:

-Anda, Mariana...chúpame el culo mientras la meto la verga a mi mujer...

No puedo negar que de momento la extraña petición me dejó indecisa, pero al ver que él se dejaba caer sobre el cuerpo amarrado de su esposa, y a Micha bailotear con su conchita pegada a la boca de su madre, me decidí a hacer lo que me había pedido. Hallándose tendido sobre la señora mientras la bombeaba con su pájaro endurecido, me puse detrás de él y le abrí las nalgas con las manos para inclinarme lo más que pude buscando el esfínter del culo masculino. El contacto con aquellas nalgas llenas de pelos me calentó tanto que pronto hundí mi lengua en el oloroso pasadizo del esfínter de don Esteban, quien comenzó a gemir y a bramar de gozo. Perdidos en esa cuádruple escena grupal, cada quien se dedicó con ahínco a lo suyo, pero era indudable que quien más gozaba era doña Claudia, ya que al estar siendo penetrada por su marido podía gozarse al mismo tiempo de los punzantes estremecimientos que le causaban los pinchos sobre la piel de su vulva y la dura verga entrando y saliendo de su conducto vaginal. Más pronto de lo que yo esperaba doña Claudia comenzó a emitir tremendos alaridos de placer que me hicieron pensar que quizás se desmayaría del ardor y la brama que experimentaba. También Micha, refregando con furor inaudito su culito sobre la boca de su madre, gimió con fuerza ante la arrebatadora llegada de su propio clímax, descargándose irremediablemente con delirio en aquella cavidad de la que la lengua salía y salía para introducirse y perderse una y otra vez en el breve coñito de la nena. Don Esteban no paraba de empujar su verga dentro del laberinto frontal de su mujer, al tiempo que mi lengua entraba y salía del culo del señor con una velocidad pasmosa. En un momento dado y habiendo ingresado la punta de mi protuberancia lingual en el pasadizo trasero de don Esteban, sentí el salvaje apretón de su palpitante esfínter sobre mi lengua, la que fue a perderse por completo en la reconditez de su culo al tiempo que se venía dentro del hoyo frontal de su mujer en estertores tan intensos que temí quedarme muda para siempre.

Fue en ese instante en que el señor le sacó el pito a doña Claudia para voltearse frente a mi, pidiéndome con devoción que me metiera el falo lechoso en la boca. Yo no me hice esperar dos veces el pedimento y lo cogí con mis manos para ingresarlo con golosidad entre mis labios, comenzando a chuparlo con pasión, mientras sentía el caudaloso torrente inundarme por dentro. Esta vez ya no quise sacármelo para nada, sino que me di a abrevar en la cabeza de aquel falo palpitante que continuaba eyaculando el tibio semen que yo me tragaba con caliente fiereza. Ante semejante despliegue de brama y de lujuria ninguno de los cuatro pudo soportar más el cansancio y nos tendimos sudorosos sobre el cuerpo atado de doña Claudia, quien pronto comenzó a protestar a causa del tremendo peso de nuestros cuerpos sobre el suyo. Don Esteban, atendiendo la solicitud de su mujer, nos indicó a Micha y a mi que nos bajáramos de allí y nos tendiésemos sobre la alfombra, mientras él hacía lo propio. Doña Claudia tuvo que permanecer amarrada y con los pinchos sujetos a los pliegues de sus labios vulvares hasta que Micha, quizás conmovida por su sufrimiento, se levantó y fue a quitarle las pequeñas pinzas de plástico, para después despojarla de las amarras.

Pasados algunos minutos y mientras nos recobrábamos los cuatro de los intensos efectos de aquel lascivo intercambio sexual, yo suponía que las cosas iban a terminar retirándonos a dormir. Mas para mi sorpresa, fue la propia Micha quien comentó:

-Papito...por qué no se lo haces por detrás a Mariana?....

-¿Quieres ver eso, linda?

-Si...quiero ver eso, así como se lo has hecho a mi mami...

-Oh, ya veo...pero tú que dices, Mariana? –me preguntó el señor-

-Pues no sé....quizás me duela...jamás me lo han metido por allí... –dije no tan convencida-

-Otra vez con eso... –intervino la señora mirándome con lujuria-

-Es que de verdad nunca me lo han metido por allí... –volví a decir con timidez-

-Bueno...pues esta será la primera vez... –contestó ella con decisión-

-Anda Mariana...yo quiero ver... –terció Micha con el rostro encendido-

-Bueno...si tú quieres... –dije deseosa por sentir la verga entrándome por detrás y rompiéndome el culito para siempre-

-Mira nadamás a la linda jovencita....se hace de la boca chiquita –comentó la señora sonriendo-

-No mami....ya dijo que sí... –terció Micha-

-Bien...bien...pero para hacer eso Micha, tendrás que ponerme duro otra vez mi pajarito...-dijo don Esteban-

-Si...papi...si.. –asintió la pequeña sin poder ocultar su gozo-

-Está bien, linda....anda, mámamelo como tú sabes...

Micha se acercó a su padre y le agarró el flácido pájaro comenzando a prodigarle suaves caricias, bajando y subiendo el pellejito protector del glande. A los pocos minutos el falo del señor se fue poniendo cada vez más duro hasta que alcanzó nuevamente el regio tamaño e hinchazón que ya conocía. Al ver el tremendo cañón de carne que se erguía retador ante mis ojos sentí cierto temor por el daño que pudiera causarme, pero las manifiestas palpitaciones de mi esfínter pudieron más que mi débil voluntad y fui a tenderme sobre la cama con las nalgas puestas hacia arriba. Doña Claudia se acercó a mi y levantó mi grupa hasta dejarme en posición de perrito, mientras me decía cariñosamente:

-No, Mariana...así no...esta es la mejor posición para recibir un ataque por la retaguardia...

Casi instantáneamente sentí la gruesa punta del pito de su marido tocar el centro de mi apretado culo, ahora dispuesto y expuesto para la desfloración definitiva. No cabía duda de que aquella noche sería memorable par mí, pues en unas cuantas horas estaba a punto de perder también la virginidad de mi trasero, que en ese momento se levantaba impúdico frente al tremendo e inflamado tolete de don Esteban, quien se revelaba como un cogedor extraordinario.

Al darme cuenta de que era observada por madre e hija, quienes asistirían a mi inesperado desvirgamiento anal, me enardecí de pronto y le grité al señor:

-Ya don Esteban....métame la verga y rómpame el culo....yaaaaa...

Al escuchar mi anhelante petición él no se hizo esperar y arremetió contra mi grupa ingresando de un solo jalón casi la mitad de su enhiesta verga. El lamento salió quejoso de mi garganta al sentir la intrusión que desgarraba las paredes invioladas de mi laberinto anal, al tiempo que comenzaba a sollozar de dolor y de gozo. El señor no interrumpìó para nada su salvaje acometida y se dejó caer sobre mis abiertas nalgas, que recibieron la totalidad del vibrante pájaro de fuego, el cual se perdió irremediablemente en el torbellino lujurioso de mi pasadizo trasero, que palpitaba con lascivia apretando con fuerza la enorme daga que tenía adentro. No puedo decir cuánto tiempo me estuvo culeando don Esteban por detrás, pero si puedo confirmar que una cogida de esa naturaleza, cuando se hace por primera vez, es algo tan fantástico que hasta me atrevo a recomendarla ampliamente a aquellas chicas que jamás lo han hecho por detrás. Fue tal el furor que me causó la metida de pito por el culo que la propia Micha, queriendo ser partícipe de aquella fenomenal penetración, fue a ponerse justo frente a mi cara acomodándose con presteza delante de mi boca con la finalidad de que le chupara su imberbe chochito. Sacando la lengua empecé a metérsela con velocidad en su apretada hendidura, haciendo doblemente excitante aquel perverso accionar que me dejaría rota de ambos frentes. Ante tal despliegue de lujuria los estremecimientos de mi cuerpo le hicieron comprender a don Esteban que mi orgasmo estaba próximo, por lo que intensificando sus arremetidas me hundió hasta los huevos su flamante vergón carnoso y caliente, que me hizo explotar en una serie encadenada de orgasmos tan frenéticos que hasta le mordí la conchita a Micha, quien se apartó de mi boca haciendo un gesto doloroso. A pesar de que me había descargado abundantemente, el hombre aquel continuó penetrándome por detrás con afanoso empeño, hasta que comenzaron a escucharse ciertos chasquidos producto del batidillo de su leche con mis secreciones anales. Había sangrado sin duda a causa de la rotura de los pliegues de mi culito, lo que se conjuntó con las lechosas eyaculaciones de aquel falo tan enorme y seguramente también, con mis heces fecales. Todo eso lo pude comprobar cuando me sacó el pito de adentro, el que observé completamente embarrado de aquella atípica mixtura que solamente se produce cuando se sangra a causa del desvirgamiento anal; la venida dentro del hoyito trasero, y una profunda penetración que remueve todo el excremento intestino que hay en su interior. Fue Micha la que pidió limpiar el pito de su padre, emocionada hasta el delirio al ver la mezcla de suciedad que mostraba el pájaro de su papi, que ahora empezaba a dar muestras de flacidez, agotado por el intenso trabajo al que había sido sometido aquella noche de locura. A pesar de que sentía que todo el culo me dolía, de cualquier modo no dejaba de disfrutar del regio acoplamiento grupal que al principio me había parecido una cosa perversa. Mas habiendo participado en aquel lujurioso y cuádruple encuentro no me quedaba duda de que era lo mejor que yo había vivido hasta ahora.

Como siempre, fue doña Claudia quien dio por clausurada la olimpíada de placer diciendo:

-Bien...creo que ya es hora de que nos vayamos a descansar...recuerda, Esteban, que Marianita tiene que ir mañana a la escuela...y no quiero que su madre sospeche nada de lo que hicimos esta noche...

-Si, amor...tienes razón...yo estoy que me muero de cansancio.. –respondió el marido-

-Anda Micha....ven que te llevo a la cama... –le dijo su madre-

-Hasta mañana, Mariana... –me dijo la nena con una sonrisa de complicidad-

-Buenas noches, Micha... –le respondí guiñándole un ojo-

-Anda, Marianita....ya descansa tú también. –me ordenó el señor-

-Si....buenas noches don Esteban...

-Que descanses, linda... –me respondió-

Antes de acostarme me metí en la ducha para quitarme todos los restos de leche mezclados con secreciones anales. Después me acomodé bajo las sábanas dispuesta a descansar. Había sido una noche tremenda y caliente, pero excitante y gozosa.

Al día siguiente y estando en la escuela no me podía ni sentar. Tenía que permanecer de ladito para que las molestias que acusaba mi traqueteado trasero no me impidieran tomar la clase. Las molestias continuaron por varios días, pero al paso de una semana ya me sentía como nueva. De modo que esa noche, cuando doña Claudia volvió a telefonear, mi madre me dijo:

-Te llama la señora...quiere que vayas hoy a quedarte con Micha...

Mi rostro se iluminó de deseo al saber que me esperaba de nuevo una fenomenal noche de lujuria. Cuando llegué a la residencia de los padres de Micha, ellos estaba ya esperando por mi. Cuando aparecí en la puerta los tres me abrazaron gozosos, agradecidos sin duda por mi presencia.

Por supuesto que esta vez ellos no salieron a ningún lado, sino que rápidamente nos volvimos a encerrar los cuatro en su propia recámara para disfrutar de aquel perverso y cuádruple encuentro grupal que ahora se había convertido en ardoroso deleite para mí. Ahora sabía que para poder acceder a las delicias de aquellas prácticas había tenido que pagar un precio muy alto, pero bien que valió la pena. Si; había sido un precio demasiado alto. El precio de mi virginidad. La virginidad de mis dos hoyitos. Pero yo pensaba que todo en esta vida tiene un precio. Y a veces hay que pagarlo.

FIN DEL RELATO.

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