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Historia de Ady (01)

en Sadomaso

HISTORIA DE ADY

CAPITULO I

 

Me podéis conocer por el nombre de Ady. Tengo 25 años. Mido 1.65 y soy de piel blanca y sonrosada. Mis cabellos son rubios y largos. Mis ojos verdosos claros y mi cuerpo proporcionado. Aunque mi estatura no es la adecuada para ser una modelo, me creo atractiva ante los demás. Sin embargo, me mantengo soltera y sin familia cercana.

Trabajo desde hace dos años como Analista de Sistemas en una empresa de comunicaciones. Mi hobby es la fotografía.

Hace algunas semanas conocí a una mujer algo mayor que yo. Tenía 5 años más. Entablamos conversación y poco a poco fui adquiriendo confianza con ella, hasta el punto de expresarla alguno de mis sentimientos de la manera más inocente. ¡La verdad!, me infundía una gran confianza. Y seguimos hablando entre risas y anécdotas, hasta que se hizo bastante tarde. Entonces, me ofrecí a llevarla hasta su casa, ya que ella debía volver en autobús. Tenía el coche casi en la misma puerta de aquella cafetería.

No sé cómo ocurrió, pero el caso es, que me encontré en su casa. Era una especie de mansión algo lúgubre. Y para colmo estaba totalmente alejada de la civilización.

Nada mas entrar, me condujo hasta una estancia que me hizo temblar de miedo.

Estaba oscura y fría como el exterior. Había un gran sillón de madera maciza y alto respaldo, en donde se sentó aquella mujer.

Y antes de que pudiera articular palabra, me dijo :

- Ady. Estás aquí porque deseas y necesitas vivir algo nuevo. Muy bien, veremos como te comportas. ¡Desnúdate!.

Me quedé algo azorada y confundida con semejantes palabras. Aquella mujer insistió haciendo restallar un látigo que, creo, cogió de la silla en la que estaba sentada.

Si sus palabras me habían dejado azorada, el golpe del látigo en el suelo me dejó de piedra.

Antes de que me decidiera a realizar alguna acción, con el látigo en alto, me dijo :

- ¡Ven aquí!.

Y yo, simplemente, fui hacia ella. Creo que fue el comienzo de mis tormentos.

En cuanto estuve frente a ella, me volvió a ordenar que me desnudara. Y ya no lo dudé.

Comencé a despojarme del abrigo y luego desnudé mi cuerpo ante su presencia. Al principio, estaba como hipnotizada. Y cuando fui capaz de serenarme, me ví desnuda ante una mujer que me dominaba. No supe, o no quise, rehacerme y me dejé vapulear por aquella hembra.

Estuve desnuda y haciendo toda clase de tonterías durante cerca de una hora, a ritmo de látigo.

Cuando por fin terminó todo aquello, la mujer me dijo :

- Ady. Confío en que vendrás mañana. Así te podré decir lo que deseo de tí.

Intenté protestar, pero no me lo permitió en momento alguno.

Después de volver a vestirme, me despidió muy afectuosamente y por fin me vi libre en el exterior. Hacía mucho frío, pero no me importó lo mas mínimo. Caminé hasta el coche y cuando arranqué y salí de aquellos parajes, me sentí renacer.

En cuanto llegué a mi apartamento me sentí confusa. Algo rondaba mi cabeza y no sabía lo que era. Decidí darme una ducha con el fin de liberar las emociones vividas.

Fue inútil. Algo seguía merodeando en mi interior. De repente, pensé en la cita del día siguiente y la sensación cesó de inmediato. Pensé, que era a causa de los nervios. Sin embargo, cuando puse la TV no conseguí concentrarme y tampoco cuando me acosté, hasta que volví a pensar en la cita con aquella mujer.

Decidí, que lo mejor era averiguar cuanto antes la causa del problema, pero no sabía a que hora acudir.

El cansancio pudo mas que mis pensamientos y me quedé dormida.

Cuando desperté volví a recordar la cita. No me apetecía ir, pero mi interior me decía lo contrario. La verdad era que disponía de un mes de vacaciones y no tenía pensado nada especial.

Decidí bañarme y desayunar.

Al cabo de dos horas después, mi interior me obligaba a acudir a la cita. Me parecía demasiado temprano para cenar y un poco tarde para comer.

Al final, no pude resistirlo más y fuí hacia aquella mansión.

Para colmo, según me acercaba una tormenta de aspecto fiero se levantaba ante mí. A dos millas de la casa, comenzó a llover con una intensidad tal, que tuve que circular muy despacio.

Llegué una hora mas tarde de lo que hubiera necesitado para cubrir aquel trayecto. A pesar de los baches y intensa lluvia que caía sobre el parabrisas, conseguí localizar la casa y aparqué junto a las escalinatas de acceso.

Nada mas salir del coche quedé empapada, pero algo en mi interior me hacía acelerar la marcha para la cita.

Llegué chorreando hasta la puerta de entrada. Llamé con un ligero temblor en la mano.

Pasaron varios segundos sin respuesta. Y ya creía que no estarían y que al final me vería liberada, cuando sentí acercarse a alguien a la puerta.

Ella, estaba ante mí. Sonrió y me invitó a pasar, diciendo :

- Llegas tarde, Ady. ¡Desnúdate y ven hacia aquí!.

Aquellas palabras fueron como descargas, sin embargo algo en mi interior me hacía obedecer aquella orden.

Me desnudé a toda prisa y me aproximé con cierta precaución hasta ella.

Nos dirigimos a una sala descomunalmente grande y me susurró :

- ¡Busca a tu nueva ama!.

Y sin mas, desapareció de mi vista.

Deambulé por la sala intentando encontrarla, pero todo estaba oscuro y no acertaba a saber en que lugar de la sala me hallaba.

Al mirar a mi izquierda, descubrí aquella silla especial y alguien que estaba en ella. En cuanto vi moverse el látigo, supe que estaba ante ella. Con un dedo me indicó que me acercara. Y la obedecí.

No podía apreciar bien su vestimenta, pero imaginé que iba vestida de cuero del cuello a los pies. Ella debía verme a placer, ya que estaba ante los focos de la sala. Entonces, me dijo :

- Ady. El día se ha perdido con tu tardanza. ¡Arrodíllate!.

La obedecí de nuevo. Y entonces la vi incorporarse. Me sentí disminuida ante su presencia. Pasó el látigo por mi espalda en varias ocasiones. Luego me cogió los cabellos y entonces me dijo :

- Estás mojada y has llegado tarde. Se impone un castigo. Por ser ésta, tu primera vez seré piadosa contigo. Primero, ataremos tus manos y tus brazos.

Me dejé maniatar a la espalda y enseguida intentó juntar mis brazos con una cuerda de esparto. Me sentí mal y desprotegida. Sin embargo, no se contentó con éso. Me colocó una cuerda alrededor de la cintura y pasándola entre los labios de mi vagina hacia mi espalda la tensó en las cuerdas de mi mordaza.

Quedé en una postura ofrecida, sin la mas leve posibilidad de hacer movimiento alguno con mi cuerpo y mucho menos gritar. Las lágrimas se me saltaron al tiempo que ella decía :

- Tienes un cuerpo dulce y generoso. La fusta lastimará tus pezones.

Pude observar como la mujer se armaba de una fina fusta y rozaba mis pezones con la terminación de cuero.

Acto seguido lanzó cortos trallazos sobre mis pezones erguidos y los golpeó con cierto sadismo. También me cruzó la parte alta de los senos, mientras un indominable dolor se apoderaba de mí.

Me dejó durante un par de minutos debatirme con el escozor de la fusta y me desató. Entonces, me dijo :

- Ahora cenaremos. Luego te irás a casa si lo deseas. Si decides quedarte aquí, tengo una sorpresa para tí que te gustará.

Me quedé desconcertada con sus palabras, pero no dije palabra alguna.

Salimos de aquella estancia hacia el comedor. Yo seguía desnuda y con algunas marcas en mis pechos, sin embargo me sentía bien.

Una vez en el comedor, dijo :

- No está bien, que alguien se siente a la mesa desnudo. Traeré un vestido escotado ya que deseo ver tus senos.

Ni siquiera intenté rechistar. A los pocos minutos me colocaba un vestido largo, aunque muy escotado. Carecía de espalda y costados, pero cubría mis pezones. La verdad es que era magnífico.

Entonces nos sentamos a la mesa y pude degustar cada uno de los platos junto a ella. En el postre, me preguntó :

- ¿Deseas quedarte conmigo, o irte a casa con lo que está cayendo?.

- Creo que lo mejor será que me quede.

- Bien dicho. Tengo una habitación para tí. Aunque imagino que antes querrás saber la sorpresa que he preparado para tí.

- ¿En que consiste?.

- Es una sala especial, exclusivamente para tí.

No hice mas preguntas. Era obvio que abusaría de mí, pero algo me impedía alejarme de su entorno.

Al final del postre, me dijo :

- Desnúdate y sígueme hasta el salón. Beberé algún licor en tu presencia.

La obedecí de nuevo y la seguí hasta el mismo lugar en que había azotado mis pezones. Tras servirse una copa, me hizo un gesto. Interpreté que debía ponerme de rodillas frente a ella.

Se sentó en la enorme silla y me sonrió. Luego dió un pequeño sorbo y sonrió en mayor profundidad. A los pocos segundos recorrió con su mirada diversos espacios de su trono. Su mirada se crispó y me ordenó :

- Ady. Busca la fusta y tráemela enseguida.

Me levanté con rapidez y busqué aquel maldito objeto. Lo descubrí sobre una mesa cercana a la puerta. Lo cogí en mis manos y miré hacia mi ama. No podía verme. Observé aquel objeto con mas atención y lo acerqué a mis pechos.

El cuero que tenía en su extremo era suave, pero la fusta en sí, era un artesanal trenzado.

Golpeé con cuidado mi vientre y uno de mis pechos. Sentí una sensación extraña. Pensé que aquel artilugio manejado con fuerza debía causar muy vivas y dolorosas sensaciones.

Volví con toda rapidez sobre mis pasos hasta donde se encontraba mi ama y al llegar ante ella, me arrodillé y la ofrecí la fusta.

La cogió con cierto coraje y me dijo :

- Deseo mantener mis piernas apoyadas, ¿estarías dispuesta a ser mi banqueta?.

Ni siquiera asentí, simplemente de rodillas me acerqué a ella y poniéndome transversalmente dejé que mi espalda sirviera a sus propósitos.

Después de media hora en semejante postura, sentí como ella retiraba sus piernas y ayudada de la fusta me hacía elevar mi cuerpo. Acto seguido, me cruzó los pechos con un par de fustazos que me hicieron enloquecer de dolor.

Enseguida, me preguntó :

- ¿Deseas conocer ya, la sorpresa?.

Asentí tímidamente.

Con varios golpes de fusta me hizo poner en pie y la seguí hasta lo que iba a ser mi estancia sorpresa.

Nada mas entrar, encontré una enorme cama y un sobrio decorado. Al fondo había una puerta abierta y otra cerrada. La que estaba abierta daba al aseo. Entonces mi ama, me dijo :

- Esa puerta cerrada da acceso a algo que deseas desde hace tiempo. Si no la traspasas no sabrás lo que hay. Ahora bien, esta es tu habitación cuando estés en mi casa. Una vez que abras esa puerta, no volverá a ser cerrada. ¿Sientes curiosidad?.

- Sí, pero no me atrevo.

- ¿Qué puedes perder?. Quizás la virginidad. Quizás otras cosas. Ahí, la tienes. A tu disposición. Cuando la abras, yo lo sabré.

- No sé que hacer. ¿No podría darme alguna pista sobre lo que puedo encontrar ahí dentro?.

- Te encontrarás a tí misma. Hallarás lo que deseas hallar.

Mi mente estaba confusa, ante sus palabras. Imaginaba que era una sala de tormento, pero debido a sus palabras me hacía dudar. ¿Y si fuera un lugar en donde hallaría riquezas y placeres?. Esto último casi lo descartaba de antemano. Hubiera podido asegurar que se trataba de un lugar de tormento. Pero mi curiosidad se imponía y le dije :

- Deseo visitar esa estancia sorpresa.

- Sabía que lo harías. Adelante pués.

Avancé con paso inseguro y cogí el picaporte. Lo giré despacio y empujé conteniendo el aire. Se trataba de una cámara de tormento. Me volví, pero mi ama estaba cubriendo la salida. Me empujó hacia algo parecido a un potro de tormento y me dijo :

- Ady. Lo has elegido tu misma. No has sido forzada para nada. Ahora, lo menos que puedes hacer es disfrutar con cada uno de ellos. Mira, tienes donde elegir. Lo que te soporta es una especie de potro de tortura. A tu izquierda, una pilastra. A tu derecha, una cruz. Al fondo una enorme rueda que puede ser cubierta de plantas silvestres. Y como elementos de suplicio, varias fustas cuyo efecto ya conoces. Algunos látigos variados y otros elementos para el suplicio. No hay brasero, ni hierros candentes, ni clavos, ni martillo.

Estaba confusa y muy excitada ante lo que veía y oía. Como me veía indecisa, me dijo :

- Ady. No hace falta que te decidas ahora mismo a probarlos. Están aquí para tí. Ahora acuéstate y el próximo fin de semana vivirás estas experiencias, que creo que serán de tu total agrado.

Me dejó salir a la habitación y me ayudó a acostarme.

Pasé la noche más intranquila de toda mi vida. Soñé que estaba tumbada en el potro y desgarraban mi piel.

Al despertar, me encontré frente a mi ama, quien me dijo :

- Espero que hayas dormido bien. Vamos a desayunar y luego podrás irte a casa. En cualquier caso, te espero el próximo Viernes a las 7 de la tarde.

Bajamos al comedor y desayuné en silencio. Cuando terminé, me dijo :

- En el salón tienes tus ropas. Vístete y vete. Te espero el Viernes.

En el salón encontré mis ropas. Me vestí sin prisa, aunque sí con algo de nerviosismo. Contemplé, que aún quedaba alguna marca sobre mis pechos. Terminé de cubrirme y salí de aquella casa.

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