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Historia de Nicole (7)

en Sadomaso

Capítulo 7º (....final....)

- Está bien. Lo hablaré con él y fijaremos unas fechas en las que yo esté de viaje. Ahora volvemos a casa. Tengo sorpresas para tí.

Me quedé anonadada. Mi vuelta a aquella maldita mansión era cosa hecha.

Llegamos a casa y pude ver a René que se dirigía a nosotros, vociferando frases mal sonantes contra mí. Me quedé algo perpleja, pero seguí a Armand, aguantando la lluvia de imprecaciones que su hermano soltaba sobre mí, sin que mi esposo reaccionara. En un momento, me detuvo y me zarandeó, terminando por abofetearme ante la mirada, algo incrédula de Armand. Entonces éste, se dirigió a su hermano y le dijo :

- René. Deseo que me cuentes todo lo que te haya podido ofender de mi esposa, pero hazlo en mis aposentos. Si tiene que ser castigada lo será.

Subimos los tres hasta la habitación de Armand, sin que René dejara de darme empujones y manotazos en los pezones que afloraban en el sujetador.

Una vez en la habitación, René espetó :

- Querido hermano, estoy cabreado de que esta zorra, aunque sea tu esposa, haya hecho grabar su nombre en todas las puertas, incluida la mía.

- René, te sulfuras antes de tiempo. Yo, he mandado cambiar todas las puertas y figura el nombre de mi esposa, porque esta es mi casa. En concreto, en tu habitación, habrás observado que hay unos artilugios en la puerta. Son para que la coloques en ellos, mientras estoy ausente. Hay mas por la casa. Ahora déjala que descanse. Esta noche tengo una fiesta y no deseo sentirme malhumorado.

Armand me ordenó el que me acostase en la cama. Me quité aquellos ropajes sin mas miramientos y me introduje entre las frescas y livianas sábanas.

Confiaba en que pudiera descansar sin ser molestada. Y por suerte para mí lo conseguí. Nadie osó molestarme. En un punto indeterminado de la noche, me desperté. Como oía gritos en el parque, me levanté y me dirigí con suma prudencia a la terraza. Desde allí pude contemplar, como varios hombres se encargaban de acometer, algo sádicamente, a Wanddy.

La sóla idea de verlo me produjo un placer inusitado para mí.

Enseguida, me surgieron ideas en la cabeza y me ví ante un escarnio mayor. De una parte estaba René y de la otra, aquel hombre con el que debería pasar no sé cuantos días. Cualquiera de los dos, me someterían a tormentos increibles.

Volví a la cama en completo silencio. Me acosté y pensé profusamente en todas mis nuevas situaciones. Había pasado por tantos tormentos, que ya no debía impresionarme cualquier visión. Pero me sentía atemorizada ante Armand, René o aquel maldito hombre.

Como no era capaz de conciliar el sueño, me dediqué a pensar en los suplicios a los que podría ser sometida. Ya me veía en la mansión de aquel hombre, con sus secuaces aprisionando mis pezones, mientras que otro me los martirizaba lentamente. O bien, René haciéndome toda clase de barbaridades.

Afortunadamente el sueño me venció y caí en un letargo, al menos, beneficioso para mi cuerpo.

Duró poco. René me despertó a base de manotazos.

Cuando estuve consciente de la situación y mientras era arrastrada por él hacia los sótanos, le espeté :

- René. ¿Con qué derecho me fuerzas?

- Pequeña mía. Yo poseo todos los derechos en ausencia de mi hermano.

- ¿Es qué Armand se ha ido?

- ¡Sí!. Ahora eres toda mía y debes obedecerme en todo.

- René, detente un momento por favor.

Cuando se detuvo, me miró a los ojos y con una indicación me dejó hablar. Le miré fijamente a los ojos y le dije :

- Tu hermano estaba en tratos con un hombre, al que seguramente conocerás. Has de saber que habían acordado el que yo fuera cedida a él cuando Armand estuviera ausente. Odio el ir con él. Sinceramente prefiero estar con la familia, pero no quiero comprometerte. Quería que lo supieras. Ahora haz de mí lo que prefiereas.

Le ví como parpadeaba ligeramente. Y en pocos segundos, fue capaz de decirme :

- Desconocía tales acuerdos. Irás con ese hombre. Yo te llevaré personalmente. He de decirte, que es bastante salvaje y cruel, pero también es poderoso.

- ¿Puedes contarme algo acerca de él?.

- Sí, te lo contaré. Para entrar en materia te diré que mi hermana Wanddy, fue esclava suya durante 2 años. Por entonces Armand, era el número 1 del territorio. Pero ese hombre se encargó de secuestrar a Wanddy y de hacérselo saber a Armand. Como rescate, pidió el que pudiera actuar por libre y serle concedidos todos los caprichos que quisiera. Armand, trató por todos los medios de recuperar a Wanddy. No lo consiguió. Uno de los caprichos de semejante ente era ella. Tras muchos meses de negociaciones, Wanddy fue liberada. Armand consiguió llegar a un acuerdo con él. No te voy a decir que tipo de acuerdo, pero has de perdonarnos a todos. Ahora te conduciré hasta él. ¡Ten Valor!. Por cierto, su mujer es pariente nuestro. Tu misma comprobarás sus relaciones.

- René, gracias por referirme todo ésto, pero ¿porqué sigue Armand teniendo tratos con él?.

- Es muy simple. Domina todas las actividades. Ahora tú estás en sus dominios. Sé dócil y complaciente. Agradécele el suelo que pisa y quizá salgas bien parada.

- ¡Nada de eso!. Le molestaré cuanto pueda.

Me miró con ojos llorosos. Me llevó hasta sus aposentos y después de hacerme desaparecer las marcas del látigo, me aplicó un spray y me dijo :

- Nicole, ahora estás preparada para él. Procura seguir todas sus indicaciones. Si te revelas, será tu perdición. Intenta que todos sus arrebatos terminen en látigo. Sufrirás. Pero no tanto como si te lleva a cualquiera de sus cámaras de suplicio.

- Gracias René. Ahora condúceme hasta él. Llévame desnuda y maniatada.

René, se limitó a juntar las pulseras en mi espalda y luego, cogiéndome del cabello me condujo hasta el coche que nos aguardaba.

Era el mismo chófer del día anterior. René le dió unas explicaciones y a mí, me dijo :

- Cuando seas depositada, dí que deseas ser tratada por el dueño de la casa. Con eso bastará, lo demás es cosa tuya. ¡Buena suerte!.

Fuí depositada ante la escalinata principal de la casa.

No tuve que relatar a nadie el porqué estaba allí. Aquel ser me recibió en persona. Me abrazó fríamente y me dijo :

- Se que ayer te quedaste con las ganas de probar el tormento de mi sobrina. Te lo realizaré personalmente en mi habitación.

Llegamos hasta su aposento y me indicó el que me dirigiera hasta el brasero. Un vivo temblor se apoderó de todo mi cuerpo.

Aguardé sin aparentar miedo a que él se acercara.

Tardó menos de dos minutos. Se plantó ante mí con una sonrisa en los labios y me dijo :

- Nicole. Celebro que estés aquí. Voy a someterte a un primer suplicio. Debes decidir que pezón debo martirizar.

- Señor, con todos mis respetos, no deseo ceder mi cuerpo a sus caprichos. Por tanto espero, que reconsidere su postura y me libere y pueda acompañarle con su familia.

Le ví como palidecía y como todo su ser emergía envuelto en una cólera terrible. Me apresté a indicarle el que me azotara y me dejara ir. Pero no pareció complacerle. Tan sólo se limitó a coger unas tenazas y aproximarse a mí.

Me atenazó el pezón izquierdo y me dijo :

- Nicole....Eres maravillosa. ¿Te parece bien éste, o quizá prefieras el derecho?.

No contesté y bajé mi mirada, para no darle sensación de que sentía dolor y un profundo miedo. Como no veía escapatoria, intenté provocarle, diciendo:

- Señor, no me parece honesto el que me pregunte semejante cosa, cuando me tiene maniatada a su merced. Desáteme y podré decirle algo.

Sin más, me liberó de mis ataduras, sin dejar de tenerme cogido el pezón con las tenazas, que ya empezaba a sentir los dolores. Y entonces es cuando intenté provocarlo, diciendo :

- Señor, ¿no os sería mas gratificante el azotarme que el quemarme un pezón?.

- No criatura. Para mí es mas apetecible el ver como te debates ante las quemaduras, que ante los latigazos. Tendrás muchos latigazos y muy dolorosos. Pero ahora, contemplaré tus gritos y tus lágrimas cuando el ardiente carbón toque tus tiernas carnes.

- Señor, en ese caso, le ruego que me amarre en donde crea conveniente.

- De acuerdo pequeña, vamos al potro.

Soltó mi pezón y caminé aprisa hasta el potro de tormento. Me subí y recostándome, extendí mis brazos y piernas en aspa. Sabía que le gustaría ese detalle, pero no me libré de ser sujetada al potro y tensada.

Aquel hombre parecía estar en todo, desplazó el brasero hasta el potro y dejó las tenazas sobre mi vientre. Aproximó su cara a la mía y me susurró :

- Ahora, ya eres mía.

En ese preciso momento se abrió la puerta y apareció una mujer en el umbral. Nos miró y se aproximó hasta nosotros. Al llegar, preguntó :

- ¿Acaso es ésta, mi famosa pariente?.

- Lo es en efecto. Y ahora me disponía a dominarla. ¿Qué es lo que deseas?

- Nada. Pasaba por aquí y al escuchar voces he entrado. Creo que entre los dos, podremos con esta zorra. ¡Anímate!. Yo la cojo los pezones y tu se los atormentas. Veo, que tienes las brasas apropiadas. Mas tarde podremos azotarla.

Y de esa forma, me encontré con la situación mas crítica e ignominiosa que se pudiera imaginar. Aquella mujer, asió mi pezón derecho con las tenazas, mientras su esposo cogía un tizón del brasero y lo acercaba lentamente hasta mi cara.

Yo, tan sólo podía mover mi rostro de un lugar hacia el otro, pero aquel malvado ser pasó de mi rostro y lo aproximó hasta mi pecho. Me entraron verdaderos escalofríos, sólo de pensar en el dolor que me iban a producir. Como por ensalmo, el tizón desapareció de mi vista y lo ví depositar de nuevo en el brasero.

Aquel hombre, se dirigió hasta una mesa cercana y cogió un rollo de cinta. Rasgó un trozo y me lo colocó sobre los labios.

Ya no podía gritar. Además aquella pérfida hembra, mantenía mi pezón derecho tenso sobre mi pecho. El hombre asió de nuevo el tizón y lo acercó con lentitud a mi pezón.

El dolor fue tan espantoso y brutal que todo mi cuerpo se contorsionó. El sudor apareció en todo mi cuerpo, pero mis gritos se transformaron en resoplidos nasales.

Aquella mujer, antes de soltar las tenazas de mi pecho, las agitó ligeramente, a fín de que aumentaran las sensaciones de dolor.

Luego sin más, se apoderó de mi otro pezón y lo mostró tenso a su esposo. El suplicio no se hizo esperar y me vi atormentada por segunda vez.

No había soportado tan malas sensaciones desde hacía muchos días. Pero tuve la suerte o la desgracia de no desvanecerme y seguir consciente.

Fuí desatada de inmediato y me ví obligada a acompañarles hasta el gran salón.

Reconocí de inmediato aquella estancia, pero ahora sólo veía a dos jovencitas esperándome. Una de ellas era la que estaba el cámara de los tormentos la noche anterior. La otra era desconocida para mí, pero me produjo una sensación negativa. Además, era la única que vestía decentemente. La sobrina de mi dueño, portaba unos harapos y se la podían apreciar las marcas violáceas de los látigos.

Yo permanecía desnuda ante los cuatro sin saber que hacer. Entonces aquella perversa mujer, cogiéndome del brazo, me acercó ante las jovencitas y me presentó, diciendo :

- Nicole, ya conoces a Natalie, mi sobrina. Y esta es mi hija Anna. Creo que os llevareis lo suficientemente mal, como para que hagas mas felices mis días y los de su padre. En cuanto a Nathalie, debes intimar con ella. Será tu compañera en los tormentos, a excepción de la fiesta de esta noche.

No supe como reaccionar y me mantuve quieta y callada. Al parecer mi actitud provocó de alguna forma a Anna, que espetó :

- Nadie, nunca, me ha hecho un feo como éste. ¡Padre!, deseo que me la cedas como mi esclava.

- Tuya es, hasta las 10 de la noche. Pero ahora, vamos a comer. Con la presencia de Nicole, me ha entrado un apetito enorme.

- Padre, me parece una estupenda idea la de comer. ¿Te importaría si la mantengo como mi respaldo?.

- Pensaba proponértelo. Me encantará.

Fuí conducida hasta una especie de banqueta. Era igual que los sillones, pero faltándole el respaldo y los brazos. Anna, me indicó que llevara aquel sillón hasta la mesa. Ella por su parte cogió una barra de acero, con dos argollas en la parte alta y un asiento con dos falos en la parte inferior. Enseguida comprendí para que estaban destinados.

Cuando coloqué el sillón en la posición requerida, Anna enclavó la barra de los falos en un orificio al efecto. Me hizo subir al sillón y dejé que guiara mis nalgas hasta que los dos falos quedaron acoplados en mí.

A continuación, cogió mis manos y las ancló en las argollas a la altura de mi cuello. De ambos laterales del sillón sacó unas pequeñas plataformas tapizadas igual que el asiento y colocó mis pies, sujetándolos con unas argollas traseras.

La postura no era excesivamente incómoda y tan sólo se dejaban sentir los dos falos que me penetraban indolentemente.

He de decir, que los dos falos eran de pequeñas dimensiones, por lo que no llegaban al final de los respectivos canales.

Luego sin más, se sentó en su nuevo trono apoyando su espalda en mi vientre, su cabeza entre mis senos, mientras sus brazos reposaban en cada uno de mis muslos. Y sin más se sirvió la cena.

Las sirvientas me ignoraron de tal forma, que realmente me creí parte del mobiliario.

La cena trancurrió lenta y algo crispante, sobre todo en lo concerniente a Nathalie, ya que su tío la trataba de un modo excesivamente sátiro, llegando en algunos casos a la violencia y en todos a la humillación.

La velada transcurrió más aprisa de lo que hubiera podido imaginar y las 3 de la tarde, anunció el momento de levantar la mesa. Anna, se encargó de desatarme y abandonamos la estancia dejándoles a sólas.

Sentía más miedo con ella que con su padre, pero ¿qué nuevas barbaridades podría hacerme, que no me hubieran hecho ya?. No obstante, me sentía algo angustiada.

Cuando llegamos a su habitación, me condujo hasta una silla en la que me obligó a apoyar mi vientre sobre el respaldo y doblar mi cuerpo. Mis piernas quedaron inertes trás el respaldo y mi tronco y brazos sobre el asiento. Luego engarzó mis manos a unas argollas ocultas y me dejó sujeta, tensando mis brazos de una forma algo perversa. Me separó los muslos y trás anclar mis tobillos, tensó todo el conjunto.

Luego se dirigió al teléfono y habló con un varón. Cuando colgó se fué al baño y se aseó convenientemente. Nada más, volver a la habitación, la puerta se abrió y entró un hombre de bastante corpulencia. He de decir que Anna, era de una estatura media y muy bien proporcionada, ya que ahora estaba tan desnuda como yo.

Anna, corrió hacia aquel hombre y se abrazó a su cuello, besándole apasionadamente. Luego, cogida de su brazo, le hizo avanzar hacia mi posición.

Al situarse cerca de mí, perdí la visión general y tuve que conformarme con admirar sus piernas. Por otra parte, ahora podía escuchar todo lo que decían. Aquel varón comenzó a desnudarse, mientras se apoyaba en mis nalgas con una de sus manos.

En un momento determinado, se alejó varios metros de mí y pude admirar su extremada musculatura y belleza. Parecía ser de la misma estatura que Armand, aunque no podía asegurarlo dada mi postura. Para evitarme sufrimientos inútiles, me hice a la idea de que aquel ser era Armand.

Deseé con todas mis fuerzas que aquel ser me poseyera. De esta forma no engañaba a Armand, ya que estaba en las manos de mis verdugos. Y eran ellos los que me forzaban. Además, si sentía placer, era algo normal en todas las situaciones que había vivido.

Y en efecto, aquel ser se acercó a mí y comenzó a hurgar en mi conducto anal y sin más preámbulos, se acopló lenta y progresivamente en mi interior. Me produjo unas sensaciones que hacía tiempo no experimentaba y comencé a respirar mas rápidamente, dejando escapar suspiros de lo mas sospechosos.

Al parecer a Anna, le gustaba el que su hombre disfrutara e hiciera disfrutar a sus esclavas. Antes de que llegara al orgasmo, se retiró con fuerza de mí y se echó sobre Anna, que acababa de ponerse bocabajo en la cama. La penetró con un salvajismo que me impresionó.

Yo podía verles a los dos, ya que estaban en una posición paralela a la mía. Aquel ser, la golpeaba con las manos, sin dejar de penetrarla analmente.

Oía los gemidos de placer de Anna. A pesar de la paliza que la propinaba su hombre, parecía estar en la gloria. Me dejó algo perpleja su forma de comportarse, no parecía ir en línea con su papel.

En un momento de aquella tormentosa pasión, me enteré de que él, se llamaba Eddie. Deseé para mi interior el que se acordara de mí y me poseyera de nuevo.

Cuando Anna explotó, entre grandes espasmos, Eddie se separó de ella y se acercó de nuevo a mí. Y sin más, se plantó de un golpe en mi interior. Me sodomizó de una manera tan maravillosa, que todas mis precauciones desaparecieron y mis jadeos llegaron a oidos de Anna, que se levantó y se dedicó a propiciarme caricias de lo mas estimulantes, hasta que llegado un punto, no pude más y estallé llena de gozo en un aparatoso orgasmo.

Inmediatamente, Anna, cesó de acariciarme y Eddie se mantuvo quieto hasta que comencé a tranquilizarme.

Me sentía llena de sensaciones maravillosas, pero por otra parte me veía como en un sueño. No podía ser cierto aquello.

Lo normal, hubiera sido el verme cruelmente tratada y sin embargo había ocurrido todo lo contrario, a excepción hecha de mi postura.

Después de un par de minutos en los que mi respiración se normalizó, Anna me desató y me hizo poner en pie.

Y sin más, me presentó a su futuro esposo, diciendo :

- Nicole. Te presento a Eddie. Espero que hayas disfrutado con él, a pesar en la postura en la que te he mantenido.

Con una indicación de Anna, me eché sobre sus brazos y me dejé estrujar por su portentosa musculatura. Trás unos interminables segundos, logré separarme de su cuerpo y me reuní junto a Anna. Procuré mantenerme a cierta distancia de ellos dos, mientras hablaban de sus cosas.

Cuando Eddie se marchó, Anna me dijo :

- Nicole, has de saber algo sobre mí. No soy como me pintan mis padres. A mí me gustan las cosas sencillas y claras. A los 13 años comencé a sentir placer cada vez que mi madre o mi padre me castigaban por alguna falta que hubiera cometido. Lo he mantenido siempre en secreto y como confío en tí, te lo cuento. Cuando conocí a Eddie, ya sabía que le gustaba pegar a las chicas, pero sólo de forma pasional. Me enganché a él de manera tan absoluta, que en una ocasión tuvo que atenderme un médico de urgencias, de lo mal parada que había salido. Has de saber que Nathalie, no es un corderito y que yo no soy la perversa. Nathalie, llegó a esta casa, cuando todo era paz y tranquilidad. Cuando ella contaba con 8 años, vino a esta casa. Y es aquí en donde comienzan todos los problemas. A pesar de que la jovencita cayó mal a mis padres, la cuidaron y protegieron en todo momento. Más de una vez, soporté los rigurosos castigos, por culpa de ella. Era mala y perversa. Le daba lo mismo a quien hacía el mal, con tal de que yo pagara las consecuencias. Ahora, las cosas han cambiado y es ella la apaleada. Convendrás conmigo, en que me debo mostrar de una manera un tanto odiosa para que mis padres me consientan y me defiendan. Ahora has llegado tú. Mientras pueda evitarte problemas lo haré, pero has de saber que llegado el momento seré capaz de castigarte con todos mis sentidos.

- Gracias Anna, por ser tan directa y confiar en mí. Voy a aprovechar para confiar en tí. He de confesarte, que llevo madurando la idea de huir de aquí, pero aún no sé cómo. Confío en que alguien me pueda ayudar alguna vez.

- Nicole. Yo te ayudaré si lo deseas. Es más, Eddie te sacará de aquí si así lo quieres. Pero antes deberás congraciarte con mi familia. Principalmente con mi padre. Una vez conseguido este objetivo, lo demás será bastante fácil. Creo que sería interesante el que fueras a buscarle, pero procura desde este instante ser sumisa ante él. Es la única manera de que todo se pueda lograr. Pero, no esperes que se pueda arreglar antes de 1 mes. Otra cosa, la fiesta de esta noche es bastante significativa. Procura agradarle en todos sus caprichos, por muy humillantes que puedan parecerte. Nathalie y yo misma, no estaremos. Serán pocos invitados. Defiéndete como puedas y halaga a mi padre y a mi madre, según lo requieran las circunstancias.

- Anna, te prometo que seguiré tus instrucciones en la medida que pueda. Gracias por todo y descuida, no haré nada que pueda descubrirte.

Me encaminé a la puerta y salí al exterior. No sabía que hacer si me encontraba a la madre de Anna. Rogué que encontrara a Stuart, así se llamaba el padre de Anna.

Y tuve la gran suerte de que así sucediera, después de esconderme de innumerables sirvientas y otros criados.

Me adelanté a su encuentro, haciendo todo lo posible por resaltar mi desnudez, sin que pareciera evidente. Me arrodillé ante él y le solicité el poder hablarle a sólas, como en confesión.

Dió su aprobación y nos dirigimos hasta sus aposentos. La habitación estaba algo desordenada, pero estábamos sólos. Enseguida, me eché de rodillas a sus pies y dije :

- ¡Oh Dueño y Señor mío!. Se que le he agraviado con mi comportamiento. Le ruego me disculpe de mi poca educación. Asimismo le ruego que me azote como crea necesario, pero antes he de confesarle, que estoy presta para cualquier servicio que me quiera imponer.

De reojo pude ver como su semblante variaba continuamente. Su enojo se desvanecía, a la vez que emergía su sadismo. Sabía, que mil perrerías recibiría mi cuerpo, pero no sería aquella tarde, ya que estaba dispuesta a intentar dejar planteadas todas las posibles situaciones de mi ser ante él. Y antes de que dijera palabra alguna, le espeté :

- Señor, tengo entendido que esta noche dais una fiesta, en la que yo estaré presente. ¿Podría saber, que teneis pensado?.

- Nicole. Me has dejado algo desconcertado y bastante perplejo, pero me ha emocionado tu actitud. ¡Sí!, esta noche hay una fiesta en la que tú estarás presente. Se trata de un grupo de amigos. Seremos 6 en total. Son un poco bárbaros y demasiado caprichosos. Tu serás la protagonista. Pero, realmente, no sé todavía como enfocar la fiesta. ¿Qué me aconsejarías tú?.

Era el momento que yo buscaba, para poder atraerlo mas hacia mí. Y pasé a exponerle el plan, de forma que no se notara que lo hacía por autoprotegerme. Le miré a los ojos y dije :

- Señor. ¿Sus invitados traerán mujeres?.

- Por supuesto, Nicole.

- ¡Ah!, estupendo. Podrían ser las protagonistas de la fiesta junto a mí. He pensado según iba a su encuentro, mortificada por mis malas obras hacia Ud., que podría quedar bien una velada en la que las mujeres fuéramos sus respaldos en los sillones preparados para la cita. Yo, sería su respaldo, si le parece bien. De esa forma, todos los invitados dispondrían del mismo nivel de satisfación y no se pelearían por nosotras. Además, he pensado en Ud. Creo que quedaría bien con sus amigos, si me entrega a ellos para que sea violada de la forma que Ud. determine y siempre que lo crea conveniente.

- Nicole, realmente eres maravillosa. Llevaremos a término tu idea. ¡Ah!, por fín una persona inteligente y además desinteresada. Me has agradado enormenente y te recompensaré.

Miré el reloj y comprobé que eran las 8,30 horas de la tarde. Era demasiado pronto para que aquello pudiera funcionar en la medida en que lo había preparado, así que me erguí y trás ponerme en pie, le dije :

- Señor, sus palabras me honran y llenan de orgullo. Pero, sigo mereciendo un pequeño castigo, aunque sea de forma aparente. Creo que debería azotar el cuerpo desnudo que tiene ante sí. Hay tiempo de sobra para preparar todo y yo me sentiría en paz conmigo misma y con Ud.

- Nicole. Sigo pensando en que eres un persona muy sensible y generosa, pero has de saber que en la fiesta serás azotada muy duramente. Y no creo que yo deba amargar mas tu compañía.

- Señor, la fiesta es algo circunstancial. Ud. es primero. Además, ¿qué pueden importar unos cuantos azotes más?.

- Cada vez me siento mas admirado de tí. Serás mi respaldo esta noche y ahora te azotaré. He de confesarte, que tengo unas ganas locas de hacerte sufrir. Ven, sígueme.

Le seguí con paso firme hasta una estancia contigua. Me dió verdadero horror el contemplar la cantidad de instrumentos de tormento que poseía, pero me hice la fuerte y escogí una fusta muy fina, cimbreante y terminada en bolitas espinosas. Y sin más, se la entregué.

Su sonrisa se hizo mas patente y extendí mis brazos en cruz y separé mis piernas, coaccionándole a que me ultrajara con la fusta cualquier parte de mi desnudez.

Se plantó ante mí y alzando la fusta, la descargó sobre mi vientre. Hice un gesto lleno de dolor y me contorsioné ligeramente, pero volví a adoptar la postura inicial. El segundo golpe, me cruzó desde el cuello hasta el pecho. Volví a cotorsionar mi cuerpo y una lágrima afloró en mi lagrimal. El siguiente azote surcó mi costado izquierdo. Me retorcí de dolor y mis primeras lágrimas desbordaron mis párpados, hice un pequeño esfuerzo y volví a doptar la posición inicial.

Sabía que no se contentaría con pocos azotes, así que le imploré el que me atara las manos. Pero él rehusó y además me anunció tormentos extras si le desobedecía.

No tuve mas remedio que mantener aquella postura. Entonces, me atreví a sugerirle :

- Señor, ya que es su deseo el mortificarme, podría hacerlo más pérfido para mi ser. Si me venda los ojos, no sabré que zona de mi cuerpo será violentada por la fusta. Además me podría ir anunciando las faltas que fuera cometiendo.

- Acepto tu proposición. Y además creo que será muy gratificante el ver como te retuerces de dolor.

Sin más, colocó una venda sobre mis ojos y una mordaza en mi boca, con lo cual dejé de tener control sobre él. Me animé, pensando en que pronto darían las 9 de la noche y entonces me dejaría tranquila, a fín de que pudiera ser curada y preparada para la fiesta.

En efecto, el tiempo corrió a mi favor, pero no pude librarme de unos 50 azotes que atenazaron mi desnudez, mordiendo mis partes mas sensibles.

Cuando me quitó la venda de los ojos, mis piernas ya casi no me sujetaban, debido a los temblores en todo mi cuerpo.

Miré el reloj y ví las 9,15 horas. Entonces comprendí que el resto de la velada podía resultar angustiosa. Nos dirigimos a toda prisa hasta la sala de curas y allí me abandonó, mientras él se dedicaba a realizar todos los preparativos.

Unos minutos antes de que dieran las 10, bajamos al hall. Stuart me enganchó las pulseras detrás de la cabeza y me situó ante la puerta de entrada con las piernas ligeramente separadas.

El primer invitado no se hizo esperar. Sonó el timbre y el mayordomo abrió la puerta. Entró un hombre alto de mirada incisiva y sonrisa penetrante. Le seguía una joven de una estatura bastante inferior. Venía cubierta con una capa de algodón de color azul y se la apreciaba muy nerviosa.

Supe que el varón se llamaba Patrick, cuando se saludaron entre sí. Mientras el mayordomo, retiró la capa de la joven y entonces pude apreciar como, llevaba las manos atadas a la espalda. Lucía un collarín similar al mío. Sinceramente me agradó su aire tierno y tímido. Pero tuve que desviar mi atención hacia el invitado, ya que en ese instante se dirigía a mí con una mirada inquisitiva y sus dedos rozaban mis pezones.

Me mantuve quieta y dejé que trasteara con mi cuerpo, hasta que decidió pasar al salón. Su esclava le siguió apresuradamente.

Desde mi posición podía ver como la joven era colocada sobre los dos falos. La ví estremecerse mientras aquel artefacto penetraba en sus dos canales. Patrick, la vigilaba atentamente con la fusta en la mano y la lanzó un par de azotes en el pubis, a fín de que se dejara penetrar sin más. Ví a continuación como eran ancladas sus muñecas en las argollas y posteriormente como eran sujetados sus pies en las pequeñas plataformas y amarrados.

En ese momento sonó el timbre de nuevo, pero antes de fijar mi vista al frente, pude observar la respiración entrecortada de aquella joven. Pensé para mí, que debía de ser la primera vez que era colocada en un aparato semejante.

Entró otro varón. Este era de estatura mediana y le seguía una joven de tez muy morena. Además era mas alta que él.

Tenía la mirada maliciosa y perversa. Además sus modos eran bastos y grotescos. Me dió un escalofrío, sólo de pensar en que sus manos me pudieran tocar. No llegué a captar su nombre, pero me daba igual. Al final era mejor ser tratada por desconocidos.

La muchacha llevaba las manos desatadas y fué ella misma la que dejó la capa en manos del mayordomo. Me parecía una fulana caprichosa y engreida. Podía ser un peligro para mí y máxime cuando se atrevió a asestarme unos manotazos en los pechos, mientras exponía los suyos ante su amo, para que se los abofeteara. Su amo la complació en el acto y ambos pasaron al salón.

Pude ver como era ella misma la que se dejó introducir los falos y cómo elevaba sus brazos para que se los ataran. Perdí el interés por ella y desvié mi vista hasta la primera joven. La veía excesivamente compungida y asustada.

Volvió a sonar el timbre y trás abrir la puerta el mayordomo, aparecieron ante nosotros las tres parejas restantes.

Los hombres parecían agradables, aunque algo sátiros. Sus compañeras apenas pestañeaban y su mirada baja indicaba a las claras, obediencia ciega.

Antes de pasar al salón, me agredieron entre burlas, sarcasmos y algunas caricias muy subidas de tono, mientras yo, indefensa por tener los brazos altos, me retorcía de algunas caricias excesivamente mal intencionadas.

Las cuatro parejas pasamos juntas al salón. Cada varón se encargó de instalar a su pupila en aquel sádico asiento.

Cuando las seis estuvimos instaladas, los hombres se sentaron dejando reposar su espalda y cabeza sobre nuestras desnudeces, mientras las sirvientas les servían unos aperitivos.

De pronto, noté que los falos que portaba, comenzaban a moverse y cobrar algo de calor. Al principio sentí temor, pero enseguida comencé a sentir sensaciones agradablemente placenteras.

Observé a las demás chicas y tan sólo la primera que había entrado, que se llamaba Marta, por lo que le había oido a Patrick también se agitaba algo angustiada. Cuando nuestras miradas coincidieron, la hice un gesto para que no se preocupara y disfrutara lo que pudiera.

Parece ser que me entendió, ya que me pareció que se relajaba y conseguía disminuir la presión de sus brazos.

En menos de 5 minutos, las dos jadeábamos a dúo y nuestros cuerpos se arqueaban de placer, pero para entonces el resto de las jóvenes habían llegado a nuestras placenteras sensaciones.

Realmente, Patrick, fué el primero que amenizó la fiesta. Se levantó de su asiento y cogiendo la fusta que cada uno de los presentes tenía ante sí, la descargó con energía, repetidas veces, en los costados de Marta. La hizo contorsionarse y soltar unos pequeños grititos. Pero al poco se calló y siguió disfrutando con aquel placer automatizado.

Las demás recibimos nuestros correspondientes golpes. Me encantó ver, como la morena era salvajemente azotada en los costados y en los pechos por su hombre. Todas nos dimos cuenta de que era una auténtica masoquista y que a pesar del dolor, se sentía como flotando en nuestra atmósfera.

Particularmente, lo ví peligroso para mí. Ya que si los demás se picaban, podríamos recibir un tormento desmesurado.

Después de que nos azotaran de aquella manera, casi procedimental, seguimos disfrutando de aquellas sensaciones que de una forma gratuita se nos brindaba.

Sentía como mis pechos rozaban el cabello de Stuart al retorcerme, en lo que me permitían mis ataduras, siguiendo el ritmo de aquella maravillosa perversión.

Fué Marta, la primera en estallar. Sin poder contenerse, un aullido se escapó de su garganta ante el orgasmo que acababa de obtener, por medio de aquel sistema.

Ni que decir tiene, que inmediatamente fue recriminada por Patrick. Pero lo peor para ella fué, que el hombre bajito se diera como molestado en su tranquilidad y le pidiera a Patrick, permiso para poder escarmentarla, a pesar de que su hembra se contorsionaba de una forma exagerada y casi se le veía como a un muñeco.

Realmente, fué un abuso hacia aquella joven por parte de todos, ya que antes de que Patrick dejara libre su asiento para que Marta pudiera ser sometida, todas fuimos estallando de placer, en orgasmos difíciles de describir y con mucho, mas ruidosos, que los de la pobre Marta. Pero ella había tenido la mala fortuna de ser la primera.

Entonces, me enteré del nombre de aquel asqueroso personaje, cuando Patrick dijo :

- Querido Bruno, no creía que fueras tan sensiblero, pero si te ha molestado, escarmiéntala. Pero has de admirar el panorama del resto de las jóvenes y sobre todo el de esa ramera que has traido como acompañante.

Observé, entre mis jadeos como Bruno se quedaba algo confuso y miraba a la zorra rastrera que se había traido, mientras ésta aullaba :

- ¡Yo no he venido aquí para ésto!. Si no sois capaces de metérnosla, haceros una paja.

Todas las miradas se centraron en aquella hembra. La verdad es que era demasiado directa y se arriesgaba mucho a un castigo cruel. Quizá lo estuviera deseando. Pero, a mí, seguía pareciéndome que era muy peligroso para nuestros cuerpos.

Bruno, se puso algo frenético y creo que se picó, pués hizo desatar a Marta y tras hacerla salir de los falos la trajo hasta la mesa haciéndola doblar el cuerpo y apoyando sus pechos sobre el frío mármol, la separó las piernas y la penetró con brutalidad.

Todas pudimos escuchar los aullidos que lanzó Marta cuando sintió aquel demonio en su cuerpo. Las sacudidas eran tan violentas, que Patrick y Stuart, tuvieron que agarrar las muñecas de Marta desde el otro lado de la mesa, a fín de que ésta no se contorsionara tanto.

Cuando Bruno llegó al orgasmo, lanzó fuertes gritos y manotazos sobre el cuerpo de aquella desdichada, mientras su esperma surcaba los flancos de la joven.

Creí adivinar el futuro inmediato de Marta. Lo había vivido tantas veces, que sabía que ahora todos querrían martirizarla, de una u otra manera. Si no fuera porque me encontraba en la misma situación que ella, hubiera disfrutado también.

Todas guardamos silencio, menos aquella pérfida bruja que seguía provocando a todos los reunidos.

Antes de que ellos pasaran a la acción, Bruno ya se había recuperado y entonces acercando una de sus manos a las nalgas de Marta, dijo :

- Queridos amigos, es un placer inaudito el que me proporciona esta joven. Me hace poner en un estado tal, que necesito hacerla bajar los fuegos o bien que aplaque los míos. Si me lo permitís voy a azotarla como se merece. Traedla a las columnas. Comenzaré con una tanda a la retaguardia.

Marta fue conducida entre todos a dos columnas especialmente apropiadas, que había en la gran sala y allí fue amarrada. Bruno tensó las cadenas y Marta quedó prácticamente apoyada en las puntas de los pies.

Bruno comenzó con media docena de latigazos en la espalda de Marta. Veía como se contorsionaba, pero no había aún soltado un gemido. Mientras la muchacha de Bruno, aullaba como enloquecida para que la quitaran de aquel aparato. Por mi parte y a pesar de saber de antemano, que me podría traer grandes castigos, dije en voz alta :

- ¿Podeis hacer callar a esa zorra?. Estoy harta de que siga vociferando a su antojo, sin que nadie la meta en vereda.

Todas las miradas se centraron en mí. Y me ví rodeada en un instante por los seis hombres, varios de ellos con la fusta en la mano.

No hicieron comentario alguno. Se limitaron a desatarme y conducirme hasta donde estaba Marta y entonces Bruno dijo :

- ¿Qué prefieres, azotarla o que te azotemos?.

Elegí el azotarla. Simplemente, me dieron una fusta y se sentaron en torno a nosotras dos, formando un gran círculo.

No tuve mas remedio que lanzar fuertes latigazos sobre las partes en las que sabía que Marta aullaría como una loca. Yo había sentido las mordeduras del látigo en dichas zonas y sabía por experiencia lo dolorosas que eran.

Y en efecto Marta aulló de dolor. Cuando mi fusta incidía en sus costados, pechos o las caras traseras de los muslos, sabía que el dolor era incomensurable. No hubiera podido engañarles ni siquiera en la fuerza de los latigazos, puesto que ellos eran capaces de detectar las variaciones de los sonidos en los impactos.

Cuando creyeron conveniente, cesaron el castigo y me indicaron con un gesto, que era mi turno. ¡La verdad!, estaba preparada desde antes de empezar.

Desataron a Marta, que cayó al suelo hecha un guiñapo. La obligaron a levantarse, a base de nuevos azotes y la conminaron a caminar hasta la gran mesa de mármol en donde la dejaron tumbada bocabajo.

Para entonces, yo estaba siendo atada por Patrick y Stuart a las mismas dos columnas. Bruno, se encargó de tensar a conciencia todo el conjunto, hasta que tan sólo las puntas de mis pies quedaron apoyados en el suelo.

Me circundó varias veces, con una sonrisa que me hacía temer lo peor. Sus manos recorrieron cada una de las partes que les ofrecía. Hizo veradadero hincapié en mis pechos y costados. Luego, se dió la vuelta y dijo :

- Querido Stuart, esta joven es una maravilla. Algo quisquillosa tal vez, cosa que se puede solucionar. Creo, que lo mejor para nuestro deleite sería el que fuera tratada por la persona a la que tanta fobia ha cogido. ¿No os parece?.

Observé como Stuart daba su aprobación, al igual que los demás. Me entró un verdadero pánico al comprender aquello. Iba a ser atormentada por aquella maldita zorra. Y entonces ví como Bruno se acercaba a su pareja y la desataba.

Se acercaron los dos hasta mí y Bruno la incitó a que les amenizara la velada de la forma que creyera mas oportuna.

Aquella perra se acercó a mí descaradamente y escupió sus palabras en mi cara, diciendo :

- Y ahora gatita, te voy a hacer tragar tus palabras. Estos amigos quieren ambiente y yo se lo voy a brindar, gracias a tu generosa oferta.

No sé, porqué lo hice, pero el caso es que la escupí en la cara. Se apartó de mí como la peste. Pero enseguida se rehizo y acercándose me asestó un par de manotazos en el vientre, que me hizo soltar el aire de golpe. Se apoderó de la fusta y comenzó a circundar mi cuerpo, lanzando pequeños golpes sobre las partes mas sensibles de mi cuerpo, a la vez que me pellizcaba o clavaba sus uñas en la parte de mi cuerpo que mas le apetecía.

En aquellos primeros ataques, tan sólo hacía algún gesto de dolor, pero ni un sólo grito o gemido se había escapado de mí. No obstante, sabía que en breve estaría chillando de dolor.

Y en efecto así fué. Se situó a mi espalda y comenzó a flagelarme lenta pero sádicamente cada una de las partes de mi cuerpo. Los hombres aplaudían los golpes que me hacían resoplar y en los que me contorsionaba febrilmente.

La fusta caía maliciosa, tanto en mis pechos como en mis costados. Pero, los golpes en las nalgas y los muslos, también hacían removerme sin control. Para aquel entonces, mis gritos salían aterradores de mi garganta y los hombres comentaban alegres las posturas y gestos que hacía.

Después de unos 200 latigazos, aquella malvada preguntó :

- ¿Desean los señores el contemplar algo mas ameno?

Todos respondieron afirmativamente y la animaron a que se los mostrara. Entonces, aflojó la tensión de mis ataduras, hasta que mis nalgas quedaron apoyadas en el suelo. Luego ató cada uno de mis tobillos con una soga y comenzó a tensarlas hasta que mis nalgas quedaron en el aire y mis piernas excesivamente separadas, por lo que les mostraba de una forma muy indecente mis partes mas íntimas. Aquella mujer elevó todo el conjunto hasta que mi vagina ampliamente expuesta, quedó a la altura de su pubis.

Sentía un verdadero dolor, al tener que soportar aquella postura. Dejé que mi cabeza colgara hacia atrás y comprendí el malvado castigo que me iba a producir. La algarabía de los hombres era total. Entonces ella, les fue explicando los puntos en los que haría incidir la fusta, a la vez que con la punta de la misma me tocaba.

Me sentí morir de terror y angustia.

Lo primero que hizo fue el flagelarme las caras internas de los muslos, pero de una forma pausada, a fín de que todos pudieran saborear con placer el dolor que me estaba causando.

Yo me removía y resoplaba, sin dejar de gritar. El castigo era de lo mas sádico, aunque sabía que faltaba mi vagina a la que trataría de un modo mas bárbaro.

Llevaba colgada en aquella postura mucho rato y por el momento, la fusta aún no había rozado mi vagina. Y en un momento determinado los golpes cesaron y entonces aquella mujer dijo :

- Señores ha llegado el momento de proceder a calentar esta zona que tanto les entusiasma. Cuando crean conveniente pararlo, lo dicen. Quedará estupendamente para ser penetrada por todos Uds. y sus sufrimientos serán tan grandes que podrán disfrutar a fondo. Les recomiendo el que eyaculen en su boca, mientras otro ocupa el hueco libre. Si alguno de Uds. desea algún azote más en esta parte, yo misma se lo daré. Ahora deleítense con el clamor de esta zorra.

Y sin más, procedió a lanzar la fusta contra mi vagina. Al primer impactó todo mi cuerpo se arqueó y un rugido se escapó de mi garganta.

Aquella mujer sabía lo que estaba haciendo. Esperaba lo suficiente hasta el siguiente azote, a fín de que yo asimilara el dolor en todas sus formas.

Sin avisar, sentí el segundo impacto, que me hizo enloquecer y un grito rasgado escapó de mi garganta, algo afónica ya en aquellos momentos.

Y así, azote tras azote, fuí siendo flagelada por aquella pérfida hembra, sin que ninguno de los presentes parase aquel aterrador castigo.

En un momento determinado, el dolor fue tan elevado que perdí el conocimiento. Fuí despertada de golpe, a base de jarros de agua fría, tanto en la cara como en la vagina.

Cuando de nuevo estuve consciente, prosiguió el tormento. Y así continuó por espacio de unos 10 minutos, hasta que Stuart dió la orden de terminar. Entonces, el conjunto fue elevado un poco a fín de que mi vagina quedara a la altura de sus penes.

Bruno fué el primero en penetrarme. Sentí un dolor tan inmenso, que grité alocadamente, pero ésto no fué mas que un pretesto para que las acometidas fueran mas salvajes.

Creía que la vagina se me iba a desgarrar completamente y que mi cuerpo quedaría dividido en dos mitades, pero no ocurrió tal cosa. Por el contrario, los dolores seguían aumentando en intensidad. Cuando sentí que Bruno se erguía ligeramente, comprendí que era inminente el que mi boca se hiciera cargo de la culebra y la ponzoña entrara en mi interior.

En efecto, Bruno se separó bruscamente de mi vagina y se acopló en mi boca. Entraba y salía como un bárbaro, provocándome arcadas que debía controlar, mientras en ese preciso momento un segundo pene se apoderaba de mi vagina.

Entre los dos cogieron el mismo ritmo y ambos penes se adentraban en mi interior con fuerza a la vez.

Cuando Bruno llegó al límite, soltó un grito terrible y se derramó en mi garganta, mientras el otro seguía forzándome con verdadero dolor. Cuando tragué todo el esperma y hube limpiado todos los restos, se separó de mí para dar paso al que se separaba en este instante de mi vagina.

Se acopló en mi boca al tiempo que un segundo miembro invadía la vagina y vuelta a empezar. Creía que me iba a volver loca. Me sentía totalmente desmadejada. Y así de esta forma tan bárbara prosiguieron todos entrando y saliendo de mí, hasta que el último pene se derramó en mi boca.

Cuando terminé mi tarea de limpieza, se separó de mí y fuí descolgada y desatada. Me quedé tendida en el suelo, sin fuerzas siquiera para respirar.

Fuí arrastrada por el suelo hasta la fría mesa de mármol en donde fuí depositada junto a Marta, que ya se había recuperado y en la que ya habían puesto sus ojos aquellos miserables.

Uno de los varones echó la mano a Marta y la obligó a ponerse en pie. Luego, a base de latigazos la conminó a que caminara hacia el lugar de suplicio. Tuve las fuerzas suficientes para poder contemplar como Marta, ni siquiera se defendía de la fusta, que la había llegado a cruzar hasta el pecho izquierdo.

Cuando llegó a las columnas, ví como aquella perversa hembra la ataba de nuevo a las cadenas y las tensaba. Marta quedó de nuevo indefensamente expuesta a los posibles rigores de cualquiera de ellos.

Como no tenía fuerzas para levantar mi cabeza, me coloqué de lado y con la cabeza apoyada en la mesa, me quedé a contemplar el suplicio.

Aquella morena se estaba haciendo con los hombres y ésto sólo podía traernos complicaciones y tormentos.

Pero los hombres ya se estaban hartando de una hembra tan dispuesta y Patrick, dijo :

- Queridos amigos. Creo convenir con vosotros en que nos agradaría el ver a mi pupila azotada de nuevo. ¡Me parece una buena idea!. Pero creo, que es llegada la hora de disfrutar de esta morena tan elocuente. Además de ser bastante atractiva, nosotros mismos podemos azotarla y luego abusar de todo su cuerpo. Por tanto, si os parece bien, dispongo que esta joven azote a Marta y luego será ella la que nos satisfaga en nuestros apetitos.

Observé como todos asentían y procedían a sentarse para ver el tormento de Marta.

Fué vigorosamente azotada en todas sus partes. Cuando Marta perdió la consciencia, fue desatada y traida hasta la mesa a rastras. La dejaron junto a mí y mientras la morena era colocada entre las columnas, pero con las piernas muy separadas. Y después se tensó todo el conjunto, hasta quedar suspendida en el aire, sujeta de pies y manos.

He de decir, que aquella hembra era de una belleza increible. Y a pesar de su situación aún conservaba ese aire altivo y seguro.

La sesión comenzó y los azotes cayeron sobre aquel indefenso cuerpo, que soportaba estoicamente el castigo. Si bien, de vez en cuando se la escapaba un rugido, las contorsiones la habían acompañado desde los comienzos de la flagelación.

Cuando lo creyeron conveniente, la desataron y los 7 desaparecieron de la sala, dejándonos solas con las otras jóvenes.

Miré a Marta y la susurré al oido :

- ¿Serías capaz de huir ahora?. Es el momento ideal, si tienes las suficientes fuerzas.

- Me parece muy peligroso. Si nos cogen nos torturarán de mil formas distintas.

- ¡Y que crees que nos va a suceder esta noche, si nos quedamos?.

Asintió y nos levantamos tranquilamente. Salimos al hall, pero no había nadie. Descendimos hasta los sótanos y oimos los gemidos de aquella joven.

Aguardamos cerca de 10 minutos en las escaleras del sótano, para asegurarnos que no nos buscaban. Y entonces decidimos huir.

Salimos al exterior, pero no encontramos a nadie. Volvimos a entrar y cogimos algunas ropas y calzado metiéndolo en unas bolsas. Los lanzamos al jardín por la ventana y salimos de nuevo al exterior. Seguíamos sin ver ser vivo alguno. Recogimos las bolsas y nos dirigimos al bosque cercano.

Cuando llegamos a la protección de los árboles, miramos hacia la casa y nos reafirmamos en la idea de que nadie nos echaba en falta.

Nos vestimos y calzamos. En un momento nos abrazamos y nos dirigimos hacia una comarca poco transitada.

Antes de 2 días llegamos hasta el puerto. Había un buque carguero que estaba a punto de zarpar. Conseguimos introducirnos en su interior sin ser vistas.

Cuando el barco zarpó, procuramos no movernos de nuestros escondites, hasta que estuviera en alta mar.

El lugar en el que nos encontrábamos era bastante caluroso y casi estaba a oscuras. Tanto Marta como yo, nos aplicamos un bálsamo que habíamos cogido de la casa. Y nos quedamos dormidas por turno, a fin de poder controlar cada una el sueño de la otra.

Después de muchas peripecias que no vienen al caso, conseguimos desembarcar sin ser vistas. Corrimos veloces como gacelas y nos dispusimos a averiguar en donde estábamos y los posibles peligros que nos pudieran acechar.

No nos quedó mas remedio que trasladarnos a vivir al bosque, ya que la ciudad era un hervidero de tratantes de esclavas.

Vivimos cerca de un mes en aquellas condiciones infrahumanas, hasta que un buen día decidimos huir hacia el sur, en donde habíamos oido decir, que una mujer podía vivir bien, si sabía ser generosa con su cuerpo.

Después de haberlo analizado a fondo, nos decidimos por encontrar a alguien que nos quisiera ayudar.

Y lo encontramos. Cerca de 4 meses pasamos rodeadas de ciertas comodidades. Nuestro salvador, tan sólo nos pedía mentener la casa limpia y la comida a punto. Por otra parte, se acostaba con nosotras dos a la vez, pero ni una sola vez nos había levantado la mano.

Todo transcurría con una monotonía aplastante, pero al menos éramos libres y nadie se metía con nosotras. También he de decir, aquí, que nuestro fiel protector convocaba alguna fiesta con sus amistades.

Nosotras hacíamos las veces de anfitrionas, pero cedíamos nuestros cuerpos al primero que lo solicitaba y nuestro protector se mostraba altamente complacido con nosotras dos. La verdad era que mostraba mas predilección por Marta que por mí, pero yo pasaba un poco de la situación y no le daba mayor importancia.

Habíamos conseguido llegar al año de libertad, cuando nuestro protector nos anunció :

- Me voy a una comuna. ¿Quereis venir conmigo?. Si preferís quedaros aquí, he dispuesto todo para que tomeis posesión de lo poco que tengo. Si me acompañais, juntos podremos amar la libertad y el amor con total humildad.

Aceptamos el acompañarle en la nueva aventura.

Llegamos hasta nuestro destino y nuestro protector nos ofreció como herencia del clan. No nos importó lo más mínimo y mucho menos, cuando nos dijo que nuestra primera labor era el hacer las noches agradables a todo varón o hembra que lo necesitara.

Sabíamos de antemano que eso significaba el ser sometidas por el primero que nos lo pidiera, pero aún así, accedimos de muy buen grado.

La verdad es que la vida comunal era distinta a todo lo que había conocido. ¡Cierto! que existía tanta lujuria como en el exterior y hasta caprichos peligrosos, pero cuando hacía falta todos estaban a tu lado y te ayudaban en lo que se precisara.

Marta estaba encantada con aquel tipo de vida. Ya me había dicho días atrás, que pensaba continuar entre el grupo indefinidamente.

No he citado aún, como íbamos vestidas. La verdad es que todas las mujeres permanecíamos desnudas todo el año. Tan sólo en la época de lluvias podíamos guarecernos con plásticos coloreados pero transparentes.

He de señalar en este punto, que una noche conseguí el record de orgasmos de la comunidad. Nada menos que 10. Todos los hombres se sentían entusiasmados por mí, pero sin embargo Marta era la que se los llevaba al huerto. He de decir, que siempre tenía a uno en su lecho.

Ese día se celebraba el primer aniversario de nuestra llegada a la comuna y fuimos homenajeados con una fiesta por el resto de los miembros del clan.

La vida era maravillosa en aquel mundo, libre de problemas y en donde el tiempo no tenía cabida.

Cada seis meses se celebrababa una pequeña fiesta entre todos los varones. Se trataba de la fiesta del amor. Realmente se parecía mas a una orgía que a otra cosa, pero todas las mujeres estábamos incluidas y de ahí nacían nuevas relaciones, aunque he de decir que alguna de ellas demasiado odiosas.

Os citaré la mas brutal que viví y en la que Marta formó parte de la organización.

Al segundo año de estar allí, se anunció la célebre fiesta.

Idearon el representar unas escenas de un cuento, pero altamente subido de tono y maldad. Mi protagonismo fué elegido por Marta, ya que de no haber sido yo, otra pobre criatura hubiera debido soportar lo mío.

Marta lo había pensado detenidamente y me lo había preguntado. Simplemente la dije, que me pusiera en el papel en que me creyera capaz de realizar. ¡Y lo hizo!, pero a que precio para mi cuerpo. No os voy a realatar el cuento, tan sólo os diré que fuí salvajemente torturada por mi propio clan.

Pero afortunadamente era sólo una representación y tan pronto se acabó la misma, todos acudieron a auxiliarme y pedirme disculpas.

Ya tenía mi propósito hecho de que aquello debía terminar. Me entristecía enormemente el alejarme de ellos, que realmente habían sido mi familia mas fiel, pero mi destino estaba en hallar algo mejor, mas estable y duradero.

Antes de finales de Julio, anuncié mi deseo de dejarles. Todos lo aceptaron bien, pero una gran pena se apoderó de todos ellos y sobre todo de Marta.

A finales de Agosto me fuí. Me acompañaron varios de los hombres del clan, dándome protección permanente, hasta que alcancé mi objetivo.

..............................

Han pasado muchos meses de todo aquello. Hecho en falta a toda la gente que he conocido, pero principalmente a Marta.

Conseguí que me realizaran cirugía estética en las nalgas y con ello pude quitarme aquel estigma que me señalaba.

Ahora, vivo junto a un hombre bueno y hemos adoptado a dos niños. He cambiado mi fisonomía y realmente nadie me reconoce, pues ni siquiera Marta con la que he estado conversando en el supermercado se ha dado cuenta de que era yo misma.

¡Ahora soy feliz!.

Deseo de todo corazón el que todos vosotros, los que podais leer ésto, os ayude a comprender que el mundo y la vida son muy complicados. Que las pequeñas muestras positivas en la vida, sean como semillas que hagan crecer el árbol de la felicidad.

Siempre vuestra,

 

Nicole.

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