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Historia de Ady (08)

en Sadomaso

CAPITULO VIII

Cuando nos quedamos solas, ella me dijo :

- ¿Serías capaz de perdonar mi mala forma de actuar?. Tú, puedes azotarme si lo deseas.

- Valeria. Yo soy la esclava. Y no te tengo que perdonar algo que no ha sucedido.

- Eres una maravilla. ¡Vamos a la cama!, te lo pagaré de otro modo.

- Creo que me va a encantar ese modo.

En cuanto estuvimos en la cama, luchamos por poseer el sexo contrario. Y Valeria fue la que ganó la partida. Acercó sus labios y lengua a mi pubis y lamió como una verdadera amante mis labios externos, hasta que me derretí y dejé que penetrara por senderos más lascivos.

Su lengua me tenía maravillada. Hacía que me deshiciese de placer. Tanto acariciaba mi vagina como mi ano, produciéndome unas sensaciones especiales.

Supo llegar a mi punto "G", dos veces consecutivas lo que me proporcionó sendos orgasmos. Grité de placer, como una loca. Cuando conseguí serenarme, Valeria me dijo :

- Esclava, tu ama te propone un juego.

- Acepto el juego, ama.

- Lucharemos a fusta, hasta que caiga una de las dos. ¿Estás de acuerdo?.

- Acepto, ama. Pero, ¿cómo sabremos que alguna se ha dejado vencer?.

- En este momento, damos nuestra palabra. ¿Lo aceptas?.

- Sí. Doy mi palabra de honor, que llegaré hasta el final.

- Muy bien. Llevaremos una máscara, con mordaza incluida y la muñeca izquierda atada al cuello. Y en la derecha una fusta. No existirá mas escudo que nuestro cuerpo desnudo. La que pierda, después de habernos quitado las marcas, pasarás media noche lamiendo a su vencedora.

- Me agrada la idea. ¿Me dejas que te lleve al orgasmo antes de empezar?.

- No. Si deseas hacerme algo dame unos cuantos latigazos en las nalgas. Estoy deseosa de vivir esos momentos. Hace años, me los daba mi hermana. Ahora, solo me atrevo contigo.

- Ama, si yo te azoto ahora, después tú lo deberás hacer conmigo. En otro caso no sería justo.

- Está bien, Ady. después te daré los mismos azotes y de la misma manera en que me hayas tratado.

- Ama, para unos buenos azotes en las nalgas, debes mantener el cuerpo un poco doblado.

Me atendió en todas las indicaciones y la fustigué moderadamente, pero ella me dijo :

- Ady. Te estoy pidiendo que me azotes. No que juegues con mis nalgas.

Y esta vez me dediqué a causarla vivos dolores. Por primera vez la oía gritar de dolor y me suplicaba que parara el tormento, pero yo insistí en los latigazos a sus nalgas hasta dejarla deshecha.

Después de aquella flagelación, la desaté las manos y la dejé libre. La ayudé a incorporarse y la besé en los labios.

Pasaron unos minutos, demasiado tensos para mí. Pero Valeria, se repuso y me dijo :

- Ya estoy, bien. Creo que me has dado 25 latigazos. Te daré los mismos y cuando te hayas recuperado, comenzaremos el combate.

Me colocó de la misma manera y me azotó con todas sus fuerzas las nalgas.

Después de dejarme recuperar se colocó la máscara y un dogal y me pidió que con mi mano derecha, anclara su muñeca izquierda en el dogal. Lo conseguí a la primera. La veía preciosa. Me puse la otra máscara y un dogal al cuello y ella unió mi muñeca al dogal. Entonces, se acercó hasta la mesita en donde había dos fustas y cogió una. Yo cogí la otra.

Una vez frente a frente, dijo :

- Ady. Esto es un juego. Ahora no hay esclava o ama y lo que salga de este juego tampoco desequilibrará la balanza. Tienes que luchar a ganar e intentar magrearme cuanto puedas. Yo, es lo que voy a intentar.

Comenzamos aquella batalla. Era cruel ya que el escudo era nuestro propio cuerpo. Podíamos haber elegido el látigo o las cadenillas. En cualquier caso daba igual ya que el castigo era atroz.

Conseguí asestarla un par de fustazos seguidos en los pechos y otro en el vientre. Cuando la vi doblarse, la aticé mas de 5 latigazos entre las nalgas y los muslos. Ya creía que se iba a desmoronar, cuando por sorpresa me asestó un fuerte latigazo en el pecho izquierdo y al ir a protegérmelo, me asesto una serie de 10 latigazos en mi costado derecho, vientre y nalgas.

Me impresionó aquel ímpetu. Y aunque quise defenderme, lanzando nuevos golpes, ella consiguió reducirme a base de azotes combinados en mis corvas y la parte trasera de los muslos.

No sabía como había sucedido. El caso es que tan solo me defendí como pude, ante una lluvia de azotes en las distintas partes de mi cuerpo, hasta que me rendí completamente marcada y exhausta.

Cuando conseguí serenarme un poco de aquella tensión, Valeria me liberó de mis ataduras. Y a los pocos segundos, lo hice con las suyas.

Después, mientras nos quitábamos las marcas nos confesamos nuestras estrategias. Y simplemente, la suya era mejor. Después nos dimos una ducha rápida y tomamos una copa de licor.

En menos de una hora estábamos en la cama. A mí me tocaba poseerla y masturbarla durante un buen rato. Me encantaba acariciarla la vagina con mi lengua. La sentía vibrar sobre mi lengua. Se debatía y jadeaba de placer.

Mi lengua repasaba una y otra vez los labios mayores, para hundirse en el calor de la vulva. Succionaba sus jugos con fruición y a veces soplaba en su interior. Sus muslos atenazaban mi cabeza, pero yo no la dejaba extraviarse y seguía el lameteo en las zonas que más la afectaban.

Sentí una presión muy grande sobre mi cabeza y supe que estaba alcanzando el primer orgasmo. Dejé mi lengua quieta durante unos segundos y poco a poco la fui dando pequeños lametazos en las partes más sensibles. Poco a poco se fue distendiendo y seguí con mi masaje vaginal, mientras ella gemía de gozo.

Intentó en varias ocasiones que la dejara tranquila, pero yo seguí masturbando aquella zona con mi lengua. Me gustaba acariciar mas, el pene de Roberto que la vagina de Valeria. Pero era grato hacerla sentir mil placeres y además era mas agradecida que Roberto.

Conseguí llevarla al segundo orgasmo, entre fuertes gritos y sacudidas.

La dejé descansar durante 5 minutos, pero no la permití que separara mi boca de su pubis. Y en cuanto la sentí más tranquila, ataqué de nuevo. Y el tercer orgasmo llegó en menos de tres minutos. Sus gritos me ensordecieron y eso que ella apretaba sus muslos contra mis orejas.

Después de ese asalto, dejé que subiera mi cabeza y me dejé besar con verdadera dulzura y amor. La correspondí cuanto pude y creo que la dejé mas satisfecha que Martín y Juan, juntos.

Durante un buen rato, seguimos besándonos y después nos quedamos dormidas.

Cuando desperté, era el día para mi presentación como esclava de Valeria.

Ella se había levantado momentos antes y me había tapado con el edredón.

Me agradó que mi ama me cuidara de aquella manera. Ahora, podía afrontar los sufrimientos del día con muchos más ánimos.

Valeria, entró en la habitación y al verme despierta se acercó y me besó con una ternura que me hizo llorar. Y ella lloró conmigo.

Nos repusimos a los pocos minutos y me dijo :

- Puedes quedarte en la cama un buen rato más. Hasta el mediodía no esperamos a los primeros invitados. Y tengo que confesarte, que no sé como presentarte.

- No te preocupes por eso. Me puedes presentar en la puerta, cubierta de cadenas y una máscara. También, puedes recibir a los invitados en compañía de las doncellas y a mí, tenerme expuesta en el centro del salón, sobre una tarima. Y mejor si mantengo una máscara. También puedes presentarme en el centro del salón en una jaula anclada con una cadena en el techo. También, podría estar vestida a tu lado, aunque con un dogal, recibiendo a los asistentes. Pero creo que esta última idea alejaría a muchos amigos de tu lado.

- ¿No estás nerviosa de que te exhiba y presente en público, como mi esclava?.

- Pues no. Soy tu esclava desde hace unos días. Y algunas personas me han visto desnuda y hasta han abusado de mí. Además, me gusta ser tu esclava, así que elige lo que te apetezca para mí.

- No sé. Me ha gustado la idea de tenerte cubierta de cadenas en el hall, junto a mí. Pero también me ha gustado la idea de tenerte expuesta sobre una tarima. Ady. ¡Ayúdame!. ¿Cuál crees que es más efectiva?.

- Creo que es más efectiva, la de estar en la puerta junto a tí. Pero deberé estar encadenada de tal forma que mis pechos y pubis queden a merced de las caricias de los invitados y que no pueda maniobrar con mis manos para evitarlos. La máscara es esencial y debería simular la cara de una rapaz. Creo que sería ideal una barra collar. He visto un par de esos aparatos en el sótano. De esa manera tendría mis manos ancladas a la altura de mis hombros.

- Ady, creo que me voy a decidir por esta última idea. ¿Eres capaz de sacar brillo a uno de esos aparatos en menos de dos horas?.

- Pues claro, ama. Pero necesitaré ser maquillada en ojos, labios, pezones, labios vaginales y uñas de manos y pies.

- ¿Qué color prefieres?.

- Creo que el rosa palo, irá bien. Pero si quieres otro color, soy tu esclava y debo estar a tu gusto.

- Ady, como eres. Baja y limpia esos aparatos. Yo me encargaré de prepararte un servicio de maquilladoras, incluyendo la máscara.

Bajé al sótano, tranquila, aunque sabía que dentro de pocas horas sería atormentada, pero principalmente expuesta y humillada. Confiaba en que la máscara me protegiese un poco.

Encontré el aparato ideal. Se trataba de un dogal de aluminio dorado del que salían dos cortas barras terminadas en grilletes. Me lo probé sin anclar los grilletes y descubrí que era ideal para quedar totalmente expuesta.

Me afané en dejarlo reluciente. Y la verdad, ganó en belleza. Le saqué un poco mas de brillo y se lo subí a Valeria.

Me lo dejé colocar por ella y después de anclarme las muñecas en los grilletes, me colocó la máscara que había encontrado en un arcón especial. Y me llevó ante un espejo de cuerpo entero.

En cuanto me ví, me gusté. Estaba magnífica. Y Valeria, dijo :

- Ady. Estás sublime, casi me dan ganas de estar en tu lugar. En cuanto te maquillemos las partes que has indicado arrasarás en la presentación.

- Eso espero, ama. Quiero dejarte en buen lugar.

- ¿A que no adivinas quien acudirá?.

- No. Dímelo.

- Mi hermana Lea. ¿Té molesta?.

- No. Lea es mi segunda ama y además es tu hermana. Me encantará su presencia.

- Ady. Ahora te llevaré hasta la sala de maquillaje. Reúnete conmigo en el salón cuando estés lista. Allí te colocaré la barra collarín y la máscara. Me decidí por la imagen de una lechuza y espero que sea de tu agrado. Permite que tus maravillosos labios sean contemplados y te cubre la cara completamente.

Me dejó en manos de mis maquilladoras y consiguieron maquillar las partes significativas en menos de media hora.

Cuando estuve dispuesta, subí al salón y Valeria me dijo :

- Ady. Estás guapísima. Vamos a probar la barra collarín y la máscara.

En cuanto mis manos quedaron sujetas y Valeria, me colocó la máscara me llevó ante el enorme espejo del hall y exclamé de gozo. Me sentía preciosa e indefensa. Creo que causaría una buena impresión a todos los invitados.

Como faltaba menos de una hora, Valeria me dijo :

- Tenemos media hora de descansó. ¿Té apetecería tomar una copa junto a mí?.

- Sí, creo que me vendrá bien un poco de estimulante y sobre todo a tu lado.

Bebimos y charlamos de algunas cosas intranscendentes. Y en cuanto vimos que era una hora propicia para que aparecieran los invitados, nos dirigimos hasta el hall. Valeria me colocó la barra collarín y después me colocó la máscara. Me preguntó si me quedaba bien y le respondí que sí.

Las dos doncellas que Valeria había seleccionado para la recepción de los invitados, estaban preciosas. Lucían un minúsculo mandil de encaje. Era la forma de diferenciarlas con respecto a mí.

Tras mi máscara me sentía algo nerviosa y alterada. Valeria, me lo había notado y me susurró al oído :

- "Tranquila querida. Verás a multitud de personas. Unas te caerán bien y otras serán muy odiosas. Tendrás que convivir con todas ellas durante la fiesta. ¡Aguanta un poco!, ya parece que llegan los primeros invitados".

Y en efecto, la puerta fue abierta por una de las doncellas y el primer invitado era un hombre de edad madura.

Era un hombre grueso y algo calvo. Me disgustó su apariencia, pero me imaginé lo que sería estar con él a solas. Sería capaz de toda clase de barbaridades.

Besó a Valeria y se fijó en mí con cierta arrogancia. Cuando descubrí su mirada, sentí que los pezones se me ponían erectos. Se acercó a mi oído y me susurró : "Me vas a chupar la polla en cuanto termine esta pantomima".

Los guantes que llevaba en su mano derecha sirvieron para saludarme, dándome un golpe con los mismos en el pecho izquierdo.

Le seguí de reojo hasta que le vi desaparecer en el salón.

Me había desagradado al verlo, pero el comentario que me hizo me dejó muy excitada. Mis pensamientos cambiaron enseguida. El segundo de los invitados acababa de aparecer. Era un hombre muy joven. Saludó a Valeria y plantándose ante mí, me atizó varias tobas en cada pezón, sin que yo profiriera palabra alguna. Y a continuación se fue hacia el salón.

 

Atada y enmascarada de aquella manera me sentía bien. Creo que estaba de lo más excitable. Mis pezones estaban erguidos y mi vientre lo tenía liso.

Mi indefensión era tan perfecta como la imagen que mostraba. Además, Valeria me había situado en un lugar en el que ante mí, tenía un espejo de cuerpo entero, por lo que podía apreciar mi estado en cada momento.

El tercer visitante fue Lea. Saludó a su hermana con un beso y se acercó a mí y me estuvo admirando durante varios segundos. Venía acompañada de su nuevo amigo. Bastante mas joven que ella y que tenía fama de sátiro. Lea le hizo algunos comentarios con relación a mí, que no llegué a escuchar. Pude ver como sonreía y se palpaba el pene a través del pantalón.

Y nos abandonaron, dirigiéndose al salón en donde se juntaron con los otros invitados.

 

El cuarto visitante resultó ser Martín. Besó a Valeria y se aproximó a mí con paso rápido. Me contempló durante un par de minutos, manoseando todas las partes de mi cuerpo, pero muy especialmente mis pechos. Valeria, como siempre, le dejó hacer lo que quisiera. Me agradaba que me manoseara los pechos pero siempre su presencia me atemorizaba.

En cuanto se alejó hasta el salón, pudo entrar el siguiente invitado.

Era un hombre de unos 55 años. Bien vestido. Besó a Valeria y estuvo hablando con ella durante un par de minutos. Luego se acercó a mí y me susurró mientras me retorcía el pezón derecho : "sé una buena esclava para mi niña".

Después de separarse de mí, Valeria me dijo al oído que se trataba de su padrastro, al que odiaba ver en aquel lugar. Me dijo que era muy sádico y que aprovecharía la primera oportunidad que tuviera para quedarse a solas conmigo.

Pensé para mí, que me gustaría estar a solas con él. Me encontraba febrilmente enganchada al personaje y necesitaba algo de acción. Y si ésta, se traducía en tormento mejor.

Me recriminé por semejantes pensamientos, ya que estaba en la fiesta den de Valeria, para mi presentación como su esclava.

Me seguía admirando en el espejo, aunque estaba algo cansada de verme allí mientras en el salón podría estar siendo poseída y atormentada por los invitados presentes.

En cuanto entraron Roberto y Juan, me olvidé de mis anteriores pensamientos y me concentré en ellos dos, pero principalmente en Roberto.

Me encantaba exhibirme ante él. Me miró, tomándose su tiempo sin que a mí me importara lo mas mínimo. Me tocó los pechos y pasó sus dedos por mis labios, e incluso palpó mis axilas y mis costados. Y antes de irse, me dijo en un susurro : "te van a humillar y a ultrajar al máximo".

Y se separó de mí sin decir más. El y Juan entraron en el salón.

Me quedé algo triste, aún sabiendo que le vería en breves momentos.

Siguieron llegando invitados y fui manoseada con total descaro por la mayoría de ellos.

Cuando el último invitado pasó al salón, Valeria me hizo caminar hasta el mismo. Al lado de ella me sentía bien.

Nada mas entrar, todos quedaron en silencio. Pude observar que cada uno tenía una fusta en sus manos. Bajo aquella máscara, estaba deseando que alguno tomara la iniciativa y abusara de mí. No podía caminar deprisa, ya que la cadena sobre los grilletes de mis tobillos era de unos 30 cm.

Valeria quería exponerme ante todos y demostrar su dominio ante mí.

Conseguimos llegar hasta la tarima, al fondo del salón y Valeria con su dulce voz, dijo :

- Ante todo, os agradezco a todos vuestra presencia. Estáis aquí para conocer a mi nueva esclava. La podéis llamar por el adjetivo que prefiráis. Podéis insultarla, humillarla, manosearla y hasta martirizarla. Los que lo deseen se la podrán follar cuando, donde y como quieran. Durante la comida se sorteará un número y el agraciado podrá someterla a sus caprichos por espacio de 2 horas. Luego será cedida a todos los invitados. Ahora, si me lo permitís nos sentaremos a comer mientras mi esclava paseará tranquilamente por detrás vuestro durante las dos horas que durará la comida. No esta permitido lanzarla azote alguno en ese tiempo.

Me encantó la presentación de Valeria. La comida dio comienzo y paseé por detrás de ellos. Cada vez que llegaba al padrastro de Valería, sentía que mi piel se erizaba. Lo mismo me sucedía cuando pasaba al lado del hombre calvo. No sabía quien era, pero su mirada me hacía enloquecer.

Se me hizo eterna la comida. Cuando terminó se sorteó el número y el ganador fue aquel hombre calvo y gordo que me imponía tanto respeto. Mi ama, se levantó de su silla y felicitó al ganador, al que me entregó ante los aplausos de todos los demás asistentes.

Me condujo hasta uno de los sótanos, que estaba acondicionado con una cama, potro, torno, pilastra y columnas.

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