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Historia de Ady (10)

en Sadomaso

CAPITULO X

Era de grandes dimensiones y disponía de todo tipo de aparatos. Me hizo entrar y me llevó hasta el potro. Entonces, me dijo :

- Creo que el potro será el lugar ideal para tí. Después si lo deseas, visitaremos otros aparatos. ¿Qué te parece?.

- Me gusta el potro. ¿Qué me va a hacer?.

- Un poco de cada cosa.

- Tortúreme como lo vaya a hacer cualquiera de estas noches, pero antes cíteme los tormentos.

- Muy bien. Si deseas conocer de antemano la tortura de esta noche, por mi no hay inconveniente. 100 latigazos desde tus pechos a las rodillas con una fusta. Pinchos, púas y cardos en tus pechos y cara interna de los muslos. Otros 50 latigazos en las axilas y costados. Quemaduras con cigarrillos en estas últimas zonas. Calambrazos en cada uno de tus pezones y la vagina. ¿Algo que objetar?.

- Sr. Marqués. Soy toda suya, pero ¿podría darme los azotes, colgada de los tobillos?.

- Será un verdadero placer. ¡Túmbate en el suelo!.

Sentí el frío de las losetas sobre mi dolorida espalda y las nalgas. Engarzó un grillete en cada tobillo y después me izó hasta que mi cabeza quedó a la altura de su bragueta. Mis piernas quedaron muy separadas y ató mis manos juntas a una argolla en el suelo.

Me encantó estar de nuevo en aquella postura, máxime cuando iba a ser azotada por mi futuro esposo. Se armó de una fusta y se acercó hasta mí. Me recomendó que no gritara y sin más, fustigó mis pechos con un ritmo rápido.

Reprimí cuanto pude mis gritos, pero resoplé y jadeé desde el primer latigazo. Después de unos 20 latigazos, me dejó descansar durante 5 minutos. Y se acercó de nuevo para azotar mi vientre. Lanzó los azotes con mayor lentitud y mayor fuerza. Me decía palabras obscenas y malsonantes, cada vez que gemía y resoplaba.

Después de 30 latigazos me dejó recuperarme durante otros 5 minutos. Yo jadeaba y me retorcía en mis ataduras sin que pudiera hacer nada por evitar aquellas diabólicas sensaciones de dolor. Se acercó hasta mi vagina, en esta postura totalmente expuesta, comentando :

- ¿Aceptará la puta de mi futura esposa, que la anime el coño?.

Todo mi cuerpo, estaba convulso y los temblores eran patentes. Como pude le dije que sí. Además aquellas palabras malsonantes me habían gustado.

Sonrió y preguntó :

- ¿Qué prefieres. Cadenillas o látigo de nudos?. No te apures, solo serán 10 latigazos.

Hice un gesto con mi cabeza, intentando darle a entender que me daba igual. Debió interpretarlo así, ya que se separó de mí durante unos segundos y volvió con el látigo de nudos, diciendo :

- Utilizaré los nudos, pero primero seguiremos con los muslos para irlos calentando.

Alzó el látigo, que estaba formado por una tira de cuero grueso y con un nudo cada 10 cm. y la descargó sobre la parte anterior de mi muslo izquierdo. Repitió la operación en el otro muslo y a continuación fue azotando distintas partes de cada uno de mis muslos.

Desde el quinto azote, no pude reprimirme más y dejé salir mis gritos ahogados, pero constantes y enloquecidos. Cada vez que me flagelaba la cara interna de un muslo me debatía y el grito aumentaba en sonoridad.

Me parecía inaudito que consiguiera soportar tanto dolor. Las sensaciones eran terribles y una continua angustia me agredía. Los azotes siguieron cayendo sobre mi fina y magullada piel.

Me seguían gustando los azotes, pero aquello era realmente un tormento. Y realmente estuve tentada de gritar que parara, pero no quise ceder en algo que iba a ser cotidiano. Sin embargo el dolor me embargaba continuamente.

En un momento preciso, sentí el primer desgarro en la vagina. Me acababa de soltar un latigazo en esa delicada parte, ahora muy expuesta. El dolor inicial fue similar al de los azotes en los pechos o en la cara interna de los muslos, pero su rabia era quizá mayor.

Me mordí el labio inferior para no gritar y soporté entre convulsiones extremas aquel suplicio. Me hubiera gustado tener una mordaza para soportar sin sonidos aquel castigo.

Terminó de azotarme la vagina y estaba muy mareada. Quise decírselo, pero no me atreví. Yo le había pedido que me torturara. Y él estaba haciendo lo propio.

Sin embargo, en cuanto conseguí serenarme un poco, le rogué :

- Sr. Marqués, ¿podría ponerme una mordaza?.

- No, puta. Es mejor así. Quiero que sufras doble. Por un lado el tormento y por el otro, tu voluntad para no gritar.

Me quedé deshecha con semejante respuesta. Y me dejé manosear las marcas recientes, lo que me produjo nuevas convulsiones. Me retorció los dos pezones y me dijo :

- Azotaremos las axilas y costados de esta ramera. Y luego la montaremos en el potro para nuevas torturas.

Ya casi me daba igual cualquier tormento. Lo peor de todo era que para el amanecer quedaban aún dos horas.

Cogió de nuevo la fusta y me azotó lenta y sádicamente las axilas y los costados. No sé como pude soportar aquel rigor. El caso es que cuando me sentí en el suelo, mientras me quitaba los grilletes de los tobillos, me sentí aún muy entera.

Me dejé arrastrar hasta el potro. Yo misma me puse en pie y luego, entre grandes esfuerzos y dolores me tumbé sobre el mismo.

Me colocó los grilletes en muñecas y tobillos y después movió el volante del torno hasta que quedé tensa. Acercó una mesita en la que pude apreciar algunos punzones, púas y algunos cardos. Cogió los cardos y los colocó entre mis muslos, rozándolos descaradamente. A continuación cogió unas púas y martirizó mis pechos sin misericordia. Tras las púas, los punzones. Eran finísimos y me los clavó en los pechos y los muslos repetidas veces, aunque con una profundidad de un par de milímetros. Lo suficiente para que me hiciera desgañitarme de dolor. Después de unos minutos de desagradables sensaciones, retiró los cardos de entre mis muslos y los depositó en la mesita.

Se acercó de nuevo a mí y sacando un paquete de cigarrillos de su bolsillo y un encendedor los dejó entre mis pechos. Luego se subió al potro y se sentó sobre mi vientre frente a mí.

Creí que me axfisiaba al tener que soportar su peso, pero poco a poco fui restableciendo mi respiración. Al parecer, en cuanto me vio más tranquila cogió el paquete de tabaco y sacó un cigarrillo. Tiró el paquete contra mis pechos y cogió el mechero y encendió el cigarrillo.

Aspiró el humo y después lo sopló contra mi cara. Me sentó mal aquella atmósfera malsana, máxime cuando el aire que recibía era escaso. Repitió la misma operación dos veces más y después sopló la ceniza contra mis pechos.

Pude entonces ver una punta viva y como la iba acercando a mi costado izquierdo. Nada mas sentir el primer contacto me contraje, mas de miedo que de dolor, pero el dolor llegó. Contuve mis gritos cuanto pude, pero al final fui vencida y mis gritos retumbaron en toda la sala. Siguió punteando mi costado con la punta del cigarrillo hasta llegar a mi axila.

Me martirizó la axila sin miramientos con el cigarrillo, que terminó por apagarlo en la misma. Las convulsiones en mi cuerpo eran enloquecedoras, pero no pude soltar un terrible alarido, ya que me había introducido en la boca uno de sus calcetines.

A raíz de aquel tormento, se separó de mi vientre y pude aliviar mi fatiga al poder respirar algo mejor. Una vez en el suelo se puso el zapato sin el calcetín y volvió a encender un nuevo cigarrillo. Se situó lentamente a mi costado derecho y sopló sobre mis pechos la ceniza.

Y vuelta a empezar. Pequeñas quemaduras a lo largo del costado, para terminar en mi axila derecha. Sentí que me moría de dolor y llegué a desvanecerme ligeramente. Me animó con unas sales y me dijo :

- Sufre un poco más, puta. Unas cuantas cosquillas eléctricas es lo que te conviene. Probaremos con el pezón derecho.

Me colocó una pinza que mordió mi pezón y ajustó unos botones. Y de repente mi cuerpo se arqueó y quedé rígida durante un segundo. Y la sensación más odiosa e irritante de cuantas había padecido se apoderó de todo mi ser.

Cambió la pinza de pezón y un nuevo calambrazo, me hizo enloquecer de angustia y dolor. Se carcajeó ante mí, mientras quitaba la pinza de mi pezón y la situaba sobre mi clítoris.

Esa descarga fue excesivamente salvaje y me desmayé completamente.

Me reanimó con las sales y aflojó la tensión de las cadenas. En cuanto conseguí recuperarme un poco, me desató del todo y me masajeó las piernas para que pudiera caminar.

Hice verdaderos esfuerzos para poder caminar, pero conseguimos llegar hasta su despacho.

Una vez acomodados. Yo en el suelo con un zapato sobre mi vientre y el otro sobre los pechos, me dijo :

- ¡Puta!, te has portado un poco débilmente, pero dime ¿te ha gustado el suplicio?.

- Sí, Sr. Marqués, menos las corrientes.

- En ese caso dejaremos las corrientes para cuando debas ser castigada por una falta.

- Sr. Marqués. ¿Esto es lo que me aguarda todos los días?.

- No, puta mía. Sólo bajamos al sótano una vez a la semana. Casi todo lo resolvemos en el cuarto de los juegos. Mis amigos son demasiado cómodos para este tipo de actividades. Les gusta mas el látigo y follar. Bueno, está amaneciendo. Descansaremos un poco ya que mañana será un día muy largo y agitado.

- Cuando mañana esté casada con Ud., ¿qué pasará por la noche?.

- Es muy simple, tendremos nuestra noche de bodas. Mientras yo te sodomizo tú se la mamarás a cada uno de mis amigos. ¿Te parece bien?.

- Sí, Sr. Marqués, aunque había pensado estar mas en la intimidad.

- Razona, zorra estúpida. ¿Que diferencia puede haber entre mañana y pasado mañana?.

- Ninguna, Sr. Marqués.

- Pues ya está todo explicado. ¡Vamos!, te quitaré estas marcas para que puedas descansar.

Después que hube quedado limpia de aquellas marcas, me llevó a su dormitorio y me indicó que me duchara. Añadió que él mismo avisaría a Valeria y a Lea, para que pudieran asistir.

Le obedecí encantada. No me retrasé mas que lo mínimo. Salí del aseo y él estaba ya acostado. Me tumbé a su lado y procuré no molestarle.

Me quedé dormida casi en el acto, ya que no recuerdo nada mas de aquella noche.

Al amanecer, sentí grandes voces y varias manos moviéndome. Cuando al fin pude ser consciente de lo que pasaba, descubrí a cinco hombres que me achuchaban.

Conseguí serenarme y les pregunté :

- ¿Qué hacen Uds. en esta habitación?.

- Somos los amigos de tu nuevo esposo y hemos venido a levantarte para arreglar lo de tu vestido y tu presencia.

- ¡Ah!. ¿Podéis salir un momento para que me vista?.

- No. Queremos verte desnuda. Se nos puede hacer eterno hasta la noche. Así, que sal de la cama y ayúdanos a elegir el vestido de boda.

Lo pensé brevemente y me destapé, dejando que apreciaran mi desnudez. Lo más difícil hubiera sido estar desnuda en mi noche de bodas ante ellos, por primera vez.

Me desperecé ante todos ellos, que no se perdieron movimiento alguno mío y me levanté con aire de cansada.

Fui acompañada a la ducha y no tuve mas remedio que asearme en su presencia. Me sequé ante ellos y después me llevaron hasta una inmensa sala. Habían muchos vestidos que me gustaban, pero no sabía cuál le gustaría a Alex.

Les pedí que le preguntaran cuál debería lucir, pero ninguno estuvo por la labor. Les apetecía mas quedarse conmigo. Cuando me estaba probando el primero de los vestidos, apareció Alex que dijo :

- ¡Ah!, estáis aquí. Me teníais preocupado. ¿Habéis elegido algún vestido para ella?.

- No. Ella deseaba que te preguntáramos, pero está tan bonita desnuda que no hemos querido acudir.

- Habrá tiempo para eso y mucho más. Elegidla un vestido corto con un profundo escote de manga larga, pero sin ser obsceno. Medias blancas con liguero y zapatos altos, también blancos. La quiero con velo y un pequeño ramo de flores que la alegren el semblante. Que sea maquillada como a mí me gusta. Y nada de ropa interior. Os podéis quedar con ella todo el tiempo que os apetezca. Y si lo deseáis la podéis probar todos los vestidos.

Pude escuchar las palabras que decía a sus amigos y me sentí bien. Era un grupo un poco especial, pero ante acontecimientos importantes, parecían volcarse.

No me importaría compartir con ellos mi noche de bodas. Me estaban entrando ganas de probarlos ahora mismo, pero no debía interrumpir el intento de ayuda que estaban ofreciéndome.

Me hicieron probarme todos los vestidos que cumplían con lo estipulado por Alex.

Me desnudaban y me vestían a su antojo, sin que yo pusiera resistencia alguna. Sabía que les gustaba verme desnuda, pero no pensaba que después de tantos minutos siguieran con la misma idea, fija en la mente.

Por fin, dieron con un vestido que nada mas ponérmelo exclamaron de gozo. Cuando me vi en el espejo, como hacía con todos los que me probaba, pude apreciar que me sentaba maravillosamente. El escote era muy pronunciado, pero se acoplaba perfectamente a mi pecho, resultando muy atractivo. Necesitaría un collar de perlas o brillantes para disimular mi imagen. Al varón que estaba mas cerca de mí, le dije :

- Quiero que me hagas un favor. Dile al Sr. Marqués que deseo un collar de brillantes o perlas, para mi garganta. Él lo entenderá.

Y para mi sorpresa, salió disparado de la habitación, volviendo a los pocos segundos en compañía de Alex. Este, me dijo :

- Me han hecho una petición en tu nombre, puedo saber ¿con qué motivo?.

- Mi escote queda muy bonito, pero estaría más vistoso con algo que distrajese la atención.

- Comprendo. Lo tendrás una hora antes de desposarnos. Ahora, vete con mis amigos para que te maquille alguna de las doncellas.

Me quité el vestido y les acompañé a otra sala mas alejada, totalmente desnuda. Dejé que posaran sus manos en mi desnudez repetidas veces y conversé con ellos durante todo el tiempo que duró el trayecto y la sesión de maquillaje.

Cuando estuve dispuesta, de nuevo juntos, accedimos a la habitación en donde se encontraba el vestido. Nada mas entrar, pude ver frente a mí a Valeria y a Lea. Me arrodillé ante ellas, pero me hicieron poner en pie. Y me abrazaron en silencio. Enseguida se despidieron, saludando a los 5 amigos de Alex. Supuse que ya se conocían.

Quedé con los varones y al coger el vestido, encontré un estuche. Lo abrí y descubrí un magnífico collar de rubíes. Me sentí tan contenta y animada que se lo enseñé a mis acompañantes. Y su alegría, no sé si fingida, se desbordó.

Me ayudaron a ponerme el vestido y después, uno de ellos me colocó el collar. Me puse las medias blancas y los zapatos. Otro de los varones, me ayudó con el tocado y el velo.

Al mirarme al espejo, me sentí la mujer más guapa del mundo. Realmente, me encontraba preciosa. Faltaban menos de 15 minutos para que diera comienzo la ceremonia y les pregunté :

- ¿Me podéis decir si hay muchos asistentes?.

Un par de ellos se encargaron de suministrarme la información precisa. Un total de 50 invitados. No estaba nada mal, para haber sido anunciado en el mismo día.

Mis cinco acompañantes, me insistieron en que deberíamos hacer los últimos retoques y aguardar a que comenzara el himno. Sentí ganas de orinar y les pedí disculpas. Una vez liberada de semejante tensión y adecentarme convenientemente aparecí de nuevo ante ellos.

Sonrieron al verme y en ese preciso instante comenzó el himno, con el que debíamos bajar hasta el salón, en donde se celebraría el acto.

Nada mas entrar en el salón, pude ver una larga alfombra. Alex, se encontraba al final de la misma, aguardándome.

Llegué con paso lento, apadrinada por sus cinco amigos, hasta su altura.

Me sonrió y me susurró :

- Sinceramente, estoy encantado de que vayas a ser mi esposa. Y estás preciosa.

- Gracias, Sr. Marqués.

- A partir de ahora, llámame Alex.

- Me siento muy contenta, Alex.

La ceremonia duró pocos minutos y pronto nos vimos libres para la gran fiesta. Tiré mi ramo de flores y lo cogió Valeria. La sonreí y ella me devolvió la sonrisa.

En cuanto pude verla a solas, la dije :

- Alex, me permite seguir siendo tu esclava por un tiempo. Y también que haga el amor contigo.

- Me alegra que no me hayas olvidado. ¿Sabes con quién te has desposado?. Se trata del ser más perverso de todo el condado. Ten cuidado con tu forma de actuar. Y si te ves con problemas para venir a verme, no vengas. Lo comprenderé.

- No te preocupes, ama. Te veré sea de la forma que sea.

- Gracias, esclava. Ahora vuelve a reunirte con los demás antes que te echen de menos.

Volví a donde estaba la animación y me encontré con Roberto. Me sonrió y me anunció :

- A lo mejor puedo visitarte en tu propia casa dentro de poco. Estoy en negocios con Alex y confío que prosperen las ideas que tengo. Me ha encantado verte.

Me separé de él a toda prisa y según me alejaba de aquel lugar, me topé con Alex. Me preguntó :

- ¿Conoces a ese hombre?.

- Sí. Alex. Lo he visto un par de veces en casa de Valeria.

- ¿Ha abusado de tí?.

- Sí, en todas las ocasiones.

- Esta bien. Le dejaré probar el negocio que me propone. Quizá te haga trabajar con él, pero será en el nivel más humillante. Y ya me estoy imaginando los comentarios. "La mujer del presidente trabaja como una esclava para el nuevo jefe". ¿Te imaginas?.

- Me parece un atropello a mi persona. Y no creo que sea bueno para tí.

- ¿Acaso, no te vas a dejar poseer por él?. Es lo que le propondré, si acepta trabajar en mis negocios. Pero como condición, le pediré que te acompañe a casa con 100 marcas en tu cuerpo cada vez que os decidáis a hacer el amor u otras tonterías.

- Me desagradan estas palabras, el día de nuestro enlace.

- ¿Qué esperabas?. ¡Anda!, vé y diviértete en la fiesta. Dentro de unas horas sobaremos tu cuerpo, mis amigos y yo.

- Alex. Tus amigos no parecen de esa clase de personas.

- Los amigos a los que me refiero, nada tienen que ver con esos cinco. También son buenos amigos, pero no me reúno con ellos. ¿Te he sorprendido?.

Asentí y me quedé helada. Se trataban de otros amigos. Estaba muy confusa, aunque no me importaba estar desnuda ante varones, esta situación se me hacía demasiado odiosa y humillante. Pero, yo la había aceptado así.

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