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Historia de Ady (07)

en Sadomaso

CAPITULO VII

Una vez en el sótano, terminé de colocar todos los látigos en el armario y saqué brillo a las sillas y aparatos de tormento. Valeria, me asestaba cada dos por tres un latigazo en la espalda. Y a veces en las nalgas o los muslos.

A mí me encantaba que mi ama, me agrediera de aquella manera. Cuando terminé mi tarea, Valeria me dijo :

- Ady, son las 2 de la tarde. ¿Te apetecería que probara las cadenillas en tu cuerpo?.

- Puedes probarlas ahora mismo. Yo estoy dispuesta. Deseo sufrir de tu mano antes que ser entregada a extraños.

- Elige una de estas partes : Caderas, nalgas, costados, vientre, muslos o pechos.

- Ama, tengo mas zonas en mi cuerpo que podrías elegir. Lo mejor sería que probaras cada una de mis partes y así saber como me perjudica.

- En ese caso, esperaré a que llegue Roberto. Hace un rato me ha dicho que salía hacia aquí. ¡Estarás contenta!.

- Me agrada Roberto, pero no creo que vaya a estar muy cómoda con semejante tratamiento.

- Tienes razón. Perdona.

Se abrazó a mí y en ese momento sonó el timbre de la puerta. Una de las doncellas la abrió y dejó pasar al visitante. Se trataba de Roberto. Apareció en el sótano en breves segundos. Besó a Valeria en la boca y después se acercó a mí y tras pasar su brazo por mi espalda, también me besó y entonces dijo :

- Tengo entendido, que hay una esclava que necesita de mis servicios. ¿Donde debo azotarla?.

Me encantaron sus palabras, aún a pesar que era él quien me iba a azotar con las cadenillas, causándome vivísimos dolores. Fue Valeria, quien habló :

- Roberto, deseo probar las cadenillas con mi esclava, para saber cual es su efecto.

- Eso está hecho. ¿Alguna parte en especial?.

- En todas, sin excepción.

- Lo mejor es empezar con azotes sin importancia y mientras tu esclava nos acompaña. Podría prepararnos unos aperitivos y mientras nos contempla como lo tomamos, la voy asestando diversos azotes. Creo, que te gustará. Mas tarde, la podremos poner en el potro o colgando de manos o pies para martirizarla a fondo. Y en cuanto a la fiesta de mañana, te diría que sería conveniente que regalaras un látigo o una fusta a cada invitado que acudiera. De esa forma, te puedes evitar situaciones embarazosas. Las cadenillas son para castigos especiales y no deben estar al alcance de cualquiera.

La idea de Roberto, fue compartida por Valeria. Allí mismo les serví un aperitivo con unas aceitunas y patatas.

Roberto, me asestaba algún que otro azote. Pero principalmente, cuando le mostraba las nalgas, me asestaba una serie de 4 latigazos sin que yo llegara a gritar.

Después de una media hora, Valeria se levantó y dijo :

- Os dejo a solas. No es necesario que funcionen los azotes si no lo deseáis.

Y nos dejó a solas. Me sentía dolorida por los azotes. Roberto arrojó las cadenillas sobre una silla y me llevó hasta el potro. Se desnudó y me mostró el erecto pene.

No tuve que pensar. Deseaba aquel pene en mi boca con toda urgencia.

Le friccioné algo rápidamente y se derritió en mi garganta. Tragué todo el semen que pude y con mis manos recogí lo que había chorreado por mi cuerpo y lo tragué también. Incluso Roberto, recogió algunas gotas desperdigadas y yo las chupé hasta quedar sin rastro de esperma.

Enseguida, me puse a acariciar aquel pene flácido. Conseguí que cogiera consistencia en menos de tres minutos. En cuanto estuvo a punto, Roberto lo quitó de mi boca y me colocó en el conducto anal. De un solo empujón se coló en mi interior.

Sus idas y venidas me enloquecían. El placer que sentía no tenía palabras para describirlo. Mientras recorría el conducto, me flagelaba los costados con una fusta. Me sentía en la gloria.

En un momento determinado se separó de mí y me azotó el ano y la vagina, sin que a mí me importara. Es más, me puse a cuatro patas y dejé que me mortificara aquellas zonas a su capricho. Acto seguido se acopló de nuevo en mi conducto anal.

Las sensaciones que sentí entonces, fueron una mezcla de dolor y placer que hicieron que llegara a dos orgasmos, casi consecutivos.

Roberto, volvió a eyacular cuando llegaba al tercer orgasmo.

Estaba rendida y avergonzada por haber disfrutado tanto, aunque sentía un escozor terrible en las zonas maltratadas.

Volví a reanimar su pene con la boca, mientras me azotaba la espalda y las nalgas. En cuanto lo tuvo dispuesto se acopló en mi vagina y me mortificó el pecho y el vientre con la fusta.

Para sorpresa mía se retiró de mí y conseguí tener el cuarto orgasmo a base de latigazos en la vagina. Posteriormente, eyaculó sobre mi cuerpo. Pude llegar a tiempo para beber lo último directamente de su pene.

Estaba deshecha y todo mi cuerpo se convulsionaba entre el dolor y el placer. Roberto recogió el semen caído y me lo dio a beber.

Nos quedamos tumbados sobre el potro durante varios minutos. Entonces, le dije :

- Roberto, debemos subir para que mi ama pueda tenerme. Por favor, átame las manos a la espalda y llévame hasta ella.

Roberto, me amarró las manos y a base empujones me hizo encaminarme hasta la escalera. Subimos hasta el segundo piso y llegamos a la habitación de Valeria. Llamó a la puerta y Valeria en persona nos abrió la puerta. Una vez dentro, nos insinuó :

- ¿Ya os habéis cansado de jugar?. Esta casa debe ser algo mas serio. Roberto, espero que asistas a la presentación de mi esclava. Pídele a Juan que asista también. Me gustaría verle. Y para el momento presente, ¿qué me aconsejas?.

- Eso, decídelo tú. Yo tengo que irme ahora mismo. Te dejo a tu esclava. Mañana estaré en la presentación y procuraré que venga Juan.

Nos quedamos a solas, sin saber que hacer o decir. El amor que sentíamos la una por la otra nos evitaba enfrentamientos. Me adelanté y la dije :

- Valeria. Soy tu esclava. Debes castigarme con cierta frecuencia. Una buena idea sería que antes de acostarnos me sometieras a tus caprichos. O si lo prefieres al amanecer.

- Lo pensaré, Ady. He pedido a Martín que venga esta noche y que me traiga 100 fustas de variados diseños y colores. ¿Deseas estar presente cuando llegue?.

- No me molesta su presencia, aunque sé que me va a azotar. Casi lo estás deseando. Lo que tu decidas me parecerá bien.

- En ese caso, quédate. Y sí, deseo que te azote.

No hice comentarios y aguardamos las dos a que Martín apareciera. Me aplicó un poco de bálsamo en las marcas que me había dejado Roberto. Luego me dí una ducha rápida y me sequé a toda velocidad. Justo cuando salía del aseo, sonó el timbre de la puerta. La voz de Valeria me hizo aparecer en el salón y me encontré frente a Martín. Sonrió al verme y me apretujó contra su cuerpo.

En cuanto se cansó de mi presencia, me dijo :

- Tengo en el coche un par de cajas. Sal a buscarlas y llévalas hasta el sótano. ¿No te importa la lluvia, verdad?. Animo, luego te daré unos azotes para hacerte entrar en calor.

No tenía gracia con sus frases. Al menos a mí no me lo parecía, sin embargo Valeria parecía quedarse tonta con su presencia. La verdad es que a mí me pasaba lo mismo con Roberto.

Salí a buscar la primera caja. La lluvia me empapó completamente, pero no corrí. Me daba igual un poco mas de tiempo. Ya estaba mojada y además sería azotada por un ser que no me gustaba, además con el consentimiento de Valeria.

Llevé la primera caja hasta la casa y la bajé al sótano. Salí a por la segunda y me encontré con que estaba granizando. Esta vez si corrí y volví lo antes posible. El pedrisco machacó mi cabeza y mi espalda. Bajé esta segunda caja al sótano y la abrí. Estaba llena de fustas de muy variadas formas y colores. Abrí la primera caja y encontré nuevas fustas. Volví a cerrar las cajas y me sequé un poco.

Enseguida subí al salón y nada mas aparecer, Martín se apoderó de mi cuerpo y me condujo hasta un pub que se encontraba frente a los sillones que ocupaban ellos dos. Me indicó que dejara mis nalgas sobre el pub y dejara caer mi cuerpo a un lado y mis piernas al otro.

Debía mantener mis muslos separados, mostrando mi pubis a sus miradas.

No me importaba exponerme de esta forma y menos ante alguien armado con una fusta. Sin embargo, no me sentía cómoda estando desatada. A mí me gustaba estar indefensa. Eso, evitaba muchos problemas, como el de intentar cubrirte con las manos o cerrar las piernas. Actos reflejos en cada persona.

Me concentré en mantener aquella pose, a pesar de los latigazos que me diera Martín.

No podía verles la cara, ya que mi posición hacía que mi cuerpo cubriera sus caras. Sin embargo era capaz de escuchar cuanto hablaban. Y hablaban de mí. Martín le decía a Valeria que no me quería tan libre. Una esclava debe ser mortificada en todo momento.

A cada frase perversa hacia mi situación me asestaba un par de latigazos. Unos en el vientre, otros en la vagina y otros en los costados y pechos. A Valeria, le debía gustar que Martín me aporrease de aquella forma.

Tan solo gemía cuando los azotes me alcanzaban los pechos o la vagina, pero no había lanzado grito alguno hasta el momento.

Cuando Martín se quedó sin bebida, me ayudó a incorporarme y me dijo :

- Ady. Necesito otra nueva copa. Después te volverás a poner en la misma postura.

Me encantaba aquella autoridad, aunque Martín me disgustara. Hubiera preferido estar frente a ellos de rodillas o en pie, aunque mis ojos hubieran sido vendados. Pero después de todo, aquella postura no era tan incómoda. Mis nalgas y hasta media espalda estaban apoyadas. Además a Valeria le gustaba que me mantuviera expuesta ante sus amantes.

Traje la bebida solicitada y después de entregársela, me senté sobre el pub y me coloqué en la postura requerida. En agradecimiento, Martín me dio varios azotes sobre el vientre. Y después, como un acto de buena voluntad, me introdujo un cubito de hielo en la vagina.

Sentí una gran destemplanza en mi interior. El hielo me hacía palpitar y convulsionarme, pero poco me fui adaptando y conseguí serenarme. Después de unos cuantos latigazos, principalmente en la vagina, Martín me ordenó que me incorporara y me sentara entre ellos dos.

Esta nueva situación, aún me gustaba menos que la anterior. Pero, en cuanto conseguí incorporarme y secar mi chorreante vagina, me senté entre ellos dos. Martín, pasó su brazo izquierdo por detrás de mi cabeza y la fusta que mantenía en su mano derecha la descansó sobre mis muslos.

Como no sabía dónde dejar mis manos, las coloqué tras mi espalda. Estaban enzarzados en una discusión y el ambiente se iba caldeando por momentos. Lo peor de todo es que yo estaba en medio y recibía todos los golpes que ellos se hubieran querido asestar. En fin, yo era la esclava de Valeria. Debía resignarme a ser el blanco de sus iras.

¡Que más me daba!. Siempre era azotada de una forma u otra. Intentaba no mirar a uno u otro. Valeria, en un arrebato descargó con furia la palma de su mano sobre mis pechos. Me hizo morir de dolor, pero ni siquiera solté un gemido. Martín, por su parte y con la fusta en la mano, también me incordiaba.

Todas aquellas acciones eran inconscientes y éso me molestaba, porque si tenía que ser castigada, quería serlo a conciencia de mis agresores. De aquel modo parecía que estuvieran dando golpes en el suelo.

Se acercaba la hora de comer, porque el reloj acababa de anunciar las dos de la tarde. Aquellas campanadas, pareció aplacarles un poco y después de mirarse un poco, repararon en mí. Martín, me dijo :

- ¿Qué haces aquí?. Tu sitio estaba en el pub.

Fue Valeria, quien intercedió diciendo :

- Martín, deja ya esa crispación. Tú mismo la has obligado a sentarse entre nosotros dos.

- Está bien. El tema se ha terminado, ahora nos vamos los tres a comer. Ady, quiero que te sientes a mi lado.

Al mirar a Valeria, asintió con la mirada y acepté. Mientras íbamos al salón noté que Valeria estaba muy crispada. Entonces, la dije :

- Quieres que le pida después de comer, que me lleve al sótano y me enseñe los efectos de las cadenillas. Así podrás descansar..

- No, cariño. Es posible que te azote, pero no me separes de él. A pesar de estas discusiones, me gusta estar a su lado.

- Valeria, me gustaría que sacaras como tema de conversación mi presentación de mañana. Creo que a él le gustará hablar sobre estas cosas. Le encanta molestarme de la forma que sea.

- Está bien. Sacaré el tema en cuanto lo crea oportuno. Pero te pido que te comportes como una esclava y no como una amante. Sí él te dice que al suelo, tú obedeces. Etc., etc., etc. ¿Vale?.

Asentí y no volví a decirla nada más. Llegamos al salón y me senté en donde me indicó Martín. Valeria, se colocó a su izquierda.

Las doncellas aparecieron en el salón y me sentí disminuida, ya que Martín sabía tratarlas diciéndolas piropos y frases bonitas. A mí me ignoraba por completo.

La comida resultaba bastante tranquila, hasta que la tonta de mi ama se le ocurrió preguntar a Martín :

- Oye, ¿cómo crees que resultará la presentación de mi esclava?.

- Pues de lo más normal. Una esclava es siempre un pedazo de carne con ojos que grita cuando la hacen daño. Yo que tú, pediría una flagelación total ante todos los asistentes.

Esas palabras me hicieron mucho daño, pero Martín prosiguió :

- Es más. Esta noche la torturaría en la rueda y en el potro y evitaría que mañana estuviera esplendorosa.

- Pero yo lo que deseo es que esté maravillosa, ante los ojos de los invitados.

- Debe ser el cariño de ama. ¿Dices eso, porque tiene un par de tetas, es rubia y además tiene buen contorno?. Eso, es lo normal en cualquier esclava. Las mías son mucho más bonitas que ella y además con mas presencia. Esta joven sólo vale para el tormento.

Valeria, protestó ante semejantes palabras y me defendió de aquellas inmundicias. Mientras decían estas palabras, yo seguía comiendo en silencio. No debía decir palabra alguna, ya que ofendería a Valeria.

Cuando se iban a servir los postres, Martín dijo :

- Valeria, deseo conseguir una fantasía sobre tu cuerpo.

- Dime en que consiste.

- Es muy simple. ¡Desnúdate y ponte sobre la mesa!. Esclava, separa los platos para que pueda tumbarse tu ama.

Le obedecí de inmediato y retiré, ayudada por las doncellas todos los platos y vasos. Cuando la mesa estuvo despejada, Valeria que ya se había quedado desnuda, se subió a la mesa y se tumbó boca arriba. Entonces, Martín se levantó y dijo :

- Quiero que tu esclava te unte el cuerpo con flan. Y distribuya aquí y allá trocitos de naranja, piña y manzana.

- De acuerdo. Esclava obedece la orden.

Me sentía ridícula por la acción que había tomado ella. Era una humillación para las mujeres. Y principalmente para mi ama. Pero se empeñó en dejarse humillar de aquella forma.

Distribuí todo lo solicitado y entonces Martín, dijo :

- Ahora a comer. Esclava, tu te encargarás de comerte lo que has untado sobre su vagina.

La sesión duró una hora larga y los tres terminamos pringosos, ya que Martín también se había desnudado. Observé que las doncellas estaban un poco desquiciadas con aquella situación.

Cuando todo terminó, los tres nos fuimos a la ducha y quedamos limpios para otros menesteres.

Sin embargo, Martín tenía otros compromisos y se tuvo que marchar.

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