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Historia de Ady (03)

en Sadomaso

CAPITULO III

 

Me sentía inmersa en una terrible ansiedad y no sabía que hacer. Me levanté y después de vestirme, salí a la calle para poder despejarme un poco.

Hacía bastante frío. Deambulé por algunas calles concurridas y me decidí al final por entrar en el sexshop.

Aunque pueda parecer extraño, había un par de mujeres y un hombre. Nadie se preocupaba de nadie y cada uno iba a revisar las revistas y los vídeos que allí se exponían.

Mientras contemplaba la carcasa de uno de los vídeos de Sado, el dependiente se acercó a mí y me dijo :

- Perdone, ¿es Ud. Ady?.

- Sí, así me llamo. ¿por qué quiere saberlo?.

- Verá, tengo a una persona al teléfono que pregunta por alguien parecida a Ud., si quiere atender la llamada....

- Está bien. ¿Dónde está el teléfono?.

- Tenga, utilice este terminal.

Cogí aquel terminal y me alejé un poco. En cuanto me sentí lo bastante apartada de todos, contesté :

- ¡Dígame!.

- Ady. Soy tu ama. Dispongo de 5 horas. Si lo deseas nos podemos ver en tu casa.

- Sí. Me encantaría.

- Por cierto, busca la cinta "Asiento innoble". La podrás ver el Domingo. Te espero en el portal, no tardes.

Cortó la comunicación y devolví el terminal al empleado. Busqué la cinta y la encontré. La portada era excesivamente escandalosa. La cogí y la entregué al dependiente. Ni siquiera pestañeó. Se limitó a apuntar un número de serie como en veces anteriores y cobrarme el importe del alquiler.

Salí a toda velocidad del sexshop. Llegué al portal en menos de 5 minutos y allí estaba Valeria.

Nada mas vernos la sonreí y abrí con la llave. Subimos hasta mi piso en el ascensor. Me sentía muy nerviosa y agitada. Mis manos temblaban y estaba deseosa de que me metiera mano. Sin embargo, no hizo nada de lo que esperaba.

Llegamos hasta la puerta de mi piso, pero al intentar meter la llave en la cerradura el temblor en mis manos me lo impidió y las llaves cayeron al suelo. Valeria, se agachó las cogió y dijo :

- Permíteme. Yo abriré.

Entonces reparé en un maletín que llevaba en su mano izquierda.

En cuanto estuvimos dentro y hube cerrado la puerta, me dijo :

- Ady. A partir de este instante y hasta que me vaya deberás estar desnuda ante mí.

Me desnudé a toda prisa. No llevaba mucha ropa. Ella, pasando su brazo derecho por mis hombros me hizo caminar hasta el salón. Una vez en el sofá, me dijo :

- Las marcas te sientan bien. ¿Sientes muchas molestias?.

Mientras decía estas palabras pasaba su mano enguantada por mi piel. Los espasmos y escalofríos denunciaban la sensibilidad a sus toques, mientras yo asentía con la cabeza.

- ¡No importa!. Pon un poco de música y tráeme la fusta que tengo en el maletín.

Me sentía histérica y perdida al pensar que me fuera a tocar con la fusta. Mi piel estaba altamente sensibilizada y dolorida. No podría soportar el dolor. Pero sentía verdadera necesidad de que me maltratara.

La obedecí con cierta celeridad y abriendo el maletín encontré la fusta y una mordaza. Saqué ambas y se las entregué. Sin embargo, me dijo :

- Ady. No deseo ponerte la mordaza, porque no vas a gritar, ¿verdad?.

- No lo sé, Ama. Me encuentro muy dolorida.

- Me entusiasma verte sufrir. Ahora te haré sufrir un poco más. Y no quiero un grito. Prepárame una copa y ven a sentarte junto a mí.

La preparé la copa y se la acerqué. Y me senté a su izquierda. Ella, tenía en su mano derecha la fusta y la apoyó sobre mis pechos.

Me resultó excitante el contacto de la fusta y no sentí la sensación de dolor que había experimentado con sus manos. Rozó toda mi parte delantera con la punta espinosa de la fusta. Hubo momentos que hubiera deseado gritar, pero me dejé hacer sin oponer resistencia.

Después de unos minutos, me dijo :

- Ady. Veo que estás deseosa de probar la fusta. ¿Te importa que me desnude?.

- No, Ama. Esta es su casa.

- Gracias, esclava. Ahora veremos la película que has alquilado. Y yo mientras te iré asestando algún que otro latigazo. ¿Te parece bien?.

- Sí, Ama. Me agradarán sus caricias.

- Pon la cinta y ven a mi lado.

La obedecí de inmediato, pero antes pude contemplarla desnuda. Era una mujer muy bien constituida.

Me senté a su lado y la dejé que me golpeara con la fusta el pecho, el vientre y los muslos mientras aparecían las primeras imágenes. La película no me interesaba lo mas mínimo y sí, aquellos golpes a los que respondía con alguna que otra exclamación.

Las escenas se iban complicando. Una joven, secuestrada por un grupo, la sometían a toda clase de humillaciones. Primero, la desnudaban y se mofaban de ella. Después la agredían con sus cintos y por último la sometían a un tormento excesivo. Desde azotarla en cada una de sus partes más sensibles hasta martirizarla los pezones, axilas y vagina con cigarros y pinchos.

Y por último la hacían sentarse sobre una banqueta con un falo en su base y que se introducía en su conducto vaginal.

Seguía sin atender a las distintas escenas, mientras me deleitaba con los golpes que Valeria me asestaba. Tenía muy irritados los pechos, pero no deseaba que dejara de golpearlos, para lo cual procuraba mantenerlos erguidos y a la altura conveniente.

Debió de darse cuenta de mi actitud, pues me dijo :

- Ady. No estás en la película. ¿Por qué no pones la tuya?. Así te podré comentar las escenas y me reiré de tus contorsiones de dolor.

La obedecí de inmediato, ya que me agradaba la idea. Y coloqué la cinta.

Comenzaron de nuevo las escenas de mi primera sesión. Valeria, sin parar de asestarme azotes con la fusta, se reía ante las imágenes en las que aparecía temblando de dolor, mientras aquellos dos varones me azotaban los pechos y la espalda.

En un momento, en el que yo estaba muy agitada en la cinta, me dijo :

- Ady. Reconocerás conmigo que en esos momentos debías estar sufriendo mucho. Pero son graciosas tus contorsiones.

- Sí, Ama. Ahora me gustan mucho más estas escenas.

- Muy bien. Así me gusta. Disfrútalas. ¿Té molesta mi fusta?.

- No, Ama.

- ¿Has visto el final del final de la cinta?.

- Sí, Ama.

- ¡Estupendo!. ¿Quieres venirte conmigo?. Voy a ver a mi hermana. Es un poco especial. Algo más especial que yo, ¿comprendes?.

- Sí, Ama. Comprendo a lo que se refiere y me gustaría estar junto a Ud. en todo momento.

- Muy bien. Te llevaré en mi coche y volveremos mañana Domingo por la noche. Nos iremos en cuanto te haya hecho desaparecer las marcas.

- ¿Que me llevo de ropa?.

- Nada, esclava mía. El abrigo te servirá para el viaje. En casa de mi hermana estaremos desnudas las dos y quizá ella también.

Me sentí renacer de gozo. Estaba excitada mientras Valeria me aplicaba un bálsamo sobre todo mi cuerpo. Para evitar que me tocara el cuerpo ante la escocedura de la aplicación, me había atado en el pasillo sujetándome las muñecas entre dos puertas enfrentadas.

Al cabo de una hora, me desató y me condujo a la ducha. Y en media hora más, bajábamos en el ascensor.

Tenía un estupendo coche y muy confortable. El viaje duró unas dos horas. Su hermana vivía alejada de la civilización, al igual que Valeria.

La casa era de proporciones más pequeñas, pero era igualmente sombría.

Cuando la puerta se abrió, me encontré ante una mujer de unos 45 años. Se llamaba Lea. Era muy guapa, pero su cara parecía estar algo crispada y agresiva.

Saludó a su hermana y cuando me miró, avanzó una mano a la botonadura de mi abrigo y lo abrió, quedando mi desnudez patente ante sus ojos. Volvió a mirarme y haciendo un rictus de sonrisa me agarró del pezón izquierdo y me hizo entrar.

Valeria, entró detrás de mí. Y mientras su hermana cerraba la puerta, Valeria me despojaba del abrigo. Cuando Lea se acercó de nuevo a mí, sentí un ligero temblor en las pantorrillas.

Se separó de mí, después de remirarme a placer y con un ademán nos hizo seguirla. Al pasar las tres junto a una mesita baja en el hall, distinguí un par de fustas. Lea cogió una y Valeria la otra.

Nos condujo hasta un cuarto de estar en donde había un par de sillones y un pub. Me senté sobre el pub y cada una de ellas en un sillón.

Cuando ambas se sentaron Lea, dijo :

- Valeria. Me encanta que vengas a verme. ¡Así que ésta joven es tu esclava!. ¿Cuánto tiempo hace que la tienes?.

- Lea. Yo la llamo esclava, pero realmente ayer la dí la primera sesión y aunque me llama Ama, no es todavía mi esclava.

- Preguntemos entonces a la joven. ¿Te sometes a mi hermana Valeria como esclava?.

- Sí, señora.

- Me ha encantado lo de señora. En mi casa me llamarás AMA. Como verás hermana mía, esta joven es tu esclava. Y en mi casa lo es mía. ¿Estás de acuerdo, jovencita?.

- Sí, mi Ama.

A un gesto de Lea, me senté sobre el pub.

Ellas, se metieron en una conversación que para mí era ajena. De vez en cuando la fusta de una de ellas me fustigaba los pechos o los muslos. La conversación se prolongó por espacio de 3 horas. Les tuve que servir varias copas y volverme a sentar sobre el pub, aguantando las pequeñas caricias de la fusta en distintas partes del cuerpo.

Miré el reloj de pared. Marcaba las 4 de la madrugada. Me sentía algo pesada de ojos y bostecé sin poder evitarlo. Lea, lo detectó y me increpó por semejante actitud. Luego, dirigiéndose a su hermana, la dijo :

- Valeria, te pido que permanezcas desnuda también. Así podré compararte con tu esclava. Sé que odias estas cosas, pero a mí me encanta.

Pude disfrutar viendo como Valeria se quedaba tan desnuda como yo. Lea, debía ser un demonio. Precisamente, nos anunció :

- Valeria, sigues estando guapísima. Me gustáis las dos, pero sólo azotaremos a la esclava. ¡Seguidme!.

Me agradó aquella distinción. No hubiera podido soportar que mi ama fuera castigada ante mí.

Nos llevó por un largo corredor. Luego bajamos 6 tramos de escalera y llegamos ante una enorme puerta de hierro.

Lea, la abrió sin que me diera cuenta la forma en que lo hizo. Y nos adentramos en una especie de cámara de tormento.

Me impresionó un poco lo que pude ver, pero sobre todo sentí que mi respiración se hacía mas pesada, debido al calor y ambiente reinante.

Deseaba ser azotada, por lo que no le dí excesiva importancia al lugar.

Sin embargo, tengo que admitir, que me produjo una sensación muy fuerte el conjunto de aparatos para el tormento, aunque supe disimularla en la medida justa.

Nos hizo caminar hasta el centro de aquel antro. Podía ver un par de columnas, una pilastra y un potro. Deseaba que eligiera las columnas y así lo hizo. Se paró y mirando a su hermana, la dijo :

- Coloca a tu esclava entre las dos columnas y tensa los amarres hasta que se quede apoyada sobre los dedos de los pies. La azotaremos las dos al mismo tiempo. Te encargarás de sus nalgas, muslos y corvas. Yo lo haré en sus pechos, vientre, costados y la parte anterior de los muslos. ¿100 azotes cada una?.

- Lea. Me parece exagerado semejante tormento. Dejémoslo en 50 azotes cada una. O bien, 100 tu sola.

- Preguntemos a la joven. ¡Esclava!, ¿admites lo que diga tu Ama?.

Asentí, llena de temor. Estaba deseosa por ser azotada, pero 100 azotes por cada una y a la vez, me parecía insoportable.

- Tu esclava, asume lo que decidas.

- De acuerdo. Serán 50 azotes de cada una, pero no a la vez. Además se hará un descanso cada 50 azotes. Y otra condición, no se le darán mas de 5 latigazos consecutivos en la misma zona.

- Valeria. Eres una indomable, pero acepto las condiciones. Empiezo yo. La azotaré los pechos con 5 azotes, 5 en cada costado, 4 en el vientre y un total de 10 en los muslos, para empezar.

No supe la actitud que tomaba Valeria, pues la tenía a mi espalda, pero debió asentir ya que Lea se preparó delante de mí con la fusta en alto.

Me mortificó lentamente cada una de las zonas nombradas. Me desgañité a llorar y gritar por el inmenso dolor que me producían los azotes.

Cuando terminó, estaba deshecha. Jadeaba y palpitaba de dolor. Había sido una sesión demasiado fuerte para mí. Recordé como me azotaban los amigos de Valeria y como se reían con mis espasmos y contorsiones. Este pensamiento, pareció aplacar un poco mis sufrimientos.

Sentí una fuerte descarga sobre mi espalda y ésto me hizo concentrarme en los latigazos de mi ama Valeria.

Fue una serie desconcertante. Tan pronto me fustigaba las nalgas, como la espalda o los muslos. Me sentía enronquecida de tanto gritar. Sentía mi cuerpo ultrajado y cansado. Valeria, terminó su serie entre grandes estertores y jadeos por mi parte. Aún me quedaba un asalto más.

Pensé de nuevo en los varones que me habían azotado el día anterior. Con ellos era distinto. Se mofaban de mí. Me abofeteaban. Me retorcían los pezones y me azotaban entre grandes risotadas. Sin embargo, Lea, siempre estaba seria.

Me dejaron debatirme durante 10 largos minutos.

Cuando se acercaron de nuevo a mí, Valeria se quedó al frente y Lea a mi espalda. Valeria, fumaba un cigarrillo que estaba a punto de sucumbir.

Como no encontraba un lugar donde tirarlo, me atormentó las axilas con la punta viva de la ceniza y luego lo apagó entre mis pechos.

Creí morirme de dolor y mis gritos se apagaron en mi interior, aunque no así mis angustiosas y lacerantes sensaciones de dolor.

Lea, anunció que empezaría ella. Comenzó en mis nalgas, para cambiar a mi espalda y muslos. Saltaba sobre las puntas de mis pies con cada azote. No me salía la voz, ya que me había quedado afónica, pero mis jadeos y contorsiones daban una idea de mi sufrimiento.

Cuando Lea, terminó dijo :

- Es tu turno Valeria. Me gusta esta esclava tuya. Azótala fuerte.

Y me azotó con toda su fuerza, desde los pechos hasta las rodillas. Creí morirme de dolor, pero conseguí aguantar hasta el final del suplicio.

Cuando todo hubo acabado, Lea dijo :

- Es demasiado tarde y debemos dormir un poco. Tu esclava pasará el rato, tendida sobre el potro. Cuando nos levantemos, vendremos a darla un repaso. ¿Te parece?.

Valeria asintió y me desató. Caí pesadamente al suelo, pero entre las dos me arrastraron hasta el potro. Tuve fuerzas para tumbarme sobre el aparato y dejé que me ataran manos y pies. Tensaron poco las cadenas, lo que me permitía cierta movilidad. Y se alejaron de mí, dejándome dolorida en la oscuridad más absoluta.

Me quedé dormida a los pocos minutos.

Algún ruido ajeno a mi sueño me hizo despertar. Las luces de la estancia estaban encendidas. Y escuchaba voces de mujeres cerca de mí. A los pocos minutos descubrí a Lea pasar a pocos metros de donde yo estaba. Podía escuchar a Valeria, pero no conseguía verla.

Pasaron otros 5 minutos más y sentí que alguien me desataba los amarres de las muñecas. Era Valeria. Después me desató los tobillos y me dijo :

- Muévete, esclava. Vamos a azotarte de nuevo entre las columnas.

Me levanté pesadamente del potro y me dirigí dócilmente hasta las columnas. Descubrí a Lea, armándose con un par de látigos de 9 tiras de cuero.

Me dejé atar por Valeria y aguardé en silencio el nuevo castigo.

El tormento se repitió de la misma manera. Los dolores eran los mismos, pero las marcas eran menos profundas. Después de las 4 series de 50 azotes, Lea dijo :

- Creo que es hora de comer. Tu esclava puede hacerlo con nosotras, si se lo permites.

- Sí, creo que podré admitir que mi esclava coma junto a mí.

Fui desatada y las acompañé, bastante debilitada hasta el salón, que se hallaba en la planta baja.

Fuimos servidas por doncellas totalmente desnudas y de tez muy blanca.

Después de la comida, Lea dijo :

- Iremos a la biblioteca. Tu esclava nos servirá los licores.

Nos levantamos las tres y entramos en una estancia totalmente decorada en rojo. Lea me indicó en donde se encontraban las bebidas y las preparé según me indicaron, mientras ellas charlaban cómodamente sentadas.

Lea se encontraba en un sillón frente a Valeria. Cuando les hube dado las copas, me arrodillé ante Valeria y hundí mi cabeza entre sus muslos.

Sentí varios azotes. La mayor parte de ellos de Lea, aunque Valeria también descargó su fusta en mis nalgas mas de una vez. A pesar de éso, me sentía protegida entre sus muslos.

Después de una hora en esta situación, Valeria anunció :

- Querida hermana, tenemos que irnos.

- Muy bien. Esclava, puedes venir a mi casa cuando gustes. Serás castigada como mereces.

- Te la enviaré algún día.

Cuando Valeria se levantó, yo lo hice a continuación.

Lea, nos acompañó hasta el hall y pude ponerme el abrigo. Valeria se había vestido por el camino.

Se despidieron y Lea abriendo mi abrigo me asestó cuatro fustazos en los pechos y el vientre, diciendo :

- Lo siento Valeria. Necesitaba quedarme con las sensaciones de tu esclava.

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