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Sala X (3)

en Sexo con maduros

Olga salió de la sala, jurándose a sí misma, no entrar más, caray, con 18 años, como

no iba a salir por ahi y ligar con un tío de su edad?sin embargo...

Estaba en su casa, hacia calor, vestía apenas una camisetita pequeña, muy ajustada

que se le pegaba al cuerpo por el sudor y el tanguita, así fresquita estaba en su habitación leyendo un libro. El calor era demasiado sofocante y la mente se le iba por pensamientos más calenturientos. Se acordó de su escapada a la sala X tiempo atrás, se preguntaba a sí misma por que a pesar de los calentones que le habían propinado no había sido follada? Se acordó de cada polla que pasó por su coño, un coño palpitante de deseo y con ganas de ser satisfecho, pero solo sirvio para satisfacción de un concurrido grupo de viejos a cual mas guarro y más asqueroso.

Se acordaba de su pequeña falda remangada como se la fueron rompiendo poco a poco, primero fué aquel bestia que se le encaramó, un tío de casi dos metros en su pequeño cuerpo de apenas adolescente que al montársela le desgarró la falda, haciendo que se fuera rompiendo en aquella bacanal. Sí, muchos fueron los que habían jugado con ella aquella tarde, pero no se la follaron, eso la defraudó un poco.

Pero qué estaba pensando? No, no, si sintió un asco horrible! Sí, asco sí sintió, sin embargo estaba mojada su rajita bajo el tanguita blanco. Se tocó y se sorprendió así misma cuando se dió cuenta que se estaba masturbando.

La idea de verse piernas arriba forzada en parte por un grupo de hombres desconcocidos muy maduros, la iba haciendo sentirse muy puta, tenía que volver, sí, era necesario, o volvía o... sencillamente quería volver a sentirse con el vicio a flor de piel.

Se puso una blusita roja, con varios botones, era imprescindible que la blusa fuera muy fácil de abrir, todo en ella debía ser así, accesible a los demás, que no se sintieran cohibidos, que la supieran deseosa de participar en juegos muy calientes, dispuesta a cualquiera. Eligió para ese día una falda negra tipo pareo, apenas la agarraba una cinta alrededor de su escasa cinturita de avispa, se quitó el tanga. "sí"(pensó) "que cuando me metan mano, no lleve nada, así no habrá ningún corte, todos entenderán que vengo a lo que vengo" Se puso unas sandalias rojas, un pequeño monederito con el dinero justo para un taxi y el "cine"

se peinó su larga melena rubia, un poco de carmín... Se miró al espejo, realmente tenía un aspecto muy llamativo, le habría gustado maquillarse mucho más y verse más llamativa, pero su coño le recordó que había prisa, cuando sintió lìquido bajarle muslos abajo.

Corría casi desesperada en busca de un taxi, enseguida encontró uno. Esta vez, se situó en el asiento de atrás, piernas bien abiertas, que el taxista la viera, pero solo un calentón, no quería que le pasara lo que la primera vez, que la violara el conductor y llegar ajada a la sala, no, ella tenía que llegar fresca, aunque su coño, estaba exultante de ganas.

Durante el trayecto, el chófer, un hombre de unos 50 y tantos años, de aspecto serio, no dejaba de mirarla por el retrovisor. La veía bonita y ofrecida, ya que tenía ante sí toda la vista de aquella raja maravillosa. El hombre sin pensárselo dos veces, mientras conducía con la mano izquierda, echó hacia atrás la mano derecha, buscandole el ansiado tesoro. Olga que se dió cuenta, sonrió picarona, se movió un poco hacia adelante y le ofreció a aquel pobre hombre la meta de sus planes. El tio, la tocó con el dedo gordo, la frotaba, ella gemía, estaba caliente y necesitaba que la tocaran ya, pronto, enseguida... pronto notó que el dedo gordo, se introducía en lo más ìntimo y cálido, se lo dió, se revolcaba de gustillo durante el trayecto. Iban en silencio, aunque el hombre respiraba agitadamente, Olga a sus gemidos y su orgasmo, se corrió dos veces con el dedo de aquel que la llevaría a aquel antro, ese sitio tan deseado pero a la vez, tan temido. Sí, iba con miedo, mucho miedo a sentirse acorralada, sin embargo, sentirse así era el propósito de acudir otra vez.

Llegó a la dirección acordada, nuestra amiga, preguntó que cuanto era la carrera y el hombre, sin decir nada, le dio una targeta: "toma, guarrilla, llàmame y te pondré a tono"Ella, sin decir nada, muy avergonzada, tomó la tarjeta y la guardó en el pequeño monederito. Se bajó un poco la falda, ya que la llevaba a la altura de la cintura y se dispuso a bajar, pero: "no me vas a enseñar ese par de tetas tan magníficas? vamos, nena, alégrame un poco el día" La chica estaba atónita y eso la hizo calentarla más si cabe, se acercó al hombre, abrió la blusa un botón, le enseñó las tetas... y se bajó del taxi.

Llegó a la misma sala de la otra vez, pagó la entrada y se dispuso a entrar, cuando sintío en la misma puerta una polla pegada a su culo. Era una gran polla, gorda, inmensa, que se apoyaba en la redondez de sus cachetes. Sintió unas manos sudorosas que le desataban la falda, que, caía a sus pies. Ahora notaba esa polla toda en su culo, sin tela que la protegiera. Olga sintió verguenza, unas ganas locas de salir corriendo, pero no, se quedó quieta, es màs, lo que hizo fué abrir mucho las piernas para, que, las manos que iban buscando toquetearla por todas partes, tuvieran el acceso pleno que necesitaban y vaya si lo encontraron, notó unos dedos entrar por su coño, entrar y salir con furia, con desgarro, lloró del gusto, la polla se resfregaba histérica en su pompis.

Una boca la besaba, cuando se dió cuenta, notó que esa boca era de otro hombre, un sexagenario sin dientes que le abrió la blusa y tocaba sus tetas, pellizcándolas, no sin hacerle algo de daño. El hombre de delante le cogió las manos a nuestra joven amiga, para que notara la pequeña polla que el tìo ofrecía. En la oscuridad, notó que ese que la besaba era un obeso de gran barriga, y, que si, con una mano, levantaba esa tripa, la pequeña polla, no era tan pequeña, el tamaño le mejoraba bastante. Era este tío dueño de unos grandes testículos, unos huevos gordos que le caían hacia abajo, llenos de pelo cano. Su cuerpo estaba llendo de vello, todo cano a su vez, y sudaba mucho, olía bastante mal a sudor de varios días, pero lejos de darle asco todo aquello, lo que le daba era más morbo, entregada por completo al gordo por delante y el otro, si bien, era algo menos obeso, tambien era bastante barrigón y, no precisamente atlético.

Dos pollas para ella sola! Dos pollas grandes, grandes huevos, cuatro manos sobándola, dos bocas llenándola de babas. No sabía a ciencia cierta quién de los dos le daba pellizcos en las tetas. A veces notaba que cada uno pellizcaba una teta, a veces uno tocaba las dos, no sabía quién le tocaba el coño o que polla tocaba, ni tampoco sabía cual de los dos hombres la tumbó boca arriba en el suelo, puso sus piernecitas sobre los hombros y le tocaba la raja con el capullo de su cipote. Trató de serenarse, de buscar algo de calma, estaba demasiado cachonda y nerviosa, mareada del gusto, llena de asco, ahora quería irse, pero no podía moverse, unas manos cogían sus delgados brazos y la impedían moverse, eso la hacía ponerse aún más caliente.

Notó una crema espesa en su cara, sin duda era la leche de alguien que se había corrido en su cara, a continuación una polla resfregaba la leche por su cara, estaba muy puta, guapa y puta, asquerosa, pero encantadora, en el fondo, feliz. La leche de su cara, no provenía de ninguno de los dos tipos, era de un tercero que estaba mirando todo aquello atónito, no podía creer que aquello estaba ocurriendo ante sus ojos. Una jovencita de 18 años, ofrecida para todo aquel que quisiera, era más de lo que se podía imaginar en las más íntimas perversiones.

El capullo de uno de los hombres, seguía frotándola endiabladamente, mientras notó una polla en su boca, una polla apestosa y sucia, gorda, pequeña y flácida pero era una polla y ella la mamó, la lamió con aquellos pequeños y carnosos labios como si fuera el último alimento que sobre el mundo existiera.

Trás la polla, había el cuerpo de un hombre que balanceaba el culo buscando follarle la boca sin tregua. Justo cuando Olga, sentía naúseas por lo que estaba haciendo y lo que le estaban haciendo, notó que la polla le entraba toda, una polla gorda que le entró hasta las entrañas haciéndola dar un respingo de gusto, arrancándole otro orgasmo con solo metérsela, sin duda, era nuestra amiga, una niña muy caliente y morbosa, una niña con ganas de polla y aquellos hombres se la iban a dar, uno de ellos gritó "vamos a follarte hasta ponerte azul, pequeña zorra!" aquellas palabras la hacián vibrar de puta, de golfa, de zorra... con la blusa abierta totalmente, las tetas bamboleándole, el hombre empujaba, dentro, fuera, dentro, fuera, la follaba con fuerza, con furia, era una niña, para él podría casi ser su nieta, y no tenía piedad con aquella menuda señorita. Seguía dando más y más fuerte, la niña cerró los ojos, quería cerrar las piernas, de repente, no quería seguir, le parecía que si cerraba las piernas, notaría menos la polla y sería más resistible, pero, cuando consiguió cerrar las piernas, sintió mas asco, sin embargo, se corrió entre gritos y convulsiones de placer, al tiempo que el que le metió la polla en la boca se le corrió sin darle tiempo a soltársela, tragàndose así todo el semen,

Aquello era demasiado, escupió el semen, pero , ya había tragado mucho y su boca le sabía a leche de esa apestosa y gorda polla. No contento con darle su lefa, el hombre, resfregaba sus huevos por la cara, cuando otro hombre, le dió un empujón para ocupar su lugar.

La chica sollozaba, y decia quedamente,"no... no, ya mas no... por favor... soltadme" pero eso, por alguna razón, calentaba más el ambiente. "si, niña"dijo uno "tu follas con uno y los demás nos vamos a hacer una paja, no? eso ni lo sueñes, chiquitilla, vamos a follarte cuanto queramos"

Cuando el hombre que la follaba, de un golpe de riñones, se corrió en su pequeño coñito, perdió la cuenta de los tíos que la follaban.

Uno tras otro fueron pasando, alguno repitió, otros ni siquiera se llegaban a empalmar, pero todos tocaron con sus pollas aquel coño de chica tan joven pensando para sí, no sin faltos de razón que algo así no se lo follarían dos veces en su vida.

A Olga le tocó satisfacer a los seis hombres que habían en la sala. Todos gordos, todos viejos, todos salidos, viciosos, cansados de llevar horas delante de una película, viendo como tías maravillosas, eran folladas por jóvenes adonis, Ahora tenían la oportunidad de follarse a aquel bomboncito tierno, mucho más deseable que cualquier actriz porno.

Ahora tocaba buscar la ropa... irse a casa y..."no volveré!" pensó, pero, sí, en el fondo, sabía que volvería.