miprimita.com

Nieta puta (3)

en Sexo con maduros

En la soledad de su habitación Nieves no olvidaba cuando su abuelo la folló días atrás. A veces, no podía evitar tocarse el coñito que se le humedecía ante aquellos pensamientos y avergonzada de sí misma se prometía no volverse a tocar más, pero una y otra vez, volvía a aquellas prácticas hasta que poco a poco la niña iba a aprendiendo a masturbarse conociendo su cuerpo adolescente cada vez mejor, llegando a gustarle tanto que se convirtió en una práctica habitual, llegando a tocarse cada vez que estaba a solas, lo cual, le frustraba sobremanera, ya que nada era comparable al placer de una buena follada y esperaba nerviosa la próxima ocasión de estar a solas con abuelo Pepe y disfrutar de su "compañía"

Sí, a Nieves le había gustado que la follaran y pronto tendría oportunidad de repetirlo porque llegó el fin de semana y sus padres, volvieron a dejarla para salir de viaje.

Como cada viernes, la llevaron en coche, confiados, la dejaron en la puerta y la chica subió… pero el abuelo, no estaba solo, una vez más…

"Hola guapa, da un beso a tu abuelo!" le dijo el hombre mientras metiéndole la lengua en la boca, jugaba con la de la chiquita que obediente la succionaba al tiempo que sentía que el viejo era todo manos toqueteándola con la confianza del que la siente suya.

"Mira que guapa es, Sebastián" El amigo acudió al encuentro de ambos. Era un hombre grasiento, bajo, como la niña, bastante calvo y los pocos pelos que le quedaban sobre la cabeza los tenía bastante descuidados y canosos, con un barrigón enorme, ojos saltones y una boca gorda y babosa deseosa de lamer aquel cuerpo pueril ansioso de abrirse a los placeres que hubiesen de venir.

Sebastián levantó la falda tableada de Nieves, bajo la cual llevaba unas infantiles bragas de algodón. Aquello era demasiado, tenía la polla completamente erecta y necesitaba quitarse la ropa cuanto antes.

El abuelo Pepe, le indicó, "vamos a sentarnos mientras esta preciosidad se desnuda para nosotros"

Se sentaron en el sofá uno al lado del otro, aun vestidos, pero ambos se sacaron la polla que empezaron a menearse ante la niña, que sonrojada se desabrochaba la blusita blanca de su uniforme escolar, bajo la que llevaba una de esas camisetitas de encaje propias de las chiquillas tiernas que aun no necesitan del sujetador.

Bajó la cremallera de la falda de cuadros, realmente, estaba muy avergonzada, no se atrevía a levantar la vista ya que los hombres se pajeaban sin cesar.

Sebastián estaba provisto de una verga descomunal, llena de pelos canosos, era una polla muy grande, curvada hacia arriba, que chorreaba de la excitación. Cuando la niñita en un momento dado, levantó tímidamente la vista y la vio, tuvo miedo, esperaba que su abuelo no permitiera que se la metiera el hombre aquel, tenía claro que solo Pepe metería su instrumento, porque aquello tan grande, tenía claro que le produciría bastante dolor, pero nada más lejos de la realidad.

Los hombres, se desnudaron de cintura para abajo, Sebastián, se dejó las sandalias con calcetines blancos, no tenía ganas de perder el tiempo en quitarse más, se abrió la camisa dejando al descubierto aquel pecho lleno de canas y aquella barrigota gorda y todo él sudaba como un puerco, el abuelo se quedó totalmente desnudo y ambos no dejaban de meneársela ante la chiquilla que, provista tan solo de las bragas de algodón intentaba cubrirse los incipientes pechitos de niña, avergonzada.

"Quítate las bragas también, pequeña" le dijo Sebastián, anda, que quiero ver ese chochito tuyo. La niña movió la cabeza de un lado a otro en señal negativa, pero el hombre continuó: "Si te dejas de hacer cosas y eres buena, te daré 10 euros de regalo"

Nieves se bajó las bragas hasta los tobillos, sacó los pies y se quedó totalmente desnuda ante dos personas que más que hombres, eran como animales deseosos de poseer un tierno manjar, algo tan exquisito que era inalcanzable para ellos.

El abuelo, se situó por detrás, pellizcándole los pezoncitos, se reía mientras comentaba a su amigo "Mira, te gusta, eh?" El amigo solo podía asentir con la cabeza mientras que Pepe, dirigió a su nieta cerca de aquella bestia peluda cuyos dedos, gordos y grasoso paseaba con descaro por la suavidad de la aún casi niñez de la joven. El abuelito desde atrás, le abrió las piernitas y situó la polla entre ellas, así, sin meterla. Solo sentir el calor del miembro del anciano, la chiquilla, cerró sus muslos en torno a él, deseando sentirlo cerca, como cuando ella se tocaba con los dedos, como un pajarito que se le fuese a escapar, que gusto sentir aquella barra dura en la puerta de su coñito jugoso…!

Sebastián miraba anonadado toda la escena, la niña, con los ojos cerrados del placer y el abuelo pelándose la polla, frotando aquella almejita viciosa y ya no podía más, pero cual fue su sorpresa cuando Pepe, cogiendo por las piernas bien abiertas de la chiquita, en vuelo, la posicionó de tal manera que antes que ella reaccionara la había sentado sobre la gruesa polla de aquel viejo salido.

Mientras que de la garganta de Nieves, se escapó un gemido infernal, presa de un dolor infinito, el gordinflón sintió que su verga jamás se había metido en un agujero tan pequeñito y delicioso. Agarró el cuello de la niña y la morreó hasta dejarla sin aliento, llegando a sentir el asco más profundo que jamás pudiera sentirse al olor de aquella boca maloliente que la embadurnaba de babas sexagenarias.

El abuelo Pepe, aprovechando que la pareja se lo montaba de locura, metía la lengua en el agujero del culo de la joven, esta estaba fuera de sí, entregada totalmente al placer que le empezaba a procurar el grueso cipote dentro de su aún estrechita cavidad, de tal manera que sin miramientos besaba al compañero que tanto gustito le procuraba desde lo más profundo de su cuerpo, esa polla la reventaría pero la tenía clavada hasta el fondo, notaba lo enorme que era cuando el tío la bamboleaba de arriba abajo a su antojo. Era flacucha, fácil de manejar y esto facilitaba muchísimo las cosas. Sí, definitivamente, follársela era un privilegio.

Mientras, atrás, cuando Pepe notó que la muchacha estaba lo suficientemente entregada a los placeres del sexo, lo suficientemente distraida como para no darse cuenta de lo que planeaba, se escupió bien la polla y enfilándola para su culito, comenzó a penetrarla despacio…

"No, no, por favor, no, no!!!" Inútil. Aquellos gritos eran inútiles, porque el abuelito Pepe, estaba dispuesto a follarse aquel culito virginal y nadie iba a convencerlo de lo contrario.

"Bésala Sebastián, métele bien la lengua que no grite" Mientras la besaba aquel macho, el viejo Pepe le metió toda la minga hasta notar los huevos pegados al culo de la muchacha que no cesaba de llorar.

Comenzó a bambolear, despacio, muy despacio, sintiendo que cada vez se le abría más como una flor ante su espada. La sacaba despacio para dejarse caer hasta el fondo al tiempo que mugía como un toro bravo poseyendo a la hembra de su especie.

Ahí estaba la pequeña Nuria. Tierna como una rosa, a sus 12 años follada por el culo por la polla gorda de un abuelo grande y seboso mientras que por 10 euros le follaba el coño cualquier tío que lo deseara, ahora era Sebastián, pero mañana, podría ser cualquiera, en todo caso, ella disfrutaba y se olvidaba del pudor cuando su cuerpo se abría dando paso a aquel trozo de carne que empujaba más y más como queriendo meterse hasta los cojones de aquel sátiro.

Cuando ambos se le corrieron casi a la misma vez dentro de los agujeros la dejaron en el sofá hecha una muñeca, a la espera de su despertar y seguir disfrutando del elixir de juventud que aquel ángel poseía.