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Después de la boda (08: Germán y yo)

en Sexo con maduros

Después de la boda VIII

Germán y yo

Germán y yo entramos a su dormitorio. Me besó y me entregué totalmente a su lengua. Allí me sentía mas libre y empecé a recorrer con mis manos todo su cuerpo velludo. Él notando mi deseo me dejó la boca libre para que pudiera recorrer su cuerpo con toda libertad, cosa que hice con las manos y con mi cara.

-Que peludo eres Germán.

-Te gusta?

-Muchísimo. Eres un verdadero macho.

-Y tu un machito muy caliente que necesita un padre peludo como yo, verdad, chaval?

-Sí, Germán.

Nos tumbamos en la cama y el revolcón y el morreo era enloquecedor para los dos. En seguida yo busqué y él me dio lo que quería.

-Aquí la tienes, muchacho.

La cogí, la miré, la besé, me la pasé por la cara, por el cuello y por fin empecé a chupar aquel enorme capullo. En cuanto lo tuve entero en la boca miré a los ojos de Germán dándole a entender lo mucho que lo deseaba, que supiese que aunque me hubiera visto comiéndome bien a gusto las trancas de los otros colegas la que de verdad quería era la suya.

-Joder que guapo estás así, Jorge. Y que guapo estabas antes devorando las trancas de Joaquín y de tu tío. Estoy a punto de correrme mirándote con tu boca en mi capullo, chaval. Ninguna mujer había conseguido esto. Te importa?

Hice que no con la cabeza y prepare mi boca para recibir su leche cuando le viniera.

-Solo de pensar las mamadas que le vas a hacer a mi polla de hoy en adelante. Lo harás, Jorge?

Yo asintiendo.

-Y cuando quieras llamaremos a tu tío y a Joaquín para que te puedas comer las tres, eh, machote?

Yo asintiendo.

-O nos traemos a Mauri y a Willy y nos las coméis juntos, eh?

Yo asintiendo.

El cabrón de Germán era un morboso de cojones. Deseé no hacer otra cosa en mi vida que ponerlo así de cachondo. Me agarré la mía y empecé a pelármela suavemente concentrado en esperar lo que sabía que estaba a punto de tener. Suavemente porque sabía que yo también que iba a correr sin tocármela solo viendo su cara de macho serio con aquella expresión ahora insuperablemente golfa.

-Aquí la tienes, Jorge.

Y ahí empezó su serie de trallazos en mi boca.

-Toma machote.

Mi respuesta no era otra que saborear, tragar, y echar un trallazo por mi polla sin apenas tocármela tampoco. Mi lefa, por la posición que teníamos en la cama, iba cayendo en el vello su pierna.

-Buen chaval.

Otro trago y otro trallazo mío.

-Buen cabrón.

Ídem.

-Cómo te corres de gusto mamando, chavalote.

Ídem.

-Toma, toma, tomaaaaaaaaaaaaaaaa.

Idem, idem, ideeeem.

Acabó y me subió la boca hasta la suya, me la morreó buscando lo que quedaba de su lefa, yo me aferré a su cuerpo acoplándome centímetro a centímetro, el me abrazó y solo supe decir:

-Molas, cabrón.

Me di la vuelta acoplándome a él dándole la espalda buscando instintivamente notar su pollota blanda y sus cojones en mi culo.

-Mmmmm, cabroncete –fue lo último que oí, porque me quedé frito en sus brazos.