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Anger...

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Dolor, odio, ira… todo aquello que mi alma puede sentir en estos momentos. No soy feliz, pero haz roto mi paz haciendo daño a una de las personas que mas apreciaba…

No mereces compasión. No mereces vida. No mereces nada. Por ello estás aquí ¿lo sabías?

Mueves la cabeza diciendo que no. Veo tus ojos llenos de miedo, llenos de terror. Me gusta el terror que sientes, me gusta saber que podré descargar mi ira contigo…hacerte pagar

Se siente tan bien hacerte pagar.

No hay cosa más amarga y a la vez mas dulce, mas dolorosa y a la vez mas anestesiante que la venganza. No hay cosa que te mate y te haga sentir vivo al mismo tiempo como ella.

Deslizo lento el cuchillo por tu cuello, sin producir ningún corte. Siento como tu respiración se agita y te veo temblar… temblar…

En este momento me detengo. Siento que no puedo… pero recuerdo sus lágrimas… aquellas lágrimas saliendo de sus dulces ojos… amiga mía, esto lo haré por ti.

¿O es que sentiste miedo cuando invadiste su cuerpo en tus ansias de sexo? ¿Temblaste cuando la trataste como si el mundo no existiera más que para complacerte?

Ahora si temblarás… y de a poco, el cuchillo corta suavemente tu abdomen. Profundo… siento tu miedo, tu dolor.

La sangre me llena, su color me hace transformarme, he caído en el abismo. No soy mas que una criatura de odio y venganza.

Pero no quiero darte muerte. Solo torturarte hasta desearla. Quiero tu dolor, quiero tus lágrimas, tu sufrimiento. Entonces agarro el cuchillo y lo paso por tu rostro, llenándote de tu asquerosa sangre. Agarro una botella de alcohol y la tiro sobre la herida. Luego viene la sal, y comienzo a coser la herida con hilo y aguja, no con el arte del medico, sino con el embelesamiento de quien llena su sangre de odio y crueldad.

Te desmayas, así que espero que despiertes para seguir torturándote. El dolor solo es valido cuando puede impregnar tu memoria y atormentarte una y otra vez.

Despiertas. Veo mis cigarrillos y prendo uno. Expulso el humo en tu cara y en la herida vacío las cenizas de mis vicios. Agarro un alfiler y con el perforo tus pezones, muevo el alfiler de arriba a bajo, y siento como te retuerces. Apago el cigarro en tu muslo y veo como tus ojos se ponen blancos…

Y aquí es donde me pregunto ¿te dejo ir o sigo con la tortura?