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Vidas privadas... de vida

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VIDAS PRIVADAS... DE VIDA

1

Acá estoy, como todos los días de una a dos de la tarde, para verla y admirar sus bellas formas, su cutis terso, su cabello rubio abundante y su lunar, ese precioso y sensual lunar que tiene sobre la boca y que otro tiene oportunidad de besar. Me pregunto: ¿cuándo me atreveré a hablarle?. Si supiera que soy su más leal enamorado… Sueño todos los días con ella sacudiendo su cabello frente a mí, sonriendo y dejándome ver esos labios perfectos; hablándome con la calma y la seguridad que sólo ella puede transmitir. En el silencio de mi imperfección la amo tanto, que dejé mi trabajo para poder verla a todos los días a esta hora. Se merece mis sacrificios. Me he propuesto dejar de fumar y empezar a hacer ejercicio. Cuando me acerque a ella, no sentirá mi aliento de fumador y me verá sin esta barriga que me sale casi del pecho. Si me viera en este momento, se horrorizaría, aunque de seguro lo disimularía porque es muy noble. Si no fuera así ¿cómo podría comportarse como lo hace con todo el mundo? Es tan hermosa y tan buena… Cambiaré para poder hablarle y ganarme el regalo de que me vea con ternura y ¿por qué no?, con afecto. A mediados del próximo mes la esperaré en la puerta del canal; para ese momento ya habré rebajado la barriga y me habré cortado el cabello. Así tendré el valor de acercarme y confesarle mi amor, contarle todo lo que he hecho por ella para que se sienta orgullosa de mí. ¡Cómo necesito ver sus ojos posándose directamente sobre los míos! ¡Cómo me envidiarán mis amigos cuando les cuente!...

2

No la soporto más. Todos los días llega con ese terrible olor a laca y humo de cigarrillo. No sé que es más patético, si las dos horas y media que demora arreglándose, o la media que ha de tomarse para quitar toda la parafernalia. No sé en qué estaba pensando cuando me casé con ella. Bueno, sí sé. No era una belleza de mujer, pero su cabello oscuro, liso y corto, le quedaba precioso; me encantaba su redondez y sus labios menudos que temían besarme. Era tan virginal… Nunca había salido del pueblito y era muchacha de su casa. De haber sabido que se convertiría en esto, jamás me la traigo a la capital, pero yo era un muchacho fastidiado de la superficialidad de las mujeres capitalinas. ¿Cómo no me iba a embelesar su sencillez?, ¿Cómo iba a imaginar que uno de esos que llaman "cazadores de talentos" me la iba a reclutar para el mundillo horrible de la televisión?. Ahora tengo que convivir con una mujer de plástico, que vive encorsetada, que no come sino zanahorias y pepinos, que gasta un dineral en laca al mes para darle vida a un cabello oxigenado que casi se le cae de tanta química, que ya no sabe qué crema echarse para que no se le note la piel comida por el maquillaje. ¿Y cuándo le dio por inyectarse colágeno en los labios? El primer día parecía una de esas negras, de no sé qué tribu africana, que se ponen platos en la boca para verla grandota. Fue horrible. Lo peor de todo, esa cosa negra que se pega todos los días sobre el labio superior para tapar la cicatriz que le quedó de la caída de cuando pequeña. Una vez intenté besarla y ella había olvidado quitarse el lunar. Casi me atraganto con esa cosa pegada en la faringe, y, además, tuve que aguantar su cantaleta porque me había comido su dichoso lunar. Esa es otra: ahora no hace más que pelear, todo el día está molesta porque detesta al actor con el que comparte el papel protagonista de la novela. A cada rato se tiene que besar con el tipo. No me importa que se besen a diario, lo que me importa es saber cómo hace él para no comerse el lunar. Si no fuera porque gana mucho dinero y tengo todo el tiempo libre que quiero para Milagritos, ya me hubiera ido; pero no, así estoy cómodo, además, cuando viaja tengo la opción de irme con ella o quedarme con todo este Pent House para mí y para Milagros, y encima de eso, mis amigos me respetan y me envidian ¡es tan sabroso que te envidien cuando siempre fuiste un tipo que pasaba tan desapercibido!...

3

Ahora quieren que cambie de imagen. Quieren que sea pelirroja y darme el título de "Primera Actriz", todo para no decirme que estoy vieja y no puedo protagonizar más. Hoy fue el peor de los días, estaba lista para grabar el capítulo final de la novela y acabar de una vez por todas con este imbécil que no sabe ni besar, cuando se me cayó el dichoso lunar y no pudimos hacer nada; para más remate al salir del canal se me para enfrente un tipo horroroso, con el cabello mal cortado, para decirme que había hecho no sé cuántas cosas con el fin de confesarme su eterno amor; tan cursi el gordito, porque por más que metía la panza y casi no podía ni hablar de aguantar esa masa, le salía una barriguita feísima; estuvo hablando como media hora y ni siquiera tenía un triste cigarrillo para brindarme porque había dejado de fumar hacía un mes; menos mal que en ese momento me llamó mi marido para preguntarme, como siempre, a qué hora llegaba a casa, y cuando el tipo supo que hablaba con mi esposo, se fue todo triste; dime tú, su eterno amor y ni siquiera era capaz de leerse el periódico para saber que soy mujer felizmente casada, como todas las actrices lo son hasta el divorcio; bueno, yo sé que Marcos tiene algo con la secretaria, Milagros creo que se llama, pero prefiero aguantarme los cuernos a un divorcio, que a estas alturas de mi carrera, sería un golpe muy duro a mi imagen que se divorciara, y no solamente eso, sino que también tendría que cambiarme el nombre artístico, porque por sentimentalismos me puse el apellido de mi esposo, ahora me llamo Camelia Carreras, CC para los amigos, que suena mucho mejor que Juanita Salcedo, ¡guácala JS!. Afortunadamente Marcos es muy discreto y ni siquiera sus amigos saben que tiene una amante, además si no fuera por él no hubiera conocido a Alfredo, mi manager, quien me trajo a este mundillo, como dice mi esposo, y que además sabe besar sin comerse mi lunar; por cierto, debo llamarlo para decirle que me debo hacer los senos un poquito más grandes, eso le va a encantar; sólo espero que este nuevo cambio no sea tan fastidioso como el de los labios, estuve tres días que ni podía hablar gracias a la nueva bocota, pero bueno, todo sea por no terminar siendo Doña Juana en el pueblo, ¡me encanta tanto imaginar que mis vecinitas de la infancia, las que se burlaban de mis labiecitos y mi gordura, ahora se muerden los labios de la envidia que seguro me tienen!...