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Tánatos y el Inmortal - Carta abierta a Trazada30

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Tánatos y el Inmortal

(Carta abierta a Trazada30)

Para Néstor, en despedida    

Y ahí en la tapa del ataúd estála Cruzde Honor que te dieron, encima reposa el pozo de las lágrimas de tus hijos y tu mujer; en el pié del cajón varias, muchas, coronas florales con cintas escarchadas de mil nombres que supieron conocerte a tiempo, en carne y huesos, los que ahora reposan sobre acolchados de satén…

Más allá pasan personas que te amaron, que te admiraron, que apenas te conocieron y que tal vez te odiaron, todas seguro algo te envidiaron, personas en carne y huesos que hasta en la muerte tienen la suerte de tocarte, de verte, de saberte más allá del negro sobre blanco de estas pantallas…

Pero más acá mi querido amigo, ¿quién puede darle voces a esos otros hijos que no saben siquiera cómo despedirte si tú no estás para decírselo?

Veo a un viejo pedófilo, que no pederasta como te empeñaste en aclarar, que llora inmensamente porque el único ser que se sentó a intentar entenderlo ahora yace inerte. Veo una Nápoles que luego de que te vio se niega a morir. Veo un Adrián que nunca salió de dos pantallas para volverse miles. Veo unos viejos juguetones que se divierten con nuevas experiencias. Veo el amor en el Retrato de una lejana dama que ambigua ya no sabe qué escribir en su servilleta. Veo una plantita de sueños narcóticos que florece sin parar porque nadie le arranca ya ni una hoja. Veo a Gabi que ya no podrá reírse pícaramente detrás de tu ingenio o de tu “lindoculito”. Veo a tantos que ya ni recuerdo sus nombres, su historia, su tormento y sus siempre húmedas camas.

En la puerta, rebelde, molesta, aguerrida y castrada, veo a Luna, reprimiendo un grito que palpita en su alma “¡Te llevaste mi futuro, viejo cabrón!” y, dentro de su bolso, otros personajes, aprisionados en los recuerdos y en bits perdidos que muchos daríamos millones por encontrar. Luna que se ha ahogado en lágrimas de sangre, rabiosa de que te atrevieras a dejarla así, sola, inconclusa y además anónima, escondida, luego de que le dieras toda la fama, toda la vida, todo de ti.

Y afuera, como un aliento de fantasía sobre el tanatorio nos veo a todos, a nosotros, a tus secretos, a tus lados oscuros, a tus niños, a tus peleones infantes, los virtuales que más te amamos. Nos veo a los que te admiramos y nunca pudimos tocarte, darte un beso, abrazarte o verte la cara de pícaro y hasta de pedante que se traslucía en tus letras. Nos veo tras estas lágrimas de letras, Trazada, Avizor, esos otros tres que no se nos está permitido delatar y quién sabe cuántos más. Nos veo admirándote siempre, hasta el último día, leyéndote y aprendiendo de ti, de cerca, de lejos, pero muy muy muy adentro de los recuerdos. Y nos veo capaces de quererte.

Veo al Ejercicio acéfalo pero en buenas manos. Veo en ello la oportunidad de continuarte.

Me veo más lejos de lo que quisiera mi amigo, pero siempre ahí, lo sabes.

Veo todo eso y casi me niego a llorarte… también estoy contenta mentor, ahora eres uno con tus letras, vives a través de ellas y Nápoles, comprendidos, viejos, Adrianes, jóvenes perdidos, sueños narcóticos y Luna por fin son tus creadores, tu aliento, tu eternidad… solamente te llevaste sus futuros pero les dejaste un eterno presente.

Veo folios en blanco, como el sentimiento impotente mi viejo, con sed de tus letras.

Adiós mentor.

Tu traviesa “mentadilla”