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La Flecha de las Hembras (2: Un Rebuzno Lejano)

en Dominación

La Flecha de las Hembras

2. Un Rebuzno Lejano

Los ojos de la Gitana, grandes y negros, brillan con picardía cuando me recibe. Es una mujer muy bella,... muy hembra.

-Pasa encanto- me dice con una sonrisa mientras me introduce en su nido.

La sigo a través de un salón de belleza primorosamente decorado que está cerrado y silencioso porque es día festivo. Camina con gracia, alta y confiada, su pollera floreada arremolinándose entre sus piernas. Yo observo, mientras la sigo, su cintura estrecha y el profundo escote de su espalda que me deja ver la piel morena de sus omóplatos delgados y sus vértebras deliciosas que se vislumbran bajo un cabello grueso, negro y abundante. La cinturita estrecha se transforma suavemente en un culo bien plantado, alto y tenso, que se balancea a su paso sobre la campana volante de su falda.

Me lleva a la trastienda donde maneja sus asuntos desde una pequeña oficina llena de flores y de adornos delicados. Más atrás me introduce en su lugar secreto: es una habitación amplia y antigua, alfombrada a la persa, llena de telas, cortinas, almohadones y adornos. Todo está apenas iluminado por la escasa luz dorada de unas velas de colores que se queman entre palillos humeantes de incienso. El aire es pesado, cargado de aromas sensuales. La pared del fondo está cubierta enteramente por un gran espejo que duplica la habitación.

-Sírvenos algo para beber- me dice cordialmente señalándome una mesita cubierta por un pesada manta donde brillan varias botellas.-A mí ponme un guindado con vodka.

Mientras lleno los vasos la observo sonriente. Acomoda todo con cierta urgencia: patea los almohadones cambiándolos de lugar, corre la mesita con las velas sacándola del paso, cierra cortinas, guarda cositas en los cajones, estira los pliegues del mantel, hasta que al fin contempla la habitación satisfecha y se sienta frente a un pequeño tocador desordenado, arrima una vela, y comienza a pintarse los labios haciendo mohines frente al espejo y mirándome pícaramente a través del reflejo.

-¿Es cierto que te prestas a cualquier juego?- me dice risueña, y continúa sin esperar mi respuesta: -porque tú eres un jueguito en ti mismo..., con esas cositas que sabes hacer-, lanza una risita entrecortada recordando mi demostración mientras se sombrea los párpados perfilando la cara frente al espejo.

Me he acercado a ella e interrumpe su maquillaje para tomar el vaso que le alcanzo. Me mira, inquisitiva, con un sólo ojo pintado.

-Ahora, mientras fumamos un hierbita, te contaré un cuento de mi infancia, a ver cómo te amañas- me mira sonriente –Mientras tanto ya te me puedes ir quitando la ropita.

Se vuelve hacia el espejo y continúa pintándose, estirándose el párpado para delineárselo con un grueso lápiz.

Comienzo a desvestirme, turbado, mientras ella me observa insistentemente por el espejo peinándose con parcimonia. Luego abre un pequeño joyero y extrae un porro, gira hacia mí, cruza las piernas y lo enciende.

-Ven- me dice –acércate.

Me aproximo a su lado, todavía en slip y con la camisa abierta, y me extiende el pitillo humeante mientras respira hondo y contiene el humo en su pecho. Entonces, mientras doy una pitada, se inclina hacia delante y me baja el slip mirando con picardía y curiosidad mi sexo turgente. Me sopla el humo sobre los genitales. Mi falo se yergue ante sus ojos. Extiende una mano larga y fina, morena, de uñas prolijamente pintadas, y me sopesa delicadamente los testículos, casi sin tocármelos. Ahora el miembro se pone como una piedra y comienza a pulsar frente a sus ojos mientras se llena de gruesas venas azules.

Su dedo índice recorre con la uña el dorso del miembro que se balancea, y se demora en el glande dibujando un círculo alrededor de la corola hasta que tropieza con mi anillo prepucial. Me mira con picardía, como intentando apreciar el efecto que me causa su caricia. Entonces comienza a contarme:

-Cuando era niña- me dice mirándome el glande pletórico mientras lo recorre con la uña – vi una vez follar a dos burros. Tenían a la burrita atada a un palenque y le habían puesto unos trabones de cuero en las patas para que no coceara. Entonces un mozo apareció trayendo del diestro al garañón. Era un burro grande y negro que caminaba apurado, zapateando de costado y hocicando en el aire y lanzando rebuznos cortos y ansiosos, ¿te imaginas?, venía revoleando un carajo que ya lo quisieras tú...¡enorme!, grueso y largo como tu brazo. Yo estaba con mi madre y no entendía muy bien lo que estaba pasando, nunca había visto algo así, ni siquiera sabía lo que era follar.

Lo pusieron detrás de la burrita y enseguida el bruto comenzó a olerle y mordisquearle la entrepierna y el coño, gruñendo y resoplando mientras soltaba de sus bragas medio metro de polla. La burrita quería patear pero estaba atada, entonces soltaba relinchos cortos y agudos...estaba como indignada, ¿sabes?...pero al burro no le importaba, le lamía la chocha con urgencia y después levantaba la cabeza y olía el viento replegando el labio como si se riera...¡ja, ja!, ¡era cosa de ver cómo se preparaba!- Hace una pausa y me mira con sus enormes ojos brillantes. –De pronto se abalanzó sobre el anca de la burrita, empujándola, y se le alzó sobre el lomo mientras la polla se le ponía tan dura como un garrote y la cabeza se le hacía redonda y grande como un hongo. Comenzó a empujarla con movimientos cortos de la cadera, así...- se inclina hacia delante y hace movimientos coitales bruscos y rápidos para mostrarme lo que dice. – y le saltaban gotitas en el aire de apurado que estaba. Le buscaba la entrada con empujoncitos, como si quisiera pincharla, hasta que la penetró hasta el fondo con tres o cuatro empujones brutales.

Mientras habla me manosea el glande cada vez con más ansiedad.

-La burrita abría las patas y agachaba la cabeza, abriendo la boca como si masticara algo y tenía los ojos como angustiados mientras recibía un metro de polla adentro... pero se la aguantaba firme; y el bruto le mordía la cruz y la cepillaba cerrando los ojos y rebuznando bajito. Yo me preguntaba porqué la burrita no se tiraría al suelo para sacarse ese palo de adentro, entonces el macho se mandó a fondo y le empezó a largar chorros mientras le balanceaba la cadera, con empujoncitos como si la estuviera picoteando. La cola le gatillaba arriba y abajo...así- e imita la cola del burro con su dedo curvado frente a mis ojos.

Entonces se echo para atrás- continúa –y la polla salió de adentro de la burrita con un ruido...como un suspiro... y estaba toda chorreando, con la cabeza como un plato. Yo me quedé como helada. Creo que me asusté.

Se queda un rato pensativa, acunando mi falo en la palma de su mano y de pronto continúa: -Esa noche yo no podía pensar en otra cosa que en el burro...estaba en la cama, calentita, mirando como mi abuela tejía frente a la estufa y comencé a apretarme la entrepierna pensando en aquel palo negro y brillante que se arqueaba hacia atrás soltando gotitas mientras el garañón avanzaba en dos patas, encabritado, sobre la burrita. De pronto sentí venir mi primer orgasmo. Yo no sabía qué me pasaba, pero no podía parar de manosearme el coño, y tenía que aplastar la cara contra la almohada para que mi abuela no escuchara mis suspiros.

Nuevamente permanece pensativa, con los ojos brillantes, pero ahora ha comenzado a apretarme el falo sin darse cuenta. Yo estoy duro como una roca. No me he excitado con su cuento, sino con la idea de esa niñita morena masturbándose bajo las sábanas, pensando nada menos que en falo de un burro.

-Desde ese día- continúa –siempre he deseado revivir entre mis piernas la sensación que me produjo aquel garañón...y no es que quiera follar con un burro, ¿sabes?... lo que quiero es follar con un chaval que la tenga bien grande y que la use como un burro...mira, más que la follada lo que me excita es el coqueteo... lo primero...quiero sentir que se me vienen encima con la polla dura y soltando gotitas...

Me mira con franqueza, un poco turbada por su picardía, su confesión y sus recuerdos. Me aprieta el pene con fuerza, como si quisiera exprimirlo, y me dice casi en un susurro ahogado: -quiero sentir lo que sentía la burrita...

Se para y se pega a mi sin soltarme el sexo que late en su mano. Me besa en la boca con los ojos abiertos, embrujándome con su deseo. Me suelta el pene y se lleva la mano a la nariz inspirando profundamente sobre sus dedos como para rescatar de ellos el olor de mi sexo. Pasa por mi lado y camina hasta los almohadones aplastándose la mano contra la cara. Se detiene y se alza el vestido sacándoselo por encima de los hombros con un movimiento grácil y femenino. Su cuerpo moreno, longilíneo y elástico se flexiona ante mis ojos. Sólo le quedan unas medias de nylon y unos zapatitos de tacones. Se apoya las manos en la cintura y se observa en el gran espejo del fondo, perfilándose y levantando los hombros con un movimiento provocativo. Me mira a través del espejo y me sonríe. Yo me saco la camisa, tomo una flor del jarrón y me acerco a ella por detrás. La vuelvo y le coloco la flor entre el cabello, delicadamente. Me observa con una mirada sugestiva y cómplice, luego me apoya las manos en el pecho y se inclina hacia delante besándome la comisura de los labios con una boca tibia y dulce. Mientras sus manos recorren mi cuerpo desnudo su cabeza va descendiendo, desparramando besitos lentos sobre mi pecho, mi vientre y mis flancos, hasta que queda arrodillada frente a mi sexo erguido. Entonces lo mira un momento y le estampa un beso dejándolo marcado de rojo por su lápiz labial. Me mira desde abajo, sonriente y luminosa, y se reclina lentamente hacia los almohadones, invitándome con la mirada. Se queda apoyada sobre los codos esperando mi reacción. Sus pechos generosos, se abren hacia los costados invitando al beso sobre el esternón, entre ellos. Yo me arrodillo frente a ella, tomo sus largas piernas morenas, acariciándolas, la descalzo y le quito las medias. Entonces se vuelve boca abajo, lentamente, y eleva hacia mí sus nalgas deliciosas mostrándome, a la luz de las velas, un mata de pelo oscuro y ensortijado que se agolpa alrededor de un tajo rojo, largo y brillante como una herida de cuchillo. Permanece así, apoyada en los codos y los antebrazos, con el torso empinado hacia los almohadones, la boca apretada sobre las manos y la cadera elevada ofreciéndome ese tajo delicioso entre sus nalgas lustrosas. No me muevo...sólo la observo en silencio excitándola con la demora. Comienza a abrir las rodillas balanceando el cuerpo lentamente hacia uno y otro lado, ofreciéndome su vulva y su ano, y gimiendo quedamente de ansiedad y expectación. Entonces me inclino hacia delante y la huelo entre las piernas, con fuerza, para que sienta mi respiración, y comienzo a resoplar entre su mata de pelo fragante, mordisqueando y lamiendo, primero suavemente, después empujándola, mientras mi palo se balancea bajo mi vientre.

Cuando siente los empellones se le escapa un gemido ahogado; levanta la cabeza y nos mira en el espejo con ojos brillantes de expectación. Yo le muerdo los labios de la vulva y le paso la lengua, demorada y lasciva, con los ojos cerrados para no turbarla en su fantasía. Se que quiere verse en el espejo así que evito mirar hacia ese lado y me concentro en excitarla: me retraigo sobre mis rodillas y le observo las ancas respirando con fuerza antes de saltar sobre ella, encabritado, con el palo duro, soltando gotitas espasmódicas hacia los lados. La tomo torpemente de la cintura y la aprieto contra mi pelvis pinchándola con el glande, sin penetrarla, con movimientos cortos y fuertes, incontrolados, como buscándole a tientas la abertura. Luego me tiendo sobre ella, la aferro por los flancos, detrás de los hombros, y le beso la espalda pegándole garrotazos entre las piernas y salpicándola con contracciones potentes del falo. Un gemido bajo y ahogado se escapa de su garganta.

La suelto y me retraigo un metro dándole tiempo de prepararse para mi próxima embestida. Me ve venir y resopla contra el almohadón, abriéndome la vulva impúdicamente mientras mira mi palo curvado en el aire lanzando gotas hacia sus nalgas y sus muslos. Entonces la clavo con dos o tres empellones fuertes, como el burro de sus sueños, y me crispo tras ella apoyando mi frente en su espalda delgada, mientras le hecho un chorro adentro con un gemido explosivo de mi pecho.

Ella se tensa y me aguanta con firmeza aplastándose contra mi pubis mientras emite sonidos ahogados con la cara apretada contra sus puños, mordiéndoselos. Entonces me retiro, vaciándola de golpe, y observando como se le escapa un grito de frustración. Vuelve la cabeza hacia el espejo y mira, con el ceño fruncido en una mueca, como me vengo nuevamente sobre ella, de rodillas, manoteándola, con el sexo goteante balanceándose hacia su entrepierna. Extiende los brazos y se desplaza hacia atrás para recibirme. La empalo limpiamente, a fondo, como una puñalada. Siento el cuello de su útero que se abre contra mi glande pletórico y le suelto otro chorro caliente con un golpe seco, animal, prepotente, aferrándola por la cintura y trayéndola hacia mí. Ahora grita como si la estuviera quemando. La suelto casi enseguida y la desclavo sin darle tiempo a reaccionar. Emite un grito de protesta y gimotea angustiada esperando mi próxima embestida. Cuando me ve venir, baja la cabeza y espera con un jadeo de urgencia la penetración anunciada. Así la mantengo largo rato, lanceándola una y otra vez con concentración impiadosa.

Mira constantemente en el espejo las cosas que le hago entre las nalgas, tensando los brazos y gritando, y ofreciéndose valientemente. Cuando espera la empalada, mirando hacia el almohadón, las venas de su cuello se hinchan, y se prepara emitiendo unos resoplidos jadeantes y breves inflando las mejillas como si tuviera un ají picante en la boca. Luego me busca en el espejo, invitándome a que la ataque, y cuando me ve venir hacia ella pega dos o tres aullidos en falsete, que se convierten en quejidos ahogados cuando siente la verga hundiéndose en sus entrañas.

Cuando se la saco se le escapan grititos llorosos.

Su entrepierna está empapada de semen y flujos, caliente y ardorosa. Finalmente la tomo por las caderas y la punteo con la verga, enloqueciéndola de expectación hasta que la empalo por el culo, sorpresivamente, con delicada firmeza, penetrándola lentamente hasta el fondo. Ahora no se si está gritando o llorando. Su recto vibra alrededor de mi falo y se ciñe y se afloja con chuponcitos ansiosos esperando el chorro caliente. Cuando siente la dilatación lenta y progresiva de ese garrote de burro que se descarga en su interior ya no puede resistir los gritos que se amontonan en su garganta y prorrumpe en aullidos de soprano, mientras yo le follo el culo, durante quince minutos, con movimientos lentos, profundos y sostenidos.

La mantengo tomada de las caderas para balancearla como si me masturbara con ella, y para clavármela bien a fondo e inmovilizarla contra mis sexo cada vez que le descargo la verga en lo más profundo de su vientre.

Al fin se derrumba debajo de mí, tierna y llorosa. Yo la dejo resbalar y mi falo se escurre de su cuerpo. Me tiendo sobre ella y la cubro sujetándola por los hombros y besándole suavemente la espalda y el cuello. Permanece temblorosa entre mis brazos sintiendo escurrir las últimas gotas de mi sexo entre sus piernas. Los pétalos de su flor están desparramados por el almohadón.

Entonces meto mis manos bajos sus pechos generosos y se los agarro, pellizcando sus pezones morenos mientras hundo mi cara entre su cabello brillante.

Mi mano se desliza bajo su cuerpo lentamente hasta su entrepierna y atrapo su vulva acunándola en mi palma.

Con movimientos circulares de la cadera me ofrece ese sexo húmedo, agotado y caliente, refregándolo contra mi mano, entregándomelo. Yo siento el clítoris tensado contra la palma, y mi mano se atenaza sobre su vulva apretando la carne suave hasta que sus labios se me escurren entre los dedos.

-Ahora que te he follado como a una burrita- le susurro dulcemente al oído –permíteme que me coja a la niña que se masturbaba en la cama.

Un estremecimiento la recorre entera cuando me siente avanzar nuevamente con la verga pletórica dilatándole el ano y hundiéndome con un movimiento lento y firme dentro de su culo cansado...

Entonces rompe a llorar como una gitanita asombrada.