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Masha (1: Sorpresa en la bahía)

en Hetero: Primera vez

MASHA 1: SORPRESA EN LA BAHIA

Dedicado a Sombrero. Resulta que la noche en la que sitúa su último relato, yo también estaba en el concierto de Calella de Palafrugell. Me he animado a escribir mi historia de aquella noche.

Alejé la barca de la playa. Pronto quedó la bahía reducida a una mancha de luz en la oscuridad del litoral.

Resonaban en la lejanía los primeros compases de una de las habaneras más conocidas, "La Bella Lola", y miles de manos agitaban velitas encendidas.

Empezaba a llegar a su final el Concierto de Habaneras de 2005 en Calella de Palafrugell. La mar estaba llana, como un espejo, la barca casi no se movía.

Apenas había espacio para la colchoneta de playa en la que acababa de tenderse Masha. Mi nombre es Alain.

Dejé la barca libre, a merced de los pequeños movimientos del mar. Paré el motor. Estábamos solos los dos bajo la luz de las estrellas, varados a media milla de la costa.

De pie miré a la jovencita rusa que había conocido dos días antes en Cap Roig, y nos habíamos citado el día anterior en la playa nudista de l'Illa Roja. Masha tiene un maravilloso cuerpo adolescente de un blanco lunar coloreado por el sonrosado tono de un par de días tomando el sol en la Costa Brava.

Aún tenía el bikini puesto. Me miraba con una mezcla de nerviosismo y ansiedad que yo bien conocía en las muchachas que aún no habían conocido las delicias del sexo pero anhelaban descubrirlo.

Me arrodillé a su lado. Me acerqué a ella. Y pasé mis brazos por sus hombros. Mi piel morena, fruto del cruce genético de mi padre, un enorme negro venezolano, y mi madre, una delicada y guapa mujer española, contrastaba con la inmensa blancura sonrosada de la muchachita rusa. Sus ojos eran de un azul claro que me recordaban los de un gran perro mezcla de husky y lobo estepario que mi padre tiene en su ranchito en las afueras de Caracas, más allá de Los Teques, ya en Miranda.

Me quité el bañador, dejando libre el que es uno de mis principales encantos con las mujeres, el pene heredado de mi padre, que hace honor a su raza... que también es la mía, al cincuenta por ciento.

Le quité suavemente a Masha el sujetador del bikini, acaricié sus pechos, pellizqué sus pezoncitos, mientras ella me miraba, apretaba los labios, entornaba los ojos y gemía.

Me incliné hacia la jovencita, musitándole las más dulces palabras que me podía inspirar la magia de la noche. La barca se balanceaba suavemente, y se continuaba oyendo la lejana música del concierto.

Deposité los labios en los de Masha, y pocas veces había notado aquel jugoso dulzor de la boca y la lengua de la adolescente de San Petersburgo.

Era como estar tocando y poseyendo una joya del museo del Ermitage, en las orillas del Neva, que mi mamá había visitado con papi en su viaje de novios, y que tantas veces me ha descrito. Tal vez vaya un día a visitar a Masha a su ciudad...

Después de unos momentos besando , lamiendo y acariciando la boca, la cara, el cuello, los pechitos, los brazos de la jovencita, fui poco a poco bajándole la braguita del bikini por sus muslos, las rodillas, los tobillos, hasta dejarla por fin completamente desnuda.

Pasé mi mano por su sexo, y noté como ella volvía a gemir y se estremecía. Lo acaricié suavemente, introduciendo un poquito mis dedos hasta localizar y apretar con delicadeza su clítoris... La respiración de Masha se agitó...

Mojé mis dedos en mi saliva y los introduje suavemente en el sexo de la chica, humedeciendo su interior para poder penetrar en ella más dulcemente.

Los gemidos fueron un poco más fuertes, y me miró con los labios abiertos esperando los míos.

Separé sus encantadores muslos poco a poco, suavemente, y con naturalidad me coloqué en medio, y fui descendiendo hacia su cuerpo mientras la besaba y acariciaba. Masha ardía, me abrazaba y correspondía a mis caricias.

Con la mano orienté la punta de mi pene y la coloqué en la entrada de la vagina de la adolescente. Masha cruzó sus muslos abrazando mi cadera y mis piernas.

A lo lejos oí que en la playa, en el concierto de habaneras, todos los asistentes habían empezado a cantar la más popular, "El meu avi", (Mi abuelo), la emocionante habanera compuesta por el legendario coronel del ejército español José Luis Ortega Monasterio, fallecido hace algún tiempo.

Pensé en mi abuelo materno, un antiguo pescador de La Escala, -curioso pensamiento mientras me estaba tirando a una chavala-, y en honor suyo, empujé hacia adelante e introduje mi pene, mi largo pene, en el cuerpo de la muchacha...

Sorpresa... Oh, sorpresa, gran sorpresa... Mi pene se deslizó suavemente dentro de su vagina, sin resistencias, sin obstáculos, sin nada que obstruyese su penetración...

Masha no era virgen, por lo menos no tenía ningún himen que hubiese tenido que romper mi pene... Creo que ha sido la primera vez que ha fallado mi intuición, la primera vez que una jovencita que yo me disponía bien contento a desflorar ha resultado que no era virgen...

Mi primera vez, en el error... ¡Jo!

Pero no importaba...

¡Ay, carajo, no importaba nada, la muchachita estaba buenísima! ¡Que más da no sentir su gritito al desvirgarla!

Masha es una chiquilla deliciosa, su piel suave, cálida, huele a flores, a ternura, a hogar dulce... Sus labios jugosos aplastados en los míos, su lengüecita frotándose con la mía...

Mis manos apretándole el culo, presionándole los pechos, pellizcándole los pezoncitos...

Mi cadera moviéndose adelante y atrás, haciendo retroceder mi pene y volviendo a clavarlo cada vez más profundamente...

Ella gemía de ansiedad, de gozo, me abrazaba, apretaba sus muslos contra mi cuerpo... ¡Qué locura de dioses de placer, que agonía de posesión y éxtasis...!

Y llegué al final, no pude esperar mucho, llegué a la culminación cuando desde la playa se oían los últimos compases de "El meu avi".

Me estremecí, y moviéndome como un potro salvaje sentí los mil placeres de los dioses, como pocas veces había sentido, al tiempo que notaba como borbotones de semen brotaban de mi cuerpo para inundar el interior del sexo de la muchachita.

Y, supongo que por la violencia de mis movimientos, mis gritos, y al sentirse inundada, Masha pegó también un grito, seguido de otros mezclados de gemidos, y una serie de convulsiones que me revelaron que la adolescente también había llegado a un supongo que inolvidable orgasmo.

Unos minutos después estábamos los dos estirados en la colchoneta, abrazados de costado. Descansábamos, nos tocábamos, mientras nos dábamos besitos tiernos y nos lamíamos la cara mutuamente, como gatito y gatita ronroneando en la oscuridad.

La luz de la costa había vuelto a la normalidad, acabado el concierto de habaneras, y el mar había vuelto a su silencio habitual sólo alterado por el ruido de los peces que saltaban al lado de la barca.

No sé, supongo que lo soñé, en algún momento me pareció ver una pareja de delfines mirándonos desde muy cerca.

Acerqué la barca a la zona de Port Bo. Ya cerca de la playa, varamos la barca al lado de otras muchas y nos lanzamos al agua, en un delicioso baño nocturno en el que nos veíamos acompañados de otras parejas que nadaban también desnudas alrededor nuestro.

Espero que Masha aprovechase el baño para prevenir posibles consecuencias de la espontaneidad natural de mi pene eyaculando todo su mensaje dentro de su cuerpo...

Volvimos a la barca y nos estiramos en la colchoneta mirando las estrellas agarrados de la mano.

Pronto tendríamos que marchar, a Masha le habían dado sus padres tiempo libre sólo hasta las tres de la madrugada, y eso por ser la noche del concierto...

Mirando al cielo hice por fin la pregunta que me quemaba desde hacía rato, utilizando mi inglés aún no del todo perfecto, igual que el de la rusita:

As it was your first time in the sex? When and who they initiated to you? (¿Cuando lo hiciste por primera vez?, ¿Quien te desvirgó?)

Masha me miró abriendo los ojos. Por primera vez vi una especie de destello de tristeza en sus maravillosos ojos. Miró de nuevo las estrellas y con voz dulce me contestó...

Oh, dear, were my father, my father... When I was only twelve years old... (Fue mi padre, cuando yo sólo tenía doce años...)

Me giré sorprendido...

It is sad... (Es triste) - le dije.

Masha se encogió de hombros, y musitó con voz muy floja:

Oh, he was not disagreeable... We forget that... (Oh, no fue desagradable... Olvidemos eso...)

Se giró hacia mí, me besó de nuevo en los labios con más dulzura que nunca, me miró a los ojos con un destello de picardía y me dijo.

You are my first black... (Tú eres mi primer negro...)

Me sorprendí. Nunca me he visto a mi mismo como "negro". Soy moreno, café con leche, mitad venezolano y mitad catalán y español, y me sonreí a mi mismo. Mi padre estaría orgulloso de lo que me había llamado la muchachita rusa, "negro". Le acaricié la cara y los pechitos y le dije.

And you my first small russian wrist... (Y tu mi primera muñequita rusa...)

En todo esto, mi pene de "negro" se había erguido de nuevo pidiendo guerra... Me volví a colocar encima de ella, le abrí los muslos y me coloqué en medio. Ella sabía lo que íbamos a hacer, me sonrió y me abrazó besándome con toda su pasión.

Le musité al oído, mordiéndole la oreja:

Let us return to make the love, my small nymph... (Volvamos a follar, mi pequeña ninfa...)

Y deslicé de nuevo mi pene en el interior de su cuerpo y ella correspondió enseguida a mis caricias apretando con fuerza mi culo contra su vientre mientras de nuevo se ponía a respirar con dificultad y gemía de placer y deseo...

Le dije casi sin voz:

I love you, my little princess… (Te quiero, princesita…)

Y los dos nos perdimos de nuevo en las profundidades de los preparativos del más intenso de los orgasmos que los dos recordamos...

 

Calella de Palafrugell, Julio-Agosto de 2005