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Marina la rubita y Lalo el mulato

en Interracial

Marina la rubita y Lalo el mulato en el apartamento de Montegato.

Verano… Me llamo Marina y estoy de vacaciones… Vacaciones de verano sin tener que estudiar… Menos mal, estoy harta de la Secundaria, de que me suspendan… La verdad es que me interesan mucho más los chicos y bailar que las Matemáticas o la Historia, para qué negarlo. Y a los chicos les gusto mucho, dicen que soy una rubita muy guapa. Vivo en un edificio de la Colina del Mar de Montegato, que es un barrio que, aunque está junto al mar y la vía del tren, es de viviendas normales, no somos una zona de ricos ni tenemos hoteles ni turistas.

Por la mañana he ido a la playa con mi amiga Irene. Somos vecinas y vamos juntas al Taller de Danza de Amanda, que es una chica dominicana mulata de unos treinta años, muy simpática, que baila muy bien.


Al llegar a la playa, en la puerta del Club Náutico Red Sands hemos encontrado al hermano de Amanda, Lalo, evidentemente mulato igual que su hermana, con su amigo colombiano Berto. Nos han propuesto entrar con ellos a bañarnos en la piscina y tomar el sol, y hemos aceptado, es un lugar muy tranquilo y cómodo, pero nosotras no somos socias y ellos sí. Conozco a Lalo y me gusta a tope, he bailado muchas veces con él las tardes que nos hemos encontrado por casualidad en la discoteca a la que vamos todos, la Carpa Titánic, y como nos vemos todas las semanas varias veces en el taller de su hermana Amanda, enseguida entramos juntos en la pista de baile a movernos con la música. Eso sí, me he dado cuenta de que a Lalo le encanta apretar mi cuerpo contra el suyo, como la semana pasada, que yo llevaba unos pantaloncitos muy cortos y una camiseta con el ombligo al aire y él, después de no dejar de mirarme los muslos y la cintura, al bailar una canción lenta no quitaba sus manos de mi culo apretando mi vientre contra el suyo, mientras yo pasaba mis brazos por su cuello. Por cierto, Lalo hacía mucho olor a sudor y tabaco.


Irene y yo nos hemos puesto en la piscina bikinis bien minis arriba y abajo. Nos sientan muy bien, las dos somos muy guapas, ni delgadas al límite de la anorexia ni demasiado gorditas, proporcionadas. Lalo es un chico supersexy, con rastas y pelo rizado, y dicen que se ha acostado con muchas chicas del barrio y de la escuela de danza de su hermana a la que también vamos Irene y yo. La verdad es que, aunque es mayor que nosotras, debe tener más de veinte años, es muy simpático y está muy bueno, y en la playa lleva un bañador muy ajustado desde la pelvis hasta casi hasta la rodilla que le marca todas las formas, ya sabéis lo que quiero decir... Berto también está muy bien, pero –lo siento si, tal como supongo, me estás leyendo, Irene-, no tanto como mi Lalo, je, je. En el Taller de Danza de Amanda he visto bailar a Lalo, lo hace muy bien, me han dicho las otras chicas que hace actuaciones y bolos de stripper masculino en discotecas, clubs nocturnos y fiestas locas de despedida de solteras. Una de mis amigas me dijo que es un gigoló, y me explicó qué quiere decir eso, pero yo no sabía si creérmelo o no, ahora pienso que es verdad.


Berto se ha quedado con Irene, porque Lalo ha venido enseguida a mi lado. Irene y yo sonreímos divertidas al ver como otras chicas que conocemos y que están también en la piscina nos observan con envidia al ver los dos macho-man que llevamos con nosotras, especialmente yo. Ellos, nuestros dos chicos, no dejan de mirarnos, estamos muy sexys con los mini bikinis, lo notamos y nos reímos entre nosotras. Cuando nos hemos ido a una tumbona para tomar el sol después de bañarnos en la piscina del club, Irene y yo, para ponernos bien morenas, nos hemos quitado la parte de arriba del bikini, nuestros pechos han quedado al aire y nuestro cuerpo ha quedado cubierto tan sólo por el mini tanga. Y luego nos hemos paseado al borde de la piscina para que Lalo y Berto se quemasen mirándonos. Después los cuatro nos hemos vuelto a acostar en las hamacas a tomar el sol.

Nos giramos de espaldas y casi me dormí, hasta que noté algo fresco y agradable en la piel, me giré un poco y vi a Lalo con un tubo de crema solar en la mano, y me dijo que me la ponía para que no que me quemase. Vi que Berto también estaba haciendo lo mismo en la espalda de Irene. Me gustó mucho sentir como mi chico pasaba su mano por mi espalda, desde la nuca hasta la cintura, y noté que bajaba la mano hasta tocar la parte de mi culo que sobresalía del tanguita... Y sentí que Lalo llegó a tocarme, de lado, el pecho desnudo que quedaba aplastado contra la toalla... Hice como si no me enterase, cerré los ojos como para dormir, mientras él continuaba pasando sus manos por mi cuerpo... Y volvió a tocarme suavemente la teta mientras yo sentía olas de calor que me atacaban repentinamente, supongo que mi cara enrojeció y él debió notarlo… Vi que Berto hacía lo mismo con Irene...


Llegó el mediodía. Yo pensaba que comeríamos los cuatro en el club, pero Irene dijo que tenía que volver a casa, que su madre la esperaba a comer, se vistió y se marchó. Berto también se vistió y se fue con ella, le dijo a Lalo que la iba a acompañar a su casa, y que luego le pediría para salir por la tarde u otro día.

Poco después me puse una camiseta y fuimos Lalo y yo a la barra del bar del club, dónde Lalo me invitó a una pizza de cuatro quesos con una birra. De postre, una gran copa de helado con un delicioso mojito que nunca había probado. Cuando acabamos de comer, Lalo dijo que bueno, que iríamos a su apartamento a pasar la tarde, que estaríamos cómodos y podríamos hacer una siestecita y ver unos videos muy chulos que tiene de su país, la Dominicana, y de otras zonas del Caribe. Mientras decía eso, Lalo me pasaba la mano por la cintura, me daba besitos en el cuello y yo le iba apartando de mi, pero la verdad es que me gustaba sentir sus labios en mi piel. Yo dudé, pero me lancé adelante muy atrevida, llamé a mi madre con el teléfono y le mentí, le dije que me iba al cine con Irene y no volvería hasta la hora de cenar. El chico y yo salimos del club, yo iba vestida con la camiseta y la braguita del bikini, él me llevaba la bolsa con todo lo demás, subí al coche de Lalo, un pequeño auto con muchos adornos de esos que llaman tuneados. Me dijo que su apartamento estaba cerca, en la zona baja antes de llegar a la Colina del Mar. Lalo, cuando se paraba en los semáforos en rojo, no dejaba de girarse hacia mí, mirando sin disimulo mis piernas desnudas. Y acariciaba mi cintura, llegando a deslizar los dedos hacia los muslos con gran delicadeza. Yo no protestaba, le dejaba hacer, y le dije que bajase un poco la música reggaetón que llevaba puesta, casi me dejaba sorda...

El coche llegó pronto a una de los edificios de viviendas junto a la vía del tren de cara a la playa y a la estación, y Lalo aparcó justo delante. Cuando entramos en el edificio, me dijo sonriendo que estaríamos tranquilos, que sus padres se habían ido de vacaciones y él estaba sólo en el piso hasta final de mes. Sentí una especie de extraño vértigo, en el fondo intuía perfectamente lo que iba a pasar, pero seguí adelante con él, sin ningún miedo.

La primera sorpresa, el ascensor tenía un letrero de que no funcionaba. Había que subir hasta el quinto, en el que vive Lalo, a pie, o sea que iba a ser bastante cansado. Él sonrió y me dijo que estaba acostumbrado, que, como no es ya una casa nueva, el ascensor está averiado cada dos por tres. Me costó seguirle, Lalo subió muy rápido las escaleras, y me tuvo esperar en su rellano, él había llegado al quinto cuando yo aún estaba subiendo las escaleras del cuarto. Por fin llegué, y me paré a descansar y tomar aire, respiraba a mil por hora y mi corazón latía muy rápidamente. Reconozco que no estoy muy acostumbrada a subir escaleras. Lalo se acercó con un extraño brillo en sus ojos y puso sus manos en mis hombros, llevándome hacia él.

Y entonces... Fue entonces, en el rellano del quinto piso, mi primer beso, mi primer beso de ese tipo... Lalo me agarró de la cintura, me atrajo hacia su pecho, me apretó contra su cuerpo, y me besó... Apretó sus labios en los míos y sentí que su lengua se metía en mi boca... Gusto a tabaco, a alcohol, me picaba su barba mal afeitada... Pero le dejé hacer, no me aparté de él hasta que me dejó sonriendo y tocándome el culo por debajo de la camiseta...


Entramos en el apartamento. Lalo me llevaba de la mano... Estaba oscuro y hacía mucho calor. Abrió algunas ventanas, era evidente que no tenía aire acondicionado. El chico mulato me besaba el cuello, me mordía y me llevaba sujetando mi cintura desnuda... Entramos en una habitación bastante desordenada. Había una cama revuelta, un armario, un pequeño sofá, una mesa con un ordenador y una silla, Lalo encendió la lamparita de la mesita de noche que había junto a la cama... Abrió la ventana para que entrara el aire más fresco de la calle, pero dejó las cortinas y la persiana casi cerradas, manteniendo un ambiente bastante oscuro en la habitación, dijo que así estaríamos más frescos.

Me quitó la camiseta como si fuese lo más natural del mundo, y quedé desnuda como en la piscina, con las tetas al aire, cubierta tan sólo por el mini tanga del bikini... Vi que Lalo se quitaba la camisa y se bajaba los pantalones... Comprobé de nuevo que su cuerpo es muy bello, todo son músculos y está bien depilado, no se ve ni un pelo fuera de los rizos y rastas de la cabeza... Recordé lo que me habían contado, que Lalo hace trabajos de stripper masculino y que tiene mucho éxito. También recordé, excitada, aquello que una de mis amigas, Marta, me había dicho, que Lalo también hacía de puto, que le habían explicado que le llamaban de los hoteles para acostarse con mujeres extranjeras que querían divertirse un rato o pasar una buena noche.

Su bañador fue desapareciendo, se lo quitó por completo y Lalo quedó absolutamente desnudo... Entonces, en la penumbra de la tenue luz de la habitación, vi aquello que sobresalía de vientre del chico... Me quedé impresionada, casi aterrada… Nunca pensé que aquello pudiese ser así, tan grande… Creía que eran exageraciones de mis amigas o de algunas fotos porno de Internet que yo había visto con ellas… Pero el pene de Lalo era real, bien real, y lo tenía duro y erguido delante de mí… Ahora entendía los rumores de mis amigas sobre su éxito como stripper y puto o gigoló, como quiera que se diga… Supongo que ya os habréis dado cuenta de que era el primero que veía en esas condiciones apuntándome a mi, evidentemente yo era todavía virgen, aunque con muchas ganas de dejar de serlo, sensación de atrevimiento que compartía con una especie de miedo supersticioso a dar ese paso, que ya habían dado algunas de mis amigas, y que yo no estaba dispuesta a ser la última en probar, no tengo vocación de monja ni mucho menos.

Y no me asusté al ver su pene tan cerca... En realidad no parecía que estuviese pasando aquello de verdad, era como un sueño, como si estuviese viendo una película en la que yo era la protagonista...

Ahora él estaba detrás de mi, y sentí como suavemente, acariciándome y besando mi espalda, me iba bajando la braguita del bikini hasta que quedé, igual que él, completamente desnuda...
Entonces Lalo me fue llevando poco a poco hacia la cama que presidía la habitación... Era grande, una cama de matrimonio...

Me giré hacia él, al lado de la cama, y vi el cuerpo desnudo de Lalo, iluminado sólo por la tenue luz de la lamparita de noche y la que se filtraba por la persiana. Me fijé de nuevo en su pene, ahora ya tan cerca, más recto, tieso y erguido que antes, y me hizo gracia ver que en la ingle, junto al sexo, lleva un tatuaje que representaba una serpiente cobra enroscada a una corona de rey. Nuestros ojos se cruzaron, y el sonreía y me miraba con fuego en los ojos. Me agarró por los hombros y la cintura y con mucha suavidad me depositó encima de la cama. Se colocó a mi lado, hice un poco de espacio corriéndome hacia el extremo, y Lalo se giró hacia mi.

Nuestros cuerpos se tocaban, y pensé que su pene debía de estar casi en mi cuerpo, tal vez era uno de aquellos contactos que sentía en mi piel. Yo no podía moverme, no sé, ahora estaba como paralizada, cuando noté que Lalo me cogía uno de los pechos y lo apretaba con la mano. Casi sentí terror pero me aguanté, era el primer chico que tocaba mi cuerpo estando los dos desnudos.

Lalo me besó, apretó sus labios en los míos luchando con su lengua para abrirlos e introducir su lengua en mi boca, le dejé hacerlo, noté que me gustaba, que no me daba asco, como había temido muchas veces que me pasaría, que era agradable, le dejé que continuase besándome, y luego apreté mis labios en los suyos, él notó que ahora yo le estaba besando a él, fui yo quien metió la lengua en su boca buscando la suya y supongo que lo interpretó, sin equivocarse, que era como mi autorización para que siguiese adelante con lo que quisiese hacerme y que no era difícil imaginar. Sí, yo deseaba claramente hacerlo de una vez por todas y salir de dudas, saber que sensaciones se sentían cuando un chico te folla por primera vez. No era una boba jovencita seducida por un machito astuto, Lalo me iba a hacer lo que yo quería y anhelaba que me hiciese, aunque me diese un cierto corte no haberlo hecho nunca hasta ahora.

Lalo, al tiempo que me besaba, empezó a acariciarme los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su mano caliente allí, y luego sus dedos se pasearon, ¡ay!, por encima de mi sexo, jugando y dándome pequeños pellizcos.

Yo empezaba a estar muy enrollada, aquello que me estaba haciendo el mulato me gustaba y excitaba mucho, quería que siguiera… Y respiré de forma agitada, me iba quedando sin aliento, Lalo colocó su cara en mi vientre, y empezó a lamerme… Sentí su lengua recorriendo el interior de mi sexo, creí que iba a enloquecer, nunca había sentido nada igual, tomé su cabeza en mis manos, me apretó una teta…

Poco a poco noté que se deslizaba encima de mi, depositó todo su peso en mi pecho, en mi vientre, al tiempo que me separaba los muslos y se colocaba en medio. Lalo me besaba en la boca, el cuello, me lamía, me chupaba los pezones de los pechos - ¡que excitación notaba cuando lo hacía!-, todo aquello me enloquecía, mi chico dominicano sabía lo que tenía que hacer para que yo me lo pasase superbién, se mostraba muy dominante, a mi me mataba de placer tenerle encima de mí, su cuerpo aplastando el mío, allí debía de estar también la polla de Lalo, en algún lugar sobre mi vientre.

Y noté, de golpe, que algo se metía en mi sexo. Tal vez eran los dedos de Lalo, como antes, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, aquello que se metía, aquello que se metía, sí, claro, aquello que se metía en mi vientre, no era ningún dedo, era mucho más grande, era, era, ¡Sí!, ¡Era el pene enorme que salía del vientre de Lalo,!… ¡Oh, noo, por favor!, ¡Ya era su polla, Lalo me la estaba metiendo, me iba a desvirgar!... Y, cuando me di cuenta de aquello conscientemente, de pronto, sin que pudiese pensar en nada, sin poder reaccionar, un pinchazo en mi vientre, como si un puñal se hubiese clavado dentro de mí.

Dejé ir una especie de ¡aayyy!, que era entre un grito y un gemido, mi cuerpo se estremeció, tiré la cabeza hacia atrás, apreté mis labios, apreté con mucha fuerza el culo del chico hasta casi clavarle las uñas, él se dio cuenta de que ya me había roto, y dejó ir una especie de rugido animal, volví a quejarme y gemir, y noté que su pene seguía metiéndose en mi vientre hasta lo más hondo de mi sexo. Sí, Lalo acababa de meter toda su polla dentro de mi, me la había clavado hasta lo más profundo, me había roto el himen y ahora me estaba follando como una bestia desbocada…

Lalo, que ya no tenía límites después de desvirgarme, me besó en la boca, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pechos, me hizo todo aquello que él había notado que me exacerbaba que me hiciese, y empezó a moverse arriba y abajo, y su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir, y a mi me gustaba sentirlo, era un placer exasperante notar su polla moverse adelante y atrás dentro de mi vagina, especialmente cuando parecía llegar al fondo, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, moviéndome a mi al moverse él, se aplastaba contra mi, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo…. Me abracé a Lalo, que continuaba moviendo su pene dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi sexo, casi hasta hacerme daño cuando llegaba hasta el final, me moví arriba y abajo, arriba y abajo, adelante y atrás, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos. Yo gemía de placer, los dos estábamos completamente fuera del mundo…

Era formidable, sí, superguay y tremendo, su polla no dejaba de moverse dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina, entrando y saliendo, entrando y saliendo, Lalo jadeaba, me miraba, me cogía y me chingaba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor y me mojaba con su saliva, yo también sudaba, me gustaba mucho, ya no puedo explicar con más palabras lo que sentí…

De pronto, inesperadamente, de golpe, como un relámpago, Lalo dejó ir un gemido más alto, casi como una queja desesperada, un grito, como si algo explotase dentro de él… Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro, y luego empezó a moverse encima de mi frenéticamente, muy acelerado, pensé que me moría de placer, parecía que él ya no podía respirar, su polla entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, Lalo me movía y me aplastaba como si un elefante estuviese saltando furioso encima de mi, pero a mi cada vez me excitaba más, el chico me maltrataba pero era fantástico, y Lalo empezó a gemir aún más alto, a gritar, como si se ahogase, y yo noté entonces, sorprendida, que cada vez que ahora él pegaba el salto hacia adelante, clavándome violentamente su pene, un líquido muy caliente me entraba a borbotones, como una brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, un torrente de lava invadía el interior de mi cuerpo…

Sí, Lalo se estaba corriendo dentro de mi, yo exploté, los dos habíamos llegado a eso que mi profesora de Ciencias llama "orgasmo", y yo sigo sin conseguir explicar bien todo lo que sentí, clavé con rabia mis uñas en el cuerpo de Lalo y también reventé, gemí, me quejé, me puse a jadear, me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí, era como si mil bombas atómicas detonasen dentro de mi, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien movía a Lalo al agitarme y dar saltos en plenas convulsiones del enorme placer que sentía… Hasta que me di cuenta de que me estaba quedando quieta, ya no tenía más fuerzas, en reposo, poco a poco, que casi ya no me movía, y Lalo estaba también derrumbado encima de mi, que a los dos nos costaba mucho respirar, estábamos bañados en sudor como si estuviésemos dentro de la piscina, yo le estaba acariciando la cabeza, me notaba húmeda por dentro y por fuera, olía el sudor de Lalo y el mío, un pequeño río de semen caliente se escapaba de mi vagina, como comprobé con mis dedos, Lalo parecía dormido, como muerto, encima de mi, pero no me molestaba, me gustaba sentir el peso de su cuerpo aunque me ahogaba…

Todo fue quedando en silencio, ya no se oían ruidos, continuaba la luz de la lamparita iluminando tenuemente la habitación… Se oía nuestra respiración, Lalo estaba como paralizado, dejando ir ríos de sudor, su boca babeaba saliva en mi cara, poco después lo aparté un poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, sentí como su pene salía de mi vagina al irse deshinchando…

Lalo se quedó pegado a mi, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme el pecho que le quedaba más cerca de la boca, después el otro, yo me atreví -¿porqué no? a- a coger su pene con la mano, a palpar sus testículos, a él pareció gustarle porque dejó ir una especie de ronroneo, pero cuando me fui a dar cuenta se había quedado quieto, giré mi cara para buscar la suya y vi que parecía que se había acabado de dormir totalmente, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo me hacía sudar como en una sauna, llevé su mano a mi sexo y la dejé allí, me toqué, me toqué allí y en los pechos, me estaba durmiendo… Pero Lalo no se había dormido, se giró hacia su mesita de noche, y encendió un cigarrillo que se dedicó a fumar mientras miraba como el humo se elevaba hacia el techo de la habitación. Puso el cigarrillo en mis labios, para volver luego a los suyos varias veces. En casa no me dejan fumar, pero me pareció delicioso compartir aquel tabaco con mi violador.

Entonces Lalo me musitó en la oreja que bueno, que si no me duchaba ya sabía lo que podía pasar… Que a él no le gustan los condones, no disfrutas tanto y pierde emoción… Le entendí, como una revelación súbita, sí, claro, yo tenia la vagina llena de su semen, tenía que lavarme bien para no correr el riesgo de quedarme preñada… Agarrada de la mano de Lalo, desnudos las dos, salimos de la habitación y nos fuimos hacia la ducha… A la luz del cuarto de baño, nos miramos, nos dimos un beso y nos reímos como si los dos estuviésemos locos. Después nos metimos en la bañera y dejamos correr el agua, Lalo limpió bien mi cuerpo y mi sexo mientras nos abrazábamos y besábamos. Después de lavarnos bien salimos del cuarto de baño, volvimos a la habitación para vestirnos, pero nos enganchamos otra vez como dos caracoles en celo, y antes de darme cuenta, ya tenía al chico mulato encima de mi follándome de nuevo. Y yo volví a enloquecer, abracé sus caderas con mis muslos y apreté su culo contra mi vientre, mientras nos besábamos y mordíamos fuera de todo límite de fatiga y cansancio.

Después, claro, nos tuvimos que volver a duchar y nos vestimos por fin, los dos estábamos superagotados, y al dejar la habitación vi en las sábanas de la cama unas manchitas de sangre mezcladas con otras que debían ser semen.

Ya vestidos, estuvimos un rato sentados juntos en el comedor, acariciándonos y dándonos besitos. Le dije a Lalo que era tarde, que ya tenía que volver a casa porque tenía que sacar a mi perro a la calle a pasear. Y si tardaba mucho mi mamá me podría llamar por teléfono a mi o a Irene a preguntar que estábamos haciendo. Irene sabría qué contestar, pero era mejor evitar el riesgo.

Nos fuimos, Lalo cerró el apartamento y bajamos por las escaleras. Subí a su auto y poco después me dejó delante de mi casa, ya sabéis, un edificio del barrio de la Colina del Mar de Montegato. Lalo me dijo que tenía que marchar unos días fuera, pero quedamos en que el jueves de la semana que viene, que ya volverá a estar aquí, me vendrá a buscar para salir y pasaremos todo el día juntos. Sueño con que llegue ese jueves… Cada noche, en mi cama, mi almohada hace de Lalo, pero el jueves será él de verdad quien esté conmigo… Y el sábado hay la fiesta de espuma de cada verano en la Disco, será la primera vez que yo estaré, dicen que es superdivertido, todos acaban casi desnudos, y yo iré con Lalo, supongo