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Badalona Confidencial: gente corriente

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Badalona Confidencial: gente corriente

El Casual Day de Gloria, Marc y don Alfonso. 

Según relatan en la dura y descarnada película “Casual Day” (Max Lemcke, 2007), el Casual Day es una práctica empresarial importada de Estados Unidos. Algunas empresas aprovechan el fin de semana para hacer un viaje al campo o a la playa y realizar distintas actividades que fomenten las relaciones personales y laborales de sus empleados.

El Filósofo no dejaba de mirarme… En realidad el jefe de mi chico, Marc, se llama don Alfonso, pero todo el mundo en Badalona le llama, por su forma de ser,  el Filósofo. En general, dice Marc , don Alfonso es muy divertido, educado y amable, pero en otras, siempre con quien se lo merece,  puede ser desagradable y violento.  Me di cuenta de que me miraba desde no muy lejos, la ventana de su habitación en el segundo piso del hotel en S’Agaró, cuando yo estaba tomando el sol sólo con la braguita del biquini. Incluso me pareció adivinar que de forma disimulada nos estaba grabando o fotografiando con una especie de tableta del último modelo que siempre lleva con él. Luego, cuando nos bañábamos en la piscina, el Filósofo venía a donde estábamos, tomaba del brazo a los hombres y mujeres que trabajan para él y se los llevaba al bar que domina la piscina, a hablar de sus cosas.  Yo no me cortaba, cuando el Filósofo me observaba descaradamente, desnuda, yo le sostenía la mirada, le miraba también a él y sonreía poniéndole nervioso, así de gamberrita y provocadora soy… Por cierto, no os he dicho todavía que me llamo Gloria, aunque todo el mundo me conoce por Lory, o sea, mi nombre sin la g ni la a.

Aquel día Marc y el resto de mujeres y hombres que forman el grupo de gestores de la empresa de don Alfonso –Marc prefiere autodenominarse “trader”, que no sé bien qué significa, dice que eso de “gestor” está anticuado-, se fueron en unos autos a visitar unas fábricas y empresas del cercano sur de Francia. Yo me quedé, claro, en el hotel a pasear con la bici por los alrededores y bañarme en la piscina , porque dijeron que no volverían hasta el atardecer. Me hace gracia mi chico, Marc, cuando está con la gente con la que trabaja se muestra diferente, como mucho más serio de lo que es conmigo, pero lo que me da una cierta rabia  es que claramente se nota demasiado que le hace mucho la pelota a don Alfonso. No sé, puede que tenga una especie de morbo especial ver juntos en este hotel de la Costa Brava a los mejores gestores –o “traders”- de la empresa del Filósofo compitiendo entre ellos en  parecerles muy eficientes a don Alfonso para ascender en el trabajo.

Al despedir los autos que marchaban a hacer las visitas, vi que don Alfonso les estaba también diciendo adiós, parece que había decidido quedarse porque, según dijo, tenía algo de migraña aquella mañana y en realidad él no hacía falta, conoce perfectamente aquellas fábricas que iban a visitar, sus dueños son unos amigos suyos con los que piensa asociarse. En cuanto los coches se alejaron, hizo enseguida por quedarse sólo conmigo, y entonces se me acercó con una sonrisa extraña, me tomó del brazo y me dijo que, para no aburrirse demasiado sólo todo el día, le gustaría que estuviese con él haciéndole compañía. Me quedé mirándole yo también, me di cuenta de que no había disimulado ni un minuto, y que era evidente que se había inventado la migraña para quedarse e intentar ligar conmigo. Y yo no lo dudé mucho tampoco, le sonreí en señal de aceptación, pensé enseguida que seguro que a mi chico le gustaría mucho que yo también le hiciese la pelota al Filósofo, porque, además, Marc le ha explicado que ahora que acabo de finalizar la etapa de secundaria obligatoria en el instituto quiero buscar un trabajo que sea compatible con estudiar lo que quiero hacer, un módulo profesional de estética corporal, masaje y peluquería,  y don Alfonso le ha dicho que ya me buscará alguna cosa por horas en la cadena de comercios que tienen también él y su ex esposa que, según mi chico, se divorció de él hace años cansada de sus continuas aventuras sexuales, pero que continúan siendo buenos amigos y socios empresariales.

Primero me llevó a la piscina del hotel. Estaba casi vacía porque había llovido,  el hotel aún no estaba lleno ni mucho menos en aquella época del año y todo el mundo estaba fastidiado por el mal tiempo de aquella noche y el aire fresco de aquella mañana. Nos bañamos, el agua, dentro de lo que cabe, no estaba demasiado fría. Íbamos a estirarnos al sol en una hamaca después de secarnos con una toalla, cuando el Filósofo me dijo que prefería que fuéramos a un lugar casi desconocido que el conocía a tomar el sol, un  pequeño prado en el espeso bosque de pinos que hay entre el hotel y el mar, en la cuesta del acantilado cercano. Que allí estaríamos más tranquilos. Le miré y le dije que sí. Yo me había dado cuenta de que no deseaba que cuando bajasen de las habitaciones las parejas de los compañeros y compañeras de Marc nos viesen juntos y claro, yo tampoco, evidentemente. El Filósofo no dejaba de mirarme, especialmente mis muslos. Y mi vientre. Yo llevaba un bikini de color violeta diminuto, prácticamente una cintita arriba y un tanga pequeñito abajo. Y yo también le miraba a él, para su edad no está nada mal  después de todo, llevaba llevaba un bañador clásico que le queda algo estrecho porque tal vez le ha crecido un poquitín la barriga y le marca el bulto de sus huevos y el pene. Pero don Alfonso sigue teniendo el porte de un señor elegante, un caballero al estilo antiguo. Además, de cerca, huele muy bien, a jabón de baño y colonia fresca de afeitado.

Subimos a las bicis y dejamos la piscina. Por un pequeño sendero difícil de encontrar el Filósofo me llevó al pradito. Extendimos las toallas al sol en la hierba, que estaba húmeda por la lluvia de la noche, nos sentamos, y nos comimos unos bocatas de tortilla que habíamos pillado en el self de desayuno del hotel. Estaban deliciosos. Tenía a don Alfonso, el Filósofo,  muy cerca de mí. Cuanto más le miraba, más inquietantemente excitante me parecía su actitud conmigo, tiene un cuerpo nada deteriorado y atractivo de antiguo deportista, el pelo canoso bastante largo muy bien cuidado y peinado, una delicada cadenita de oro con una medalla y el signo del ying-yang en el cuello, ojos verdes incisivos e irónicos, con un reflejo nada disimulado de malicia y perversidad, labios finos y resueltos. En el brazo derecho, entre el codo y el hombro, un extraño tatuaje que representa un terrorífico dragón resoplando fuego por la boca, detalle inesperado y chocante  que le da un carácter misterioso e inquietante a su aspecto señorial y elegante. Bueno, según me comentaba Marc, la verdad es que don Alfonso tiene líos con varias de las chicas casadas que trabajan para él, todo el mundo lo sabe e incluso desaparecen al mismo tiempo de la empresa el Filósofo y alguna de ellas y todos sonríen, muy cerca de las oficinas hay un conocido hotel de apartamentos por días o por horas, con lo que no hace falta tener mucha imaginación. Alejé enseguida de mi mente un pensamiento porno muy excitante que me vino de golpe, don Alfonso y yo los dos desnudos en una cama, con él encima de mí follándome y poniéndole los cuernos a mi chico…  Me estiré en la toalla,  pero me  molestaba notar el bikini mojado, así, que, de golpe, igual que cuando tomaba el sol en la playa sola o con Marc, me quité la parte de arriba justo delante del Filósofo.

Los ojos de don Alfonso se clavaron en mis tetas, que ahora podía mirar a gusto, sin el disimulo de estar en medio de la gente y que se dieran cuenta de su interés por mi cuerpo. Él estaba sentado, junto a mí, contemplándome como a una aparición… Creo que incluso se le escapaba la lujuria de sus deseos como un rayo por sus ojos. Me sorprendí a mi misma pasándole el sujetador por la cara, antes de dejarlo al lado. Pasó su mano por mis cabellos, que llevo bastante largos, y ligados con una cintita en una colita, lo que me da aún más aspecto de niña, todos dicen que soy muy guapa y que Marc tiene mucha suerte de que me acueste con él… El Filósofo me acarició la cara. Noté que yo empezaba a respirar más rápidamente, y me quemaba la cara, seguro que había enrojecido al sentir sus dedos pasearse por mi piel…

Recuerdo cada cosa que hice… Nunca se me olvidará… Me dejé llevar por mis impulsos, o, como diría mi madre, por mi instinto femenino y mi perversa y caliente osadía de gamberrita adolescente, agarré una mano del Filósofo y la llevé a una de mis tetas, invitándole a jugar con el pezoncito. Al fin y al cabo era la primera vez que le iba a poner los cuernos a Marc, el chico que es mi primer noviete formal y que hace unos meses me desvirgó después de conocerle una noche loca de sábado en la discoteca Carpa de Badalona. Sí, aquella noche, al salir de Carpa con los amigos y amigas que nos habían presentado, me marché con él a bailar y beber mojitos en otros locales de la misma zona, creo que el Versus, el Pichichi y el Sarau, de los que salí bastante bebida y dejé que me llevase en su auto a la cercana playa del Turó del Mar de Montgat donde me desvirgó y me folló en el asiento trasero después de que nos tirásemos al mar desnudos, baño que fue muy corto porque el agua estaba bastante fría todavía.

Después de jugar con mis pezones, el Filósofo adelantó su cara hacia mí, y me besó en los labios. Yo estaba bastante decidida y segura, pero él sorprendentemente temblaba de emoción o nerviosismo, no sé, creo que influía mucho que yo parezco muy niña aunque no lo soy tanto, ya he acabado la secundaria obligatoria en el instituto, y haré cursos profesionales, como expliqué antes. Parecía que el Filósofo no sabía que hacer conmigo… Ni hasta donde llegar…Él estaba parado, dudaba… Me divirtió darme cuenta de que no estaba acostumbrado a jugar con nenas de mi edad. Sus dudas aumentaron mis ganas de provocarle. Yo le sonreí, me giré hacia él incorporándome un poco y… Me atreví, sí, me atreví… Ya no hacían falta las palabras, nos sobraba con los ojos… Me incorporé, me puse el sujetador, le tomé de la mano y le llevé hacia las bicicletas. No hacían falta las palabras, el comprendió, sonrió con complicidad y me acompañó a las bicis tomándome por la cintura. Incluso se atrevió ya a pellizcarme el culo.  Llegamos separados al hotel. Don Alfonso se adelantó mientras yo fui a dejar la bici en su sitio para que nadie nos viese juntos. Subí a su habitación. Entré. Me tomó de la cintura y me besó de nuevo, su aliento sabía a tabaco fino, acababa de encender un cigarrillo que dejó encendido en un cenicero de la mesita de noche. . Me arrastró suavemente al borde de la cama. El balcón estaba abierto y se oían las voces de la gente que ya iba llegando a la piscina.   Agarró su bañador y se lo fue bajando poquito a poquito… Su  vientre  quedó al aire…  Y su pene, largo y ancho… Sus testículos y su pubis, depilados al estilo de los hombres elegantes… Apartó su bañador con los pies descalzos y quedó ya completamente desnudo a mi lado mientras yo me volví a a quitar el sujetador del bikini y quedé con los pechos al aire… El Filósofo se los comía con los ojos…

Y lo vi, lo vi cambiar… Su pene estaba ahora enorme, duro, rígido, con la punta fuera de la piel que la cubre en reposo… Para describirlo bien es como una banana tropical madura, algo más corta y estrecha. Y detrás sus testículos,  bien marcados y evidentes, sin pelos… Pensé que le tengo que decir a mi chico que se los depile también, no puede ser que don Alfonso sea más moderno que él… Me volvió a besar suavemente en los labios, sin dejar de acariciarme la cara y el pelo –me soltó la colita y dejó toda mi melena libre cayendo sobre los hombros- y me colocó con una delicadeza extraña en un hombre tan fuerte como él completamente acostada en la cama mirándome con una sonrisa burlona…  Me di cuenta de que olía muy bien, creo que se acaba de impregnar con una colonia de hombre muy fresca y agradable, seguro que muy cara. El Filósofo había comprendido que yo estaba dispuesta, sabía ya  perfectamente lo que iba a hacer conmigo, aunque al principio se había quedado bastante parado  e indeciso al no saber bien cómo reaccionaria yo… Se inclinó y se acostó a mi lado. Sus labios rozaron de nuevo los míos. Cerré los ojos y sentí que las manos del hombre empezaban a bajarme la braguita del bikini… Y le ayudé a hacerlo… Quedé yo también desnuda del todo… Llevó su mano a mi vientre, me acarició todo el sexo, sentí como apretaba con los dedos para recorrer toda la entrada de mi vagina…Me tomó la mano y la llevó a tocar su pene… Estaba duro como las rocas del acantilado… Entraban por el balcón las voces de niños jugando ya en la piscina, en realidad a pocos metros de nosotros, que estábamos en la habitación del segundo piso, con todas las ventanas abiertas al aire y los sonidos de la mañana… El sol nos daba directamente en la cama. Era todo como algo irreal o contradictorio, nosotros íbamos a follar con niños jugando tan cerca en la piscina del hotel… Tomó un pote de la mesita con una crema transparente, una especie de aceite o grasa que olía muy bien, y empezó a acariciarme embadurnando todo mi cuerpo con aquella crema. Desde la frente hasta los dedos de los pies, pero especialmente repartiéndola con los dedos dentro de mi vagina. Nunca mi chico, Marc, me había hecho nada igual, todo esto lo estaba disfrutando por primera vez con don Alfonso.

El Filósofo se giró entonces sobre mí, dándome tímidamente un beso, al que yo correspondí encantada, dejando que introdujese su lengua en mi boca. Y me agarró un pecho, apoderándose de mi rosado pezoncito, pellizcándolo, besándolo, y, por primera vez, hasta mordiéndolo… El Filósofo iba deprisa… Se apretó contra mi cuerpo… Noté el contacto de su pene en la piel de mi cadera… Creo que empecé a temblar, era el primer hombre que me iba a follar que no fuese mi Marc y me di cuenta de que no me importaba ponerle los cuernos, que me excitaba mucho tener al elegante, educado y maduro pendejo violador a punto de penetrarme…

Sus caricias fueron descendiendo por mi vientre hasta pasar de nuevo por el sexo y acariciarme los muslos, por fuera y, oh, que bueno, por la parte interior, hasta volver al sexo y meter  lentamente uno de sus dedos dentro de mi vientre jugando con mi clítoris… El Filósofo sabía más que lo que yo me había imaginado de cómo poner a mil a una chica, se notaba que era un millón de veces más experto que mi chico, que en el fondo tengo que reconocer que Marc no deja de ser muy a menudo una especie de chulito mimado por su mamá, pero que, bueno, a mi ya me va bien como pareja, es amable y guapito…  En cambio, don Alfonso… Pensándolo bien es como una pesadilla de una película porno…  Bueno, mejor para mí, claro, en la cama… El Filósofo me fue abriendo poco a poco las piernas, me lamió el sexo y con la lengua empezó a acariciarme el clítoris al tiempo que mojaba mi vagina, ya llena de aquel aceite que había utilizado en todo mi cuerpo,  con su saliva… Oh, que guay cuando lo hizo, sentí algo sin comparación, creí que me desmayaba de placer y excitación, que chulo que era lo que don Alfonso me hacía… Y rápidamente se colocó por completo encima de mi cuerpo, sentí su peso en mi pecho, mi vientre… Abracé su cadera con mis muslos, apretándolo contra mi sexo…

Me di cuenta que el Filósofo parecía que dudaba de nuevo,  daba la impresión de que no se atrevía a continuar, seguro que pensaba que se iba a follar una niña, todos los chicos dicen que estoy muy buena por el cuerpo pero que parezco una cría por la cara, como dije antes…  De manera que como siempre he sido muy decidida, nunca he tenido miedo, bajé una de mis manos hasta encontrar su pene refregándose en mi vientre, y lo llevé hasta la entrada de mi vagina, haciéndolo entrar poquito a poquito… Ufffff, qué chulo era coger aquel trozo de carne dura y metérmelo yo misma en mi vientre…  Me di cuenta de que era bastante más largo y ancho que el de mi Marc. El Filósofo, por fin, dejó caer  su cuerpo hirviendo encima del mío, le apreté el culo contra mi vientre, casi obligándole a dar un empujón hacia delante, sentí que el pene del hombre se introdujo profundamente en mi vagina… El Filósofo ya estaba completamente dentro de mí y sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Empezó a sacar y  volver a introducir su pene en mi vientre, primero lentamente, mientras yo gemía al adaptarse mi vagina al tamaño de su miembro, hasta después el movimiento ya lo hacía rápido y con naturalidad, mientras me besaba en la boca, me mordía el cuello, me chupaba las tetas, y yo gritaba de  placer mientras apretaba su espalda y su culo contra mí… Me daba cuenta instintivamente de que ahora me estaba follando por primera vez un hombre de verdad, no un chaval pocos años mayor que yo que es lo que es  mi chico Marc.

El placer me iba aumentando a cada movimiento de su cadera y su pene, mi cuerpo ardía, cuanto más rápidamente me follaba el Filósofo más placer sentía yo… Y ya había perdido por completo cualquier miedo o complejo de culpa  por lo que estaba haciendo si es que alguna vez lo había tenido, que creo que no. Era maravilloso, fantástico, tener su pene dentro de mi, sentía en realidad por primera vez la sensación de que follar era como volar por mil paisajes diferentes, mi cuerpo y el suyo cada vez estaban más calientes, aquel meter y sacar rápido de don Alfonso me volvía loca de remate, yo gemía, gritaba, me estremecía, saltaba, … Ahora ya sabía que sentía mi mami, porque cuando era pequeña yo oía desde mi habitación alguna noche sus gritos y gemidos cuando estaba con papi, incluso bien exagerados  aquella vez que papi estaba de viaje porque su mamá, mi abuela, estaba enferma en el pueblo, y cuando volví a casa antes de hora porque no había venido la profe de ballet de extraescolares, oí aquellos gritos y gemidos mucho más fuertes y mirando disimuladamente entreabriendo la puerta de su habitación vi a mami en la cama con Ángel, aquel joven y guapo chico argentino que trabaja en el supermercado de la esquina… Recuerdo que cerré sin hacer ruido y me fui llorando a casa de mi amiga Ruth, pero nunca dije nada a nadie de aquello que había visto. Lo siento mucho por mi pobre papi, que supongo que nunca supo que llevaba los mismos cuernos que ahora lleva mi chico, pero ahora que he estado con el Filósofo entiendo y admiro mucho más a mami y su valentía al follarse a Ángel cuando pudo hacerlo…

De golpe, el Filósofo se paró, se puso rígido, y volvió a empezar con movimientos mucho más rápidos y fuertes que antes, de hecho, movía y sacudía todo mi cuerpo cada vez que sacaba y metía el pene… Don Alfonso ahora gritaba, gemía, se quedaba sin respiración mientras inundaba mi vientre con su semen… El Filósofo me seguía besando ahora con una violencia rabiosa... Sudaba mucho, yo también… Cada vez entraba más ruido de voces y juegos de niños de la gente que se divertía en la piscina, dos pisos por debajo del dormitorio en el que el hombre me estaba follando. El sol que se colaba por el balcón abierto de par en par nos continuaba bañando directamente. El Filósofo no sacó su pene de mi vientre hasta que no dejó ir hasta la última gota de semen… Se quedó a mi lado, boca arriba, gimiendo satisfecho y recuperando poco a poco el ritmo normal de respiración… Me quedé quieta, empapada de sudor, casi asfixiada por el rato que había tenido el cuerpo del hombre encima mío aplastándome con su peso… Me pasé la mano por el pubis apretándolo, y noté que el semen del hombre salía de mi vientre y me mojaba la mano y el inicio de los muslos… Los dos nos fuimos recuperando poco a poco y don Alfonso me agarró de la mano y empezó de nuevo a apretarme un pecho como si fuese una pelotita de goma…

De pronto, sonó la sintonía de mi teléfono. Me levanté de la cama mientras el Filósofo me observaba sonriendo de forma burlona y aspecto satisfecho y feliz… Parecía un fauno de los cuentos antiguos, allí, desnudo, con las manos cruzadas detrás de la cabeza, y el gran pene que había estado dentro de mi vientre reposando fláccido pero todavía enorme entre los pelos ensortijados de sus testículos y sus muslos… El teléfono me indicaba que me llamaba Marc, mi chico. Le hice un gesto de silencio al Filósofo colocándome el dedo índice en los labios a lo que respondió él con un gesto de comprensión y complicidad. Contesté a la llamada  y puse el modo de manos libres para que mi chico escuchase el sonido que subía de la piscina.. Marc me dijo que estaban en una de las empresas que habían ido a visitar, que tomaban un aperitivo y aprovechaba para llamarme a ver cómo estaba y si me aburría sola... Al oírle, don Alfonso me sonrió irónicamente haciendo unos gestos obscenos con los dedos. Yo le saqué la lengua en tono de burla y él se señaló el pene indicando dónde quería que pusiese mi lengua… Tapé el micrófono del teléfono y le musité la palabra “¡cerdo!” al Filósofo, que volvió a sonreír diciéndome que sí con la cabeza. Le contesté a mi chico que estaba bien, bañándome en la piscina y escuchando música con los auriculares. Me dijo que ya me volvería a llamar después del almuerzo, que le estaban preguntando una cosa, añadió para acabar que “hasta luego, cariño, te quiero, nena” y cerró la comunicación.

Volví a la cama. El Filósofo no dejaba de mirarme y me dijo que estaba deliciosa así, desnuda, sudorosa, despeinada y acabada de follar con el semen bajándome por los muslos.  Me senté encima de él, agarré su pene, y al sentirlo duro de nuevo, yo misma me lo introduje todo dentro de mí… Y empezamos de nuevo… El ritmo fue primero lento para disfrutarlo más, pero fue aumentando a medida que mi excitación y la de él era superior… Y más, y más, y más… Hasta que de nuevo don Alfonso empezó a gemir y dar saltos, y yo con él, notando de nuevo en el interior de mi vagina la sensación de la presencia del líquido caliente escapándose muslos abajo… Por lo visto, aún le quedaba… Y nos fuimos calmando lentamente, me aparté y me quedé estirada en la litera, a su lado…

Poco después, el Filósofo se puso de pie, nos besamos y nos abrazamos, vi que la sábana de la cama estaba manchada y húmeda de la crema con la que él me había untado antes de follarme mezclada con sudor y semen. Don Alfonso me sonrió, me agarró de la mano y, desnudos los dos, me llevó hasta el baño de la habitación No nos hacían falta las palabras, abrió el agua caliente y estuve un largo rato dejando correr el agua tibia por mi cuerpo mientras él me enjabonaba y me acariciaba… Luego, el Filósofo me secó con una toalla, volvió a abrazarme y besarme hasta que de nuevo su pene se puso bravo pidiendo guerra, por lo que me arrastró ansioso de nuevo hasta la cama, me acostó  en ella boca abajo, y se echó rápidamente otra vez encima de mí. Me agarró, me volvió a follar, esta vez mucho más lentamente, por detrás, en la postura de los perros, por un momento temí que me cogiese por el culo, Marc eso no me lo ha hecho nunca, pero don Alfonso tampoco, me metió el pene en la vagina como antes,  pasamos los minutos disfrutando mucho más, agarrándome los pelos a la altura  de la nuca y tirando de mi cabeza hacia atrás mientras me follaba con un ritmo cada vez más enérgico, hasta llegar al final exasperados y enloquecidos… Y los dos, casi al mismo tiempo, nos dormimos abrazados, rendidos y agotados, pero extremadamente perturbados por la loca mañana que acabábamos de compartir, él satisfecho y complacido, yo angustiada por lo que acababa de hacer y vivir, pero desconcertada por lo bien que me sentía…

Al mediodía,  deseando ya sólo descansar para agarrar fuerzas y recuperarme de mi aspecto agotado y extenuado, me vestí y dejé al Filósofo roncando estrepitosamente mientras salí con disimulo de que no me viese nadie de su habitación y me dirigí a la mía. Me duché, me puse el bikini y una camiseta y bajé a la piscina dónde me encontré con las otras parejas del grupo que se había ido a las visitas profesionales con mi chico. Hicimos que nos sirvieran el almuerzo en las mesas de la piscina, y entonces apareció don Alfonso, bien peinado y elegante con un bañador amplio, una camisa hawaiana y unas cómodas sandalias protegiéndose del sol con un gorro de béisbol y unas gafas ray-ban de moda retro.  Mientras departía con nosotras, como un pavo real en el harén, nos sonreímos él y yo disimuladamente con complicidad cuando volvió a sonar mi teléfono y volví a hablar con Marc, mi chico, que dijo que ya acababan y empezaban a volver.

En el resto de días que estuvimos en el hotel, no pudimos el Filósofo y yo encontrarnos de nuevo para follar como locos como aquella mañana, no pude volver a separarme de mi chico… Pero no importa, ahora ya hemos vuelto a Badalona, nuestra ciudad, Marc trabaja todo el día en la empresa de don Alfonso, y él me ha llamado esta tarde para encontrarnos mañana por la mañana en un apartamento que tiene alquilado en la Rambla de Badalona, de cara a la vía del tren y la playa. No sé si podré dormir esta noche pensando en todo lo que podemos hacer el Filósofo y yo solos con casi todo el día a nuestra disposición en su cama. Me doy cuenta de que me estoy volviendo muy perversa, incluso me excita la idea de que don Alfonso me esté follando mientras yo atiendo en mi teléfono una de las cariñosas llamadas habituales de Marc. Y le quiero, no voy a romper con él, pero mi aventura con el Filósofo y el placer salvaje que me hace sentir es una cosa muy diferente que no tiene absolutamente nada que ver con la relación con mi chico. No sé cómo os lo puedo explicar, mi cariño por Marc no es lo mismo que el sexo brutal que me hizo disfrutar don Alfonso cuando me folló en el hotel y del que espero ansiosa volver a gozar mañana durante todo el día…  

Me imagino lo que pensáis de mi, tal vez lo sea, creo que no, sólo he descubierto que me encanta que me cojan los hombres de cualquier edad. Ya me lo dijo aquel día con una risa perversa en la cama del hotel don Alfonso mientras me follaba, que las nenas guapas como yo lo mejor que podemos hacer es cerrar los libros y abrir los muslos, que así no perderemos el tiempo en cosas inútiles y aprenderemos mucho mejor las cosas que en realidad valen la pena y nos van a ser útiles en la vida. Pero, en todo caso,  no me importa, supongo que esto lo he heredado de los genes de mi mamá…