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El Marrajo, el Pirata y las Lobas de la Noche

en Sexo con maduros

El Marrajo, el Pirata y las Lobas de la Noche

El morboso verano de Ruth y Laia, de ingenuas  desvirgadas a la luz de la Luna en la playa, a excitantes lobas de la noche, transformadas finalmente en deliciosas fresas con nata devoradas por un hambriento tiburón y un  pirata depredador.

Relato de Ruth

“…Yo gemía, cada sacudida, cada empujón violento del pene de Ronald hacia las profundidades de mi vientre sacudía mi cuerpo, me arqueaba  en unos espasmos violentos, me quejaba, lloraba de maltrato y placer, y el chico se excitaba cada vez más con mis gemidos, rugía como una fiera en celo, apretaba mis tetas con sus manos, transformadas en garras, mordía mis hombros, mi cuello, con la fuerza del vampiro hasta casi hacerme sangrar, y cuando yo gritaba de terror al sentir que sus dientes casi se clavaban en mi piel,  me tapaba la boca con la mano y lamía mi cara para tranquilizarme, me besaba más suavemente,  pero enseguida volvía al ataque, la bestia que ahora era Ronald mugía fuera de sí, yo instintivamente entrelacé mis piernas en su cadera y apreté mis muslos contra él… Sí, los dos sudábamos ya copiosamente a pesar de la brisa fresca marina de la noche de Junio, jadeábamos, gemíamos, gritábamos, y nuestros sonidos se debían confundir con los que emitían la otras parejas, Irene y Ricky, Laia y Manolito, que también follaban desesperadamente a nuestro lado…”  (Fragmento del relato anterior sobre Ruth y Laia “Desvirgadas a la luz de la Luna en la playa”,  publicado en TodoRelatos “Primera Vez”  el 22 de Junio de 2011).

Han pasado dos meses desde aquella noche de Junio en la que los chicos nos desvirgaron en la playita de Montgat.  Las vacaciones nos dispersaron, Ronald se fue a ver a su familia en la República Dominicana, Irene a un crucero por el Mediterráneo con sus padres y después a un hotel de Menorca, Manolito debe estar todavía bañándose en las playas de Matalascañas, en Andalucía, Laia dos semanas con sus papás a un apartamento en Palamós, y yo, Ruth,  he estado veinte días viviendo con mi tíos en su piso de la calle Huertas de Madrid, muy cerquita de la Puerta del Sol. He ido casi todos los días con mis primas a la piscina municipal de la Casa de Campo de Madrid. A mediados de Agosto coincidimos en Masnou sólo Laia y yo, ya habíamos vuelto, los demás estaban todos fuera todavía. Lo primero que hicimos fue ir a bañarnos juntas a la playita de Montgat en la que Manolito la había desvirgado a ella  y Ronald a mí.  Nos divertimos mucho recordando todo lo que pasó aquella noche, yo le expliqué las veces que Ronald y yo volvimos a estar juntos, y Laia me reveló que Manolito y ella habían follado juntos también otras veces. Decidimos ligar con otros chicos y pasarlo todo lo bien que pudiésemos antes de volver a clase, y Laia me dijo:

-Tenemos que ir a las discos y transformarnos en Lobas de la Noche…

Yo reí y la abracé, y así decidimos salir a bailar y divertirnos el viernes a la zona de discotecas de Barcelona del barrio de Marina, que tiene fama de ser muy fuerte, y así estrenar nuestro nuevo papel de Lobas de la Noche.  Le dije a mis papás que el fin de semana no marcharía con ellos al apartamento que han alquilado en Calella de Palafrugell, porque me iría con Laia a celebrar el aniversario de una prima suya con una fiesta en la casa de esta, y después nos quedaríamos a dormir allí mismo. De esta forma mis padres se fueron y la casa quedó toda para mí hasta que volviesen el domingo por la tarde. Laia también estaba sola en su casa, sus papis se habían ido a pasar unos días en una estación termal de Andorra, en los Pirineos.

Éste es el relato de todo lo que nos sucedió aquella noche.

Zona de discotecas y bares musicales del barrio de Marina de Barcelona, viernes 2 de Septiembre de 2011.

El Tiburón Marrajo o Mako (Isurus Oxyrinchus) es un gran tiburón con el cuerpo robusto, macizo y muy hidrodinámico. Es un poderoso y veloz cazador de todo tipo de presas; su dieta consiste en peces, calamares, otros tiburones, tortugas marinas, marsopas, delfines e incluso se han dado casos de ataques a pequeños cetáceos debido a su gran tamaño y agresividad

Al final intentamos entrar en una de las principales discotecas de aquella zona de ocio de Barcelona. Había una gran cola y aglomeración en la puerta, era una noche en la que habían anunciado un desafío de dj’s de estilos rock, technopop, hip-hop y punk-house. Vimos que era imposible entrar, y  ni lo intentamos, empezamos a caminar a ver si encontrábamos otro local. Entonces se nos acercaron dos hombres de aspecto muy duro que estaban apoyados en la pared de la discoteca cerca de un coche deportivo rojo. No eran jóvenes para nada, pero iban vestidos con tejanos claveteados, camisetas negras y botas.

-Eh, nenas, ¿Donde vais? ¿No os quedáis? -nos dijo, con acento latino el más alto y fuerte, un hombre atlético y musculoso, de más de cuarenta años, con los tejanos apretados, una camiseta negra sin mangas decorada con las letras del grupo ACDC, unos bíceps enormes completamente tatuados, unas muñequeras de cuero negro, un pendiente en la oreja izquierda y un cráneo completamente rapado al cero. A su lado, el otro hombre, más bajo y con una barriga claramente marcada, vestía igualmente tejanos y una camiseta con dibujos de otro grupo musical que no conozco muy bien y un signo de interrogación muy grande. Llevaba barba de unos días, y un pelo canoso largo recogido en la nuca con una coleta al estilo pirata.

Los dos impresionaban, tenían todo el aspecto de ser gente peligrosa, pero nosotras no nos sentíamos intimidadas por nada. Le susurré al oído a Laia:

-Mira, dos lobos que se creen que ya han pillado dos ovejitas…

Yo miré fijamente al hombre que había hablado y le contesté:

-Es imposible entrar, ya se ve, estaríamos dos  horas o más antes de que nos tocase, buscaremos otro lugar.

-¿Queréis entrar aquí, bonitas? –volvió a decir el hombre de cráneo pelado.

-Queríamos, pero no se puede, ya lo ves.- contesté, tuteándole como él a nosotras

-Bueno, nenas, podemos arreglarlo si queréis. Nosotros somos amigos de los amos de la casavamos a entrar por la puerta de atrás. ¿Queréis venir con nosotros? Un minuto y estaréis dentro, preciosas.

Laia y yo nos miramos, consultándonos con la mirada. Bueno, sería chulo pasarse toda la cola entrando con aquellos hombres y, además recordamos que habíamos decidido ser Lobas de la Noche. Y los lobos y las lobas no tienen miedo a nada ni a nadie. O sea, que aceptamos. Les hicimos un signo de asentimiento a los dos hombres.

-Vale, perfecto, pues vamos. – le dije al hombre de los brazos tatuados.

Me miró sonriente, y me tomó de la mano, llevándome hacia una pequeña puerta que había justo al doblar la calle. El otro hombre, el de barriga y pelo recogido en coleta, se llevó a Laia, como si ya se hubieran emparejado de forma rápida cada uno con una de nosotras. Evidentemente, el de cabeza rapada me había elegido a mi, lo que no me extrañó, ya sabéis que soy la más guapa de mi grupo de amigas. Y a Laia parece que le tocan siempre parejas con barriga, como ya pasó con Manolito, el chico que la desvirgó, debe ser que tienen también su encanto.

Entramos, y enseguida estuvimos en la pista principal de la discoteca. Era alucinante. Estaba todo oscuro, porque en una especie de pasarela central bailaban unas chicas y unos chicos en tanga iluminados por unas luces centelleantes de color violeta brillante como las de la película Avatar,  mientras una serie de haces de rayos láser iban de una parte a otra del la sala. La música estaba a tope, ensordecía, y había cientos de parejas bailando de un lugar a otro de la pista, mientras el suelo parecía temblar de la intensidad del sonido. Los dos hombres no bailaban muy bien y, sonriendo, nos hicieron salir de la pista y nos llevaron hacia una especie de apartado en el que había una barra de bar y, aunque se dominaba toda la zona de baile, la intensidad de la música era menor y permitía hablar. Pronto tuvimos en la mano un vaso largo con unas frutas y un líquido de color verde transparente que parecía brillar reflejando las luces que se cruzaban. Era una bebida casi fosforescente que resultó deliciosa aunque bastante fuerte. Parecía llevar bastante menta.

-Brindemos con el mojito especial  de la casa –dijo, levantando el vaso, el gigante de los tatuajes que estaba a mi lado. Mientras bebíamos los cuatro, noté por primera vez la mano del hombre depositarse en mi cintura. Me estremecí, pero aguanté, ya no era una virgencita inocente temerosa de cualquier macho atraído por mi cuerpo. Ya sé las sensaciones que despierto en los hombres, con Ronald lo aprendí muy bien. No les tengo ya ningún miedo, me encanta saber lo que hay detrás de su mirada cuando se cruzan mis ojos con los suyos. Y no dejaba de mirarme, yo llevaba unos pantaloncitos muy cortos, con todos los muslos al aire, una camiseta azul celeste justo por encima del ombligo que me sienta muy bien y unas botitas marrones hasta un poco más arriba de los tobillos. Laia iba más o menos igual, unos pantaloncitos igual de mínimos que los míos, una camiseta blanca con un dibujo dorado y unas sandalias de tiras de cuero al estilo romano. Yo llevaba el pelo suelto y liso hasta media espalda y Laia lo había recogido en una especie de moño por encima de su cabeza.

Bebimos, y estuvimos un rato hablando. Así supimos que el hombre de aspecto tan duro que espontáneamente se había emparejado conmigo, es un colombiano que lleva unos diez años viviendo en Barcelona. No me quiso decir su edad y dijo que no quería saber la mía. Tampoco me dijo su nombre real completo, sólo que su nombre de pila es Walter pero que todo el mundo le conoce como el “Marrajo”, que, según él, es un tiburón muy peligroso, “igual que yo”, añadió riendo mientras me miraba cada vez con más descaro. El otro hombre, su amigo de barriga destacada y pelo recogido en coleta en la nuca, tampoco nos dijo su edad, pero supimos que es de aquí, que nació y vive en la zona antigua del barrio marinero de la Barceloneta, que su nombre de pila es  Toño, un diminutivo de Antonio,  pero todo el mundo le llama el  “Pirata”. Nos dijeron que son socios y tienen algunos bares y otros negocios en diferentes lugares de la costa. Aunque teóricamente allí dentro está prohibido, el Marrajo encendió un cigarrillo y me tiró provocadoramente el  humo a la cara. Yo resistí y le aguanté la mirada. Y le oí decir, con voz insinuante:

-Mirad, nenas, aquí hay mucho ruido y mucha gente, esto es un palo. Tengo una amiga que está dando una fiesta de cumpleaños alucinante  en su local, muy cerca de aquí. Será mucho más divertido, lo pasaremos padre. Venga, vámonos. ¿Queréis?

Laia me miró interrogante dudosa. El Pirata le estaba acariciando el hombro. Yo dudé un momento, no sabía dónde nos iban a llevar y acabábamos de conocer a los dos hombres, pero recordé que habíamos decidido ser intrépidas Lobas de la Noche, y no me iba a acobardar enseguida en la primera aventura que nos salía. Así que miré a Laia, hice un encogimiento de hombros despreocupado, y le contesté al Marrajo:

-Bueno, vale, ¿Porqué no? Vamos.

-Perfecto, nenas, así me gustan las mujeres, que no se corten por nada. OK, vamos allá, apúrense, lindas. –dijo el Marrajo

Salimos del local. Subimos al auto deportivo rojo del Marrajo y arrancó, pero enseguida, dos o tres minutos después,  encontró un hueco y estacionó junto a los coches que había delante de una especie de hangar o antigua fábrica en una zona industrial a esas horas desierta. Unas luces tenues de neón rojo y verde iluminaban lo que parecía ser la puerta de entrada. El hangar, visto desde fuera, tiene una planta baja y un primer piso, pero sin ninguna obertura al exterior, con todas las  ventanas cegadas por persianas. En la puerta, enfocada por dos cámaras laterales de video,  un letrero de luz violeta decía “RDVFK’2012” Al acercarnos, sin haber llamado, la puerta se abrió y un empleado de facciones chinas acompañado de un vigilante de seguridad de aspecto intimidante se nos acercó. Reconoció enseguida al Marrajo y al Pirata, y, mirándonos también a nosotras de forma inescrutable  dijo:

-Bienvenidos al  RDVFK, señores y señoritas, pasen y diviértanse.  Los señores ya conocen las costumbres del local, por supuesto.

El empleado abrió una segunda puerta, entramos y, de golpe, nos vimos dentro de un mundo indescriptible. Era parecido a la discoteca en la que habíamos estado antes,  pero de mucho menos tamaño y con un ambiente que superaba toda nuestra imaginación. Oscuridad general con relámpagos psicodélicos, luces rojas, azules, verdes, violetas, moviéndose por la pista y las zonas de mesas y sillones, música de orquesta, hombres, mujeres, chicos, chicas, de todas las razas y edades bailando o hablando con muy poca ropa o incluso desnudos del todo. A  Laia y a mi nos parecía estar soñando, dentro de una alucinación, nos pareció ver en un sillón un hombre de color desnudo follando abrazado a una chica de más o menos nuestra edad, en la barra había dos chicos besándose. Pero era real, se acercó el Pirata con cuatro vasos largos en la mano, ahora la bebida era de color rojo con cubitos de hielo y frutas en su interior, era algo amarga y más fuerte que el mojito verde anterior pero muy buena y fresquita, pasaba como si fuera agua. El Marrajo me llevaba por el local  agarrada por la cintura, igual que el Pirata a Laia. Un empleado se acercó a recoger los vasos ya vacíos al tiempo que le daba al Marrajo una bolsa de plástico con algunas cosas en su interior que no pude ver.

Al final llegamos a un rincón en el que una escalera parecía llevar al piso superior. Había una pequeña barra de bar atendida por una espectacular chica rubia de aspecto nórdico o ruso en tanga, con unas flores fosforescentes tatuadas o pintadas por todo el cuerpo, que sonrió al ver a nuestros acompañantes y nos dirigió una furtiva mirada pícara a nosotras.

-Bienvenidos, señores Walter y Toño. Desean ir arriba, como siempre, imagino. –dijo la muchacha, con acento extranjero.

-Sí, cariño, -contestó el Marrajo-, estás guapísima hoy, si no viniésemos con estas amigas –nos señaló a nosotras- ya sabes, encanto…

La muchacha del tanga volvió a sonreír mientras el Marrajo y el Pirata la besaban en los labios.

-Aquí tienen la llave de la 11 y la 12, son de las que se comunican por una puerta interior, ya las conocen…

El Marrajo tomó la llave y vi que le dio un billete de veinte euros a la chica, que se lo guardó con cara agradecida. Imaginé que era una especie de propina para ella,

-Los señores ya saben, si necesitan algo, llaman al pulsador y acudirá nuestro personal.

-Tranquila, cariño – dijo el Marrajo – ya lo sabemos, guapa.

Y los dos hombres nos hicieron empezar a subir la escalera hacia el enigmático primer piso. Junto a la escalera dos puertas indicaban la existencia de unos lavabos y duchas.  Había luego un largo pasillo iluminado tan solo por unos neones verdes. Parecía ser la zona de despachos y oficinas de la antigua empresa que ocupaba aquel hangar. El Pirata introdujo una llave en la puerta 11 y entramos. Encendieron la luz, eran también unos neones mortecinos, pero estos de color rojo. Si, era evidentemente un antiguo pequeño despacho habilitado como muy sencilla habitación. Una cama, una mesilla de noche, dos sillas, un colgador para poner la ropa. Una ventana con la persiana completamente cerrada. El Marrajo abrió la puerta que comunicaba la habitación con la contigua, la 12, y la dejó abierta. Miré la habitación 12, era exactamente igual que la 11. En las dos había una extraña fragancia, cómo si las hubiesen perfumado con una intensa fragancia a bosque o a flores que te hacía sentir como en una especie de nube flotante.

Nos sentamos en la 11, Laia y el Pirata en las dos sillas, el Marrajo y yo en el borde de la cama. Hablamos un largo rato, pero en realidad no recuerdo bien la conversación, creo que sobre todo explicamos cosas de nosotras, yo expliqué que salía con un chico dominicano, Ronald, pero que ahora él estaba de vacaciones en América con su familia. El Marrajo me miraba sonriendo, parecía que le gustaba que yo tuviese un noviete.  Laia explicó cosas suyas con Manolito, creo que incluso habló de aquella noche del mes de Junio en que ella, Irene y yo estuvimos por primera vez con los chicos en la playita de Montgat, pero no lo recuerdo bien. Eso sí, me parece que ellos nos hacían hablar a nosotras, pero no explicaban nada de cosas suyas ni de su vida o trabajo. Tocaron un botón de la pared y se empezó a oír muy suavemente una música cálida y tranquila de estilo caribeño o parecido. El Marrajo encendió dos cigarrillos y me dio uno a mí. Yo había fumado muy poquitas veces, pero me di cuenta de que tenía que hacer lo mismo que él, y le fui dando caladas al cigarrillo, que tenía un sabor y olor tan intenso y diferente del tabaco habitual que fumaban mis amigos y amigas que me hizo toser un par de veces al tragarme el humo. El Pirata había hecho lo mismo, y él y Laia también fumaban mientras hablábamos.

No sé ahora cuanto tiempo pasó, pero recuerdo que el Pirata tomó algo de la bolsa de plástico que el Marrajo había dejado sobre la cama y se llevó a Laia hacia la otra habitación. La miré, ella me sonrió con la mirada un poco perdida y la vi desaparecer en la estancia contigua con el Pirata, que entornó la puerta de comunicación sin llegar a cerrarla del todo. Entonces me di cuenta de que el Marrajo se había puesto en pie y se estaba quitando la camiseta. Yo le mantuve la mirada, las lobas de la noche no  tememos a los tiburones. Vi que el tatuaje del brazo se extendía a gran parte del pecho. Me acerqué a él e hice lo mismo que aquel día  que conocí a Ronald en la playa, pasé mis dedos por el dibujo de la piel del hombre. El Marrajo me acarició la cara y bajó las manos por mis cabellos hasta la espalda, me acarició la cintura y subió las manos levantándome la camiseta para sacármela. Yo puse mis brazos hacia arriba mientras la camiseta abandonaba mi cuerpo, y mis tetas quedaban al descubierto, porque no utilizo sostenes. El Marrajo me apretó contra él, aplastando mis tetas contra su pecho, me agarró por la nuca y me besó. Sentí su lengua entrar en mi boca y me aparté suavemente.

El Marrajo se quitó las botas y los calcetines, se desabrochó el cinturón claveteado y se bajó los tejanos. Su estómago es plano y fuerte, con los músculos bien marcados, y los muslos poderosos de un hombre que debe dedicar bastantes horas en el gimnasio a cuidar su forma física. Llevaba un slip negro que revelaba unos órganos sexuales de gran tamaño, tanto el pene como los testículos. Yo me senté en la cama, me quité las botitas, me bajé los pantaloncitos y me estiré en las sábanas casi desnuda, cubierta sólo por el tanga violeta que apenas tapaba mi sexo. El Marrajo me continuaba mirando sonriendo, y se notaba que su pene cada vez ocupaba más espacio en el interior de su slip. Pero yo no tenía miedo, ya no era una virgen temerosa, y el pene de Ronald también era grande, aunque, por lo que veía, mucho menos que el del Marrajo. Agarró la bolsa de plástico, y sacó un espray y una pequeña terrina, que depositó junto a mi cabeza en la almohada. Con un gesto rápido y enérgico se bajó el slip, liberando sus genitales. Bueno, yo conocía los de Ronald, pero es verdad que me quedé impresionada y sentí por primera vez aquella noche de mi estreno como loba una cierta inquietud o temor al ver un pene tan grande.  

Delante de mí, al lado de la cama, se dibujó a mi lado el cuerpo desnudo del Marrajo, de pie a la altura de mi cara. Se le veía hasta la mitad de los muslos, iluminado sólo por la tenue luz de la habitación. Me fijé de nuevo en su pene, ahora ya muy cerca de mi, recto y enorme. En la ingle, junto al sexo, llevaba un tatuaje que representaba un tiburón, supongo que un marrajo. Nuestros ojos se cruzaron de nuevo, y él sonreía y me miraba con  fuego en los ojos.

Se inclinó sobre mí, tomó el espray que había dejado en la almohada y empezó con cara divertida a llenarme el cuerpo con una espuma blanca. Me alarmé, hasta que me di cuenta de que era nata azucarada. El Marrajo me fue llenando el cuerpo de nata, la cara, el cuello, las tetas, el vientre, los muslos, las piernas, los pies, el sexo… Con los dedos hasta me introdujo un poco de nata dentro de la vagina y yo me puse a mil. Entonces se embadurnó su pene y los testículos de nata, dejó el espray y abrió la cajita que también antes había dejado en la almohada. Vi con sorpresa que sacaba unas fresas, y me enganchaba una en la frente, otra en los labios, una en cada pezón, una en cada muslo y en cada pie, y, finalmente, la más grande me la dejó en la entrada de la vagina...

-Cariño, pues va ser que esta noche se me antoja devorar una tarta de nata y fresas, mi favorita, niña, y resulta que esa tarta eres tú, o sea que yo ahora, ñam, ñam, ya sabes, muñeca… –me dijo con voz muy burlona el Marrajo abalanzándose sobre mí.

El hombre se arrodilló a mi lado y empezó a lamerme la nata que había esparcido por todo mi cuerpo. Yo sentía un placer indescriptible al sentir su lengua pasearse por todos los rincones de mi piel. Y, poco a poco, iba mordiendo las fresas y la carne que tenían debajo y se las iba comiendo. Nunca me había imaginado yo a mi misma como una tarta de fresas con nata devorada por un maduro y experto seductor. Cuando se comió las fresas de mis tetas me mordió los pezones, y yo dejé ir un extraño grito que era más de placer que de dolor, mientras notaba que se erguían y endurecían como cuando Ronald se dedicaba a jugar con ellos. Y cuando se comió la fresa de la entrada de la vagina, introdujo su lengua y lamió el interior de mi sexo dando un pellizco al clítoris. Yo gemí y me estremecí, mientras él se arrodillaba y se sentaba encima de mí con el culo en mis tetas y su pene y testículos en mi cara. Se enganchó algunas fresas, una de ellas precisamente en la punta del pene, ý yo entendí perfectamente lo que tenía que hacer, ya una vez Ronald me obligó a hacerle lo que él llama “una mamadita”. Puse mi boca en el pene del Marrajo, sorbiendo la nata y con ella la fresa que mastiqué, y poco a poco fui devorando las otras fresas mientas lamía su pene y sus testículos hasta dejarlos casi libres de la nata que los había impregnado.

Entonces sentí que  el Marrajo me tomaba una de las tetas y la apretaba con fuerza con  la mano. Volví a gemir, y él, entonces, se deslizó encima de mí cubriéndome con todo el peso de su cuerpo. Me besó, apretó sus labios en los míos, sentí el gusto al extraño tabaco y a alcohol de su aliento dentro de mi boca, le dejé que continuase besándome y mordiéndome, luego apreté mis labios en los suyos y el aprovechó de nuevo para introducir su lengua en mi boca recorriendo mis dientes y acariciando mi lengua. Hice un gesto para separar mi boca de la de él, pero el Marrajo me sujetó la cara con las manos e impidió que me moviese. Al tiempo que me besaba, empezó a acariciarme de nuevo los muslos, por fuera y luego por la parte de dentro, me gustó mucho sentir su mano caliente allí, y luego sentí sus dedos moviéndose encima de mi sexo, introduciéndolos poco a poco en mi vagina jugando con el clítoris… Yo jadeaba y no dejaba de gemir de placer.

Noté que me separaba completamente los muslos y se colocaba en medio, a mi me gustaba mucho sentir su peso encima de mi, su vientre aplastado en el mío, -allí notaba que estaba también el pene del Marrajo-, su pecho oprimiendo mis tetas…  Sudaba, yo también me movía aunque su cuerpo pesaba bastante encima del mío…Y sentí, de golpe, que algo se metía en mi sexo, algo se metía en mi vientre…. Algo empezaba a entrar en mi cuerpo…Pensé que eran sus dedos el Marrajo, como antes, pero, no, no podía ser, claro, sus dos manos estaban en mi cuerpo, .aquello era ya aquel enorme pene  que salía del vientre del Marrajo…  ¡Era su pene entrando en mi vagina!  Sí, me estaba metiendo el pene, noté que se abría paso, estaba entrando en mi sexo, era algo enorme y muy caliente, duro y suavemente deslizante por la nata,  se estaba introduciendo en mi cuerpo cada vez más, estaba a veces quieta, le dejaba hacer. Y a veces le besaba y abrazaba. El Marrajo acabó de meter todo su miembro dentro de mi, me lo clavó hasta lo más hondo, de hecho era la primera vez que lo hacía con un hombre como aquel, no con un chico como Ronald…

El Marrajo dejó ir una especie de rugido para celebrar el momento en que me acababa de penetrar, me besó en la boca, buscó mi lengua hasta morderla, me lamió la cara, me mordió el cuello, me chupó los pezones, me hizo todo aquello que había antes notado que me gustaba que hiciese, y empezó a moverse arriba y abajo, y yo notaba que su pene, entraba y casi salía de mi sexo, entraba y salía, entraba y salía, penetraba más profundamente y casi volvía a salir… Notaba un gran placer cuando volvía a meterla hasta el fondo, me di cuenta de algo nuevo fantástico y espantoso: a mi me gustaba con locura sin precedentes sentir su pene dentro de mi vagina, era como un picor muy agradable notar el miembro del hombre moverse adelante y atrás dentro de mi vientre, especialmente cuando parecía llegar al fondo, el leve dolor se mezclaba con algo muy agradable que me dejaba sin respiración, yo notaba todo el peso de su cuerpo encima del mío, moviéndose arriba y abajo, moviéndome a mi al moverse él, se aplastaba contra mi, se movía, me continuaba besando, mordiendo, me gustaba, y yo, y yo… Me sentía en lejanos planetas en los que mi excitación y placer eran infinitos…

De pronto, sentí un gemido, como una queja que venía de la otra habitación, era la voz de Laia, una especie de gemido seguido de un grito de dolor y unos chillidos que cesaron enseguida,  y me di cuenta de que el Pirata ya se la había metido en ese momento, la acababa de penetrar, tal vez le había hecho  más de daño que el Marrajo a mí porque ella estaba acostumbrada al pene de Manolito, de tamaño muy inferior al de mi Ronald y al del Pirata que, según me explicó después, se parecía en tamaño al del Marrajo que yo tenía dentro del vientre … Iban más retrasados que nosotros, tal vez el Pirata se había deleitado más lamiendo su tarta de fresas con nata y por eso había tardado más en metérsela a Laia que el Marrajo a mi …

Sí, seguro que el Marrajo y el Pirata estaban disfrutando como dioses con nosotras, follarse unas guapas adolescentes sin que nos quejásemos, sin que nos sintiésemos violadas para nada, no era lo mismo que hacerlo con sus habituales putas guerreras… Laia volvió a gritar, me imagine al Pirata moviéndose encima de ella igual que el Marrajo estaba haciendo encima de mi, seguro que le hacía lo mismo, metérsela y casi sacársela, metérsela más adentro y afuera otra vez, adentro y afuera…  Laia gimió de nuevo, pero ahora era una especie de ronroneo como el de una gata…  Yo noté entonces como si el pene del Marrajo me atravesase el vientre con un empujón más fuerte que los anteriores y también grité, cosa que pareció agradar mucho a mi tiburón. La verdad era que todo aquello era fantástico, y que nunca me había sentido tan súper-excitada como notando el miembro del Marrajo moverse dentro de mi cuerpo apretando cada vez más…  Me abracé al Marrajo, que continuaba moviendo su pene dentro de mi vientre cada vez más salvajemente, respiraba como si le faltase aire, le besé, le mordí el cuello, apreté su culo contra mi vientre, casi hasta hacerme cada vez más daño cuando me clavaba el pene, me moví arriba y abajo, adelante y atrás, acompasando mis movimientos a los suyos.  Era formidable, sí, su miembro no dejaba de moverse dentro de mi, frotándose contra las paredes de la vagina y presionando el fondo, entrando y saliendo, entrando y saliendo, el hombre jadeaba, me miraba, cerraba los ojos, me bañaba con su sudor, yo también sudaba, me gustaba mucho, no puedo explicar mejor cómo disfrutábamos los dos…

Inesperadamente, de golpe, como un relámpago, el Marrajo dejó ir un gemido más alto, un grito que pareció un aullido desesperado, como si algo explotase dentro de él…  Se quedó quieto un momento, su cuerpo se puso como rígido, como duro como si todos sus músculos tuviesen un calambre, y luego empezó a moverse frenéticamente, muy acelerado, a mi me gustaba mucho, ni él ni yo podíamos respirar, su pene entraba y salía de mi sexo a gran velocidad, él me movía y me aplastaba como si veinte elefantes furiosos saltasen encima de mi, pero cada vez me gustaba y disfrutaba más… El Marrajo empezó a aullar más alto,  como si se ahogase, y yo noté entonces que cada vez que ahora él pegaba un nuevo salto hacia adelante, clavándome el pene hasta el final, un líquido muy caliente, su semen,  me entraba a borbotones, como una brotase de una fuente que estaba inundando el interior de mi vientre, me notaba mojada, sudaba, yo también aullaba de placer… Clavé mis uñas en el cuerpo el Marrajo y también exploté, me quejé, me puse a jadear, grité,  me moví tan rápidamente como él, le besé, le mordí… Era como si mil demonios de fuego explotasen dentro de mí, no podía respirar, y aquello seguía, seguía, ahora era yo quien movía al hombre al moverme en espasmos casi epilépticos de placer… Hasta que me di cuenta de que estaba empezando a quedarme quieta, en reposo, poco a poco, y al final ya casi no me movía, el Marrajo ya estaba como paralizado encima de mí, aplastando mi cuerpo con el peso del suyo, a los dos nos costaba respirar, estábamos bañados en sudor… Y se oían gritos y gemidos en la habitación de al lado, el Pirata y Laia estaban viviendo las mismas sensaciones de agonía, placer y vida que el Marrajo y yo…

Después yo le acaricié la cabeza, me notaba mojada por dentro y por fuera, un líquido caliente se movía en mi vientre y bajaba por mis muslos mezclándose con el sudor que nos bañaba como si estuviésemos en el interior de una piscina, él estaba como dormido, como muerto, encima de mi, pero no me molestaba, que me gustaba sentir el peso de su cuerpo encima del mío aunque me ahogaba al impedirme respirar y recobrar el aliento…

Y, al lado, todavía se oía al Pirata y a Laia gemir, gritar, jadear, mover la cama haciéndola crujir como nosotros antes, ahora ellos también estaban explotando como nosotros hacía unos momentos, el Pirata estaba eyaculando dentro de Laia, a ella le parecía estar gustando tanto como a mí… Es completamente imposible que más… Después todo fue quedando poco a poco en silencio, ya no habían ruidos ni crujidos de camas, continuaba la luz iluminando tenuemente la habitación,… Se oía nuestra respiración, el Marrajo estaba medio dormido, yo casi también…  Le aparté poco a poco, hice que se pusiese de lado para poder respirar mejor, su peso dejó de aplastarme, su pene abandonó mi vagina al ir cesando la erección y ablandarse… Se quedó pegado a mí, puso su mano en mi sexo y se dedicó a chuparme la teta que le quedaba más cerca de la boca, después la otra, yo, como le gustaba a Ronald que le hiciese cuando follábamos, tomé el pene del Marrajo con la mano, apreté sus testículos…  A él le gustó porque dejó ir una especie de ronroneo de animal satisfecho,  giró su cara para buscar la mía y besarme sin la desesperación de antes, su aliento daba en mi cuello, el calor de su cuerpo cubría de lado el mío, llevó su mano a mi sexo y la dejó allí jugando con sus dedos dentro de mi vagina,  apretando y mordiéndome las tetas…

Una media hora después entraron Laia y el Pirata desnudos en nuestra habitación. El hombre llevaba a mi amiga agarrada por la cintura y le iba tocando las tetas y dándole besitos en la boca. Laia iba con todo el cuerpo lleno de restos de nata, supongo que igual que yo, y de su vagina goteaba semen hacia los muslos. Tomamos los cuatro unos albornoces que estaban colgados en unas perchas en las dos habitaciones, y salimos al pasillo para ir a los cuartos de baño a limpiarnos el sudor, el semen, la saliva y los restos pringosos de la nata y las fresas mezclados con todo ello… Estábamos los cuatro realmente asquerosos, pero el Marrajo me lamía y parecía encantarle el sabor de  mi cuerpo. En el pasillo nos cruzamos con hombres y chicas desnudos que iban o venían de los baños o de la orgía general que parecía haberse desencadenado en el piso inferior. En el baño en el que entramos un hombre negro de mediana edad muy grueso y con una poblada barba se estaba follando contra la pared a la chica rubia de aspecto nórdico o ruso que nos había entregado las llaves de las habitaciones, completamente desnudos los dos. Les ignoramos y nos colocamos los cuatro dentro del baño abriendo el agua caliente de la ducha y limpiándonos a fondo jugando a besarnos y tocarnos, especialmente al Pirata parecía hacerle bastante ilusión ahora mirarme y frotar su pene contra mi culo y pellizcarme las tetas, aunque el Marrajo hacía cosas similares con Laia.

Después de ducharnos y lavarnos con mucho jabón, nos pusimos los albornoces y volvimos a la habitación. Nos vestimos, dejamos las llaves de las habitaciones colocadas en las puertas y los hombres nos llevaron por una puerta del fondo del pasillo que conduce del primer piso a una especie de escalera de emergencia y el exterior sin pasar por el piso inferior, del que llegaba humo de tabaco, gemidos, rumores de conversaciones y  una extraña música sincopada. Nos fuimos en el coche del Marrajo. Casi no hablábamos, tan solo ellos nos daban besitos y nos sonreían como burlándose de nosotras. Al despedirnos quedamos en encontrarnos al mediodía siguiente en la puerta de la estación del tren de Masnou, vendrán a buscarnos con el coche. .No sé si primero iremos a la playa o sí querrán que lo volvamos a hacer enseguida en  algún lugar al que nos lleven, la verdad es que tengo ganas de volver a hacerlo con el Marrajo, tengo que reconocer que he disfrutado más que con Ronald, tal vez por el morbo de que él sea un hombre de la edad de mi papá,  pero de un aspecto tan impresionante… Aunque tal vez quieran cambiar de pareja, por lo que vi cuando nos duchábamos, y el Marrajo se vaya con Laia mientras el Pirata me folle a mí…

Ya en mi casa, nos hemos explicado mutuamente todos los detalles de cómo nos han follado los dos hombres y  nos hemos reído abrazándonos mientras nos tomábamos un comprimido de ibuprofeno del botiquín de mis papás para calmar algunas molestias, estábamos bastante destrozadas, como si nos hubiesen dado una paliza o jugado un partido de rugby y tranquilizarnos un poco, estábamos muy excitadas y cansadas…

Septiembre de 2011