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Mi última acampada y mi primera vez (2)

en Bisexuales

Mi última acampada y mi primera vez (II)

Hace poco contaba en mi primer relato la primera inmersión que tuve en las relaciones sexuales con otro hombre.

Realmente nunca pude imaginar que llegaría a tener ese tipo de contacto, aunque no voy a negar que algunos de mis sueños eróticos fueran de ese tipo, pero yo tenía novia, que ahora es mi mujer y gozaba y gozo plenamente de las relaciones con ella, además me gustaban y gustan muchísimo las mujeres.

Lo cierto es que desde aquella acampada y durante muchos años no volví a tener relaciones con otros hombres (yo contaba con 18 años) y aún menos que éstas fuesen con Javier (que tenía 20) y que terminó casándose también y supongo que (al igual que yo) rememorando por las noches aquella maravillosa acampada.

Me sentía nervioso, por el estado en el que me quedé (viendo cómo sonaba el despertador al minuto de que Javier tuviera una corrida prodigiosa, mientras yo me tenía que conformar con su promesa de resarcirme en los dos días que duraría el trayecto) y también por la posibilidad de que mis padres hubiesen escuchado algo de lo ocurrido.

Durante el desayuno, todo fue bastante normal, mi madre aunque seguía indignada por ver cómo “dos tíos como dos castillos” dormían juntos en una cama de 0,80, estaba bastante jovial y no cejaba en su empeño de que nos fuésemos con el resto en autobús (nuestras respectivas novias y otros amigos) en vez de hacer el camino a pie.

Javier discutía con ella familiarmente e intentaba tranquilizarla en tanto yo hacía todo lo posible por pensar en algo desagradable para bajar del todo la erección, que aún mantenía mi polla como un bastón.

Nos dispusimos a partir hacia el primer punto donde haríamos noche.

La mañana de otoño recién entrado, era fresca y lloviznaba, por lo que tuvimos que echarnos la capucha del chubasquero y esto hacía difícil la comunicación mientras caminábamos, por tanto nos abstrajimos en nuestros propios pensamientos… y fue peor, al menos para mí, porque no dejaba de pensar en la pasada noche, en cómo disfruté metiéndome en la boca la polla de Javier y en lo que podría esperar de la siguiente, por ello, mi erección, lejos de bajar, aumentó hasta límites insospechados para mi.

Gracias a la poca luz del amanecer y a la llovizna, fue posible que ni Javier ni la poca gente con la que nos cruzamos repararan en mi abultada entrepierna (o al menos eso creía).

Estaba ansioso por llegar y plantar la tienda de campaña, pero nos esperaban muchos kilómetros por recorrer, así que me tuve que armar de paciencia.

Después de unos 10 kms. la llovizna comenzó a ser algo más fuerte, así que nos refugiamos bajo un puente de la carretera y Javier se volvió hacia mi, comentando que sería más prudente hacer “autostop” ese día:

– Así no llegaremos totalmente empapados… - dijo – …y además…- añadió, mientras me ponía la mano en el bulto que aún seguía enarbolando mi erección -… podré aliviarte antes..-

Estuve a punto de bajarme allí mismo la cremallera y sacarme la polla para sentir su mano directamente… pero apareció un coche que se incorporaba de un camino que no habíamos visto al lado del puente y Javier corrió al arcén para sacar el dedo e intentar que nos llevara unos kilómetros y… (- que mala suerte – pensé yo), éste se paró unos metros más adelante.

Agarramos las mochilas y salimos corriendo hacia el coche, cuando estuvimos a la altura, se bajó la ventanilla y una mujer, de unos 35 años pensé yo (aunque luego nos confesó tener 42), embutida en un chubasquero rojo largo hasta los pies, nos preguntó a donde nos dirigíamos.

Le informamos que hasta donde nos pudiese llevar por esa carretera, ya que el punto donde habíamos planeado acampar la primera noche estaba justo al final de ella.

- Si queréis, os puedo acercar hasta el mismo pueblo, porque voy hacia allí – respondió.
Así que metimos las mochilas en el maletero y montamos en el coche.

El viaje, que duró poco más de una hora, fue muy ameno, María (así se llamaba ella) resultó ser muy agradable y entablamos rápidamente una alegre conversación, nos comentó que tenía una casa en el pueblo y que se disponía a pasar el puente en ella.

Al llegar al pueblo, nos preguntó por lo que haríamos, si continuar el camino ya que habíamos ganado mucho tiempo y había dejado de llover o acampar hasta el día siguiente. Acordamos que lo pensaríamos tomando un café con ella en el bar más próximo para entrar en calor ya que estábamos aún mojados y la ropa (con nuestros cuerpos dentro) se había apelmazado
.
El café fue largo, tanto que cuando quisimos darnos cuenta ya era más de medio día y había que encontrar un sitio para comer o tomar un bocadillo en el mismo bar, además aún estábamos mojados, por lo que era buena idea aprovechar el sol durante el camino para secarnos.

– Si queréis, podéis acompañarme a casa y comer conmigo – dijo María,
- Tengo comida de sobra, estaría encantada de haceros un buen caldo para entrar en calor, siempre será mejor que un bocadillo y además podréis secaros –

La verdad es que tanto Javier como yo somos muy extrovertidos y también confiados, nos pareció que María lo decía de buena gana, además, sin ser guapa, era bastante atractiva, aunque el chubasquero que no se llegó a quitar no dejaba ver mucho de ella, por lo que decidimos acceder a su invitación y nos fuímos para su casa.

La casa, era antígua, de las de pueblo de serranía, acogedora, hecha de piedra con un salón que hacía las veces de cocina y recibidor, dos habitaciones y un pequeño cuarto de baño.
Tenía una chimenea que me pidió que encendiera:

 - aunque no hace demasiado frío, os vendrá bien para secaros- comentó, mientras ella colocaba con la ayuda de Javier las bolsas de comida y equipaje que llevaba en el coche.

Prendí rápido el fuego y le eché varios troncos para que la estancia se caldease rápidamente.

Cuando hubieron acabado, el fuego ya dejaba sentir su calidez, así que nos desprendimos de los chubasqueros para ponernos más cómodos.

El de María descubrió un cuerpo bien marcado por unos ceñidos vaqueros y un sueter que casi aprisionaban unas expléndidas tetas.

Empecé a pensar en la posibilidad de tener sexo con una señora como ella, pero lo deseché enseguida, pensando que era una falta de respeto ya que había sido tan amable.

Pude ver que la mirada de Javier decía exactamente lo mismo.

María se dispuso ha calentar un caldo de cocido precocinado y nos pidió que nos pusiéramos algo más cómodo y dejásemos la ropa mojada al lado de la chimenea para que se secase.

Era muy incitante la propuesta, sobre todo porque en el bar le habíamos contado que no nos podíamos cambiar, al no tener otros pantalones para ponernos porque habíamos evitado llevar mucho peso en las mochilas para hacer mejor el camino.

- Joder, no os preocupéis, soy divorciada y por la edad, podría ser vuestra madre, así que no me voy a escandalizar de nada, además yo también me voy a quitar esta ropa y a ponerme algo más cómodo -

El salón ya estaba muy bien caldeado, nos quitamos toda la ropa mojada, que era toda excepto la camiseta y los calzoncillos y la pusimos al lado de la chimenea.

Volver a ver a Javier casi desnudo, añadido a lo incitante que resultaba la situación con María, me puso de nuevo a 100 y eliminó todo el pudor que pudiera haber sentido, nuevamente mi polla me precedía y me dí cuenta que Javier era consciente de mi estado y ,a juzgar por el aumento de su paquete, que la visión también le excitaba.

Al aparecer nuevamente ella, lo hizo con unos short muy cortos y una camiseta de tirantes, los shorts dejaban ver la parte baja de los cachetes del culo y la camiseta era tan holgada que descubría por los lados unas turgentes tetas.

Miró directamente a nuestras incipientes erecciones y dijo con una medio sonrisa que nuestro estado la halagaba mucho, porque no era frecuente provocar a su edad tal excitación en chavales como nosotros, añadiendo además que no pensaba que nos excitaría su atuendo porque había visto mientras se incorporaba a la carretera donde nos recogió, cómo Javier estaba tocándome el paquete.

Le pedí perdón, sonrojándome, e intenté defender, de forma bastante pueril, nuestra heterosexualidad, además para reforzar mis argumentos le dije que estaba muy bien, que a mi me gustaba porque era muy atractiva y se debía sentir orgullosa de tener ese cuerpo a su edad.

- ¿De verdad pensáis que soy atractiva? – preguntó.
- Más que eso – dijo Javier – la verdad es que estás buenísima –

Se acercó a nosotros sonriendo, y acariciando nuestros respectivos paquetes, exclamó

– Lo cierto es que parece cierto lo que aseguras, porque vuestras pollas no pueden mentir –

La excitación, hasta ese momento controlada a duras penas, saltó cualquier termómetro, no aguanté más y tomándole la mano la apreté fuertemente contra mi polla, ella, en vez de retirarla, comenzó a moverla de arriba abajo, mientras con los dedos de la otra, acariciaba el capullo de Javier que ya asomaba a través de los calzoncillos.

Yo me acerqué más a ella y la besé con frenesí, con ardor, mientras la ponía mis manos en sus cachas y comenzaba a masajearlas.

Me apartó suavemente, – Espera, no hace falta ir tan rápido… con suavidad, tenemos tiempo – comentó, mientras me metía la mano en el calzoncillo y agarraba mi polla – estas muy excitado, la verdad es que cuando os ví debajo del puente, me asaltó el recuerdo de una fantasía que tengo… nunca he visto cómo se lo hacen dos hombres…-

Agarró también la polla de Javier y tirando de ella y de la mía, nos atrajo hasta juntar las dos y empezó a acariciar mi capullo con el de Javier

- Se que os gustáis, no hay más que oíros hablar el uno del otro y me gustaría ver cómo os hacéis el amor – comentó.

El roce de nuestras pollas nos devolvió a la noche anterior y sin decir nada, mientras metía una mano por detrás del pantalón de María, agarré con la otra la polla de Javier y comencé a masajearla.

Javier respondió de igual forma, mientras exploraba el coño de María a través del pantalón.

María suspiraba sin quitar ojo al masaje mutuo que nos estábamos dando Javier y yo.

A través de las caricias en su culo llegué hasta el coño que recibió mi mano cálido y mojado, juntándome con la mano de Javier que había empezado a masajear su clítoris.

- Esperad – suspiró María – Voy a por unas mantas para estar más cómodos –

Mientras ella se apartaba para buscarlas, Javier y yo nos fundimos en un cálido beso.

Era una sensación extraña, besar a un hombre no se diferenciaba en absoluto de besar a una mujer, más al contrario, añadía morbo.

Nos quitamos los calzoncillos, quedándonos desnudos frente al fuego de la chimenea, al tiempo que aparecía María con unas mantas que colocó en el suelo. Sin levantarse se puso de rodillas y tomando nuestras pollas empezó a lamernos los capullos.

Javier se dedicó a mis pezones, mordiéndolos con suavidad, estábamos en el séptimo cielo.

María se apartó un poco sentándose encima de las mantas y apoyando su espalda al sofá.

- Uhmm, me gusta muchísimo, continuad por favor, es muy excitante – dijo

Entonces Javier fue bajando por mi torso, hasta llegar a la altura de mi polla que se metió ávidamente en la boca.

María, sin dejar de mirarnos, se había apartado la entrepierna del pantalón y comenzó a acariciarse el coño al tiempo que se metía la mano por la camiseta y se tocaba los pezones.

Era un cuadro completamente nuevo para nosotros, pero maravilloso.

Decidí tumbarme, de tal forma que acerqué mi boca al coño de María mientras Javier seguía comiéndome la polla.

El coño de María tenía un sabor entre ácido y dulzón, acogía mi lengua completamente abierto y mojadísimo.

Javier se dio la vuelta y sin dejar de succionar mi polla, puso la suya invitando a María a tumbarse también y comérsela como hacía él con la mía.

Ella no lo dudo, y alcanzó el rico manjar metiéndoselo en la boca, mientras yo le quitaba el pantalón y ella la camiseta.

El trío estaba formado, yo ya no podía aguantar mucho más, así que empecé a usar mi lengua con más constancia, María empezaba de sentir que le venía, por lo que también aumentó su ritmo con Javier y éste a su vez conmigo.

María fue la primera en empezar a convulsionarse y a gemir, yo le mordía los labios del coño, le succionaba el clítoris, le metía la lengua hasta dentro ansioso de que le llegase el inminente orgasmo que no tardó.

Yo fui el siguiente, no podía más e intenté apartar a Javier, pero éste no quiso, más aún, continuó con más fuerza ayudándose con la mano, así que no lo pude resistir y me corrí dentro de su boca, el semen le salía por la comisura de los labios y aún continuaba succionando como si quisiera sacarme hasta la última gota.

Una vez pasados los espasmos de mi corrida, sustituí a María, yo también quería conocer el sabor del semen y me dediqué en cuerpo y alma a obtenerlo de Javier, no tardó apenas un minuto cuando sentí como corría el caliente y dulce néctar por mi garganta.

María había mantenido su cara muy cerca de la mía, para ver cómo llegaba el clímax y cuando vio que tenía la boca llena de semen, me tomó la cara y me besó, compartiendo parte del botín.

Nos quedamos tumbados, muy quietos, disfrutando en silencio del momento.

- Huele a quemado – comentó Javier
- ¡Joder el caldo! – exclamó María.

Nos habíamos olvidado completamente de la comida, al menos de la que se estaba haciendo al fuego de la cocina.

María saltó corriendo y apagó el fuego…

 -¿Os apetece mejor un poco de embutido?- dijo

 – Creo que hoy no hay Caldo en el menú – añadió apartando la cazuela requemada.

Así que nos aseamos un poco y aún desnudos nos dispusimos a tomar un poco de embutido para reponer las fuerzas invertidas en el aperitivo.

- El postre… también quiero prepararlo yo… pero esta vez no se quemará, de verdad – comentó pícaramente María.

Fue mi primer trio de mi última acampada y aún no había finalizado, ni el trío ni la acampada.

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