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Un verano soñado (2)

en Bisexuales

La señora que nos hace el recibo del alquiler del cortijo es amabilísima, todo corazón.

- Nosotros nos vamos de vacaciones pero si necesitáis cualquier cosa, no tenéis más que llamar a mi hijo Andrés, él se queda cuidando de los animales - nos comenta - él sale con las cabras todos los días y las lleva por allí. Os puede acercar cualquier cosa que necesitéis-

- Se lo agradecemos pero no hace falta, llevamos de todo, además no queremos molestar – se disculpa Jose.

- Quiá, no me molesta – anuncia un chico, que aparece por la puerta en ese momento, de más o menos 25 años muy curtido por el sol, con un físico más que envidiable, fibroso, sin un gramo de grasa (joder al final voy a ser el feo de la pandilla), evidenciado por una camisa, bastante sucia por cierto, abierta casi hasta el ombligo que anuncia la completa ausencia de vello y unos pantalones, en el mismo estado, cortados caseramente al estilo bermuda que deja ver unos gemelos muy desarrollados. Desbordando testosterona sus ojos azules, pequeños y nerviosos no paran de pasar de Luisa a Paloma y de ella a Marta, y de vez en cuando de Jose a Luís y a mi. Supongo que prestando atención a los novios o esposos de los objetos de su deseo, por si no son bien recibidas las miradas dedicadas a sus hembras.

- Madre, no me habías dicho que arrendarías el cortijo. Tengo aperos allí. - Dice Andrés con una voz y acento propio del lugar más remoto de esta España profunda donde estamos.

- Acompañalos ahora para enseñales el camino y la casa y así recoges los aperos – le ordena su madre.

La sonrisa que las chicas le dedican hacen que se sonroje un poco y da la impresión que unos cuantos minutos más de conversación van a hacer que se le caiga la baba.

- No es necesario, no se molesten - digo yo – el cortijo está muy retirado de aquí y nosotros nos las apañamos bien, ya conocemos la casa – atemorizado por la perspectiva de que Andrés quiera ser más cortés de lo necesario con nuestras chicas.

- Si no es molestia – replica Andrés, un tanto nervioso – Además, iré con mi moto delante de vosotros y así no tendréis que bajarme después – nos asegura.

Al final terminamos cediendo y una vez abonado el importe de la quincena, montamos de nuevo en los coches y seguimos a Andrés que conduce una motocicleta digna del Pleistoceno con una enorme canasta en la parte de atrás.

El camino que conduce al cortijo es aún peor que el que nos había llevado hasta el pueblo.

La pendiente es importante, estamos subiendo a una de las sierras más altas y escarpadas de España por un camino digno de las cabras de Andrés. Su moto es más manejable que nuestros coches en estas circunstancias.

El paisaje es increíble, sobretodo para la época en la que nos encontramos, por el verdor del bosque y por la cantidad de arroyos que aún tienen agua y que algunos atraviesan el camino para caer estruendosamente al barranco que a nuestra izquierda se muestra amenazador y esplendoroso.

Desde nuestra posición al final de la caravana, Marta y yo podemos ver cómo los del otro coche, que no conocían el sitio, miran sorprendidos a todos lados.

Yo no soy capaz de apartar la vista de Andrés, existe algo en ese cabrero serrano y rudo que me llama la atención, pero no es algo personal es más que eso, es íntimo, es sexual, ese tipo hace que me sienta excitado. Le veo subido en su moto, levantado sobre los estribos para evitar los frecuentes baches, mostrando orgulloso su bien formado pecho, sus pezones, que el aire fresco de la tarde los muestra grandes y tiesos, rodeados de una oscura aureola desprovista de vello, y sus piernas, ahora más notables porque la brisa provocada por la velocidad ajusta sus bermudas contra ellas, y me hace sentir un incómodo cosquilleo en la entrepierna.

Soy hetero, soy un macho con pelo en pecho… no me puede estar pasando esto a mi… primero con Luís, fijándome en su generoso paquete, y ahora con este cromagnon que seguramente se folla a las cabras. Seguro que se debe a la excitante cercanía de Paloma y al reciente jueguecito con Marta en el camino hacia el pueblo. – me engaño.

Andrés hace señas para que atendamos a la colina que aparece al final del camino, allí se encuentra el cortijo, blanco sobre un barranco gris y verde de unos 20 metros, sobre el que se abre paso un pequeño torrente de agua cayendo en un pequeño valle, más abajo, enjaezado de frutales de lo más variopintos, todos ellos rebosantes de frutos.

El cortijo, arriba, está rodeado de sauces y parras. Desde abajo se puede apreciar que los dueños han remodelado el patio, sustituyendo la frágil barandilla de madera que limitaba la casa con el barranco por un muro de pizarra encalado que hace visible esta desde cualquier punto del valle.

Paloma se vuelve desde el coche precedente y con cara sorprendida nos sonríe al tiempo que hace un movimiento con su mano, indicando que el sitio les encanta.

Me siento importante.

Llegamos por fín a al cortijo. Andrés nos indica donde podemos aparcar y mientras lo hacemos y sacamos el equipaje, él se dirige al interior.

Llegamos al patio, todos se quedan contemplando el paisaje y yo aprovecho para entrar en la casa, con objeto de dejar la maleta, antes que nadie, en el dormitorio más grande, cuyas ventanas dan a la piscina natural formada por el arroyo y al barranco. En este se encuentra Andrés, que después de haber abierto todas las ventanas para ventilar la casa, ahora está vaciando una de las mesillas de noche e introduciendo en una pequeña mochila algunas cosas que no llego a identificar.

- ¿Y los aperos?, ¿Qué són? ¿Herramientas para el huerto? ¿Quieres que te ayude a montarlos en la moto? – me ofrezco.

Andrés da un respingo de sorpresa, supongo que no esperaba mi entrada.

- No, no, los tengo en una casetilla en el valle, no te preocupes. Es que tenía algunas cosas aquí que me quiero llevar – me contesta, irguiéndose e intentando salir apresuradamente.

Momento en el que, al encontrarme en mitad de la entrada, Andrés tiene que esquivarme y su mochila tropieza con la puerta, cayendo al suelo, completamente abierta…

Su contenido, ahora a la vista, me deja perplejo:

Un buen surtido de condones, algunas revistas pornográficas, una pequeña fusta hecha de juncos trenzados, un tubo de vaselina pura, unas, aparentemente, abrazaderas pero bastante extrañas y un objeto que al principio confundí con un palo ennegrecido y que al ayudarle a devolverlo a la mochila, pude apreciar que se trataba de una verga de madera hecha a mano de unos 25 cms. muy bien trabajada por la suavidad, la falta de aristas y su gran parecido a una verdadera.

- Son cosas que se dejaron los últimos que estuvieron aquí y que olvidé tirar a la basura – se apresuró a decirme – ¿Que cojones harían con todo esto? –  preguntó entre irritado y cohibido.

- Pues pasárselo muy bien – se oyó decir detrás de mi.

Era Luis, que acompañado de Jose me habían seguido para, evidentemente, quedarse también con la mejor habitación.

- Coño, pero podrían haberse comprado uno de latex en una sexshop, vamos… digo yo… y no fabricarse un pedazo rabo con un trozo de madera – añadió Jose entre risas.

Andrés, bastante azorado y mirándonos con expresión entre sorprendida e expectánte, recogió rápidamente las cosas, volviéndolas a meter en su mochila.

- Bueno, voy a ver si las tiro – acertó a decir.

- No, hombre, no las tires, que seguro que se les puede dar un buen uso – dice Luis, mirándome a mi y a Jose y soltando una estentórea carcajada.

- Por mi tampoco te preocupes – le digo – no voy a usar la mesilla de noche, y además esa poya de madera, seguro que es artesanía cara y pueden venir a por ella sus dueños – añado uniéndome a las carcajadas colectivas.

- Que no, que no… que va a la puta basura… que se vayan a cagarla, tendrían que haber tenido más cuidado – contesta tajante Andrés.

Le permito salir mientras yo entro en el dormitorio, para evitar que los otros se me adelanten. No es posible hacerlo sin rozarnos y es un roce animal, siento sus pezones aún enhiestos en mi pecho y su sexo rozándose con el mío a través de las telas de los pantalones. Su olor es una combinación rancia de macho y loción barata. El hormigueo en la entrepierna vuelve de nuevo.

Él me mira directamente a los ojos por un segundo y vuelve a bajar la mirada para salir con grandes zancadas.

Su mirada no ha sido amenazante, tampoco ruda, más bien ha sido de análisis e interrogación, pero fugaz.

- Joder tio, no hay derecho, te has adelantado sin decirnos nada. Seguro que esta es la mejor habitación y mira que vistas tiene. Tú ya lo conocías, no es justo – Protesta Jose.

- No te jode, la veteranía es un grado. Pero aún hay tres dormitorios más, y uno de ellos es casi tan grande como este – les informo.

A la carrera, Jose y Luís empiezan a inspeccionar el resto de dormitorios. Dando traspiés y obstaculizándose mutuamente con las maletas, mientras no paran de reir y soltar improperios.

Las chicas ya han entrado y, riñendo a Jose y Luís por el alboroto que están armando, empiezan a recorrer la casa.

Paloma y Luisa siguen sorprendidas, no conocían la zona y menos aún el lugar donde se levanta el cortijo, que por otro lado esta bastante bien cuidado y donde se han realizado varias reformas, desde mi última visita, que han logrado mantener el aire campestre pero disimulando lo tosco que había sido en sus inicios como refugio de jornaleros.

La casa esta compuesta de cuatro habitaciones, a lo largo de un pasillo que se inicia en un gran salón que también hacía las veces de cocina y entrada a la casa y concluye en un cuarto de baño y una, me dijeron la primera vez, pequeña alacena en sus orígenes, ahora convertido en un aseo.

Dos de los dormitorios tienen sus ventanas orientadas al patio, donde se encuentra la piscina, uno de ellos, el más grande, con una cama de matrimonio y un armario grande y antiguo y el otro con dos camas individuales, un sofá cama y otro armario más pequeño.

Los otros dos dormitorios tienen sus ventanas orientadas a lo que seguramente en tiempos fue el corral, ahora reconvertido en una pequeña huerta, en barbecho. No son tan amplias como las otras, pero caben holgadamente dos camas individuales y los armarios correspondientes.

Luis ha sido capaz de llegar a la otra habitación grande antes que Jose, por lo que las protestas de este último seguramente se estén escuchando hasta en África.

Paloma, enseguida, corrió a premiar a su hombrecito por haber conseguido llegar primero y a consolar a Jose por ser tan patán… todos reimos.

- Bueno, os dejo, que esta oscureciendo y no quiero que se me haga demasiado de noche por el camino de vuelta – grita Andrés desde la puerta.

Nos apresuramos a salir para agradecerle la atención.

- Gracias Andrés – dice Marta – Si subes por aquí y quieres tomar unas cervezas, estas invitado.

- Casi todos los días ando por aquí con el rebaño, a veces me quedo a dormir en la casetilla de abajo, normalmente lo hago aquí cuando no hay gente – comenta.

- Hombre, pues mejor… así te tomas un respiro y te das un remojón en la piscina y si algún día no te apetece bajar, pues hay una habitación libre – dice Paloma con una sonrisa que me parece que va más allá que la pura cortesía.

- No, gracias, abajo tengo lo que necesito para dormir – dice volviéndose hacia mi ofreciéndome las llaves – toma, estas son las llaves. Sólo hay una copia, ten cuidado. Me pasaré de vez en cuando para ver cómo estáis – me dice nuevamente, ahora sosteniéndome una mirada analítica y expectante con la que me siento algo incómodo.

- Cuando quieras. No creo que nos vayamos muy lejos y tenemos cervezas para un regimiento. Ofrecido queda – le contesto.

Se despide de nosotros con una sonrisa y se dirige a su motocicleta. Sorprendido veo que en el cesto tiene la mochila por donde asoma la fusta de juncos que se supone había tirado y… de aperos, nada de nada.

Ya es de noche, comemos algo ligero a base de conservas y embutido y salimos al patio a descansar antes de ir a la cama.

Paloma y Luisa se acercan a la piscina.

- Ay, el agua está buenísima, no está nada fría – asegura Luisa.

- Claro, le ha estado dando el sol todo el día – explica Jose.

- Pues yo me voy a dar un baño – dice Luisa – y yo también – se apuntan Paloma y Marta

- Pero si no hemos traído bañador – avisa sorprendido Luis a Paloma – No teníamos ni idea de que aquí había una piscina – explica y me dirije una enojada mirada a la que se unen la de Jose y Luisa.

- No me toqueis las nalgas!!!, a vosotros no os dije nada porque no os he visto hasta esta mañana – me disculpé con Paloma y Luis – Pero a vosotros si os dije cómo era el cortijo – les reñí a Jose y Luisa

- No se me acordé… y claro como soy yo quien tiene que preparar las malestas!!! – reprocha Luisa a Jose – De todas formas… ¿que direferencia hay entre unos calzoncillos o unas bragas y un bañador?, estamos en confianza, no? – zanja Luisa

- Tienes razón… joder… que plastas son los tíos… a la hora de la verdad se arrugan todos – asevera Marta.

- Pero tu si te has traído el bañador, Marta – le digo.

- Ya, pero si estas se van a bañar en bragas… no voy a ser yo la que desentone y haga el ridículo – comenta divertida – Este tio es más de pueblo que el Andrés ese – comenta a las otras.

- Pues nada – dice Jose – haber quien se arruga ahora… todos en pelotas y marica el último – apuesta, mientras, ante la mirada atónica de todos, se quita  en cuestión de segundos, zapatillas, camiseta y pantalones con calzoncillos incluidos y sale disparado a la piscina.

- Jooooodeeeeerrrrrr, esta buenísima – va informándonos, mientras todos nosotros, sorprendidos y divertidos, miramos su culo desnudo mientras se lo va cubriendo el agua de la piscina.

- Pero una cosa es bañarse en ropa interior y otra hacerlo en pelotas, cariño – dice Luisa.

- ¡! A cagarla ¡!, ¿Quién se está arrugando ahora?

- Pues yo no voy a ser uno de ellos – comento – me apetecía darme un baño, así que lo voy a hacer ahora mismo – quitándome toda la ropa y corriendo, bastante más azorado que Jose, hacia donde se encontraba.

- ahí!!, ahí!!!… para que luego vayan diciendo que eres un cateto estas verduleras – rie Jose.

Luis no quiere ser menos y también se desnuda rápidamente y sale corriendo hacia la piscina.

El paquete que me llamó la atención por la mañana no mentía, su poya aparte de gruesa es larga y circuncidada, debe medirle unos 20 cms. o más con unos huevos bien puestos y con muy poco vello alrededor.

- Eso, eso, tu corre así… que te vas a tropezar con la poya, joder – bromea Jose al lado mio.

Las chicas no han tenido tiempo de ver mucho, aunque Paloma seguramente no lo necesite, pero Luisa y Marta se miran sorprendidas ante el comentario de Jose.

- Ahora no hay más remedio que hacer lo propio – dice Luisa.

- Pues si !!! – la apoya Paloma, mientras comienza a desnudarse.

Todas las alarmas saltan en mi cabeza, voy a ver a Paloma desnuda. Y es el primer día de los quince que cada vez se van prometiendo mejores.

No hay suerte, no se quita ni el sujetador ni las braguitas. Aún así, su ropa interior es muy sugerente, un sujetador negro con mucha transparencia que deja entrever unos grandes pezones en unas tetas tan erguidas como lozanas. Su braguita es del mismo color, con la cintura muy baja, tanto que muestra parte de poblado pubis, encima del elástico.

Los tres estamos muy atentos a todos sus movimientos. A mi y sopongo que también a Jose, me importa un bledo lo que piense Luis. No me voy a perder el espectáculo por nada del mundo.

- ¿Pero ahora que pasa?, ¿tanto decir de los demás y te vas a bañar en bragas? – Le recrimina Luis.

- Si claro… los tres ahí enfrente como “pasmarotes” viendo el espectáculo… ¿Por qué no al revés? – reta

- Anda tia, si de todas formas te están comiendo con la mirada, ya da igual…- Replica Luisa que ya se está quitando toda la ropa junto a Marta.

Luisa, en la que siempre me había fijado como una amiga, de repente se descubre como una verdadera hembra, algo entrada en carnes, pero estas son prietas aún. Sus tetas van más allá de la talla que me gusta y caen grandiosas cuando se quita el sostén. Curiosamente su coño está muy depilado por las ingles, como le gusta también a Marta, tanto que casi es un hilillo que sube ligeramente desde su raja unos centímetros. Tiene un culo poderoso pero no rotundo y sus nalgas siguen estando altas.

Se dirige como una Venus barroca hacia la piscina, con coquetería, provocando las risas de todos.

Marta hace lo mismo, contorneándose frente a Paloma antes de meterse en la piscina.

- Al final vas a ser tu la pueblerina – la incita.

Al final se decide por despojarse de la ropa interior. Empezándo por el sujetador, que se desprende sin que sus bellísimas tetas bajen un ápice y mostrándo esos sugeridos pezones ahora en todo su esplendor, rodeados de una gran aureola oscura.

Su coño se muestra delicioso y bien visible por el triangulo que forman sus muslos justo en el lugar donde he soñado infinitas veces tener mi boca. También está depilado al estilo de Marta y Luisa, menos en los lados, pero el efecto entre el vello y el hueco que dejan sus muslos, es increíblemente excitante.

No puedo ver su culo, pero sugiere unas maravillosas nalgas, prietas y bien formadas.

El espectáculo empieza a provocarme una inoportuna erección en el lugar y momento menos adecuados. Luis, al lado mío, se da cuenta y me sonríe picadamente.

Me alejo nadando hacia un lateral, rogando que me baje la erección antes de que Marta se de cuenta.

Los juegos de… ahora te tiro agua a ti y ahora a ti, hacen moverse libremente las tetas de las chicas. Luisa salpica agua a todos con sus tetas cada vez que salta y las chicas se ríen de ella.

La escena que yo observo con los brazos apoyados en el borde, parece resultar, para los demás, de lo más inocente y divertida, pero para mi corre el riesgo de convertirse en un conflicto si mi mujer se da cuenta.

Luis se acerca a mi sonriendo.

- ¿Aún sigues así? – casi susurra, al tiempo que me posa disimuladamente la palma de su mano en mi poya, hasta este momento a media asta – Coño tio, no te preocupes, no eres ni el primero ni el único que reacciona así con Paloma – me dice, mientras dirige su mirada a su poya que también se encuentra en un tremendo “presenten armas”.

Yo estoy atónito. Este tipo de tocamientos son bromas que a veces tenemos entre los amigos, pero un tío al que acabo de conocer y que además es el que se trajina a la chica de mis sueños, me acaba de plantar su mano en mi poya sin ningún reparo.

Empiezo a indignarme e intento encontrar el peor insulto que pueda dedicarle a este pedazo de maricón o la forma en repartirle unas cuantas ostias sin que el resto se entere.

Pero me doy cuenta de que mi poya piensa de forma distinta. El toque, aunque fugaz, lejos de hacerla perder la incipiente erección, ha hecho que apunte a lo más alto.

Luis es consciente de la reacción de mi desobediente verga y sonríe.

- Tampoco eres el primero ni el único que reacciona así conmigo, y creo que ese Andrés también lo sabe -

Sorprendido, irritado y también azorado, me niego a aceptar que el toque de un tio me ha excitado y aún menos el comentario sobre el cabrero. Mi primer impulso es salir disparado de la piscina, pero no puedo mientras tenga a esta rebelde puñetera empeñada en apuntar al cielo.

Luis se da la vuelta y al tiempo que se aleja, vuelve a tocarme la poya, esta vez palpando con tres dedos mi glande, que acabará por saltar por los aires, en contra de lo que le está dictando mi mente.

- Ya bajará, no te apures – se burla – por cierto, tu también tienes una buena poya – observa divertido.

Se dirige hasta donde se encuentra Paloma y por detrás se pega a ella.

Esta, sorprendida por sentir la verga de Luis contra su culo, se dá la vuelta y mira sonriéndo pero con los ojos como platos hacia la entrepierna de su novio de la que sobresale mirándola un glande oscuro y lleno de vida.

Se hacen un guiño y salen de la piscina con Paloma por delante, ocultando la excitación de Luis, para ir directamente al interior de la casa.

- Bueno, yo también voy a salir - dice Luisa - estoy cansada -

- Si, no es mala idea – apoya Jose – ya empieza a refrescar. Vete para la cama… que te voy a cansar un poco más – bromea Jose, mientras se dirige también al interior.

- ¿Vamos nosotros también? – dice Marta entre risas - ¿O tu ya has tenido suficiente por hoy? – bromea

- No jodas, me has sacado hasta la última gota – miento desde el borde contrario – Vete tu, yo voy a quedarme un ratito más -

- Ay, valeee, que poco aguante! – protesta Marta mientras se aleja.

Me quedo solo, la noche se ha cubierto de estrellas y mi poya está empeñada en mirarlas todas.

La acaricio al tiempo que la insulto mentalmente. Agradece la caricia y los insultos.

Sigo acariciándola, recorro mi glande con los dedos, acariciando el lugar donde Luis me ha palpado.

Me asaltan imágenes contradictorias, quiero pensar en Paloma en su voluptuosidad, en su sexo, pero también imagino cómo mis dedos son los de Luis, rodeando suavemente mi glande, agarrando fuertemente el tronco y comenzando un masaje que me lleva al cielo.

Empiezo un masaje suave, disfrutando del roce de mi palma contra mi capullo en el vaiven de mi mano.

Con mi otra mano me acaricio el escroto.

Sigo pensando en las manos de Luis y ahora con el cabrero, ya no me importa. Estoy disfrutando.

Cierro los ojos y aumento la intensidad del movimiento hasta convertirlo en bestial.

Me duele cada vez que bajo violentamente el prepucio, pero me gusta. El ritmo es frenético, mi mano y mi poya chapotean en el agua.

Me voy a correr, sube por mi garganta un gemido que se convierte en un rugido ahogado cuando un chorro de semen sale disparado hasta el centro de la piscina.

Continúo con el movimiento hasta no quedarme ni una gota de semen que expulsar.

Me relajo con mis manos aún en poya y huevos. El placer onanista esta vez ha sido salvaje.

Risas apagadas.

Abro los ojos… alguien me ha visto.

No veo a nadie, pero estoy seguro que las risas vienen desde la ventana del dormitorio contiguo al mío. El de Paloma y Luis.

(VUESTROS COMENTARIOS ME HAN ANIMADO A CONTINUAR CON EL RELATO, POR ESO OS AGRADEZCO LOS QUE ME HAGÁIS EN ESTE, PERO MEJORAR LA CONTINUACIÓN, AUNQUE SIGO TENIENDO POCO TIEMPO).