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Un verano soñado

en Bisexuales

Cuando eres adolescente siempre hay una chica que te deja más huella que el resto, aunque hayas cruzado sólo unas cuantas palabras con ella y eso te puede perder.

Vacaciones en el horizonte, nada pensado para hacer, el estío se pronostica duro este año.

Jose y Luisa, una pareja de amigos nos propone a Marta y a mi pasar una semana juntos, siempre han sido una compañía agradable, por lo que no ponemos problemas.

Pensamos en la playa, pero ya es tarde para reservar nada.

Unos años atrás gracias a un familiar, Marta y yo estuvimos junto a otros amigos en una casa rural que se encontraba en mitad de una sierra andaluza, se trataba de un cortijo utilizado antiguamente para alojar a los jornaleros que recolectaban castañas.

Situado en la cima de un espectacular salto de agua y que los dueños habían aprovechado, seguramente haciendo caso omiso de unas cuantas leyes de protección del medio ambiente, el curso del riachuelo, antes de la cascada, para, construyendo un pequeño dique, hacerse una pequeña piscina natural.

La idea era bastante sugerente, además era más que probable que estuviese libre, ya que la casa era usada normalmente por los dueños y sólo la alquilaban en invierno y primavera (los veranos son especialmente calurosos en esa zona) a gente de confianza. Pensando en que los dueños seguramente saldrían de vacaciones y no les importaría alquilarla para una semana, decidimos llamarles.

Hemos tenido suerte, la tendrán libre, pero no la quieren alquilar por semanas, como mínimo debe ser una quincena. Antes de reservarla quedamos con Jose y Luisa y se lo comentamos.

- No podemos hacer los quince días, porque hemos quedado para la siguiente semana con otros amigos para pasarla con ellos – objeta Luisa.

- Pues es una faena, pero los dueños insisten en que es por quincenas, ya lo intentaremos en otro momento, la casa está demasiado apartada de todo para ir nosotros solos y además es muy grande, nos saldría demasiado caro – le contesto, dando por zanjadas nuestra expectativas de salir este año.

- Cariño, a lo mejor Paloma y Luís quieren venirse y así pasamos los quince días juntos, si la casa tiene cuatro dormitorios no habría problema ¿a vosotros os importaría? – comenta José.

¿Paloma y Luis?, no los conocemos, ¿no? – Dice mi mujer.

Tu no sé, Manu si, ¿no te acuerdas de ella?, Salía con Juan en el instituto y al final se terminaron casando – añade José.

La sorpresa está a punto de provocar que me atragante con la cerveza que me estoy tomando. ¿Paloma?, joder, Paloma ¿Cuántas veces habré soñado con ella cuando cursaba secundaria? Y aún sigo acordándome de ella… una verdadera afrodita, 1,75, castaña muy clara, ojos verdes, curvas escandalosas, atrevida, también dulce y humilde, la recuerdo como un fruto delicioso y dulce que cuelga del árbol más alto que jamás te has encontrado, inalcanzable. Por ello no me atreví a decirle más que unas cuantas palabras de cortesía cuando coincidíamos gracias a algún amigo en común.

Cuantas veces me habré despertado en plena noche completamente mojado por su culpa. Cuantas veces no me habré imaginado desnudándola poco a poco. Cuantas veces no habré soñado cómo recorría con mi boca cada centímetro de su cuerpo. Cuantas veces no me habré imaginado a mis dedos jugando en su pubis. Cuantas veces no habré soñado que exploraba su coño con mi boca, con mi lengua… Cuantas veces me habré despertado sobresaltado en plena noche y completamente mojado sin haber llegado, siquiera en sueños, a penetrarla.

Intento que no se note lo azorado que me encuentro, también porque en alguna ocasión he hablado de ella con Marta (en este momento mataría al que aconseja que haya sinceridad en el matrimonio) y sabe que ha sido mi amor platónico de la adolescencia… ¿sólo de la adolescencia?.

Si, si la recuerdo ¿pero no se ha separado de Juan hace poco? creo que he oído algo a alguien del grupo – contesto, sintiendo los ojos de Marta clavados en mi cogote.

- Si hace unos seis meses, por eso hemos quedado con ella, porque ahora sale con un chico y quiere que le conozcamos – dice Luisa.

- Yo no tengo ningún problema, además también la conozco, fué con Ana al gimnasio un tiempo y estoy segura que Manu estará encantado de volver a verla ¿verdad cariño? – la pregunta de Marta va acompañada de un guiño cómplice que no sé como tomarlo.

- Es verdad, Ana y ella se estaban preparando para unas pruebas de modelos. Pues todo arreglado, hablo con ellos y si están de acuerdo nos vamos todos juntos! – afirma Luisa.

Llega el día, el ansiado y temido día, la salida hacia la casa.

Jose y Luisa nos esperan abajo, hemos decidido quedar en nuestra casa, ya que es el lugar más cercano a la carretera que hemos de tomar.

Antes han pasado a por Paloma y Luís, para evitar llevar tres coches.

Bajamos con el equipaje, al punto salen todos del coche para saludarnos… la maleta que llevo está a punto de rodar por los suelos. Paloma está, si cabe, más impresionante de lo que la recordaba… una aureola cegadora la rodea…, pantaloncitos cortos que llegan a tapar tímidamente el comienzo de un culo en rebeldía con la fuerza de la gravedad, un top de tirantes que no hacen más que evidenciar unas tetas perfectas en tamaño y turgencia,  más rubia, más voluptuosa, más madura, en definitiva… irresistible.

Sonriente, encantadora y, afortunadamente, sorprendida de verme después de tanto tiempo, se adelanta para plantarme dos inocentes besos que, para mi, son ambrosía.

- Hola Manu, estas igual que en el instituto (miente), que suerte que a ti te haya tratado tan bien la vida (sigue mintiendo y me encanta) – me falta resuello para poder responder como merece. Afortunadamente todos piensan y bromean por ello, que se debe al peso de la maleta.

- Hola Marta, que casualidad que conozcamos a los mismos amigos, seguro que lo pasaremos bien – saluda a mi mujer.

- Si que lo es, fíjate que a Manu le ha sorprendido tanto que se ha quedado sin habla – la indirecta es más que suficiente como para que reaccione.

- Es que metes tanta ropa en la maleta que parece que vayamos un año de vacaciones – aprovecho la broma anterior para justificarme.

- Mirad, este es Luís, un amigo – nos presenta Paloma a su novio, que hasta ese momento había estado eclipsado por ella.

Mi admiración pasa directamente a desánimo al ver a Luís. Este es un tipo más joven que nosotros, más o menos de 1,85 de altura, grandes espaldas y un torso y piernas, visibles por su camiseta de tirantes y sus pantalones cortos, fuertes y muy bien formados, un rostro muy varonil y unos ojos azules que resaltan sobre una tez ya bronceada. El lógico acompañante de una diosa.

- Hola Luís, yo soy Manu, encantado de conocerte – le digo con un tono más cortés que amigable.

- Hola Luís, yo soy Marta, y también estoy encantada de conocerte. Joder, estoy más que encantada, menos mal que hay alguien que nos alegrará la vista en el desierto a donde vamos – Marta tiene los ojos como platos, no es capaz de desviar su mirada de esos ojos cautivadores.

Las risas se extienden, mientras Luís se sonroja ostensiblemente. Sorprendente… un chico así debería estar más que acostumbrado a ese tipo de piropos.

Después de comentar el plan de viaje, nos montamos en los coches y partimos.

Durante todo el viaje los comentarios de Marta sobre nuestros nuevos amigos, se refieren sólo a Luís.

- ¿Te has fijado en su cuerpo?, es perfecto y encima esos ojos – evoca Marta.

- ¿Y su culo? ¿Te has fijado en su culo?, tu lo tenías así, pero hace diez años – seguía sentenciando.

- ¿Y el paquete? ¿te has fijado en el pedazo de bulto que tenía?, debe tener una poya descomunal –

Ya era demasiado.

- ¿Qué pasa, que ver un tio bueno te hace perder la educación? Pues no, no me he fijado en su culo o en su bulto. No suelo fijarme en esas cosas de los tios.- atajo indignado.

La conversación, por fortuna, se dirige a otros temas. Aunque me siento realmente azorado, porque he mentido al decir que no me había fijado en su culo o en su paquete, algo completamente imposible por otro lado, ya que el pantalón, aun siendo bastante holgado, no lograba disimular que Luis, aparte de un cuerpo y culo envidiables, también estaba muy dotado.

El viaje resulta pesado y Marta, para hacerlo más ameno y, supongo, que algo alterada por Luís, inicia un sondeo por mi entrepierna.

- ¿Te acuerdas cuando hacíamos esto a toda velocidad?, te ponía a mil – me susurra.

Es verdad, aunque ya hacía tiempo de aquello, era algo que habíamos probado en tiempos un poco más locos. Y me estaba haciendo efecto, ya que sin necesidad de que Marta hubiese llegado a tocarme directamente ya tenía una erección que amenazaba con romper el elástico del slip.

- Ya veo que si te acuerdas – me dice, al tiempo que me da unas palmaditas en el incipiente bulto.

Intento no desviar la atención de la carretera, pero también quiero premiar a Marta por su ocurrencia. Lleva falda, una falda tipo hippie de gasa, muy vaporosa, cuyo tacto delicado hace más excitante acariciar sus muslos.

Ella agradece la atención abriéndose más de piernas, para que pueda acariciar también el interior de sus apretados muslos. Está muy excitada y reacciona con un prolongado suspiro cuando llego a su caliente coño, que acaricio delicadamente a través de la falta y la braguita.

Ella está haciendo lo propio con mi poya, rodea toda mi erección con su mano a través del pantalón y comienza un lento y suave masaje, que me traspone.

- Espera, no sigas, no puedo estar pendiente de la carretera, acariciarte y de una paja, déjame que termine primero contigo – le ruego.

Deja de masajearme. Sin dejar de agarrarme fuertemente el bulto, reclina el asiento para dejarme más espacio.

Entramos en una zona de curvas, estamos a punto de llegar al pueblo. Jose, Luisa, Paloma y Luís, van delante de nosotros.

De vez en cuando Paloma mira hacia atrás y nos saluda. No creo que vea nada de lo que está ocurriendo, aunque pensar que lo ve me pone aún más cachondo.

Sigo con mis caricias a Marta, ya le he metido la mano bajo la falda y he llegado directamente a sus braguitas. Están mojadas, muy mojadas. Acaricio su vulva a través de la tela y la agarro de tal forma que esta se convierte en una tirilla que introduzco en la raja de Marta. Se contonea de placer. Sé que le gusta que le haga esto. Mientras aprieta aún más el bulto que no ha llegado a soltar.

La adrenalina está disparada, las curvas requieren mucha atención, además no tengo manos para devolver los saludos cada vez más frecuentes de Paloma, sólo la devuelvo una sonrisa y Marta está a punto de caramelo, menos mal que el coche es automático y no necesito cambiar marchas.

Aparto la tela de sus braguitas y pongo a trabajar mi dedo corazón con un masaje suave sobre el clítoris rodeándolo una o dos veces y luego bajando hasta introducirse completamente en el coño.

Marta es obediente, y aunque está llegando al orgasmo no ha movido un ápice su mano que sigue agarrada a mi poya, como si del mástil del barco de Ulises se tratase.

Se corre, arqueando la espalda, apretando su culo contra mi mano para que acelere la caricia. El masaje pasa a ser frenético, su clítoris completamente tieso desea más fuerza, y se la doy, con el dedo, con la mano.

Acaba con suspiros interminables, los ojos cerrados y su chorreante coño se niega a liberar mi dedo.

Yo mientras, giro el volante a uno y otro lado, las curvas son cada vez más pronunciadas, la carretera se ha convertido casi en un camino, el pueblo está cada vez más cerca y mi erección peligra de quedarse para todo el día.

Necesito que Marta me calme, pero no hace falta comunicárselo. Ya se ha puesto manos a la obra.

Ya ha acercado su bonita cabeza a mi entrepierna y me está mordisqueando el bulto. Sabe que me gusta y a través de la tela se mete el necesitado glande en su acogedora boca.

El calor se siente a través de la tela, también la humedad, mi poya lucha por liberarse, dando espasmos dentro de su boca. No tarda en salir a la superficie, y cuando lo hace es de forma apremiante. Marta me ha tirado de los pantalones y slip hacia abajo, obligando a mi poya a bajar, dolorosamente, hasta que supera el elástico y apunta al cielo como una boya, moviéndose turbulentamente de un lado a otro.

Marta la admira un segundo y decide lamerla como un pirulí. Yo no veo nada, estoy pendiente de la carretera, pero siento su lengua recorrer mi glande de arriba abajo, rodearlo, bajar hasta el escroto y volver a subir.

El placer húmedo empieza a hacer su efecto, necesito más, estoy llegándo al climax.

Marta se mete mis 18 cms en la boca y comienza un sube y baja con los labios apretadísimos a mi poya. Es delicioso.

Ya me viene, elevo ligeramente mi culo para metérsela toda, para follarla la boca.

- No se te ha ocurrido traer toallitas – susurro azorado

- No, pero no importa, córrete, me lo tragaré todo – oigo a Marta.

No lo ha hecho nunca antes, aunque siempre hay una primera vez. Y no puedo decir que no. Corro el riesgo de quedarme a las puertas.

La succión de la que estoy siendo objeto, ahora es ayudada por su mano que, agarrando fuertemente mi poya desde el tronco, sigue el mismo movimiento de su boca, que ahora se concentra en mi glande.

Paloma sigue saludando, sonriente. Por un momento imagino que es ella la que me está dedicando tamaña mamada, lo que hace que la venas de mi poya se hinchen aún más.

Me tiemblan las piernas y los brazos, aunque no pierdo el control del coche. Me voy a correr y además lo voy a hacer en la boca de Marta, la novedad le da más morbo aún.

Muevo más rápidamente mi culo, incitándola a aumentar el ritmo y avisándola que estoy a punto de llenarle la boca de semen.

No se amilana, aumenta el ritmo, tanto que me da la impresión que me va a arrancar el miembro.

Me corro, como pocas veces lo he hecho, siento que todo mi semen está recorriendo la garganta de Marta. Su ritmo está parando, aunque no su presión, parece querer sacarme hasta la última gota.

Me relajo extasiado y apurado, Paloma está haciendo señas de que el pueblo está ya a la vista y Marta sigue en mi entrepierna.

- Marta, ya estamos llegando – aviso.

Se incorpora, un hilillo de semen le cae por la comisura de la boca, pero su sonrisa pícara y golosa me indica que le ha gustado. Me excita aún más. No sé como sabe mi propio semen y con el dedo le limpio el hilillo y me lo llevo a la boca. Su sabor es ágrio y amargo, pero caliente y excitante, además también sabe a coño, que sólo he podido trabajar con el dedo. Marta me besa, es un beso rápido, pero no lo suficiente como para no saborear de su boca ese amargor unido al algo que identifico como el de mi poya, recientemente cautiva de esos labios.

Me sube el slip y el pantalón, lo otros ya están aparcando en la casa donde deben darnos las llaves del cortijo.

Bajamos y comentamos el viaje.

En un momento que todos se adelantan, Paloma se coloca a mi lado.

- ¿Qué tal, como ha ido? ¿cansado? – me pregunta.

- No, no demasiado, aunque no me vendría mal un baño, estoy completamente sudado – comento.

- ¿Sólo sudado?... eh? – me susurra furtivamente al oido, antes de alejarse rápidamente a reunirse con el resto.

Mi cara debía reflejar sorpresa, vergüenza, esperanza, timidez, todos los estados en uno…

- ¿Qué te pasa? ¿Te encuentras mal? – Me pregunta Marta al verme.

- No, no, todo lo contrario, estoy bien – contesto sonriente, pensando en la semi espectadora que hemos tenido durante el viaje y en las posibilidades que se estaban abriendo de repente para estos quince días.

(Continuará si vosotros queréis, hacedme vuestros comentarios para ver si merece la pena continuar el relato. La verdad es que no he tenido mucho tiempo para cuidarlo más. Lo siento).