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Cariño ya estoy en casa y Mis Vecinos De Enfrente

en Bisexuales

Cariño, ya estoy en casaaaaa….

Nunca pensé que, como para otros muchos maridos, esas palabras serían el preludio de un gran cambio en mi vida.

Para seguir cumpliendo el tópico, ese día era la excepción del tremendo mes de trabajo que había tenido, tenía que dejarlo todo listo para las vacaciones de verano, pero había decidido volver a casa a medio día, aprovechando que mi mujer me había comentado que también saldría a esa hora y, sinceramente… un mes en el dique seco por cuanto a sexo se refiere, me animó a presentarme por sorpresa y desquitarme.

Acabada de anunciarme y cerraba la puerta, pero no respondía nadie, lógico, mi mujer tenía puesta música en el PC que está en una habitación al otro lado de la casa y seguramente no me había escuchado.

Aquí se suele decir que las ocasiones las pintan calvas, así que me dispuse a que la sorpresa fuese aún mayor… me quité la ropa, quedándome completamente desnudo con la idea de atacar rápidamente por la retaguardia, evitando la reorganización del enemigo.

Fui sigilosamente buscando a mi mujer por las habitaciones de la casa, que se encontraba en penumbra ya que ella acostumbraba a bajar las persianas de toda la casa para evitar en lo posible el sopor del verano. Mientras la buscaba, la posibilidad de una inminente sesión de sexo estaba comenzando a tener consecuencias, empezaba a tener una erección que pronto me convirtió en un ariete viviente, la necesidad, añadida a lo morboso de la situación, ayudaba bastante.

Busqué en el despacho… no había nadie, la música de Enya envolvía el silencio de la casa, ¿estaría en el dormitorio?... ¿Esperándome?, uhmm, estaba nervioso, todo me indicaba que tendría una tarde de sexo desenfrenado.

Entré en el dormitorio igual de sigiloso, la pillaría en la cama y la atravesaría con mi tranca, ya a punto de reventar.

El pasmo fue tremendo, me frené en seco en el vestidor, la imagen no era la que esperaba, sí, estaba mi mujer y sí, estaba desnuda, pero no esperándome, a su lado se encontraban mi dos vecinitos, José y Patri, los mismos que me prepararon una emboscada hacía más de un mes, para regalarme una de las mejores sesiones de sexo que había tenido nunca.

No se dieron cuenta de mi presencia, el vestidor y la semi-oscuridad de la estancia me ocultaban parcialmente, un escalofrío me recorrió de los pies a la cabeza, dejándome la, hasta hacía unos segundos, tremenda erección en la mínima expresión de una verga.

Mi mujer se encontraba fundida en un beso con Patri, la estaba acariciando los negros pezones mientras con su muslo la rozaba insistentemente su coñito.

Patri la abrazaba, agarrándo violentamente los cachetes del delicioso culo de mi mujer y apretándolo contra sí, de tal forma que dejaba suficiente espacio para que José, en tanto, le estuviese dedicando su experimentada lengua en su deseado coño.

No me atrevía a moverme, me sentía traicionado. Aunque lo hubiera pensado, me negaba a reconocer que mi mujer también podía tener relaciones extramatrimoniales, mi ridículo orgullo de macho ibérico me mantenía paralizado, ¿o no era el orgullo?.

Lo cierto es que la imagen era inquietantemente excitante, estaba en plena lucha interna, no podía creer que aquella visión, lejos de indignarme me excitase y lo que había sido una caricatura de mi polla, comenzaba a recuperar el esplendor de unos minutos antes.

Un movimiento en la cama me arrancó de la extracción, mi mujer había separado los labios de los de Patri y comenzaba a lamerle sus duras y jóvenes tetas, apartándo con un suave empujoncito de su culo a José para comenzar a bajar con su ávida boca hasta el coño de Patri.

Hundió su cabeza en la entrepierna de Patri, ahora el camino era más fácil para José, que acomodando su cabeza entre los muslos de mi mujer, atacaba por delante, insistiendo con esos movimientos rápidos y certeros de su lengua en su clítoris.

Ahora podía ver claramente el rico mástil que José tenía por polla, se estaba masturbando mientras bebía el dulce manjar del coño de mi mujer.

Yo ya había olvidado cualquier prejuicio, oculto en la penumbra, empecé a acariciarme la polla, me sentía tremendamente atraído por la escena, tres cuerpos desnudos dándose placer, dos mujeres explorándose mientras "una polla a un hombre pegado" cerraba el círculo de delicias, ambientado en una penumbra con fuerte olor a sexo y el sonido de Enya.

Todos mantenían los ojos cerrados, así que tampoco tenía necesidad de esconderme demasiado, por lo que podía disfrutar de todo el espectáculo.

Patri se pasaba sus dedos índices sobre sus pezones gimiendo de placer, mi mujer estaba trabajándole bien su dulce coño, el gesto lascivo de su boca así lo denunciaba.

Cambiaron de posición, ahora se pusieron un poco más cómodas, Patri se colocó a cuatro patas, con el culo más bajo para acercar su sexo a la boca de mi mujer que ahora, boca arriba, se concentraba en morderle los labios vaginales y José, de pié, fuera de la cama hundía su cabeza en el coño de mi mujer.

Patri movía su cabeza de un lado a otro, estaba disfrutando con el placer que sólo una mujer es capaz de darle a otra. Mi mujer se arqueaba cada vez que José hundía su lengua en su coño. Éste tenía su culo y su enorme polla a menos de un metro de mi, me estaban dando tentaciones de romperle en dos ese hermoso ano.

Mi excitación era increíble, los movimientos de mi masturbación ahora eran más violentos, supongo que es lo que provocó que Patri se quedase mirando hacia el oscuro rincón donde yo me encontraba… y me vió, pero no se movió, entre suspiro y suspiro me dedicó una maliciosa sonrisa.

Pícaramente, hundió más su culo sobre la cara de mi mujer para que no pudiese ver nada, era una invitación y yo estaba a punto de estallar así que la acepté.

Silenciosamente me situé a la altura del ano de José y le pasé la lengua de abajo a arriba, él dio un respingo e instintivamente intentó incorporarse, pero Patri se lo impidió, poniéndole la mano en su cabeza y hundiéndola aún más en el coño de mi mujer, al tiempo que le acariciaba el pelo, intentando tranquilizarle y comunicarle mudamente que disfrutase del instante.

El susto inicial había provocado la flacidez de su polla y aun así se veía a través de sus piernas, que pronto comenzó a apartar y agacharse ligeramente para dejarme más libre el camino, ya podía llegar a su limpio agujerito, que con la ayuda de mi lengua empezaba a dilatarse.

Le agarré su polla, descubriendo su glande y acariciándolo con el índice y el pulgar, estaba húmedo y pugnaba, con espasmos, por volver a su erección inicial.

Ya parecía estar suficientemente dilatado, o eso quería pensar yo, porque nunca había sodomizado a nadie, así que me incorporé y dispuse mi ávida polla frente a su juvenil culito. Patri miraba y sonreía, mientras movía su culo adelante y atrás, invitando a mi mujer a continuar el trabajo.

No esperé más, con una envestida brutal, introduje mi polla en el culo de José, que dio un gritito, que más me pareció de placer que de dolor.

El bombeo era violento, no sé si quería vengarme de José por estar comiéndole el coño a mi mujer o por no haberme llamado a mi, el caso es que cada sacudida me proporcionaba el placer del sexo y la venganza.

El culo de José no se podía comparar al acogedor coño de una mujer, pero lo distinto de la situación, suplantaba con creces esa falta de acogida, le agarré nuevamente la polla a José y le comencé a masturbar, su polla estaba cada vez más hinchada.

Con un movimiento delicado, me apartó de él y agarrando las piernas de mi mujer, que continuaba ignorante su trabajo en el coño de Patri, las puso sobre sus hombros y la penetró, el suspiro de ella, hizo patente que lo estaba esperando, yo observaba impávido.

José en un movimiento a ciegas, agarró mi polla y la acercó de nuevo a su culo, quería que le siguiese penetrando mientras él se follaba a mi mujer, no me negué.

En el momento en que introdujo su enorme polla de nuevo en el coño de mi mujer, le envestí otra vez, coordinando mis movimientos con los suyos en un bombeo frenético.

Las dos mujeres estaban a punto de tener un orgasmo, así que saqué mi polla del rico culo de José y le aparté de mi mujer, penetrándola yo, no pareció darse cuenta de nada, aunque debería haber notado que el tamaño de la perforadora ahora era bastante más pequeño, se estaba corriendo, así que no le debió importar demasiado. Se arqueaba con su cara aprisionada por el coño de Patri, los suspiros y gemidos se ahogaban entre los deliciosos labios vaginales de ésta.

Mientras yo seguía envistiendo a mi mujer, José se puso al lado de Patri y comenzó a besarla y a lamerle sus turgentes tetas, mientras ella agarraba fuertemente su polla, estaba al borde de orgasmo, así que en un rápido y experimentado movimiento se apartó de mi mujer y se introdujo la polla de su hermano en su mojadísimo coño.

El cambio, sorprendió a mi mujer, que aún estaba dando los últimos gemidos, abrió los ojos quedándose muda y petrificada al ver quien estaba follándola, le puse un dedo en los labios cuando estaba a punto de decir algo y continué con mis movimientos.

La sorpresa la había enfriado un poco, pero al mirar a su lado, vio a los dos hermanos que estaban follando desesperadamente al lado nuestro, no pudo apartar la mirada. Ciertamente era muy excitante ver una pareja haciéndolo tan cerca.

Sin cesar en mi bombeo, le acaricié las tetas, intentando tranquilizarla y ella pareció reaccionar a mis mensajes, relajándose un poco.

Ahora José y yo estábamos juntos, el sudor nos corría por todo el cuerpo, y me excitaba enormemente, estar follando mientras veía cómo la polla de José se enterraba una y otra vez en el coño de Patri y el roce de éste conmigo en cada movimiento me ponía aún más.

Patri había aprovechado la posición para volver a besar a mi mujer, que al principio estaba reacia, pero que poco a poco y viendo que yo las miraba más lasciva que reprobadoramente, se fue relajando y aceptándo el beso.

Yo ya tenía todo mi semen a punto, no podía aguantar más, comencé a gemir, anunciando que me correría de forma inminente. José me pidió que aguantara y que me pusiese de pié en la cama frente a él, para tragarse toda mi leche.

Eso llamó la atención de mi mujer, que parándome me invitó a hacerle caso, incorporándose y poniéndose muy cerca de la cara de José.

Me subí a la cama y situando una pierna a cada lado de Patri que seguía siendo atravesada por su hermano, puse mi polla a la altura de la cara de éste, que sin mediar palabra se la metió en la boca, regalándome una maravillosa mamada final.

No aguanté mucho y ante la atenta mirada de mi mujer que casi rozaba su cara con la de José, me corrí, casi al mismo instante que éste también lo hacía dentro del coño de su hermana.

Los gemidos de José hicieron que se le escapase parte de la leche que yo estaba depositando en su boca y con lasciva curiosidad, mi mujer, pasó la punta de la lengua alrededor de la boca de José, aún ocupada con mi polla y mis últimos espasmos.

No debió disgustarle el sabor del fluido, porque inmediatamente después de retirar mi polla de la boca de José, le besó ávidamente, compartiendo con él tan preciado líquido.

Me tumbé junto a Patri, observando el beso, no podía pensar en otra cosa que en el placer que habíamos tenido y deseando que mi mujer también hubiese disfrutado como yo.

Era algo que debíamos repetir, pero esta vez sin sorpresitas, aunque a decir verdad: la sorpresa fue un aliciente más.

 

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