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Ya la nube se disipó

en Dominación

Ya la nube se disipó. Boca abajo yacía humillado y sin fuerzas, recién recuperada la conciencia. Lo que me acababa de ocurrir había sido una de las experiencias más placenteras de mi vida pero transgredía todas y cada una de mis creencias, y moral mas arraigada.

Salí con unos amigos de copas como cada viernes. Rondando la una de la mañana nos presentamos a un grupo de chicas de nuestra misma edad de lo mas vario pinto. Entre ellas una morena de firmes pechos y mirada desafiante que suponía para mi un gran reto. Me lancé a pecho descubierto al asalto de aquella maravillosa niña y aunque no sin trabajo, conseguí acaparar toda su atención hasta separarnos del grupo. Me dijo que no solía salir de marcha pero que sus compañeras de facultad la habían convencido para dar una vuelta. Aunque debía volver temprano a casa esa noche se lo estaba pasando muy bien y comentó que prolongaría su salida un rato. Me ofrecí a acompañarla a casa sin otra pretensión que charlar con ella un rato, a lo que ella aceptó. Paseamos durante una hora y por fin llegamos al portal de un edificio de viviendas en el que decía vivir. Pasamos mas de medía hora despidiéndonos y le pedí que volviéramos a vernos a lo que ella consintió. Cuando me disponía a acercar mis labios a los suyos ella giró la cara anteponiendo su mejilla y, sintiendo en ella un escalofrío, la oí decir

Hola mama.

¿Es que no has llegado aún a casa la hora que es?- Escuché a mis espaldas. A medida que me giraba y posaba mi mirada en la puretona mas exuberante que veía en mucho tiempo esta continuaba diciendo.- Veo que andas acompañada...

Este es ...- dudó un poco hasta que pudo concluir- Carlos.

Sin mirarme le pregunto si no iba a invitarme a subir y tocándome el culo se dirigió directamente a mi.

Acompáñanos a un cafetito.

Afirmé con la cabeza y me fijé en la cara de estupefacción de Marta, que no me quitaba de encima la mirada. No parecía cómoda con la situación y en el trayecto de subida hacia su casa me agarró la mano y en voz baja me dio las gracias. No sabía si tomármelo a bien o a mal pero lo cierto era que estaba en compañía de do preciosas mujeres, cada una en su estilo, y que el fin de semana estaba empezando cojonudo.

Salimos del ascensor en el último piso. En el rellano había dos puertas. Encima de cada una de ellas, dos letreros de metacrilato atornillados en los que se leían "Ático A" y "Ático B".

La madre se dirigió a la derecha y ella a la izquierda, cada una con su llave en la mano.

Bueno-dije yo- pues aquí es donde nos despedimos.

Las dos giraron sobre sus pies mi me dirigieron sendas miradas de desconcierto.

-¿Es que no vas a pasar? – me dijo la madre al tempo que se giraba y abría la puerta.- Vamos entrad.

Marta se dirigió hacia mi y, cogiéndome de la mano, me arrastró a la casa de la madre. Era un ático dúplex. Decorado con motivos tribales y orientales, se percibía en el ambiente el aroma de la ceniza de inciensos otrora quemados mezclado con esencias de cítricos. Un gran salón se abría ante nosotros y en el centro, un sofá circular en el que se podrían sentar 14 personas, circundaba una mesa de iroko y vidrio. Con una palmada encendió Maite las luces. Ese era el nombre aquella cuarentona, Maite.

No tengo café niña, ¿puedes traer un poco de tu casa? -Preguntó Maite a su hija.

Esta se dirigió hacia una puerta que comunicaba ambos áticos y desapareció tras ella. Maite se dirigió a mi y posando su mano en mi pecho me besó suavemente los labios.

¿ Te ha hablado mi hija de nuestro acuerdo?

A eso que entraba Marta por la por la puerta por la que hacía unos momentos había salido. Nos miraba de forma cómplice. Estaba nervioso por que me sentía como si le estuviera poniendo los cuernos pero, ¿Si apenas llevaba cuatro horas con esa tía?¿Podría estar empezando a sentir algo por ella? La verdad es que en ese poco tiempo me sentía especialmente atraído pero, ¿Qué cuernos? Y bueno, tampoco había hecho yo nada malo, había sido ¿su madre?....

De saber en esos momentos lo que iba a ocurrir hubiera salido de allí despavorido pero lo excitante de la situación, me hacía albergar la posibilidad de vivir una de esas experiencias de leyenda. Maite se fue a hacer café y Marta y yo nos sentamos a charlar en la mesa..

Tu madre me a besado sin yo darle pie – le dije temeroso.

Mi madre tiene un problema con el sexo.- Continuó diciendo- Desde que mi padre murió cuando aún yo era una niña, muchos hombres han pasado por su vida. Unos mas y otros menos, pero algo les ha querido aunque de lo que se quejaban era de una cosa que no te puedo contar. Los cierto y verdad es que cuando intimaban al poco tiempo salían despavoridos sin ni siquiera despedirse.

¿Es que los tiene a palo seco? Pregunte.

No, es por su apetencia sexual. No es por la asiduidad con la que lo hacen, sino por lo que hacen.

Entró Maite portando una bandeja de cristal en la que llevaba un juego de café de diseño. Le pedí que no lo cargara en exceso pero hizo caso omiso y me lo sirvió negro, salvo por las dos gotitas de leche que añadió después.

¿Qué es eso del trato que me decía antes? Disparé a quemarropa buscando una salida poco diplomática.

Madre todavía no...- intentó Marta cortar la respuesta de su madre sin impedir que esta hablara.

Pensé que era tu novio por eso le hice subir.

Yo no entendía nada. Prosiguieron hablando.

No madre, es que no me dio tiempo ni a conocerlo cuando usted ya trata de cobrarse la deuda.

Me retiro pues- y añadió mirándome con cara lasciva- Lo mismo ahora te veo en un rato.

Se marchó subiendo la escalera de madera que conducía hacia la planta alta. Marta se levanto cogiéndome de la mano y tirando de mi para entrar en su piso, por la misma puerta que hacía unos instantes había traído el café.

Su piso era simétrico pero apenas sin muebles. Un par de estanterías, unos cuadros, una mesa con cuatro sillas que parecían había recogido de la basura, y un enorme sofá que por su elegante apariencia, no pegaba nada con el resto de las cosas.

Me besó intensamente. Casi perdí la respiración cuando se separó de mi y comenzó a contarme. Hacía ya un par de años le había ocurrido. Su madre parecía que había sentado la cabeza pues llevaba mas de seis meses de relación con un hombre bastante mas joven que ella. Lo describió alto y atractivo, de voz dulce y calma, que con ese acento sureño embelesaba a la mas pintada. Ocurrió una noche que este empezó a contarle las cosas a que lo obligaba Maite y que estaba desesperado. No sabe como pero la embriagó y acabaron acostándose esa noche. Al día siguiente este personaje se había marchado robándoles todo el dinero que tenían en casa y habiéndole dejado unas letras narrándole cual dulce era su hija. Maite echó la culpa de la marcha de este a Marta y le dijo que algún día se lo haría pagar. Después de varias semanas sin dirigirle la palabra hablaron y llegaron a un compromiso. Maite le hizo prometer a su hija que el próximo hombre con el que fuera a estar, que realmente le importara, antes de acostarse con ella, lo debería hacer con su madre. A regañadientes se lo prometió y ya hacía mas de dos años que no había tenido relaciones con nadie.

Te he conocido hace tan solo unas horas. Me has hecho sentir tan bien que por un momento olvidé mi promesa y ahora te encuentras en esta situación tan embarazosa.

La verdad es que no se que pensar – le dije.

Te pido que te vayas no por que no te quiera volver a ver sino por que no te puedo obligar a pasar por esto.

¿Qué opciones hay? Por un lado quiero encarecidamente volver a verte y por el otro si me acuesto con tu madre...¿con que cara me vas a mirar mañana?...

Sal por esa puerta-dijo indicándome la salida-y si mañana entras por esa otra me harás tremendamente feliz y nunca te tomaré en cuenta lo que ocurra esta noche. Si por el contrario no te veo por la mañana, te ruego no le digas a nadie lo que ha ocurrido aquí esta noche.

Pensé en todas las posibilidades. La madre esta tremenda y mas aún la hija. No tenía nada que perder y contaba con que Marta pensaba que si me acostaba con la madre sería todo un sacrificio, con lo cual debería estame agradecido. Salí decidido a irme por la puerta pero al instante, guiado por mis hormonas, me encontré llamando a la puerta del ático A.

Veo que te has decidido- Me dijo Maite al abrir la puerta.

Llevaba un camisón casi transparente a través del cual de vislumbraba un turgente cuerpo de mujer. Sus pechos y su pubis estaban cubiertos por sostén y braguitas de encaje negros y sostenía una gran copa con lo que parecía brandy. Excitado por la esta visión, había algo que me mantenía anclado al suelo del rellano. Acercó sus labios a los míos y mi cuerpo levó anclas dejándose llevar por la corriente que reconducían mis sentidos. Sus diestras manos iban desnudándome al tiempo que avanzábamos hacia el sofá sin dejar por un instante de besarnos. Se separo de mi y me ofreció una copa. Me invito a seguirla y allí iba yo, como un obediente perrito faldero primero hasta el mueble bar y, después de servirme otra copa de brandy, tras la tenue y melosa fragancia de su sexo escaleras arriba. Entramos en el dormitorio y de allí al baño, una impresionante estancia donde una gran ducha de mármol trabertino, adornada con un par de decenas de velas encendidas, destacaba por encima de todo. Se desnudó ante mis ojos y cogiéndome de mi miembro erecto me colocó bajo el caño de agua tibia que acababa de accionar. Me lavó con mimo, pasando una pastilla de jabón de fémina fragancia por cada uno de los intersticios de mi piel, centrándose sobre todo en mi sexo y mis nalgas. El agua no dejaba de correr y cuando con gran presión tocaba mi glande, me entraban ganas de orinar. Cogió el teléfono de la ducha y, abriéndolo sin cerrar el otro, acarició con el agua mi glande hasta que sin poder resistirme mas, acabé orinándome sobre su vientre. Por su cara de satisfacción pareció estar buscando eso y seguidamente me hizo arrodillarme y besar esa misma zona, ya limpia por el agua, aunque en ella se mantenía algo del olor de mi micción. Arrodillado como estaba pasó una pierna por encima de mi hombro entreabriendo su sexo postrándolo ante mi boca. Comencé a libar de tan dulce raja. El agua corría entre mi cara y su cuerpo llevándose consigo parte de aquel maná. Gimió cada vez mas y mas fuerte hasta que, acompañando cada uno de sus gemidos con un espasmo se su cuerpo, se corrió primero en mi cara y después regó mi boca con su lluvia dorada al tiempo que, aferrándose a mi peso y atrayéndome irremisiblemente hacia ella bebí cada gota de su ser. Se arrodilló y me besó nuevamente en los labios compartiendo el gusto amargo de su ser. Cortó el agua y me pidió que me secara con la toalla que me ofrecía y que posteriormente, tras esperar un par de minutos, la siguiera al dormitorio. Conté tranquilamente hasta trescientos. Por la cabeza me pasaba una y otra vez lo recién acaecido. Yo era una persona de lo mas tradicional en la cama, mas por falta de oportunidades de investigar que por ganas, y el regustillos de su sexo, su néctar y su orina se entremezclaban en mi boca en un delicioso cóctel de sabores.

Salí del baño y la habitación estaba completamente a oscuras.

Ven acércate- me solicitó desde el fondo de la habitación.

Anduve con cuidado siguiendo sus palabras hasta toparme con las espinillas el borde de la cama.

Échate boca abajo y déjate llevar-. Volvió a solicitarme.

La obedecí y cerré los ojos. Tenía mi miembro erecto aprisionado entre mi cuerpo y la cama y esto me incomodaba. Sentí que se subía a la cama por mis pies y gateando a mi espalda comenzó a masajearme con sus pechos hasta el alma. No cabía en mi de gozo y mas aún cuando a sus pechos les empezó a acompañar su lengua y sus labios. Tras varias pasadas se detuvo en mis nalgas y poco después entre ellas. Sentía sus pechos contra mis muslos y su boca buscando en las profundidades. Se ayudó con las manos y definitivamente encontró con su lengua mi ano. Jamás en mi vida hubiera soñado el placer que me estaba proporcionando esa mujer. Con la lengua plana hacía círculos y con la punta buscaba mi interior entrando y saliendo. En ningún momento estuve tenso y me di cuenta que le entregaba mi culo a su antojo incluso modificando mi postura para facilitarle la tarea.

Una deliciosa sensación me embargaba hasta llevarme a un orgasmo de todos mis sentidos. No llegaba a ser tan intenso como el habitual y si mas parecido al reposo tras la culminación de un reto físico. Adormecido se detuvo y sentí como me ataba de pies y manos a lo cual no pensé en resistirme. Craso error. Al instante se encendió una cerilla y esta prendió una vela, esta a otra y así hasta tener iluminada por completo la estancia. La miré son riente y reí. Abrió el cajón del armario y sacó una caja. De ella sacó unas bragas de cuero – pensé - que se colocó y se puso a contarme.

En esta caja tengo las llaves de los siete cielos. Tu disfrutaras de seis de ellos y Yo disfrutare de uno y de los otros seis. Dime ¿ Cual de los siete me dejas en exclusividad a mi?

Nunca me dio suerte el número cinco.- le dije- así que si no te importa, ese telo dejo por entero a ti.

Tuya es la elección.-Concluyó.

Sacó de la caja un consolador de color verde de gran tamaño.

Bésalo – Me pidió.

Así lo hice. Había perdido todas mis inhibiciones y por mas que chupaba aquel cacharro no reflexiones sobre las connotaciones del acto en si mismo. Lo retiró de mi boca y se lo llevo hasta su sexo. Comenzó a restregarlo y empezó a meterlo y sacarlo suavemente hasta que, introduciéndoselo hasta el fondo, lo tapó con las bragas que anteriormente había retirado a un lado. Se transformó su mirada. La lascivia corría por sus venas.

Te presento la llave del primero de los cielos– dijo mientras sacaba un consolador de color rosa que mas parecía un rotulador y prosiguió- El placer de lo inaudito está en mis manos.

Se dirigió a mi espalda perdiéndola de vista y comenzó de nuevo a acariciarme las nalgas.

Ábrete paso!!- dijo en voz alta.

En esto que posó en mi ano el consolador e hizo algo de fuerza para introducirlo pero, lo relajado de la zona después del masaje así como lo húmedo que lo tenía, permitieron deslizarse con facilidad el objeto dentro de mí. Era la primera vez que sentía algo así, Maite lo manejaba de tal manera que conexionaba algo en mi interior que me proporcionaba placer. Al poco tiempo lo sacó. Se echo nuevamente hacia el borda de la cama y dijo

Esta es la llave del segundo cielo- Y dicho esto sacó otro muy parecido al anterior pero con rugosidades.- Ábrete paso!!

Repitió la misma operación pero este me produjo molestias por la fricción excesiva. Sacó un tercero de considerable tamaño y me asuste. De repente lo que parecía un pequeño juego empezó a convertirse en una pesadilla. Aposentó el consolador en mi ano y el considerable diámetro de este hacía inviable la operación, o eso pensé yo. Comenzó a empujar haciéndome un terrible daño. Imploré que lo dejara i comencé a agitarme como un poseso para que no lo hiciera. Ella se retiró.

Mira nenita,-comenzó a decirme- expondré la situación. Te he estado gravando con la web cam y todo lo que hemos hecho hasta ahora está colgado en el servidor sin difundirse hasta que lo autorice. Segundo, hasta ahora iba muy bien y si necesitas que te lubrique me lo pides y veré que se puede hacer y tercero, todavía no he empezado a disfrutar así que, ¿ que alternativas tienes a parte de tratar de disfrutar de la experiencia y entregarte a mi como una perrita fiel?

La zorra me dio que pensar y vista la situación le pedí que fuera clemente conmigo.

Ten –dijo mientras sacaba de la caja otro útil del tamaño de mi miembro y acercándomelo a la boca – Ve mamando esta polla y te será mas fácil recibirla después.

Ante mi vi la imagen de esa exuberante mujer colocándose en consolador en las bragas y se le quedaba sujeto. Lo que creí era una unas bragas resultó un arnés que ahora sostenía una polla de goma. La lubricó con un gel y dijo: -Ahora disfrutaremos los dos.

Se colocó tras de mí empitonándome a la primera envestida. Grité mas del susto que del dolor y al poco rato me fui acostumbrando a las envestidas de esa zorra, la cual disfrutaba con cada una de ellas, puesto que el consolador que tenía insertado en su vagina le producía un enorme placer. Me sacó de la boca el nastro de goma que yo lamía con este sustituyo al otro. Sin decir nada sacó otro consolador del mismo tamaño al que acababa de sacarme de la boca y me lo volvió a colocar para que lo mamara. A diferencia de este tenía unos abultamiento circulares.

Ahora vas a sentir lo que una mujer sientes cuando un tío se la mete por detrás.

Solo sentí dolor. La resistencia que ponía a ser penetrado era la misma fuerza que ella empleaba para meterse en quinto cielo en el coño. Gemí de dolor mientras poco a poco introducía el látex en mi culo y bombeaba las primeras veces pero en breve el dolor pasó a ser esa extraña forma de placer y mas aún cuando escuchaba a esa zorra disfrutar a mis espaldas. Tuvo al menos dos orgasmos y entre uno y otro se cambió el dildo por el que tenía en la boca. Quería negarlo pero me estaba produciendo placer así que me dejé llevar hasta que calló sobre mi espalda abatida. Me sentía avergonzado y a la vez reconfortado. Tenía el ano dilatado y notaba con fuerza el flujo sanguíneo por toda la zona.

Ya casi hemos terminado- Me susurró al oído.

Como que casi.- Le espeté.

Todas las putitas egoístas como tu, nunca deseáis el séptimo cielo para mi. Lo queréis todo para vosotras y al final os arrepentís. – Se levanto y echo mano de la caja sacando un consolador mas grande que un vaso de tubo.- Prepárate a disfrutar.

Lloré al ver ese pedazo de nabo descomunal y mas aún al sentir el terrible dolor que producía al tensar al máximo la piel de mi ano. La zorra me gritaba "disfruta putita" y me cacheteaba el culo cada vez que conseguía metérmelo entero. De la vergüenza, el dolor y la humillación de verme como me corría encima al tiempo que me follaban por el culo, me dejé ir hasta perder el conocimiento. A la mañana siguiente y me encontré de bruces sobre la cama fría.

 

Continuará