miprimita.com

Una fiesta inesperada

en Orgías

Como cada fin de semana mi mujer Carla y yo nos disponíamos a salir de fiesta. Ella se estaba poniendo su vestido negro de encaje ajustado que le entallaba el cuerpo y le resaltaba sus precisos pechos, pantis negros, botas de talle alto y pelo negro recogido en una cola que le llegaba a media espalda. Yo, para acompañarla, traje, camisa y zapatos del mismo color.

 Teníamos fiesta en el club sólo para parejas y eso hacía que fuéramos más relajados porque sabíamos que no tendríamos a ningún soltero cojonero rondando a mi más que atractiva mujercita.

 Cena ligera en el Darsys, paseo cerca de los pantalanes del muelle para bajar un poco la comida y los efectos del möet hablando de lo que esa noche nos podía apetecer y corto trayecto en coche para adentrarnos en el polígono donde se ubicaba el club. Odiaba que estuviera en un sitio tan cutre como si de un mal prostíbulo se tratara, pero la calidad de las instalaciones y de las parejas que allí nos reuníamos mitigaba casi por completo la sensación desoladora de los alrededores. Ya se sabe que las cosas de la jodienda atraen a mucho puritano reprimido y sobre todo a sus críticas.

Saludamos en la entrada a Elisa, la relaciones públicas. Como éramos socios y habituales no pasábamos el formalismo de pagar las consumiciones básicas en la entrada ya que nos cargarían en cuenta todo lo que tomáramos y algún que otro attrezzo que adquiriéramos para nuestros juego.

Pedimos un par de copas en la zona de la barra y saludamos a algunos de los habituales. Habíamos quedado Carla y yo que esa noche probaríamos algo nuevo ya que no teníamos ganas de repetir con alguno de los miembros que ya conocíamos. Carla hizo por buscar a Elisa y comentarle lo que andábamos buscando ya que conocía nuestros gustos y aptitudes y, de venir alguien con gustos complementarios, podría asociarnos para pasar una buena noche.

Esa noche nos mantuvimos un rato apartados viendo el ganado nuevo pero no había nada que nos llamara la atención excepto un par de mujeres que se sentaban solas y  de las que supuse que esperaban a sus respectivas parejas. Nunca las había visto por allí y me llamó la atención que, siendo un día solo para parejas, estuvieran allí sin sus respectivas.

Bailamos, nos rozamos y besamos y no encontramos nada de nuestro agrado y Elisa no nos propuso tampoco a nadie. Le dije a Carla que nos metiéramos en la zona interior, nos pusiéramos cómodos y que ya surgiría algo. Ella, que no se resignaba, se fue para Elisa y estuvieron hablando. Vi como Carla hacía referencia a la pareja de mujeres que estaba sentada a solas y, tras una pequeña conversación, Elia Fue en busca de ambas dos. Estuvieron charlando los tres y vi como Carla se les acercaba. A los pocos segundos Carla me dijo que nos fuéramos hacia adentro.

Ya en la zona de las taquillas con una toalla como única ropa me dijo de irnos a un reservado. Le die que la verdad es que mejor los dos juntos a solas mejor que repetir esa noche con alguno de nuestros habituales pero, cuando me iba a meter en el que solíamos usar (Usábamos ese normalmente porque a mi mujer le pone que la miren), me dijo que esa noche nos íbamos a uno de los cerrados. Me sorprendió que me propusiera eso porque para follar en la intimidad mejor lo hacíamos en casa, cuando me disponía a comentarle lo mucho que me extrañaba eso, me dijo que me guardaba una sorpresa.

Casi a la par de estar en la puerta de una de las suites para entrar, Elisa llegó acompañada de la pareja de solteras que tanto me sorprendió ver allí dado el día que era.

Carla se presentó estampándole u beso en la boca a cada una y yo hice lo propio pero menos efusivo. Ante mí, a mis cuarenta años estaba ante una par de treintañeras y la insaciable de mi mujer. Una mulata de granito y una alemana con cara de tímida pero, que si estaba allí, era porque venía a lo que venían. Tras presentarnos le comenté a Elisa que con la siguiente copa me trajera un pitufo para no hacer el abuelo a los pocos minutos y aguantar toda la noche.

Esas suites tenían un sobre coste pero merecía la pera para una ocasión como aquella y además tenía servicio de camareros con interlocución mediante un interfono.

Tras u rato charlando y a poco le dimos un par de  sobos a nuestras copas sentados sobre la cama redonda de la suite, Carla se incorporó un poco y comenzó a besarme mientras no le quitábamos la vista a esa pareja que copiaba nuestros movimientos. Las tres tapaban su desnudez con las toallas y fue Carla la primera en dejar sus pechos al aire. La otras dos repetía sus movimientos y nos dejaron verlas. La morena tenía unos pechos operados de copas perfectas mientras que la alemana lo tenía algo más caído pero con mayor volumen. Acerqué la mano a la pierna de la alemana mientras escuchaba a Carla decirme que esperaba que me gustara la sorpresa, (A qué hombre en sus cabales no le gustaría que su mujer le dieras sorpresa de tal calibre) y la acaricié suavemente surcando su muslo, su cadera y cintura hasta llegar a acariciar su pecho. Me alejé de Carla para besarme con la alemana pero ésta anticipándose a mi movimiento, empezó a comerle las tetas. Cambié la trayectoria y me acerque y comencé a besarme con la mulata. Marión que se llamaba era una mujer color leche manchada, con rasgos bellos pero rectos y unos labios carnoso que empecé a desear que me comieran el miembro, ya erecto por el pitufo. La besé en el cuello los hombros y los pechos sintiendo como me acariciaba el culo y agarraba mi verga acariciándola con suavidad. Somos una pareja que cuando hacemos intercambio disfrutamos de ver el placer en el otro y cuando torné la vista sobre mi mujer, observé como le comía la erección a la alemana. ¿Erección? Alemana? Pero… Tardé una eternidad en darme cuenta que la polla más pequeña y más arrugada que había allí era la mía. Y no era un uno contra uno, era un tres contra uno.

Carla se dio cuenta de mi cara de espanto y perplejidad y se echó encima de mí y comenzó a besarme. Sentí como me acariciaban me tocaban, se rozaban contra mí. Mis manos buscaban carne de mujer y la encontraban por todas partes, incluso cuando masajeaban por primera vez una polla que no era la mía. EL efecto de la lívido desinhibió el resto de mi ser y me entregué a la pasión del sexo sin tabúes. Normalmente solemos hacer un dos para dos pero esta vez éramos cuatro revueltos. Podría decir que revueltas ya que ellas eran mayoría.

Carla atrajo a la mulata, que se encontraba de rodillas, un poco hacia nosotros y comenzó a lamérsela. Me cogió del pelo por la nuca y me emplazó a la misma distancia de su polla que de sus labios y me iba pasando con estos últimos el sabor de la primera. Perdía y recuperaba la conciencia plena entre sensación sorpresiva y nueva, lamiendo un glande como si de un caramelo se tratara a la sensación de sentirme el culo lamido y masajeado por unos dedos. A la alemana no se le ponía dura pero a la mulata le iba a estallar. Sentí su líquido pre seminal cuando se retiró de mi boca y se fue a besarse con la alemana. Mientras se comían a besos veía como se le ponía dura nuevamente. Estaba celosa de mí. Esa polla blanca lechosa era descomunal, pero sólo se ponía así con otras mujeres por lo que me sentí aliviado al pensar que no me atravesaría esa noche.

Yo había experimentado la penetración anal en  juegos con mi mujer cuando me metía algún dedo o un plug pequeño pero la verdad es que nunca me habían penetrado con nada parecido a un falo y menos con una de verdad.

Carla se fue hacia las otras dos y comenzó a hablarle al oído mientras no me quitaban el ojo de encima y masajeaba sus pollas. Se giró y posó sobre mí una mirada maliciosa. Gateando se me acercaron y  Carla me tumbó y colocándose a horcajadas sobre mi cara, posó su coño sobre mi boca, impidiéndome ver el resto de lo que ocurría. Y esto fue lo que sentí. Carla agarraba mis piernas abierta y exponía mi culo a los beso de esos dos monumentos a la femineidad. Femineidad que perdió una de ellas cuando, después de dilatarme y lubricarme el ano a besos , me fue clavando poco a poco la polla. Los jugos de Carla inundaban mi garganta y ahogaban mis alaridos de dolor y de placer según entraba y salía ese palpitante y cálido miembro. Ahora que lo recuerdo se me pone enormemente dura, pero tengo la sensación que los primeros instantes que pasé no fueron muy placenteros. Cuando mi recto tuvo la textura necesaria para una penetración cómoda, Sentí como me iban comiendo la polla a la vez que me follaban. Siempre he visto en internet que cuando le dan por el culo a un tío pierde la erección, pero el puto biagra me la tenía de acero fundido y no me la bajarían a menos que me corriera, al menos, un par de veces. La putada era que la sensación de ser penetrado, se había convertido en más que placentera y esto competía con el placer de la mamada que me daba. Tardé una eternidad en correrme. Sentí como, tras aumentar el ritmo de las penetraciones, me inundaban la garganta y el culo de flujos femeninos y masculinos. Que mi placer no llegaba a estallar en una colosal corrida que es lo que se avecinada con tal cúmulo de sensaciones. Al retirarse Carla de encima vi como la mulata terminaba de limpiarse la corrida sobre sus dedos y me los introducía en mi maltrecho ano. Se echó al lado opuesto a Carla junto a mí  la alemana se colocó entre mis piernas. Agradecía que la polla estuviera medio fláccida cuando me la metía porque la sensación era nuevamente placentera. En su cara se reflejaba algo de frustración por no conseguir empalmarse y la morena se incorporó para besarla y tocarle las tetas. Yo estaba agorado pero aunque no consiguiera correrme la química me hacía imposible perder la erección. A los pocos segundos la alemana se fue hinchando dentro de mí y pensé que me iba a romper pero ya estaba roto y lo que me quedaba era disfrutar. Carla se esforzaba en pajearme y mamármela pero la sensación de estar siendo follado nublaba la posibilidad de llegar al final. La alemana se echó sobre mis piernas dobladas y me folló duro hasta que paró clavándomela  hasta los huevos y quedándose quieta. Justo en ese momento, en el que ya hacía rato que el único contacto que recibía mi polla era la fricción entre mi barriga y la de la alemana, la morena me retorció los pezones y me corrí en una explosión de placer como pocas veces había experimentado. Nos quedamos los dos exhausto y la rubia se echó sobre mí. Sentía mi semen entre ambos cuerpos y, cuando perdió su erección, el suyo saliendo de mi ano y chorrearme entre las nalgas.

Me quedé un rato tras puesto hasta que me despertaron los jadeos de Clara. Se encontraba abierta de piernas y la mulata se lo estaba comiendo. El biagra hacía que mi polla padeciera una erección eterna. Gateé hasta colocarme tras ésta y escupiéndole en el culo y metiéndole el dedo en su ano, apunté con mi glande a su interior y traté de traspasarle toda mi rabia y mi dolor de culo. Se la comió como si de un lápiz se tratara. Comparando mi polla con la que estaba acostumbrada a taladrarla no me extraño. Aun así bombeé duro y agresivo, logrando correrme en pocos minutos.

Estuvimos en la cama besándonos, acariciándonos y hablando entre risas. La alemana se echó en medió y nos convino a que se la chupáramos entre todos. Le comí las tetas a la tres, la boca a las tres y la polla a la alemana por turnos hasta que se corrió en la boca de Carla que, sin decir ni mu, be pasó de un beso los calostros que almacenó por unos segundos. Hice lo propio y se os devolvía su dueña, que se fundió en un beso con su amante.

Unos minutos después, Carla dijo entre risas que teniendo a su disposición tres pollas, no se la había follado nadie. Tras decir esto Sonia, que así se llama la mulata, habló con Ana la rubia y nos invitaron a ir a su cara a terminar la noche. Dudamos y les dijimos que no teníamos ropa de repuesto ni de cama. Salimos de la suite y nos fumosa los vestuarios. Nos duchamos y nos vestimos. Coincidimos en la salida los cuatro y con la calentura que llevaba Carla quedamos en que, si la oferta seguía en pié, nos pasaríamos por casa y que iríamos minutos después a la suya.

Eso hicimos. Lo que allí ocurrió lo relataré más adelante.