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Por una infidelidad, tuve que pagar

en Fetichismo

Viernes noche y mi mujer llevaba ya más dos gin-tonics. Habíamos pasado una mala racha a causa de una infidelidad mía. A sus 43 años estaba de muy buen ver y, aunque su piel ya no era tan tersa como cuando la conocí, seguí manteniendo un atractivo innegable. A raíz de un ascenso que tuvo en el trabajo, se dedicó a viajar de aquí para alá y, pensando que me estaba siendo infiel, se lo fui yo a ella con una compañera de trabajo. Después de contárselo, estuvo a punto de dejarme y tras dejar yo mi empleo y dedicarme a hacer trabajos freelance y a hacer de amo de casa, me volvió a aceptar otra vez en su vida.

Estaba esplendida sentada en el taburete junto a la barra del pub con sus nalgas desafiando la ley de la gravedad flotando a ambos lados de este, cuando unas irreprimibles ganas de mear se apoderaron de mí. Fui al wc y a la salida de estos me crucé con la que antaño fuera mi compañera de trabajo y amante por un día y nos saludamos. Saludo corto, frío y cortes pero que fue acompañado con un par de besos de cortesía en las mejillas y, cuando procedía a andar en busca de mi mujer a la barra, la mirada que me profirió me heló la sangre. Se dio media vuelta y se apresuró a abandonar el local. La pude interceptar a varios metros fuera del local.

Traté de convencerla que había sido un encuentro casual y ella me reprochaba que me hubiera parado a saludar y que la hubiera humillado nuevamente y delante de todo el mundo. Yo trataba de convencerla de que eran sentimiento que no le deseaba que tuvieran y que, aunque fundados, no eran más que sentimientos de lo que ocurrió hace mucho tiempo y que ya me había perdonado y que lo que acababa de ver no había sido nada de nada.

Unas manzanas más tarde deambulando sin rumbo definido se paró de golpe.

-          Solo te perdonaré el día que te puedas sentir algo parecido a lo que yo siento.-Me dijo

-          Haré lo que tenga que hacer como te prometí y desde que me perdonaste, me he comportado como me has pedido en cada momento.- Proseguí- Sé que no lo podrás nunca olvidar, pero te ruego que lo aparques lo más alejado que puedas dentro de tu cabeza.

Ella me miraba desafiante y en silencio. Poco a poco su expresión se fue ablandando hasta que al final se enfrió.

-          De acuerdo, hoy vamos a zanjar el asunto.

-          ¿Cómo va a ocurrir eso? – Le pregunte

-          Vas a hacer algo que te va a hacer sentir en parte como me hiciste sentir a mí

-          Lo que quieras.- Le dije.

Y con las mismas me ordenó que nos fuéramos en busca del coche. Nos subimos y, tras preguntarle donde íbamos y responderme que siguiera sus instrucciones, conduje callejeando por la ciudad hasta salir a las afueras y adentrarnos en un polígono industrial. En las calles había grupos de mujeres y ella me fue indicando. Me ordenó que parara el coche y tras salir y preguntarle a un grupo de esas mujeres, que seguro que eran meretrices, volvió a meterse y me indicó que saliéramos de allí. Tomamos la ronde de circunvalación y, tras conducir un rato, salimos de ésta llegando a otra zona industrial. El panorama era exactamente igual que el de antes. Grupo de mujeres en la penumbra, vertidas con ropa provocativa, mirando fijamente al coche  a la espera de que parase. Y eso me ordenó. Se bajó del coche y  mantuvo un rato una charla con un grupo de mujeres. Al rato se acercó y me preguntó que cuanto llevaba encima. Ella sabe que cuando salimos de fiesta siempre llevo dinero en metálico del que no se puede declarar y le respondí que unos 400€. Ella me pidió la cartera, sacó el dinero y volvió a hablar con aquel grupo. Volvió hacia el coche y dándome la cartera por mi ventanilla me pidió que aparcara al fondo de un callejón que había unos metros más adelante. Así hice y paré el coche dejando unos tres metros del final. Miré la cartera y vi que había  cogido unos cien euros y salí del coche a esperarla. Volvió flanqueada por tres de las mujeres del grupo de cinco. Sobre mí había una mugrienta luz que apenas iluminaba el final del callejón. Estaba empezando a tener miedo cuando se acercaron a mí. Mi mujer se acercó mí y me dijo

-          Hoy se puede acabar todo u olvidar todo. Tú decides. Si escucho un reproche o una negativa a lo que va a suceder aquí, nos damos media vuelta por donde hemos venido y, mañana por la mañana, te coges las maletas, te vas de casa y no te quiero volver a ver.

-          ¿Y qué quieres que haga? Le pregunté

-          No te niegues a nada.

Con estas palabras se alejó de mi lado y, colocándose a unos metros, les hizo una señal a las tres mujeres, que de inmediato se acercaron a mí.

Tacones altos de chillones colores, camisa de rejilla y dos camisetas recortadas, dos minifaldas y unas mallas, esa era toda la ropa que cubrían los cuerpos de dos sudamericanas y una mulata altas y exuberantes.

Miré a mi mujer que cogía el móvil  y se disponía a grabar la escena. La mulata alta se colocó a pocos centímetros frente s mí y las otras dos a los lados. La primera se dispuso a hablar:

-          Bueno. A ver que tenemos aquí. – Dijo mientras me observaba.

-          Marisa nos ha contado lo malo que has sido con ella y lo mucho que detestas a las chicas como nosotras.

Cuando escuché esas últimas palabras, por segunda vez esa noche, mi sangre se heló. Esa no era una mujer. Lo que en apariencia rea un cuerpo femenino, escondía el cuerpo de un hombre. Mi mujer sabe que, aunque yo no sea homófobo,  detesto en lo más profundo de mi ser el contacto con otros hombre. La miré y me regaló una sonrisa casi diabólica con una mirada desafiante a la vez que no dejaba de grabar la escena. Me ordenó que me desnudara. Tardé unos instantes en reaccionar. Es ese corto espacio de tiempo se me pasaron mil y una ideas por la cabeza. Salir corriendo, volver a pedir perdón, dejarla en ese mismo instante; pero me sentía en deuda con ella y, con la esperanza de que ella parase eso en cuanto me viera obedecerla pararía todo aquello, comencé a desnudarme. Mientras me iba quitando la ropa, aquellos tres transexuales me iban diciendo improperios y me describían lo que me iban a hacer.

Una vez estuve completamente desnudo, volví a mirar a Marisa. Ella, ahora con la mirada fija en el móvil, vio cómo, tras ordenarme que me arrodillara la mulata desenvainaba so polla del short y me la colocaba a pocos centímetros de la cara.

-          Vamos papito, comienza a chupar como a ti te gusta que te hagan.- Me dijo acercándome la polla fláccida hasta que tocó mis labios.- Vamos chupa perrito.

Abrí la boca y deje que la metiera un poco. El sabor salado que tenía en la punta a orín me desagradó hasta la náusea.

-          Vamos papito, tócala mientras te la comes, que no te va a morder. – Dijo la que estaba a mi derecha.

Acerqué la maño y comencé a pajear aquella pequeña polla blanda mientras que dejaba mi boca inerte refregando el capullo sobre mi lengua. A los pocos segundos aquel pequeño trozo de carne fue aumentando su tamaño hasta alcanzar un diámetro que me obligaba a tener la boca completamente abierta. Un tirón de pelo me hizo girar la cabeza para volver a meterme el pene ya erecto de otra de las trans. Este era más pequeño pero la propietaria quería meterlo más adentro que la anterior y mi reacción fue echarme un poco hacia atrás pero, con otro fuerte tirón de pelo me introdujo la punta hasta la garganta y comenzó a balancear su pelvis de adelante atrás, follandome la boca. Estuve así un rato de polla en polla, mamando y mamando. A veces me pedía que les chupara los huevos y yo obedecía y cuando me tocaba chupársela a la mulata, esta dejaba sólo la punta entrar ante la imposibilidad de adentrarla más adentro. En uno de los tirones de pelo y cuando la saliva me salía por la comisura de los labios y con la boca abierta a la espera de recibir otro pene en  ella, perdí al respiración al incrustar mi cara en el culo de uno de ellas. Las grandes nalgas me cubrían la cara por completo y mi boca había ido a para al mismo ano de esta. Como estaba medio atolondrado no reaccioné rápido pero, la angustia que me provocó me hizo retirarme de ahí.

-          ¡¡¡Vamos cabrón, no dejes a mi amiga con las ganas y déjale bien limpio su agujerito!!!. –Me dijo la mulata a la ver que empujaba mi cara contra el trasero de su compañera.

Lamí aguantando la angustia y traté de pensar que se lo estaba haciendo a Marisa como otras tantas veces, pero se apodero de mi mente la cruda realidad y me retiré aguantando una arcada. Con la boca abierta y la lengua afuera, tratando de retener la cena en el estómago, la polla de la mulata alcanzó mi esófago en un santiamén, obligándome con ambas manos, y pegándome con el forro de sus huevos en la barbilla. Unos segundos sin respiración y la sacó. Yo apenas la podía escuchar y una bofetada impactó en mi cara. Tras esto y haciéndome que me inclinara hacia delante, empezó a follarme la garganta estirándome los tejidos de mi tráquea. Cada seis o siete embestidas profundizaba al máximo y la sacaba, extrayendo de mi un chorro de babas blanquecinas. Y vuelta a empezar. No sé qué tiempo que estuve así, pero de súbito paró. Me ayudaron a levantarme y, acompañándome unos metros, me dejaron caer sobre el capó de mi coche.

Me reconfortó sentir el calor del motor en mi pecho y por unos segundos disfruté del sosiego y la esperanza de que todo aquello hubiera terminado. De ese descanso me despertó una uña hurgando entre mis nalgas y arañándome el culo.

-          ¡¡Huy que agujerito más estrecho!!  - Escuche a mi espaldas

-          Pues la verdad es que sí.- Decía otra mientras hurgaban de nuevo en mi trasero.

-          Dame un poco de tu gel.- Escuché

Y unos segundos más tarde sentía con me impregnaban el anos con una crema fría. Sentí como abrían mis nalgas y el tacto cálido de una polla en mi ano. No sabría decir que es lo que me ocurría pero esa sensación me reconfortó. La punta de es polla se fue acomodando poco a poco dentro de mí y, aunque sentía algo de dolor, se deslizó suavemente hasta que la pelvis le chocó contra mi culo.

-          Joder. Mira como le ha entrado. – Escuché decir tras de mí. - Si tenemos aquí una perrita faldera que se muere por una colita.

La fue sacando poco a poco y sentía como se volvía a cerrar mi recto y sin sacar la punta de dentro, volvía a meterla poco a poco.

-          Que colita más rica tiene la marica. – Decía la que me estaba desvirgando.

-          Dale lo que está pidiendo. – Dijo la mulata.

Esos movimientos cariñosos se convirtieron en un baile de vaivén acompasado y monótono que iba aumentando el ritmo hasta convertirse en un ritmo espasmódico, corto y profundo hasta que, después de sentir como me clavaba las uñas en las caderas por donde me agarraba, calentó el interior de mi ano con su leche.

-          Lo siento. Lo siento chicas!!! . Dijo entre jadeos mientras sacaba su polla de mi culo. – Es que la perrita me ha puesto tan cachonda. Es la primera virgen que me cojo y no rechista nada de nada.

-          Déjame a mí ahora. – Dijo la otra sudamericana a la vez que introducía su polla en mi agujero dilatado

Esta me folló moviendo las caderas a la vez que me la metía y sacaba. Tardó poco en correrse pero, a diferencia de la primera sacó la polla y chorreo su leche por mi espalda entre gemidos de placer.

-          Date la vuelta. – Escuché decir a la mulata.

Me incorporé y sentí flaquear las piernas. Me puso la mano en el pecho y, con un leve empujón, me dejó sentado sobre el capó. Volvió a hacer el mismo gesto para dejarme caer sobre mi espalda en el capó del coche. El calor del capó en mis riñones contrastaba con el frio que sentía ahora en mi pecho. Me cogió por la corvas y me levanto las piernas dejando mi culo completamente expuesto. Veía sus pechos enormes y redondos frente a mí y su cara de mujer con los labios carnosos pero a las puertas de mi ano estaba apoyado un enorme glande. Mi peso y la leche que me había derramado la otra en la espalda me hacía escurrirme, con lo que la presión en mi ano aumentaba poquito a poco. Giró a mi mujer y le dijo:

-          ¿Estas segura que quieres que lo haga?

-          ¡¡Sí!! Quiero que no se le olvide en la vida. – Respondió

-          Pero…

-          Haz lo acordado. – le espetó – No tengas piedad. Para el no eres más que un desviado.

Girándose hacia mí, me dedico la mirada con más desprecio que me había dedicado en la vida. Según se iban entornando sus ojos los míos se iban abriendo de par en par y, de una sacudida, me incrustó toda su enorme polla en el culo desgarrando mi interior como una barra de acero ardiendo. Apresaba con sus dientes sus labio inferior con rabia, pero con más rabia aún clavaba una y otra vez devastando todo lo que cogía a su paso. Me desplazaba arriba y abajo sobre el capó del coche facilitado por la lubricación de la espalda. La sensación placentera que me había regalado las otras dos me la arrebato ese enorme y duro trozo de carne. No duro mucho, solo unos instantes aunque a mí se me hiciera eterno. Súbitamente salió de mí y se apartó. Caí de culo sobre el asfalto y tras agarrarme de la cabeza con ambas manos, me apretó la polla contra la boca que abrí sacando la lengua para tragarme una vez más su polla. Esta vez no la movía. La sentía palpitar dentro de mi garganta a la vez que sentía la falta de oxígeno. Traté de respirar y coger una bocanada de aire y estos movimientos le causaban más placer porque gemía a gritos. Iba a perder el conocimiento cuando la sacó y pude coger todo el aire que me cupo en los pulmones pero, antes de cerrar la boca, me la incrusto otra vez. Se repetía la escena una vez más pero esta vez el palpitar de la polla se hizo mucho más intenso hasta que con uno de ellos salió un chorro de leche que me llegó cálido hasta el estómago y luego otro y otro más. Sacó su polla chorreante de mi boca y con una arcada vomité babas blancas y leche tibia.

Mi mujer se acercó a mí y le dio el móvil a la mulata. Se bajó la braguita y me puso la concha en la boca. Se lo comí con más ganas de lo que se lo había hecho nunca y no tardo en correrse. O al menos eso me pareció a mí.

-          Venga. Termina lo que has venido a hacer aquí. – Dijo una de la sudamericana.

Tras decir estos mi mujer comenzó a orinarse sobre mi boca y mi cara moviéndose en círculos para empaparme por completo. Cayendo las últimas gotas me volvió a refregar la concha sobre la boca y volvía a comérselo como si fuera un niño con un caramelo. Ella correspondió mi esfuerzo derramando su flujo por mi cara con un segundo orgasmo.

Ella se recompuso y se puso las braguitas.

-          Anda. Levanta. – Me dijo en un tono cariñoso que no empleaba desde hacía años.

Me incorporé y las putas ya no estaban. Cogí mi camisa y me limpié como pude las excresencias. Haciendo esto no me había dado cuenta pero me había corrido encima. No sabía cuándo había sido .O sí. Sabía que había sido cuando me estaban partiendo el culo por primera vez y, aunque me costaba asimilarlo, supe que me había gustado muchísimo.  Me vestí llevando el jersey sin la camisa. Nos metimos en el coche y nos fuimos a casa. Ambos satisfechos pero sin decir palabra.

Hoy en día muchas veces ponemos el video que grabó ella y follamos en el sofá como locos y, de vez en cuando, invita a una de las chicas para que pueda disfrutar de una buena polla.