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Juegos perversos

en Hetero: General

Juegos perversos

Conozco un hombre casado desde hace unos 5 años con una mujer preciosa, ella: alta, rubia, de envidiables ojos verdes y una figura exquisitamente espectacular. Él: de 35 años, pelo castaño, un poco gordo, de sonrisa arrebatadora y lo más importante: ‘’ajeno’’, con esa cualidad de inalcanzable que nos pone tan cachondas a muchas de nuestro genero.

Verka (que así se llama su deliciosa esposa) y yo somos amigas desde hace dos años y tengo eso más o menos conociendo al marido, ella es una chica sincera y sin malicia y cuando salimos de compras y conversar por ahí, es frecuente que Verka me cuente las cositas deliciosas que su esposo le hace. Confieso haberme quedado sorprendida con las bellaquerías de que es capaz Vasa (así le dice ella cariñosamente) con la cara de hombre serio que se carga nadie lo puede creer; pero hay algo más oscuro en todo esto en más de una ocasión me he sorprendido a mi misma mirándole las piernas a Verka o vislumbrando brevemente, pero con ansias, el delicado encaje de su sostén hasta donde permite el escote.

Ella no lo sabía, pero con todos sus relatos, había estado alimentando en mi una imaginación morbosa y voraz acerca de su esposo, imaginaba que todo lo que el le hacía a ella en realidad me lo hacia a mí. Las conversaciones con Verka empezaron a tener otro matiz, lentamente me fui envolviendo en las sensaciones y los aromas que mi amiga relataba con tanta fluidez y en mi cabeza iba armando un rompecabezas donde yo era la protagonista exclusiva de las perversiones de su marido.

En las reuniones de los amigos no podía evitar mirarlo, al principio con disimulo luego con descaro, queriendo descubrir como un hombre que parecía tan frío, en la cama podía convertirse en un autentico animal. Ese día era sábado y la reunión era en mi casa. Todos llegaron casi a la misma hora y entre el gentío Verka me arrastró hacia mi habitación para contarme la última extravagancia de él: la había vestido de niña y así vestida le había roto el culo, no hizo falta preguntarle si lo había disfrutado, ¡se le veía una cara de felicidad a la zorra...!

Salimos de la casa hacia una disco y nos pasamos el tiempo bebiendo y bailando, ese día andaba sola, o sea, no llevaba a ninguno de mis novios conmigo; se estaba haciendo tarde y yo estaba cansada de bailar y de ahuyentar estúpidos que querían ligar para poder asegurarse un polvo esa noche. Miré hacia la pista aburrida y vi a Vasa y Verka moviéndose al ritmo de una canción cadenciosa. Ella estaba de espaldas a él con el trasero pegado a su polla y acariciándose el cuerpo con las manos; él la agarraba fuerte por las caderas de vez en cuando embestía, dobló las rodillas lentamente hasta que sus manos alcanzaron las rodillas de mi amiga y a partir de ahí comenzó a ascender trazando círculos alrededor de su piel, pensé que se detendría al llegar a los muslos pero el siguió ascendiendo, levantando la falda, buscando, buscando... miré la cara de Verka y estaba extasiada: los ojos cerrados y la boca entreabierta esperando por esa caricia que la haría enloquecer. Miré alrededor, la disco estaba atestada de gente pero nadie se fijaba en ellos y a los susodichos tampoco les interesaba.

Vasa llegó a su objetivo, la mano perdida entre los muslos de su mujer y arriba le apretaba un seno, luego la apartó de forma brusca y la besó agarrándola del brazo para acto seguido arrastrarla fuera de la pista en dirección a las puertas traseras. Me levanté impulsada como por un resorte y los seguí afuera, no se oía nada y por poco me ven al salir de forma precipitada. Me quedé paralizada mirando hacia donde estaban ellos, todos mi sentidos atentos a lo estaba pasando. Verka estaba arrodillada en el suelo sucio, tragándose la polla de su marido que, con la cabeza hacia atrás; la agarraba del pelo obligándola a que se la metiera más adentro y ella se lo gozaba. Gozaba de ese trato casi animal, se estaba masturbando, la mano entre los pliegues de sus bragas con una cara de vicio que nunca le habría imaginado si no lo hubiera visto por mi misma.

Él la levantó en vilo pegándola de la pared y clavándola en su gorda polla, ella gritó sin ningún pudor, sus piernas se elevaban cada vez que él la embestía y ella trataba en vano de agarrarse de algo. La excitación que sentí al ver aquella escena me traspasó el cuerpo y me comencé a masturbar. Vasa tenia los dientes apretados y la follaba lo más duro que podía. No sé en qué momento ni cómo, él se dio cuenta de que estaba allí. Sólo sé que me miró, que sabía lo que yo estaba haciendo y que le gustaba. Había una expresión en su cara de pura perversión y no sé que me excitó más si la mirada de deseo que me lanzó o la imagen de ver a Verka empalada en su monumental polla. Al ver a mi amiga pidiendo más y más, me corrí con la mirada clavada en al cara de Vasa. Cuando ella se corrió, chilló como una zorra y qué ganas sentí yo de hacer lo mismo. Él la siguió embistiendo y oí su voz dura que le exigió más al preguntar:

¿No vas a pedirla?... ¡¡¡perra!!!!

Y así lo hizo ella: dámela papi por favor, y lo repitió alto y bastantes veces. Entonces si se corrió derramando su esperma espeso y caliente dentro de ella que, al sacarle él su verga, le corrió entre las piernas. Me miró sonriendo, se arreglaron la ropa y caminaron hacia la entrada de la disco. Yo tuve que regresar urgentemente para que no me pillaran en el camino. Cuando llegaron se sentaron uno al lado del otro en la mesa, ella con cara de gata satisfecha, él con su beatifica sonrisa de siempre; Ahí no me cupo duda de lo salvaje que era el cabrón y de que no eran puros cuentos los de mi amiga. Esa noche conciente o inconscientemente decidí que tenia que follármelo.

Después de aquello, andaba desosegada, con unas ganas de polla -corrección: de "esa polla"-, que no me dejaban dormir bien, siempre planeaba cómo haría para hacerlo meterse en mi cama sin que Verka se enterara, pero no veía oportunidad. Además, estaba el hecho de que la mirada que Vasa me dirigió esa noche hubieran podido ser sólo artilugios de mi imaginación, que sólo estaba disfrutando follándose a su esposa y que lo otro me lo hubiera imaginado yo solita.

Tantas vueltas le di en mi calenturienta cabecita que me pareció mentira cuando dos semanas después de eso Verka tuvo que salir de viaje a un compromiso de trabajo ineludible, mi estilizada amiga fungía como subgerente de una poderosa corporación hotelera con tentáculos por todo el Caribe y para bien o para mal (para mi bien en este caso) esos son los gajes del oficio. Me lo dijo pesarosa porque no quería despegarse de Vasa. "Es que la tiene bien entrenada el cabrón" pensé entre molesta y divertida. Fui a su casa para ayudarla a hacer las maletas. En realidad lo hice para que la rubia tonta me soltara por esa preciosa boca los horarios del marido, cuándo pensaba volver ella y demás detallitos interesantes para la realización de mi plan.

La verdad es que no tenía ninguno, sólo quería follarme al tipo y ya, pero la realidad es que no podía presentarme ante su puerta y decirle: "Oye ¿por qué no follamos?" ¿O si podía? Tal vez con el argumento correcto, la oportunidad adecuada.... me devané los sesos pensando, dejando pasar preciosos días que se escapaban sin que yo hubiera dado un paso para alcanzar mi objetivo y será de pura desesperación que recordé la conversación aquella en la que Verka me contaba como su maridito querido la vistió de niña y una malvada idea se fue abriendo paso en mi cabeza hasta que supe qué era lo que tenia que hacer.

Entonces reuní los elementos necesarios y -dos días antes de que Verka llegara-, vestida con una faldita a cuadros roja y verde, camisita blanca de colegiala, medias hasta los tobillos y coletas en el pelo, me aparecí en la casa de mi víctima tocando el timbre y con una sensación de angustia anticipada por ver la expresión de su cara.

- Hola le dije -fingiendo la voz de una muchachita, mitad niña, mitad mujer- ¿Sabe donde vive Vasa? -pregunté doblando una rodilla en gesto inocente.

Al principio se sorprendió de verme así vestida y hablando tan ridículamente, pero estaba más espabilado y cabrón de lo que yo pensaba:

-Pasa -me dijo aclarándose la voz- yo te voy ayudar a encontrarlo.

Seguí por el vestíbulo y al llegar a la sala me agaché, haciendo como si se me hubiese caído algo ofreciéndole una vista de mi trasero que había quedado al aire y a su disposición, sentí su mano caliente en mis nalgas, apretó un poco y luego las soltó.

-Siéntate- me ordenó y mientras él hacía lo mismo en el sofá de enfrente mientras me miraba de arriba abajo. Debí imaginar que no seria tan fácil; que para él, esto era un juego nuevo y como tal lo pensaba disfrutar; fue hacia el bar y se sirvió un trago que bebió de un solo sopetón.

-Entonces- dijo sentándose a mi lado y acariciándome una pierna- ¿Andas perdida niñita?- preguntó mirándome la boca, yo asentí -Pobrecita, ven con papá- y me sentó en sus piernas al tiempo que metía una mano entre las mías. Yo no llevaba ropa interior y le fue fácil acceder a mi clítoris- ¡¡¡Uhhmmm!!! ¿Qué tenemos aquí?- se preguntó el mismo- ¿Acaso es un tesorito? ¿Un tesorito como el de Verka?

Abrí los ojos de golpe cuan grandes eran sólo para encontrarme con los suyos, oscuros y maliciosos, diciéndome con su mirada que lo sabia todo y que eso quedaba entre nosotros.

- Te voy a follar como no te han follado en tu perra vida, puta- me dijo con la voz dura y acto seguido me abrió la camisa haciendo saltar los botones de un sólo manotazo, me miró los pechos por largo rato con lujuria, disfrutando y su mirada me hizo excitarme, mojarme completa.

Agarró un pezón entre su dedo pulgar e índice y lo frotó con maestría, se me escapó un gemido. Luego bajó la cabeza, acercó su boca y me lamió suavemente para después succionarlo fuerte, casi provocándome dolor. Un dolor que se mezcló con el intenso placer que surgía en mí; me arrodilló en el suelo a cuatro patas, con la falda levantada, mi culo en pompa que sobó, deslizando su mano caliente y húmeda entre mis nalgas. Me golpeó el culo, un azote, otro azote haciéndome gritar, yo intenté mirarlo pero él me sujetó de una coleta y me evitó. Siguió azotándome por un buen rato desvaneciendo el placer que antes sintiera. Cuando me vio el culo rojo me lamió las nalgas dando leves mordiscos buscando con su lengua la raja de mis nalgas y metiendo la lengua entre ellas, metiéndola en mi culo. Me estremecí con esa caricia y él siguió buscando hasta encontrar la entrada a mi coño. Ahí también introdujo su lengua y yo grité de placer. Encontró mi clítoris y entre sus labios lo lamió hasta casi volverme loca, mientras tanto, un dedo hurgaba el interior del culo ensanchándolo.

No tenía idea de que fueras una nenita tan rica... -me dijo, todavía chupándome el coño hasta que me arrancó un orgasmo y temblorosa me desplomé en el suelo. En ese momento se puso de pie para despojarse de sus ropas y se sentó en el mueble haciéndome señas de que me le uniera, fui hasta allá gateando y, cuando me tuvo frente a él, abrió las piernas agarrándose la verga y apuntándola hacia mi cara, me la paseó por la boca y luego me agarró de la nuca para hacer que me la metiera en la boca. ¡¡¡Era deliciosa!!! Sus líquidos preseminales llegaban a mi boca haciendo que me excitara de nuevo con su sabor, él observaba el movimiento de vaivén de mis coletas y como agitaba el culo, excitada por el sabor de su verga.

Si.. si... puta...así -me animaba a continuar. Me la sacó de la boca y me dijo- ve hacia allá donde antes te la chupé, te pones a cuatro patas, bien abierta que yo te pueda ver bien la rajita y cuando estés allá quiero que te masturbes metiéndote los deditos en tu coño.

Lo obedecí inmediatamente, de vez en cuando miraba sobre mi hombro viendo la cara que ponía al observar mi culo. Me sentí poderosa y agité mi trasero más y más hasta que él no pudo resistirlo y llegó hasta donde estaba, metiéndome su polla hasta el fondo de mis entrañas. Grité fuera de mí, extasiada de sentir esa tremenda verga perforándome mi abertura, mientras sus dedos buscaban mi culo y me penetraban. Nunca he gozado tanto en mi vida y todo pensamiento coherente se evaporó de mi mente al sentir sus poderosas embestidas.

-Ahora vas a gozar de verdad…- me dijo y me metió su polla gorda sin previo aviso en mi culo que estaba más que dilatado. La entrada no fue fácil, pero él, con la maestría que da la experiencia, me empaló completita. Me dolió como el demonio, pero él mitigó el dolor acariciándome el clítoris hasta que comencé a adaptarme. Entonces la sacó y volvió y la metió más y más adentro, cuando empezaba a gritar de gusto o de dolor (ya no sabia cuál era la diferencia) él me la sacaba y me la metía en el coño, sin apartar los sabios dedos de mi clítoris. Lo sacaba por un agujero y lo metía por el otro, yo babeaba como una perra rabiosa sintiendo las contracciones que avecinaban un orgasmo maratónico, sin saber por dónde vendría pues el mantenía ese mismo ritmo sacándola de mi coño para meterla inmediatamente en mi culo, sin dejar de masajear mi clítoris. Al sentir el orgasmo (múltiple por lo menos) me doblé temblando como una posesa, gritando, chillando, pensando que me iba a morir en ese preciso instante de tanto placer.

-¡¡¡Madre mía!!! ¡¡¡Madre mía!!!- gritaba intentando agarrarme de algo.

-Ahora yo soy tu padre y tu madre- me dijo con una risa malvada y vulgar embistiéndome duro por el culo y apretándome el clítoris, sacándome hasta la ultima sensación del cuerpo, dejándome completamente laxa y desmadejada. Cuando temblorosa me deje caer en el suelo, me agarró del pelo y dejó caer su esperma en ,i rostro y en mi boca, salpicándome los ojos, la nariz, los labios, la barbilla… y restregándomela en la cara con su verga aun tiesa.

Entonces comprendí porque Verka simplemente no se podía despegar de su marido, con la sensación de plenitud embargándome el cuerpo. Comprendí por qué tenía a una mujer tan hermosa como aquella a sus pies y por qué sin una palabra y a distancia había exacerbado mis deseos hasta volverme completamente loca, hasta no desear nada más que su polla dentro de mí haciéndome sentir lo que antes, tan lleno de un exquisito egoísmo que me regaló.