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Eva

La vieja puerta crujió al abrirla y enseguida me asaltó el olor a madera centenaria y a libros desgastados, esos olores y el entorno casi mortecino de la biblioteca central creaban un ambiente especial; el silencio te inducía a pensar en cosas... cosas inquietantes.

Avance despacio hacia ella: Eva, la bella.

Eva era delgada, casi frágil, blanca como la nieve donde un sonrojo fugaz podía ser percibido, el largo pelo negro bajaba como lianas acariciando su espalda y los ojazos negros tenían un aire de desamparo. Conmovedores.

Eva tenia una cualidad etérea, pasaba como un susurro ahogado por anaqueles repletos de libros viejos, siempre callada, siempre seria, siempre bella. Me daba la impresión de que ella no era un alma de este mundo y ese carácter inaccesible tan propio de Eva encendía mi corazón con pasiones inconfesables que en mis fantasías terminaban humanizándola.

Ese día iba vestida con una falda negra muy amplia, un poco mas allá de las rodillas y una blusa blanca, en un momento dado recogió unos libros y se perdió perseguida por su pelo por los pasillos, irremediablemente fui en pos de ella como un creyente va en busca de una visión mítica de una virgen consagrada.

La encontré ordenando los libros en la sección de historia, tenia que estirarse para colocarlos en las estanterías y la piel melocotón de su vientre aparecía a mi vista desatando lujuria; observarla así, desde lejos, me hacia sentirme pecador.

-Eva...- susurré, la voz me salió como un gemido y me sentí tonto, ella se giro , el pelo desordenado le acaricio las mejillas y los hombros, los ojos un poquito abiertos por la sorpresa y en la boca carnosa y rosada una exhalación, luego al reconocerme adopto su imagen rutinaria de distancia y cortesía.

-Lucas...- dijo a su vez volviendo a ordenar sus libros, mi nombre en sus labios sonaba a promesa o tal vez yo solo estaba imaginando cosas. Para Eva era mas que evidente que la deseaba con un desenfreno adolescente a pesar de que a los 35 años esa época ya había pasado a la historia, pero entre los dos ya se había establecido ese horario no acordado pero tácito: los viernes, 6:00 de la tarde, a veces café, a veces no y el intercambio de palabras entre los dos, yo: intentando cazarla, ella: alejándose por el laberinto de anaqueles de madera.

Pero esta vez iba preparado:

"Quiero ser en tu vida... una sed infinita de caricias y besos pero no una costumbre de estar cerca de ti"

Martín Galas Jr.

Esperaba ganármela con la aseveración implícita de que no quería ser algo pasajero en su vida, pero ella refutó alejándose por el pasillo:

"En la boca del embustero hasta la verdad es sospechosa"

Jacinto Benavente.

Eso me dolió pero no me amilane y tomando bríos cite:

"La medicina sana todos los males humanos, salvo el amor, que es un mal que no tiene otra cura"

Sextus Propertius.

-Bastante conocido- dijo meditando mis palabras, llevándose los dedos a la boca pensativa, arrebatadora, entonces una sonrisa iluminó su cara al citar con aire de triunfo:

"Una gran mentira todo el mundo la quiere saber"

Adolfo Hitler.

Estaba frustrado. Eva era tan sagaz como hermosa y yo tan terco como decidido no quería dejar pasar una semana más sin tener ese cuerpo virgen calentándome el lecho y por desesperación dije tal vez con mas vehemencia de lo que ameritaba la cita:

" No se mira bien sino con el corazón pues lo esencial es invisible a los ojos"

Saint Expeuvery

(El principito)

Ella titubeó, los ojos anegados de una emoción profunda y oscura como un abismo que yo no quería definir, con su duda en los labios me sentí poderoso y acorralándola contra un estante sentencie:

"Para el que ama mil objeciones no llegan a formar una duda, para el que no ama mil pruebas no llegan a constituir una certeza"

San Agustín.

Eva tenia los labios temblorosos y escondía los ojos tras sus largas pestañas y con la cabeza gacha susurro:

"El deseo de adquirir infunde en los corazones las mismas pasiones que el deseo de gobernar"

Maquiavelo

(El príncipe)

Y añadió: ¿y eso es lo que yo soy para ti? ¿no Lucas? Algo que adquirir.

Lo decía con un millón de dudas, con más esperanza que razón, quería que refutara, que la obligara a ver que eso que ella misma decía era mentira, suspire y acariciando sus brazos desnudos dije:

El amor nos hace, el amor nos redime

Por amor podemos ser ángeles

Pero por tu amor soy más humano...

-¿Quien...quien dijo esas palabras?- pregunto conmovida, alzando la cara hacia mi, hacia mi boca húmeda de necesidad por la suya, mis manos ya abarcaba su nuca y las suyas estaban en mi pecho con la intención de luchar, pero ella ya no se pertenecía a si misma había capitulado a una emoción de la cual ella no era dueña. Respondí en ese momento muy pagado de mi mismo:

-Yo, Eva tu me haces decirlas.

Espere tanto por besarla que cuando ella cerro los ojos y me ofreció su boca casi no lo pude creer, baje mi boca hacia la de ella sintiendo que mi pecho retumbaba por los alocados latidos de mi corazón, la bese sin ceremonias, casi tentativamente como si en cualquier momento se me fuera a deshacer en las manos ella, sin embargo, se amoldó a mi cuerpo oprimiendo sus suaves senos contra mi pecho.

Aleje mi boca de la de ella para ver la expresión de tierna necesidad que ella no quería ocultar, subiendo mis manos por sus piernas por debajo de su falda me apuraba a profanar el altar de sus deseos, cuando susurre casi para mi contra su boca:

" Libertad no conozco sino la libertad de estar preso en alguien cuyo nombre puedo oír sin escalofríos... tu justificas mi existencia: si no te conozco no he vivido, si muero sin conocerte no muero porque no he vivido"

Luis Cernuda

(Si el hombre pudiera decir)

En ese momento ella abrió sus ojos cual dos pozos de aguas mansas y yo me perdí en ellos sintiéndome embargado por la misma emoción profunda y oscura como un abismo insondable ante la que ella cayera vencida, identificándola y sin el terror que tantas veces creí que sentiría le puse nombre y apellido sucumbiendo otra vez a su boca murmure:

- Te amo Eva.