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Con todas las de perder

en No Consentido

Con todas las de perder

No importa de que tan fina te las quieras dar siempre el sexo puede más.

Como toda mujer joven de 25 años me siento orgullosa de mis atributos femeninos: de mi pelo largo y lustroso, de mis grandes ojos negros, de mis labios carnosos, de mis altos y firmes senos, de la plana belleza de mi abdomen, de mis nalgas duras y bien formadas y de mis piernas largas y torneadas pero también como mujer siempre he sentido que una fémina, bella o no, debe procurarse una posición en la vida y no estar siempre dependiendo del marido para todo.

No es que yo sea el epítome de la inteligencia o del pudor; salgo, bailo y me divierto como todo el mundo, eso si siempre que con un límite pero de verdad no puedo entender a estos jóvenes de ahora, no es por denigrar a mis contemporáneos pero yo solo quisiera saber que es lo que les pasa a los jóvenes de ahora por la cabeza, sé que me oigo como una abuelita quejumbrosa hablando de estos aciagos días pero sinceramente no sé que es lo que pretenden usando esos trapos holgados, sucios y haraposos, con un sombrerito idiota queriendo imitar a los gansters sin éxito alguno y sin nada que hacer el día entero, se la pasan viviendo del cuento, fumando marihuana y sin pensar para nada en su futuro.

En la zona donde vivo viven dos de estos muchachitos que serán como de mi edad, cuando salgo en la mañana para la universidad ahí están los mozos saludándose con felicidad y cuando llego en la noche del trabajo los encuentro en las escaleras traseras del edificio todavía hablando estupideces; uno es blanco y alto, bastante bien parecido, el otro es negro y feo como el solo pero tiene un cuerpo con músculos bien formados que quita el hipo. Imagino que algo trabajarán alguna vez porque si no, no me explico como pueden vivir la vida tan holgazanamente.

Trataba de evitarlos todo lo posible porque tenían una pinta de delincuentes que metía miedo, siempre que regresaba tarde de la empresa donde trabajo como contable dejaba el carro en el parqueo y le daba la vuelta al edificio para entrar por la puerta principal con tal de no cruzar ni un "buenas noches" con los muchachitos esos, una vez tuve un encontronazo con ellos por la sarta de vulgaridades que me decían cada vez que pasaba por ahí, al principio traté de hacerme la valiente y pasaba por las escaleras aunque estuvieran en el mismo frente pero después de esa discusión no he querido buscar al diablo enfrentándome con esos maleantes.

Esa era yo hace una semana: la altiva y respetable señorita del segundo piso, después de lo que pasó una lluviosa noche con esos dos truhanes no me reconozco a mi misma, ando caliente todo el tiempo, morboseando al que sea que me tope en la calle y me guste: a los profesores, a mis compañeros de clases, a mis colegas de trabajo, al marido de la vecina... estoy insoportable, pero ¿para que hacer mas larga esta introducción? Vamos a los hechos.

Había sido un viernes particularmente difícil para mi, era fin de semestre y había tenido dos fuertes exámenes para los que me había preparado arduamente, en el trabajo iba atrasada con un proyecto de contaduría que tenia que terminar para el lunes siguiente, lo único que quería era llegar a casa y disfrutar de un relajante baño, descansar un poco y terminar el proyecto ese que me tenía con la cabeza loca. Desde la mañana había habido una densa niebla que cubría la ciudad como un espectro fantasmagórico, al medio día hubo unas horas de sol pero ya para las seis de la tarde había vuelto la niebla y una fina llovizna empapaba todo.

Llegue al parqueo y me quedé en el auto buscando mi cartera y un millón de cosas más, la verdad es que mi carro pareciera una casa rodante, cuando cerré la puerta me sorprendió el silencio de cementerio que embargaba el lugar, ni siquiera los comentarios y risillas del par de vagos esos se oía así que, y ya que estaba lloviendo, no quise salir para entrar por la puerta principal y crucé el espacio del parqueo para ingresar por las escaleras secundarias, de repente un intenso olor a hierba me asaltó y pude ver a los chicos esos entre las sombras compartiendo su porrito de marihuana.

-Hola lindura- me saludo el blanco delgado- ¿por qué tan solita? ¿andas buscando un poco de esto?- dijo agarrándose el paquete por encima del pantalón recreando con sus manos un gesto obsceno. Sentí que las mejillas se me encendían de vergüenza y por un momento pensé retroceder y salir a mojarme con tal de evitarme este momento tan embarazoso pero pensé que no tenia que demostrar mi asco y mi temor como si fuera una ratita asustada.

El de color negro se quedo rezagado en las sombras, fumándose el porro con paciencia, no tenia camiseta puesta y aun en la penumbra pude apreciar la deliciosa definición de sus músculos, el negro me miró sonriendo cuando noto que me había quedado mirándolo pero yo miré hacia otro lado y seguí caminando con paso altivo, en ese momento el apuesto muchacho blanco soltó otra de sus sandeces:

-¡Oye linda!- vocifero- ¿por casualidad tu cuerpo se llama VISA? porque creo que me llevaría donde yo quiero llegar... Los dos soltaron sonoras risotadas que reverberaron en el espacio del solitario parqueo, la vergüenza me estrujo el cuerpo y sintiéndome más humillada de lo que me he sentido nunca gire en mis talones para decirle dos o tres cosas bien dichas a ese par de ladronzuelos.

-Miren par de pelagatos ¿por qué no se van a molestar a una que este al mismo nivel de ustedes? Yo soy una muchacha decente y trabajadora no como ustedes par de vagos que se pasan la vida metiéndose drogas- dije esto con la voz mas digna y autoritaria que pude conseguir y decidiendo que había tenido más que suficiente comencé a subir por los escalones hacia la entrada del edificio.

-¡Ohhh!!- escuché que se burlaba el blanco- ¿Es ese el problema?- me dijo asiéndome de la muñeca y jalando de mi hasta devolverme hacia el parqueo, perdí la estabilidad con su jalón y por poco me caigo al piso si no hubiera sido porque el bruto ese me sostuvo contra su pecho.

-Déjeme ir idiota o le juro por Dios que voy a gritar tan fuerte que me oirán en la China, suélteme le digo...

-Ya escuchaste a la "señorita"- dijo el negro haciendo un énfasis especial en lo de "señorita"- suéltala y déjala que se vaya para su casa a hacer lo que tiene que hacer- suspiré aliviada hasta que escuché al amigo replicar:

- Vamos, men ¿no quieres pasar un buen rato con esta putita? A mi me tiene caliente desde el día en que la vi, además si hubiera querido gritar ya lo hubiera hecho.

Vi al morenazo considerar sus palabras, mientras yo parecía haberme convertido en piedra y no decía ni "pío" cuando caí en cuenta de que lo que él que me sostenía dijo no era mas que la pura realidad comencé a luchar con fuerza entre sus brazos para liberarme de lo que sea que querian hacerme, el muchacho blanco en ese momento me tapó la boca con una mano para prevenir que comenzara a gritar y me arrastró hasta donde estaban los contenedores de basura, el negro lo siguió como quien no quiere la cosa pero sin embargo, una vez que estuvo allí, siguió todas sus instrucciones sin chistar.

-Tápale la nariz- le ordeno el de piel blanca- vamos a darle a probar algo a esta dulzura que la pondrá dócil como una mansa minina.

Al escuchar sus palabras comencé a luchar desesperada pensando que me iban a inyectar algo, mi imaginación voló pasando desde una violación hasta un posible asesinato y al pensar en ello la sangre se me congeló en las venas, el negro me tapó por completo la nariz usando sus dedos pulgar e índice, el otro me tenia fuertemente agarrada por las muñecas y recostaba el peso de su cuerpo contra mi para atenuar mis sacudidas para liberarme, con el porro de marihuana encendido me lo puso contra los labios, yo trate de desviar la cara pero el negro me agarro enérgicamente de la mandíbula manteniéndome quietecita, cuando ya no pude aguantar más sin respirar intenté abrir la boca para tomar aire pero la mano del negro no me dejaba separar los labios así que tuve que chupar del cigarrillo contra mis labios para obtener algo de oxigeno pero ni aún así me liberaron, me mantuvieron quietecita y con la nariz y la boca tapada hasta que pensé que me desmayaría y moriría de asfixia, una enorme sensación de pesadez se adueño de mi y sentí la cabeza mareada.

La presión que ejercían las manos de los chicos sobre mi boca y mi nariz se fue desvaneciendo hasta que me dejaron libre para respirar, cuando lo hice una risita nerviosa escapo de mi, intenté dar un par de pasos y huir pero estaba completamente mareada así que me recosté de la pared para esperar que se me pasara, el negro me puso el cachito sobre los labios acariciándome el pelo, yo intenté alejar la cabeza pero el siguió insistiendo diciéndome: "Vamos muñeca, un poquito más no te hará daño" y dócilmente di una profunda calada que me hizo toser y reír al mismo tiempo.

Ellos conducieron mi cuerpo desmadejado y completamente sumiso hacia el patio trasero de la propiedad sentándome sobre una mesa de picnic, como una ensoñación sentí el frescor de la llovizna mojar lentamente mi rostro, los chicos a mi lado terminaron de fumarse la marihuana decidiendo que iban a hacer conmigo, yo a nada le ponía atención me sentía como en otra dimensión, sentía una deliciosa sensación de pesadez, me sentía más relajada de lo que nunca había estado y suponía un enorme esfuerzo para mi mover cualquiera de mis músculos así que ni siquiera perdí mi tiempo intentándolo.

 

 

 

Uno de los chicos, el de piel blanca, vino hacia a mi acariciándose por encima de la tela de los pantalones "Vulgar" le dije con la voz pastosa y cansina de un borracho, él soltó una carcajada y cogiéndome del pelo de la nuca me beso en los labios con pasión, mientras tanto note como unas manos me sobaban los muslos por debajo de la tela de la falda hasta que corrió el cierre y me la quito comenzando a acariciarme la rajita por entre la suave tela de mis bragas. El que me besaba me abrió la blusa haciendo que soltaran los botones y riéndose de mi le dijo al amigo: "Mira Pedro que virginal la zorrita ¡sostenes blancos!!" Pedro dejó lo que estaba haciendo y me deslizó un tiro del sostén por el hombro derecho y de ahí pasó a atacar sin piedad uno de mis sensibles pezones que, ante el asalto se puso tieso, " Suéltenme malditos...." intente decir pero al sentir la boca del negro sobre uno de mis pechos un gemido me hizo olvidarme de la idea y entregarme a las caricias de su lengua experta.

El blanco no se quedo atrás y me beso el otro seno con devoción desmedida "Por fin, dijo mamando sin parar, me puedo tirar esta zorrita estirada" yo me retorcía de gusto entre sus brazos y ganas me dieron de morirme cuando sus dedos se encontraron en mi clítoris y ambos pelearon como animales rabiosos disputándose el derecho de quién acariciaría mi botoncito, no sé quien ganó pero sentí a un tiempo unos dedos manipular mi clítoris mientras que otros se deslizaron hacia mis labios menores penetrándome por mi agujerito lentamente ¿Para qué me lo negaba? Esto es lo que he querido todo el tiempo y era una perdida de tiempo seguírmelo negando, mintiéndome a mi misma.

-¿Te gusta pequeña?- me pregunto uno.

-¡Si!!!- respondí llena de lascivia- ¡lo quiero! ¡lo necesito!- ronroneé fuera de mi.

Ellos soltaron sendas risotadas y me tumbaron sobre la mesa de picnic despojándome de toda mi ropa y dejándome tan desnuda como cuando mi madre me trajo al mundo, sentí la fina lluvia humedecer mis senos desnudos que apuntaban al cielo estremecidos por las caricias de mis amantes, sentí un resquicio de vergüenza al darme cuanta en que situación me encontraba pero esos pensamientos se evaporaron con rapidez de mi cabeza cuando sus bocas me recorrieron el vientre y sentí unas manos abrirme de piernas y una boca posarse sobre mi sexo, una boca que me lamió completa haciéndome temblar llorosa y la lengua de esa boca penetrarme dándome un embriagante placer que jamás había sentido, me sorprendí cuando sentí una lengua navegar en el canal entre mis nalgas y acariciar mi culo con suavidad alternando la lubrica lengua con unos dedos que con timidez comenzaron a penetrar lentamente el estrecho agujerito.

Quería negarme pero ya no podía, me sentía embargada de sensaciones y completamente desinhibida, yo misma había colocado las piernas sobre los hombros de uno de mis amantes y movía las caderas arriba y abajo dictando la manera en que quería que me comieran el culo y el coño a un tiempo, estaba convertida en una verdadera perra en celo; la lujuria, como una enfermedad letal, se abría paso entre mis venas ayudada por el dulce sopor de la marihuana y ya no podía ignorar mis deseos, quería que esos machos me abusaran e hicieran conmigo lo que les diera la gana.

-Llego la hora de mamar, mamita- escuché decir al negro dejando mi culito huérfano y palpitando de hambre por una buena tranca.

Se quitó toda la ropa dejando al descubierto esa piel de ébano que mojada por la lluvia brillaba con luz arrebatadora, al verle la enorme verga que apuntaba a mi cara con descaro, pues me habían tumbado de rodillas, hice una muesca de asco pero él me agarro por el pelo empapado por la lluvia y me la rozo contra los labios; me resistí moviendo la cabeza de un lado a otro sintiéndome temerosa por primera vez, pero los vaivenes de mis labios contra su capullote no hicieron mas que encender más sus deseos así que agarrándosela y sujetándome a su vez por el pelo comenzó a empujar contra mi boca penetrándome con su polla, fruncí los labios para evitárselo y él empujo más y más fuerte hasta que me metió una buena porción,

sorprendentemente al sentir ese tieso y caliente pedazo de carne la boca se me hizo agua y empecé a chupársela despacito, entreteniéndome en la cabezota y brindándole con mi lengua toda clase de lametones.

-Luis- dijo el negro- ¿por qué no vienes a que la minina te enseñe lo que sabe hacer?

Luis (que era el de piel blanca) se me acercó completamente desnudo manoseándose la pija sin ningún pudor, no la tenia tan grande como el cabrón que me destrozaba la boca con su enorme pedazo de carne pero su tamaño era considerable, mientras tenia la verga del negro todavía en mi boca el me acerco la suya por una de mis comisuras y en cuanto me saqué la otra polla para poder respirar él me metió la de el sin dejarme agarrar aire, me la tragué hasta el tronco haciendo que el perro de Luis gruñera y se elevara sobre sus talones del gustazo que sintió cuanto me incruste toda su apetecible rabo hasta el fondo la garganta, lo saque un poquito para luego acariciar en círculos con mi lengua la porción que había quedado apresada dentro de mi boca, Luis se quejó agarrándome de la nuca y follándome por la boca con salvajismo:

-¡Me la saca la muy puta....!!!- soltó Luis en un grito ronco, descargando su ardiente leche en el interior de mi boca, las arcadas me invadieron cuando sentí su esperma deslizase en mi garganta pero no me saco la verga ni por un instante follándome con ritmo más lento conforme las convulsiones de placer cesaban y su pene se ponía flácido, entonces liberó mi boca y yo caí de bruces en el suelo boqueando por tomar aire mientras que una mezcla de esperma y mi saliva me salía por la comisura de los labios.

-¡Jajaja!- se rió Pedro- como serás marica Luis, dejarte que te la saquen por una mamadita...

No perdió más tiempo con Luis y me sentó en la mesa de madera para sujetarme por las rodillas abriéndome por completo para él, sentí su glande tocar mi lubrico coño y agite las caderas para darle la bienvenida, cuando comenzó a penetrarme sentí como su pene se abría paso entre las paredes de mi vagina y mis muslos temblaron al sentir el tamaño de lo que me invadía, cuando me lo metió hasta el tope me abrió más las piernas apoyando mis rodillas contra la base de la madera haciendo que mi pelvis se empinara más contra su verga, sentí como me llenaba hasta el último rincón de las entrañas y entonces comenzó a azotarme sin piedad, embistiéndome fuertemente, yo chillaba como una gatita en celo, nuestras carnes chocaban la una con la otra reproduciendo en el insondable silencio un sonido como de aplauso, cada cierto tiempo el variaba el ritmo de la penetración deteniéndose para preguntarme que si me gustaba, que si lo estaba disfrutando, que si quería que me diera más duro y yo a todo le respondía que sí con tal de que no me lo sacara, en esos pequeños lapsos de tiempo y mientras me preguntaba esas pavadas hacia semi circulitos con sus estrechas caderas que me rozaban lentamente el clítoris y me llevaban al borde del no se qué.

Luis mientras tanto que ya se había recobrado de su intensa venida se pajeaba una semi erección lentamente que al oírme lloriquear de gusto se le puso tan tiesa como un mástil, lo miré a los ojos con un hambre inconfesable que pedía ser colmada.

-Mira capullo- dijo Pedro- no seas tan marica y métele la verga en la boca ¿no ves que la damisela quiere leche?

Y así lo hizo Luis parándose a mi lado e introduciéndome su polla en la boca que le mamé como una recién nacida, el negro controlaba la situación por completo y decidió que era la hora de regalarme un orgasmo como a una buena perra, se lanzó a chuparme las tetas y me hizo sujetarme mis propias rodillas mientras él me follaba para con las manos libres estrujar con una mi inflamado clítoris y con la otra meter dos de sus dedos por mi apretado culito "Vente cabrona, me dijo con voz ronca, que no tengo toda la noche" y como si mi cuerpo lo obedeciera a él y solo a él de repente fui presa de una enorme convulsión que me hizo arquear la espalda y sollozar de placer "Métele bien la verga hasta la garganta Luis, no vaya a ser que la terminen de oír los vecinos" Luis lo obedeció al instante, ahogando con su trozo de carne mis impúdicos gritos de placer.

Cuando me extrajo hasta la ultima gota de sensación del cuerpo, me sacó la vergota desde mi empapado coño dejándome encima de la mesa con la verga de Luis en la boca y temblorosa, fue hasta sus ropas que habían quedado esparcidas por el suelo y saco de los bolsillos un condón poniéndoselo en su todavía hinchada polla, le dio instrucciones a Luis de que me lo metiera por el coño mientras que él se encargaría de la puerta trasera, cuando Luis me empujo su tranca por mi agujerito me arqueé extasiada de volver a sentir una verga tiesa en mi interior, me alarmé cuando escuche al negro referirse a mi puerta trasera y hasta pensé en rebelarme pero ¿a quién se suponía que quería engañar? Primero no tenia fuerzas ni para quejarme y segundo la puta realidad es que el culo me estaba escociendo desde que él mismo metió su lengua dentro porque me lo partieran en dos, así que me quede tranquilita rezando solo porque ese condón fuera de los lubricados.

Él se colocó detrás de mi, tomándome por las rodillas me elevó contra él con la verga de Luis todavía bien incrustada en mi interior, me sostuvo entre sus brazos por un momento mientras Luis se aprovechaba y me daba un par de embistes poderosos que me hicieron gemir de placer, entonces se sentó en el borde de la mesa, Luis me agarro de las rodillas sosteniéndome mientras él lo hacia por las nalgas, me bajó hasta su miembro erecto y comenzó con la misma maniobra cuando me penetró por el coño, lentos y tentadores embistes que lentamente le fueron cediendo terreno, cuando tuve la mitad de ese animal dentro de mi una mueca de dolor me desfiguro el rostro pero Luis hizo algo por él mismo y me acarició lentamente con el dedo índice mi clítoris que respondió instantáneamente a sus caricias, cuando el negro me oyó quejarme de placer y restregarme contra la polla de Luis hizo los embistes un poquito más fuertes esperando hasta que mi esfínter se acostumbrara a su intrusión.

 

 

 

Pronto tuve dos vergas penetrándome a un tiempo hasta lo mas profundo de mi ser, cuando sentí esas dos potentes pingas en mi interior un suspiro de satisfacción escapó de mi porque por fin me sentía como una mujer y no como una imitación de una, mientras el negro me metía su gorda morcilla en mi interior comenzó de nuevo a preguntar sus estupideces y de nuevo seguí el mismo patrón de contestar a todo que sí con tal de que el placer que embargaba mi cuerpo por completo no acabara nunca ¿Te gusta? ¿Lo estas disfrutando? "Espero que no vayas a la policía a denunciar esta rica polla que te esta haciendo gozar...zorra traicionera" No escuché ni la mitad de lo que dijo, concentrada sólo en la increíble sensación de esas dos lanzas traspasándome completa, casi podía sentir sus penes rozarse por medio de la delgada piel que separaba ambos conductos.

Me sentía en la gloria y buscando con la lengua la boca del feo negro sentí como todas las sensaciones que estaba experimentando en ese momento se diluyeron para formar una en un orgasmo grandioso que me hizo mecerme descontrolada contra ambos penes, pidiéndoles que me las enterraran más profundo, sentí mis muslos temblar mientras mis gemidos de satisfacción bajaban gradualmente, Luis no pudo aguantar más los apretujones con los que las paredes de mi vagina le martirizaban el glande y me lleno de leche gruñendo como un animal moribundo, empujando como un poseso mientras buscaba mis tetas y se prendía de una de ellas sin duda agradecido de los dos buenos polvos que le había sacado del cuerpo.

Estaba cansada y sedienta, me dolían cada una de mis extremidades pero el negro me seguía castigando por el culo infatigablemente, comencé a rogarle que me lo llenara con su leche por que ya no podía aguantar más pero no me hizo caso y me clavó fuertemente su vergota hasta los huevos haciéndome chillar enloquecida, me saco la verga del culo despojándose del condón y me acostó de nuevo sobre la mesa metiéndomelo esta vez por mi maltratado coño, aullé desbocada mientras el me metía no sé cuántos dedos por el ano y me azotaba por el coño como un animal en época de apareamiento, no lo pude evitar, cuando sentí la polla de ese negro asqueroso perforarme de nuevo mi sensible coñito me vine de nuevo cerrando las piernas contra sus caderas, el empujó más un par de veces y luego liberándose de mis piernas me agarró del pelo para tirarme toda su esperma en la cara, cuando termino de sacarse a hasta la ultima gota de semen se escupió en el glande y me hizo limpiarle el inmenso rabo mientras me escupía en la cara y en el pelo y me llamaba de todo.

Ahí me dejaron tirada ese par de rufianes hasta que encontré fuerzas de no sé donde para arrastrarme hacia mi apartamento y así, llena de la saliva y el esperma del negro y mojada de la lluvia hasta los huesos, me tiré en la cama y dormí doce horas seguidas. Confieso que desde aquel día he evitado a los pelagatos esos pues sin los efectos de la marihuana dudo mucho que encuentre el valor para volverme a ofrecer a ellos como lo hice esa noche aunque secretamente deseo que una noche lluviosa como la de ese día en las que me siento tan caliente los dos vengan a mi y por medio de amenazas, golpes o drogas abusen de mi hasta colmarme entera.