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Necesito un hombre

en Trios

Necesito un hombre

Recientemente acabo de cambiar de domicilio para algo más económico y que me quedara más cerca de la universidad, era una pesadilla atravesar la ciudad entera para llegar a clases y lo peor es que casi siempre llegaba tarde por los entaponamientos que se formaban en las vías principales. Estuve buscando por lago tiempo hasta que encontré uno más amplio, bonito y mejor localizado que en el que vivía antes, estaba tan entusiasmada que la verdad no pensé el porqué lo estaban alquilando a ese precio de ganga y sin más ni más me mudé.

Estuve todo un fin de semana reinstalándome, acomodando las cosas y todo eso. El edificio era muy familiar, vivían varias parejas con hijos entre ellas estaban los del apartamento de al lado, una pareja ya entrada en años que me dieron la bienvenida en cuanto puse los pies en el apartamento; el domingo en la tarde se aparecieron ante mi puerta, la mujer con una cesta de frutas, bajita, de cuerpo bien proporcionado y de cara alegre, el señor con cara de estar ahí obligado, alto, panzón y con una permanente expresión en la cara que no me agradó mucho.

Los hijos ya habían hecho su vida según me contó Maria, que es como se llama la señora, y ellos no se sentían muy bien en una casa para ellos solos y como conocían a muchas personas en la localidad decidieron quedarse en el apartamento. Ella es ama de casa, bastante más joven que su esposo Ismael y por cuidar de sus hijos nunca se hizo de una profesión mientras que su marido es ingeniero y casi siempre está trabajando porque aun con la edad que tiene (le calculé algunos sesenta y tantos) no quiere retirarse. Estuvimos bastante rato conversando hasta que por fin les saque el cuerpo, ellos se despidieron amablemente poniéndose a mis ordenes para todo lo que necesitara, antes de irse el señor le lanzo una miradita cargada de lascivia a mis piernas desnudas lo que me dio un estremecimiento de asco. "Viejo verde" pensé disgustada por el atrevimiento de ese señor.

Los primeros días de la semana los pasé tan contenta, no tenía ni siquiera que agarrar el bus porque la universidad me quedaba como a dos cuadras, era estupendo pero el miércoles como a eso de las once de la noche y mientras trataba de dormir escuché unos toques en la pared: uno, dos, tres toques... luego un golpe más fuerte y de repente una mujer comenzó a aullar alto, inmediatamente salté de la cama pensando que el marido de la vecina la estaba maltratando pero antes de tomar cualquier medida me pegué de la pared para poder apreciar si era llanto, sólo podía escuchar a una mujer gimiendo cada vez más alto mientras que escuchaba la voz de un hombre decirle cosas que para mi eran ininteligibles. Los gemidos se entremezclaban con gritos y hasta podía escuchar a la mujer diciendo cosas, los golpes en la pared se hicieron más violentos hasta que escuche finalmente otro golpe fuerte y la mujer emitiendo un largo quejido.

Esa noche me dormí muy preocupada por la vecina ¿Qué pudo haber sido todo eso? ¿La golpeaba? Esa no fue la impresión que me dio cuando los conocí aunque recordando la mirada lasciva que me lanzó el marido de ella cuando vinieron a mi apartamento ciertamente me ponía reconsiderar las cosas, me puse a pensar en el cuerpo del vecino: pelo negro y espeso con unas cuantas canas aquí y allá, cara de hombre serio pero en eso no se podía confiar, alto, ancho de hombros, con una barriguita que le sobresalía por los pantalones, los brazos fuertes y velludos... algo en mí se calentó con esas remembranzas, sentí mis muslos arder y mis pezones tensarse contra la tela de la blusa que llevaba pero me reprendí severamente por tener esos pensamientos cuando tenia entre manos una situación más seria que enfrentar.

Sin embargo y por mucho que quise no pude evitar que mi mente se alejara por otros derroteros que nada tenían que ver con el bienestar de mi pobre vecina ¿Desde cuándo no tenia sexo? Bueno... calculando, como desde hacia seis meses un tiempo considerable para una mujer joven de 25 años, el pensar en eso me hizo recordar a mi ultimo amor: José ¡ahhh José!! había estado loca por él, sobre todo por aquella cosa entre sus piernas que me llevaba hasta la gloria, tan embelesada había estado que estuve completamente ciega a sus frecuentes infidelidades hasta que no me quedó de otra que darme cuanta de lo que tenia justo frente a las narices cuando lo encontré en la cama con otra mujer, todavía podía sentir la humillación estrujándome los nervios.

En la mañana salí temprano para la universidad y desde que llegue a la casa estuve pendiente del sonido de la puerta de Maria por si acaso salía para verla, no se me ocurría ninguna excusa para aparecerme ante su puerta y comprobar con mis propios ojos aquello que mis instintos decían a gritos y la condenada no salió en el día entero; me convencí a mi misma de olvidarme del asunto pues en la próxima semana comenzarían los exámenes y era mejor que me concentrase en estudiar y no estar metiendo las narices en los asuntos privados de otra gente, y lo hubiera hecho de muy buena gana, sino hubiera sido porque en la noche, bien entrada la noche serian como la una de la madrugada, y mientras trataba de estudiar que escuche los mismo sonidos de la noche anterior pero con una variante, ahora sólo se escuchaban uno que otro gemido femenino y en la mayoría gruñidos masculinos, se escuchaba un sonido como de látigo estrellarse contra alguna carne seguida de la voz del marido de la vecina profiriendo ordenes como un general. Ahí no me cupo la menor duda de que el muy hijo de la gran puta abusaba de la pobre mujer impunemente y de que yo tenia que detener ese maltrato.

El viernes en la mañana era mi última clase del semestre para después entrar en el agobiador periodo de exámenes, iba apurada para llegar temprano pues por estar con la oreja pegada de la pared no había dormido como Dios manda. Mientras bajaba las escaleras traseras que dan hacia la calle me encontré a Ismael, el marido de la vecina, subiendo para acceder al edificio por la puerta por la que momentos antes había salido yo, me dieron ganas de decirle de todo por abusador pero me contuve sabiendo que necesitaba pruebas antes de meterme en un lío del que ya después nadie me iba poder sacar. Observe como subía las escaleras lentamente, recorriéndome entera comenzando por los pequeños dedos de los pies, pasando por la forma que en que el jean se ajustaba a mis caderas y marcaba la carne de mi coño contra la tela hasta la boca entreabierta, sentí su mirada cargada de morbo como una caricia lenta y caliente que me hizo sentí asco, es verdad, pero también sentí una tibia necesidad que me hizo jadear alarmada al descubrirme deseando ese... ese asqueroso plomero que maltrataba a su mujer. "Necesito un hombre" asevere para mis adentros sabiendo que esa era la causa de ese estúpido desvarío, cuando ambos nos encontramos en el mismo escalón, el subiendo y yo bajando, su mirada se posó con descarada condescendencia sobre mis pechos cuyos pezones empujaban descarados contra la tela de la camiseta, me miró a los ojos y no apartó la vista mientras las mejillas se me teñían de rojo y sentía todo mi cuerpo acalorarse de vergüenza, me quedé ahí clavada mientras él terminaba de entrar por la puerta sintiendo una imperiosa necesidad de ser tocada.

"No fue nada" me repetí cien veces durante el día pero la verdad es que me moría porque hubiera sido algo, mis pensamientos giraban entorno a ese momento que para mi fue mágico torciéndolo, pervirtiéndolo hasta que en mi imaginación él no sólo me miraba, me tocaba, se tomaba libertades con mi cuerpo que yo no le había dado, me obligaba a complacerlo y me hacia gozar a mi con sus maltratos. "Necesito un hombre" volví a repetirme, estar célibe por tanto tiempo es lo que causa este desenfreno animal en mi.

En la tarde, ya en mi casa, dando vueltas por el apartamento como una bestia enjaulada decidí abruptamente que tenia que salvar a Maria de si misma y de su marido, ella no podía permitir que ese monstruo le siguiera haciendo daño impunemente; lo mas seguro la pobre mujer ni siquiera conocía sus derechos y pensaba que tenia que dejar que él le hiciera lo que le diera la gana. No, yo no podía permitir que ese abuso se diera lugar al lado de mi casa, nunca me perdonaría si algo malo pasara y yo no hiciera nada para evitarlo.

Con mi resolución tomada cerré mi apartamento y llamé a la puerta de Maria sintiendo una súbita sensación de nerviosismo en la boca del estomago, ella me recibió con su cara amigable invitándome a pasar y seguidamente brindándome algo de tomar, decliné la oferta cordialmente mientras veía al imbécil del marido tirado en un sillón, viendo el canal de deportes y bebiendo de unas latas de cerveza, cuando me vio alzó la lata de la que bebía como si brindara por algo y soltó un sonoro y desagradable eructo.

Maria se rió nerviosamente y me condujo hacia la cocina donde estaba pelando unos vegetales, ya en la cocina me invitó a sentar en una de las sillas que allí había y con su dulce voz pregunto:

-¿Puedo ayudarte en algo?- me sentí más nerviosa que antes, viéndola ahí tan dulce, bella e indefensa no sabia como abordar el tema sin que se ofendiera así que me levanté de la silla y comencé a dar vueltas en la cocina hasta que decidí que lo mejor era abordar el tema con cautela.

-Mira...- le dije y las palabras murieron en mi boca, mi anterior resolución cortada por el filo de mi rabia cuando le vi un moratón en el antebrazo- ¿qué es eso?- le pregunte señalando a la marca verdosa que indicaba a gritos que el cerdo del marido la golpeaba.

-¿Esto?- pregunto ella a su vez tocando el hematoma- veras, es que yo soy muy torpe y siempre me estoy...

-¡No me mientas!- casi grite cuando la vi querer disculpar la violencia del marido con tan tonta excusa, la vi sobresaltarse por el tono de mi voz, su cara palidecer ante mi enunciado ¿qué mas pruebas necesitaba si ante mis ojos veía a una pobre mujer medrosa que no sabia como salir de tan peligrosa situación?- lo he escuchado golpearte casi todas las noches ¡ese cerdo abusa de ti impunemente!!!- dije con rabia, a Maria no se le ocurrió otra cosa que sonreírse por lo bajo.

-¿Te hemos molestado?- pregunto con su voz sumisa de alguien sin duda acostumbrado a la violencia.

-Ese no es el punto- le espeté y Maria volvió a sonreír pidiéndome que la siguiera. Me guió hasta la habitación conyugal, misma que colindaba con la mía por la misma pared, en cuanto entré me quede de piedra; la habitación estaba exquisitamente tapizada con satén azul, un azul fuerte y hermoso y de un inmenso armario hecho en rica madera preciosa que parecía dominar toda la alcoba colgaban los mas variados adminículos sexuales que uno se pudiera imaginar, había vibradores por decenas, látigos, trajes de cuero... el surtido simplemente pareciera no tener fin.

-Las cosas a veces se ponen ... intensas- dijo con otra risita, abriendo los bellos ojos un poco y blandiendo un látigo con exquisita expresión malévola.

"¡Perra!" pensé, así que esto era aquello a lo que mi alocada imaginación decidió llamarle "maltrato". Sentí la humillación y la vergüenza erupcionar en mi piel, estrujándome los nervios hasta que las orejas se me calentaron y mis mejillas ardieron, ahí lo tenia por metomentodo ¿quién coño me manda a estar metiendo las narices donde nadie me llama?

-Bueno...-balbuceé estúpidamente levantando la barbilla dignamente- creo que aquí ha habido un error, yo... me disculpo sinceramente por los inconvenientes que mi necedad te pueda haber causado- no pude dejar de notar lo tentadora que se veía la vecinita blandiendo ese látigo enfrente de mi pero sinceramente había tenido suficientes equívocos por un día y salí de la habitación atravesando la sala para salir por la puerta sin mirar a nadie, sintiendo los ojos inundados en lagrimas de vergüenza mientras Maria me llamaba desde la habitación.

No salí mas de allí en lo que restaba del día por miedo a cruzarme con la vecina y tener que enfrentar la mirad de burla que sabía que en sus ojos encontraría. En la noche, después de hartarme de ver televisión, me fui a la habitación a tratar de conciliar el sueño, estaba dando vueltas en la cama persiguiendo un descanso que me evadía a cada segundo cuando sentí los golpes en la pared: uno, dos, tres.... y de repente: ¡aaaahhhh!!! ¡Siiiiiiii!!! ¡Ohhhhh!!!! Enterré la cara en la almohada avergonzada al recordar la metida de pata que había tenido esa tarde pensando que Maria era maltratada por su esposo cuando en realidad la zorrita le encantaba que le dieran duro; a través de la vergüenza se fue abriendo paso a paso una excitación diabólica en mis venas, sentí los pezones rozar la tela del pijama erectos en un segundo mientras mi vecina seguía gimoteando como una puta hambrienta de verga, mi clítoris palpitó reclamando ser acariciado, pero no podía, no podía caer tan bajo.

Me quité la ropa presa de repente de un insoportable calor que perló mi frente en sudor, sentí mi pelo rozar mis pezones haciendo que me estremeciera y mi condenada vecina seguía lloriqueando cada vez mas fuerte ¿lo hacia a propósito la muy vagamunda? No lo pude resistir más, agarré mi consolador desde la mesita noche y accione los botones para ponerlo a vibrar, me esparcí un poquito de ese lubricante especial que despide calor al contacto con la piel por el clítoris y los labios de mi vulva y sin esperar más nada me enterré el vibrador lo más profundo que pude, no pude evitar soltar un ronco gemido y me recocí los pezones con saña sintiéndome morir al tensarse mi carne en un orgasmo que me sacudió en espasmódicas ondas de placer, haciéndome sollozar descontrolada y golpear la pared llena de gozo, escuché a Maria aporrear la pared también y dejarse llevar en su propio orgasmo. Después de la electrificante venida pude por fin dormir sintiéndome insatisfecha, primero que todo porque el orgasmo me llego muy rápido, casi precipitadamente y segundo porque eso era solo una pobre imitación: Necesitaba un hombre.

Y es por eso mismo que en el fin de semana me fue a una disco con mis amigas, casi todas estábamos solteras menos Lucía, ella y el novio formaban la pareja de oro: él, un muchachote grandote y hermoso; ella ¿qué se podía decir de Lucía que no estuviera a la vista ya? Un pelo castaño reluciente sin una hebra fuera de lugar, los pechos como dos apetecibles melones que con su bamboleo al caminar hipnotizarían hasta al mas experto fakir, unas piernas que parecían una ruta interminable de seda y un culo... Dios mío ¿será que me estoy volviendo lesbiana? Necesito un hombre, me repetí con determinación y cuando uno de los muchachos me invito a bailar no me negué y me fui con él a la pista, mientras el chico pegaba sus caderas de mi y me incitaba a moverme con su atrevido contoneo sentí que era hora de romper el celibato, después de todo una noche de pasión alocada no me haría daño.

El chico me pidió vernos a solas y yo le sonreí coqueta, me deje guiar hasta el segundo piso de la disco donde dejé que me acariciara abiertamente porque era eso lo que supuestamente quería, alrededor de nosotros todo el mundo hacia lo mismo. Sentí sus manos acariciar mis muslos y reptar decididos hasta mi sexo y fue ahí cuando le aparte la mano porque fue sólo entonces cuando supe que aquello no era lo que yo quería, el joven me dejo marchar prueba de que no estaba lo suficiente interesado en lo que pudiera pasar entre los dos. Me pase el resto de la noche bebiendo y bailando con todo el mundo, dolorosamente consciente de que lo que yo necesitaba tenia nombre, dueña y por si fuera poco era un viejo inmundo que me doblaba la edad, para cuando Lucía y el novio me fueron a dejar al apartamento apenas me podía sostener sobre los pies, me sentía tan libre, tan contenta... tan sola.

Lucía y yo entramos entre risitas hasta la puerta y ella me quitó la llave para abrir la entrada principal que conducían a las escaleras.

-¿Estas segura que puedes subir sola?- me preguntó preocupada.

-Sí...sí- le dije sonriendo- yo me las arreglo sola.

-¿Segura?- me miraba con genuina preocupación, debía de ser porque jamás me había visto beber tanto.

Le di un beso en la mejilla y la empujé hacia fuera para que se marchara de una vez por todas no sin que antes que ella me hiciera prometerle que la llamaría, miré las escaleras como si fueran el monte Everest y comencé a subirlos sintiéndome mareada y a punto de vomitar, cuando iba por el descansillo y alce la vista me encontré con Ismael mirando hacia abajo despreciativamente.

-¡Vecino!!!- dije soltando una carcajada- ¿qué hace despierto a estas horas?- me miró con cara de pocos amigos y me respondió secamente:

-Escuche unos ruidos y me levanté para que ver que pasaba porque...

-¡Jijijiji!!!!- me reí traviesa- ¿a esta hora? No será que estaba espiando porque no puedo creer que desde el segundo piso se pueda escuchar nada de lo que pasa aquí abajo.

-Esta borracha- dijo mirándome despectivamente, me agarró por un brazo para ayudarme a subir unos cuantos escalones- y mire nada mas como va vestida...ustedes las muchachitas se viste como zorras, andan puteando a todas horas y luego cuando a uno se le para la tranca se hacen las modositas- miró hacia abajo por el escote del trocito de vestido rojo que llevaba puesto para ver el nacimiento de mis pechos, la forma en que la suave tela se pegaba a mi piel como un amante posesivo.

Ante esa mirada cargada de desprecio no acerté a decir nada, se me seco la boca en el preciso instante en que me miró y me quedé inmóvil esperando porque algo pasara, el me pasó la mano por el trasero con desfachatada indiferencia como comprobando algo.

-Ni siquiera tiene bragas puestas ¿eh?- dijo esto con sorna como si en verdad mi intención fuera que excitar a los hombres y hacerlos desearme hasta que le dolieran los cojones ¿lo era?

Abrí la boca para decir algo pero mi lengua parecía no querer cooperar, sus dedos se metieron debajo de la falda del vestido y entre la partidura de mis nalgas como buscando algo cuando encontró el hilito de la tanga murmuró " y es a esto a lo que ustedes llaman bragas..." una descarga de adrenalina me hizo sonrojarme violentamente haciendo que de repente la borrachera que llevaba encima se evaporara por arte de magia, me sentí despierta en un segundo y con las ideas claras pensé que debía de apartar al vecino lo mas lejos de mi que pudiera pero no lo hice, me quedé ahí mirando el piso como si en el pudiera encontrar las claves de la vida ¿por qué? porque quería que ese hombre me cogiera y me diera placer como nunca en mi vida había sentido, después de todo los hombres se dan licencia para acostarse con cualquiera inclusive aquellas que no son de su gusto y al otro día pueden fingir la ignorancia mas testaruda echándole la culpa a la borrachera de la noche ¿por qué no podía hacer yo lo mismo?

El vecino había tomado el hilito en su dedo índice y con él comenzó a acariciar toda mi hendidura, cuando sus dedos se toparon con mi clítoris me estremecí excitada, él lo notó enseguida y sin perder tiempo en preliminares me hizo sentarme al final de los escalones. Me eché a temblar irremediablemente, loca porque hiciera conmigo lo que quisiera, él tomó mis pies delicadamente en sus manos y me quitó las zapatillas lentamente como si estuviera ejecutando un ritual sagrado, cuando tuvo mis pies desnudos me lamió uno de ellos hasta alcanzar mi tobillo y siguió subiendo lentamente, dibujando círculos en mi ardiente piel que la dejaban bañada de su saliva.

En su trayecto alcanzó mis muslos y sentí la caricia áspera de su barba contra la sensible piel, eché la cabeza hacia atrás extasiada permitiendo que mi pelo acariciara levemente la porción de mi espalda que el vestido dejaba desnuda, de repente sentí un fuerte mordisco en uno de mis muslos que me hubiera hecho gritar si no hubiera sido porque el colocó unas de sus manazas sobre mi boca para sofocar cualquier posible grito. "Cállate" me ordenó mientras yo sollozaba y vertía densos lagrimones, su siguiente paso fue enterrar la nariz contra mi excitado coñito aspirando como aspiraría un lobo a su presa, restregándome su nariz contra el pedacito de tela húmedo que constituían mis bragas.

Mordió la tela un poco haciéndome cerrar las piernas entorno a su cabeza sólo para conseguir que él me agarrara de las rodillas y me apartara las piernas con rudeza abriéndolas hasta más no poder, solté un jadeo de nerviosismo por su rudeza lo que hizo que mis pechos se estremecieran, eso desvió sus atención de mis piernas a mi pecho que subía y bajaba gracias a mi irregular respiración.

De un solo pero certero manotazo bajó la suave tela del vestido que descendió hasta mi cintura haciendo que en el proceso mis pechos saltaran al ser liberados del confín del escote, Ismael se relamió los labios y yo no atiné a más nada que a mirar su boca completamente embobada; pensé que en ese momento me chuparía los senos pero en vez de eso me agarró de la nuca haciéndome bajar la cabeza hacia él y sin previo aviso enterró su gorda lengua en mi boquita, al contrario de sentir asco le correspondí la morreada enredando mi lengua con la suya en una pervertida danza sensual.

Gruñendo el vecino bajo su cabeza remolonamente hasta mi pecho y comenzó a mamar mis pezones, alternando entre ambos senos, no lo hizo con delicadeza ni con la adoración que suelen sentir los hombres cuando ven los perfectamente redondeados melocotones que constituyen mis pechos, lo hizo con rabia, como si quisiera castigarme por ser como soy y a pesar del dolor que sentí y que una parte de mí se rebeló a ser tratada de esa forma una erupción de placer me hizo apartar todo eso a un lado y le enterré la cara en mis senos gimiendo de satisfacción.

Mis caderas se agitaban presas de una incontrolable excitación que pedía ser colmada y sin necesitar ninguna petición oral sus labios bajaron hacia mi excitado coñito haciéndome revolverme impaciente. Primero apresó mi clítoris entre sus labios empleando su lengua para darme el más exquisito de los placeres y luego lamió toda mi raja como si fuera un rico heladito en una calurosa tarde de verano, volvió de nuevo a mi sensible botoncito manipulándolo con tanta maestría que me hacia revolverme loca de placer contra su boca y sin previo aviso me introdujo dos dedos por mi estrecha gruta, arqueé la espalda presa de intensas convulsiones de placer que me traspasaban de la cabeza a los pies haciendo que temblara y me penetrara yo misma con sus dedos gracias a los descarados contoneos que hacia con mis caderas.

Ahí me quedé dejando que los residuos de placer llegaran en ahora sosegadas olas esperando por la ansiada penetración que seguro incrementaría mi placer preparándome para otro rico orgasmo. No llegó y cuando abrí los ojos desconcertada me lo encontré de pie en toda su estatura mirando hacia abajo con un desprecio tan latente que me hizo sentir como el mas vil de todas las criaturas que reptaban por sobre la superficie del planeta. Me sentía como un gusano. Peor, me sentía como una zorra a la cual le habían demostrado que tan bajo puede caer por su vicio.

El vecino se alejo sin decir nada por el pasillo que conducía hacia la línea de apartamentos, yo mientras dejé caer la mirada sobre el espejo que había delante de mi en la pared del frente y analicé la imagen que devolvía de mi haciendo que me escandalizara con lo que vi: una mujer completamente subyugada por la lascivia, abierta completamente ofreciendo su coño sin ningún pudor a un hombre casado, el vestido arremolinado en la cintura, con los senos hinchados y los pezones rojos por el maltrato y toda la circunferencia llena de saliva, los labios igual de hinchados y los ojos vidriosos por el deseo.

Quisiera escribir que me compuse la ropa y volví a mi apartamento después de lo que paso. Quisiera contar que evité a Ismael todo lo que pude y cuando no pude más me alejé y nunca más volví a saber de él pero ¡que mentira tan grande estuviera relatando si así lo hiciera! Con piernas temblorosas pero completamente resuelta me fui detrás de él, no podía explicar como es que había perdido la cabeza por alguien que simplemente no era mi tipo pero así era, tal vez si me hubiera comportado como una muchacha "decente" nada de esto hubiera pasado pero ¿quién coño piensa en la decencia cuando tienes lava liquida corriéndote en las venas y la más primitiva de las necesidades exigiendo ser colmada?

Lo encontré a las puertas de su apartamento con las llaves en la mano, el muy cabrón huyendo como un cobarde de lo que había despertado en mí y me le fui encima como un animal rabioso. Fusioné su boca con la mía en un beso que despertó en mi todas las ansias que por demasiado tiempo suprimí, él luchó contra mí o contra si mismo según se vea, mis manos y las suyas en un debate desigual.

Sólo los susurros fuertes, las exclamaciones ahogadas se escuchaban en el pasillo. Yo había pegado mi cuerpo al suyo lo más que había podido, restregándole mis tetas contra la superficie de su torso y de repente, en la quietud de la noche y vencido por sus propios apetitos sexuales, me estrelló contra la superficie de la puerta de su apartamento y subiéndome la falda del vestido me bajó de un solo tirón las bragas. Una de sus manos cubrió mi boca y de un solo empellón sentí su vergota taladrar mi interior maquiavélicamente.

Me sentí morir de placer, mis manos aferradas a la superficie de la madera para no desmayarme ahí mismo, mis pechos bailando violentamente al ritmo que le dictaban sus bestiales acometidas, mis caderas aferradas por uno de sus brazos y mis pernas abiertas lo mas que podía para acoger en mi interior todo lo que él quisiera entrar. Con cada embestida sentía mis pies levantarse del suelo unos centímetros. Adoré esa forma de cogerme, así a lo bestia, sin importarle el daño que pudiera hacerme.

Mi piel se baño en una leve capa de sudor, mi piel erizada por las salvajes sensaciones que en mi cuerpo se propagaban. Su mano cubriendo mi boca casi me robaba el oxigeno, eso no me evitó suspirar y gemir todo lo que pude, así como el no se limito de gruñir tan abiertamente como la lascivia se lo exigía como si su esposa no estuviera detrás de esa puerta aguardando su llegada.

No pude sostener su ritmo por más tiempo y mis huesos se deshicieron vueltos espuma cuando un orgasmo avasallador me robó el aliento, el habla y toda capacidad de moción. Cerré los ojos lo más que pude sintiendo miles de colores estallar detrás de ellos, una vez más él arremetió violentamente casi fundiéndose en mi y dejo salir la ardiente tempera de su semen dentro de mi, después sólo un momento de quietud mientras nuestras respiraciones se calmaban y entonces mi corazón volvió a latir a mil por hora cuando sentí las cerraduras internas de la casa moverse anunciando la presencia de Maria detrás de la puerta.

-¿Quién está ahí?- la escuché preguntar-¿eres tu cariño?

Ismael salió de mi y yo caí desplomada en el piso, cuando se abrió la puerta él ya se había acomodado las ropas y yo quedé tendida a los pies de Maria quien me miró por sólo un segundo para luego mirar a sus esposo. No se dijeron nada, por mutuo acuerdo cargaron conmigo hasta la habitación y ante mi sorpresa ambos me desnudaron, Maria me lamió los pechos sin ceremonias mientras Ismael me sostenía las manos por encima de la cabeza, me retorcí como una serpiente bajo esa boca golosa pero no porque quisiera escapar sino porque estaba loca e irremediablemente perdida de placer.

Su boca siguió descendiendo en círculos cada vez más amplios que me robaban la cordura, cuando su boca alcanzo mi sexo el paroxismo de mi placer estaba desatado, me miró a los ojos antes de besarme ahí donde definitivamente me haría perder el juicio y luego succiono mi delicado capullito como nunca hombre alguno lo hizo, en ese preciso momento su esposo soltó mis manos y ellas se fueron como entes propios hacia la cabeza de Maria cuya lengua me devoraba sin piedad alguna.

Sumergí más su cabeza en mis adentros y arqueé las caderas hacia arriba completamente perdida de placer, Ismael aprovecho para separarme las nalgas e introducirme un dedo por mi apretado culito. Perdí la razón en ese mismo instante y empecé a convulsionar contra la boca de Maria que tan pronto adivino mi orgasmo bajó su lengua hacia mi orificio trasero para ayudar a su esposo con la tarea que tan mágicamente ejecutaban sus dedos.

De todos los juguetitos sexuales que utilizaba la pareja mayor el único que deseaban era una pobre estudiante que solo unos días antes ignoraba lo poderoso que el sexo podía ser. Ismael dejó la tarea de dilatar mi culo con un dildo a su mujer mientras él se arrancaba la ropa a jirones y se tendía en la cama, su mujer le sirvió mi culo en bandeja de plata, que no es que fuera virgen porque el bastardo de José hasta con eso había cargado, pero desacostumbrado al uso se resistió todo lo que pudo a la tarea, sin embargo la lengua experta de Maria en mi clítoris ayudo al proceso de empalarme toda en esa monumental polla.

Me sentí repleta, llena hasta el ultimo rincón y porqué no decirlo, satisfecha. Maria se alejó por un momento y la verdad es que no sabría decir dónde fue pues de lo único que era consciente era de las lentas y enloquecedoras acometidas que Ismael me propinaba, cuando Maria volvió iba con un cinturón asegurado a sus caderas en el cual había un consolador adaptado. Abrí los ojos cuan grandes son por la sorpresa, intenté negarme, decir algo pero antes de que consiguiera que algún sonido saliera de mí Maria había empezado a clavarme esa cosa en mis adentros sin yo poder hacer más nada que gemir desbocada, las manos de Ismael en mis caderas, las de ella en mis pechos retorciéndome los pezones me llevaban a unos limites de placer que tan solo en sueños hubiera podido imaginar.

La boca de Maria me besaba con ternura, con locura a la vez, el más mínimo movimiento de mi cuerpo hacia que todas mis zonas erógenas fueran estimuladas tanto las pocas que yo conocía como aquellas de las que me enteré esa noche. Ni en mis más delirantes fantasías había imaginado una escena como esa, nunca por mi estrecha mente había pasado que la causa de mis más desbordantes orgasmos serian una pareja de vejetes.

Sus movimientos estaban perfectamente sincronizados, cuando Ismael salía de mi ojete Maria me lo estaba clavando sin piedad por el coño, la boca de ella sustituyo sus manos y a partir de ahí alcancé el punto del no retorno. Mis orgasmos se sucedieron encadenados unos tras otros, algunos más leves, otros más fuertes pero todos electrificantes, Ismael terminó dentro de mi y al hacerlo me desplome exhausta y casi sin vida a un lado de la cama, después Maria guió mi cabeza para que le lamiera su depilado coño ahora sin el estorbo del cinturón. Su sabor era adictivo y pese a que estaba cansada mi lengua y mis labios no pararon de succionar hasta verla retorcerse de gusto en un orgasmo y que me llenó la boca con sus fluidos.

Esa noche me perdí en un mundo de pieles y sensaciones, olvide donde empezaba yo y donde acababan mis amantes. No sabría decir si todo estaba así planeado desde el principio, si ellos lo tramaron desde que posaron sus hambrientos ojos en mí o si yo lo había buscado como una perra de presa persigue a lo que ha de ser su botín. Obviamente cuando escribí que necesitaba un hombre no sabia que la afirmación se podía extender a "y su esposa también" pero si sé que desde entonces aquella frase de que "la experiencia no se improvisa" para mí vale por dos.