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Señora, vengo a ponerle el cable

en Hetero: Infidelidad

Señora, vengo a ponerle el cable.

Podría comenzar diciendo que nunca me propuse serle infiel a mi marido pero la verdad es que me lo propuse, no desde el principio pero una vez que la decisión estaba tomada en el ardor del momento, mi cuerpo solo decidió, se movió y actuó como mejor le convenía a mis deseos. No me arrepiento, no lo hice antes y no lo hago ahora.

¿Qué nos pasó? ¿Cómo pasamos de ser una pareja feliz a otra que necesitaba buscar consuelo en otros brazos? Tal vez es esta nuestra naturaleza, pescar en el océano todo lo disponible, todo lo follable pero si yo miro al inicio de nuestra relación no es así como yo lo veía, no fue así como comenzó esto, no era así nuestro matrimonio, no era una atadura, no era un peso por cargar y de repente en un recodo del camino la carga se fue haciendo muy pesada, la bajamos, la olvidamos o decidimos aligerarla ¿Fue así como paso? Volvamos a los inicios.

Con tres años de casados se podía decir que Jorge (mi marido) y yo éramos una pareja estable, feliz; mi marido es un tipo alto y buen mozo, con 37 años y ejecutivo de renombre, el sabe muy bien lo que quiere y como obtenerlo, yo por mi parte lo que tengo de bella lo tengo de buena para nada, decidí que en vez de pretender que quería hacer una vida laboral me quedaría haciendo de ama de casa y así le daría gusto a mi esposo y de paso a la suegra que estaba loca por unos nietecitos ¿Hijos? No, claro que no, en el albor de nuestra relación como pareja casada queríamos disfrutar el uno del otro tanto como se pudiera ¿Fue ese nuestro error?

Mi vida transcurría placida entre los centros comerciales, las tardes entre amigas y las cenas de negocios a las que tenia que acompañar a Jorge, nuestra relación siempre fue muy fogosa, yo a él le seguía todas las fantasías y él a mi me concedía mis pequeños caprichos.

Recuerdo esa noche en una de las múltiples fiestas anuales que ofrecía la compañía financiera de la cual mi consorte era vicepresidente financiero, esa noche iba vestida con el último modelito que había adquirido en una prestigiosa tienda, el vestido era negro y muy conservador si no se miraba el escote de escándalo que dejaba descubierta toda la espalda, el salón estaba llena de gente importante vestida con elegancia y del sonido de las risas amenas, señal inequívoca de diversión.

Mis rebeldes rizos recogidos recatadamente en la coronilla de la cabeza al principio de la fiesta para la media noche escapaban en sensual desorden para acariciar mi cuello, Jorge y yo estábamos en la pista de baile y el me metía una mano obscenamente por la frontera del escote de la espalda baja para acariciar la hendidura de mis nalgas mientras me susurraba todo lo que estaba dispuesto ha hacerme esa noche.

 

 

El calor en mi cuerpo subía gradualmente, deseando estar en cualquier sitio que por lo menos fuera mas íntimo, miraba a ambos lados del salón atestado de gente mientras bailaba pegada a mi consorte un ritmo pegajoso y sensual, cuando terminó la pieza unos compañeros de mi esposo hurtaron su atención dejándome a mi en pleno estado febril, necesitada más que antes de la presencia de él, a los quince minutos de estar parada esperando decidí tomar cartas en el asunto y llamar su atención.

Caminé despacio hacia la barra sabedora de varias miradas masculinas puestas en la cadencia de mis caderas y mi trasero, cuando llegue le pedí al cantinero un martini que saboreé con lentitud mirando a mi esposo a los ojos a través del espacio que nos separaba; a mi lado un hombre bien parecido se me arrimaba tratando de ligar conmigo, Jorge se hacia el desentendido, tomé la aceituna del trago y la introduje en mi boca con el dedo índice, luego lo saque y me lo lamí, al tipo a mi lado casi de se le cae la baba, me pidió que bailara con el y yo, sin pensarlo dos veces, le dije que si.

En la pista de baile el tipo pegaba su cuerpo el mío todo lo físicamente posible murmurándome al oído lo buena que estaba, mi marido todavía no se daba por aludido, me pregunté en ese momento hasta donde el permitiría que llegara la situación y si es que acaso estaba disfrutando observando a ese desconocido manosearme delante de tanta gente, ninguno estaba dispuesto a ceder así que hice mis movimientos más atrevidos al bailar con el tipo, las manos de él se fueron a mis caderas y sus dedos acariciaron mis nalgas por encima del vestido, jadeé no sé si de sorpresa por las libertades que se tomaba ese extraño o de placer, no quería razonar en ese momento.

Para cuando la pieza acabo estaba tan excitada que me daba lo mismo si Jorge nos miraba o no, el tipo me llevo a una zona apartada de la gente cerca de los baños y antes de que pudiera reaccionar me besó con pasión acariciándome la espalda e invitándome a la vez a algún otro sitio donde pudiéramos estar solos, no sé de donde apareció mi marido y después de mirarnos por unos segundos me arrebató de los brazos del tipo diciéndole:

-Gracias joven, a partir de ahora me encargo yo.

-¿Y usted quien diablos es?-le pregunto él a su vez con gesto agraviado.

-¿Qué quien soy yo?- pregunto Jorge a su vez- resulta que yo soy el MARIDO.

Solo me dio tiempo a ver la cara del pobre diablo una última vez antes de que Jorge me empujara dentro de los baños masculinos, en cuanto me tuvo allí introdujo una mano debajo de mi falda y entre mis bragas apreciando la humedad que ya era latente, bajé la cabeza avergonzada.

-Pasaste un buen rato ¿eh zorrita?- me pregunto mientras me acariciaba el clítoris.

-Y tu también- repliqué- ¿hasta dónde estabas dispuesto a llegar?- pregunté jadeando excitada.

-¿Hasta dónde estabas dispuesta a llegar tú?- me atacó, no respondí, no necesitaba responder.

Frente a los amplios espejos nuestras bocas se encontraron hambrientas, sus manos me recorrían el cuerpo con codicia y yo le acariciaba el paquete por encima de la tela, Jorge me colocó frente a los espejos, poniéndose detrás de mi me murmuró que no apartara la vista de ellos y diciendo esto descendió por mi espalda esparciendo besos a lo largo de ella, me separó las piernas subiéndome el vestido hasta la cintura y entonces agarró la tela de mi tanga en su dedo índice para acariciarme lentamente por toda mi excitada hendidura.

Miraba en el espejo a una criatura con cara de putita viciosa que agitaba las nalgas en busca de un merecido orgasmo, mi marido hizo a un lado el tanga para enterrar la boca en mi sexo que saboreó a su antojo lanzando corrientazos de puro placer hacia mi cuerpo, yo trataba de gemir bajito mientras le empujaba la cabeza más y más contra mi para que metiera la lengua más profundamente; sus dedos me torturaban el clítoris haciendo que temblara descontrolada, mi boca se lleno de saliva mientras mi clítoris pulsaba hinchado cuando Jorge me siguió manipulando el botoncito ya mi orgasmo se avecinaba maratónicamente.

Jorge se bebió mis flujos incorporándose para sacarse el pene del pantalón, yo estaba un poco nerviosa de que pudiera entrar alguien pero mi marido a las claras quería terminar el trabajo, me bajó las bragas que quedaron colgadas de uno de mis tobillos y se aprestaba a penetrarme cuando alguien que quería usar el baño interrumpió la acción, me bajé la falda del vestido lo mas rápido que pude aun así dudo que el hombre no posara su mirada, entre divertida y viciosa, sobre mis nalgas desnudas. Con las bragas se quedó Jorge como trofeo pues yo no me atreví a perder el tiempo poniéndomelas no fuera a entrar alguien más, me pasé el resto de la velada con el coño al aire para la felicidad de mi marido y con la vergüenza estrujándome los nervios.

Pero el tiempo pasa indetenible, inexorable y las cosas que antes encontrábamos divertidas con el tiempo se diluyen en el frío de la rutina porque ahora "una es una mujer casada", el trabajo exige, la vida social cobra su parte y cada quien cada día pone menos en la relación. La compañía donde mi esposo trabajaba se estaba expandiendo por aquel entonces y lo necesitaban en México, país donde se iniciaba el ambicioso proyecto expansivo, mi cónyuge, genio de las finanzas, era el personaje apropiado para asegurar el éxito de la compañía en el nuevo mercado.

Así que nos mudamos para allá sin tiempo definido, Jorge trabajaba a toda marcha y a esa altura nuestra vida sexual que hasta ese momento había sido divina se estaba hiendo en picada al mismo demonio, al principio no me importó, México, con sus bellas playas, todos los colores del arco iris y sus céntricas zonas comerciales era el mejor país donde una mujer puede gastar a puro tarjetazo los frutos del trabajo de su esposo pero cuando vi que nuestra vida social no avanzaba me sentí desesperada.

La primera vez que se me pasó por la cabeza pegarle unos buenos cuernos con lo primero que tuviera una verga colgándole de las piernas tuvimos una discusión tremenda acerca de la poca atención que me prestaba en ese tiempo, me dijo cosas horribles que nunca en la vida le perdonare; yo me puse mimosa y acaramelada, con ganas de tirar un polvito antes de que el se fuera al trabajo pero se alejo de mis brazos que como enredaderas querían retenerlo con la excusa de que iba a llegar tarde al trabajo ¿Desde cuando había eso impedido que hiciéramos el amor? La mente me trabajaba a mil por hora, pasando de una situación imposible a otra y no se como diablos llegue a la brillante conclusión de que me la estaba pegando con la secretaria y si no lo estaba haciendo tenia que ser idiota con lo buena que estaba la desgraciada, yo que soy mujer, en un arranque de celos y de envidia no lo pude negar, menos le iba a pasar desapercibido ese hecho a un macho bien puesto. Así comenzó la mas fea pelea que habíamos tenido hasta entonces:

-¿No será que no quieres llegar tarde para poder revolcarte con la perra celulítica de tu secretaria?- le espeté echando chispas por los ojos.

-¿Qué dices mujer? Me mato trabajando para que tu puedas hacer lo único que sabes hacer bien: gastar MI dinero y lo que piensas es eso- replicó a su vez más rabioso de lo que lo había visto nunca.

-¡Bonita forma de empezar la mañana!- contraataqué- Como si yo tuviera la culpa de que ya no seas hombre suficiente para satisfacer a tu mujer, no te preocupes, alguien más lo hará.

Me agarró de un brazo hundiéndome los dedos en la carne con tanta fuerza que por un momento pensé que me rompería el hueso, el aflojó la presión y yo sentí como mi sangre comenzaba a correr locamente por mis venas de tan excitada que estaba por la situación, él no daba muestras de sentirse como yo y después de un tiempo que se me antojo eterno me soltó sobre la cama y murmuro más para si mismo que para mi: Deberías conseguirte una vida, se metió al baño y de ahí no salió más hasta que termino de vestirse y cogiendo su maletín se marcho sin siquiera tomar café.

Me sentí miserable, abandonada y sola. Poco menos que un gusano. Él tenia razón yo no hacia otra cosa que gastar dinero, no era útil para ninguna otra cosa...un momento, él era feliz con una esposa como yo, alguien siempre caliente y disponible, el bello objeto decorativo que se ve bien y que no molesta mucho, el perfecto modelito para sus fiesta de negocios y para impresionar a los amigos.

Si yo era un gusano entonces el era carne podrida ¡La perfecta simbiosis! Si él podía acostarse con la estúpida esa yo podía follarme con cien, no sé cuanto tiempo tarde sumida en mis pensamientos sólo el sonido del timbre me sacó de ellas y con el camisón de dormir me dirigí hacia el telefonillo de la sala.

-¿Si?- pregunté.

-Buenos días, soy de la compañía Westlink, vengo a ponerle el cable- dijo una voz profunda y algo ronca desde el otro lado de la línea.

Fui corriendo hacia la mirilla para ver al tipo: pelo negro desordenado y barba de por lo menos un día, ya no podía ver nada más, regresé al telefonillo.

-¿Puede darme diez minutos? Recién acabo de levantarme.

-Sin problema-respondió él.

Corrí rápidamente hacia el baño para realizar el aseo matinal en tiempo record y de allí me fui al vestidor para tratar de encontrar una prenda sexy que sin embargo me hiciera ver decente, no la encontré y agarre un vestido de algodón con florecitas estampadas, de tirantes y la falda por encima de las rodillas, me puse una tanguita blanca y decidí prescindir del sostén, me eché una mirada al espejo y fui a abrir la puerta pellizcándome los pezones antes para que se pusieran erectos.

Al abrir la puerta el señor estaba agachado revisando el hueco de las conexiones así que cuando me vio recorrió mi cuerpo entero con la vista mientras se ponía de pie para encontrarse con mis ojos, yo en los de el reconocí el brillo de la apreciación masculina que centellaba descarada en sus pupilas color café.

-Buenos días, este...-saludé indecisa de cómo proceder.

-Rubén, puede llamarme Rubén.

-Buenos días Rubén, siga por aquí por favor.

Lo hice pasar por el vestíbulo hacia la amplia sala decorada con gusto y precisión por un decorador que contrató la compañía y en la que yo no tuve nada que ver, mientras caminaba miré como la tela de los jeans se fijaba a su trasero, cuando le señalé la conexión para el cable y la televisión una súbita sensación de nerviosismo se apoderó de mi, miré sus manos que sacaban los instrumentos desde su caja de herramientas con ademanes lentos y seguros.

-¿Desea algo de tomar?- le pregunté para aligerar el ambiente.

-No- respondió secamente y ese simple monosílabo abrió el abismo de la duda en mi ¿De verdad quería serle infiel a mi marido?

Me senté en el mueble frente a el meditando en ello, pasando miles de ideas por mi cabeza con vertiginosa rapidez ¿Inconsciente? Del aspecto provocador que ofrecía con las piernas cruzadas y la falda a la altura de los muslos, los pechos rebosando libres por el escote, los hombros suaves y desnudos y mordiéndome los labios en un gesto abstraído.

El joven comprobó la conexión y verificó la señal y en un instante lo tuve junto a mi preguntándome con voz acariciante e invitadora "si se me ofrecía algo más" levanté la vista lentamente hacia él topándome con su mirada clavada en mi, su cuerpo demasiado cerca del mío del que sólo restaban unos pocos centímetros, me incorporé alarmada sin despegar mis ojos de los de él, poniendo distancia entre los dos.

-No- dije con voz trémula- no se me apetece nada y si ya termino puede marcharse.

Se quedó mirándome largo rato aumentando una tensión en el ambiente que en cualquier momento me haría gritar, me puse en el pasillo que conducía hacia la puerta para dejar clara mi postura pero él no movió ni un músculo y cuando lo hizo caminó hacia mi con pasos tan enérgicos y decididos que por un momento consideré retroceder, su mirada prendida de mis ojos como si quisieran desnudarme el alma me hizo bajar la vista incómoda.

-Lástima- dijo – una mujer tan hermosa que se niega a disfrutar... Sus palabras quedaron suspendidas entre los dos, sus manos acariciaban mis mejillas bajando por mi cuello para acariciar con dedos largos e incitantes mi escote.

- Por favor...- susurré llena de dudas- no me haga reportar su conducta... inapropiada a la compañía- mis manos se mantenían a mis costados, los puños cerrados y sudorosos ¿Por qué no lo apartaba? ¿por qué permitía que esto sucediera?

-No me diga- murmuró, la voz cargada de una ironía que me hizo subir la vista azorada aprovechando él para besarme en los labios, me besó lentamente la boca y con paciencia introdujo la lengua obligándome a separar los labios para saquear el interior en un beso apasionado, hacia mucho tiempo que no recibía un beso así, tan cargado de pasión y lujuria, mi mente se obnibuló y sólo fui conciente de sus manos que subían por mi espalda y me obligaban a pegarme contra él subiendo por mis hombros y acariciándolos lentamente.

Mis brazos, como entes propios, se habían colgado a sus hombros y mis manos le mesaban el pelo, emitía quedos gemidos contra su boca y como recompensa el froto su dureza contra mi llenándome el cuerpo de una exquisita expectación, me tomó en brazos y no necesite de una petición oral para señalarle la habitación, sus pasos nos condujeron sin prisas a la cama matrimonial. Iba ha serle infiel a mi esposo y lo haría en nuestra cama.

Cuando él me depositó en la cama sentí la firmeza del colchón contra mi espalda, la suavidad de las sábanas de organza y traté de incorporarme, de sujetarme al último jirón de cordura que me quedaba para no cometer un error, tarde había tomado la decisión, mi amante había corrido el cierre posterior del vestido, desnudando mis hombros y dejando la piel sensible de mis senos expuesta a su hambrienta mirada, cuando su boca se cerró sobre el erecto pico de un pezón olvide todo razonamiento para rendirme a sus caricias.

Las ganas de sexo estallaron en mi cabeza súbitamente y de pronto me encontré queriendo dar con la misma pasión con la que recibía, desabotone su camisa y la saqué de sus pantalones mientras mis manos se colocaban debajo de su camiseta para acariciar con dedos torpes por la premura su espalda, él se incorporó entre mis piernas abiertas para sacarse la camisa y despojarse de la camiseta dejando su pecho desnudo ante mi vista al que acaricie con timidez. Era el primer hombre al que veía desnudo después de casarme con mi marido.

Arrodillado como estaba sobre la cama se bajó los pantalones hasta los muslos y me hizo observar como se masturbaba ante mis ojos, nunca había visto a Jorge hacer eso y el gesto me pareció muy intimo, luego me terminó de quitar el vestido y sujeto mis tangas para quitármelas, yo me rehusé, si iba ha serle infiel a mi cónyuge, le seria infiel con todas las de la ley.

 

El me miró con gesto confundido sólo por un instante mientras me miraba salir de la cama y arrodillarme a un costado, entonces se sentó frente a mi para dejarme en medio de sus muslos abiertos, tomé su miembro entre mis manos pero antes de llevármelo a la boca capte un reflejo a mi derecha y me observé en un espejo de cuerpo entero: los ojos brillantes, el pelo desordenado, el cuerpo sumisamente curvado cubierto sólo por una tanga... una criatura de lava y lascivia me devolvió la mirada y acompañada de esa imagen lamí el tronco de mi amante que soltó un ronco gemido al primer contacto de mi lengua contra su endurecida piel.

Mi lengua recorría su pene, mi boca se cerraba contra el y en mi paladar su glande se hinchaba cada vez más. La boca se me hacia agua contra su carne tensa y caliente que desaparecía dentro de mi boca a cada acometida que recibía, el me acariciaba le pelo y la espalda, mis nalgas se empinaban invitadoras y cuando sentí su miembro hincharse contra mi lengua y adivine el flujo de su esperma él se apartó de mi para colocarse detrás de mi en la alfombra y acariciar con ambas manos mi trasero empinado que se ofrecía a él por completo.

Su boca descendió mordiéndome la carne que tembló al sentir su lengua navegar en el canal profundo entre mis nalgas, lo sentí acariciar mi ojete con su lengua y un respingo de sorpresa y placer me meció contra su boca que fue más allá, hasta la entrada a mi vagina que lo esperaba humedecida, me penetró con la lengua moviéndola en mi interior, trazando círculos de placer enloquecedores para cuando llego a mi clítoris y lo apretó contra sus labios mi orgasmo no se hizo esperar dejándome convulsa y aún así hambrienta hasta el último de mis huesos.

Mi carne seguía ansiosa, quería ser penetrada aún así mi recién estrenado amante acaricio todo mi canal de nuevo en un solo lametón, arrancándome gemidos y más gemidos, terminó de quitarse los pantalones y guiando su polla contra mi coloco su glande contra la entrada, un estremecimiento de impaciencia me invadió cuando lo empujó sólo un poco, sentí las paredes de mi vagina moverse, contrayéndose para tratar de engullir al intruso y devorarlo, sacarle el jugo a punto de succionarlo.

Miré hacia nuestros sexos unidos y observé su tronco desaparecer dentro de mi, entre mis carnes que se expandían para acogerlo y un ronroneo de satisfacción escapo de mi, a él lo escuché gruñir extasiado, después de ese instante delicioso de la penetración me empezó a embestir más y más fuerte, agarrándome las caderas con fuerza como si se aferrara a un bote salvavidas, clavándome las uñas y embistiéndome con una intensidad enloquecedora.

Dirigí mi vista hacia el espejo que me devolvió la imagen de un cuerpo a cuatro patas siendo penetrado por un completo desconocido, subyugado por la lascivia. Nuestros gemidos manchaban las paredes de mi habitación conyugal. Me doblé contra la alfombra para aumentar el contacto con el pene de mi amante, los gemidos fueron creciendo en volumen e intensidad y un intenso orgasmo arremetió contra mi con la fuerza de un huracán, yo todavía con los ojos prendidos del espejo, de mis ojos dilatados, de mi boca abierta que gemía sin parar, de mi cuerpo poseído por completo por un extraño.

Sentí su esperma erupcionar dentro de mi vagina lo vi gotear hacia la alfombra manchándola como innegable evidencia de lo sucedido, continuamos teniendo sexo toda la mañana en la cama matrimonial, me llenaba de una satisfacción sádica manchar las blancas sábanas donde la noche anterior habíamos compartido cama Jorge y yo con mi sucia lascivia, con mis deseos sexuales que no se veían colmados por mi marido, los satisfacía un tipo al que acababa de conocer y en el futuro quien sabe quien los colmaría.

Al medio día se marcho el técnico, me agradeció con galantería "la hermosa mañana" y me besó en los labios poniéndose incondicionalmente a mis ordenes. "No lo creo" pensé sabiendo que si ahora estaba abierta a otros mercados no desperdiciaría mi tiempo follando con un solo prospecto, después de su partida llamó mi marido para disculparse por lo de la mañana y para invitarme a cenar.

-¿Te sientes bien? Suenas rara- me dijo con notas de preocupación en su voz.

-Mejor que nunca cariño-respondí distante.

- Ok- dijo- ¿A las siete entonces mi amor?

-A las siete entonces, mi vida- confirme.

A las siete estuvo esperando en el coche, yo salí con pasos lentos y en cuanto me tuvo a su lado me acarició los muslos desnudos, no hablamos nada durante todo el trayecto y al llegar al restaurante mi marido se comportaba galantemente seductor, acariciando mi entrepierna por debajo de la mesa, pensé que no me iba a negar ese placer y me relajé contra su mano dejando que manipulara mi clítoris hasta que suspiré ruidosamente por el orgasmo que me regaló.

Una pareja mayor nos miró curiosa y al camarero casi se le cae la botella de vino blanco con el que nos servia al comprobar, entre sorprendido y excitado, que mi esposo me acariciaba por debajo de la mesa, Jorge se llevó los dedos con los que me acarició a los labios, chupándolos y sonriéndole pícaro al camarero, anotándose un tanto en nuestra muy personal partida de ajedrez, decidí que era mi turno de mover las piezas y sorbiendo lentamente de mi copa, espere que el camarero se alejara para armarme de valor y anunciar:

- Hoy te fui infiel con el técnico el cable en nuestra cama- lo vi ponerse lívido de sorpresa para luego pasar su tez a un escarlata escandaloso, preguntándose, sin duda, si era verdad que su tierna mujercita había sido capaz de hacer tal atrocidad- me gustó- continué haciendo caso omiso a su cara y todo lo que ella me decía- lo hice hoy, lo haré mañana y planeo hacerlo todo el tiempo.

Jaque mate.