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Alba y Diana (1)

en Lésbicos

Parecía otra mañana larga y aburrida en la facultad, así que decidí pasar de ir a clase y dar un paseo por el centro de la ciudad. Estaba curioseando en una perfumería cuando me encontré con Diana, una amiga de la infancia que hacía mucho que no veía. Nos pusimos a hablar y quedamos en vernos para comer al día siguiente en mi casa, yo prepararía la comida.

Al día siguiente yo ya tenía la comida preparada cuando sonó el teléfono, era Diana, se retrasaría porque estaba en un atasco en el centro de la ciudad. Genial. Porque se me había pasado la hora y todavía tenía que cambiarme. Me di una ducha rápida y me puse lo primero que encontré en el armario, una minifalda negra un poco ajustada que marcaba mi culo y dejaba ver mis largas y estilizadas piernas, una blusa blanca que se me ajustaba marcando el pecho y la cintura, me dejé los últimos botones abiertos. De ropa interior simplemente un tanguita blanco. Me dejé el pelo suelto para que se secara, lo tenia largo, casi me llegaba a la cintura algo ondulado y de un castaño oscuro que hacia resaltar mis ojos azules.

Justó cuando acabé de arreglarme sonó el timbre, fui a abrir y era Diana, venía guapísima. Tenía un vestido azul de satén, que se pegaba a su cuerpo y marcaba todas sus curvas, con un escote que dejaba entrever sus pechos, del tamaño de dos manzanas, y era corto por lo que se veía por completo sus piernas que aunque cortas eran preciosas, y acababan en unas sandalias blancas de tacón que dejaban ver completamente sus pies. Su melena rubia le caía delicadamente sobre los hombros y sus ojos verdes resaltaban en una tez apenas bronceada por el sol del verano.

La abracé, le di un par de besos y le pedí que pasara. Entro hasta el salón y le ofrecí algo de beber, hacía un calor sofocante así que me pidió algo fresco. Miré el refrigerador y solo quedaban unas cervezas que habían sobrado de la fiesta de la semana pasada. Se la ofrecí y aceptó encantada.

Nos sentamos en el sofá mientras nos tomábamos esas cervezas y charlamos de lo que había pasado en nuestras vidas desde que dejamos de vernos. Ya íbamos por tercera cerveza cada una.

¿Qué tal te va con Pedro? –preguntó Diana- Un día me encontré con tu hermano y me dijo que estabais juntos.

Lo dejamos hace un par de meses, se fue a trabajar con su padre y casi no nos veíamos-contesté.

Yo también lo dejé con Ernesto, ya no era tan bueno en la cama- yo la mire sorprendida.

Haber probado en la mesa de la cocina- dije sin darme cuenta, Diana se echo a reír y yo con ella.

Pero en serio Alba,-dijo después- cuando un tío no te satisface es mejor dejarlo y empezar de nuevo en otro lado.

Al tener el estómago vacío las cervezas empezaron a hacer efecto, y la conversación comenzó a tornarse un tanto "verde".

También te queda la opción de probar del otro lado- dije con picardía- o hacer un trío, cambia totalmente tu forma de pensar después de eso.

¿Tú ya lo has probado?- preguntó sorprendida.

Me sonrojé un poco, después de tanto tiempo sin vernos tener confesiones tan íntimas me estaba intimidando.

Si, lo probé hace unas semanas con Pedro y una amiga de la facultad. –dije muy seria.

¿Has estado con una chica? – preguntó casi asustada, yo asentí con la cabeza- y… ¿y no es como raro?

Al principio un poco –le di un trago a mi cerveza- pero luego te desinhibes y disfrutas como nunca.

Me miró sorprendida, como incrédula, bebió lo que le quedaba en la botella de un solo trago y me pidió que fuéramos ya comer.

Nos fuimos a la cocina y nos sentamos a la mesa, le serví su comida y una copa de vino.

¡Quieres emborracharme eh pillina! – me dijo en broma- como me descuide me vas a violar aquí mismo, sobre la mesa de la cocina.

Me puse un poco colorada porque me sorprendió su comentario pero nos echamos a reír las dos, yo me serví una copa de vino y brindamos.

¡Por el buen sexo! – gritó Diana, la cerveza ya la tenía algo perjudicada.

Yo la miré y una carcajada cerró el tema.

Cuando acabamos de comer me pidió que le enseñara la casa, accedí gustosamente. Le fui enseñando habitación por habitación y se quedó alucinada con la colección de cámaras fotográficas y de video que tengo en mi habitación de trabajo, soy fotógrafo profesional y tengo mi estudio en casa.

Nos fuimos de nuevo a la sala y allí Diana me dijo.

Después de las cervezas y el vino de la comida como que apetece una copa.

Nos serví unos tragos de wisky y nos sentamos a charlar nuevamente en el sofá.

Oye… ¿y no te resultó extraño ver a Pedro haciéndoselo con otra delante de tus narices? –pregunto intrigada.

Al principio un poco, pero lo bueno del sexo es disfrutarlo sin pensar en un porque, hacer lo que te apetece, cuando te apetece y con quien te apetece –dije- es la actitud más sana que se puede tomar al respecto.

Nunca me lo había planteado de ese modo contestó pensativa.- ¿Me sirves otro wisky?

Se lo serví y me ausenté un segundo al lavabo, cuando volví al salón Diana no estaba allí. Comencé a buscar por toda la casa y la encontré rebuscando en el armario de mi estudio, donde guardo algún disfraz que he utilizado en sesiones de fotos.

¡Alba esto es genial! –gritó entusiasmada- Tienes de todo aquí dentro, ¿Puedo probarme algo?

¡Claro! –dije con el mismo entusiasmo- así podré hacerte unas fotos de recuerdo.

Sería genial, pero para redondearlo puedes disfrazarte tu también y nos las sacamos juntas, seguro que tienes alguna cámara con temporizador por ahí.

Si… si… claro que tengo -dije algo sorprendida por la propuesta- elige un disfraz y cámbiate tras ese biombo mientras yo lo voy preparando todo.

Diana escogió un disfraz, se metió tras el biombo y comenzó a desnudarse. Yo mientras coloqué una tela azul en la pared, puse en sofá blanco en el centro cubierto con una sábana negra y espolvoreé algún pétalo de rosas blancas sobre la sabana.

Alba cariño- me dijo asomando su cabeza pos uno de los laterales del biombo- ¿puedes traerte el wisky hasta aquí? lo hecho de menos…

Fui a buscar el wisky y cuando volví Diana estaba sobre el sofá, con un traje de bailarina oriental de color verde. Era una falda larga, dividida en varios pañuelos en diferentes tonos de verde, que se ajustaba a su cadera y un corpiño dorado con unas mangas verdes también, todo ello acompañado de un cinturón y de un pañuelo que cubría su rostro.

No quedaba wisky- dije- te he traído champagne, espero que te guste

Me encanta- dijo arrancándome la botella y las copas de la mano- Cámbiate mientras lo sirvo, he dejado tu disfraz sobre la silla tras el biombo.

Me había elegido un disfraz como el suyo pero de color rojo, me lo puse todo lo rápido que pude y salí para sentarme con ella en el sofá.

Me tendió la mano con una copa de champagne y me dijo

Te ves perfecta, ojala tuviera yo ese culito- dijo mientras me daba un pellizco en el culo.

Yo reaccioné dando un salto y un pequeño grito y le devolví el pellizco en su nalga izquierda, ella sonrió y me dio un cachete.

Te echaba de menos peque – y me abrazó con fuerza. El alcohol empezaba a causar un efecto notable sobre ella y también sobre mí porque sin darme cuenta le devolvía el abrazo muy cariñosamente apretándola fuerte contra mi cuerpo.

Coloqué la cámara y empezamos a hacernos las fotos sobre el sofá, unas ella sola, otras las dos juntas.

Pasado un rato Diana me propuso cambiar de disfraz, yo asentí entusiasmada… el juego ya me estaba gustando. Se volvió a meter dentro del armario, sacó dos disfraces de rojos de navidad y su cara se ilumino, los trajes eran una faldita corta con un bordecito blanco y un corpiño rojo ajustadísimo, muy pequeños ambos. Acompañados de unas medias blancas y unas botas rojas.

Me dispuse a meterme detrás del biombo para cambiarme pero ella me sujetó por una mano.

¿Qué haces? –Preguntó Diana- Cámbiate aquí mujer, si lo no voy a ver nada que no haya visto ya.

Me guiño un ojo y comenzó a desnudarse. Yo comencé a desnudarme también, pero sin dejar de mirar disimuladamente lo que ella hacía. Cuando se quitó el sostén mi tanga empezó a mojarse, sus pechos revoloteaban ante mí y no podía dejar de mirarlos y excitarme con ellos.

Cuando ya tenía su disfraz puesto y yo el mío se sentó de nuevo en el sofá con la botella de champagne y bebía de ella a pequeños sorbos. Yo me acerqué a la cámara fotográfica y la programé para que hiciera una foto cada 10 segundos.

Me senté a su lado y me ofreció la botella para que yo también bebiera. Y comenzamos a poner posturitas raras para las fotos, dando pequeños tragos de champagne de vez en cuando.

En uno de esos, mientras yo bebía, ella me dio un golpecito en un brazo sin querer, haciendo que se me derramara un poco de líquido por el pecho. La miré entre sorprendida y divertida. Ella puso una sonrisa pícara y se acerco más a mí.

No te preocupes –Dijo. Aquí no se desperdicia nada.

Se acercó más a mi pecho, yo no sabía lo que se disponía a hacer pero podía imaginarlo, mi corazón comenzó a acelerarse. Ella acercó su cabeza a mi pecho, sacó la lengua y comenzó a chupar el champagne que había caído por mi piel. No pude evitar suspirar, y eso parecido gustarle porque con sus manos me bajo un poco el corpiño para que su lengua llegara más lejos.

En un momento dado bajo mas el corpiño y comenzó a besarme los pechos. Mientras besaba uno me acariciaba el otro y así sucesivamente. Hasta que yo me desabroché el corpiño y dejé mis pechos completamente libres. Diana se hizo a un lado y desabrochó también el suyo. Y cuando se acercó a mi pecho para besarlo de nuevo, la sujeté por la barbilla, y me acerqué a sus labios para besarlos dulcemente. Ella me devolvió un beso tímido, para luego empezar a jugar con nuestras lenguas salvajemente. Y yo poco a poco fui echando mi cuerpo sobre el suyo mientras la besaba hasta quedar completamente tumbabas en el sofá.

Ahora mis besos fueron bajando lentamente por su cuello. Ella suspiraba y se dejaba hacer. Le mordisqueé el cuello y se lo besé hasta la saciedad. Luego agarré la botella y derramé algo de champagne sobre sus pechos, para luego abalanzarme sobre ellos dejándolos completamente limpios. Ella se retorcía de placer bajo mi cuerpo. Luego hice que se sentara en el sofá y yo me puse de rodillas entre sus piernas abiertas.

Continué besando sus pechos y ella enredaba sus dedos en mi pelo empujando mi cabeza contra su cuerpo. Continué besándola lentamente, bajando de sus pechos por su abdomen, hasta llegar a su ombligo. Lo besaba y metía mi lengua dentro, haciendo que se estremeciera con escalofríos mientras con mis manos masajeaba sus pechos prestando mucha atención a sus pezones, pellizcándolos suavemente.

Después de su ombligo, me acerqué de nuevo a su rostro para besarla con mucha pasión en los labios. Le agarre fuerte la pierna derecha, la elevé un poco y le acaricié lentamente desde su pie hasta su muslo, donde encontré el final de sus medias, las agarre y la fui bajando suavemente dejando un mar de caricias con mi lengua justo detrás. Ella suspiraba, gemía, escalofríos recorrían su espalda y yo me sentía en el cielo dándole tanto placer. Hice lo mismo con su pierna izquierda, hasta dejarla sin ambas medias.

Ahora acariciaba sus piernas desnudas, tenía una piel muy suave, el simple roce de las yemas de mis dedos sobre aquellos muslos hacia que mi entrepierna estuviera ya empapada de mis flujos. Fui subiendo mis caricias y besos por sus piernas, hasta meter mis manos bajo su faldita y llegar a sus caderas. Allí encontré la goma de su tanguita, la recorrí suavemente alrededor de su cintura, mientras besaba sus muslos incansablemente. Ahora deslice mis dedos por su tanga, desde el centro hacia abajo, hasta llegar a su rajita. Estaba completamente mojada y el simple roce de mi dedo en su clítoris sobre su tanga hizo que se estremeciera una vez más. Empecé a masajearle el coñito sobre su tanga, sus gemidos cada vez eran más fuertes. No pude resistirme y me abalancé sobre su coñito, se lo comí salvajemente sobre la tela, empapándola todavía más. Diana se retorcía de placer, sus gemidos eran casi gritos, con mi mano derecha empecé a acariciarle el culo, llegando hasta la tira central de su tanga, la recorrí hacía abajo hasta llegar a su ano, la separe levemente y después de pedirle que humedeciera mis dedos con su lengua empecé a acariciarle su hoyito con mucho cuidado, con cara roce se contraía para luego abrirse un poco más. Hasta que pude meter la yema del dedo y moverla en círculos, todo esto sin dejar de comerle el coñito sobre el tanga, que estaba ya empapado.

Mi dedo ya entraba completamente en su culo, así que intenté meterle un segundo también, ella se retorcía sobre el sofá. Tenía sus piernas completamente abiertas para que yo pudiera trabajar perfectamente. Solo se dejaba hacer entre suspiros mientras me agarraba fuerte del pelo y me empujaba contra su coñito.

No pude aguantarlo más, le arranqué literalmente el tanga, haciéndolo pedazos, y a la vez que metí dos dedos en su culo, metía otros dos en su coñito y le devoraba el clítoris con la boca. Ella empezó a arquear su espalda, sus piernas estaban tensas y le temblaban, me agarró mas fuerte del pelo, casi me hacía daño. Gritaba de puro placer y note como se derretía en mi boca, me comí toda su corrida y luego me tiré sobre ella para besarla y comerme también su boca. Estaba fuera mí, quería devorarla, pero ella levanto su pierna izquierda, la apoyó en mi pecho y de un empujón me tiró al suelo, abalanzándose sobre mí

Albita, ahora te vas a enterar de lo que es bueno. – me dijo con una expresión de delirio en su rostro.

Empezó a arrancarme una a una todas las prendas de ropa que llevaba sobre mi cuerpo. Cuando me tuvo completamente desnuda se quedó observándome unos segundos. Agarró mi pierna derecha, deslizó suavemente su mano de la rodilla al tobillo, acercó su boca muy despacio a mi pie y comenzó a lamérmelo. Dedo a dedo iban perdiéndose en su boca y yo sin saber porque estaba en un estado de éxtasis que nunca había experimentado. Sus besos fueron subiendo poco a poco. Y yo tumbada en el suelo, completamente desnuda y con las piernas abiertas me dejaba llevar por la situación sin saber muy bien el porque.

Llegó a mi coño y comenzó a chupar mis labios delicadamente. Su lengua estaba caliente y con cada caricia me volvía loca. Agarró la botella de champagne y la vació completamente sobre mi cuerpo, la echó a un lado y empezó a chupar sin dejarme ni una sola gota. Acariciaba mis coño con su lengua y oleadas de placer recorrían mi espalda. Se abrió paso entre los labio para llegar a mi clítoris, lo mordisqueaba, lo lamía, lo succionaba… me estaba haciendo perder el control. Yo estaba ya deseando correrme pero ella no me dejaba. Justo cuando estaba a punto dejaba de acariciarme el coño y me dejaba a la orilla, desesperada. Esto lo hizo varias veces.

De repente paro de tocarme. Se puso en pie, me miro desde arriba, yo estaba completamente desarmada en el suelo, sudando, con las piernas abiertas y el pelo revuelto. Sonrió con malicia. Salio de la habitación. Y volvió con la botella de wisky que habíamos acabado antes. Estaba vacía, así que no tenía ni idea de lo que querría hacer con ella. Se arrodilló entre mis piernas, y empezó a comerme el coño otra vez. Yo estaba desfallecida, con una larga lista de orgasmos reprimidos por soltar, así que con cada caricia me volvía loca. Lo notó enseguida, y dejó de hacerlo. Pero continuaba arrodillada entre mis piernas, yo no la veía, no sabía lo que estaba haciendo, intenté incorporarme para verlo pero no pude. Enseguida note como algo alargado y duro intentaba abrirse paso en mi coño. Un grito salió de mi garganta, mis brazos perdieron toda su fuerza y me deje caer pesadamente sobre el suelo. Diana comenzó a follarme el coño con la botella mientras su lengua no dejaba de jugar con mi clítoris. Me estaba volviendo loca y esta vez de verdad. La botella entraba y salía de mi coño cada vez con más velocidad, entraba y salía con una facilidad pasmosa y poco a poco empecé a notar como se acercaba mi ansiado orgasmo. Mi espalda comenzó a arquearse, me temblaban las piernas, un sudor frío me recorría todo el cuerpo y sin poder evitarlo comencé a gritar de puro placer. Diana aceleró sus arremetidas con la botella, eso me hizo perder más el control. Gritaba, me retorcía de placer estirada sobre el suelo, era el orgasmo más largo e intenso que había tenido en mi vida.

Cuando todo acabó, me quede tirada en el suelo sin poder apenas moverme. Diana se tumbó derrotada mi lado. Me miró y me dio un dulce beso en los labios. Había sido alucinante.

Y ahora me dirás que es la primera vez que haces esto. – Le dije casi susurrando porque el cansancio me podía.

Si es la primera vez, hace tiempo que me siento atraída por las chicas pero nunca me había decido- explicaba- pero hoy al verte así, no pude más, tuve que lanzarme.

Menos mal que lo has hecho, si no me habría perdido todo esto, y he disfrutado como nunca.

Se notaba peque, se notaba- dijo sonriendo mientras me colocaba un poco el pelo.

¿Te hace una duchita? –dije con picardía

A eso no puedo negarme.

 

Continuará