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Todos para una

en Orgías

Era nueva en aquella ciudad. Me había trasladado para realizar un máster en comunicación. Era una ciudad enorme y no conocía a nadie, pero no me disgustaba la situación. Alquilé un pequeño apartamento en una zona un poco apartada. La idea de vivir sola me encantaba, y la primera noche sin estar bajo el techo de mis padres quise disfrutarla por todo lo alto.

Puse música a todo volumen, me serví una copa de vino y me preparé un gustoso baño de espuma en la enorme bañera con la que contaba el apartamento. Hacía bastante calor así que un buen baño apetecía a cualquier hora. Me despojé de todas las prendas que cubrían mi cuerpo y poco a poco me fui metiendo en la bañera. Mi cuerpo se fue acostumbrando a la temperatura del agua. Con la música, el vino y el baño yo ya me sentía en el séptimo cielo.

Me relajé y empecé a enjabonarme prestando especial atención a mis pechos, son grandes y bien contorneados, en su sitio justo. El roce de la esponja sobre mi piel provocó que mis pezones mostraran una leve excitación, eso me produjo una sonrisa de simpatía y continué enjabonando mi cuerpo. Cuando llegué a mis piernas me detuve un rato contemplándolas en toda su longitud y deslizando la esponja suavemente hacia arriba, de las rodillas a mi entrepierna, allí sin quererlo un leve roce despertó mis ansias. Solté la esponja y mis manos empezaron levemente a acariciar mi coñito. Los dedos de mi mano derecha hábilmente se abrieron paso entre mis labios vaginales para encontrase con el botoncito de mi delirio. Mientras que dos de los dedos de mi mano izquierda, se introducían acompasadamente en mi culo haciéndome perder todo contacto con la realidad.

Pasado un rato de innumerables caricias el orgasmo se acercaba y me abandoné al placer tumbada en la bañera, dejando volar la imaginación y perdiéndome en mis más locas fantasías. Gemidos de placer salieron de mi boca sin poder evitarlo y una oleada de calor invadió mi cuerpo. Mis manos ya presas del más lujurioso de los encantos se abandonaron a mis deseos y se movieron velozmente haciéndome perder el control.

Unos espasmos me obligaron a arquear la espalda, mis gemidos ya eran gritos, mi coño palpitante empezó a emanar fluidos y perdida me dejé caer derrotada sobre el lateral de la bañera.

Con la respiración todavía agitada terminé de asearme y quité el tapón para que la ausencia de agua me obligara a moverme. Salí de la bañera y delicadamente sequé mi cuerpo con una toalla. Me puse unas gotitas de mi perfume favorito y me enfundé en mi tanga más provocativo, era una noche para disfrutar.

Limpié un poco el baño y me dispuse a abrir la ventana, pero… ¡¡ya estaba abierta!! Y daba justamente a la bañera, cogí una toalla para taparme como pude y me asomé para cerciorarme de que nadie me hubiera visto. Al otro lado del patio de luces y en el mismo piso había una ventana abierta, pero no había luz y estaba la cortina echada, con un poco de suerte no había nadie en casa y no podrían haberme visto. Suspiré con tranquilidad y me dispuse a seguir la noche medio desnuda, tumbada en el sofá viendo la televisión.

Los días pasaron tranquilos, y poco a poco fui conociendo a los vecinos del edificio. Y descubrí que al otro lado del patio de luces, vivía un chico que no estaba nada mal. Un día tendiendo la ropa, nuestras miradas se cruzaron, fue solo un instante, pero me bastó para ver un brillo de timidez en sus ojos, el sonrió, dio media vuelta y se fue. No volví a verlo en mucho tiempo.

Pero una noche de calor me dispuse a darme otro baño, entreabrí la ventana para que entrara el aire fresco. Puse música, me serví una copa de vino y me metí en la bañera. Me recosté cómodamente y al posar la mirada en la ventana de enfrente descubrí que había luz, ‘mi vecinito ha vuelto’ pensé y de repente las cortinas se abrieron, su cara se asomó por la ventana y nuestras miradas se cruzaron nuevamente, pero en esta ocasión sus ojos demostraban lujuria y una pasión desenfrenada. Se dio media vuelta y se fue de nuevo, dejando las cortinas abiertas a su paso.

Intenté restarle importancia y seguir con mi baño, pero me fue imposible, instantes después comencé a oír gemidos procedentes del otro lado del patio. La curiosidad me pudo, me salí de la bañera, me cubrí con una pequeña toalla, apagué la luz y muy despacio me acerqué a la ventana con cuidado de que no me descubriera. Allí agazapada a un lado de la ventana, la visión que contemplé me dejó helada, mi vecinito estaba en el sofá montándoselo con una rubia impresionante. En el momento en que los vi, él le estaba comiendo el coño con muchas ansias, ella le agarraba del pelo y empujaba su cabeza con todas sus fuerzas, no paraba de gemir estaba ya desnuda de cintura para abajo y sus pechos asomaban por el exagerado escote de su camiseta.

No pude evitarlo y esa visión me excitó muchísimo, flexioné mi pierna izquierda y apoyé mi pie sobre un taburete, me despojé de la toalla y empecé a acariciar mi coñito ya muy húmedo. Mis pezones se erizaron, y tenía la piel de gallina. Intentaba por todos los medios no emitir ningún sonido para no ser descubierta.

Ellos seguían a lo suyo, en ese momento ella estaba de rodillas frete al sofá y él la estaba follando desde atrás, no pude soportarlo mucho tiempo y tuve le tirarme en el suelo para ser follada salvajemente por mis manos. Llegando a un orgasmo como pocos he tenido en mi vida.

Después de ese ‘incidente’ cada vez que coincidía en la escalera con mi vecinito de enfrente no podía evitar ruborizarme, intentaba no hacerlo para evitar ser descubierta, pero era superior a mí. Él parecía que disfrutaba de la situación y además de lanzarme miradas incriminatorias en el ascensor, varias noches repitió la escena con la misma rubia en su sofá. Y yo amparada por la oscuridad, no perdía ni un detalle mientras me regalaba un glorioso orgasmo en el suelo del baño.

Un día unos conocidos de la cuidad me invitaron a una fiesta, yo me puse deslumbrante decidida a comerme el mundo. Escogí mi vestido más provocador, uno negro, con la espalda al descubierto que se anudaba con dos finas cintas al cuello dejando un generoso escote, era de color negro, más o menos largo y muy vaporoso, dejaba entrever la longitud y lo estilizado de mis piernas, unas medias negras y también unas sandalias que dejaban ver completamente mis pies. Todo esto acompañado de un mini tanga negro que gustosamente me dejaría arrancar por cualquier guaperas que se me pusiera a tiro, estaba harta de pajas en el baño viendo follar a mi vecino. Mi cuerpo pedía guerra y yo iba a dársela. Para la ocasión tenía mi rajita perfectamente depilada y preparada para cualquier locura. Esa noche quería arrasar.

Al final la fiesta no fue como yo esperaba, los chicos eran demasiado tímidos y decidí volver pronto a mi casa, a ver si mi vecinito estaba acompañado esa noche y yo podía darme un pequeño homenaje. Aunque fuera yo sola, menos es nada.

Entré en el edificio, llamé al ascensor y justo cuando salía de este me encontré cara a cara con mi vecinito.

Muy temprano para volver a casa un vienes- dijo sin quitar las vista de mi escote.

La noche no ha salido como esperaba- contesté un poco intimidada, no esperaba que hablase conmigo.

Vaya, hay chicos que no saben lo que se pierden- me dio un repaso de arriba abajo con una mirada lasciva y una medio sonrisa- Por cierto me llamo Martín.

Yo Helena- contesté.

Me di media vuelta dispuesta a dejar la conversación e irme tranquilamente a mi casa. Pero note una respiración en mi nuca y posteriormente una voz me susurraba.

Lo he visto y lo escuchado todo aquella noche. Yo podría haberte hecho gritar como una buena puta, no como una perrita en celo.

Me puse nerviosa, no podía encontrar las llaves en mi bolso. Las manos me temblaban y estaban sudorosas. Mis mejillas ardían por la vergüenza, estaba deseando meterme en mi casa y no salir al menos en un par de años.

También sé lo que haces, mientras me miras por la ventana del baño, nena yo puedo hacerte disfrutar mucho más de lo que imaginas- volvió a decir.

Por fin encontré las llaves, intenté sacarlas para entrar de una vez en casa pero unos brazos rodearon con fuerza mi cintura y me arrastraron hacia atrás, el tío me estaba metiendo en su casa, yo pataleaba con fuerza e intentaba deshacerme de esos brazos, pero no era inútil. Me metió en su casa y cerró la puerta con un pie. Estaba todo oscuro, no veía absolutamente nada, uno de los brazos me soltó y oí como cerraba la puerta con llave y se la metía en el bolsillo de su pantalón. Me arrastro a lo largo de un pasillo, yo comenzaba a ver una penumbra y casi con desprecio me empujo dentro de una habitación y luego la cerró con llave desde fuera. Yo caí al suelo haciéndome daño, pero enseguida me puse en pie e intente abrir la puerta. Inútilmente, comencé a gritar pidiendo ayuda, pero no conseguía nada. Al rato dio un golpe en la puerta y me hablo desde fuera.

Como sigas gritando voy a tener que entrar y amordazarte… y tú no quieres eso ¿verdad?

Me acurruque en una esquina en medio de tanta oscuridad. Y comencé a llorar, no entendía como de un momento a otro me encontraba en esa situación.

Unos minutos después oí el timbre de la casa y unas voces susurrando, después la puerta se cerró y todo quedó en silencio. Segundos después la puerta de la habitación donde yo me encontraba se abrió, un haz de luz inundo la habitación cegándome momentáneamente y mi vecinito me agarró con fuerza de un brazo y me obligó a levantarme.

Salimos al pasillo, yo estaba algo aturdida, la situación me estaba superando. Todo quedó oscuro de nuevo y mi brazo fue liberado. Me encontraba sola en un pasillo, todo completamente oscuro y yo algo confundida comencé a palpar las paredes intentando buscar una salida. Iba caminando despacio, pero fui cogiendo confianza y aceleré el paso. Segundos después tropecé con algo y caí de bruces sobre una superficie blanda. Me puse boca arriba para intentar levantarme de nuevo pero unas manos agarraron con fuerza mis brazos inmovilizándome. Intenté deshacerme de ellas, pero poco después otras manos me agarraron con fuerza de las piernas. Me revolví todo lo que pude pero era inútil.

De repente una luz se encendió, y me vi tumbada sobre un colchón en el suelo, agarrada por cuatro chicos que no conocía de nada y a mis pies, observándolo todo con una sonrisa malévola, Martín, mi vecinito. Se acercó a donde me tenían agarrada y sin mediar palabra me puso una venda en los ojos. Poco a poco las manos que me sujetaban dejaron de presionar hasta que me soltaron completamente. Intenté ponerme en pie y salir corriendo, pero Martín, que ahora estaba arrodillado entre mis piernas me sujeto de los hombros.

Quietecita nena, si te relajas y te dejas hacer vas a disfrutar mucho. Piensa que tienes cinco pollas para ti solita, y si eres una buena puta sabrás como disfrutar muy bien de ellas- Me dijo Martín al oído.

Intenté levantarme de nuevo, ahogando las lágrimas ayudada por el pañuelo que tapaba mis ojos.

¡¡Agarradla!! – gritó Martín.

Noté como las manos de nuevo agarraban mis muñecas y mis tobillos. Mi cuerpo temblaba incontrolablemente.

Por favor, dejadme ir- suplicaba yo entre sollozos- prometo que no le diré nada a nadie

Ahí una carcajada a mis pies, y unos pasos a mi lado. Intentaba liberarme de mis ataduras, pero era inútil. Noté como alguien se sentaba a mi lado en el colchón.

Voy a decírtelo una sola vez más y espero que lo entiendas- la voz de Martín susurró ahora en mi oído- vamos a follarte como la puta que eres, los cinco, si eres lo suficiente lista te lo pasarás como nunca lo has hecho.

Agarró mi barbilla con fuerza y la giró hacia don él se encontraba. Yo lloriqueaba casi en silencio. No sabía muy bien porque, pero aquella situación me estaba excitando, era totalmente nueva para mí, pero estar rodeada de cinco hombres completamente desconocidos me estaba poniendo a mil.

¡¡Abre la boca zorra!!- gritó Martín.

Entre sollozos accedí a lo que Marín me dijo y abrí mi boca. Me introdujo dos dedos casi hasta la garganta. Mi cuerpo continuaba temblando. Su mano entraba salía de mi boca.

No tenía muy claro porque, pero notaba como pinchazos de excitación en la boca del estómago.

Martín dejo tranquila mi boca un rato, y unas manos comenzaron a acariciar mis piernas y subiendo lentamente hasta mis rodillas.

Nena que buena estás, vas a ver las estrellas de cerca esta noche- Dijo uno de los chicos que no se querían perder ni un detalle.

Las manos continuaban subiendo por mis piernas ya tenía el vestido a la altura de la cintura y note otro par de manos que me desataba el vestido del cuello y dejaron libres mis pechos, para empezar a amasarlos casi con furia.

Yo cada vez estaba más excitada, pero no quería reconocerlo. Me sentí sucia al pensar que una violación podía excitarme, pero cada caricia me hacia volar y la muestra de mi excitación comenzaba a hacerse visible en mi tanga. Dos chicos agarraron mis piernas, me las flexionaron y me las abrieron todo lo que podían dar. Martín comenzó a besar mi rodilla izquierda, descendiendo con besos por todo mi muslo. Hizo lo mismo con el derecho y cuando llego a mi tanga se quedó observándolo unos segundos y luego se abalanzó sobre él, devorando mi coñito sobre la tela. Entre esto y el masaje en los pechos comencé a gemir. El no conocerlos me estaba volviendo loca y sumado al hecho de no verlos por tener los ojos vendamos ya era demasiado.

¡¡Mira que puta!! –gritó uno de los chicos que estaba masajeándome el pecho- Si parece que le gusta y todo. Martín dale duro.

Martín continuó comiendo mi coño hasta que consiguió que me corriera casi gritando de placer.

Pero si tiene una linda boquita…- Dijo uno de los chicos que me sujetaban las piernas.

Me soltó y se puso en pie, Cuando me quise darme cuenta noté un peso en mi pecho y unas piernas que aprisionaban mis brazos evitando que pudiera moverme.

Nena- volvió a decir la misma voz de antes que ahora estaba sobre mí- quiero que me digas como te sientes ahora mismo

Casi no podía ni hablar de lo excitada que estaba.

Como una puta –balbuceé como pude

Repítelo por favor, pero esta vez más alto – me pidió

¡Como una puta! –dije casi gritando.

Antes de que me diera tiempo a cerrar la boca de un solo golpe me clavó su polla hasta la garganta dificultando mi respiración. Comenzó a moverse follándome la boca.

Martín de un solo tirón me arranco el tanga, rompiéndolo evidentemente. Se colocó en posición y me clavo su polla en el coño con desesperación. La dejo inmóvil unos segundos, luego la saco y la volvió a clavar de golpe, así unas cuantas veces hasta que empezó a follarme sin compasión.

La polla que tenía en la boca enseguida comenzó a correrse llenando mi garganta de abundante leche. Se echo a un lado, y Martín saco la polla de mi coño y se puso también sobre mi haciendo que se la chupara hasta que se corrió en mi cara y se echó también a un lado… me sujetaron los brazos para ponerme en pie, y cuando ya lo estaba me quitaron el vestido completamente y solo me dejaron con las medias y las sandalias. Empezaron a sobarme los 5, tenía 10 manos deslizándose por mi cuerpo y yo, sin saber muy bien porque disfrutaba de cada caricia.

Uno se puso frente a mí, otro detrás e hicieron que me pusiera en cuclillas. Cuando me di cuenta tenía una polla clavada en mi coño y otra intentando hacerlo en mi culo, pero le costaba un poco. Eché una mano hacia atrás y agarrándola con fuerza la empujé para que entrara entera de un solo golpe. Entre los dos comenzaron a moverse para follarme con una penetración doble. Cuando empecé a gemir de puro delirio la polla del chico que faltaba se metió en mi boca tapándomela completamente y con un ritmo frenético comenzó a follármela.

Estaba gozando por los tres agujeros, no podía creérmelo, realmente si era una puta a la que le gustaba follar con tres chicos a la vez… mientras pensaba eso el chico que me estaba follando la boca no tardo en correrse… yo en ese momento ya lleva tres orgasmos y cerca de un cuarto gracias a la doble penetración. El chico que me estaba follando el coño tampoco tardó mucho en correrse. Y me quedé solo con el que me estaba sodomizando el culo. Hizo que me pusiera a cuatro patas y ahí siguió agasajando mi culo con fuertes embestidas, la verdad que el chico tenía mucho aguante. Martín que en aquel momento ya tenía su polla nuevamente en pie de guerra me quitó la venda de los ojos, se puso de rodillas ante mí y me dijo:

Esto quiero que lo veas, eres mi putita y tienes que ver como se corre la polla de tu amo.

Dicho eso me metió la polla en la boca y comenzó a follármela de nuevo. Yo me estaba corriendo una cuarta vez y el chico que estaba tras de mí tampoco tardó en hacerlo. Así que Martín se puso cómodo y fui yo quien le hizo la más monumental de las mamadas.

Sujeté su polla con ambas manos y empecé a chuparle el capullo delicadamente. Para empezar a tragármela en toda su longitud, la sacaba de mi boca y luego me la metía hasta la garganta. Cuando noté que estaba ya todo lo dura que podía estar, lo sujeté por sus caderas con las manos y empujando con fuerza mi cabeza hacia abajo conseguí tragarme toda su polla hasta que mis labios chocaron con sus huevos. El con una mano sobre mi cabeza hizo más presión hacia abajo y esto provocó un sube baja de mi boca sobre su polla que hizo que empezara a temblar de placer. Empecé a acelerar el ritmo y en pocos segundos me regaló una inmensa corrida que intenté tragarme hasta la última gota.

Me puse en pie, mire a mi alrededor y todos estaban tirados sobre el suelo derrotados, pero con una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro. Me limpie el semen del coño y del culo con lo poco que quedaba de mi tanga, me puse mi vestido y ya estaba dispuesta a irme cuando Martín me sujetó de un brazo.

Cuando te sientas sola, sabes que solo tienes que cruzar el rellano- me dijo.

Lo tendré en cuenta- contesté con superioridad. Me di media vuelta y me dirigí a mi apartamento a darme un buen baño y pensar en todo lo que había pasado.

Me di un baño relajante. Mirando continuamente por la ventana del baño, a ver si Martín se dejaba ver en su salón. Las imágenes de lo que había pasado se sucedían una tras otra en mi cabeza. El solo imaginarme sodomizada por aquellos chicos me estaba poniendo de nuevo. ¿Cómo podía ser que después de todo lo que había pasado todavía tenía ganas de más?

Decidí no preguntarme nada y disfrutar del momento. Así que pensé en homenajearme de nuevo.

Mis manos empezaron pellizcando mis pezones. Eché la cabeza hacia atrás. Desde esa posición veía la ventana de Martín al otro lado del patio. Mis caricias fueron bajaron lentamente por mi vientre hasta llegar a mi coño, ya palpitante y deseoso. Una de mis manos acariciaba mi clítoris, y la otra se abría paso entre mis labios para meterse dentro de mi coño.

De repente la luz de la casa de Martín se encendió. Di un salto en la bañera. Pero ya que había empezado tenía que acabar. Se asomó a la ventana. Me miró y empezó a reír. No dijo nada, solo miraba.

Yo ya estaba gimiendo de placer. El hecho de que estuviese mirándome me estaba poniendo a mil. Tres de mis dedos entraban y salían de mi coño con suma facilidad, y mi otra mano pellizcaba mi clítoris haciéndome perder el control.

Cerré los ojos, cuando volví a abrirlos, Martín tenía su enorme polla en la mano. Estaba totalmente erecta y se pajeaba mientras me miraba. Sus ojos estaba clavados en los míos, noté como se acercaba mi orgasmo y descendí la velocidad de mis caricias para que ese momento fuese más largo… y más placentero.

Oí como Martín gemía al otro lado del patio. Mis manos ya imparables volvieron a acelerar y a follarme despiadadamente. Un espasmo recorrió mi espalda, dejando a su paso una sensación de placer indescriptible. Martín empezó a gritar, entonces me di cuenta que yo también gritaba. Los dos nos corrimos sin apartar la mira del otro.

Me quedé tirada en la bañera, Martín solo me guiñó un ojo, dio media vuelta y se fue. Algo dentro de mí, me dijo que esa no sería la única vez.