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Relativo

en Sexo Virtual

Pasaba de la medianoche, las luces se fundían con las sombras y todo tenía un matiz diferente a esa hora. El brillo de la pantalla de su ordenador era el único punto de luz en toda la habitación, que iluminaba su rostro y hacía que sus ojos brillasen mucho más. Tenía la mirada clavada en esa imagen, esa imagen en movimiento que estaba haciendo que se derritiese, que su cuerpo estuviese en llamas y un sudor frío cubriese su piel.

¿Te gusta más así? —se escuchó por los altavoces del ordenador.

Ella, incapaz de hilar dos pensamientos coherentes, simplemente asintió a la vez que se mordía el labio inferior.

Su mirada vagaba por ese cuerpo de adonis, por esos músculos marcados, por la palidez extrema de esa piel que la hacía parecer casi de mármol. Se detuvo en sus manos, esas manos de dedos largos y finos... recordó que le había dicho que era pianista y que podía hacer magia con sus dedos... quería esos dedos sobre ella, dentro de ella.

Mordió su labio con más fuerza y gimió bajito imaginando lo que podría sentir.

Venga gatita... todavía te queda mucha ropa encima —volvió a escuchar a esa voz ronca, aterciopelada, que parecía desnudarla en cada silaba y hacerle el amor con cada frase.

Se puso en pie algo titubeante, su corazón tronaba en sus oídos y sentía temblar sus rodillas, pero ya había llegado hasta ahí... ¿qué podría pasar si lo continuaba? Llevó las manos a la parte inferior de su camiseta y, sintiendo una oleada de valor, miró con picardía hacía la cámara y le guiñó un ojo. Subió la prenda lentamente, dejando ver su ombligo y parte de su abdomen. Se giró sobre sus pies y elevó la camiseta hasta la parte superior de su pecho, miró hacia atrás haciendo un movimiento brusco con su cabeza y su cabello se movió en una cascada de rizos color café sobre su hombro derecho. Miró de nuevo a la cámara y sonrió con timidez a la vez que un leve sonrojo acudía a su mejillas. Pero con la última pizca de valentía que le quedaba, se quitó por completo la tela que la cubría y quedó desnuda de cintura hacia arriba.

Déjame verte preciosa... —susurró de nuevo la voz.  

Ella respiró profundamente y se giró con lentitud hasta quedar expuesta ante el objetivo. Se escuchó un gemido al otro lado, seguido de una fuerte exhalación.

Odio la distancia en este momento... no te imaginas cuanto —lo escuchó decir—. Si estuviese a tu lado ahora mismo me moriría por acariciar tu pechos. Se ven perfectos desde aquí, del tamaño justo, la forma correcta... seguro que tienen un sabor delicioso.

Ella sintió como su sexo se humedecía y se frotó los muslos ante la necesidad de sentir algo ahí abajo.

¿Te gustaría que chupase tus pezones? —le preguntó— Que enrollase mi lengua en ellos, que los mordisquease con mis dientes hasta hacerte gritar... me gustaría verlos brillantes por mi saliva y completamente rojos por mis pellizcos... estarían preciosos, perfectos...

Tuvo que cerrar los ojos ante la punzada de deseo que sintió en su estómago y dejó salir el aire temblorosamente entre sus labios resecos, se los humedeció con la punta de su lengua y escuchó un siseo al otro lado.

Esa lengua tuya podría matarme —la voz sonó más ronca en esta ocasión—. Me encantaría sentirla en la punta de mi polla y descendiendo poco a poco... ¿harías eso por mí?

Jadeó sin poder evitarlo y asintió fervientemente con la cabeza.

Quiero escuchar tu voz, que me lo digas —demandó la voz— ¿Qué es lo que me harías gatita?

Gimió de nuevo y sus manos se cerraron en puños.

— Quiero probarte —dijo con un hilo de voz—. Quiero lamer cada una de las venas de tu polla y sentir como crece en mi boca.

Ah... —exhaló con fuerza de nuevo— No te imaginas lo que me provocas pequeña... si estuviese a tu lado ya estarías a cuatro patas y gritando mi nombre.

Ella miró de nuevo la imagen, el hombre sentado en aquel sillón de cuero negro, simplemente vestido con un bóxer gris, ese hombre que miraba intensamente la pantalla y parecía derretirla con esos ojos verdes, el hombre que sonreía de lado y hacía que excitase en tan solo un segundo. Ese hombre se inclinó hacia delante  y mordió su labio inferior tentadoramente frente al objetivo.

Quiero ver más... —susurró de nuevo con aquel tono de voz al que no podría negarse— quítate el short, pero muy despacio, quiero disfrutar del espectáculo.

Ella se puso en pie, metió los dedos en el elástico de su short, a la altura de las caderas, y los bajó lentamente a lo largo de sus piernas.

Muy bien preciosa... —ronroneó— quítate también ese pequeño tanga que no me deja ver lo que más me gusta... enséñame lo que escondes.

Ella obedeció de nuevo, casi hipnotizada por el sonido de su voz, sin voluntad propia y solo guiándose por el impulso de sus hormonas aceleradas.

Precioso... —gimió— me encanta que no tengas ni un solo vello en tu coño... me gusta verlo brillar y pensar que es gracias a mí, que yo te he hecho mojarte tanto que estés desesperada por tocarte... ¿es así gatita?

Ella gimió de nuevo y asintió sin separar la mirada del monitor.

— Tócate... quiero ver cómo te tocas e imaginar que soy yo quien lo hace...

Ella se sentó de nuevo en la silla, se impulsó un poco hacia atrás haciendo que las ruedas de esta rodasen y así quedar en un ángulo en el que todo su cuerpo se vería. Sintió vergüenza, pero con solo echar un vistazo a la pantalla todas las dudas y miedos desaparecieron, aquellos ojos verdes brillaban en excitación y deseo... moría por ver como se derramaba por ella, como gritaba y sus músculos se tensaban gracias a ella.

Sus manos, tímidamente, se acercaron sus pechos y comenzaron a pellizcar sus pezones, cerró los ojos ante el contacto, estaba tan excitada que el mínimo roce la hacía volar. Se los estrujó hábilmente, como sabía que le gustaba, como había hecho varias veces  lo largo de ese último mes.

Moja tus dedos... —volvió a escuchar la voz— moja tus dedos y pellízcate fuerte, imagina que es mi lengua, mis dientes...

Hizo lo que le pedía y llevó uno de sus dedos a su boca, abrió los labios lentamente y e introdujo su dedo índice hasta el nudillo sin dejar de mirar fijamente a la cámara. Al otro lado solo vio lujuria, él gimió con fuerza y observó cómo se ponía en pie de golpe y se bajaba los bóxers de un solo tirón. Ante ella se alzó majestuoso su miembro erguido, moría de ganas por tocarlo, por sentir su textura y la suavidad de su piel. Anhelaba poder extender la lengua y saborear esa pequeña gota transparente que brillaba en la punta.

Él se sentó de nuevo, sujetó su miembro con una mano y miró fijamente al objetivo. Tenía la mandíbula apretada, los ojos extremadamente abierto y su cabello, que parecía casi negro ante la escasez de luz, parecía una maraña sobre su cabeza. Pero pensó que así se veía sexy, era como si ella misma hubiese pasado las manos por él en un momento de desesperación durante el sexo.

Quiero más... —rugió la voz— fóllate, quiero ver como hundes los dedos en tu coño... quiero ver cómo te mojas y como te corres... quiero oírte gritar...

Ella se dejó caer contra el respaldo de la silla y abrió sus piernas exponiendo completamente su sexo ante la cámara.

Sí... —gruño la voz.

Abrió los ojos y vio como la mano de él, esa que aferraba su miembro, hacía movimientos ascendentes y descendentes a lo largo de toda su longitud. Observó como su piel se estiraba, como su venas se marcaban más entorno a ese falo y como aquella gota de líquido era cada vez más abundante y espesa.

Gatita... estoy esperando —la apremió.

Suspiró y, dejando una mano sobre su pecho, bajó la otra por su abdomen hasta llegar a su pubis, sobre el monte de Venus se detuvo e hizo un círculos acariciando su piel, después continuó con su camino y llegó por fin hasta los labios de su sexo, que separó fácilmente y se dio una suave y pequeña caricia en el clítoris que la obligó a arquear la espalda.

Así preciosa... más —la animó.

Dos de sus dedos se acercaron a su entrada, se sorprendió ante la humedad que allí había, pero no se detuvo e introdujo los dos de golpe soltando un sonoro gemido al hacerlo.

Piensa que es mi polla, que te penetra hasta el fondo...  que se hunde en ti una y otra vez, que rellena, que te completa... —ella gimió todavía más alto y su otra mano descendió también y comenzó a pellizcarse el clítoris— Sí... —exhaló— más gatita... más...

Ella aceleró el ritmo, sintió sus paredes contraerse y como sus dedos se humedecían todavía más, pellizco aquel botón que la hacía volar, gimió con más fuerza y se esforzó en abrir los ojos para mirar de nuevo el monitor. Él todavía tenía su miembro la mano, sus movimientos eran más enérgicos y tenía la cara desfigurada por el placer.

Córrete... —le ordenó— córrete conmigo, gatita.

Un latigazo la hizo arquear la espalda, sus ojos se cerraron y una corriente eléctrica recorrió su columna vertebral, esparciéndose luego por su cuerpo haciéndola temblar. Su boca se abrió pero ningún sonido salió de ella, el aire se le quedó atorado en los pulmones y hasta los dedos de sus pies se retorcieron de gusto.

Se dejó caer derrotada sobre el sillón, su cabeza colgaba hacia un lado, su cabello colgaba por uno de sus hombros y se pegaba a su piel sudorosa. Jadeaba intentando recuperar el ritmo normal de su respiración y su corazón latía tan rápido que apenas podía escuchar otra cosa.

Ah... —escuchó que exhalaban.

Abrió los ojos con dificultad y lo vio casi en la misma posición que ella, estirado sobre el sillón y con su miembro semi flácido cayendo hacia un lado. Sobre su estómago, había una mancha de semen blanco y brillante... se relamió los labios ante la necesidad de probarlo, pero sabía que eso era imposible. Suspiró pesadamente y se incorporó un poco.

— Necesito una ducha... —susurró sin energía.

Creo que yo también —rió él mirando la mancha en su estómago y frunciendo el ceño— ¿Mañana a la misma hora?

— De acuerdo —sonrió.

Pero... —el sonrió, aquella sonrisa torcida que la hacía suspirar— recuerda comprar pilas para tu juguetito... me encanta verte cuando lo utilizas.

Sintió sus mejillas arder y solo asintió con la cabeza

— Hasta mañana —dijo ella simplemente.

Hasta mañana —escuchó justo antes de pulsar con el ratón en el botón de apagado.