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Fiesta de iniciación

en Sexo Anal

¿Estás segura que no te duele?

-me preguntó Andrés en su acostumbrado tono suave y comprensivo.

- No . . . no,-le dije entre suspiros mientras trataba de acostumbrarme a ese nuevo placer, al tiempo que mi cuerpo y mente lograban separar dolor de placer.

Para mí era una sensación nueva. Ciertamente; Andrés es de lo más gentil, por lo que la incomodidad que momentos previos me había parecido un dolor que no iba a poder resistir, ahora, me parecía la prueba máxima de nuestra unión y la consumación de nuestro amor: De nuestra entrega máxima.

Estaba descubriendo uno de los placeres extremos del sexo, y lo estaba disfrutando "profundamente".

Fué en nuestro primer año de matrimonio y nuestro cuarto de tener relaciones sexuales. El sexo nunca ha sido aburrido con Andrés. Siempre lograba complacerme con su imaginación para fabricar sorpresas, situaciones, momentos especiales, lugares mágicos, juguetes eróticos, posiciones nuevas y divertidas en las que ambos nos disfrutamos al tocar y al ver mutuamente nuestros cuerpos y nuestros genitales.

Aquella noche, veníamos de una gran fiesta, donde bailamos de lo más cachondo. Aún nos sentíamos como recién casados y había "pruebas de amor" que debíamos entregarnos.

-mi amor,- le dije

-me hiciste sentir la mujer mas amada esta noche frente a todos tus amigos, debo decirte,- continué. Además no te vi coquetear ni mirar a las parejas de tus amigos.

-es que te estoy amando de verdad,- me contestó.

-me diste una buena manoseada en medio de todos mientras bailábamos y me siento tan cansada, pero tan ganosa,- le dije.

-me darás esta noche?,-le pregunté con cara de niña inocente, al tiempo que me balanceaba provocativamente rumbo al baño.

-te daré esta noche y el resto de mi vida,-contestó acomodándose un bulto sexual entre las piernas.

Al dirigirme al baño iba apagando todas las luces para dejar tras de mi un visible camino con la ropa que me iba quitando, había una penumbra total con excepción de la luz que se escapaba desde nuestra recamara.

Abrí la regadera y dejé escapar el vapor un buen tiempo. Poco después entró Andrés, me abrazó y me besó tiernamente en cada uno de los párpados.

-¿Está cansada mi mujercita?"-preguntó con comprensión, al tiempo que sentía sus manos masajear mi espalda.

Recosté la cabeza sobre su pecho y me dediqué a disfrutar sus caricias tan relajantes. Nuestros cuerpos estaban completamente pegados y mi cansancio no me permitió darle importancia a la semi-erección de su pene.

-¿Por qué no te das un baño calientito para que descanses rico?-me dijo.

-¿No te quieres bañar conmigo? -Le pregunté.

El agitó su cabeza en negación, al tiempo que hacía muecas de niño malcriado. Corriendo a ocultarse vestido como estaba entre las sábanas de la cama.

Me bañé con placer total, y obviando detalles de la enjabonadura, salí de lo más excitada al vestidor.

Ya estaba frente al empañado espejo, empinada en el lavabo, Situación que Andrés aprovechó para acercarse por detrás tocándome piernas y nalgas al tiempo que abría mi bata dejando el trasero al descubierto. Me tomó desprevenida puesto que yo ya lo hacía roncando.

Fue una agradable sorpresa y pensando que Andrés solamente quería masajearme como preparación para dormir, disfruté lo que creí sería un momento breve.

¡Que equivocada estaba!

Sentí cada una de sus manos tomar mis glúteos y abrirlos lentamente. Experimenté una extraña excitación al sentir como mi ano se estiraba y quedaba expuesto ante su mirada.

Me recargué por los codos sobre el lavabo y paré mi culito como ofreciéndolo a mi marido, a mi amigo de tanto tiempo, a mi amante de tantas noches, al dueño de mi cuerpo y de mi alma. Cerré con fuerza mis ojos al sentir lo tibio de su lengua rozar el tejido exterior de mi colita. Luego escuché como aspiraba y decía.

-Que limpiecito está, que rico huele . . . a jaboncito . . . a ti. –

Creo que fue su ternura lo que me impedía rechazarlo.

Mi intuición me decía que quería algo que estaba un poco más atrás de mi vagina. Varias veces antes habíamos intentado tener sexo anal, pero fracasábamos al hacerse presente un dolor insoportable que me obligaba a no seguir. En cada intento anterior yo había estado muy dispuesta y el había sido extremadamente paciente, pero por alguna razón yo no había logrado relajarme y con solo penetrarme con medio glande, yo agonizaba en dolor lo que nos impedía continuar.

Sin embargo, a veces mientras follábamos conmigo arriba, él estimulaba mi ano con un dedo; y en más de una ocasión llegó a meterme la mitad.

Andrés siguió comiéndome con frenesí. Primero solamente sentía su lengua por fuera de mi ano. Pero en cuestión de minutos, sus manos abrían mis nalgas y ayudado de la lubricación prestada por su saliva, su lengua fue encontrando camino hacia los interiores de mi recto.

-mi amor.?- le dije provocativa,-quieres intentarlo una vez mas?

-mmm???,- fue todo lo que dijo, y se dedicó a darme una lamida de cola de lo mas deliciosa. Era una sensación que me agradaba. No era la primera vez que mi esposo se dedicaba a chupar mi ano. Pero en esta ocasión mi excitación iba creciendo y me resistía a que me sacara la lengua, me estaba llevando a un placer indescriptible. Mi orificio poco a poco iba dilatándose y su tibia lengua entraba con mayor facilidad y mas profundo. Seguía cosquilleando mi colita con su lengua. Al sentir el cosquilleo del roce de sus yemas, arqueé mi cintura, dándole una clara vista de mis dos cavidades.

Empezó con un dedo, lentamente entrando y saliendo de mi húmeda rajita, con sensaciones maravillosas, mientras su lengua por el ano me hacía vibrar y sus dedos me hacían estremecer. Metió un segundo dedo y la excitación solo aumentó. Con el tercer dedo creí enloquecer. Los retorcía dentro de mí al entrar y salir. Su lengua me penetraba suavemente. El placer era inmenso al sentirme penetrada con sus dedos en la vagina mientras seguía haciéndome círculos con la lengua por atrás.

-papiiitoo,- me estás dando tan rico,- le dije completamente empinada sobre el lavamanos y levantándome de puntas para darle una mejor posición de ataque.

-amor mío,- me contestó,- quiero aprovechar que estás "relajadita" para intentarlo ahora mismo,- contestó.

En ese momento, Andrés puso la punta del dedo pulgar en mi orificio trasero sin dejar de mover los tres dedos que tenía en mi chochita y que me arrancaban suspiros y gemidos.

Al sentir ese dedo, no opuse resistencia. Agregó saliva para aumentar la lubricación y lentamente fue metiéndomelo. Hubo un dolor leve pero soportable, lo compensaba el placer de la doble penetración. Una vez adentro, lo dejó inmóvil y se dedicó solamente a mover lentamente los dedos en mi vagina. Mientras también me llenaba de besos todo el trasero.

Al cabo de unos segundos, empecé a contraer las nalgas para sentir mejor el placer que su pulgar me daba en el interior del recto.

El placer era tanto que no pude evitar gritar.

-Papito, me tienes con toda la mano adentro?,- pregunté insegura de mis sensaciones, como tratando de convencerme de que sería capaz de recibirlo por esa vía.

-Chiquita, esta noche ese culito rozado y apretadito será mi prisión eterna,-contestó con más besos y hábiles movimientos digitales.

-Me podrías dar un poco mas dedo en la cola?,- le dije, asintiendo con ello que esa noche perdería la tan deseada virginidad trasera.

-Te daré todo de mi,-contestó

Podía sentir perfectamente el grosor de sus dedos taladrar mi vagina al igual que su inmenso pulgar abrirme el ano para llenarlo de satisfacción.

Sacó sus dedos y me sentí vacía.

-épale,- me quejé. Quería seguir sintiendo esa penetración. Mi cerebro ya se enfocaba principalmente en la penetración anal. Quería continuar experimentando ese placer tan único y tan sublime, pero también quería sentir el placer de su verga en mi vagina. Me sentí torpe y no supe que hacer. Yo quería que fuéramos a la cama a terminar ese palo. Pero al mismo tiempo quería seguir sintiendo ese nuevo placer en mi. Estaba sorprendida de cuanto estaba gozándolo.

-ven chiquita, serás mía,- contestó

Andrés volvió a abrirme las nalgas y se dedicó a bañarme con su saliva y a darme lengüetazos ricos en mi ansioso hoyito. Me tomó de las caderas y me pidió que me volteara, mi vulva quedó frente a su cara.

Me levantó una pierna poniéndosela encima del hombro. Mientras yo me apoyaba sobre el mueble del lavabo, gozando como Andrés mamaba mi sexo. Empezó por acariciar los hinchados labios de mi vagina con la punta de su lengua. Me retorcía en forma circular llena de locura. La sangre corría aceleradamente por mis venas inundándome de placer. Tenía los ojos cerrados con fuerza y gritaba cada vez que su lengua me hacía vibrar y estremecer.

¡OH… Dios!!!, así papito, cómeme la flor, -le decía ya fuera de mi. Que sensación tan exquisita sentir su lengua dedicada a mi vulva y clítoris mientras volvía a internar su dedo por mi ano. Por breves momentos, el mover de su dedo, me daba una leve sensación, como de ganas por defecar, pero poco a poco esa sensación fue menguando. El dedo con el que me penetraba, casi no lo movía. Apenas sentía un cosquilleo dentro de mí. Lentamente lo sacaba un poco y con la misma lentitud lo volvía a meter.

- Ya te metí dos dedos.

- ¿De verdad? – le pregunte al tiempo que escéptica llevaba mi mano al trasero para comprobarlo con el tacto.

¡Era cierto!

Me tenía ensartada con sus dedos índice y medio. Para mi sorpresa, no me dolía y si me estaba dando placer. Sentía perfectamente como torcía sus dedos haciéndome estremecer.

Nunca me había metido el dedo tan profundamente y eso agregado al viboreo de su lengua en mi clítoris me hicieron estallar mientras mi ano mordía en espasmos sus dedos. Esto, solamente logró que mis deseos sexuales aumentaran. No quería que el momento terminara tan pronto. Así, que enderezándome, le vi a los ojos y sin despegar miradas, fui arrodillándome al tiempo que mis manos lo empujaban hacia arriba para que se pusiese de pie.

Estiré mi mano para buscar su erecto pene. Lo alcancé y empecé a jugarlo. Tomé su endurecido miembro con ambas manos y tras darle un suave beso en la punta, proseguí a frotarlo por toda mi cara, pasando por mis cejas, mis párpados, mi frente y mis mejillas.

Me proponía empezar a comérmelo, así que me bajé apoyándome en sus muslos. Acerqué mi cara a su verga con la intención de aprisionarla con mi boca. Pero él la esquivó y agitando sus caderas lateralmente, empezó a golpear mi cara con su reata. Estas "cachetadas guajoloteras" solamente me excitaban mas. Me cacheteó por diestra y siniestra varias veces con su dura verga, mientras que en todo momento yo trataba de pescarla con mi boca pero sin meter las manos.

Al sentir que iba perdiendo el juego, me le fui a los huevos. Con la boca abierta me prendí a ellos y él; en señal de rendimiento, se quedó quieto.

-no que no te dejabas amor,- le dije

-pero es que tienes las "joyas de la familia" a punto de ser mutiladas por tus afilados dientes,-contestó al tiempo que impulsaba la cadera para meterme mas sus "joyitas".

Le acaricié ambos testículos mientras los lamía y succionaba. Estaba suspirando, estaba a mi merced. Se terminaba el juego de los latigazos en mi cara, y por fin podía empezar a gozar de todo su cuerpo. Yo estaba en control. Ese magnífico macho mío, iba a gozar los placeres que su mujercita le sabe dar con la boca. Me retiré de sus huevos lo suficiente para alcanzar su glande con mis labios. Tras de besarlo, proseguí a mojarlo con la lengua. En seguida regresé a su gran cabeza y entonces si… la metí en mi boca. Emitía su líquido espeso el cual saboreé con gusto.

Rápido perdí la calma y no me pude contenerme más. Fui lentamente deslizando todo ese largo cuerpo de carne, hasta lo más profundo que mi garganta podía aceptar. Con gemidos que apenas se dejaban oír entrecortados por tener la boca llena, me encontré con la mirada de Andrés que morbosamente me observaba. Yo agitaba la cabeza en ritmo circular y con la vista le pedí que se dejara venir en mi.

-quieres que te la meta toda?,- pregunto entendiendo mi mirada.

-mmmghh,-era mi "SI"

Sentí como empezó a mecerse hacia atrás y hacia delante, con movimientos rápidos como si me estuviera follando por la boca. Llevé las manos a sus nalgas sintiendo sus glúteos y como se comprimían y endurecían en cada embestida. Nuestras miradas seguían conectadas pero su semen se tardaba en salir. Tenía sed de un esperma caliente y espeso. Su miembro ya soltaba los primeros jugos seminales y me llenaba de sabor y placer. Andrés se movía como una maquina de taladrar, algunas veces lo metió más allá de mi resistencia y me dio arcadas. Pero con las manos le llevaba el ritmo y comenzamos a acelerar frenéticamente. Estaba segura que se correría en la siguiente metida y eso era lo que mas quería.

-me voy a venir en tu boca, dueña mía,-me advirtió con voz entrecortada.

Me separé de él y le miré como una perdida en el desierto.

-tengo sed de ti papá, quiero que me llenes de tu rico sabor,- le dije al momento que me volvía prender de su aparato saciador.

Uno, luego dos espasmos y un poco de esperma me sació finalmente.

-Aaaagghhh,- se quejó Andrés.

Se separó inmediatamente de mí y se apretó el pito con todas sus fuerzas, haciendo un anillo con sus dedos muy apretados al derredor.

-quedamos que te estrenaría esta noche, mi amor,- su cara estaba roja por la tensión.

- y quiero ese rosado hoyito lleno de mi. No tú linda boca gozando mis jugos,- me dijo, al tiempo que daba dos pasos atrás conteniendo su propia explosión, tambaleándose hacia la pared del baño.

-veámonos en la recámara,- me dijo entrecortado, al tiempo que me ayudaba a incorporarme.

-pero?, y le di un profundo beso compartiéndole mis jugosos tesoros

-ven!!!,-casi me gritó, envuelto en mareos, alejándose a la recámara, con el pito fuertemente agarrado con ambas manos.

Nos acostamos en la cama y al quedar frente a frente nos envolvimos en un intenso beso mientras nuestras lenguas se entrelazaban y se acariciaban. Andrés me tomó por las nalgas y las apretó con fuerza al tiempo que las abría.

-te quiero por aquí,- me abría más y más los cachetes traseros.

Mi crica estaba toda mojada, y pasó la mano completa para embarrarse de mis jugos y llevarlos a mi puerta trasera.

Ya deseaba tanto que siguiera estimulando mi ano.

No perdí el tiempo y empecé masturbarle. Esto solo duró un momento pues ya sentía una tremenda urgencia por ser penetrada. Sin soltarle el pene, me separé y comencé el camino a su nueva casa. Yo iba girándome mientras llevaba su pene en mi mano y él me guiaba por detrás con ambas manos sobre mis nalgas. Luego sentí que una de sus manos soltaba mi hombro y se colocaba en mi abdomen y con la otra mano me empujaba invitándome a doblar mi cuerpo.

Entendiendo su sugerencia, doblé mi cintura al tiempo que me agarraba con ambos brazos desde la orilla de la cama, de esta forma quedaba muy empinada para él, con el culo apuntando hacia mi marido.

Puso una mano en su verga, y la otra en mis caderas, sentí como la dirigía hacia mi hoyito trasero. Estaba tratando de abrir las piernas para buscar equilibrio y darle todo el acceso que pudiera, cuando súbitamente sentí todo el grosor de su verga abrirse camino entre mis hinchados labios y penetrarme de una sola embestida tan fuerte que casi me tumba.

-aaaagghhh,- me sorprendí.

-te la metí toda!!!,-contestó.

-pero no por ahí….,-me quejé

-pero es el camino mas fácil,- reclamó.

Una vez con todo adentro, me tomó por las caderas y siguió embistiéndome y arrancándome gemido tras gemido.

La excitación estaba llegando al máximo, en mis paredes vaginales, podía sentir las venas de su verga acariciarme con lujuria. El borde de su enorme glande me rozaba y cosquilleaba cuando la iba sacando, pero cuando me la dejaba ir hasta el fondo de un solo golpe y sus huevos chocaban contra mi clítoris, era un placer que me provocaba hasta el infinito.

-papiiitooo,- no por ahí, volví a suplicar.

-te quiero en mi cola, te quiero en mis entrañas,- ahhh,- no podía hablar, me estaba dando todo el placer que solo él podía darme.

Se detuvo un momento con su estaca enterrada entre mis piernas. Mientras yo movía mis nalgas en forma circular, por entre mis muslos alcancé sus testículos con una mano y los apreté suavemente pero con fuerza. Él se dedicó a disfrutar mi masaje quedándose inmóvil.

-Muévete. -le ordené con sutileza.

Él siguió inerte por otros momentos mientras lo sentía estirar su cuerpo y alcanzar de nuestro buró un tubo de lubricante,

-qué buscas papá,- le pregunté imaginando que tomaría la mariposa vibradora que tantas delicias hacía en mi.

Al oír el ruido de algo plástico volteé a ver de qué se trataba. Andrés había abierto el frasco de vaselina que había alcanzado del buró. Tomó una cantidad generosa y la embarró en mi culito. Mientras que el doloroso recuerdo de nuestros previos intentos se hacía presente, debo confesar que esta vez, me llené de un intenso deseo de ser follada analmente.

Me dispuse a dejarle intentar su penetración anal.

Consiguió lubricar los interiores de mi gruta con un dedo, empujando y frotando la vaselina por las paredes rectales. Conforme hacía esto, yo solo gozaba los movimientos de su dedo dentro de mí. Por otro lado seguía empalada vaginalmente de una manera deliciosa. Me fui preparando mentalmente a lo que sospechaba que seguiría, la enorme cabeza de su verga.

Metió un dedito, luego dos, yo seguía gozando su verga en mi, mientras dilataba lo mas posible mi esfínter. Jugó un momento con dos dedos en mi cola y sentí como se acarició desde dentro.

Luego con suavidad sacó el pito y después ambos dedos.

- ¿No está sucio? – Le pregunté, temiendo que hubiera residuos de excremento.

- No – contestó – están limpiecitos hasta el fondo.

Las cantidades generosas de fibra en mi alimentación valían la pena por sus múltiples beneficios. Y este era uno de ellos, un recto limpio y libre de molestias. Mientras yo me relajaba y lo dejaba navegar en mi estrecha gruta.

-dame el tubo papá,- le dije.

Tome una generosa cantidad que puse parte en mi colita y parte en su verga, ungiéndola desde la cabeza hasta la base. Temí que el momento del suplicio había llegado, pero al mismo tiempo mi semi dilatado agujerito extrañaba la penetración previa de sus dedos. Cuando me embarraba la vaselina pude meterme dos dedos sin resistencia alguna. Era una sensación que no había experimentado antes. Me apreté los dedos con mi propio culo y eso me arrancó un suspiro.

-mira papi!!!, estoy lista… y me giré sobre el abdomen levantando las caderas con los dos dedos en el culo.

-aguarda, se puso de pie y metió una almohada bajo mi vientre,-esto ayudará a sentirte mas cómoda,- me dijo en complacencia.

La almohada me levantó más el trasero y me expuso a lo que vendría. Llevé ambas manos a mis nalgas y se las abrí ofreciéndome sumisamente. (o mensamente, pensé?). El caso es; que deseaba una buena cojida y como la primer vez que me desvirgaron. Esta sería la noche desvirginal con mi esposo. Me sujetó por las caderas con una mano mientras que con la otra sujetaba su vara por la base. Sentí en mi ano el contacto de su glande resbaloso por la lubricación y caliente por su excitación. Lo sentí luchar contra la presión de mi culo debido a la diferencia en diámetros. Dejó caer saliva con gran precisión al punto en que su cabeza hacía contacto con mi agujero. Empujé mi cuerpo hacia él para ayudarlo a lograr la penetración y darle mi aprobación total.

Mi ano empezó a expandirse al sentir que el capullo de su estaca por fin estaba penetrándome mas allá de los límites alcanzados previamente. Sentí dolor en las paredes de mi recto al abrirse más allá de su capacidad natural.

- culéame . . . – balbuceé casi en secreto con mezcla de deseo y resignación.

Sentí mi recto llenarse con su carne. Estaba muy rígida. Lentamente fue penetrándome. La sentía muy adentro de mí y conforme la sentía deslizarse hacia el interior…, de mi garganta salía un continuo y agudo chillido como de bebé.

-iiiiiigggghhh.

-igggghhh, parecía que mi boca producía un rechinido. Producto de mi imaginación pues con las grandes cantidades de vaselina, aquello era imposible.

Al preguntarme a mi misma cuánto faltaría; nuevamente lleve una mano a mi trasero y pude palpar que faltaba por entrar casi la mitad. Se la sentía mucho más dura que cuando me entra por la vagina.

- Culéame . . . – repetí, deseando salir de dudas por lo que se sentiría tenerla toda adentro.

-¿No te duele? – preguntó.

- Poquito – le dije mientras aguantaba la respiración,- pero me da placer, -sigue metiéndola . . .

-sigue . . . -pero despacito . . .-ahhh . . . -ahhh . . .-mmmm.

Se detuvo y retrocedió.

-no, NO!!!, no pares, ya casi la recibo toda,- le increpé.

Había total ausencia de dolor, me estaba volviendo loca por tenerla toda adentro.

Efectivamente, los millares de nervios que circundan el ano y el recto, transmitían pulsaciones hasta mi cerebro y hacían que todo mi cuerpo se llenara de lujuria y de placer sexual. El borde alrededor de su glande cosquilleaba mis paredes en cada sacada y metida que me daba con apenas la mitad de su herramienta.

En cada oportunidad, Andrés seguía agregando saliva para mantener una amplia lubricación. En desesperación por sentirla toda, yo empecé a empujar mis nalgas contra su cuerpo, pero eso solo logro que me la sacara por completo.

- ¿Por qué la sacas? - le reproché – ¡YA DÁMELA! - dije en tono exigente, esperando por fin recibirla en su totalidad.

Aun no terminaba mi reclamo cuando la sentí deslizarse completamente por mi vagina rápida y deliciosamente hasta el fondo, lo cual me arrancó un fuerte gemido al tiempo que apretaba los ojos y me mordía el labio inferior. 3, 4, y 5 poderosas embestidas y de pronto su pulgar de nuevo en mi ano.

Esta doble penetración terminó por hacerme gritar descontroladamente.

- ¡Sí! . . .¡Sí! . . . ¡Así! . . . toda . . . dámela toda . . . así papito, así . . .

De nuevo subió mi excitación hasta el punto justo antes del clímax.

Ya me había puesto en cuatro y mis tetas colgaban desbordándose paralelas al costado del colchón. Llevé una mano a los pezones y con fuerza proseguí a magrearlos y pellizcarlos, dispuesta a recibir el mejor orgasmo de la noche, el cual no se hizo esperar.

El placer de su verga en mi vagina y su dedo gordo en mi culito me hicieron verdaderamente explotar en un orgasmo lleno de intensidad. Mientras mi cuerpo se estremecía en espasmos, mi esposo seguía embistiéndome con fuerza, tanto con su pene como con su dedo pulgar. Tanto él como yo estábamos gozando en total plenitud. Sin embargo yo quería más, era demasiado placer como para desperdiciarlo.

-mira que rico se sienten tus espasmos en mi dedo,- dijo metiéndomelo hasta el fondo.

-sintiendo el orgasmo mas intenso, también pude notar como le apretaba con mis músculos, como queriéndoselo arrancar.

Se hizo para atrás y se salió… SE SALIÓ EL MUY MALDITO.!!!

-pero que haces?,- le dije girando mi cabeza sobre los hombros.

Volviéndome a dejar ambas cavidades vacías, se sonrió con lasciva. Yo le insistí que me la metiera.

- ¿Por dónde la quieres? - me preguntó incitantemente.

- Por donde sea, pero métemela – contesté con la voz entrecortada y en tono de urgencia.

Oportunidad que Andrés no desaprovechó, puesto que en seguida sentí lo tibio de su glande en la entrada de mi culito.

Esta vez fue entrando lenta pero continuamente mientras yo abría los ojos desmesuradamente, llena de una mezcla de sentimientos. Seguía entrando y me parecía infinita. Tuve miedo de que me fuera a lastimar. Sin embargo, conforme iba entrando, me fui relajando hasta que sentí sus testículos tocar mis labios vaginales. Entonces supe que la tenía completamente adentro de mí. Asombrados, ambos nos quedamos quietos y mudos por unos momentos.

-¿Te lastimó? - preguntó confundido.

-Sacudiendo mi cabeza le quise hacer saber que no.

-¿Estás segura que no te duele?- me preguntó Andrés en su acostumbrado tono suave y complaciente.

-No . . . no - le dije yo entre suspiros, mientras trataba de acostumbrarme a ese nuevo placer, al mismo tiempo que mi cuerpo y mi mente lograban separarlo distintivamente del dolor.

No estaba segura exactamente cómo definir lo que su pene me hacía concebir.

Para mí era una sensación nueva.

Andrés es de lo más garboso, por lo que la sensación que momentos previos me había parecido un dolor que no iba a poder resistir, ahora; esa completa penetración anal me parecía la prueba máxima de nuestra unión y la consumación de nuestro amor: Nuestra entrega máxima. Estaba descubriendo uno de los regodeos extremos del sexo, y lo estaba disfrutando "profundamente".

Giré mi cabeza y viéndole a los ojos le dije con toda la devoción posible:

- Deléitame. . . soy tuya. Anda, muévete.

Lentamente empezó a sacarla hasta la mitad para de inmediato regresármela hasta el fondo. Las primeras veces que hizo esto, nuevamente sentí el deseo de defecar, pero en el lapso de unos momentos, esas embestidas no eran otra cosa que placer, un profundo y genuino placer. Poco a poco fue aumentando el ritmo y la fuerza de sus bombeadas mientras que yo me perdía en el abismo de la lujuria y me dejándome hacer.

-Oh si . . . si . . . dámela toda.

Mi ano estaba completamente dilatado y acostumbrado al grosor de su pene. Cada movimiento que él hacía me llenaba de encanto.

-la quiero toda en mi,- le decía mientras él alternaba sus penetraciones en mi culo y mi vagina. En un momento que tratando de reponer su aliento se quedó quieto con su barra en lo profundo de mi recto, me dejé caer de nuevo sobre la almohada, y me tomé las nalgas para sentir nuestros cuerpos firmemente unidos.

Esta vez nos encontrábamos completamente en el suelo, pues con el ajetreo nos habíamos tirado involuntariamente de la cama. Apoyé mi frente en el piso y arqueando la cintura mis nalgas se respingaron dándole un anhelado acceso a mis dos cavidades a su antojo. A mi me era igual, cual de mis dos hoyos escogiera para follarme.

Mientras, movía mis caderas como remolino desenfrenado, apretándome de la almohada, como dándome una masturbada magistral. Me di cuenta que podía apretar mi ano y oprimir su verga.

Cuando hacía esto, él gemía de placer y me pedía que siguiera. Nos acoplamos en el ritmo y mientras él me follaba dándome tamañas embestidas hacia adelante, yo correspondía empujando mis nalgas hacia atrás, al mismo tiempo que comprimía mi agujero en turno, ya fuese mi culito o mi rajita.

-mi amor,- me dijo suavemente.

-sip,- fue todo lo que pude decir.

-que te parece que cambiemos de posición?,- me preguntó separándose de mi.

-lo que quieras papito,- le contesté,

-después de esta cojida,,, -no tengo reservas para ti.- le dije con un coqueto guiño.

Me llevó al sillón junto a la ventana, Estaba amaneciendo. Llevaríamos más de dos horas cojiendo furiosamente.

Qué importa,- pensé, esta cojida, es la mejor de mis días. -que nos amanezca cojiéndo!!!,- le dije a mi desvirgador.

-eehh,- me contestó.

-no importa amor,- como quieres que me ponga?. -le dije.

Me incorporé con su ayuda y enredé mis brazos al rededor de su nuca dándonos un calenturiento beso....

Servidos queridos lectores, una de mis primeras aventuras de hace tantos, tantos años.

Besos…. Rommy.